Knives podía probar la paciencia de un santo. O, en lugar de un santo, Milly Thompson.
Durante las cortas sesiones en las que Milly se encargaba de sus heridas, gruñía, refunfuñaba, y se quejaba acerca de su existencia, la existencia de las plantas, y las arañas.
Esta vez el tema principal era la comida.
"Me niego a ingerir los repugnantes alimentos humanos" había argumentado Knives.
Finalmente, se acordó decidir eso con una partida de ajedrez.
La planta rápidamente se vio forzada a acostumbrarse a la "repugnante comida humana".
Y, curiosamente, desarrolló una extraña afición por el pudín.
