Lo siento, lo siento. Quería subir tanto el OMAKE como el Cap. 13 al mismo tiempo, pero FF no me dejó por alguna razón.

Creo que esto contestará varias preguntas.

N.A. Me he tardado, lo se. Y como es costumbre no tengo excusa para eso. Espero no molestarlos, pero harè mi mayor esfuerzo por tardarme menos.

Gundam Wing, Rurouni Kenshin y Slayers no son míos ni me pertenecen. Cada uno tiene su dueño que gana mucho dinero en derechos de transmisión, parafernalia y no se que tantas cosas, lo que me pone a pensar… ¿Habré equivocado mi profesión o nací en el lugar y tiempo equivocado?

Como sea, como no gano nada con esto, ustedes no tienen que pagar por leerlo. Si alguien desea hacer una donación para la causa, pónganse en contacto con migo y les diré los números de las cuentas a las que pueden depositar.

No se aceptan donaciones menores a los 10 dólares.

Quiero un par de botas nuevas. Buenas.

Donativos en especie también se aceptan.

Este capitulo contiene algo que me ha costado demasiado en escribir, y ha decir verdad, no me satisfizo. Se que pude haberlo hecho mejor. Como sea, lean con precaución.

Warning: Lemon Ahead!

Fuera de eso, vean los comentarios al final del parrafo.

Este capitulo esta patrocinado por "Aerosoles para Asma Dart Vader" Probados por el oscuro señor de Sith.

LALALALALALALALALALALALALALA

¿Qué es la realidad?

Se puede pensar o suponer que es lo que ves, oyes, sientes, hueles y gustas. Que los sentidos te dicen que las cosas son reales porque reaccionan a ellas. Todos los sentidos.

Pero, ¿qué hay de los sueños?

¿Acaso no hay una clase de sueños que son tan reales que puedes hacer uso de todos tus sentidos y convencerte de que es real, solo para despertar cuando se vuelve demasiado bueno, o demasiado horrible?

En ese caso, ¿cómo diferenciar lo real de lo ficticio?

¿Con el sentido común?

La vista le decía que ella era su esposa. El oído le informaba que era su voz. Su olfato distinguía el perfume de los cerezos blancos tan característico como lo recordaba. Su tacto, sentía la textura de su piel, tersa y suave. Tan calida como lo recordaba. Incluso su gusto pensaba que era la boca más dulce que jamás había besado antes.

Aún sorprendido Kenshin rompió el calido beso que Tomoe le estaba dando.

Porque un sentido aún no estaba convencido.

El sentido común.

Tomoe estaba muerta. Muerta y enterrada.

Tenía una tumba que visitaba frecuentemente y le llevaba flores en cada ocasión.

¿Cómo podía estar allí, entonces?

Tenía que estar soñando o algo así.

"¿Qué es esto?" Preguntó, forzándose a si mismo a soltar el pequeño cuerpo frente de si. El rostro de esa chica era tan serio como el recordaba, con esos profundos ojos negros mirándolo fijamente. "¿Qué...?"

Un dedo, de una maño pequeña le cerró los labios. Y ella sonrió.

Su cara parecía iluminarse, a pesar de la penumbra del corredor. Sus ojos cerrados le daban un aire inimaginable de inocencia.

"Kenshin, ¿no te da gusto verme? Yo estoy tan contenta y feliz."

Su voz era melodiosa. De esa clase de voces que puedes estar escuchando todo el día, todos los días, y en vez de aburrirte, te das cuenta de que necesitas oírla o enloquecerás. Una voz llena de vida, de ternura y de amor para el destinatario.

El sentido común de Kenshin pareció un castillo de naipes. Impresionante, pero inestable. La ilusión (y no podía ser otra cosa) lo golpeaba para que cediera.

El se alejó, sujetando de nuevo las Kodachis, como un ancla para evitar que perdiera su razón. Recuerda, se dijo, estas en una base enemiga. Ellos son capaces de hacer cosas increíbles. Shishio juega con la genética.

El pensamiento de que el cuerpo enfrente de él pudiera ser un clon, lo enfureció. Pero se vio en la imposibilidad de conjurar a su alter ego. Battousai estaba perdido, alejado.

Battousai lo había dejado.

"Es un sueño, Kenshin." Dijo la figura de Tomoe, bajando la vista al suelo como avergonzada. "Es un sueño tan real como desees."

"Si es un sueño, entonces debo despertar. Tengo una misión que..."

"Una misión que implica asesinar mas personas." Dijo Tomoe con seriedad. Su atención aún la tenía el suelo. "Creí que habías prometido que no serias alguien como... Shishio." Le era difícil decir el nombre del vendado. Después de todo, el la había matado, ¿no?

"Tomoe, yo..." Empezó a decir Kenshin, cuando encontró que no tenía razones, o excusas, ni siquiera pretextos o una palabra inteligente.

Su corazón casi se detiene cuando la vio dar media vuelta y alejarse corriendo.

"¡Espera!" Gritó a su espalda.

Los pies de ella resonaban en las paredes, y a cada momento parecía aumentar su velocidad. Huyendo de él.

Kenshin sabía que era un sueño, que era una ilusión que su cerebro fabricaba para llenar el espacio de su conciencia mientras su cuerpo descansaba. ¿Por qué estaba descansando? Ya ni siquiera lo recordaba. Sabía que había algo que hacer, algo importante.

Pero ¿qué puede ser más importante que evitar que tu esposa desaparezca para no volverla a ver jamás?

Uso el shinsoku, tratando de encontrar su ki, su presencia. De oír algo mas que la simple nada de un sueño aburrido.

Una puerta. Puerta de papel arroz y maderas. Puerta deslizable.

"Tomoe"

Ella estaba en el centro de la habitación, encima de un futón grande con mantas y sabanas preparadas. Varillas de incienso quemándose en algún lugar y un par de lámparas de sándalo que emitían una luz anaranjada tenue.

Recordaba eso. Su luna de miel.

El mismo cuarto austero de un departamento pequeño, viejo y barato. El lugar donde vivieron antes de que el pudiera conseguir el empleo de maestro en un dojo.

Ella estaba allí, llorando. Sus lágrimas hacían una mancha de humedad en la blanca tela del futón, en lo que su respiración entrecortada rompía con el silencio de la habitación.

"Tu prometiste que no lo harías. Pero lo has hecho. ¿A cuentos has matado? ¿Cientos, miles?"

La voz seguía siendo la misma de hace un momento. Pero cargada con una profunda tristeza y decepción, que Kenshin quiso taparse los oídos para que esta no hiciera mella en su atormentada conciencia.

