LA SOMBRA
DEL SANTUARIO
CAPITULO 4
LA DECISIÓN DE SHURA
Es de noche, y se escuchan por la acera los pasos sigilosos de las personas, que pasan a su lado prácticamente ignorándolo. Las luces de la ciudad comienzan a encenderse una por una, alumbrando de esta manera las largas y oscura calles. Pero no importa que tantas luces ratifícales se coloquen a lo largo de los tramos, siempre existen rincones de los callejones, calles, avenidas, y de las mismas casas que siempre permanecen en la oscuridad. Aunque se encontrara caminando bajo los faroles de luz, pareciera como si la oscuridad rodeara su figura. Una pareja camina a su lado en dirección contraria. Él ni siquiera los voltea a ver, pues lleva su mirada puesta en el suelo, mientras que con una mano intenta recargarse en las paredes para no caerse.
- ¿1¿Quién es ese niño? – Preguntó la mujer, volteando a verlo por encima de su hombro.
- ¿2: Sólo es un huérfano de la ciudad. – Le contestó su acompañante, sin desviar su mirada hacía él, ni detener su paso. – No le hagas mucho caso, sabes que esta ciudad abundan varios de esos.
La mujer se le quedó viendo al niño por unos segundos, pero de inmediato volvió su atención al frente, dándole la espala una vez más. Ambos se alejaron por la banqueta, y todos siguieron con sus respectivos caminos…
"Yo perdí a mis padres cuando era muy pequeño, y desde entonces he tenido que cuidarme por mí cuenta…"
De pronto, aparentemente por acto de debilidad por parte de su cuerpo, el pequeño no logra seguir con su caminata y cae al suelo boca abajo. Se queda tirado en la acerca por un largo tiempo sin reaccionar, como si estuviera inconsciente.
"Sin embargo, nunca he estado solo…"
De pronto, mientras el chico se encontraba inmóvil en el suelo, percibe como una luz comienza a radiarlo desde el frente. Es una luz pura, en un tono dorado, no podía ser de ninguna manera la luz de los faroles. Lentamente el chico trata de alzar su mirada, hasta que sus ojos pueden apreciar ese singular brillo dorado. Era una sensación cálida y pura, una sensación que ya había sentido en otras ocasiones, pero siempre que la sentía era igual a la primera vez.
Siempre sentí que alguien iba a mi lado, guiándome en mi camino, haciéndome más fuerte. No sabía quien era… pero estaba seguro a su lado…
(3 Años Después)
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El extraño sacó su mano derecha de entre su capa, colocándola sobre la parte del cuello de ésta. Luego, de un rápido y fuerte tirón, se la retiró. Aioros y Shura se quedaron congelados al verlo. Era un hombre, de cabello en un tono verde oscuro y largo. Sus ojos eran azul claro y su piel blanca; su rostro mostraba algunas cicatrices.
Sin embargo, lo que más sorprendió a ambos, fue lo que vestía: una armadura, toda un tono gris oscuro, y debajo de esta una malla negra. La armadura le cubría todo el antebrazo y las manos, las rodillas y las espinillas, tenía un cinturón, un peto que le cubría todo el pecho y los hombros. Tenía además un casco con la forma de un animal de trompa larga y orejas puntiagudas, como un zorro. Como último detalle, tenía en las espaldas dos objetos que asemejaban a unas alas que apuntaban hacía abajo y por lo tanto no se había notado debajo de la armadura.
- ¿1¡Yo soy Hevelius de Anser! – Le contestó, parándose con firmeza.
- Shura¡¿Hevelius de Anser¡Él es un caballero!
- Aioros: No Shura – Le contestó sin voltear a verlo – Esa armadura no pertenece a una de las 88 constelaciones del cielo. No hay manera que este sujeto sea un caballero del zodiaco.
- Hevelius: Qué inteligente eres caballero de oro. Tienes razón, esta armadura no tiene la misma procedencia que una Armadura de Athena. Pero vas a ver que estas ropas y este guerrero tienen el mismo poder que tú¡Caballero de Athena!
Hevelius se lanzó al frente corriendo hacía Aioros, quién por su parte se paró listo para recibir cualquier golpe. De pronto, para sorpresa del caballero, las alas de la armadura de Hevelius se abrieron, haciendo que el cuerpo del extraño se elevara en el aire.
- Aioros¡¿Cómo! – Gritó Aioros al ver como se elevaba.
- Shura¡¿Ese sujeto puede volar!
Hevelius se elevó hasta colocarse justo sobre Aioros. Una vez estando en lo más alto, bajó su mirada hacía su contrincante.
- Hevelius¡Ahora verás caballero¡Recibe mi poderoso ataque¡¡Vuelo del Ganso!
El cuerpo del extraño se cubrió por completo por un resplandor blanquizco, y frente a los ojos de ambos vieron como se dibujaba la figura de un ave con sus alas extendidas. Luego, esa silueta descendió con fuerza hacía el suelo, teniendo la parte que asemejaba a su cabeza para abajo.
Aioros no trató de esquivarlo. Cruzó ambos brazos hacía arriba, como una protección contra el ataque. Shura vio como la cabeza del ave se estrellaba contra el caballero, y después de eso no vio nada. Un gran destello blanco se extendió por todos los alrededores, dejando ciego a Shura por unos instantes, al mismo tiempo, pudo sentir como algo parecido a una ráfaga de viento lo empujaba hacía atrás.
- Shura¡Aioros! – Gritó el joven mientras era arrastrado.
