LA SOMBRA
DEL SANTUARIO

CAPITULO 2
EL RESPLANDOR DE UNA ESTRELLA

Era de noche, el cielo estaba completamente despejado y hacía mucho frío, un frío muy intenso. Cerca del Santuario, se encuentra un pequeño bosque, que se encuentra totalmente cubierto por la nieve después de la última nevada. De pronto, se ven como varias pisadas se marcan en la blanca nieve, siguiendo un mismo camino. Parada en medio de todos los árboles, se encuentra la figura de un joven, con largo cabello negro, vestida con un traje de medias negras; en su rostro llevaba puesta una mascara de color blanco que le cubría el rostro.

Se comienza a escuchar como varias pisadas se acercan, pero no pierde la tranquilidad. Frente a ella, aparecen tres figuras oscuras, que se acercan hacía donde se encuentra. Eran tres lobos, de pelaje totalmente negro y ojos rojos como la sangre. Sus bocas estaban llenas de colmillos, blancos y filosos.

: Vengan si se creen capaces – Les dijo en un tono de burla, mientras les indicaba con su mano que se acercaran.

Los tres animales rápidamente se abalanzaron en su contra, totalmente dispuestos a clavarle sus afilados colmillos. De pronto, la joven se comienza a defender, quitándoselos de encima. Primero abalanza su pierna izquierda al frente, golpeando a uno y haciendo que se estrellara contra un árbol. Luego, a otro lo golpeó con su puño derecho, directo en la cabeza, haciéndolo retroceder. Por último, al lobo que quedaba, lo golpeó con su mano izquierda, directo en su cuello, haciéndolo hacía un lado, y a la vez dejándolo inconsciente.

Dos de los lobos se pusieron de nuevo de pie, y parecía que seguirían atacándola. Confiada, la retadora se colocó en una posición de combate, esperando a intentaran tocarla. Para sus sorpresa, en lugar de atacarla, ambos alzaron sus cabezas hacía arriba, soltando un largo y agudo aullido al aire. Después de esto, todo se quedó en silencio por varios minutos, hasta que este silencio fue roto.

Cuando menos lo pensó, la joven se encontraba rodeada por decenas de ojos rojos, que la observaban desde la sombras de los árboles. Lentamente comenzaron a acercarse, mostrando sus verdaderas formas. Para donde viera, se encontraba totalmente rodeada.

¡Demonios! – Se dijo así misma al ver su situación.

Todos los lobos se lanzaron contra ella al mismo tiempo. Ya no eran tres, si no más de diez, talvez más de veinte. Comenzó a tirar patas y golpes lo más rápido que podía, tratando de quitarse de encima a las criaturas. Sin embargo, no pudo evitar el ser alcanzada por los colmillos de varios de ellos. Después de unos cuantos segundos, había logrado quitarse de encima a varios de ellos, pero se encontraba herida de sus piernas y brazos.

Antes de que la atacaran de nuevo, se dispuso a dar un largo salto hacía el aire, alejándose de su alcance, para luego caer de pie en una rama de una de los árboles del bosque. Rápidamente bajó de él y comenzó a correr lo más rápido que podía, pero los lobos se encontraban persiguiéndola por detrás.

Corrió por varios minutos, dirigiéndose hacía el Santuario, pero poco a poco se comenzaba a cansar, y por consecuencia baja su velocidad. De pronto, uno de los lobos la alcanzó, saltando hacía ella y clavándole una mordida directo en el hombro derecho. La herida fue tan grave que no se pudo mantener de pie, y terminó cayéndose en el suelo, quedando su cuerpo estampado en la nieve. Durante la caída, su máscara se le había caída, rodando hasta quedar oculta entre los troncos de algunos árboles.

Los lobos se le acercaban lentamente, rodeándola por completo. Sus heridas comenzaban a sangrar con mucha intensidad, manchando el blanco suelo bajo ella de rojo. Dentro de poco se convertiría en comida de lobos; sin embargo, fue salvada de golpe. Un gran resplandor dorado comenzó a brillar con intensidad a través de todos los troncos del árbol. La luz llamó de pronto la atención de los animales, olvidándose por un instante de la chica.