"Yo... yo... lo hago por el bien de los demás. Yo..." En un tiempo, 'Por el bien de Japón' había sido la consigna del Shinsengumi para justificar sus acciones. Sin embargo, en esos momentos, solo parecía añadir mas culpa a los crímenes de los que era autor.

"Yo no lo hacía, era... era..." ¿Battousai?

¿Y quien era Battousai? El mismo. Torcido, malvado, destructor, pero el mismo.

"Dios... yo... Tomoe... lo... lo siento."Fue lo que pudo decir al sentir que sus lágrimas empezaban a brotar de vergüenza.

Se acercó a ella para abrazarla y pareció sobresaltarse por su abrazo. Temblaba. ¿Acaso tenía miedo? Miedo de el. O de Battousai.

No. Miedo de él. Porque él era Battousai.

El y nadie más.

"Perdóname." Empezó a decirle. "Cuando moriste desee vengarme con todo el corazón, pero no podía hacerlo por tu promesa. Y... al final... terminé haciéndolo. Perdón." Cerraba los ojos. Vertía lágrimas amargas y trataba de no refugiarse en el pecho de ella como un niño, solo por orgullo.

"Kenshin..."

Pareció entender, o algo.

En los sueños todo es posible.

"Mírame." Le ordenó, tomando su cara entre sus manos para que no pudiera desviar la mirada. "Te entiendo." Dijo, sonriendo tenuemente.

Sus sonrisas, escasas como el oro, eran mucho más valiosas.

¿Así era como se sentía Enishi cuando decía que la veía?

Ahora el lo hacía. No tenía que recordar, porque allí estaba. Y era tanta su alegría al ver que ella lo perdonaba con esa sonrisa que la besó.

Un gran beso de gratitud. Y terminó con un profundo abrazo.

Un abrazo que ella no correspondía. Por ahora.

Kenshin tardó un par de segundos para notar que ella tenía sus manos en su espalda. Buscando en nudo que desataría el cinturón de su kimono poco después.

Ante sus ojos descubría poco a poco sus hombros blancos y tan tersos como una estatua pulida de mármol.

Era tan bella como lo recordaba.

No, lo era más.

Mucho más.

El mundo desapareció de su perspectiva, de su interés.

Y solo ella lo ocupó.

La única persona que el amaba en este mundo.

LALALALALALALALALALALALALALALA

La Alianza.

Capitulo 13 "La maldición"

"Y no es maravilla, porque el Diablo mismo

Sigue transformándose en ángel de luz."

(2 Corintios 11:14)

LALALALALALALALALALALALA

ADVERTENCIA: Las siguientes escenas contienen un alto contenido (bueno ni tanto, he visto peores) sexual en un intento de hacer un buen Lemmon. Si son inmaduros y no creen soportar esta clase de contenido, pasen a la siguiente sección. También si son de esa clase de gente que odia injustificadamente a Tomoe, mas vale que se lo brinquen.

Si de todas formas quieren leerlo, pues adelante, allá ustedes.

Atte. A. Jack Jackson.

LALALALALALALALALALALALA

¿Cuánto tiempo había pasado? Cinco años, tal vez más.

5 años, 60 meses, 1800 días aproximadamente.

Cuanto tiempo desde esa infernal noche en la que sicarios del Jupongatana asesinaron a su hijo para moverlo a luchar. Cuanto tiempo desde que la espada de Shishio atravesó el corazón de Tomoe para arrebatarle la vida y desatar una ola de muerte que quedaría para siempre en su cabeza.

Tiempo. Tanto tiempo.

Y ella seguía igual.

Seguía siendo tan joven, tan bella. Como el primer día en que la conoció.

Su boca era igual de cálida y dulce, como el primer día que la beso.

Su respiración era tan agitada y suave como el primer día que le hizo el amor.

Su lengua la probaba con anhelo e intensidad. Exploraba cada rincón de su boca, encontrándose con su lengua y enlazándose para prolongar aún más el beso tan deseado, desde hace tanto tiempo.

Estaba encima de ella, equilibrando su peso en su pequeño cuerpo. Sintiendo como sus formas se adaptaban a él. Las manos delicadas de ella recorrían la espalda la cual despojaban poco a poco del abrigo, la camiseta. Kenshin, apoyado en sus rodillas, retiraba la tela del kimono y las prendas interiores de ella, palpando cada centímetro de su piel. Sus delgados brazos, sus blancos hombros. Sus senos tan perfectos que reaccionaban al tacto de su mano callosa, haciendo duros sus pezones y provocándole deliciosos estremecimientos a su esposa.

Ella terminó de retirarle ese pesado abrigo, desabrochando ahora el cinturón del pantalón con una mano, mientras la otra frotaba su entrepierna, sintiendo como la excitación del crecía a cada momento.

Cuando Kenshin la abrazó para besar y recorrer con su lengua su cuello, le resultó un tanto más difícil abrirle los pantalones, aunque eso era un poco más divertido. Trató de bajárselos, pero se rindió cuando sus brazos no le alcanzaron, además Kenshin estaba besando su cuello y bajaba lentamente hacia sus pechos por lo que se rindió y solo de dedicó a cerrar sus ojos y disfrutar de esa sensación tan placentera. Enredaba sus dedos en el cabello rojo de su esposo y desató la cinta que formaba su cola de caballo. Acariciaba su cabeza en lo que esta descendía más.

Un profundo suspiro salió de ella cuando la boca de el encontró un endurecido pezón y se aferraba como un bebé a él. Su otra mano seguía acariciando el otro seno en lo que ella abrazaba su cabeza para evitar que se fuera.

Pero lo hizo, abandonando ese precioso tesoro, siguió el avance hacia su vientre. La punta de su lengua haciendo contacto continuo con esa piel, saboreando el ligero sabor salado de la tenue capa de sudor que se formaba en todo su cuerpo. Pausó para dibujar su ombligo con su nariz, y después con su lengua en lo que sus manos acariciaban sus caderas tersas y sus piernas largas y delgadas.

Ella comenzó a abrirlas, y lo invitaba ha seguir mas abajo empujando con poca fuerza su cabeza, a lo que Kenshin obedeció. Cada centímetro de su avance lo cubría con un pequeño beso, hasta encontrar el rizado vello negro que cubría su entrepierna. Sopló, moviéndolo casi imperceptiblemente, lo que hizo que ella se arqueara y sin aviso, hundió su cabeza en ella.

Era su tesoro mas preciado, su calidez y humedad eran tan diferentes a todas aquellas con las que había estado después de su muerte. Esta era mucho más deseable, mucho más incitante, por la simple razón de que ella poseía su corazón. Muerta o no. Deseando que ella gozara antes que él, empleó su lengua para estimula su sexo directamente. Ella apretaba las piernas alrededor de su cabeza, con fuerza, negándole la posibilidad de retirarse sin haber acabado con ella. Las manos de Kenshin se deslizaban por sus piernas, su trasero, el vientre, subían a sus pechos y descendían de nuevo a sus muslos.

