Envuelto en cadáveres

Un ser común y corriente no notaría la fuerza maligna que se sentía en los alrededores de la prominente mansión de Faust VIII., el más experimentado científico que se conociera en la época.

Sin escrúpulos y sin nadie que pudiera enfrentarse a él. El mejor médico cirujano, poseedor de grandes millones y de propiedades lujosas en todo Japón. Se oía que podía estar relacionado con la mafia japonesa…era dueño y señor de una de las mejores mansiones que se podrían encontrar en el territorio japonés. Construida, moldeada al gusto del médico.

Majestuosa pero oscura, con arquitectura del tipo colonial…mejor dicho con apariencia a un castillo entre las penumbras, así era el "hogar" que poseía Faust VIII. Descuidado, incapaz de pensarse que allí habitasen personas…que equivocados.

No era muy conocido que el médico si escrúpulos invitara a gente a su morada. Más con él vivían muchos jóvenes y jovencitas de hermosa apariencia. Un fetiche? No, no lo era.

Vivían con él a costo de seguir viéndose como estaban ahora. Aunque eso no era ningún problema para ellos, su belleza era permanente.

-Entonces…qué hacemos?.- dentro de la mansión se encontraban reunidos alrededor de lo que parecía ser una mesa, tres individuos. Sentado en un cojín de color rojo oscuro que abarcaba casi todo su cuerpo, un hombre de larga cabellera oscura empezó a hablarle a una mujer rubia.

Esta era portadora de unos ojos negros sin vida. Tenía los brazos cruzados, su cuerpo esbelto era cubierto por un largo vestido oscuro con mangas largas. Su cabello largo y rubio, que le pasaba de los hombros estaba suelto.

No veía al hombre de la larga cabellera, más bien veía fijamente a otro que estaba sentado frente a ellos. Ese otro sujeto tenía cerrados su ojos y además tenía la cabeza gacha…parecía dormir con el ceño fruncido en su rostro, pero ella sabía que estaba atento a lo que estaban hablando.

-Vas a mostrar interés o no…Ren?.-habló autoritaria la joven rubia, molesta.

Lentamente, alzó la cabeza y sus ojos dorados chocaron con los negros de ella. La mujer se estremeció un poco ante la mirada del joven. Eso era lo que su apariencia mostraba, a un joven hombre de no apenas 19 años…

Sus cabellos eran de un tono particular, violeta oscuro. Sus ojos centellantes color ámbar eran fríos y duros, la miraban con atención y con reproche por haberlo "despertado". Se incorporó hasta quedarse sentado, volviendo a cerrar sus ojos pero ahora sí completamente dispuesto a escuchar lo que estaban hablando.

El hombre de largo cabello oscuro lo miraba con simpatía y con una sonrisa burlona en su rostro. Esta persona gustaba de ver el carácter de ese chico, le agradaba ver esa indiferencia y esa desafiante mirada dorada que muchas veces había sacado de sus cabales a la rubia mujer.

-Y bien Anna…le informamos a Fausto o no?-volvió a hablar.

- Tenemos que hacerlo, Hao.-dijo aún con la mirada puesta en el chico violáceo.

Hao, miró también al joven.- Ren, tu que opinas..-le habló.

Abriendo sus ojos ámbar, el chico de nacionalidad china miró a las dos personas que tenía al frente. La mujer rubia de mirada y el hombre de la burlona sonrisa con el descaro de mostrársela cada vez que podía, eran las únicas personas en las cuales el confiaba en toda esa gran mansión.

-Vamos.-habló en tono serio y parándose. Sus ropas estaban arrugadas y desordenadas. La camisa negra que portaba dejaba al descubierto algo de su pecho y un colgante que yacía en su cuello. Sus pantalones aunque eran ceñidos le sentaban bien debido a la buena fisonomía que tenía el joven.-Si le ocultamos algo a Fausto, no irá mal.

-Pero como decirle, que no hemos podido conseguir lo que busca. Nos va a matar…de nuevo.-habló seriamente pero con un dejo de temor, la chica rubia empezó a caminar al lado del chico violáceo.

Sus pasos se escuchaban en los corredores, donde habían numerosas habitaciones y en cada un de ellas había un celebración realizándose. Un espectáculo que no era de interés para ninguno de ellos tres.

Comparado al resto de ocupantes de la mansión que simplemente disfrutaban del lujo y de la facilidad de las cosas que les brindaba su señor. Ren, Hao y la mujer llamada Anna, tenían una misión especial como si fuera un tipo de pago que tuvieran que realizar.

-Cuanto tiempo habremos estado buscando eso…-murmuró el hombre del cabello largo castaño. Era muy apuesto y alto. Su mirada aunque fuese pícara, era también en ocasiones muy atemorizante. Su carácter era siempre un cambio constante, siempre a su conveniencia claro.

En muy contadas veces había sido expulsado de la mansión debido a su comportamiento arrogante y engañoso. Pero al ser uno de los preferidos, siempre fue perdonado.

Sus ropas consistían en una camisa de cuello alto y abierto al final en forma de pico. Sus pantalones anchos eran negros al igual que su camisa, junto con unas botas del mismo color.