La joven al sentir el resplandor en su rostro, alzó un poco la mirada al frente. Por entre varios árboles, pudo ver la figura de una persona que se acercaba, y su silueta se encontraba rodeada por completo por ese brillo dorado. Uno de los lobos se lanzó hacía a él, tratando de embestirlo. De pronto, el extraño alzó su mano al frente, y como si hubiera una pared frente a él, el lobo se detuvo de golpe, siendo impulsado hacía atrás.

Los animales comenzaron a sentir miedo ante esa extraña presencia. Sin pensarlo dos veces, todos salieron corriendo del lugar, totalmente inspirado por el la impresión. Una vez a salvo, la joven trató de ponerse de sentarse en el suelo, alzando su mirada hacía su salvador.

: No esta permitido salir del Santuario – Le dijo el salvador.

Era un joven alto, con una cabellera larga y azul que se movía de un lado a otro por el viento. Su cuerpo se encontraba cubierto por completo por una armadura dorada, reluciente y brillante, cuyo resplandor era como el de una estrella. La joven puso una expresión de enojo ante esas palabras.

: Tú también estas afuera del Santuario – Le dijo al ver que se trataba de un caballero.

: Sí – Respondió con una sonrisa – Pero yo no tengo un rostro tan hermoso como el tuyo; sería más lamentable que saliera herida una persona como tú que un caballero como yo.

Al escuchar esto, de inmediato llevo su mano hacía su cara. Al tocarla, se dio cuenta de que no llevaba puesta su máscara. Rápidamente se dio la media vuelta, cubriendo su cara con ambas manos para que no lo viera. Su rostro era joven y hermoso, y sus ojos eran grandes y oscuros.

El caballero vestido con la amarada dorada caminó hacía unos árboles que había a su derecha. En el suelo, semienterrada en la nieve, se encontraba la armadura blanca de joven, la cual se había manchado a los costados de rojo, talvez era la misma sangre de su dueña. El joven caminó y se la entregó.

: creo que esto te pertenece – Le dijo mientras extendía su mano hacía a ella.

La joven extendió su mano hacía atrás, sin voltear a verlo, tomando su máscara con ella y de inmediato colocándola en su rostro.

: Gracias por todo, pero no necesitaba tu ayuda. – Le decía mientras trataba de ponerse de pie.

¿Porqué dices eso, casi eras alimento de lobos. Por lo menos podrías dar las gracias.

: Nunca he dado las gracias en mi vida, no tengo porque empezar hoy. – A duras penas logró pararse, pero en cuanto quiso dar un paso, se desplomó de nuevo contra el suelo. – ¡Rayos!

Cuando levantó de nuevo la mirada, el caballero se encontraba parado frente a ella. De pronto, se agachó lentamente hacía a ella, tomando su mano derecha.

¡¿Qué crees que estas haciendo! – Le gritó al ver lo que hacía, pero su enojo se pasó de inmediato.

El joven acercó su otra mano, colocándola sobre el brazo de la joven. Su mano comenzó a brillar con un resplandor dorado propio, y parecía como si un extraño polvo del mismo resplandor bajaba desde su mano, hasta llegar a sus heridas. Como por arte de magia, las mordidas de los lobos parecían desaparecer por completo. Se quedó muy sorprendida al ver esto, tanto que pareció no notar cuando tomó su otra mano y también curaba sus heridas. Luego se acercó a sus piernas y también alivió las heridas de estas.

¿Me curaste¿Cómo?

: El cosmos no solo sirve para destruir. Como el calor de una estrella, también puede crear.

Una vez que estuvo curada, trató de ponerse de pie una vez más. Sin embargo, una vez de pie, comenzó a perder el equilibrio. Hubiera caído de nuevo si no fuera porque él la detuvo.

: Solo cure tus heridas, pero aún sigues débil por la sangre que perdiste.

El joven se alejó unos pasos de ella para luego darse media vuelta y darle la espalda. Luego, se agachó un poco, extendiendo sus mano hacía atrás.

