Capítulo 6

Pasaban los días. Harry y Snape cumplían el castigo a rajatabla, incluidos los sábados, día en que Snape "servía" a Harry. Los sábados eran días curiosos, porque ninguno de los dos trabajaba, por lo tanto las tareas que hacían juntos no estaban tan ligadas a los estudios. Al principio Harry decidió hacer deberes ese día cuando tenía que pasar el tiempo con Snape, pero poco a poco se fue relajando hasta que incluso algunos sábados bajaba al despacho de Snape sólo con un libro para leer (normalmente de Quidditch) mientras que el profesor se contentaba con estar dentro del despacho hasta que fuera la hora a la que se iba el muchacho.

Uno de esos sábados, Snape estaba realmente aburrido. No sabía que hacer para distraerse en ese tiempo, y no podía irse del despacho porque iría en contra del castigo. Todavía no había descubierto si Dumbledore tenía cámaras mágicas o artilugios similares ocultos en la habitación, así que era arriesgado desentenderse de el chico. Entonces hizo algo inusual.

Harry estaba leyendo otra vez la manera de posicionarse correctamente sobre la escoba de manera elegante para caer en picado cuando notó que algo hacía sombra sobre su libro. Se giró y vio a Snape con algo en las manos.

-¿Ajedrez?- preguntó tímidamente el chico.

Snape asintió.

-Supongo que no será usted un rival digno para mí, pero puede intentarlo.

Harry se encogió de hombros, dejó el libro en el asiento y ambos se dirigieron al escritorio para enfrentarse en el juego.

Por supuesto, Harry recibió la paliza de su vida, pero estaba demasiado acostumbrado a perder con Ron, y no le importó... bueno, o no le hubiera importado si por lo menos Snape no se pasase tanto con él insultándole. Snape ganando era insoportable. Harry no sabía por qué seguía jugando a ese estúpido juego si solo le traía disgustos.

Así pues, el resto de los sábados Snape se los pasó humillando a Harry en el tablero. (Creo que sobra decir que el resto del los días los pasaba intentado humillar a Harry de otras maneras)

Las semanas pasaron sin incidentes importantes hasta que un día Snape no pudo más. El profesor era capaz de aguantar estoicamente toda la tensión, pero a veces esta era demasiada, incluso para él. Voldemort acechaba, el viejo le obligaba a espiar, odiaba a sus alumnos (menos a la mayoría de los Slytherin, claro), le agobiaban los días de rutina, siempre dedicado a guardar las apariencias, sin descanso, sin apoyo... No podía más. Ese mundo que le amenazaba, el pasado siempre volviendo a su memoria, las tediosas clases, los insufribles e irritantes alumnos... Sólo había algo que le ayudaba a desahogarse: "languor aperio". Así se llamaba la poción que le hacía perder la cabeza.

La última vez que la preparó, esa en la que Potter le espió, había guardado lo que le sobró en un recipiente y la había escondido en un armario. Ahora era la ocasión para sacarla. La necesitaba.

Se acercó al mueble que la guardaba y abriéndolo recogió el frasco. Lo depositó sobre la mesa y se quedó mirándolo fijamente. Tenía una copa en la mano. Sabía que no debía y sin embargo... Cogió el frasco por el largo cuello y justo cuando el burbujeante líquido iba a salir para derramarse sobre la copa, la puerta del despacho se abrió.

-¿Qué demonios...?

-Profesor... tiene que ... venir- Era Draco, que venía jadeando-. ¡Zabini ha aparecido colgado de una lámpara del pasillo Oeste!... ¡Tiene muy mal aspecto, profesor¡Se agita y grita!- Draco miraba a Snape con cara de preocupación- ¡Por favor! n. de la a.: Este Draco me recuerda a Harry

Snape dejó la copa y el frasco que sostenía con determinación sobre la mesa y siguió a Draco. Si hubiese sido cualquier otro, le hubiera despachado rápido, pero el rubio le caía bien, aparte de que parecía que era una afrenta contra su casa, con lo cual, salió sin dudar.

Cuando el reloj dio las seis, otro muchacho, moreno esta vez, abrió la puerta del despacho. Estaba vacío, lo cual le había pasado ya anteriormente en alguna otra "cita" diaria con Snape, así que se sentó sin extrañarse.

Había pensado mucho estas últimas semanas con respecto a su profesor de pociones... le intrigaba. Quería conocerlo mejor, en la medida de lo posible.

