Capítulo Dos

Cuando despertó a la mañana siguiente, el resto de sus compañeros de habitación ya habían bajado a desayunar y se apresuró a unírseles en el Gran Comedor.

Una vez allí, vio a Ron y a Hermione y se sentó frente a ellos.

-¿Qué tal te fue?- preguntó Ron con cara soñolienta mientras que Hermione apretaba los labios y los convertía en una delgada línea.

-Mmmm... No del todo mal. Eehhh... encontré al tipo durmiendo encima de todos los pergaminos manchándolos con su grasiento pelo y dejé el mío entre ellos.- Después de todo no había sido más que una parte de la verdad.

Ron no insistió y siguieron desayunando hasta que fue la hora de ir a clase.

Transformaciones fue mortal. No había manera de convertir a esos malditos sapos en lámparas. Sólo Hermione lo consiguió para variar al final de la clase. Al de Neville sólo se le iluminaba la cabeza cada vez que croaba...

- Date prisa, Harry, o llegaremos tarde a pociones- apremió Hermione.

Llegaron sin resuello a las mazmorras donde ya estaban sus compañeros esperando para entrar.

Al abrir la puerta, Snape lanzó una mirada especialmente asesina hacia Harry, quien no pudo evitar que se le hiciera un nudo en el estómago.
Harry estaba acostumbrado a las miradas de odio, y más aún a las de Snape, pero ésta iba más allá de la imaginación. Sabía que hoy no sería un buen día. Perdería 70 puntos como mínimo para Gryffindor..

Se sentó al fondo de la clase, como siempre, y prestó mucha atención al copiar las instrucciones de la poción que tendrían que preparar. No quería darle ninguna excusa a Snape para que desatara su ira sobre él.

Al cabo de unos minutos, Snape comenzó a dar vueltas por la clase.

"Cómo un buitre" pensó Harry.

El hombre respiró varias veces tras su nuca, pero no le dijo nada hasta pasado un tiempo. Harry notó que le susurraba mientras fingía que examinaba la poción con cara de desagrado:

- Después de clase en mi despacho, Potter.

Harry ni le miró. Se quedó petrificado y no dijo nada. Estaba pálido como la cera. No creía que el profesor fuera a ser muy amable con él en esa reunión y de hecho prefería volver a enfrentarse a cualquier bestia nueva de Hagrid antes que a un Snape iracundo sin ninguna... ¿sin ninguna razón? Oh, Merlín¿y si le había descubierto? No, eso era imposible, no se había quitado la capa en ningún momento y el profesor no había estado en sus plenas facultades cuando estuvieron los dos en el despacho...

Con resignación intentó seguir concentrado en su poción, lo cual era difícil con Hermione dando instrucciones a Ron y corrigiéndoles continuamente.
Snape debía estar realmente enfadado: se le olvidó hacer que la poción desapareciera del caldero antes de que Harry la entregara. No era un buen síntoma. Su castigo sería peor, mucho peor.

Al finalizar la clase metió sus cosas en la mochila y se perdió de vista sin dar explicaciones a sus amigos, que tardaron en darse cuenta de su ausencia absortos como estaban en una conversación.

Harry estaba frente a la puerta del despacho sintiendo la garganta seca, el estómago revuelto y las manos temblando.

Respiró hondo y accionó el manillar.

No vio a nadie dentro. Soltó el aire contenido antes de que se le volviera a cortar la respiración.

Una voz glacial sonaba a su espalda.

-¿No sabe llamar antes de entrar?

Harry se dio la vuelta. Estaba acorralado. Snape le tapaba la salida y lo único que podía hacer era adentrarse más en el siniestro despacho.

Eso y rezar para salir con vida de allí.

Snape cerró la puerta tras de sí, lentamente, sin ruido, regodeándose ante la visión de su presa que miraba a todas partes. El silencio fue roto por una débil voz.

-¿Quería verme, señor?- una pregunta estúpida, pensaron ambos.

Snape se limitó a mirarle para saber como abordar la cuestión del modo más impactante.

Se acercó al chico.

- Señor Potter- comenzó con su voz modulada que puso aún más en guardia a Harry- ¿Sabe usted en qué casa está?

Harry lo miró sorprendido.

Era una pregunta con trampa, pero no le quedaba más remedio que responder.

- Gryffindor, señor.

- Exacto, Potter. Supuestamente la casa de los valientes... yo diría de los estúpidos, fisgones y entrometidos, por lo que he podido observar en usted mismo y sus amiguitos- Snape estaba conteniéndose. Harry no sabía a dónde quería llegar y puso cara de no haber roto un plato en su vida.

-Entonces- siguió Snape- ¿Podría explicarme qué hacía esto entre los trabajos de MI casa?

Snape alzó el brazo a la altura de la cara de Harry.

