Dado los diversos comentarios que recibimos acerca de lo confuso que se podía poner la historia no solo en este lugar publicamos decidimos, darle una revisión profunda para hacerla mas entendible.

Espero esto no les cause, muchas molestias a los que ya habían leído esta historia.Besos.

Damos sinceras gracias a nuestras dos lectoras beta, Valsed y Akaihanamusic y atodos nuestros amados lectores y sus valiosos comentarios
Shadir
Naoko Misumi
-Naoko
Asia Black Mizuhara
Elena
Nicolaieva Dimitri


The sing of thistle


1

"Hyoga" susurró una melodiosa voz "ya es hora "

El joven perezosamente despertó, lo primero que vio al abrir sus ojos, fue la sonriente cara de Frey, aquel que sirve devotamente a su "tío" como mayordomo. A Hyoga siempre le pareció una persona curiosa, siempre con consejos para todos, una melodiosa voz y sus orejas le parecían graciosas, ligeramente mas largas que a las suyas, además que siempre lo encontraba sonriente.

"Vamos perezoso que vuestro tío espera para desayunar" Sonrío, alejándose de la cama, su extraña capa blanca danzaba graciosamente con sus movimientos "tu ropa para hoy, al parecer hoy iréis a visitar un noble" comentó.

"¡Qué aburrido!" exclamó escondiéndose en las cobijas, comenzaba otro día de esos aburridos, en lo que visitaría a algún nobleconversaciones acerca de las tierras, el tributo los ladrones y demás cosas.

"Hyoga tenéis que ir para aprender" reprochó dulcemente Frey

"Vamos aun soy muy joven para esas cosas Frey" renegó, el mayordomo movió la cabeza, era cosa de todos los días

"Animaos" grito jalando las cobijas para sacar de la cama de una nueva ves a su joven amo "que hoy iréis a visitar Durhaim"


2

La nieve caía armoniosamente alrededor de ellos, el bosque pintado en blancos atraía la melancolía, el trote de los caballos era lento, Hyoga se adormeció con el ritmo lento del viaje, no le gustaba viajar en caballo, no le agradaba hacer recorridos largos. Su "tío" lo sabia bien pero no le daba importancia. Incluso el ligero trinar de las aves en las profundidades del bosque le hacían soñar, el murmullo de los pasos imaginar.

"¿Os narro un cuento joven Hyoga?" Escuchó de nuevo aquella melodiosa voz, adormecido giro su cabeza y alcanzo a distinguir la eterna sonrisa del mayordomo, seguramente soñaría con cosas fantásticas si le dejaba contar una historia, asintió levemente "muy bien, no le contare una historia de elfos y hadas, este cuento es algo que me contaron de los lejanos países del sur, en los países que habitan dioses diferentes y poderosos. Uno de ellos, o más bien una de ellas tenia una orden de guerreros, los cuales con sus puños podían rasgar el cielo y con sus pies resquebrajar la tierra..."

Largo fue el cuento que narró Frey mientras cruzaban el bosque, entretenidos tuvo a aquel que lo escuchaba.

"¿y el joven santo, el rubio pudo dormir?" Preguntó con cierta curiosidad Hyoga mientras buscaba una mejor posición sobre la montura para oír mejor al sirviente de su tío.

"No, el santo de los hielos no pudo conciliar el sueño esa noche tenia dos cosas en la mente, un sentimiento nuevo en su corazón y la historia que le habían contado, al día siguiente con ojeras acompaño a sus amigos santos a desayunar, un notable...

"¡Calla Frey!" interrumpió uno de lo guardias, al parecer todo el grupo se había detenido, la nieve parado pocos momentos antes, se ladeo un poco, y pudo ver que al frente había dos guardias de la aldea que visitaban, pero... aun estaban muy, muy lejos y aparte se veían molidos,...

Una risa tímida rompió el silencio, hecho por la tensión de los guardias de su Tío, Hyoga busco con la mirada atentamente de donde provenía esa risa tan encantadora.

"Son elfos mi joven amo" le susurró Frey quien al parecer también había oído la tímida risa. Hyoga acomodo sus mechones dorados desacomodados por el viento, por el rabillo de sus ojos alcanzo a notar una delgada silueta tras un árbol, volteo rápidamente. La figura al ser descubierta echo a correr, lleno de curiosidad se bajó del caballo y echo a correr tras la figura, en breve se internó en el bosque y en breve le dio alcance. Esta figura se volvió a refugiar tras un árbol, el joven Hyoga con sus 17 años y un entrenamiento apropiado para sobrevivir en estas tierras había sido fácil la carrera, caminó lentamente hasta al árbol que lo separa de aquel elfo, volvió a escuchar aquella risa tímida con mas claridad.

"¿Eres un elfo?" pregunto ladeando su cabeza tratando de ver al hermoso ser tras el árbol

"¿Tu eres uno?" Contestó con un susurro, dejo de esconderse.

