Capítulo 3
Estaban desayunando en el Gran Comedor cuando irrumpieron las lechuzas trayendo el correo matutino.
-Me gustaría saber si mi hermano Wilfred recibió mi mensaje- comentaba Nick casi decapitado a unos jóvenes Gryffindors de segundo.
-¿Usted tiene un hermano?- preguntó Ron con la boca llena de porridge y metiéndose en la conversación.
-Sí, Wilfred de Mimsy-Porpignón. Él vive en un monasterio al norte de Irlanda y...
-¿Vive¿Pero no es un fantasma?
-Bueno, era una manera de hablar.- Sir Nicholas parecía un poco molesto. El pelirrojo siempre estropeaba sus historias delante de los otros alumnos.
Harry desvió la atención cuando se dio cuenta de que Hedwig bajaba planeando hasta posarse delante de él. Traía una nota. Después de darle el resto de su tostada a la lechuza y de acariciarla, leyó:
"Te espero en el borde del bosque prohibido antes de las clases. Es confidencial, así que te ruego que vengas solo. No te retrases.."
No había ninguna duda de quién lo había escrito, la letra inclinada en tinta esmeralda le delataba. Lo que no sabía era qué podía querer el viejo a esas horas de la mañana. Escondió la nota y terminó de desayunar.
-Creo que olvidé el libro de DCAO en la torre. Nos vemos en clase.
Ron y Hermione le sonrieron y le vieron salir del comedor.
Harry se encaminó hacia el lugar de la cita. Cuando llegó, Dumbledore salió entre el follaje con los ojos brillando de emoción y una pequeña sonrisa.
-Sígueme, por favor- apoyó la mano en el hombro de Harry y lo guió hasta un claro cercano donde ya se encontraba Severus Snape.
Al verle, Harry se paró en seco. (¿Qué demonios pasaba?), pero Dumbledore le obligó a continuar hasta el profesor.
-Bien, y ahora que ya estamos todos aquí, os contaré la idea.- Dumbledore parecía feliz, Snape estaba asqueado, pero aguantaba estoicamente. Harry tenía ganas de echar a correr y seguramente lo hubiera hecho si no fuese por que se sentía clavado en el suelo.- Vosotros dos no habéis empezado con buen pie y he encontrado la solución.
Snape levantó una ceja.
-Tendréis que ayudaros mutuamente- Dumbledore sonrió al ver las caras de sus oyentes- me explico. Pasaréis vuestro tiempo libre, o la mayor parte de él, juntos. No sólo se trata de pasar las horas en la misma habitación, sino de que Harry te ayudará en el laboratorio a ti- señaló a Snape- y Severus te ayudará con los deberes, Harry. Por supuesto también deberéis contar cada uno con la ayuda del otro en lo que necesitéis. Si me entero de que alguno de vosotros no cumple con su parte, seréis expulsados los dos- aquí Dumbledore se puso serio-. Tengo mis medios para saber todo lo que ocurre por el castillo. No lo dudéis, si alguno no se porta de forma debida, lo sabré y ni el cariño que siento por vosotros conseguirá detenerme. Y ahora os dejo para que planifiquéis vuestro tiempo libre.
Dumbledore dio media vuelta y dejó a los dos indignados. Harry pensaba que iba a vomitar y Snape no dejaba de apretar los puños tan firmemente que tenía blancos los nudillos.
Tardaron unos minutos en hablar, y cuando lo hicieron, no se miraron.
-Bien Potter. Los lunes miércoles y viernes usted será mi esclavo. Los martes, jueves y sábados viceversa- su cara se puso rígida.
-¿y los domingos, señor?
-Los domingos hay demasiado tiempo libre. Será nuestro día de descanso. Empezaremos mañana. Le espero en mi despacho a las 6.
Y diciendo esto se dirigió a la espesura con toda la altivez que pudo para intimidar al alumno.
-Por ahí no es, señor.
Snape lanzó una especie de rugido contenido y sin girarse, siguió yendo por ese camino.
Harry se internó por el lado correcto pensando que ojalá Snape se perdiera para siempre, cuando escuchó un grito lejano.
Harry suspiró, sacó sui varita y se dirigió al lugar. Cuando llegó, tuvo que contener una carcajada, aunque no pudo del todo y se le escapó una risita.
-¿Va todo bien, profesor?- Preguntó con aire de inocencia y de seriedad.
Snape se encontraba colgado patas arriba por una cuerda que le mantenía sujeto por uno de los tobillos. Seguramente había caído en una trampa de las que ponía Hagrid para cazar criaturas. Harry pensó que ahora parecía más que nunca un enorme murciélago.