El destello blanco y todo el polvo levantado por el ataque se habían disipado por completo. Algunos metros de donde se encontraba hace un momento, Shura se encontraba tirado en el suelo. Más adelante, donde estaba Aioros, ahora había un inmenso agujero. En el centro de este, se podía ver el cuerpo del caballero de oro, aparentemente inconsciente. Y sobre el, con su rodilla derecha sobre el pecho del caballero y sus alas extendidas al aire, estaba Hevelius, que miraba a su oponente detenidamente con sus ojos azules. Aioros no reaccionaba, parecía haber perdido el conocimiento.
Hevelius dio un salto y salio del agujero. Aún afuera, parado en la orilla, se le quedó viendo fijamente, con una expresión totalmente fría, que era adornada con todas las cicatrices de su rostro…
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Corriendo lo más rápido que podía por entre todas las construcciones que quedaban del santuario, en dirección a donde había visto ese misterioso resplandor, se encontraba el caballero de Géminis, Saga. Mientras corría, recordaba lo que le había dicho aquel sujeto que acababa de derrotar.
- Saga: Habla¿Quién los envió para matar al Patriarca, Dímelo ahora y puede que te perdoné la vida.
El hombre estaba semimuerto. Con sus últimas fuerzas alzó su mirada, viendo fijamente al caballero de oro. En su rostro, se pudo distinguir como se dibuja una pequeña sonrisa.
- ¿2: Nos envió la venganza… - Fue su respuesta. Saga no comprendió estas palabras, pero cuando estaba dispuesto a preguntarle que quería decir, el hombre cerró los ojos y murió al instante…
- Saga: "¿Qué es lo que está pasando en el Santuario?" – Se preguntaba el caballero dorado sin detenerse ni un sólo momento. No podía dejar de pensar que justo frente a sus narices alguien se había atrevido a invadir el Santuario…
El misterioso caballero vestido de armadura gris se había quedado unos momentos de pie, frente al gran agujero que había hecho en el suelo con su técnica. En el fondo yacía Aioros, inmóvil y posiblemente inconsciente. Él caballero de gris lo admira con una expresión fría, hasta que de repente se da la media vuelta.
- Hevelius: Ja, Esperaba una mejor resistencia de su parte. – Se dijo así mismo, mientras se alejaba caminando del agujero. – Parece que en realidad no se trataba de un caballero de oro.
Hevelius se disponía a retirarse de ese lugar y ver que había pasado con el resto de sus acompañantes. De pronto, se ve como sus pasos se detienen de golpe, y su mirada se enfoca sorprendida al frente. A duras penas y casi tambaleándose, ve como Shura se acerca lentamente hacía él, teniendo la mirada baja, posible por efecto del impacto que había recibido por el último ataque.
- Hevelius¿Sigues aquí chico? – Le preguntó con algo de indiferencia. Al oír, Shura se detiene y poco a poco comienza a levantar su rostro hacía el hombre frente a él.
- Shura¿Qué has hecho con Aioros?
- Hevelius¿Aioros¿Hablas del supuesto caballero, Ya me deshice de él.
- Shura¡Mientes! – Gritó casi enojado. – ¡Eso de ninguna manera puede ser cierto!
A pesar de su estado, las últimas palabras de Shura parecían estar cargadas de energía. Hevelius contempló unos momentos la forma que lo miraba. Era la primera vez que veía a alguien se su edad con un coraje tan evidente en sus ojos, y esto parecía estarlo extrañando.
- Hevelius: Por el tono de tu voz, puedo notar que además de tu devoción hacía Athena, estimas de más a los caballeros como ese. – Hevelius comenzó a caminar hacía. Shura, por su parte, dio un par de pasos hacía atrás, para luego alzar su puños. – ¿En serio piensas que lucir una armadura brillante lo hace una mejor persona, más fuerte y buena?
Shura se sorprendió al escuchar esa pregunta. Hevelius se detuvo de pronto a unos cuantos metros de él, sin quitarle para nada los ojos de encima.
- Hevelius: Si eso crees, mírame ahora a mí, yo que visto una armadura que ha perdido por completo su brillo, he vencido por completo a ese sujeto al que estimas tanto. Y lo mismo pasará con la otra persona a la que le entregaste tu devoción…
Shura se mantuvo firme ante los comentarios que le hacían, pero sentía algo muy extraño en estas palabras. A pesar de que Hevelius decía todo esto con cierta seriedad, Shura era capaz de sentir algo más en sus acciones. En los comentarios que hacía Athena o hacía los Caballeros, podía sentir cierta furia o coraje a lo que decía, y al mismo tiempo cierta tristeza. El chico de caballero verdad trataba de descifrar el porque de ese tipo de reacción.
De pronto, Hevelius comenzó a caminar de nuevo hacía el frente. Shura se puso rápidamente en una posición de combate, esperando a que se acercara.
- Hevelius: Lo siento chico, pero ya me han quitado demasiado tiempo como para que me hagan perder más. Así que hazte a un lado ahora.
- Shura¡No dejaré que entres al Santuario! – Le dijo el chico con firmeza, y sin perder su posición. Una vez más, Hevelius se quedó inmóvil ante el coraje que veía en los ojos de ese joven. – ¡Vengaré la muerte de mis amigos…¡¡Y defenderé a Athena!