: Sube a mi espalda, te llevaré al Santuario.

Al principio dudó un poco a aceptar su propuesta, pero luego decidió aceptar. Después de todo se trataba de un Caballero, además le acababa de salvar la vida. La joven subió su espalda, mientras él la sostenía con sus manos. Una vez listos, comenzaron a caminar.

Mientras la llevaba, la joven tenía su cabeza apoyada en su espalda. A través de la capa blanca que traía puesta, podía sentir lo calido y fuerte de su armadura dorada. Cerca de él sentía una extraña confianza, algo que nunca había sentido antes.

¿Qué hacías fuera del Santuario? – Le preguntó el joven con curiosidad.

: Solo quería entrenar por mi cuenta. Los entrenamientos del Santuario son para niños.

: Eso suena muy prepotente¿No te parece¿Acaso es mejor venir al bosque a pelear con lobos?

: Por lo menos hay más emoción¿no?

: Eres una chica muy rara¿Lo sabías? Mi nombre es Saga, el Caballero Dorado de Géminis¿Y tú cómo te llamas?

: … Me llamó Jiste…

(Un año Después)

Era medio día en el Santuario, y el solo brillaba con toda intensidad sobre él. Como todos los días, los aspirantes de caballeros se la pasan entrenando sin descanso. En un sitio en especial del Santuario, se encuentran varios pilares de piedra, altos y muy gruesos, alineados en una sola fila. Aquí vemos a un gran grupo de jóvenes, entrenando juntos. Un grupo de niños se encuentran rodeando a uno de los pilares, mientras lo golpean entre todos con sus manos únicamente protegidas por unas vendas. Uno de ellos era Shura, uno de los más conocidos jóvenes que entrenaban en el Santuario. Otro era Aioria, hermano menor del más reciente de los Caballeros Dorados: Aioros. A lo lejos, se encontraba vigilándolos el Caballero de Géminis, vestido con su traje azul habitual para los entrenamientos.

Todos golpeaban con todas sus fuerzas el enorme pilar, pero no lograban hacerle ningún daño, ni siquiera uno mínimo. Las manos de muchos ya comenzaban a sangrar. De pronto, Aioria cae al suelo por el cansancio. Saga nota esto de inmediato.

Saga: Ponte de pie Aioria – Le ordena el caballero.

Aioria: Es inútil – Dijo el pequeño – Esta piedra gigante es demasiado dura, ni todos nosotros juntos podemos hacerle algún daño.

Shura: No seas llorón Aioria – Le dijo el chico de cabello verde – Si no puedes seguir con el entrenamiento no tendrás esperanzas de convertirte en un caballero.

Aioria: Pero hemos estado toda la mañana intentándolo y no hemos podido hacerle nada.

Caminando por el camino de un risco cercano a ellos, se encontraba una practicante de amazona de largo cabello negro. La máscara que traía consigo era máscara, con unas marcas rojas a los lados. Al pasar por ahí, mueve su mirada hacía su abajo, y ve al grupo de jóvenes parados ahí. De inmediato, reconoce a su instructor.

Jiste¡Es el Joven Saga!

Saga: Imposible o no, ninguno comerá hasta que logren hacerle por lo menos un ligero daño a este pilar. – Les dijo con firmeza.

Todos los niños respondieron con exclamaciones de sorpresa y al mismo tiempo de reproche, pero estos no hacían surgir alguna expresión en el frío rostro del caballero dorado.

Aioros¿No estas siendo muy duro con ellos Saga? – Escuchó de pronto que una voz le decía detrás de él. Al girarse, vio la figura del joven Aioros que caminaba hacía el sitio con una gran sonrisa en el rostro.

Joven 1¡Miren¡Es Aioros!

Aioria¡Hola Hermano!

Aioros caminó hasta colocarse frente a Saga. Luego, volteó a ver a los niños con una sonrisa, muy diferente a la expresión de Saga.

Aioros¿Cómo puedes pedirles que dañen este gran pilar con el estomago vacío?

Saga: Si no te parece la forma en que los entrenó¿Por qué no lo haces tú?