Tenía en la mano un pergamino, el mismo que había colocado Harry la noche anterior.

-Mmmm... ¿no los habrá ordenado usted mal?- Harry cometió el primer error.

Snape bajó bruscamente el brazo y su máscara de frialdad se endureció. Ahora sí que daba miedo.

- Al contrario que usted, suelo ser muy meticuloso a la hora de llevar a cabo mi trabajo. Nunca mezclaría algo "suyo" - recalcó la palabra- entre lo de la gente de mi casa. Vamos a ver... ¿Cómo llegó aquí?- Volvió a preguntar intentando fijar la vista en los ojos de Harry.

El chico, que mientras hablaba el profesor miraba desesperadamente por todo la habitación como buscando una salida, vio el caldero donde la noche anterior se encontraba la poción que había tomado Snape. Todo lo que vio esa noche vino a su mente en ese momento, justo cuando le devolvió la mirada al profesor.

Snape, que estaba intentando invadir su mente, se quedó sin habla ante la visión, que duró lo que un parpadeo, de él mismo drogado e inconsciente.
Empezó a cambiar de color.

- Tú... tú...

Harry retrocedió asustado.

Snape le señalaba, su mirada comenzaba a desorbitarse, parecía un demente. Ese odioso Potter, siempre con su capa, igual que su padre...

Le palpitaban las sienes.

Avanzó un paso

Otro.

Y descargó toda su furia sobre él.

Harry nunca había recibido una bofetada como esa. Se quedó un rato sin reaccionar en el suelo. Luego corriendo, medio arrastrándose, intentó alcanzar la puerta, pero Snape llegó antes y se interpuso. El hombre le agarró de la túnica y comenzó a zarandearle

-¿CÓMO TE HAS ATREVIDO! Lo vas a pagar muy caro, te arrepentirás, lo juro, yo...

- Severus, por favor...

Ambos se giraron.

Había una cabeza en la chimenea que pronto pasó a ser el cuerpo entero de un hombre viejo con larga barba canosa. Sus ojos centelleaban a través de sus gafas apoyadas casi en la punta de la nariz.

- Señor, esto es algo entre él y yo.

- Mientras yo sea director, no permitiré maltratos a mis alumnos.- Su voz sonaba poderosa, firme, autoritaria -. Levántate, Harry, y coge tus cosas. Vete a mi despacho y espérame. En seguida voy.

El Director le señaló la chimenea y Harry se soltó del profesor. Cuando se metió en la chimenea, ni siquiera tuvo que decir a dónde quería ir, parecía que ésta hubiera escuchado las órdenes de Dumbledore.

Ya en el despacho, se dejó caer sobre una silla.
Estaba anonadado.

Sus gafas colgaban de una oreja con los cristales rotos y en su mochila se había volcado un tintero.
Le daba vueltas la cabeza y no podía pensar con claridad.

Poco a poco, a medida que se iba recobrando, empezó a sentir furia. Una furia incontenible que le ahogaba y que no le permitía estarse quieto en el despacho del Director, siempre tan irritantemente ordenado. Sin embargo, ni siquiera intentó salir. Sabía que el viejo habría bloqueado la puerta.

Lo único que quería era dañar al guarro grasiento, devolverle la bofetada, gritarle que era un amargado y que a nadie le importaba lo que le pasase.

Si Sirius no estuviese muerto... ¿por qué pensaba ahora en su padrino?
Seguro que no había odiado tanto a Snape como él.

-¿Por qué, Severus? - preguntó con voz cansada .

Desde el sillón Snape siguió con la vista fija en el suelo. Había estado tanto tiempo sometido a Dumbledore... Sabía que le debía mucho, pero empezaba a cansarse de estar atado a aquel intrigante. Todos parecían marionetas en sus manos. Estaba harto de todo lo que le rodeaba. No es que pensara volver al lado de Voldemort, que era otro manipulador, menos encubierto, pero más cruel.

Se dio cuenta de que le director intentaba captar su mirada.

- Lo has vuelto a hacer¿verdad?- Dumbledore se refería a la poción, por supuesto.

Definitivamente Snape no quería mirarle a la cara.

Dumbledore suspiró y cambió de tema.

-¡ Por qué te cuesta tanto aceptar a Harry! Si le conocieras mejor...

- Ya le conozco lo suficiente para...

- Eso no es cierto. Te basas en los prejuicios desde hace casi 30 años para juzgarle. Nunca le has dado una oportunidad. Los hijos no deberían heredar las consecuencias de los actos de los padres Son otras personas, son diferentes, y más aún éste. ¿Sabes que no sabía quién era hasta los 11 años¿Qué no ha tenido una infancia fácil¿Qué vive marcado y seguirá así para siempre? Y aun así, es o intenta ser, un chico normal. Nunca ha tenido una verdadera familia, lo más parecido a una, es la vida que lleva aquí... en realidad tenéis muchas más cosas en común de lo que ambos creéis.