Una vez dicho esto con toda decisión, el chico se lanzó con fuerza hacía el frente, corriendo a toda velocidad. Hevelius se mantuvo quieto e indiferente, como esperando a que Shura lo atacara. Una vez que estaba justo frente a él, Shura abalanzó su puño con fuerza hacía el frente. Hevelius se movió hacía un lado, esquivando sin problema el ataque. Sin embargo, hubo algo diferente en esta ocasión.
Shura ya lo había atacado antes, e incluso ya había quedado prácticamente sin nada de energía después de ser atacado por los otros cuatro que lo acompañaban. Aún así, pudo notar como ese ataque que acababa de hacer había sido un poco más rápido que los otros que había hecho. La diferencia no era tanta, ni siquiera fue un problema el esquivarlo. Pero le extrañó mucho que en esas condiciones pudiera hacer algo como eso.
Cuando el golpe falló, el chico no se detuvo para nada. Inmediatamente se volteó hacía su oponente, comenzando a atacarlo de la misma manera, un golpe tras otro. Hevelius se movía de lado a lado, esquivando dichos golpes con gran facilidad. Después de unos instantes de simplemente moverse, Hevelius alzó su mano derecha hacía el frente, hasta casi colocarla el rostro del chico. Los brazos de Shura eran más cortos que los suyos, por lo que le fue imposible seguir atacando.
- Hevelius: Eres un tonto. – Le dijo con seriedad.
De pronto, Shura vio como la palma de Hevelius se comenzaba a cubrir de un resplandor entre blanco y rojo, hasta formas una especie de esfera de energía. Shura pareció reaccionar de inmediato, dando a duras penas un pequeño salto hacía atrás. La esfera de energía salió volando de la mano del caballero gris, directo al joven discípulo. Shura logró moverse hacía un lado, esquivando dicho ataque, el cual chocó sin remedio contra una de las casas que se encontraban cerca de ahí.
Hevelius se quedó unos instantes atónito al ver como lo esquivaba. Sin embargo, no permitió que eso lo detuviera y de inmediato fue él quien tomó la iniciativa. Hevelius se lanzó al frente antes de que Shura lograra reaccionar una vez más, golpeándolo con fuerza justo en la mejilla con una patada derecha. Ante el golpe, Shura salió volando, manteniéndose en el aire unos momentos, antes de caer en el suelo y rodar por éste hasta llegar a una distancia cercana al cráter donde estaba Aioros.
Por su parte, el atacante quedó de pie de nuevo, mirándolo fijamente por unos segundos. Pareció meditar sobre algo, sin quitarle para nada los ojos de encima. Sin pronunciar ni media palabra, se dio la media vuelta para irse de una vez por todas.
- Shura¡¿Espera! – Gritó de pronto la voz de Shura a sus espaldas. Hevelius la escuchó y se par de nuevo, pero no volteó a verlo para nada. El chico trataba de ponerse una vez más de pie, aún después de recibir dicho ataque.
- Hevelius¿Por qué insiste tanto en volverte a parar? – Le preguntó dándole la espalda.
- Shura: Un caballero no deja pendiente un combate. – Fue su respuesta, una vez ya completamente de pie. Mirando aún al frente, se vio como Hevelius apretaba con fuerza sus puños, aparentemente como señal de enojo ante tal respuesta.
- Hevelius: Eso es una tontería… - Mencionó con cierta irritación en su tono. – ¡Tú no eres un caballero!
Hevelius se dio rápidamente la media vuelta, alzando ambas manos hacía el frente al mismo tiempo. Entre ambas se formó una nueva esfera de energía como la que había hecho hace unos instantes, la cual fue arrojada de nuevo hacía el chico. Shura, por su parte, se movió rápidamente hacía un lado, haciendo que la esfera chocara justo en el lugar en que él se encontraba parado.
Este movimiento sorprendió aún más al caballero gris, ya que no podía creer que aún tuviera los reflejos como para esquivar uno de sus ataques. De pronto, cuando menos lo pensó, vio como Shura corría de nuevo hacía él, como si no hubiera recibido ninguna clase de daño. Extrañado aún, Hevelius alzó sus extremidades, comenzando a defenderse de los golpes de los Shura usando los antebrazos de su armadura. Sin embargo, algo extraño estaba pasando…
- Hevelius: "¿Qué sucede!" – Al mismo tiempo que Shura comenzaba a tacarlo sin parar con sus puños, Hevelius podía ver como el cuerpo del chico comenzaba a cubrirse con una extraña aura, pero no era la misma que había visto hace unos intentes. Esto dejó totalmente asombrado al caballero, quien no dejaba de defenderse para nada. – "Hace un momento a este chico no le quedaba nada de energía¡¿De dónde sacó estás nuevas fuerzas!"
Shura siguió con su ataque, sin detenerse ni un solo segundo. Increíblemente, Hevelius comenzó notar como la velocidad de sus golpes se hacía cada vez más rápida y estos eran aún más difíciles de cubrir. Al mismo tiempo, el aura que lo rodeaba se hacía poco a poco más clara.
- Hevelius¡Imposible! – Dijo Hevelius al darse cuenta de lo que estaba pasando. La velocidad de Shura aumentaba, y esa aura tomaba cada vez más fuerza, hasta convertirse en un poderoso y gigantesco resplandor… "Dorado". – ¡Qué es esto!
- Shura¡¡¡AAAAAAAHHH! – Shura gritó con todas sus fuerzas, al tiempo que daba un ligero salto para colocarse a su misma altura y abalanzar hacía el frente un fuerte golpe fulminante, mismo que rápidamente traspasó la defensa de su enemigo.
