Capítulo 7

Harry mezclaba los ingredientes en un caldero al fuego. Había machacado diversos minerales hasta convertirlos en un fino polvo que ascendía suavemente mezclándose con el aire. Harry inhalaba irremediablemente esas partículas notando cómo se clavaban en su garganta, ya dolorida y destrozada por la noche anterior.

Tenía recuerdos confusos, sobre todo de la vuelta al castillo. ¿Snape le había llevado bajo su capa compartiendo su calor¿Y le había acompañado hasta la sala común? Mientras caminaban, Harry estaba seguro de no haber hablado, pero ahora se arrepentía. Le hubiera gustado decirle más cosas a su profesor.

En ese momento, en la clase de pociones, se sentía mareado, confundido por sus pensamientos, los olores de la clase y, sobre todo, por la presencia de Snape en la misma habitación que él. Harry evitaba mirarle a toda costa, aún arriesgándose a perder puntos para Gryffindor. Estaba cansadísimo.

Malfoy no paraba de observarle sin que se diera cuenta. Potter parecía muy enfermo. Le temblaban las manos y tenía un ligero color blanco-amarillento, eso sin contar con la tos que le nacía desde lo más profundo del pecho, los estornudos, los ojos llorosos... ¿Qué le había pasado? A lo mejor había tenido una cita nocturna con el calamar gigante. A Malfoy se le escapó una sonrisa burlona que se apresuró a reprimir. Siguió trabajando en su poción. Parecía claro que Potter había dado una vueltecita nocturna por el castillo o por los terrenos y por eso estaba ahora así.

Se volvió a preguntar qué había pasado. Al rubio no se le escapaba la inquietud de los Gryffindor. Algo había pasado. Tal vez conseguiría averiguarlo...

Hermione y Ron miraban preocupados a Harry, pero le dejaban trabajar en paz. El día anterior habían visto con horror cómo Snape entraba en la sala común y se había dirigido sin vacilar al dormitorio de los chicos para salir más tarde arrastrando a Harry en pijama.

Estuvieron esperando mucho tiempo hasta que su amigo volvió. Harry estaba aterido y ellos le cuidaron. Querían hacerle mil preguntas, pero el estado de su amigo les disuadía. No sólo era malestar físico, se le veía ensimismado, nervioso. Ya tendrían tiempo de preguntarle. Miraban también tímidamente a Snape. Se comportaba como de costumbre pero si hubieran observado con detenimiento, se habrían dado cuenta de que sus pozos negros se dirían con frecuencia hacia el muchacho de ojos verdes.

Snape le había dado muchas vueltas a lo ocurrido. De repente se había dado cuenta de su error. Se estaba comportando de una manera injusta con el chico. ¡Y él que creía ser imparcial a la hora de tratar a los demás! No es que ahora apreciase al muchacho, pero la noche anterior él le había abierto los ojos. Se vio a sí mismo como le veían los demás. Era casi inhumano, no le extrañaba que todo el mundo le rehuyera. Él no quería ser así. Él NO era así. De ahora en adelante haría algo para cambiar. Lo que pudiera, sería poco, dada la fama que tenía y su condición de ex-mortífago y espía. No podía perdonar al chico lo que había hecho, pero ahora había empezado a entender los motivos de Potter y eso le hacía sentir incómodo.

De repente una tos alarmante se oyó por encima del burbujeo de los calderos. Harry parecía que iba a explotar de tanto toser. Se agitaba mientras se llevaba las manos a la boca y a la tripa.

-Potter, vaya a la enfermería antes de que nos contagie a todos.

Aún tosiendo así, Harry le lanzó una mirada increpadora que afectó a Snape. El hombre se sintió un poco culpable, pero no se inmutó y sólo añadió:

-Señorita Granger, acompañele.

-Vamos Harry- susurró Hermione posando su mano sobre le hombro de éste. Los dos se fueron a la enfermería.

La señora Pomfrey se alarmó muchísimo al ver el estado del muchacho. Procedió a desvestirle y a meterle en la cama.

-¿Por qué no ha venido antes? No, no me lo digas. Otra vez haciéndose el valiente... ya no sé qué hacer con él. En fin, gracias por acompañarle, querida. ¿Podría pedirle a alguno de sus compañeros que trajesen sus cosas? Se quedará aquí por un tiempo- al ver la expresión de la chica añadió- No te preocupes. No es grave pero necesitará estar aquí varios días.