Los dedos de Tomoe se clavaban más y más en el cuero cabelludo de su esposo al sentir como su excitación se incrementaba con el continuo movimiento de su lengua. Frotaba su cara en contra de los labios de su sexo, llenaba su rostro de sus fluidos en lo que ella incrementaba sus jadeos sintiendo como un estupendo orgasmo estaba por llegar.

Y lo hizo.

Gritó, con lágrimas en los ojos presionó la cara de él un poco más hasta que acabó. Después, dejó caer los brazos.

Cuando Kenshin la miró de nuevo, vio con alegría la sonrisa singular que ella tenía. Como amaba esa sonrisa.

Aprovechando ese momento de quietud, terminó de desnudarse y se recostó al lado de ella. La abrazó, y la colocó encima de él.

"¿Seguimos?" Preguntó con una sonrisa, ganándose una respuesta apropiada.

Tomoe lo besó, de una forma un tanto más agresiva.

¿Saben una cosa? El Amante perfecto, no es aquel que sabe complacer a una mujer cada noche. O aquel que las conquista a diario, se acuesta con ellas solo para desaparecer al DIA siguiente.

El Amante Perfecto, es aquel que se pule constantemente con solo una persona. Que aprende todos aquellos puntos sensibles para dar y recibir el mayor placer. Aquel que sabe como tocar ese órgano tan especial que los lleva a un nivel mucho más elevado, a aquel momento en el que los dos, realmente se vuelven una sola persona.

Aquel que sabe como tocar el Corazón.

Kenshin lo sabía. Ella le había enseñado, ella le había dado a conocer todos sus rincones.

Para cuando llegaron a ese orgasmo tan deseado, Kenshin se sintió realmente parte de ella.

Que había entrado en una comunión tan perfecta, que, de haber sido posible, Tomoe pudiera ver por completo su mente y saber cuanto la amaba.

Kenshin dormía ahora, refugiado en el pecho de su mujer. Seguro y a salvo de todas las cosas malas del mundo.

¿Qué más podía pedir?

LALALALALALALALALALALALA

La presa estaba en su bolsillo. Las bombas estaban colocadas y listas para estallar. Por alguna razón se le ocurrió tener una sensación de Deja Vú cuanto fijó el tiempo en el contador de sus C4.

Era algo recurrente. Entra a una base enemiga, sabotea cosas importantes de ella. Destruye lo que puedas. Casi, podía decir, se estaba poniendo algo tedioso.

Oh bueno, estaba, claro, el pequeño detalle de unos 20 o 30 soldados apostados fuera de la bodega donde estaba, todos ellos listos y armados para convertir su cuerpo en lo mas parecido a la cruza de una coladera y un queso gruyere.

Heero sonrió. Dentro de... 20 segundos, esa bodega se convertiría en u8n mar de fuego, calcinante y brillante. Vaya, ni Duo, pirómano por excelencia, sería capaz de hacer un trabajo como ese.

Abrió la puerta y empezó a correr, apuntando las armas a cada blanco posible, soltando ráfagas de balas perforantes con sus escorpiones. Las balas entraban en las partes vulnerables de la vestimenta de los guardias, haciéndolos bailar grotescamente.

Todos caían en el suelo, con sus armas en fuego continuo. Algunas de las cuales se impactaban con el abrigo blindado y las hombreras de metal.

5... 4... 3... 2... 1...

Heero se tiró al suelo, con lo pies por delante. El impacto de la explosión lo hizo deslizarse como si estuviera en hielo. A cada cruce seguía disparando, solo para estar seguro, a los guardias que posiblemente lo pudieran molestar. Al llegar al final del corredor, cambió los escorpiones por unas cómodas Glock.

Solo tardó 2 segundos. Eso fue suficiente para que un guardia, que no había visto, lograra cargar una escopeta y disparar justo al costado del soldado. Heero, por reflejo se cubrió la cara con el brazo, y mientras el golpe de los perdigones de la escopeta lo hacían viajar unos metros hacia atrás, disparó dos veces a la cabeza de su atacante.

Ambos cayeron al suelo al mismo tiempo.

Las alarmas sonaban estridentemente, la alerta amarilla había sido cambiada a roja desde hace 20 minutos, lo que significaba que todos, TODOS los soldados en la base estaban en operaciones de S&D por un agente inglés rebelde.

Eso era... halagador para las habilidades de Heero, pero incómodo para su misión.

Por alguna razón, en las tantas vueltas, en uno de los corredores callados y oscuros, terminó en una cámara.

Cerrando a puerta y rompiendo la cerradura electrónica para estar seguros, Heero se encontró en un laboratorio.

Más de 20 cápsulas de vidrio, llenas de líquido nutriente, conteniendo algo mas que agua se alzaban frente a él.

El laboratorio del Jupongatana. El objetivo final.

"Perfecto." Susurró. Perdiendo la sonrisa momentos después.

'Algo anda mal' pensó.

Cerró los ojos y se enfocó en su oído. Levantando un brazo soltó un disparo en el aire.

Eco. Demasiado eco para una habitación ocupada de cosas.

Acercándose a una de las cápsulas trató de tocarla y... su imagen se hizo borrosa durante un segundo, hasta que retiró su mano enguantada.

Hologramas.

Por un momento pensó que se ganaba La Alianza en mostrarle eso.

¿Qué era? ¿Una prueba? ¿Acaso querían ayudarles a detenerlos?

¿O tal vez estaban tan seguros de su éxito, que no les interesaban los contratiempos tan inútiles como ellos?

Heero pasó cerca de 5 minutos observando cada una de las cápsulas, las formas que estaban dentro de ellas. Las armas que estaban acabadas y los monstruosos portadores que serían creados.

'Porque siento que hay algo aquí que yo no veo...' pensó mientras ser retiraba del cuarto.

Una cámara, tomó su imagen al dejar la habitación. En la pantalla donde rea transmitida, Trieze Kushrenada sonreía satisfecho.

Le agradaba confundirlo.

LALALALALALALALALALALALA

Reena Inverse caminaba por los pasillos del edificio Ryuzoku con la vasija de Zeross acunada en los brazos.

Saludaba de vez en cuando a los guardias, intendentes, incluso secretarias y ejecutivos que pasaban por allí. La base Ryuzoku, después de todo, era un edificio gubernamental encargado del Museo de Historia Natural del estado de Illinois.