Totalmente atónito, Hevelius vio como el ferviente puño de Shura se aproximaba directo a su rostro. Sin poder hacer nada para esquivarlo, el golpe se estrelló con gran fuerza, justo en la mejilla derecha del caballero, en el mismo lugar en el que se encontraba una de sus cicatrices. El impulso fue tal que prácticamente empujó hacía atrás su rostro, y lo iba a hacer caer.
- Shura: "Lo logré…" – Pensaba Shura en cuanto su puño tuvo contacto con el oponente.
Parecía que el ataque iba a ser definitivo. Sin embargo, para sorpresa del joven, Hevelius pareció reaccionar a último momento. Ante de que cayera al suelo o algo parecido, logró bajar su mano derecha hasta colocarla en el suelo, como si fuera un apoyo. Con la ayuda de su mano y de sus fuerzas, logró girar hacía la derecha su propio cuerpo, aún suspendido en el aire. Al mismo tiempo, Alzó su pierna izquierda, misma que el movimiento se abalanzó hacía Shura, quién aún no descendía después de haber dado su golpe. Shura sólo logró ver de reojo como la espinillera gris de la armadura lo golpeaba justo en el hombro derecho, impulsándolo rápidamente hacía un lado.
El nuevo golpe de Hevelius no sólo lo sacó volando, sino que parecía incluso haberle hecho cierto daño en el hombro. Shura voló por el aire, hasta chocar contra una de las montañas. El golpe fue tan duro, que el impacto de su cuerpo contra la roca casi deja una marca en ella. Después del choque, Shura descendió sin remedio al suelo.
Por su parte, y aún después de su movida, Hevelius no pudo evitar caer al suelo en posición bocabajo. El caballero se quedó unos instantes recostado antes de reaccionar de nuevo. Primero alzó la parte de arriba del cuerpo usando sus manos, y luego se hincó para alzar su mirada hacía el frente. Aún así se quedó otros momentos inmóvil, hasta que lentamente alzó su mano, colocándola sobre el lugar en el que había recibido el golpe de Shura. Colocó su mano con firmeza en ese lugar por unos momentos, para luego dirigirla hacía su boca y limpiar una mancha de sangre que había surgido gracias al impacto.
- Hevelius: Este chico se atrevió a golpearme. – Se dijo así mismo, viendo la sangre en su mano.
Hevelius volteó a ver de reojo. Shura estaba recostando bocabajo en la tierra, sin hacer ninguna clase de señal de vida. El caballero de gris se puso completamente de pie y se quedó contemplándolo de nuevo. Parecía estar algo aturdido por el golpe.
Hevelius: "Por un pequeño instante de tiempo, pude sentir como su cosmos se elevaba hasta lo más alto…" – Pensaba Hevelius al recordar el momento del impacto. – "¿Podría ser…?"
De pronto, los pensamientos de Hevelius fueron trágicamente interrumpidos de golpe. Era imposible, era casi increíble, pero una vez más, tal y como lo había hecho en todas las ocasiones anteriores, Hevelius vio como Shura se ponía de nuevo de pie, apoyado en su brazos tembloroso, con su cabeza casi pegada al suelo, sus ropas rasgadas y el brazo derecho aparentemente roto. Shura intentaba pararse y continuar, aún contra todos los golpes que había recibido.
- Hevelius¡Imposible! – Se dijo así mismo, con sus ojos totalmente abiertos ante la sorpresa, y paralizado ante lo que veía. – ¿Cómo¡¿Cómo puedes volver a ponerte de pie aún después de recibir mis golpes¿Cómo puedes siquiera pensar en la posibilidad de seguir peleando?
- Shura: Ya te lo dijé… - Le comenzó a decir, mientras se paraba. – Un caballero no deja pendiente una pelea… - Después de mucho esfuerzo de su parte, Shura logró volver a pararse en sus pies, aunque no le fue posible pararse con la misma firmeza que antes. Con su brazo derecho colgándole, un hilo de sangre pasándole de la frente hacía su mejilla izquierda, pero con el mismo coraje en sus ojos, Shura alzó de nuevo su mirada hacía Hevelius, que lo miraba atónito. – No dejaré que entres al Santuario… por nada del mundo permitiré que lo hagas.
- Hevelius¿Porqué? – Comenzó a preguntar, sin cambiar para nada su expresión. – ¿Porqué haces esto¿Porqué te empeñas tanto en luchar para derrotarme¿Porqué? Ni siquiera eres un caballero, no tienes ninguna obligación de pelear o dar tu vida por Athena… No tiene sentido… ¿Porqué lo haces!
Las preguntas de Hevelius parecían estar acompañadas de algo de frustración o desesperación. Shura sentía que eso no se debía a que no había sido capaz de matarlo, si no a otros motivos. En ese momento, Shura logró enderezarse un poco, mientras su mano izquierda se encontraba aferrada a su brazo otro, y dibujar una sonrisa despreocupada en su cara. Hevelius se quedó aún más confundido.
- Shura: Sé lo que muchos piensan… - Comenzó – Sé que todos creen que ser un caballero es portar una armadura, hacer arder tu cosmos… romper el suelo y rasgar el cielo. Pero yo siempre he creído, que eso no es lo que hace a un verdadero caballero. Yo siempre he sentido en mi interior la calida presencia de la Diosa Athena… ella siempre ha sido mi protectora, mi guardiana, y ha cuidado de mí como cuida de todos en este mundo. – En ese momento, la mano que tenía en su brazo, la cambió a su pecho, apretándolo con fuerza. – Este calor que siento en mi corazón es lo que me impulsa a seguir adelante… y me obliga a proteger este Santuario y a mi diosa… no me importa si no porto una armadura, o si no puedo romper el suelo bajo mis pies… yo siempre seré… ¡Un Caballero…!