Aioros: Eso me parece una buena idea Saga¿Por qué no me dejas encargarme de ellos por hoy?

Todos los alumnos festejaron esta idea con un gran gritó de felicidad, mientras brincaban felices.

Saga: Haz lo que quieras – Le dijo Saga al tiempo que se estaba retirando, pero se detuvo al escuchar de lo que hablaban.

Aioros¿Qué les parece si antes de entrenar vamos a comer algo?

Joven 2: Sí, pero primero muéstranos como golpeas el pilar.

Aioros¿Cómo?

Joven 1: Sí, como eres un caballero de oro no debes de tener problemas en dañar este pilar.

Joven 2: Quién sabe, este pilar es muy duro. Talvez ni siquiera el Caballero de Sagitario.

Mientras ellos hablaban entre ellos y decían que querían ver a Aioros hacerlo, el caballero dorado se encontraba viéndolos detenidamente. Shura se le quedaba viéndolo muy fijamente, como si estuviera ansioso de verlo hacerlo. Luego, volteó a ver por encima de su hombro; Saga estaba parado detrás de él, viéndolo también, como si también quisiera verlo.

Aioros: Muy bien – Dice al final convencido, lo que todos celebraron, menos Shura y Saga.

Aioros se paró frente al pilar de piedra, mientras todos los espectadores se le quedaban viendo fijamente, esperando a ver que hacía. En las alturas, Jiste también se encontraba viendo que pasaba. De pronto, el caballero jala su brazo derecha hacía atrás y el otro lo colocó al frente. Comenzó a concentrarse, y poco a poco varios de los presentes sintieron como su cosmos iba aumentando. Su cuerpo se cubrió por un aura de color dorado, que brillaba con intensidad a pesar de ser pleno día.

Jiste: "¡Es el mismo brillo!" – Pensó Jiste al verlo.

Rápidamente lanzó su puño derecho al frente, golpeando con fuerza el pilar de piedra frente a él. Incluso instantes antes de que su puño tocara la roca, esta ya s estaba comenzado a fragmentar. Al recibir el golpe, todos vieron como los pedazos de roca comenzaban a volar hacía atrás del atacante, mientras varias grietas parecían elevarse hacia arriba y los lados del objeto.

Después de unos segundos, el cosmos de Aioros volvió a la normalidad, el aura desapareció y el trabajo estaba hecho. Un gran agujero se había formado alrededor del lugar que Aioros había golpeado, como un cráter que deja un meteoro después de caer al suelo.

Aioros: Se ve que esta piedra es muy resistente – Mencionó mientras recuperaba su postura – A pesar de haber recibido mi golpe aún se mantiene de pie.

Todos los jóvenes estaban totalmente atónitos ante lo que acababan de ver. Solo le dio un golpe, y habían logrado lo que ellos no había hecho en toda una mañana de estarlo golpeando. El más sorprendido de todos era Shura.

Shura "¡Imposible!" – Pensó, aún con su cara llena de sorpresa – "Con un solo golpe logró hacerle un gran daño. Y yo aunque lo golpeaba con todas mis fuerzas no fui capaz de hacerle un rasguño¿Este es acaso el poder de un Caballero Dorado?"

Aioria¡Eso fue increíble hermano¡Tú eres el más fuerte de los caballeros de Athena!

Aioros: No Aioria, no tengo derecho de que me digas eso.

Joven 1¡Pero eso fue impresionante!

Joven 2: No te apresures, estoy seguro de que Saga también puede hacerlo.

En ese instante, todos voltearon a ver al Caballero de Géminis, que aún no se retiraba del lugar. Al contrario del resto de los que lo vieron, Saga no se veía para nada sorprendido con lo que Aioros acababa de hacer.

Jóvenes 2¡Maestrales Saga!

Aioria¡Sí¡Vamos a ver!

Saga: No tengo porque hacerlo, no soy su instructor el día de hoy.

Aioros: Vamos Saga¿Qué te cuesta darle gusto a los chicos?

Todos¡Sí!

Aioros: No seas tan amargado.

Saga¡Yo no soy amargado!

Aioros: Entonces no te cuesta nada hacerlo.