Era algo casi imposible, Snape llevaba siempre puesta su coraza, como un puerco espín, y mordía si te acercabas a él. Sin embargo, Harry quería conocerle más allá de su apariencia. ¿Por qué? Muy sencillo, porque era un chico de buen corazón y sospechaba que detrás de esa máscara, había alguien diferente al Snape que todos conocían. En las fotos del álbum que vio, Snape había sido feliz, luego no era algo imposible que el profesor sonriera. Además, quería que él le apreciase, quería ganarse su respeto. Le admiraba. No podía decirse que le cayera bien, pero sin duda le admiraba. Por eso, estos días había estado intentando mejorar en su trato con él, incluso se había tomado en serio sus deberes para que Snape dejara de pensar que era un vago sin remedio y un inútil.

Frente al escritorio, comenzó a sacar sus cosas. Hoy le tocaba a Snape ayudar a Harry. Desde que esto ocurría Harry había mejorado muchísimo. El chico se había preguntado si al profesor también le era útil su ayuda.

Comenzó con la redacción de astronomía. No estaba muy inspirado, y la vista se le iba, recorriendo el despacho. Cuando estaba con Snape no tenía muchas oportunidades de fijarse en las cosas que había en la habitación. n. de la a.: Nunca hay que perder a Snape de vista. Es muy peligroso. Sus ojos se detuvieron ante la mesa que estaba alejada de la que usaba Harry en ese momento. Había una botella con un cuello muy estilizado al lado de una copa vacía.

Harry empezó a sospechar. ¿Y si era esa la poción que había visto beber a Snape? A su mente volvieron las espantosas imágenes del profesor fuera de sí. No sabía por qué, pero no quería que volviera a pasar. No lo quería. Su mente empezó a darle vueltas y comenzó a sentir ansiedad. Una idea le vino a la mente.

Se levantó, se acercó al frasco, lo cogió y se lo llevó. Metió apresuradamente todas sus cosas en la mochila y salió del despacho con la botella en una mano.

¡Qué estaba haciendo¡A él que más le daba lo que hiciera Snape! No era eso... sólo que no se perdonaría si no hubiera actuado para evitarlo. No quería ni pensar en cómo reaccionaría el profesor cuando descubriese lo que había hecho... pero ya era tarde para echarse atrás. Era un idiota y estaba jugando con fuego.

Aminorando el paso, llegó a la torre de Gryffindor. Había estado tan sumido en sus pensamientos que no se había percatado de que la señora gorda ya le había preguntado tres veces la contraseña.

-Ad veritatis lumen- dijo por fin.

-Ya era hora, chico.

Cuando llegó a la sala común, todavía agarraba firmemente el frasco. No sabía qué hacer con él.

-Harry ¿Qué te pasa?- era Hermione.

-¡Nada!- Harry empezó a subir las escaleras hacia el cuarto de los chicos, pero Hermione le detuvo.

-¿Qué llevas ahí?

Harry estaba acorralado, no tenía alternativa, así que se lo enseñó a Hermione. La chica cogió el frasco cuidadosamente y lo examinó.

-¿Qué es?

Harry le explicó atropelladamente lo que acababa de suceder.

-Tenemos que deshacernos de esto. Creo que hiciste lo correcto, un poco arriesgado, pero bueno. Si no me equivoco, por lo que me acabas de contar y por el aspecto que tiene debe de ser uno de los alucinógenos prohibidos por el ministerio... tal vez uno de los aperio... Son pociones muy fuertes y peligrosas. Mejor será que no la escondamos, por si acaso alguien la encuentra.

-¿y qué hacemos?

-Creo que no se la vas a devolver al profesor Snape ¿verdad?- Hermione vio negar con la cabeza a Harry -. Entonces lo desvaneceremos. ¡Evanesco! – y el líquido desapareció - ¿Por qué no lo hiciste en el despacho?

-Yo... no se me ocurrió. No podía pensar claro.

Hermione sonrió.

-No te preocupes. Más te vale que intentes descansar antes de que se dé cuenta.

Harry se sobresaltó. No había reparado en que pronto un Snape furioso iría a por él. Una vez más pensó que era un idiota. Lentamente subió los escalones rumbo a su dormitorio.

Severus Snape estaba fatigado. Se había pasado toda la tarde poniendo orden en Slytherin. Cuando llegó hasta donde Draco le señaló se encontró, efectivamente, a Zabini colgado de una de las pocas lámparas que había en Hogwarts (la mayoría eran antorchas) y hubo de pasar bastante tiempo hasta que se restableciera la situación y se esclarecieran los hechos. Como no, Pevees estaba detrás de todo. Después de esto, quiso acompañar personalmente a Blaise a la enfermería y se quedó con él hasta asegurarse de que el chico se había recuperado del susto. Estaba volviendo a su despacho cuando Filch le interceptó para resolver unos asuntos pendientes.

El pesado squib le entretuvo con sus cosas el resto de la tarde y ya eran las 22.00 cuando por fin entró en su despacho y se dejó caer pesadamente en su butaca.