Hevelius observaba con detenimiento como ese niño apenas podía mantenerse parado, pero aún así tenía la fuerza para alzar la vista con tanta seguridad. Se quedó totalmente asombrado al ver los golpes y heridas de su cuerpo, mismas que no evitaban para nada que pudiera decir con tanta decisión esas palabras. En un abrir y cerrar de ojo, al escuchar a Shura hablar, sin que se de cuenta una escena parece aparecer en su cabeza, como un recuerdo casi olvidado…
Parado en la cima de una colina rocosa, se encontraba un hombre alto, de cabello en tono azul claro y largo, vestido con una pechera de color azul oscuro y unos pantalones de color blanco. A su lado, se encuentra un pequeño niño que apenas y le llega a la altura de la cintura. Tiene su cabeza verde y oscuro, y viste un traje de color café claro, con hombreras y coderas de un tono oscuro. Ambos están de pie, mirando a lo lejos como el sol se oculta.
- Hombre: Escucha Hevelius. – Comenzó a decir el hombre, centrando por completo su mirada en el atardecer. El chico alza su mirad apara verlo. – Dentro de todos nosotros existe un cosmos, una energía universal, la cual nosotros podemos hacer arder con el calor que existe en nuestros corazones… ese calor es el calor de Athena.
- Niño¿Él calor de Athena?
- Hombre: Athena es quien nos protege, la Diosa guardiana de la Tierra y de sus seres vivos. Ella nos vigila siempre, y nos da fuerza para volver a ponernos de pie aún cuando nuestro tu cuerpo ya no de más. Siempre que entregues tu corazón a ella, no habrá una clase de límite para tu poder. Eso siempre remuérdalo...
Una sonrisa satisfactoria surgió en el rostro del hombre, mientras veía como el sol desaparecía poco a poco frente a sus ojos. El chico se le quedó viendo fijamente, y él también le sonrió de la misma manera.
- Niño: Algún día, yo seré un caballero tan grande como usted… maestro…
El caballero de gris baja la cabeza ante los recuerdos. Su mirada parecía estar perdida en el suelo bajo sus pies, y parecía como si algo lo hubiera afectado. De pronto, escucha como los pasos pausados y lentos de Shura comienzan a acercarse hacía él. Sin embargo, el chico de cabello verdoso sólo logró dar un unos cuantos pasos, antes de que sus piernas le fallaran. Inevitablemente, Shura se precipitó de nuevo hacía el suelo, cayendo primero de rodillas y luego con todo el cuerpo pecho a tierra.
Hevelius por su parte pareció quedarse en la misma posición por un rato. Luego, sin aviso alguno, comenzó a moverse hacía el frente, caminando hacía donde estaba el chico caído. Shura se encontraba casi inconsciente. Parecía estar oyendo lo que lo rodeaba, pero no reaccionaba para nada. De pronto, el caballero se para justo frente a él, mirándola fijamente desde su posición. Shura sigue en las mismas condiciones.
- Hevelius: Admiro tus palabras chico – Dijo de pronto con una gran seriedad y firmeza en su voz. – y también el gran coraje que has demostrado en esta pelea. Yo jamás tuve el valor de pronunciar algo como lo que acabas de afirmar, ni la fuerza para lograr lo que acabas de hacer.
En ese momento, Hevelius alzó su mano derecha hasta colocarla a la altura de su rostro. Luego, hizo sus dedos hacía abajo, de tal manera que apuntaran a su oponente caído.
- Hevelius: Te has ganado mi admiración, y es por eso yo personalmente te daré la muerte más digna que puedas tener… ¡Caballero de Athena!
La mano de Hevelius se cubrió por completo de un aura blanca, e inmediatamente después la dejó caer con todas sus fuerzas, directo a la espalda de Shura. El ataque iba directo a su lado izquierdo, un ataque directo a su corazón que lo mataría de una vez, muriendo de la mano de su oponente. Hevelius pensaba que esa era la mejor muerte que lo podría dar por la demostración de valor que acababa de demostrar.
En sólo un instante, en menos de un segundo, su mano chocó con fuerza contra algo, pero no era el cuerpo del chico. Para su completa sorpresa, sintió como una brisa pasaba frente a él a una velocidad increíble, un momento antes de que su mano chocara contra el suelo, haciendo un pequeño agujero en el área. Hevelius se quedó paralizado al ver lo que había pasado; ni siquiera se había dado cuenta de lo ocurrido. Estaba a punto de preguntarse así mismo, cuando en ese momento, escucha un sonido encima de él, el sonido de unos pies que chocaban contra al roca.
El caballero alzó rápidamente su mirada hacía la cima del pequeño risco bajo el que peleaban. Hasta lo más alto, logró divisar algo. Hevelius pudo ver la figura de una persona, enmarcada por la luz de las estrellas que brillaban a sus espaldas. De pronto, la extraña silueta camina hasta colocarse en la orilla, bajando su mirada hacía el desconcertado caballeros debajo de él, volteándolo a verlo con sus profundos ojos azules.
- Hevelius¡¿Tú! – Gritó sorprendido al ver con claridad la persona parada en la cima.