Todos le siguieron insistiendo mucho, diciéndole que lo hiciera. Saga se rehusó al principio, pero la final se decidió por darles gusto.

Saga: Esta bien, si así lo quieren.

Saga se colocó frente a otro de los pilares de piedra que se encontraban en el sitio. Lo primero que hizo fue pararse derecho, colocar sus brazos a los lados y luego apretar sus puños con fuerza. Su cosmos comenzó a aumentar a una velocidad demasiado alta. Su cuerpo rápidamente se cubrió por completo por esa densa aura dorada, que pareció rodear todo su alrededor con su poder.

De pronto, abalanzó su mano izquierda al frente, extendiendo la palma de su mano hacia su objetivo. La mano de Saga ni siquiera había tocado el pilar, pero de inmediato se comenzó a agrietar hasta partirse en dos. Aioros y el resto observaban esto, casi impactados. La parte superior del pilar comenzó a descender, directo a donde se encontraba el caballero dorado. Justo antes de que la enorme piedra lo tocara, Saga lanzó con fuerza su puño derecho hacía arriba, golpeándolo con todas sus fuerzas. El pilar rápidamente se hizo pedazos, mismos que cayeron alrededor del caballero.

Lentamente, el aura de Saga comenzó a apagarse, al tiempo que bajaba su puño de nuevo. Su respiración estaba algo agitada después de haber hecho esta hazaña, al tiempo que por su rostro corrían algunas gotas de sudor. Por su parte, el caballero de Sagitario y el resto de los espectados se quedaron completamente atónitos al ver lo que acababa de hacer. Había vuelto ese pilar pedazos, y ni siquiera Aioros había logrado hacer eso. Saga se giró lentamente hacía ellos, volteándolo a ver con su mirada fría habitual.

Saga¿Tuviste suficiente con esto Aioros? – Le preguntó de una manera seria, para luego retirarse caminando, mientras atrás dejaba a un grupo de estupefactos.

Jiste¡Sabía que lo haría! – Se dijo así misma la joven de la máscara – Qué eso les enseñe a no retar a un verdadero caballero de oro.

: Oye tú – Escuchó de pronto que alguien le decía desde atrás de ella. Al girarse, ve la figura de blanca de una armadura que vestía un hombre de larga cabellera blanca.

Jiste¡Señor Arles! – Dijo la joven al reconocerlo.

Arles: Las mujeres no pueden estar en esta parte del Santuario¿qué nadie te lo dijo?

Jiste: Sí, lo siento – Después de tratar de disculparse, se alejó corriendo del sitio lo más rápido que pudo.

Una vez que se encontró solo, el caballero de plata dirigió su vista hacía donde antes ella estaba mirando. Desde ahí, pudo ver como Saga se estaba retirando a paso lentos de Aioros.

En la sala del Gran Maestro, el Patriarca estaba de pie en uno de sus balcones, viendo hacía las construcciones blancas del santuario, a través de los ojos de su máscara. Detrás de él, hincado en el suelo, se encontraba la figura de Arles.

Arles: Me preocupa la relación entre Saga de Géminis y Aioros de Sagitario.

Patriarca¿A qué se debe eso? – preguntó el anciano caballero, sin quitar los ojos del paisaje.

Arles: Se supone que los caballeros de oro, aquellos que se encuentran por encima de las 88 constelaciones son los mayores protectores de la Tierra. En estos momentos sólo los ropajes de Géminis y Sagitario han elegido a su caballero, por lo que en estos momentos la unidad entre estos dos caballeros es de extremada importancia, no sólo para el Santuario. Sin embargo, desde el regreso de Aioros, creo que ha surgido cierta rivalidad entre esté y Saga.

Patriarca: Son jóvenes Arles, disfrutan de la competencia. No hay motivo para preocuparse. Ambos llegaron a ser caballeros de oro por una o otra razón, pero recuerda que la Armadura de Oro no viste a un caballero al menos que sea digno de ello.

Arles: Sí, tiene razón.