Snape, que había aguantado el sermón sin inmutarse, soltó un resoplido burlón.

-¿No te lo crees?- había algo raro en la voz del director... ¿expectación?- Creo que es hora de zanjar este asunto. Desde luego ambos merecéis un castigo- Snape le miró con la boca abierta para protestar - casi tú uno más severo que él, por haber faltado a tu palabra y por la escena de hoy. Aunque él debería haber sido castigado por ti, lo haré yo en tu lugar, ya que te has tomado la justicia por tu mano.

- Señor...

Dumbledore se levantó sin escucharle.

- Ya te avisaré cuando haya meditado el castigo que mereces.- y desapareció en la chimenea.

Snape se levantó de su asiento y cogiendo el primer tarro que encontró lo estrelló con fuerza contra el marco de la chimenea haciéndolo añicos. Un líquido viscoso y verde salió de su interior y cayó en el fuego provocando una pequeña explosión.

- Mierda- dijo en voz alta mientras se sentaba bruscamente en su asiento y se tapaba la cara con las manos.

Tras asegurarse de que se hubiera calmado y hacerle prometer que no cometería ninguna locura, Dumbledore envió a Harry a la enfermería, recomendándole que si la señora Pomfrey le preguntaba la causa de sus moretones, le respondiera que se había caído por las escaleras.
Harry asintió a todo y se fue, pensando interiormente en cómo vengarse de Snape.

Mientras iba por el pasillo una mano se posó sobre su hombro.

- Harry ¿Dónde te habías metido?- era Hermione.- Creíamos que venías detrás de nosotros y de repente habías desapar... ¿Qué te ha pasado en la cara?

- Me caí por las escaleras- murmuró Harry sin convicción- tengo que ir a ver a la señora Pomfrey.

Esquivó a Hermione quien le miraba con preocupación y se dirigió primero a la enfermería (en dónde la señora Pomfrey le curó al instante) y luego a la torre de Gryffindor. No iría a más clases por ese día. Necesitaba pensar.

Se sentía muy extraño, obsesionado.

Se sentó en el sofá de la sala común y maldijo en voz alta a Snape. Pero se levantó casi al instante. No serviría de nada estar allí solo todo el día sin nada más que hacer que pensar en Snape. Él no lo merecía. Arregló sus gafas, limpió sus libros manchados por el tintero volcado encima de ellos y salió de la sala común para dirigirse a clase, en donde consiguió concentrarse y olvidarse de lo ocurrido hasta que volvió a ver al profesor en la cena.

Lejos de evitar mirarse, ambos permanecieron escrutándose mutuamente, incluso cuando el resto de los comensales se dirigían a ellos directamente.

Fue así hasta que Dumbledore fijó su vista sobre Harry a la vez que posaba su mano sobre la de Snape, para intentar apaciguarles. Aparentemente funcionó. Después de eso, sólo se lanzaban miradas furtivas pero reconcentradas en odio.

-Yo creo que la clase de McGonagall de hoy ha sido muy gratificante.

-Hermione, sólo tú podrías decir algo así ¿No crees Harry?- Sus amigos intentaban meterle en la conversación.

-Sí- contestó por 50ª NA.: quincuagésima, me encanta esa palabra vez de manera distraída. Agradecía los esfuerzos de sus amigos por intentar animarle, pero empezaba a desear alejarse de ellos y que lo dejaran pensar en paz. Aunque en realidad no estaba pensando en nada en concreto, tenía la mente alejada de todo.

Al terminar se fueron a la sala común y Harry subió a su dormitorio. Le dejaron irse, pensando que al día siguiente su amigo estaría de mejor humor. No tenían ni la más ligera idea de lo que le había ocurrido, pero tenía que ser algo que le hubiera afectado mucho para que estuviera tan reservado.

Harry intentó dormir, pero dio muchas vueltas en la cama antes de conseguirlo.

A varios pisos por debajo, Snape tampoco conseguía conciliar el sueño.

Tal vez se hubiera pasado con el chico. Al fin y al cabo sólo era un mocoso sin cerebro, pero no podía soportar la idea de que siempre estuviera inmiscuyéndose en los asuntos de los demás. En realidad, haber descubierto que Harry le había estado espiando y que había descubierto su vicio, no había sido más que el detonante que le había hecho explotar. Durante los últimos años el "héroe" se lo había ganado a pulso y no había podido contenerse.

Le preocupaba el hecho de haber perdido el control de esa manera, hacía mucho tiempo que no le pasaba algo así y ahora lo iba a pagar caro. No quería ni pensar en lo que le tenía preparado el Director, pero estaba seguro de que fuera lo que fuese, no le iba a gustar.

Snape White