Era la figura de un chico de estatura alta y complexión un tanto fornida, con cabellos cortos y dorados, ojos azules, una armadura en un tono café oscuro y una cinta roja en su cabeza. En sus brazos, se encontraba cargando a Shura, quien de repente comienza a abrir los ojos, siendo el rostro de su salvador lo primero que ve.
- Shura¿Aioros…? – Pregunta el chico casi sin fuerza, en cuanto lo reconoce. Aioros de Sagitario bajó la mirada hacía el muchacha en sus brazos y le sonrió de una manera cálida, antes de que éste volviera a cerrar sus ojos.
- Aioros: Te felicito Shura. – Le comienza a decir, sin saber si lo está escuchando o no. – Fuiste realmente valiente y firme en tus actos, y lo que dijiste es la pura verdad amigo. Sigue creyendo en esto, y te prometo que serás capaz de cumplir tus sueños. Yo también te admiro Shura. – Aioros comenzó a bajar al chico, hasta recostarlo en el suelo. – Ahora descansa y deja que yo me encargué de todo esto.
Una vez que depositó al muchacho boca arriba en el suelo, rápidamente se puso una vez más de pie, clavando con firmeza su mirada en Hevelius, quién lo miraba desde la parte baja.
- Hevelius: Debiste de haberte quedado muerto caballerito. – Le gritó desde su posición.
- Aioros: No podía hacerlo mientras tú siguieras haciendo tanto ruido. – Fue la respuesta del dorado, la cual iba acompañada de algo de sarcasmo. – No te preocupes, yo tomaré el lugar de Shura en este combate.
- Hevelius: Da igual… Sea como sea te enviaré directo a lado de tus dioses…
En ese momento, las alas de la armadura de Hevelius se extendieron una vez más. Inmediatamente después, el caballero dobló un poco las rodillas, para luego dar un largo salto, en dirección a Aioros. El dorado por su parte, también saltó hacía el frente, descendiendo en la misma dirección a la que Hevelius se elevaba.
Ambos estaban al punto de encontrarse en el aire, cuando los dos al mismo tiempo extendieron sus puños derechos hacía el frente. Ambos golpes chocaron el uno contra el otro, creando un fuerte impacto que pareció empujar a cada uno hacía atrás. Los dos cayeron de regreso a tierra, quedándose a cierta distancia el uno del otro.
- Hevelius¿Osarás enfrentarme de nuevo con tu cuerpo sin ninguna clase de protección? – Le preguntó mientras se volvía a enderezar.
- Aioros: Por mí no hay problema. Me hubiera gustado vestir mi armadura en estos momentos, pero tendrá que ser en otra ocasión, ya que no la necesitaré para poder terminar con este encuentro.
- Hevelius¡Qué insolente¿Se puede saber como sobreviviste a mi Vuelo del Ganso?
- Aioros: No te decepciones de ti mismo Hevelius. Puede ver que posees un tremendo cosmos en ti, lo suficiente alto como para acabar con un enemigo común. Si un Caballero de Bronce, o incluso un Caballero Plata lo hubieran recibido, puede que no sobrevivirían. Sin embargo, te dije desde un principio que te estabas enfrentando a un Caballero de Oro, de los más altos Caballeros de Athena… y no a un enemigo común.
A Hevelius pareció no agradarles tales respuestas. Su rostro se llenó de golpe de un visible enojo. Sus puños se cerraron con fuerza, apretándose tan fuerte que casi parecían que iban a sangrar.
- Hevelius¡De nuevo hablando de su maldita arrogancia y ego! – Comenzó a decir furioso, lo que llamó la atención del dorado. – Detestó a los Caballeros como tú que se creen la cosa por su posición y piensan que pueden pisotear y hacer lo que les de la gana con los que están por debajo de ustedes. ¿Protectores de la Tierra¡Patrañas!
- Aioros: No comprendo tu actitud hacía los Caballeros de Athena, Hevelius. – Comentó Aioros al notar la actitud tan sospecha del otro. – ¿Qué es lo que te ha llevado a tener tal mentalidad?
- Hevelius¡¡No tengo porqué darte explicaciones¡Prepárate!
Una vez anunciado, Hevelius se lanzó con fuerza hacía adelante, para reanudar de nuevo su pelea. Aioros se preparó para recibirlo, colocando ambos manos al frente. Hevelius comenzó a arrojar repetitivos golpes hacía el frente, mismos que Aioros evitaba uno tras otros.
En ese momento, la presencia de otra persona se hace presente en el lugar, en la cima de la misma colina en la que Shura descansaba, aparentemente dormido. Parado sobre este lugar, había llegado Saga de Géminis, quién lo primero que vio al llegar fue como Aioros se defendía de los ataques de ese otro caballero que vestía una extraña armadura gris.
- Saga¿Qué ocurre aquí?
De pronto, después de haber lazando algunos golpes, Hevelius cambia de ataque, dando un giro completo hacía atrás para luego atacar hacía el frente con una patada de manera circular hacía el rostro de Aioros. El caballero reacciona de inmediato, impulsándose hacía atrás para salir del alcance de dicho ataque.
- Hevelius: "Ahora." – Pensó aún antes de terminar de dar su giro.
En ese instante, con la única pierna que tenía en tierra, se impulsó hacía arriba con un largo salto, elevándose mientras parecía seguir dando algunas vueltas por el giro que había dado. Aioros lo siguió rápidamente con la vista, hasta que se colocó a una larga distancia por encima de él.