Hyoga quedó sorprendido, todas las historias de elfos que le había contado Frey se quedaban cortas frente al hermoso joven que tenia frente de sí, ojos esmeralda, cabello un poco rebelde del color verde, hermosas facciones, delgado y con la piel casi tan blanca como la nieve. Vestía un sencillo blusón azul pálido, y algo muy parecido a un abrigo de piel que le cubría hasta las caderas, usaba unas botas altas de piel amarradas cuidadosamente, entre el blusón y estas botas se veía claramente las rodillas y parte del muslo. El joven rubio estaba embelesado con aquella sublime visión, tanto que no notó los gritos de los guardias llamándole hasta que aquel joven le regalo una hermosa sonrisa y echo a correr desapareciendo en las profundidades del bosque.

"Hyoga estas aquí" le abrazo cariñosamente "¿estas bien¿Porque hiciste eso?

"Vi un elfo tío " respondió como en un trance

"Es culpa de Frey, siempre llenándote cabeza con tontas las ideas de elfos y hadas"

"pero tío Camus, es enserio, vi un elfo" repitió con mas confianza en su voz

"Olvídalo Hyoga" se puso de pie "debemos llegar al pueblo de prisa, dicen que hay pillos sueltos." Explicó caminando rumbo la caravana "Voy a hablar seriamente con Frey esta noche."


3

"Hemos llegado a Durhaim" declaró alguien al frente de la caravana.

El pueblo era muy pequeño, no había crecido nada en lo mas mínimo, las casas eran de madera y lodo, no muy altas, la neblina parecía trazar los caminos en el pueblo, de cuando en cuando se podía ver alguien pasar cargando leña o un animal, las ropas claramente humildes y sencillas, volteaban a ver a la caravana con cierto asombro algunos y otros no les prestaban la mas mínima atención.

Hyoga miraba distraídamente a la gente del pueblo, le hubiese gustado oír el resto del cuento de esa mañana que Frey contaba, por un momento algo le llamo la atención, volvió la mirada con lentitud.

Parado, sosteniendo un balde de una manera, era "el elfo", el de cabellos verdes. Parpadeo un par de veces, le sonreía, se giro para decirle que le vieran, que vieran al elfo entre las gentes del pueblo. Frey sonrío ante la suplica silenciosa, mas ya no estaba, Hyoga lo busco con la vista lleno de excitación, Frey puso una mano en el hombro del rubio y negó en silencio.

Suspiro, le había visto dos veces en un día.

"El santo de los hielos entró a la siguiente casa..." susurró Frey a manera de continuar el relato al oído de Hyoga, cuando salían del pueblo, a paso lento, del pueblo al antiguo castillo faltaba por lo menos una o dos horas a trote de caballo.

Llegaron al castillo poco antes del anochecer, un castillo inmenso de varios siglos de edad, en las piedras mohosas se evidenciaba todo tipo de desastres, rasguños de espadas, brea y fuego, fracturas causadas por otras piedras. En lo que parecían unos despojos de puerta, les esperaba un grupo pequeño de personas, la neblina cubría sus rostros y vestimentas.

Camus y su paje se adelantaron para encontrarse con el grupo, un cálido saludo les recibió.

"Mi viejo amigo "se adelanto uno, el mayor al parecer, cabellos blanquecinos, una pequeña barba y rostro algo endurecido por el tiempo, usaba un traje oscuro, sencillo pero elegante, algunos adornos bordados en negro y dorado, Dolbare por nombre, amo del castillo y señor de Durhaim y alrededores, acercándose al siguiente instante para abrazar a Camus.

"No has cambiado nada en estos siete años "comentó después del abrazo.

"tu tampoco" sonríe ampliamente "vamos, entren al castillo, no quiero que mueran de gripa" trata de no bromear

La caravana bajo de sus monturas, los pajes llevaron a los caballos a los cobertizos y siguieron al amo del castillo por el pequeño patio, por la entrada hasta llegar a un salón cálido, alumbrado por una fogata y varias velas.

En todo el camino Frey charlaba con alguno de sus viejos amigos en un dialecto que a Hyoga le pareció de los más bellos que jamás haya escuchado. Su mirada divagaba, a veces ponía atención en algunos sirvientes apurados en arreglar cosas, a veces en cuadros que estos trataban como si fuese la vida misma, cada cuadro que había en los pasillos contaba una historia diferente, cada uno con su propia belleza, cada uno muy especial. Se detuvo, observo como entre dos sirvientes llevaban un cuadro, tan grande como una persona real, estaba parcialmente cubierto por tela, de lo poco que se podía ver era parte de un rostro, esos ojos los había visto en algún lado.

"es un cuadro muy especial" una melodiosa vos le despertó, era Frey a su lado sonriendo, aguardando por él, al parecer el resto de la gente había desaparecido de los pasillos. "Vamos Hyoga o tu tío se enfadara" susurró mostrándole el camino a seguir, el rubio asintió encaminándose a la ruta marcada. Se volvió para dar una ultima vista al cuadro, los sirvientes ya se lo habían llevado.


