Quidditch
Por: MissIntelligence
Capitulo 3: Batallas Internas.
Nota de autor: Cerca de… tres meses sin actualizar? Lo siento, estoy en el proceso de entrar a la universidad! Aún le queda un capítulo a esta historia, el cual prometo publicar lo antes posible, lo juro! Gracias por las reviews, son unos ángeles!
Hermione despertó el mañana de un sueño ligero e intranquilo, pues no había podido dejar de pensar en lo que había sucedido la noche anterior. Sus niveles de adrenalina habían subido lo suficiente como para mantenerla alerta toda la noche y había dormido dos horas con suerte. Pero a pesar de haber descansado poco, se sentía relajada y, si bien no quería levantarse, no resistió el instinto de responsabilidad que siempre había tenido. Se dejó sentir la comodidad de su cama una vez más antes de poner sus pies descalzos en el frío suelo.
Una vez vestida y lista para bajar a desayunar, se dirigió al Gran Hall. Mientras caminaba por los pasillos del castillo, no pudo evitar repetir la memoria de la noche anterior por enésima vez. El solo recordarlo le hacían sentir como si se estuviese derritiendo. Sus rodillas cedían cada vez que se acordaba de ese sentimiento de exasperación al caer. Hermione suspiró. Debiera estar enojada, normalmente lo estaría. La habían sacado de su cama, interrumpido su sueño y la habían lanzado colina abajo. Si, Hermione debiera estar furiosa, horrorizada, escandalizada, pero no lo estaba. Tampoco estaba muy segura de cómo se sentía o que pensar de aquel evento nocturno.
Solo se dio cuenta que había llegado al Gran Hall cuando Bridget Orwell la empujó por accidente, pues estaba bloqueando la entrada al comedor. Hermione solo le sonrió nerviosamente y comenzó a caminar rápidamente a su mesa, pero en la mitad del camino paró en seco. Ron la estaba mirando y por alguna razón eso la hacía sentir muy incómoda, muy vulnerable. No es que la estuviese mirando mal, de hecho le estaba sonriendo radiantemente, pero, de repente, el que él la mirara se había vuelto muy inusual y de extrema relevancia.
Dándose cuenta por segunda vez esa mañana que se había quedado parada en la mitad del comedor, Hermione bajó la vista y se encaminó, una vez más, a su asiento.
"Hola." Dijo Harry, algo extrañado por su comportamiento.
"Hola." Saludó Hermione, sentándose y poniendo su bolso a un costado. Le hecho un vistazo fugaz a Ron, quien estaba sentado al frente de ella, lo cual fue un gran error pues él le seguía sonriendo magníficamente (lo que causó una serie de alborotos hormonales en Hermione).
"¿Dormiste bien?" preguntó Ron, intentando esconder una sonrisa con un toque malévolo.
"Estupendamente." Le respondió Hermione, respirando profundamente en un intento de recuperar la calma. Debía pensar fríamente, de otro modo su rostro la delataría. Cogió una tostada y comenzó a untarla con mantequilla. A pesar de que sus ojos estaban fijos en su tostada, Hermione sabía que Ron aún estaba observándola, quizás no directamente pero sí por el rabillo del ojo. Normalmente solo lo miraría a la cara o le preguntaría cuál era su problema, pero el solo hecho de mirar directamente a sus ojos azules la ponía muy nerviosa.
"Er… Hermione, yo creo que ya está bien de mantequilla." Escuchó decir a Harry a su lado.
"¿Qué?"
"Ya está bien de mantequilla." Repitió Harry, apuntando su tostada aguantando la risa.
Sin entender a Harry, Hermione miró su tostada y horrorizó al ver que le había echado la mitad de la barra de mantequilla encima sin darse cuenta. En unos pocos segundos su rostro parecía estar ardiendo en llamas. Con una mano temblorosa, tomó el cuchillo y comenzó a sacar la mantequilla de su tostada. "Ando un poco distraída." Logró murmurar con la vista aún fija en la mesa.