Snape le echó una mirada furibunda que no consiguió impactar al chico, quien ahora se hallaba sentado en una roca, contemplándole como quien mira pasar las nubes. Estaba disfrutando muchísimo.
Harry agradeció que el profesor llevara pantalones debajo de la túnica. No todos los magos lo hacían.
-¡Bájeme, gusano, o te haré limpiar todos mis calderos con la lengua!
-No es una manera muy amable de pedirlo... ¿no cree?
Snape se balanceaba de un lado a otro pensando que en cuanto bajara, iría a por él. Si no se le hubiera caído la varita...
Harry pareció darse cuenta de lo que estaba pensando el otro, pero no pudo renunciar a una tentadora idea... a pesar de que podía tener graves consecuencias para él. Se levantó e hizo como que se iba de allí, pero cuando ya estaba a una distancia considerable, se dio la vuelta y dijo:
-¡Diffindo!
La cuerda se rompió y Snape cayó de cabeza al suelo a una altura suficiente para hacerse daño pero no para matarse. En cuanto estuvo en el suelo recogió su varita y echó a correr a por Potter.
Harry, que ya había previsto la situación, corrió entre los árboles por el camino correcto hacia Hogwarts. Snape le iba disparando hechizos por detrás, pero Harry era muy ágil y conseguía esquivarlos.
Después de las clases, Harry empezó a hacer los deberes. Ya no estaba tan enfadado co Snape, se había reído mucho de él en sus propias narizotas y decidió tomarse el castigo con buen humor. Tal vez sería su oportunidad de demostrarle a Snape que no le temía y de hacerle enfadarse de esa manera tan divertida... Por supuesto intentaría no pasarse, todavía no se había olvidado del tortazo ni de algunas de las maldiciones que le iba lanzando Snape por el bosque. Algunas de ellas habían sonado realmente amenazantes...
Aunque, claro está, preferiría no tener que pasar su tiempo libre de esclavo de Snape.
Decidió aprovechar al terminar las tareas para irse a practicar con Ron en el campo de Quidditch. Hermione fue con ellos.
-Ya sé que no soy muy buena volando, pero como vosotros sí, podríais enseñarme.
Ron aceptó la propuesta con entusiasmo. Por fin podría lucirse un poco ante su amiga. Él sabía hacer algo que ella no.
Harry montó en su saeta de fuego y dejó que fuese Ron quien enseñase a la chica. Sabía que él se lo agradecería. La verdad es que le hacía ilusión pensar que sus amigos por fin se estaban empezando a dar cuenta de lo que sentían y se alegraba cada vez que sorprendía a uno de los dos lanzando miradas tiernas al otro. Había hablado con Ron sobre el tema y prácticamente cada noche se burlaba cariñosamente de él por ello.
Dio una pirueta en el aire y se paró a observar desde arriba cómo Ron ayudaba a Hermione. Luego se lanzó en picado (alejado de ellos, para no romper "el encanto") para intentar el amago de Wronski o como se escriba, yo lo diría como Hermy: el amargo de Rosi No le salió del todo bien, así que remontó para intentarlo de nuevo.
Así pasaron la tarde los tres, ajenos a las miradas que se posaban sobre ellos desde el castillo. Malfoy y los dos gorilas les observaban. El rubio quería atrapar a Harry en algún lío, algo lo suficientemente gordo para que fuera expulsado, como mínimo. Por eso se armó de paciencia y decidió permanecer en la sombra hasta que su presa cayera en la trampa y él, Malfoy, le delatara.
Su padre estaría orgulloso de él si lo conseguía. No creía que fuera muy difícil, Potter se metía en muchos líos y quebrantaba muchas normas. Sólo había que esperar, esperar y observar.
¡Pagaría lo que había hecho a su familia!
Snape estaba en su despacho ordenando los apuntes que necesitaría para el día siguiente.
No sabía cómo aprovechar la situación que se le presentaba para ensañarse con Harry. En realidad tampoco es que necesitase ayuda con sus cosas, pero seguro que podía poner al chico a trabajar en las tareas más molestas. Por supuesto también deberían ser las más simples: No quería que sus preciados experimentos y materiales acabaran rotos, aparte de que los especimenes vivos podrían escapar y... ojalá alguno de aquellos bichos picara al chico. Así escarmentaría por lo menos durante algún tiempo.
18.15 Llegaba tarde. No es que le importara, porque cuanto más tardara en venir, menos tardaría en irse.
18.30 Alguien debería enseñarles a los Gryffindor cómo comportarse.
18.45 Snape pegó un puñetazo en la mesa haciendo que el café de su taza manchara el platito sobre el que estaba.
"Maldita sea, si no viene Dumbledore tomará cartas en el asunto".