Su vestimenta era igual a la de los demás hombres que vivían con él, pero le gustaba diferenciarse usando una capa que colgaba de sus hombros, era oscura igual que todo su demás ropaje.

-Lo suficiente como para saber para que el señor la quiere.-dijo la rubia mujer, sin mirar a Hao. Cosa que él ya estaba acostumbrado, nunca lo miraba cuando le dirigía la palabra y si lo hacía, era recibido por esos ojos como de hielo.

-Si es así, prefiero que ni me mire.- Pensó el joven de la risa burlona.- Además, de perfil se ve aún más hermosa…-dijo sonriendo para sus adentros.

El chino caminaba en silencio, casi nunca participaba en las conversaciones que tenían sus acompañantes. Sabía de lo mal que se llevaban y de todas las veces que habían ocasionado un alboroto por sus peleas, por eso creía que era mejor no entrometerse cuando hablaban.

Después de todo, no es bueno meterse en discusiones de vampiros…

Eso era lo que eran. Bebedores de sangre, ladrones de fluidos vitales, destructores y corruptores de almas puras. Había tantos nombres para llamarse pero, eso no le interesaba.

Tenía una deuda con aquel científico, que era también un vástago. Como de otra manera era comprensible que sus conocimientos fueran extensos. Toda esa sabiduría la había traído consigo desde hace más de 10 siglos y que ha ido ocultando bajo un disfraz nuevo, cada vez… más repugnante.

Llegaron al final del corredor, aún lugar en donde las voces morían en las paredes de cemento. Un sitio el cual sólo los preferidos tenían conocimiento.

Parados frente a la gran puerta, Hao fue el que giró la manija para entrar. Haciendo una exagerada reverencia para que la joven rubia pasara, esta entró suspirando antes pesadamente. Luego entró el joven de cabellos violáceo al cual le dirigió una sonrisa descarada sabiendo que esas cosas hacían molestia en el chino.

Él fue el último en entrar, asegurándose primero de que nadie estuviese escondido o espiando alrededor,

Una gran habitación cubierta de arriba abajo con grandes placas de metal, dándole aspecto de un maniconio de acero.

Caminaron sobre las placas, donde los tacones de la mujer hacían eco en la habitación de gran tamaño. En una de las paredes se mostraba un retrato de una dama rubia y muy hermosa.

-La esposa muerta…-murmuró Anna al observar el cuadro.

-Cúal de todas...-dijo Hao con una gracia que no hizo efecto en la rubia de ojos negros.

Se pararon frente al cuadro y debajo de el, había un pequeño codificador. Marcaron lo números correctos y frente a ellos el cuadro de deslizó abriéndoles paso a otra estancia peor a la que estaban.

-El laboratorio…

Cuantas veces habían estado allí, cuantas veces habían traído a un lupino a ser torturado, cuantas veces había traído a un humano a ser investigado...

Un morgue, eso era lo que era. Cadáveres sobre camillas, sangre en el piso, toda clase objetos metálicos yacían en la habitación.

Un cuerpo en especial siempre había llamado la atención al joven de ojos dorados: era el del sin rostro. Estaba lo suficientemente magullado con heridas en carne viva y con aspecto tan grotesco que provocaba lástima en su ser.

Ese cadáver provocaba su interés porque en él, podría observar lo depravado que era ese médico. Su desquiciada mentalidad no tenía límites, que era lo que buscaba al hacer tanto daño en un ser humano.

Al menos eso lo que creía que era, al tener el rostro y el cuerpo tan mal herido, le era imposible identificar que diablos era. El sin rostro…

-Dr. Fausto..se encuentra aquí? .- mirando a los lados, el hombre del cabello castaño empezó a recorrer la habitación. Observando cada detalle en ella. Cada muestra de sangre, cada fluido de plasma…todo le era de sumo interés.

-Hao, deja de hacer eso.- habló con dureza la mujer. Ella tanto como Ren se sentía incómodos en esa habitación. El sentimiento de repulsión que en ella emergían le era imposible de mostrarse, debía permanecer con sus expresiones sin cambio.

-Anna…-la voz del joven violáceo se escuchó. La que había sido llamada fue a su lado.- Fíjate en eso…-le dijo señalando otro cadáver pero cubierto con una manta.

-Huele a humano…-dijo la joven, acercándose a la camilla en donde estaba el cuerpo. Quiso levantar la sábana pero una mano se lo impidió.

Largos dedos helados estaban puestos sobre los suyos. Con su vista siguió hasta el brazo de la persona, con bata blanca manchada de sangre y con varios instrumentos en una mano. El médico vástago hacía presencia en el lugar.

-Querida mía, no creo que quieras ver eso.- dijo sonriente el doctor. Un hombre alto y rubio, muy delgado y con un rostro que a primera vista parecía muy amable y encantador.

-Doctor Fausto…-dijo en susurro la joven apartando su mano de la sábana. Al momento fue y se colocó al lado del chino de mirada penetrante, en muchas cosas coincidían y la más resaltante de todas era su desprecio hacia ese hombre.