Una vez allí, revolvió por los cajones del escritorio hasta encontrar su pequeña agenda en la cual anotó todo lo que tendría que hacer al día siguiente, las reuniones con los profesores y con algunos padres...

Cogió la copa que había encima del escritorio y se sirvió un trago de grog n. de la a.: dedicado a Kaworu. Se llevó el cáliz a los labios pensativo... algo faltaba... algo fallaba... ¿Qué era? Abrió mucho los ojos cuando se dio cuenta, se incorporó y dejó bruscamente la copa intacta sobre la superficie de madera. ¡POTTER¿Cómo había podido olvidarlo¡El castigo! Dumbledore podía tomar cartas en el asunto... Entonces fijó su atención en la copa llena... ¡Faltaba algo más¿Donde estaba la poción? Recordó haberla dejado sobre esa misma mesa... Su mente comenzó a conectar ideas rápidamente. ¡Potter se la había robado! Hijo de...paesf g1aojrpjrpjropirg.

Estaba furioso. Abrió la puerta del despacho y con paso rápido fue subiendo pisos hasta llegar a un cuadro que representaba a una señora muy gorda que llevaba puesto un vestido rosa horrible.

Harry no podía dormir, daba vueltas en la cama sin parar. ¡Qué había hecho! Lentamente se fue sumiendo en una modorra intranquila y empezó a soñar. Estaba en un garaje al estilo muggle que ardía en llamas. A su alrededor circulaba un montón de gente a la que no parecía importarle que fueran quemados vivos. Harry agarró a alguien por el brazo y lo intentó sacar de allí, pero esa persona no quería y se lo ponía muy difícil al muchacho. Oía ruidos de gente hablando y de pies y manos que se movían... ¡Lo estaba escuchando de verdad! Abrió los ojos justo a tiempo para ver como alguien separaba bruscamente las cortinas del dosel y unos ojos oscuros y fríos se clavaban en él tras una nariz ganchuda.

Sin previo aviso, una mano le cogió por el cuello del pijama y le sacó de su cama. Se lo llevó de la torre haciendo caso omiso a los fritos de los Gryffindors que estaban todavía despiertos y a los intentos de Harry por desasirse. Sin decir nada, le arrastró hasta las mazmorras. Hasta su despacho.

Cuando llegaron le soltó empujándolo contra la pared.

Snape miró a su presa. Su cara estaba roja, su respiración agitada, no podía pensar.

-Potter- su apellido sonó una vez más como un insulto- qué ha hecho.

-Señor...- Harry se apretó contra la pared. Tenía a Snape prácticamente encima, acorralándole y su repugnante aliento le penetraba los pulmones.

-No juegue conmigo. ¡Dónde está!

Harry tomó aire. No le iba a servir de nada negar lo evidente. Miró nerviosamente por encima del hombro de Snape buscando una salida, pero el cetrino rostro enmarcado por la cortina grasienta del profesor le cubría casi todo el ángulo de visión. Cerró los ojos un momento, suspirando dijo muy bajito:

-Ya no está.

Snape le clavó la mirada, Harry aún evitándola, la sentía sobre él.

Snape apretó los dientes y sin previo aviso giró bruscamente agarrando al chico por el brazo y salieron del despacho. Harry se vio arrastrado una vez más a un paso rápido e implacable por el profesor. A pesar de lo asustado que estaba se dio cuenta de que se dirigían a la salida del castillo, pero no dijo nada. Sería peor. Salieron.

El pijama de invierno no pudo frenar la cuchillada de aire frío en la intemperie. Un viento glacial movía los árboles a un compás desenfrenado y se oía el sonido, casi un aullido, del viento. De la boca de Harry salía vaho, empezaba a no sentir los dedos de las manos, los pies descalzos caían pesadamente por la húmeda hierba todavía más insensibles que las manos. La franela se movía y el frío le entraba por el cogote, por la nariz, se expandía por debajo de toda su piel. Su cuerpo temblaba intentando evitar de manera ineficaz la creciente tensión y rigidez de sus músculos y llegar al grado de congelación que le atravesaba como el metal.

Se encogió todo lo que pudo . Su nariz goteaba, sus labios se agrietaban, pero el profesor seguía tirando de él recorriendo los terrenos a grandes zancadas hasta el bosque prohibido. Cuando lelgaron a la linde, no se detuvo y se adentraron. Harry soltó un pequeño grito cuando una ráfaga volvió a atravesar todo su cuerpo. La garganta le escocía, le lloraban los ojos. Si Snape no le descuartizaba, la noche lo haría.

Al cabo de unos minutos, que para Harry fueron momentos de tortura inaguantable, Snape disminuyó la marcha y se paró. Encaró a Harry. Su piel ahora estaba más pálida de lo habitual y el brillo de sus ojos se distinguía incluso en la oscuridad.

-Ahora estamos fuera de los terrenos de Hogwarts.