Estaba ya dudando si llamar al director o ir a traer de una oreja al moreno cuando llamaran tímidamente a la puerta.
-Adelante- dijo con su fría voz.
Se abrió la puerta y una cabeza se asomó con los ojos verdes asustados. Harry estaba empapado. Se encontraba enfadado y nervioso a la vez. Fuera estaba lloviendo y cuando los tres amigos habían intentado entrar en el castillo tras su paseo, descubrieron con horror que Peeves se dedicaba a zarandear una espada robada a alguna armadura no dejando pasar a los alumnos mientras estos se calaban hasta los huesos bajo la lluvia.
-Llegas tarde.
-Lo siento, señor. Peeves...
-Empezarás limpiando estos corazones de cerdo de los nervios sobrantes y los colocarás en tarros separados. Toma este cuchillo... y no ensucies nada porque luego tendrás que limpiarlo, como todas esas huellas que vas dejando por el suelo. No saldrás de aquí sin haber terminado.
Harry le lanzó una mirada de odio mientras que Snape fingía ignorarle. Cogió el cuchillo y controlándose para no lanzarlo sobre el profesor, comenzó con la tarea. No se le imaginaba que pudiera haber nada más repugnante. La sangre le entraba por las uñas y los nervios eran como tubos de plástico de tacto desagradable. Olía a muerto. Ese olor sin duda justificaba los matices verdosos y cárdenos en algunos lugares de la carne.
Snape mientras tanto estaba en su escritorio. Ya había terminado los apuntes y ahora se dedicaba a encorvarse sobre un pesado libro. De vez en cuado echaba una mirada a la mesa de enfrente, en donde Harry se afanaba en cortar las impurezas del corazón.
Harry estaba concentrado en su tarea cuando notó una respiración en su nuca. Dando un brinco por el susto, se cortó sin querer en la mano. Su sangre caía y se mezclaba con la del corazón despedazado.
-Es usted un... – no sabía qué era. Seguro que no existía una palabra lo suficientemente desagradable para describir a Snape.
-Y usted es más torpe de lo que pensaba... déjeme ver...
Snape le cogió la mano y la acercó hacia su cara para observar la herida más de cerca.
-Vamos, vamos, Potter. No es tan grave, no sea crío.
-Si usted no me hubiera estado acechando...
-Discúlpeme, pero creía que podía pasear libremente por MI despacho.
-Oh, sí... es SU despacho, y también es SU culpa el que estemos aquí- Harry no se pudo contener.
Snape apretó la mano de Harry que seguía agarrando y sin darse cuenta puso uno de sus dedos sobre la herida, lo cual hizo que a Harry le escociera aún más.
-Sabe muy bien por qué estamos aquí.
-Sí, si lo sé. ¿Se droga usted todas las noches o sólo estaba probando la mercancía para los clientes?
Potter se estaba pasando. Estuvo a punto de pegarle otra vez, pero se contuvo. En vez de eso cogió el cuchillo y lo clavó en la mesa con furia.
-Se cree muy listo ¿No es eso? Siempre haciéndose la víctima, el héroe trágico... No es usted más que un crío patético con un orgullo preponderante. Termine con lo que estaba haciendo. Espere...
Snape levantó la varita y Harry se echó para atrás instintivamente, pero en lugar de atacarle, Snape le volvió a coger la mano y le curó.
-Ya no tiene excusas, Potter. Continúe.
Harry estaba atónito. Él había atacado y no había sido respondido todo lo violentamente que era capaz Snape. Se miró la mano, ya no sangraba, pero tenía una pequeña cicatriz que se terminaría de cerrar con el tiempo.
Cuando al fin acabó, limpió todo, se lo enseñó a Snape, quien dio un gruñido de aprobación y cuando fue a salir por la puerta, se paró vacilante.
-Er... ¿profesor?
Snape levantó la cabeza del libro a cuya lectura había vuelto.
-Mañana es jueves y er...-No sabía cómo continuar- según su planificación...
-Potter, mañana le ayudaré yo con sus cosas. Ese era el trato y no trataré de evadirlo.
-Eh, bien... Entonces¿dónde quedamos?
-No creo que pueda soportar estar encerrado en la sala de Gryffindor más de 5 minutos, y no quiero que nos vean en la biblioteca, así que, si no se le ocurre ninguna idea mejor, venga aquí con sus cosas a la misma hora.
Harry odiaba ese lugar, pero no quería tampoco que los vieran juntos. Sin duda si el profesor se sintiera observado, le trataría con mayor desprecio y ya era suficiente con cómo se comportaba normalmente con él.
-Bien, señor. Aquí estaré.
Y sin más, se fue a su torre a descansar.