Por supuesto, la mayoría del grueso de personas que trabajaban allí, ignoraban la realidad. Tal como pisos y sótanos restringidos, y el ocasional comando armado que de vez en cuando Zanglus lideraba. La gente solo se había acostumbrado a ello, y seguía con su trabajo burocrático sin interferir en lo que no les interesaba.

Aún así, los rostros de Reena, Kenshin y Heero eran bien conocidos, en especial por haber sido vistos en compañía de los jefes del edificio. Por lo que, como muestra de cortesía, los saludaban aunque les diera miedo los ojos dorados del japonés, un escalofrío subiera por su espalda al recibir una mirada del inglés, y notaran la falta de pecho de la pelirroja.

Sin embargo, lo que pudieron notar ahora, era un cambio difícil de explicar en la chiquilla.

Aún antes de pasar por enfrente de una oficina, los que estaban dentro sabían que iría. Al ver sus ojos inhumanamente rojos, notaban un brillo de fondo. Y la sonrisa de su cara contrastaba con la depresión que parecía haber tenido los últimos días.

De hecho, su aura parecía mas alegre.

Saludando y esquivando, Reena hizo su camino hacia la oficina de Filia.

Perdón, de Laura Davies.

Al entrar en ella, la encontró firmando varios documentos, con unos lentes pequeños para leer colocados en la punta de su nariz y con toda su atención en las palabras de los papeles.

Una organización como los Ryuzokus, no se maneja sola, y la experiencia de Filia... Laura en esas cosas era vasta. Lo suficiente como para mantenerla funcionando al margen del gobierno, cuyos fondos venían de numerosas cuentas de inversión a lo largo y ancho del globo.

Solo por si querían saberlo, Filia, en sus siglos de vida, había juntado una fortuna considerable. Aunque la mantenía dividida en miles de cuentas a nombres ficticios, solo para no desbancar a Bill Gates de su posición.

Reena se anunció con un carraspeo de su garganta y Filia levantó su vista.

"Reena, regresaste." Dijo, no sin sorpresa. Dejando en el escritorio los documentos.

"Sí. Y, venia a regresarte esto." Extendió la vasija a Filia, quien se había levantado de su escritorio para acercarse a ella. "Realmente me ha servido demasiado."

Por un momento no supo que decir, solo observó a Filia colocar con gran respeto la vasija en una estantería en una de las paredes de la oficina. Un rayo de sol le daba de lleno, haciendo brillar las partes blancas de la porcelana, y la luz desaparecía en lo negro como absorbida.

Un efecto extraño, atrayente y perturbador al mismo tiempo.

"Vi ha Zeross, y me dijo que..."

"Cualquier cosa que te haya dicho, guárdalo en tu corazón." Le dijo la rubia, antes de que Reena pudiera informar. "He vivido demasiado para entender que hay cosas que no debo saber. Que los secretos solo se revelan una vez y solo a aquellos que necesitan saberlo. Si Zeross hubiera querido que supiera lo que te dijo a ti, me lo habría contado hace tanto tiempo."

Reena asintió.

Era cierto. Esa información solo le concernía a ella. Como Hija de L-sama, y Emisario del Caos; lo que había aprendido le era necesario para cumplir su destino. Solo el suyo.

"Él dijo que aún me faltan cosas por saber. De despertar la sangre Ryuzoku de mi alma. ¿Sabes algo de eso?" Le preguntó a Filia.

"¿Sabias que Zeross y yo vivimos juntos por casi un año en Noruega? O bueno, "la tierra de las nubes perpetuas" como era conocida. Durante ese tiempo me ayudó a criar a Val, le enseñó a usar la lanza y a controlar su poder. Era extraño, un Mazoku enseñando a un Ryuzoku como usar su poder." Sonrió mientras su mente se perdía en el recuerdo. "Después de que le enseñé a hacer vasijas, se obsesionó con ellas. Le frustraba que se empleara tanto tiempo en hacer una obra de arte, solo para que fuera tan fácil romperlas y destruirlas. Él deseaba una que durara eternamente. Una que sin importar los factores externos jamás se rompiera."

¿Una vasija eterna? Se preguntó Reena, recordando la explicación de las almas que le habían dado.

"Esta la hizo usando su poder. Tomó la arcilla más pura que logró encontrar y la mezcló con agua helada. Después la secaba con fuego y la volvía a amasar con agua fría. Le dije que eso era equivocado, que la porcelana debería de ser tratada con delicadeza, y solo sonreía. Al final, coció esta vasija entre sus manos, con fuego que habría derretido el acero. Y como puedes ver, ha permanecido intacta durante estos siglos. Y confío en que será eterna."

Suspiró.

"Creo que la gente es como as vasijas. No puedes tratarlas siempre de forma tan delicada. Como el buen acero, se hacen más fuertes cuando pasan por pruebas duras. Mientras más difícil sea la prueba, mas fuerte serán. Mantén eso en tu mente."

Reena asintió.

"Filia, Zeross me pidió que te diera algo."

El primer amor es siempre él más fuerte, ¿verdad?

"¿Qué?" Dijo asombrada.

"Fi-chan." Dijo una voz conocida. No oída desde hace un largo tiempo.

Filia giró para encontrarse con la imagen de un sacerdote misterioso, con báculo en mano y ropas clericales. Le sonreía inocentemente, como ella recordaba.

"Tanto tiempo sin verte." Dijo la ilusión y se acerco a ella para besarla.

Filia, confundida, al ver a un fantasma tan a preciado se rindió a ese beso tan calido como la primera vez que se lo dieron. Abrazó la ilusión y puso todo su corazón en el abrazo y al acabarlo, se retiró para verlo de nuevo.

Un par de ojos rojos y una sonrisa avergonzada la saludaron.

"Lo siento, te lo mandaba Zeross, y tuve que…"

¡¡¡¡BAAAAAAMMMM!

LALALALALALALALALALALALALA

Gaudy escuchó lo que parecía ser una bomba o algo así. Sea cercaba a la oficina de Filia para una pequeña charla referente a las acciones que tenían de Microsoft cuando escuchó ese sonido. Siendo la persona prudente y amorosa de su esposa que era se preocupó.

Esperó que nada malo hubiera sucedido.

Antes de poder abrir la puerta de la oficina, esta se abrió. Filia salía cargando un objeto en sus manos.

"¿Qué…?" Empezó a decir el rubio cuando Filia lo amenazó con una Maza de tamaño familiar.

"No preguntes." Siseó con furia y se alejó, maldiciendo a todos los sacerdotes pervertidos del mundo.

(Solo por decir algo, en Inglaterra, un "sacerdote" trenzado estornudó, sin saber porque.)

Gaudy, miró dentro de la habitación y por un segundo se quedó sin habla.