- Aioros¡Se elevó otra vez!
- Saga: "¿Atacará desde el aire?"
Una vez arriba, las alas de Hevelius se extendieron como las de un ave, manteniéndose suspendido por unos escasos segundos.
- Hevelius¡Veamos si puedes resistir mi golpe por segundo ocasión! – Le gritó desde arriba. – ¡Vuelo del Ganso!
El cuerpo de Hevelius comenzó a cubrirse una vez más de blanco, hasta formas la silueta de una enorme ave blanca. Saga, que era la primera vez que lo veía, no pudo evitar el sorprenderse.
La enorme ave blanca comenzó a descender de nuevo hacía su objetivo. Aioros se quedó unos momentos de pie, como analizando todo lo que pasaba. Se quedó mirando fijamente hacía arriba, con todos sus sentidos concentrados en el ataque. De pronto, en un solo segundo, mientras el ave se acercaba hacía él, logró ver entre todo el resplandor, la figura de Hevelius.
- Aioros¡Lo tengo! – Gritó, y de inmediato jaló su puño derecho hacía atrás, comenzando a cubrir éste poco a poco con su cosmos dorado, hasta que creó un gigantesco resplandor de oro.
- Saga: "¿Ese es el cosmos de Aioros!"
- Aioros¡Cosmos de Sagitario¡Ven a mí!... ¡Relámpago de Voltaje!
El caballero alzó su puño en dirección a la figura blanquizca que se dirigía a él, y de éste comenzaron a surgir millones de rayos de luz dorados que surcaron el cielo a una velocidad increíble. Los millones de rayos chocaron uno tras otro en la figura, atravesándola como si fuera de papel. Poco a poco el ave blanca comenzó a bajar su velocidad, ya que los rayos parecían empujarlo hacía arriba. La figura además comenzaba a esfumarse conforme la técnica de Aioros la golpeaba, hasta que se pudo divisar la figura de su creador.
Hevelius estaba entre todo el resplandor blanco, girando consecutivamente sobre un mismo eje y con sus ala extendidas. Parecía que hasta ahora su ilusión de alguna manera lo había protegido, pero eso ya se estaba acabando, pues la figura del ave blanca desaparecía.
- Hevelius: "¿Qué está pasando!" – Pensaba desconcertado, mientras seguía girando en el aire. – "¡Los Millones de Rayos de Luz están arruinando mi técnica¡¿Qué es esto!"
En ese momento, los rayos de luz comenzaron a golpearlo, haciendo que el caballero gris comenzara a sentir un tremendo dolor en el área golpeada. El resplandor de su técnica se esfumó por completo, y su cuerpo, comenzó a dejar de girar, dejándolo a su suerte como víctima de los millones de rayos de luz, lo cuales comenzaron a golpearlos un tras otro. Con cada ataque, se veía como la armadura gris que vestía se comenzaba a destruir, hasta casi desaparecer por completo.
- Hevelius¡¡AAAAAHHHH! – Hevelius gritó al tiempo que los rayos de Aioros lo impulsaban hacía lo más con una tremenda potencia.
Aioros dejó entonces de atacar, jalando hacía atrás su puño. Los rayos de luz desaparecieron, y poco a poco Hevelius comenzó a descender hasta la tierra. Ya para entonces de su armadura sólo quedaban algunos vestigios o pedazos pegados a su cuerpo, pero su casco, alas y pechera principalmente habían sido desaparecidos. Hevelius chocó con fuerza contra la tierra, quedándose tirado boca arriba varios metros de distancia de su oponente.
El caballero dorado bajó la guardia ante su inminente victoria, mirando con seriedad a su enemigo caído. En ese momento, siente como Saga desciende desde la cima de risco, cayendo de pie a sus espaldas.
- Saga: Lo lograste. – Mencionó el otro caballero de oro, caminando hacía su compañero.
- Aioros: Saga. – Dijo él, mirándolo por encima de su hombro.
- Saga¿Quién era este sujeto?
- Aioros: No tengo idea… pero puedo asegurarte que esta pelea no fue del todo sencilla.
De pronto, ambos caballeros notaron que el hombre frente a ellos comenzó a moverse de nuevo. Casi sin fuerzas y con su armadura totalmente destruida, Hevelius parecía tratar de levantarse, pero sus intentos eran inútiles. Hevelius permaneció tirado la tierra, con sus ojos entreabiertos mirando hacía el cielo estrellado.
- Hevelius¿Qué fue lo que ocurrió…? – Preguntaba con palabras pausadas. – No lo entiendo…
Ambos dorados lo miraron con algo reincertidumbre. De pronto, Saga vio como su compañero comenzaba a caminar hacía el hombre delante de él. Hevelius ni siquiera se movía, pero podía escuchar los pasos de Aioros que de repente se detenían delante de él.
- Aioros: Hevelius, los Relámpagos de Voltaje cruzan el aire a una velocidad de 300,000 Kilómetros por segundos – Comenzó a decir el caballeros de Sagitario. – en otras palabras las técnicas de los Caballeros Dorados se mueven a la Velocidad de la Luz. La primera vez que ataque con ello, te pudiste mover a una velocidad suficiente para esquivar los relámpagos. En ese momento me di cuenta de que poseías una velocidad cercana a la Velocidad de la Luz, pero no una que lo pudiera superar.
- Hevelius¿Superar la velocidad de la Luz…?