-Y bien.- tapando lo poco que había sido descubierto, el médico depravado los miró con sus ojos celestes entrecerrados.-…que los trae por aquí…

El hombre de cabellos largos tomó la palabra.- Dr, no hemos podido encontrar al humano que andábamos buscando.

-Mmmm, es lógico.- habló calmadamente el hombre rubio.- Si fuera fácil de encontrar no hubiera no les hubiera echo perder el tiempo.-dijo en forzando su boca en una mueca.

Los tres individuos observaban los pasos del doctor, que habían empezado a moverse hacia un mural cubierto de recortes de periódicos e imágenes.

-Entonces...-dijo rayando un nombre de una lista.- tampoco era este humano. Que desilusión.-aparentando sentir pena, volteó y con la mirada ensombrecida esbozó una sonrisa desagradable.- Ren…estás muy callado…

Mirándolo con el ceño fruncido, el joven de cabellos violetas negó con la cabeza.- No pasa nada.- dijo, mirando la lista que tenía frente suyo.- Este es el siguiente hombre al cual debemos de traer?-pregunto el hombre de dorados ojos.

Anna apretó una de sus muñecas.-Cual es el nombre del humano…

-Asakura Yoh…-habló leyendo el nombre de la persona. Hao abrió sus ojos y su semblante varió a uno más alertado.

Ese nombre, no podría tratarse de la misma persona…imposible. La mujer de rubio cabello notó instantáneamente el cambió del joven descarado, él sabía algo con respecto a ese humano.

El chino también se dio cuenta, lo conocía lo suficiente como para saber que cosas eran las que le interesaban e verdad al hombre de largo cabello y al escuchar ese nombre, su aura…se estremeció.

-Supe que el uno de los ancestros de ese humano mantuvo una relación amorosa con una de nosotros y que concibió a dos hijos…el puro y el impuro. El puro siguió la vida normal que su especie le brindó, siendo educado y mantenido en la riqueza de su familia. Peor suerte sufrió el impuro, el cual fue desechado al ser un hijo de la oscuridad. La madre sufrió las mismas consecuencias.

Terrible fue la muerte de la madre, oh si, pero el hijo juró venganza sobre su padre y hermano. Gloria a Tazmo, nuestro rey impuro que descansa en la tumba de hierro…y en cuanto a Víctor…el hermano puro, digamos que no se salvó de continuar el linaje. Sus descendientes corrieron la misma suerte que sus ancestros…- relató Fausto VIII con sumo agrado a sus tres acompañantes que lo miraban sin habla.- Pero hubo otro error, jejeje, cuando al fin creyeron que la maldición había desaparecido con el nacimiento de dos niños puros, la desgracia cayo sobre ellos. Pobre criatura, mordida por un perro…surgiendo así los lupinos...jajajaja.- rió en forma grotesca. Con los ojos abiertos en señal de locura.- Nuestros más grandes enemigos…JAJAJAJAJA

- Los hombres lobo…-murmuró Ren, siendo oído por la joven de fría mirada.

-Así es querido…-recobrando la postura de forma instantánea, el joven médico vástago le sonrió al chico chino.

El joven de dorados ojos frunció más el ceño, le repugnaba que aquel sujeto le hablara con tal soltura.

-Aunque ustedes ya conocían la historia...verdad mis queridos niños…jejeje- habló el médico a los tres jóvenes dispuestos a "morir" por él y sus objetivos.- Vayan y tráiganme al humano con el nombre de YOH ASAKURA.!

-Sí, señor.-dijeron los jóvenes al unísono. Dando una reverencia hacia aquel pervertido sujeto, Ren, Anna y Hao, abandonaron el salón.

Muy lejos de ahí, en un puerto desalojado, una figura estaba sentada observando su reflejo en el agua del mar. La calma y el olor a sal, le traía la tranquilidad que necesitaba para apaciguar su alma que se encontraba perturbada debido a las penumbras de la ciudad…

Sus ojos negros se perdían en el movimiento de su sombra, que era provocada por un farol cercano. Sus cabellos castaños despeinados se movían en el viento y su mente se despejaba con la música que producían sus audífonos naranjas…

Mirando a la luna plateada y a los trozos brillantes de la noche, una paz como la que sentía era muy difícil de hallar. Más siendo un visitante de otro lugar.

-Que hermosas que son las estrellas…-dijo suspirando, el joven de cabellos castaños.

Mirada era muy serena, la sonrisa que se veía en sus labios no era muy común de ver en las personas de la sombría ciudad. Llevaba puesto un abrigo con capucha de color crema, sus pantalones eran negros y portaba zapatos oscuros.

Pero ese mirar tranquila era acompañado muy en fondo por un semblante de tristeza profunda. Sin dejar de ver las estrellas…-Hao, dónde estarás…

Un ser se estremecía en ese momento en un lugar muy apartado del joven castaño.

Fin de capítulo

Terminé otro capítulo de esta cosa, muchas gracias en verdad a las personas que han leído mi fic y han dejado review con sus comentarios u.u Gracias a ellos y a los que no también…en fin ojala les guste, cuidense chaufis n.n