Patriarca: Puede que aún les falte algo a Saga y a Aioros para llegar a ser grandes caballeros, pero te aseguro que nunca nos decepcionaremos de ninguno… de…

De pronto, las palabras del dirigente del Santuario se ven interrumpidas. El Patriarca comenzó a toser con mucha fuerza, tanta que hizo que se doblara un poco hacía le frente. Preocupado, Arles se le acercó para ayudarlo, pero antes de que pudiera hacer algo, el viejo caballero se desplomo como pluma en el suelo.

Después de su pequeño encuentro, Saga se encuentra recostado sobre una ladera de una montaña, viendo hacía el cielo azul. Poco a poco el sol se estaba comenzado a ocultar frente él. Se encontraba recostado ahí, pensando en sus cosas sin ponerle mucha atención a lo que lo rodeaba. Su expresión era pensativa, como si estuviera meditando sobre algo.

Saga: "Aioros es también un caballero de oro" – Pensaba el joven con seriedad – "Ambos los somos, pero hay algo distintos entre nosotros. Me pregunto que será."

De pronto, escucha como unos pasos se acercan hacia donde él esta. Lentamente baja su mirada del cielo, hacía el campo abierto que se encuentra frente a la ladera. Una figura oscura se acercaba corriendo desde lo lejos, hasta colocarse justo debajo del sitio donde Saga estaba sentado. La joven se paro unos segundos, tratando de agarrar aire.

Jiste: Ni de loca voy a hacer ese entrenamiento – Se dijo así misma mientras se recargaba de una roca. Poco a poco se fue calmando, pero esta calma se esfumó cuando escuchó una voz sobre.

Saga¡Jiste! – Dijo algo sorprendido al reconocerla. Al oírlo, la joven sintió como un escalofrío que le recorrió el cuerpo. Rápidamente dio unos pasos hacía atrás, alzando la mirada hacía arriba para ver la figura del caballero a través de los blancos ojos de su máscara.

Jiste¡Joven Saga! – Gritó la joven amazonas, sorprendida al verlo; no esperaba encontrárselo ahí. Saga dio un ligero salto, cayendo justo a su lado.

Saga¿Tratas de escapar otra vez del entrenamiento Jiste?

Jiste: Sí… digo no… no es que le tenga miedo, es que se me hace muy tonto.

Saga: Bueno, mañana te tocará con los pilares – Le mencionó mientras volteaba a ver de reojo el lugar donde se encontraban esas construcciones de roca. – Talvez es no te aburra.

Jiste¿Con esos pilare, bueno, hablando de eso, vi esta tarde cuando le ganaste a Aioros.

Saga¿Te refieres a ese reto, no me digas que estabas viendo.

Jiste¡Sí, lo hiciste pedazos. Él sólo pudo hacerle ese impacto, pero tú lo volviste polvo. No hay duda que eres el mejor caballero del Santuario.

A pesar de los halagos y alabanzas de su acompañante, Saga no se veía alegre por sus palabras. Sin aviso alguno, se giró hacía su derecha y comenzó a alejarse. Jiste se quedó muy extrañada, preguntándose si había dicho algo malo.

Jiste¿Qué sucede?

Saga: Qué rompa un pilar no me hace mejor caballero que Aioros – Le respondió sin detenerse ni voltear a verlo.

Jiste¿Adónde vas?

Saga: Si quieres saberlo sígueme – Cómo por arte de magia o hechizo, Jiste siguió sus consejo al pie de la letra, siguiéndolo por detrás.

Durante el camino ni siquiera cruzaron una palabra. Saga se encontraba con su mirada fija al frente, mientras Jiste lo seguía. Dentro de unos minutos, la amazona vio frente a ella el lugar al que se dirigía. Rodeadas por varias montañas, se encontraban varias construcciones en forma de templos, conectadas entre si por una larga escalera.

Jiste se paro frente a la primera de esos templos, admirándola con gran asombro, aunque su máscara lo cubría. En lo más alto de esa larga escalera, se veía lo más distinguido del Santuario y lo que se guardaba con gran recelo. La enorme estatua blanca de la Diosa Athena se posaba sobre todo lo demás.