-Gracias, señora Pomfrey. Harry te veré luego. Vendremos Ron y yo. ¿Quieres que te traigamos algo en especial?

Harry, que había vuelto a toser escandalosamente, negó como pudo y Hermione se fue. Harry se sentía un poco estúpido, metido en la cama por un pequeño resfriado Harry piensa que es pequeño. Seguro que Malfoy aprovecharía la ocasión para reírse de él por los pasillos.

Como no tenía nada mejor que hacer, se acurrucó en la cama y cerró los ojos, quedándose profundamente dormido.

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-Vendremos a verte mañana, Harry- Hermione se despidió de él junto a Ron mientras la señora Pomfrey les echaba de la enfermería.

-Hasta mañana entonces.-respondió Harry.

Ron le sonrió antes de volverse hacia la puerta y Harry vio cómo sus amigos salían ¡cogidos de la mano! Tendría que hablar con Ron a solas... seguro que tenía muchas cosas que contarle...

Se tumbó sobre un costado, se sentía bastante mejor que el día anterior, cuando Hermione le acompañó a la enfermería, pero todavía estaba mal. Volvió a toser, por lo que la Señora Pomfrey acudió directa a su cama con una cucharada de jarabe en la mano que hizo tragar a Harry.

- Tómatelo, se buen chico.- De repente se irguió y dijo en dirección a la puerta.- ¡No puede recibir más visitas!

Harry se dio la vuelta para ver a quién hablaba la mujer y cuando le vio se le cayó el alma a los pies.
Era Snape

-Madame Pomfrey, vengo de parte de Dumbledore. Hoy es sábado y...

-Por mí como si el mismo Merlín se hubiera aparecido para visitarle. Hoy no recibirá a más gente.

-Es el único tiempo libre que tengo- Snape miró a la señora Pomfrey a los ojos.

Harry estaba mudo. ¿Snape pidiendo verle a él en la enfermería¿un sábado¿y con esos ojitos? La señora Pomfrey se sonrojó levemente ante esa mirada y con una sonrisita le respondió:

- Bueno, pero sólo un ratito.

"sí, mejor" pensaron los otros dos.

Cuando obtuvo el permiso, Snape acercó una silla a la cama de Harry. Y la señora Pomfrey se retiró a su despacho.

-Hoy es sábado. Que usted esté enfermo no nos exime de nuestras obligaciones.

-Ah, sí.- Harry estaba decepcionado. Claro, Snape venía a verle por obligación.

-He pensado...- Snape parecía incómodo- que quizás para matar el tiempo le gustaría aprender a dibujar.

Harry abrió mucho los ojos.¿Qué estaba pasando? Snape le miraba con expectación.

-Bueno, he observado que tiene afición pero poca mano para ello. Le advierto que es algo muy largo de aprender y que puede que se harte, pero tiene sus recompensas.

-Profesor...

Snape le miró.

-Quisiera pedirle un favor.- dijo Harry con voz pausada.

-¿Cuál?- Snape le miraba receloso.

-Si va a ser usted quien me enseñe me gustaría que me tratase de tú.- La expresión de Snape se contrajo un poco y Harry se apresuró a añadir- Por supuesto, yo le seguiré tratando de usted si es lo que...

-Muy bien, Potter, ya que lo prefieres- dijo Snape. Snape sonrió mentalmente. Seguro que tratar a ese chico más cercanamente le ayudaba a cambiar... y eso era algo que nunca confesaría.- Le he... te he traído un cuaderno y unos lápices para que practiques.

Harry sonrió y los cogió.

-¿y bien¿por dónde empezamos?

-Te he traído un dibujo de Lethifod...- Harry sonrió cuando el profesor se lo enseñó. Parecía hecho por el propio Snape- Podrías empezar copiándolo y cuando salgas de aquí podemos ir a dibujarlos al natural.

Harry ahora sí que no podía creerlo. No se podía imaginar la escena de los dos juntos dibujando tranquilamente sobre la hierba.

-¿Dónde ha aprendido?

-Es una tradición familiar.

-Ah, y ¿Por qué no se mueve? Los cuadros de Hogwarts lo hacen.