- Aioros: Luego pude descifrar el secreto de tu ataque, que consistía en girar sobre tu propio eje, creando a tu alrededor la ilusión de un ave blanca. Sin embargo, la velocidad de tu giro aunque era muy rápido, era un tanto inferior a la velocidad de luz, lo suficiente como para que pudiera ver con claridad tus movimientos. Como tu giro era inferior en velocidad, no fuiste capaz de evitar los Relámpagos de Voltaje, lo que trajo como consecuencia tu derrota.
Al escuchar la explicación de su vencedor, Hevelius no pudo evitar reflejar en su rostro una expresión de gran sorpresa y asombro. Se había dado cuenta en ese momento de su error, y de que en realidad su técnica no se encontraba a la suficiente altura como para derrotar a Aioros.
Aioros: Esto sólo pudo haberlo logrado un caballero de oro Hevelius – Prosiguió Aioros con su explicación. – Ya que somos los únicos que logramos sobrepasar ese tipo de velocidad. A eso era a lo que me refería cuando dije que otro tipo de caballero no lo hubiera logrado. No se trataba de soberbia ni de egocentrismo.
Aioros pareció bajar un poco la mirada, como si de alguna manera le entristeciera lo que miraba. De pronto, escuchó como el hombre tirado frente a él, comenzaba a reír levemente. Hevelius miraba al cielo cubierto por completo de estrellas, y aunque parecía reí, de sus comenzaban a surgir lagrimas de tristeza…
- Hevelius: Fui un tonto al no darme cuenta de las limitaciones de mi técnica… - Comenzó a decir sonriente. – He fallado en mi misión porque no tuve el poder para derrotar a un caballero de oro… - En ese momento su sonrisa se esfumó por completo, y las lagrimas comenzaron caer hacía los lados. Aioros miraba desconcertado todo lo que pasaba – Lo siento… soy un completo tonto… maestro…
- Aioros¡Hevelius! – De pronto, el caballero gris alzó lentamente su mano derecha, extendiéndola lo más que podía hacía el cielo.
- Hevelius: Mi Diosa… - Comenzó a decir con las últimas fuerzas que le quedaban. – Desde las sombras aún aclamo tu nombre… ¿Porqué me has abandonado…?
Saga y Aioros se quedaron extrañados al oír esas palabras provenientes del caído. En ese instante, la mano de Hevelius comienza a descender por si sola hasta chocar contra la tierra. El caballero sonríe por última vez, antes cerrar sus ojos por completo. El cosmos de Hevelius desaparece por completo del aire, mientras ambos dorados lo observan con incertidumbre…
La noche se esfumó junto con las llamas que se habían iniciado. Las estrellas se escondieron, arrastrándose con ellas las almas de varios. El sol salió de nuevo, alumbrando una vez más el Santuario de Grecia. Muy temprano por la mañana, un gran número de personas parece estar reunido en un mismo lugar, parados frente a varias cruces clavadas en la tierra. Estás eran las tumbas de aquellos jóvenes que habían muerto esa noche, que descansaban ahora mientras sus compañeros los admiraban con melancolía en sus rostros.
La mayoría de los que ahí estaban eran jóvenes aspirantes a caballeros, mismos que corrieron con la misma suerte que sus compañeros. La mayoría niños y adolescentes, entre los que se encontraba el desconsolado y golpeado rostros de Shura, quien tenía vendado su brazo derecho tras el combate que había tenido. A lo lejos, Saga y Aioros observaban, acompañados del señor Arles.
- Arles: Los atacantes asesinaron a varios de nuestros alumnos y guardias. – Comentó Arles con enojo. – Esto no fue más que un acto cobarde.
- Saga: Estos sujetos usaban armaduras similares a la de un caballero, pero no eran iguales a las que he visto antes.
- Aioros: Sí lo sé. – Aioros tenía la mirada perdida en las tumbas frente a él. No podía creer que algo como eso hubiera pasado. En su expresión se notaba algo de desesperación, incluso furia. – Además, estoy casi seguro de qué estos sujetos no hicieron esto ellos solos… No sé quién sea el que está detrás de esto, pero juro por mi constelación de Sagitario que lo haré pagar por lo que se atrevió a hacer.
Saga volteó a ver de reojo a Aioros. Notó de inmediato la indignación que le daban los hechos sucedidos. También pensaba mucho en el combate que acababa de tener esa noche.
Mientras los caballeros se concentraban en sus cosas, Shura se separó del resto de los chicos, acercándose a una de las tumbas. Luego se hincó en la tierra clavando su mirada en la cruz.
- Shura: Lo siento amigos. – Comenzó a decir. – No fui capaz de protegerlos cuando ustedes más me necesitaban. Espero que sean capaces de perdonarme algún día.
De pronto, el chico alza su mano derecha, hacía el frente, la misma mano del brazo que tiene lastimado, colocándola sobre la cruz de madera. Shura sonríe, y acerca su otra mano en el pecho.
- Shura: Pero ahora que estoy vivo, les demostraré que nuestro sueño no era un imposible… Les demostraré que se encuentra aún más cerca de lo que pensábamos. En estos momentos he tomado la más grande mis decisiones… - Dicho esto, Shura comenzó a pararse, alzando su mirada hasta lo más alto, admirando el hermoso cielo azul sobre él. – No importa lo que pase, no importa que tantos obstáculos tenga que pasar… yo me convertiré en un Verdadero Caballero, lo haré por ustedes… por mí… y por nuestra Diosa…. Athena…
FIN DEL CAPITULO 4