Jiste¡Las Doce Casas del Zodiaco! – Dijo la joven, algo estupefacta por la sorpresa.

Pocos aprendices para caballeros habían tenido la oportunidad de estar frente a esos doce templos que resguardaban y protegían a la Diosa Athena. Cada casa por cada signo del Zodiaco, cada signo del zodiaco por cada Caballero Dorado que se posaba en las constelaciones.

Saga: Estas doce casas son los templos de los Caballeros Dorados – Le decía Saga mientras comenzaba a caminar al frente. Rápidamente Jiste reanudó el paso para alcanzarlo – Cada casa debe de tener a un caballero y a un signo guardián. Al final de las doce casas, se encuentra el gran Templo de Athena donde se supone la Diosa bajará a la Tierra para reinar en un nuevo mundo de paz.

En un abrir y cerrar de ojos, los dos entraron en el interior de la primera de las casas. El lugar era oscuro, con varios pilares blancos a los lados y al final se veía un pequeño rastro de luz.

Saga: Sin embargo, las casas de Aries, Tauro, Cáncer, Leo, Virgo, Escorpión, Capricornio, Acuario y Picis se encuentran aún sin un guardián. Sólo yo y Aioros somos los caballeros dorados aquí en el Santuario, además del Viejo Maestro de los Cinco Pico en China, aquel que viste la armadura de Libra.

Saga y Jiste pasaron rápidamente la primera casa, ya que no tenían nada ni nadie que los detuvieran. Después de unos minutos, llegaron a la segunda casa, que era la de Tauro, y resultó lo mismo. Una vez más se perdieron en la oscuridad de la casa, pero luego salieron de nuevo a la luz. De pronto, después de subir algunas escaleras, se encontraban frente a la tercera de las doce.

Saga: Hemos llegado – Mencionó Saga al tiempo que alzaba su mirada hacía arriba, viendo con detenimiento la casa frente a él.

Esté templo era grande y completamente blanco por afuera, igual que los otros. Parecía tener dos partes, ya que a cada lado había como dos enorme paredes que daban al frente. Esa casa, la segunda de las doce, era la casa al cuidado del Caballero de Géminis, es decir, era la casa de Saga.

Jiste¿Esta es tu casa Saga?

Saga: Así es, es la casa de Géminis. Dime¿No quieres pasar?

Jiste¡¿Yo, pero¿No se supone que sólo los Caballeros Dorados pueden entrar a estos templos?

Saga: Debiste haber pensado eso hace dos casas¿no crees?

Jiste: Sí, pero…

Saga: Anda, no sé lo diré a nadie si tú no lo haces. Además, sólo quiero mostrarte algo.

Jiste: Esta bien. – Después de convencerla, Jiste y Saga entraron al interior de la casa.

Esta casa era diferente a las otras dos que habían pasado. También se encontraba sumida en una cierta oscuridad, opacada únicamente por la luz que entraba por las puertas. Sin embargo, el ambiente, el aire, su alrededor se sentí diferente, como lleno de energía; ¿Será debido a la presencia del Caballero que la protege?

De pronto, la joven detiene sus pasos al ver algo extraño frente a ellos. Posada en lo que parece ser una clase de altar, se encontraba una caja de color dorado, relativamente grande, con la imagen de dos niños grabada al frente. La caja parecía radiar luz propia, como un sol, como una estrella.

Jiste¡Una armadura dorada! – Dijo sorprendida al verla.

Saga¿No la recuerdas Jiste? – Le preguntó algo burlesco – Esa armadura la traía puesta la noche en que nos conocimos.

Jiste sintió como se sonrojaba por debajo de su máscara. Aún sabiendo que no podría verla por este objeto que protegía su rostro, no pudo evitar el voltear hacía otro lado. Saga dio unos pasos hacia el frente, hasta que pudo colocar su mano derecho sobre la caja dorada.

Saga: Se supone que estas armaduras sólo la pueden vestir aquellos que están por encima de las 88 constelaciones. Sólo la podemos usar el ocasiones de vida o muerte, o cuando defendemos el Santuario, al Patriarca o a nuestra Diosa,

Jiste¿Y porqué la traía esa noche? – Le preguntó con algo de curiosidad.