"Créeme, te entiendo." Dijo Ginny sentándose a un lado de Ron y ayudando a Hermione a limpiar el desastre, "No sé que tiene la mantequilla, te distraes un segundo y ahí está para arruinarte el día… o tu chaleco favorito dejando una mancha en el codo."
Hermione le sonrió a la pelirroja. "Gracias, Ginny. No sé que me pasa."
"Está bien, Hermione, no es tan grave." Dijo Harry, pasándole servilletas a Ginny y alejando la mantequilla –o lo que quedaba de ella- de Hermione.
Ginny miró su reloj, "Bueno, me voy. Ayer estaba demasiado cansada para hacer la tarea de pociones, así que tengo que correr a la biblioteca para hacer algo aunque sea. No soportaría otro castigo de Snape." Anunció tomando su bolso y una tostada y parándose de la mesa.
"Er… yo también me voy… la biblioteca… muy importante… pociones… Snape. Adiós." Tartamudeó Harry y salió disparado hacia la puerta del comedor.
Hermione arqueó una ceja, "¿Qué diablos fue eso?"
"Ni idea." Respondió Ron, con el mismo tono de confusión.
Hermione lo miró y él la miró de vuelta. Instantáneamente, ella desvió la mirada. Se habían quedado solos. El corazón de Hermione latía tan fuerte que por unos segundos creyó que todo el comedor lo escucharía.
Un momento, pensó Hermione, Yo no soy así, estamos hablando de Ron. Ron Weasley. Lo conozco. Es mi amigo, no hay nada de malo en quedarse sola con él en el comedor. Esto es normal, estamos rodeados de gente. Levanta la vista, Hermione. Ahora. Háblale de algo… el tiempo.
"Lindo día ¿no?" le sonrió Hermione, sintió como sus mejillas ardían, pero no le quitó los ojos encima a pesar de ello.
Ron miró por la ventana y le sonrió, "Esta lloviendo."
Diablos, pensó. Se dio media vuelta lo más tranquilamente que pudo para ver por la ventana. Efectivamente, el cielo estaba cubierto de nubes grises y gruesas gotas caían del mismo. Hermione se volvió hacia el con una expresión pacífica, "Pues a mi me gusta la lluvia, para mi es un día perfecto."
"No sabía que te gustase tanto la lluvia." Dijo Ron, tomando un sorbo de su café.
La detesto. "Me encanta." Sonrió ella, casi anormalmente. Él solo la miró extrañado. Luego, aterrorizada, Hermione vio como Ron tomaba sus cosas y se sentaba al lado de ella.
"¿No vas a darme un sermón por lo de anoche?" le preguntó. Estaba tan cerca de ella, como la noche anterior. Podía sentir el calor que su cuerpo emanaba y ese olor tan característico de él: una mezcla entre pergaminos nuevos y pasto recién cortado. Se dejó hipnotizar solo por un segundo antes de responder.
"No." Argh, gran respuesta, Hermione. Muy elaborada.
"¿No? ¿Por qué?" preguntó el pelirrojo levantando las cejas y haciendo que un mechón de cabello cayera sobre su frente. Hermione tuvo que resistir el deseo de volverlo a poner en su lugar.
Concéntrate. "Porque hoy no desperté con ganas de discutir, eso es todo."
"Pues yo lo disfruté." Murmuró Ron, revolviendo su café. "Tampoco era la primera vez que lo hacía ¿sabes? Pero aún así lo disfruté mucho más esta vez."
Hermione se mordió el labio para no preguntar por qué, en vez de eso dijo, "Pues, tú disfrutas todo lo que tenga que ver con una escoba Ron, sea o no algo nuevo"
"… lo disfruté más porque esta vez no estaba solo." Prosiguió Ron, ignorando su comentario.