-Bueno, eso es porque dibujar con magia es diferente a dibujar sin ella. Yo prefiero hacerlo con mis manos, pero si quieres, te enseñaré de las dos maneras...- Snape empezaba a mirar la puerta con añoranza. No se le daba bien abrirse a los demás y ahora quería vover a encerrarse en su mazmorra... No, se había hecho la promesa de cambiar. No iría a encerrarse. Después de ver a Potter daría un paseo al aire libre... o iría a la sala de profesores, no se aislaría. – Ah, por cierto...- Snape sacó un volumen de dentro de su capa y se lo tendió al chico.- Esto es para, que si quieres, lo leas. A mi me gustaba a tu edad.

Otra sorpresa más. Harry cogió el libro e intentó mirar al profesor a la cara, pero éste ya se había girado y se dirigía con su paso habitual hacia la puerta.

-Volveré mañana.- Y salió.

Harry se quedó un rato mirando la puerta cerrada, intentando asimilar lo que le había dicho Snape. Después miró el título del libro: "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley.

Comenzó a hojearlo por curiosidad, nunca lo había leído... seguro que era aburrido. Por lo menos era corto. Lo cerró y lo dejó en la mesilla para más tarde. Luego hojeó también el cuaderno de dibujo. No sólo estaba el famoso dibujo del Lethifod (que Harry estaba seguro de que lo hizo el segundo día de su castigo), sino que había muchos más.

Harry sonrió. El profesor tenía mucha imaginación. Vio con sorpresa que había retratos de otros profesores e incluso un autorretrato. A Harry le turbó este último. Una cosa curiosa de los dibujos y los cuadros, es que el autor pone parte de su alma en ellos, y aún inconscientemente transmite lo que piensa de su modelo. Su autorretrato era desconcertante. Desde el dibujo Snape le miraba con ojos tristes. Harry no sabía que pensar. ¿Snape le había dejado todos esos dibujos para que los viera o es que no sabía que se los había dado? Ya lo averiguaría.

Snape salió de la enfermería con un sentimiento de vergüenza, se estaba abriendo demasiado... se sentía estúpido pero sabía que era necesario y ya no había vuelta atrás. Por el pasillo se cruzó con McGonagall y se esforzó por esbozar una pequeña sonrisa mientras inclinaba levemente la cabeza a modo de saludo.

Minerva se quedó pensativa un rato... ¿Snape le había sonreído? Se paró y girando la cabeza vio cómo el profesor seguía su camino.

Snape se sentía raro. Salió a los terrenos para dar un paseo. Le encantaba que el viento le diese en la cara agitando su cabello. En esa situación se sentía salvaje, libre. Podía olvidarse del esto del mundo que lo acosaba. No sabía si su plan de cambio iba a funcionar, pero quería intentarlo. Se lo debía a él mismo. La solución no era drogarse. No. Definitivamente eso estaba descartado... gracias a Harry.

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Era domingo y Harry estaba leyendo el libro que le había dejado Snape. Como no era muy largo y tenía mucho libre casi lo había acabado.

No era tan aburrido como se había temido. Por el contrario, le gustaba mucho. Veía en él a Snape doblemente reflejado: por un lado el científico obsesionado con su trabajo, meticuloso, en medio de sus potingues y por otro al monstruo, un ser rechazado por la sociedad por lo que veían de él, por miedo, incomprensión... sin embargo el monstruo tenía sentimientos. Era malvado porque los acontecimientos no le habían dado el derecho a elegir. Si desde el principio le hubieran aceptado y querido...

Se abrió la puerta de la enfermería.

-Gracias por acompañarme, Draco.- Blaise Zabini avanzaba por el pasillo seguido por el rubio.

-Hola jovencito.- Le saludó Pomfrey saliendo de su despacho.- ¿Cómo estás hoy?

-Mucho mejor, enfermera, pero me preguntaba si podría darme un poco más de poción. Mi brazo no está bien del todo.

-No me extraña. Peeves ha ido demasiado lejos contigo... ven aquí.

Mientras Blaise hablaba con Pomfrey, Malfoy, que había descubierto a Harry en la cama, se acercó al moreno.

-Vaya, vaya, vaya... Potter. ¿Dumbledore no te deja salir de los algodones ni por un momento?

Harry desvió la vista del libro y le encaró:

-Malfoy, qué desagradable visión por la mañana. ¿te importaría apartarte? Es que me dan ganas de vomitar sólo de ver tu engominada cabeza tan de cerca.