"Bueno," se dijo. "Al menos ya se recuperó un poco."

Dentro de la oficina, Reena tenía la cabeza enclavada en el suelo producto de un mazazo de Filia.

La cual, 2 pisos mas abajo seguía repitiendo la palabra "namagomi" como una mantra.

LALALALALALALALALALALALA

Despertar de un hermoso sueño no puede ser tan malo. Pues hay algunos que son tan perfectos que su efecto dura mucho después de haber despertado.

Pero ¿Qué haces si al despertar, tu sueño esta allí, a tu lado?

Cuando Kenshin abrió los ojos encontró a su hermoso sueño a su lado. Incorporándose, dejándole ver su hermosa espalda desnuda en lo que se ponía una yukata blanca.

"¿Por qué te levantas?" Preguntó casi arrastrando loas palabras. "Creí que…"

Tomoe giró, anudando la cinta de la yukata y poniéndole un dedo en la boca para que no hablara.

"Querido Ken, ya no tengo porque estar aquí, ya hice lo que tenía que hacer."

El no dijo nada. Tratando de deducir que era lo que quería decir.

"EL ya ha dado su invitación. Así que mi labor ha terminado, pero… si así lo deseas…"

Se colocó encima de él, descubriendo sus hombros, abriendo parcialmente la yukata. Él esa posición, era mucho más sensual que estando desnuda. Sonreía, pero no de la forma tierna como antes. Esta era una sonrisa más… malvada. A falta de otra palabra.

"Tomoe…"

"Deja de llamarme así. Aunque puedo ser quien tu quieras."

La forma, el cabello, incluso la cara cambiaron. Mas madura, mas alta y de formas más grandes.

"Me… Megumi…" Jadeó de impresión Kenshin al ver a la Doctora Takani encima de él, cubriendo las partes estratégicas de sus pechos con mechones de cabellos.

"Alguien que deseabas… o alguien mas joven…" La forma se hizo más pequeña, mucho más pequeña. Compacta. De trenza muy larga y vivos ojos verdes.

Misao.

"Puedes enseñarme, con gentileza…" Misao le sonrió de forma felina y después, con una voz infantil. "Pero sé gentil, por favor…"

El cuerpo creció, solo un poco. El cabello se soltó, siendo largo y rojo intenso.

Kenshin se vio reflejado en los ojos de Reena Inverse.

"O puedo enseñarte, dada mi vasta experiencia. ¿Te parece bien? Doctor Jekill." Hasta había usado el apodo que ella usaba en ocasiones. "Reena" se quitó la yukata y se inclinó para lamer la mejilla marcada del espadachín.

Kenshin intentaba moverse, pero su cuerpo se negaba a responder. Era como si estuviera paralizado, sin poder hacer nada, mientras "Reena" se frotaba contra su cuerpo.

"Pero no. Ya no tengo tiempo. Shaby dice que ya no te necesita." El pelo se decoloró hasta ser casi blanco. Un pequeño matiz de azul celeste brillaba en algunas partes. Los ojos grises empezaban a brillar con una luz interna roja.

Roja como la sangre.

"Ya has disfrutado la felicidad efímera de una ilusión. Ahora…" La voz parcamente inocente se hacia mas grave con cada palabra. La chica pálida se sentó sobre él y acercó una delgada mano a su frente. "… ahora es tiempo de que…" Con las puntas de los dedos, trazó una línea sobre una frente que se perlaba de sudor frió.

Kenshin abrió un poco la boca, en un gemido de miedo.

"… sufras."

Abrió los ojos desmesuradamente.

Las paredes del lugar empezaron a cubrirse de sangre y la luz fue tragada por las sombras. En un momento sintió como lo arrancaban de su cuerpo para arrojarlo en otra parte. Esqueletos blancos empezaron a aparecer en el suelo, multiplicándose, formando montañas sin fin. El cielo aparecido, rojo intenso con nubes negras.

A lo lejos un bosque se quemaba.

Kenshin solo pudo hacer algo, al sentir como el dolor empezaba a atravesar su cabeza como un taladro inmisericorde.

Gritó.

"GYAAAAAAAAAAAAA."

LALALALALALALALALALALALA

Heero se detuvo de repente. Deslizando un poco sus botas sobre el concreto áspero del corredor.

Algo no andaba bien. Algo definitivamente no estaba bien.

Era como si alguien… pidiera ayuda. Pero ¿quien?

¿Kenshin?

Algo desarrollado de su entrenamiento era la intuición. Su sexto sentido le decía que algo estaba pasando.

Y debía darse prisa.

Siguió corriendo, angustiado, para ser sinceros, tratando de establecer contacto con su compañero japonés.

Desde que entraron a la sección de la base oculta, dejaron de usar la radio para evitar que los localizaran. Sin embargo, haciendo lo más que pudieron en el Monte Hiei, debían hacer una retirada táctica.

No tenia sentido ser asesinados en ese lugar a cambio de la basura que obtuvieron.

Más guardias aparecían en cada intersección, y muchos mas se extendían alrededor del área donde estaba. Solo le quedaban 4 cargadores para la Deasert Tagle y unas 12 rondas para su preciada escopeta. No era suficiente para deshacerse de todos.

Heero los evitaba, no trababa combate a menos de que fuera necesario. Por breves momentos deseó haberse llevado el cañón de rayos de su Gundam, pero los desechó después de recordar los efectos de esa arma en un espacio pequeño.

Ser un huevo frito después de un disparo no era atractivo.

Al fondo del pasillo donde estaba, una puerta estaba abierta y sin dudar entró. Cerrando y sellando la puesta con su cerradura electrónica, Heero se encontró en la oscuridad. Abriendo todos sus sentidos, incluso sintiendo el eco que sus propios pasos provocaban en la oscuridad, trataba de guiarse.

"Hola Heero" Dijo una voz en ninguna parte.

El chico se detuvo de inmediato. Conocía esa voz. Esa educada y diplomática voz…

Frente a él, una pantalla de televisión se encendió.

Y luego otra. Y otra más.

Decenas de pantallas en las paredes, techo, incluso otras más en mesas a lo largo de un amplio cuarto de vigilancia. Todas ellas mostrando un rostro sonriente.

"Trieze." Murmuró Heero al reconocer a su otrora comandante

"Sorprendido." Rieron un poco las múltiples imágenes del líder de Oz. "Lamento presentarme de esta forma, pero, espero que entienda que no estas en posición de recibirme."

"¿Qué pasa Trieze? ¿Tienes miedo de que te mate?" Dijo Heero con una sonrisa; la cual no paso desapercibida para el hombre más viejo.