En ese momento, un zumbido llenó el comedor. Una bandada de lechuzas se abría paso por las cuatro mesas del salón, entregando cartas y paquetes a sus respectivos destinatarios. Hermione levantó la vista, instintivamente. Reconoció de inmediato a una lechuza café oscuro con una mancha blanca entre los ojos y maldijo en silencio. El ave dejó caer sobre su tostada un sobre de un espesor considerable y de un color amarillento. Hermione solo lo miró. ¿¡Por qué hoy! ¿¡Por qué ahora!
Ron había recibido un paquete de calcetines que le había enviado su madre y un catálogo de la nueva tienda de bromas de los gemelos y lo estaba analizando, "¡Fantástico! Tenemos que visitar la tienda en el próximo viaje a Hogsmeade." Sonrió Ron, volviéndose hacía Hermione. "¿De quién es?" preguntó, notando en sobre –aún sin abrir- en frente de Hermione, quién aún estaba media paralizada.
Al ver que no iba a obtener una respuesta, Ron se inclinó para ver el remitente. Hermione no se movió. No sacaba nada con ocultarlo.
Al leer el nombre escrito en tinta negra en una esquina del sobre, los ojos azules de Ron parecieron oscurecerse. Sus mejillas se enrojecieron, pero esta vez no de vergüenza, sino de rabia. "Vicky." Escupió, observando el sobre en frente de Hermione como si quisiera quemarlo con la mirada. "Disfrútala, se nota que tiene harto que contar." Sin decir otra palabra ni mirar a Hermione, tomó sus cosas y se paró de la mesa.
"¡Ron!" llamó ella, pero él parecía no escuchar, caminaba a un paso agitado y con el bolso abierto. Hermione suspiró. Genial.
El hambre se había evaporado y se había quedado sola. Al no haber razón para quedarse en el comedor, imitó a Ron y se dirigió a clases. Trató de calmarse asegurándose a si misma que Ron era un inmaduro y que ella tenía derecho a escribirle a sus amigos, pero nada de ello resultó. La carta había llegado en mal momento, no era culpa de Viktor pero Hermione no podía evitar culparlo. Tenía que culpar a alguien. Algunas veces, las cosas eran más fáciles de enfrentar si se tiene a un culpable con el cual descargarse. Volvió a suspirar. Unos minutos más y ese pudo haber sido el mejor desayuno de su vida. Quería encontrar a Ron, decirle que la carta no significa nada, que no había comparación entre Viktor y él, que la noche anterior había sido la mejor de su vida – al menos hasta el momento.
"¡Hermione!"
"Hola Hagrid." Saludó Hermione, apoyando sus libros en una roca y sacando su pluma y tinta. "¿Qué veremos esta clase?"
"Estaba pensando en traer un Quintaped pero Dumbledore no lo consideró apropiado, así es que tendremos que conformarnos con ver algo sobre los Mooncalf." Murmuró Hagrid evidentemente decepcionado.
"Dumbledore hubiese tenido que estar totalmente loco para dejar que un Quintaped pusiera un pie dentro de Hogwarts, Hagrid. Sobre todo porque es una bestia carnívora con un particular gusto por la carne humana." Reflexionó Hermione, aunque su mente no estaba prestando atención del todo, divagaba por recuerdos e imágenes muy diferentes a las de una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
"Supongo que es verdad, de todos modos dudo que veamos mucho de este Mooncalf," dijo dándole una patadita a un baúl de madera que tenía a un costado, "Considerando que solo salen en las noches de luna llena."
"Buen punto. No creo que la idea de tener una clase nocturna sea una muy popular." Dijo Hermione.
Los ojos de Hagrid brillaron en anticipación, "Necesito un calendario."
Hermione sonrió al ver como su profesor abría efusivamente la puerta de su cabina y entraba, literalmente, a pasos agigantados. Dándose apoyo en la roca observó como el resto de la clase bajaba la colina hacia la cabaña de Hagrid. Ron parecía más calmado hablando con Harry, pero no la miró a los ojos una vez que ya estaban instalados para empezar la clase.
Hagrid volvió con un pequeño calendario en sus manos y comenzó a analizarlo, al parecer, con mucho esfuerzo. "¡Harry, ven aquí!" llamó, sonando frustrado.