Malfoy llevó la mano instintivamente su mano a la varita, pero la dejó ahí.

-Qué ingenioso estás los domingos... qué pena que normalmente seas tan torpe con la lengua... supongo que también lo serás con las manos. Algún día, si me lo pides bien, puede que te enseñe- dijo apoyando una rodilla sobre la cama de Harry mientras invadía el espacio vital de Harry acercándose más a él.

-Gracias, "dragoncito". Deja tu perversión para cuando salga de aquí. Ya veremos quién enseña a quién. –Draco se sorprendió. Nunca le habían devuelto la pelota de aquella manera. ¡Y encima le sonreía con picardía!

-Draco, ya está.- Blaise se acercó a ellos. Hola, Potter

Harry le saludó con un movimiento de cabeza. Aunque Blaise fuera un Slytherin, le caía bien. No le había tratado mucho, pero pensaba que si Sirius hubiera sido de la casa de las serpientes, habría sido como Blaise.

Draco se levantó de la cama y siguió a Blaise. Antes de salir, se volvió para ver a Harry, quien amagó un beso en su dirección. Draco cerró rápido la puerta y se fue.

Harry se estaba riendo por dentro. Había dejado perplejo a Malfoy con su descaro. ¿Por qué todo el mundo se pensaba que era tan inocente?

Nada más cerrar la puerta de la enfermería, ésta se volvió a abrir. Otro Slytherin, Snape, entró. Fue recibido con una sonrisa por parte de Harry, lo que le hizo sentirse un poco tímido.

-Hola, Potter.

Hola, profesor.

-¿Qué tal estás?

-Voy mejorando

-Me alegro.

Tras esta conversación tan sustanciosa, se quedaron en silencio un rato.

-¿y bien¿Has empezado a leer?

-Casi lo he acabado, señor.

Snape enarcó una ceja, no lo esperaba.

-Me está gustando mucho.-le dijo Harry - No esperaba que fuera así. ¿Por qué nadie se daba cuenta de lo que en realidad sentía el monstruo¿por qué nadie le ayudaba?

-A veces la gente no ve más allá de la apariencia. Las personas tímidas se cubren con una máscara para que nadie consiga averiguar su propia naturaleza, evitando así que les hagan daño. La gente siempre lo clasifica como terror. Yo creo que más bien es un drama.- Snape le miró a los ojos.- Me alegro de que te guste.

Harry, sintiendo la incomodidad del profesor , decidió cambiar de tema y sacó el cuaderno de dibujo.

-¿Qué le parece?- Harry le enseñaba una copia del dibujo del Lethifod hecha por él mismo.

-Déjame ver.- Snape cogió el cuaderno y mientras lo examinaba decía- bien... no está mal... Pero todavía no consigues ver que estás copiando líneas y puntos, no a una criatura. Ese es el mayor fallo. Tiene ojos, patas, orejas... pero no puestos de la manera en que debieran estar.- Le devolvió el cuaderno. No quería que Harry perdiera la ilusión, así que añadió- No te preocupes, en cuanto te pongas bien, te enseñaré como es debido.

Harry le miró con agradecimiento. Snape estaba esforzándose por ser condescendiente. No sabía cuanto duraría el cambio, así que decidió que lo mejor era disfrutar esa nueva actitud al máximo.

-Profesor, Harry tiene que descansar- dijo la enfermera.

-Muy bien. Adiós, entonces.

Harry miró cómo salía el profesor. Con alegría se dio cuenta de una cosa: Hoy era domingo, Snape no había venido a verle por obligación.

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Holaaaaaaa! Pues ya está aquí al continuación. Gracias por ser pacientes conmigo... soy una vaga de cuidado.

Una pequeña confesión: hasta aquí tengo escrito. Es decir, esta historia la empecé a escribir a mediados de febrero, y la dejé por marzo o así... o sea, que a partir de ahora la retomo, antes sólo me dedicaba a pasarla al ordenador. Lo que quiero decir con esto, es que si tenéis ideas, sugerencias, críticas y demás, es el momento oportuno para decírmelas, puesto que retomo la historia... En realidad tengo una ligera idea de cómo continuar... creo que habrá más acción, y será más entretenida (espero).

Pues nada más.

Ciaoooooooo!