"Que bien. Me da gusto ver que tu estadía con los Ryuzoku te ha cambiado. Ahora te vez mucho mas seguro. Te sientes mucho más fuerte. Eso me alegra." Cerró los ojos y asintió complacido. "Has llegado ha ser un digno rival mío."

"¿Puedes dejas de decir estupideces? Solo quiero saber si tienes las agallas para enfrentarte a mí. En este momento y en este lugar."

"Amigo Heero. Tengo las agallas para eso, pero no el tiempo. Sabes que soy esclavo de una agenda bastante ocupada. Pero no te desalientes. Se bastante bien que podré confiar ese enfrentamiento a algunas personas que, sin duda, satisfarán tu deseo de lucha."

Heero sintió que la temperatura de la habitación descendía. El contraste de las pantallas, con la oscuridad del cuarto se incrementó y un aire zumbido grave atacó sus oídos.

"Sabes, hay algo llamado Karma. Simplificando su enseñanza. Si fastidias a alguien, algo te fastidiará. Y creo que tuenes un karma muy malo. Así que, mas vale que lo enfrentes ahora."

Las pantallas se volvieron blancas en estática.

¿Un mal Karma? Parece que Trieze volvió a fumar la hierba que una vez le confisco a Zech.

Un crujido.

Y algo se aferró a su pierna.

Heero miró hacia abajo… y por un momento, se quedó paralizado.

Digan lo que digan, cuando uno ve salir de la tierra muertos vivientes, tiene derecho para asustarse por 3 segundos.

Segundos en los cuales, varios de ellos, salían del suelo como balas. Repentinamente. Los reflejos de Heero funcionaron antes de que su cabeza se negara a aceptar la realidad y empezó a disparar.

Justo a la cabeza.

De no estar tan ocupado apuntando y disparando, y si hubiera puesto atención, habría reconocido a muchos de los soldadillos que había matado en su excursión por la base. Con la diferencia de que su carne parecía podrida, los ojos enteramente blancos, las bocas abiertas de dientes amarillos y un rugido gutural.

En otras palabras: nuevamente, el autor debe pagar derechos. Ahora a George A. Romero.

Muertos vivientes. La gente de Trieze. Todos en un único deseo: cobrar venganza. O al menos desquite.

Heero disparaba y golpeaba de vez en cuando a los que estaban cerca. Sus cabezas reventando como melones maduros por un golpe cargado de Ki, o bien, por una perforante bala de Mágnum .44. Por experiencia sabía que era la única manera efectiva de hacer que dejaran de moverse.

Poco a poco, pasando por encima de malolientes cuerpos decapitados, hacia su camino rumbo a la puerta mas cercana. No se podía permitir permanecer mucho tiempo allí. Sus municiones se acababan demasiado rápido y si quería salir caminando de la base del Jupongatana, necesitaría de todas las preciadas balas que pudiera conservar.

Al diablo, son demasiados.

Colocó en automático las armas y las vació por completo. Solo se dio un instante para guardarlas en las fundas respectivas y se abrió paso a puñetazos.

Cercano a la puerta, sacó las últimas granadas y retiró los seguros, lanzando las placas de metal que mantenían a las granadas tranquilas las activó. Dos zombis intentaron arrancarle las manos a mordidas, y solo ganaron morder las granadas en lo que el chico ingles se lanzaba a la puerta abierta y la cerraba por afuera.

Con un estallido de las granadas, se sacudió el polvo de su abrigo, revisando sus brazos para comprobar que ninguna de esas cosas lo mordió. Había visto suficientes veces "Dawn of death" y "Resident Evil" como para ignorar las heridas pequeñas.

Satisfecho, siguió caminando. Solo porque debía de hacer algo.

Sus pensamientos cayeron en lo que había hecho Trieze.

Y un escalofrío recorrió su espalda.

Las cosas no marchaban nada bien. Debió permitir que Reena viniera con ellos. Su poder era necesario para enfrentarse a la plana mayor de La Alianza.

"Yui-san." Dijo una voz en la oscuridad.

Hablando del diablo.

"Shishio."

Allí estaba, en la penumbra. Vestido de yukata azul, calzado con botas de montar, guantes grises y vendas en todo su cuerpo. Ojos púrpuras brillando en la oscuridad, emanando silenciosamente poder indescriptible.

Shishio Makoto.

Por reflejo, Heero empuñó sus armas.

"¡No te muevas!" Comandó con la voz mas autoritaria que pudo encontrar.

"O si no..." empezó Shishio burlonamente mientras adelantaba un paso, esperando el disparo que atravesaría su cabeza.

Heero retrocedió.

Fue un paso inconsciente, en verdad. Un paso hacia atrás, reacción normal para alguien que tenia...

"¿Miedo? ¿Acaso me temes Yui-san?"

"No te emociones. Ese torpe de Usui dijo lo mismo, y en estos momentos te espera en el infierno." Heero amartilló las armas.

"La diferencia entre Usui y yo, es que, ese ciego inútil deducía las cosas de acuerdo a la información que le daban sus sentidos. Yo, en cambio, puedo sentir lo que tú sientes. Puedo saborear el miedo que manifiestas e intentas ocultar. ¿Por qué no me pruebas lo contrario? Dispara. Si es que puedes."

Heero estuvo a punto de hacerlo. Pero no pudo hacerlo. Lo hubiera hecho, de tener balas en las armas.

Maldición, malditos zombies.

A regañadientes bajo las armas y las guardo en sus fundas.

Shishio sonreía enseñando los dientes, avanzando un paso más y disfrutando como el joven dudaba en si mantenerse en el mismo lugar, o huir.

"¿Qué pasa? ¿Sin tus armas eres inútil? Yo se que no, se que puedes hacer mas cosas. Porque no intentas derrotarme. Si no tienes armas, hazlo con tus puños." Cruzándose los brazos, seguía sonriendo despreciablemente. "Te prometo que no me moveré. Y soy alguien de palabra."

Heero no lo pensó dos veces.

En 3 pasos feroces, cortó la distancia que los separaba, expulsó su ki al máximo y soltó un puñetazo. Su pie derecho se hundió un par de centímetros en el concreto para tener el apoyo adecuado para golpear. Gritando a todo pulmón, golpeo.

Shishio recibió de lleno el golpe en la quijada. Con una fuerza que pudo partir a la mitad una roca de grandes proporciones, y tal vez abollar la armadura de un tanque. En el instante del golpe, abrió los pies para soportarlo, y estos también desquebrajaron el piso al transmitir la fuerza.

Por un segundo, Heero se quedó inmóvil, encajando aún su puño en la cara del vendado.