Saga: Era una situación de vida o muerte¿No lo crees? – El rostro de Saga se adornó con una ligera sonrisa, pocas veces vista en él peor no por eso desconocida. Jiste en el fondo le gustaba verlo sonreír. – Si yo fuera Patriarca, haría una orden de que nosotros los caballeros pudiéramos usar nuestras armaduras dentro del Santuario cuando queramos.

Jiste¿Para qué?

Saga: No lo sé. Aún después de tantos años, me sigue gustando vestirla. Siempre que hay una oportunidad, aprovecho para usarla.

Jiste: Aunque te des de muy maduro y serio, y aunque estés por "encima de las 88 constelaciones" como tanto dicen, se ve muy bien que aún eres un niño.

Al escuchar las palabras de su compañera, una vez más una sonrisa surgió en su expresión. El caballero de oro se giró hacía a ella, viéndola con una mirada picara.

Saga: Y tú sigues aún eres una niña – Le respondió, algo sarcástico.

En este instante, ambos se quedaron viendo el uno al otro. Aún debajo de esa máscara, Saga recordaba los hermosos ojos púrpura que había visto esa noche. Sin aviso, el caballero acercó su mano derecha a su rostro, con la intención de quitarle la máscara.

Jiste: No lo hagas – Le pidió la joven, sosteniendo su mano, aunque no lo hizo con la suficiente firmeza y determinación para detenerlo, ya que en el fondo no tenía deseos de hacerlo.

No haciéndole mucho caso a la petición de la joven, ya que no se veía muy decidida en su tono de voz, Saga prosiguió, retirando lentamente ese objeto blanco de su cara. Había pasado cerca de un año desde la última que había visto sus bien formadas facciones, esos ojos grandes y de ese color que se veía tan hermoso en la oscuridad de la casa. Esa nariz pequeña y esos labios juveniles.

Los ojos del caballero de oro y de la amazona se mantuvieron viendo al contrario por largos segundos. Los ojos del caballero eran azules, así como su cabello, y profundos, tan profundos que parecía que te perdías en ellos. El rostro de la joven estaba cubierto por un semblante rojizo, debido al sentimiento que le daba estar en esa situación; sin embargo, de alguna manera se sentía muy cómoda.

No se dieron cuenta quien fue quien empezó. Talvez fue ella, talvez fue él, pero cuando menos lo pensaron se comenzaron a acercar el uno al otro poco a poco. Jiste cerró unos instantes los ojos, como esperando con ansias que se cumpliera eso que había deseado por tanto tiempo. Sin embargo, parecía iba a tener que esperar más.

Aioros¡Saga¡Saga¿Estas aquí? – Escucharon de pronto que la voz de Aioros gritaba desde afuera de la Casa.

Saga desvió rápidamente su mirada hacía la entrada, dejando de lado a la amazonas que de inmediato abrió sus ojos, quedándose algo confundida por lo sucedido. En su rostro se veía algo de enojo y frustración ante lo que acababa de pasar; ese tipo de momentos son difícil de repetir. A Saga tampoco se le veía muy contento por lo inoportuno de su camarada caballero. Sin embargo, notó algo de preocupación en su voz.

Saga: Quédate aquí Jiste – Le dijo al caballero al tiempo que le entregaba de nuevo su máscara y caminaba hacía la entrada.

Jiste se le quedó viendo a su objeto blanco por unos instantes, para luego dar un largo suspiro de resignación y volver a colocársele.

Saga¿Qué sucede Aioros? – Preguntó de inmediato el joven al salir de su casa.

Aioros: Saga – Comenzó a decir con su voz llena de ansiedad – El Patriarca… acaba de sufrir un desmayo.

Saga¡¡¿Qué cosa!

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Su nombre verdadero en la versión Japonesa es "Gaiste", en la traducción al español se pronunció "Yiste". Para los que no la recuerdan, ella era la líder de los Caballeros de los Abismos, que solo apareció en el Anime. Su historia fue drásticamente cambiada en esta historia, así como otros detalles.