Harry suspiró y, dejando sus cosas a un lado, fue al auxilio de su amigo.
Hermione miró a Ron de la forma más casual que su nerviosismo le permitió. Él estaba, obviamente, buscando algo apropiado que decir. Esta es tu oportunidad, Hermione. Sutileza, ante todo. Buscar las palabras adecuadas. Pero Ron fue más rápido.
"No lo soporto ¿sabes?" dijo en voz baja, observando detenidamente sus manos. "Es como estar en cuarto año de nuevo, es la misma rabia." Dijo esto riendo suavemente, como si estuviera conciente y, a mismo tiempo, avergonzado de su falta de madurez.
"Es mi amigo…" se atrevió ella. "Además, es solo una carta, no significa nada." Tú significas más.
Ron solo asintió. Parecía más enojado consigo mismo que con Viktor o Hermione. Era una batalla interna.
Hermione puso su mano en el hombro de Ron de la manera más sutil que pudo, "Anoche sí me divertí." Se escuchó decir, "Gracias."
Finalmente, Ron levantó la vista y le regaló media sonrisa, "No soy ni rico ni famoso, pero al menos sí nos divertimos." Murmuró encogiéndose de hombros.
"¡Ronald!" exclamó Hermione, tomándolo por los hombros y obligándolo a que la mirara directo a los ojos, "NO me interesa ni el dinero ni la fama. Quién podría preferir algo tan superficial cuando en frente mío tengo a alguien valiente, leal, buen amigo, divertido, inteligente…" la voz de Hermione se fue deshaciendo de a poco al darse cuenta de todo lo que estaba diciendo y sintió como su rostro empezaba a arder. Al ver de la manera en que estaba sosteniendo a Ron, lo soltó bruscamente y se dedico a estudiar firmemente la roca a su costado.
Ron no dijo nada más, para el alivio de Hermione. Pero cada vez que la miraba le dedicaba media sonrisa, la cuál, ella notó, se iba haciendo más intensa con el transcurso de la clase.
"¡Bien!" exclamó Hagrid, finalmente, "Ya que se nos ha privado el gran honor de estudiar a los Quintaped…" Un murmullo de alivio se escuchó entre los estudiantes, "He decidido que, para sacarle provecho a este Mooncalf que me he conseguido, nos reuniremos en este mismo lugar de noche…" Los gritos de '¡Injusticia!' y '¡Está loco!' deben haberse escuchado hasta la torre de Gryffindor, pues Hagrid tuvo que subirse encima del baúl donde guardaba la criatura, para poder seguir hablando, "¡Nos reuniremos en la próxima noche de luna llena que, según el calendario, es en tres noches más! ¡Eso es todo!"
"Una clase nocturna... No quiero imaginarme el desastre que quedará," comentó Harry, mientras volvían al castillo.
"Es la única manera de estudiar un Mooncalf, Harry. Sólo salen en las noches de luna llena." Informó Hermione, estudiando su horario.
"No podía elegir una criatura diurna." Alegó Ron, "Siempre elige criaturas: mortales, nocturnas, ilegales o las crea el mismo."
"No juzguen la idea antes de experimentar una clase nocturna, quizás sea mejor de lo que se imaginan." Acotó ella, sonriéndole tímidamente a Ron, quién solo parpadeó varias veces seguidas.
"Er… yo- er, tengo que ir a la biblioteca. Los veo luego." Tartamudeó Harry, doblando en una esquina y desapareciendo.
Hermione arqueó una ceja, "¿Desde cuando va tanto a la biblioteca?"
Ron negó con la cabeza, "No lo sé, me está empezando a preocupar. No tiene idea de la cantidad de gente anormal que ronda la biblioteca."
"¡RON!" rió Hermione, dándole una palmada en el brazo.
"¿Qué? ¿Qué dije?" preguntó levantando las manos, implorando inocencia.
Hermione se sonrió. Adoraba pelear con él, pero las reconciliaciones eran la mejor parte.