"¿Eso es todo?" Dijo este, sonriendo, a pesar de tener un puño clavado en su cara. Mirando con infinito desprecio al soldado que había querido matarlo con un patético golpe. "Que débil eres."

Agarró el cuello del abrigo de Heero y lo levantó un par de centímetros del suelo. La presión de la ropa se cerraba sobre su garganta, dificultándole una respiración, que de por si, estaba bastante agitada. Inútilmente trataba de zafarze de ese feroz agarre.

"Me sorprende que logran tanto con tan poca fuerza. La próxima vez que quieras enfrentarme, primero FORTALECETE." Gritó en lo que lo golpeaba en la cara.

Heero sintió como si algo alterara la forma de su cráneo. También oyó como las fibras de resistente Kelvar se rasgaban ante la potencia del golpe y una porción considerable del abrigo terminaba en el puño cerrado de Shishio, quien no dejaba de burlarse.

De no estar tan ocupado maldiciéndose por eso, habría notado un destello dorado que caía al suelo a los pies de Shishio.

La pared detuvo su avance, solo un poco. Todo su cuerpo, entero, se hundió en la roca. Piernas, brazos, cabeza, formaron un hueco que se llenó de inmediato de piedra pulverizada.

Heero cayó de rodillas e intentó sostener su cuerpo con las manos. Fue inútil, cayó hasta los codos.

Jadeaba. No sentía dolor. Al menos no aún. No podía abrir su ojo izquierdo, y un adormecimiento desesperante se extendía por su cara. Empezaba a ver borroso. Solo su oído le dijo algo.

Se acercaba.

Haciendo un esfuerzo supremo, Heero se apoyó en su mano izquierda, la única, pues los huesos de su otra mano se rompieron al no dañar la quijada del vendado.

Sintió como el metal candente de una clase de espada le rozaba la barbilla.

"¿Qué dices si te mato ahora? Aunque si me ruegas, tal vez te de una muerte rápida."

Con un gran esfuerzo, Heero acertó a escupir a la única bota que estaba seguro que acertaría.

"Vete al diablo. Soy un soldado, estoy preparado para morir cuando sea." Dijo, sin ocultar un pequeño dejo de orgullo.

Shishio sonrió.

"Bueno," le dio la espalda y envainó su mugenjin. "No es divertido quitarle la vida a alguien que no le importa." Se detuvo a lo que Heero pudo identificar como una puerta que, o no estaba allí antes, o no la había visto.

Buscó algo en ese "cuarto" y arrojó un fardo bastante grande frente del soldado caído.

Pasaron 5 segundos para que Heero pudiera identificarlo como Kenshin.

Se convulsionaba un poco. Su boca estaba abierta y un hilillo de saliva corría por su mejilla. Los ojos abiertos y enrojecidos y varios espasmos contorsionaban sus dedos.

Parecía como si una corriente eléctrica lo recorriera.

"Himura..."

"Escúchame bien, niño." Shishio llamó su atención, ganándose la mirada llena de odio de un solo ojo. "Por ese corredor llegarán a una entrada de servicio oculta. 2 kilómetros al norte encontraran la carretera que los llevará a Kyoto. Toma a tu inútil amigo y lárguense de mi base."

"¿Qué?"

"Creo que el golpe afectó tu inteligencia. Lárguense. Largo. Fuera. Retírense antes de que cambie de opinión."

Shishio desapareció por una puerta, sin esperar a ver como Heero, vacilantemente, se echaba al "electrocutado" Kenshin al hombro y caminaba lastimosamente por el rumbo que le habían señalado.

LALALALALALALALALALALALALA

Fue algo satisfaciente.

Realmente.

Shishio se decía eso al entrar al cuarto donde Dynast y Trieze lo esperaban.

No con una cara amigable, al menos de parte del ingles.

Una larga mirada entre ambos fue una competencia para saber quien iba ha hablar primero. Pudieron pasar semanas mirándose el uno al otro sin parpadear, si no fuera por la oportuna intervención de Dynast.

"No sabia que fuera tan caritativo, Shishio-san." El joven mazoku observaba por una cámara que daba al exterior como el chico cargaba tambaleante a un fardo que debería ser Himura. Vaya, esa niña si que es salvaje. Pensó para si.

"¿Caritativo? Se engaña, Dynast-san. El que les haya permitido escapar no tiene nada de caridad."

"¿Entonces?" Pregunto Trieze frunciendo el ceño, y haciendo girar el líquido rojizo de un buen coñac de un siglo. "Dudo que sea porque no quería ser vencido. ¿O si?"

Ese comentario molestó un poco a Shishio. No le agradaba que lo tomaran de débil.

"He jurado destruir a Battousai. Al que llamaron 'El mas fuerte' durante la violencia del 'Bakumatsu' hace 12 años. A aquel que me provocó estas quemaduras. A ese, cuyo Ki, cuyo poder aumentó exponencialmente en su entrenamiento en América. Deseo pelear con alguien que pueda poner a hervir mi sangre."

Había apretado un puño frente a su cara y un aura roja lo envolvió, incrementando el tamaño de las velas que descansaban en una mesa cercana, y calentando por 10 grados el coñac de Trieze.

"Deseo destruirlo con su fuerza al máximo, y no matar a esa patética bola de carne que llevan cargando."

Nuevamente miró a Trieze, quien había tirado el costoso coñac caliente, y servido un poco mas en su copa.

"Respeto eso. Entonces ¿Por qué dejar ir a Yui? ¿Seria más cómodo para nosotros eliminarlo ahora?

"¿Eres tú, ahora, el que le tiene miedo?" Esta vez fue Dynast, quien, con un control remoto apagaba las pantallas de vigilancia.

"No. Soy práctico. En una guerra, exterminar a los débiles, solo es una manera de evitar contratiempos." Pausó. "Pero, hagan lo que les plazca." Terminó sorbiendo un poco de licor.

Por breves momentos, Dynast estuvo a punto de burlarse. Afortunadamente, una niña aparecía por la puerta.

Cephied la abrió con aplomo y seguridad. Lo que demostraba que era Ruby Eye quien controlaba el cuerpo.

Al menos por ese momento.

Sus ojos perdieron el fulgor rojo característico del Señor Oscuro y regresaron a su tono normal.

"¡QUE DIVERTIDO!" Gritó a todo pulmón mientras daba saltitos por todo el cuarto. "Me viste, papi. Si, ¿me viste?" le preguntaba a un Trieze incomodo mientras tomaba una de sus manos y la sacudía al saltar.

"Ummh, si. Estuviste..." ¿Fogosa? ¿Cómo una buena actriz porno? Era algo incomodo decirle eso a alguien que, al menos de nombre, te llamaba 'papi'. "Bien. Bastante."