4

"A si que este es Hyoga "comentó Dolbare, mirando al joven rubio con una seriedad tremenda que en mas de una ocasión hizo dudar al chico "para ser un niño extranjero le has criado muy bien"

"Sin la ayuda de Frey no lo hubiese logrado" respondió no muy orgulloso de que alguien mas le ayudara en un trabajo tan simple, mas admitía que había apreciado la ayuda, se acercó al muchacho "aun que le llena la cabeza de historias de elfos" intentó quejarse, Frey sonrió.

Dolbare comenzó a carcajear, palmeo vigorosamente la espalda de Frey quien seguía sonriendo orgulloso de su trabajo y del supuesto comentario. "Frey y sus elfos" dijo entre carcajadas "igual que su padre y el padre de su padre, una familia llena de cuentos, pero sin duda leales a nuestra casa" Frey hizo una pequeña caravana agradeciendo el alabo a su familia.

"eso me recuerda Dolbare" cortó el momento Camus con un tono frío "en el camino nos detuvieron..."

Hyoga perdió el hilo de la conversación al notar que había un cuadro sobre la chimenea en el cual se mostraba una aldea en esplendor, la gente se veía feliz, parecía estar pintado con una gran delicadeza, como si los habitantes fueran a moverse en cualquier momento, como si fueran a pararse y comenzar a reír en cualquier momento por tanto estar quietos.

"Esa es Durhaim" susurró Frey "hace siete años, antes de que azotara la epidemia"

La epidemia...

Hyoga recordó claramente aquel día del funeral de su madre, apareció Camus un completo extraño, que le acogió y le crío como si fuese su propio hijo. Recordó el día en que sumadre enfermo y en el transcurso de una semana murió, tiempo en el que Hyoga trató desesperadamente de conseguir el dinero para pagar el medico, trabajando en todo lo que podía. Recordó el día en que ella falleció mientras él acarreaba baldes con agua. Recordó que muy a pesar de ese dolor unos hermosos ojos verdes le habían confortado, unos ojos acompañados de dulzura y amor.

"Te acompañare a tus habitaciones" susurró Frey, Hyoga no había podido apartar la vista del cuadro, solo hasta que el mayordomo le habló, al parecer su tío Camus y Dolbare se habían enfrascado en otra de esas charlas largas hablando de política y economía, y en breve habría vino y whisky.


5

La habitación de Hyoga no era muy grande, una cama, un par de mesas, un pequeño baúl, sillas y espacio para que cupiera alguien mas acostado, una habitación cálida en el arreglo, mas fría por carecer de una chimenea, Desempacó sus cosas rápidamente, se reprochaba no haber convencido a su tío para dejarle en casa, ya comenzaba a odiar el castillo de Durhaim.

Una risa ligera en el pasillo llamó su atención, curioso salió de la habitación, miro atentamente, solo una lámpara con velas que alumbraban tímidamente el pasillo, "debe ser mi imaginación" se dijo a si mismo en tono de reproche.

Aquella risa volvió.

Se asomo nuevamente, esta ves logró ver como si alguien desapareciera en un esquina del pasillo, sin dudar le siguió. La risa era alegre, hermosa y casi risueña, no corría porque algo le decía que aquella risa esperaba por él, lo guiaba por los pasillos y salones, a veces alcanzaba a ver una silueta, y enotras no.

En el gran salón de banquetes la risa ceso, Hyoga trato de buscarle, mas la risa parecía salir a veces del techo, a veces de las mesas, a veces de la pintura; la única luz que proveía el salón era la que Hyoga precavidamente había traído consigo, su débil luz amarilla moría a escasos metros.

Un brillo a un costado llamo su atención.

Una pintura, recién colgada, con cuidado, escoltada a ambos lados por dragones de madera a modo de marco, cada uno con ojos de vidrio ahumado, una talla excepcional. Hyoga acercó tímidamente la luz al cuadro, la risa pareció salir de aquel hermoso cuadro.

Un grupo de elfos danzaban en medio de un bosque, felices como celebrando algo, uno de ellos, un elfo particularmente mas hermoso que los otros parecía sonreír exclusivamente al espectador como si en realidad dedicara esa felicidad a quien le viera como si se la dedicara a Hyoga, sus ojos verdes mas vivarachos que los grises de los demás, una curiosa mancha de antigüedad teñía de colores verdosos el cabello rubio del elfo. Este elfo estaba vestido con una hermosa túnica parda, al parecer bordada con motivos de hojas y flores, en sus manos traía dos flores, una que reconoció fácilmente "Simbelmynë" y la otra alguna variedad de cardo.

"Es la Mereth Echuir" susurró dulcemente una voz, Hyoga se giró sorprendido, no esperaba encontrarse a nadie en el salón y menos a esas horas, detrás suyo no había nadie, una risa alegre a sus espaldas le hizo girar nuevamente, esto comenzaba a asustarle, se giró de nuevo para ver el cuadro, retrocedió asustado.

Un elfo faltaba.

"Siempre bailamos en la Mereth Echuir" allí estaba, el hermoso elfo de piel blanca, ojos y cabellos verdes, el mas hermoso que jamás había visto