"Fuera de los terrenos de Dumbledore" –tradujo mentalmente Harry. Su cuerpo se convulsionó en un nuevo escalofrío. Snape seguía agarrándolo por un brazo.

-Señor Potter, tiene usted el dudoso don del altruismo. ¿Quién se cree que es husmeando por todas partes, hurgando en la vida de los demás? Demuestra usted poco respeto hacia otros. Las normas no son para usted¿verdad? Está muy por encima de esas nimiedades, la gente no importa, solo satisfacer su ego. ¿Se siente más poderoso por eso¿Necesita constante atención? Todo debe girar alrededor suyo. ¿Qué quiere oír¿un constante aplauso¿ que sin usted la vida no sería la misma? Le odio. Odio todo su egoísmo, su estupidez, su ignorancia y prepotencia... todo. – Snape había siseado todo esto muy rápido. Se sentía más aliviado ahora, como si hubiera aclarado sus ideas.

A Harry las palabras le llegaron como a cámara lenta. Estaba aterido y no podía pensar con normalidad. La crudeza del frío y de las palabras del otro le nublaban las ideas. Quería disculparse, dar una explicación y lo que dijo fue:

-Señor... s-sé lo de mi madre y usted.

Snape sintió como si algo le hubiera golpeado directamente sobre el pecho. Lily... la recordaba nítidamente, y más cuando miraba al odioso Potter a los ojos. Era un atrevimiento tan grande que el Gryffindor le confesara eso y en ese momento, después de todo lo que le había dicho sobre entrometerse en la vida de los demás. Por un momento se quedó mudo. Multitud de sentimientos se agolparon en su mente mientras otra ráfaga helada les atravesó. Harry sentía mucho dolor. El frío le quemaba, si es que esto era posible. Sus dientes castañeaban.

-Señor- dijo tras pasado un tiempo- en-entiendo que n-no me a-aprecie debido a su-ssu relación c-con mi m-madre. P-pero quiero q-que sepa que y-yo no soy como era mi p-padre a m-mi edad... Le he estado ob-observando y l-l-lo que... he descubierto ha hecho q-que quiera a-acercarme más a usted. D-deseo s-su respeto y s-su consideración y p-por eso no p-puedo c-consentir q-que siga con esa poción. S-simplemente p-pensé q-que debía hacer algo y lo hice...

Harry no podía seguir hablando, si no se movían pronto , se congelaría. Snape estab impresionado. No sabía qué decir ni qué hacer. ¿Qué era todo esto? Por un lado estaba muy enfadado, pero una pequeña parte de su ser estaba confundida. ¿Potter quería su aprecio? No lo necesitaba. Le intrigaba esta "confesión". ¿Por qué Potter le decía eso?

Buscó al chico con los ojos entre las sombras. Harry había empezado a toser mientras otra corriente helada los envolvía. Snape se dio cuenta de repente del frío que hacía y de que Harry iba en pijama y descalzo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al ver a su alumno. Se movió hacia él. Harry se echó para atrás al oír el movimiento del profesor. Notó que algo pesado caía sobre sus hombros. Snape lo estaba rodeando con su capa, compartiéndola. Protegiéndole del frío. Harry lo agradeció y se acurrucó contra el cuerpo del hombre quien había empezado a andar a un paso rápido aunque más tranquilo.

Se dirigieron hacia el castillo en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, los dos dentro de la capa del profesor. Si alguien les hubiera visto habría pensado que iban abrazados.

VVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVVV

Pues aquí tenéis el sexto capítulo. La verdad es que tengo muchas cosas que contar de él, como que la descripción de lo que sentía Harry en el frío la sentía yo mientras escribía. Veréis, es que esta historia la iba escribiendo en el metro y el autobús (por eso a veces está como un poco desgajada) y el día en que escribí esa parte volviendo de la Universidad era de noche, en pleno invierno. Una de esas noches de Madrid en las que sopla el viento de la sierra. Los /las que seáis de aquí probablemente sabréis a qué tipo de frío me refiero. Os aseguro que no es una exageración, de hecho me quité el abrigo y el jersey para ver qué se sentía. La tinta del boli se me congelaba, llegó un punto en el que no salía.

Me gusta mucho la manera en la que Snape saca a Harry de su cuarto. Seguro que todos los jefes de casa tienen la contraseña de todas las casas de Hogwarts. Y el sueño de Harry está basado en uno que tuvo una amiga mía, lo dejo bien claro por que no quiero tener que pagar derechos de autor.

No estoy muy contenta con el discursito final del bosque... me parece que me ha quedado un poco patético, pero era necesario para que Sev cambie un poco... ¡Así que no me matéis!

Y nada más. Os agradezco de verdad que hayáis leído hasta aquí.
Ahora os toca a vosotrs¡a comentar!