Sus gritos resonaron en sus oídos. Se estremeció involuntariamente.

"Basta... No me hagas disparar..."

Los aldeanos se inclinaron sobre las aseguradoras. Esta vez sus gritos ya no eran de miedo. Eran de dolor.

"...Rem Saverem. Heh. Una inútil mujer, igual que yo, pero diferente a ti..."

"¡¡¡CÁLLATE!"

Un nuevo grito de agonía llegó hasta él. Esta vez un grito suyo. Suyo.

El ruido de la bala al dispararse continuó repitiéndose en su cabeza hasta mucho después. Y el mortificante pensamiento de que, si fuera necesario, volvería a disparar.