Dynast observaba divertido la escena. Mentalmente llamó a su Señor, dentro del alma artificial de la niña para obtener respuestas.

Cephied se detuvo y perdió su inocencia infantil. La habitación pareció enfriarse y hacerse más oscura.

Eso fue, interesante.

La voz habló en la mente de todos.

Señor, ¿Qué fue eso? ¿por qué...? Ruby Eye no lo dejó terminar la respuesta.

Solo fue una invitación, fiel servidor. Una simple invitación.

Y sonrió, mostrando caninos gigantescos en un rostro que momentos antes era un dechado de inocencia.

Eso hizo que Cephied se viera, atemorizarte.

Hasta Shishio tuvo que reconocerlo.

LALALALALALALALALALALALALALA

"¡Alguien ayúdenme!" Gritó Heero Yui al abrir las puertas del hospital con violencia innecesaria.

Lamentablemente gritó en inglés, y hasta donde sabe el autor, el japonés se habla en Japón.

15 minutos caminando en el bosque, tambaleante con el pelirrojo al hombro. 10 minutos más por la carretera, hasta que un auto solitario pasó. Gracias a "Luchita", la cual desenfundó para amenazar al conductor que frenó de inmediato, obtuvieron un transporte que los acercó a Kyoto.

La comunicación con el Shinsen fue imposible, debido a que sus aparatos de comunicación fueron destruidos. Asi que no sabía como ubicar el famoso hospital de Takani. De nada serviría preguntarle a Kenshin, pues estaba en medio de un "mal viaje" producido por Dios sabe que razón. La única opción fue ir a parar el primer hospital que vio.

Gracias a Buda, no fue una veterinaria.

El personal medico se paralizó por segundos al ver a un Joven vestido de abrigo negro y hombreras metálicas, sostener en brazos a un sem-epileptico pelirrojo mientras gritaba en ingles.

El hecho que tuviera armas en fundas, o el japonés, espadas cortas en la espalda no les importó. Corrieron después de segundos de parálisis a honrar su profesión y prestar ayuda.

Después de dejar el pequeño cuerpo de Himura con un par de vigorosos enfermeros, Heero fue llevado a la sala de urgencias mas adecuada. Unas rápidas placas de Rayos X les mostraron una gran cantidad de fisuras en el cráneo, alrededor del ojo derecho. Un poco as, y los huesos de su mano derecha pudieron pasar por harina. Eso sin contar las múltiples contusiones profundas producto de las innumerables balas, y golpes de Futae No Kiwami que Anji le regalo.

Sorprendentemente rechazó un sedante, aunque, como era real, el dolor en todo el cuerpo era casi insoportable. Necesitaba estar lucido para planear lo que debía hacer.

A la primera oportunidad en la que lo dejaron solo, Heero se levantó de la cama donde lo habían puesto, colocándose otra bata (la que le obligaron a ponerse dejaba su espalda y el trasero al aire. Bueno para las enfermeras, malo para el.) salió al pasillo al teléfono más cercano.

De tarjeta, y el no llevaba ninguna. Recorrió medio hospital, cauteloso como si aún estuviera dentro del Monte Hiei y encontró un teléfono de monedas.

No tenía monedas, pero eso no era un problema. Con un golpe, rompió el teléfono y tomo varias monedas para marcar a los únicos que le podrían dar ayuda adecuada.

Al menos el estaba razonablemente bien.

Kenshin…

Acostado aún en una sala de emergencias, Kenshin seguía con leves convulsiones. Los doctores creyeron que no era mas que una sobredosis de LSD, tal vez heroína, o en dado caso Kerasina.

Los análisis de sangre demostraron que la sangre era tan limpia, que se la podían transfundir a un bebe. Eso si, sobrecargada de adrenalina.

Su cara estaba descompuesta. Sus pupilas estaban contraídas tanto, que sus ojos eran casi puro azul. Azul opaco, sin brillo.

10 minutos de análisis, 15 mas de observación no les pudo dar idea de lo que pasaba. Tenía heridas. Contusiones, cicatrices, y otras cosas; pero de esas no había problema. El punto es que estaba… algo.

Como en medio de terribles alucinaciones.

"Doctor Miyamoto", dijo un uniformado que se atrevía a fumar dentro del hospital. "Necesitamos hablar con usted."

El doctor aludido, estuvo a punto de correr a patadas al sujeto. Pero una mirada a sus pequeños ojos ambarinos, lo hizo pensar dos veces.

Después de un rato, una mano blanca y delicada secaba la frente sudorosa de Kenshin.

"No te preocupes Ken." Le susurró, consiente que no la podía escuchar. "Nos encargaremos de ti."

Megumi Takani asintió a un par de hombres altos, vestidos de negro, y estos tomaron al pelirrojo semiepileptico en brazos y se alejaron sigilosos, en lo que Saito y sus hombres entrevistaban al doctor pidiendo detalles de lo que pasaba.

Una ambulancia privada esperaba en la entrada de emergencias. Aoshi y Sanosuke dejaron a Ken en una camilla y dos enfermeros lo subieron al vehiculo.

Hiko salió también de la entrada, cargando en el hombro a un Heero inconsciente. (Hiko le había dicho que el le ayudaría. Heero dijo que el podía solo, pero como no tenían tiempo… Hiko casi le emparejo el lado izquierdo de la cara con un golpe sorpresivo. Kempo No Battoujutsu.) Decir que lo arrojó dentro habría sido exagerado, pero se acercaba.

Hiko tenía una exposición pronto, y no podía perder mucho tiempo.

Circulando en la noche. La ambulancia llegó al Hospital Takani 5 minutos después. El mejor equipo de médicos tomaron en sus manos a los dos agentes para darles el mejor tratamiento medico que se podía encontrar en Kyoto.

Solo a Heero le pudo servir de algo.

Kenshin… el estaba muy lejos de esa clase de ayuda.

LALALALALALALALALALALALALA

Oscuridad.

Goteo perpetuo.

Resplandor.

Grito desesperado.

Calor sofocante.

Carcajada maniática.

Clamor de ayuda.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

LALALALALALALALALALALALALALALa

Su cuerpo era calmado. Inerte. Los sedantes, lo habían dejado en un estado cercano al coma. Los ojos aún estaban abiertos, aunque vacíos. Lejos estaba ese azul intenso, o el furioso dorado. Solo eran los ojos de un muerto, aunque respiraba calmadamente.

LALALALALALALALALALALALA

'¿Te duele?'

'Puedo hacer que te duela mas…'

Dolor.

Dolor.

Dolor.

'Pero no es divertido hacerte sufrir solo a ti.'

'¿Por qué no consigo algo de compañía?'

'Los gritos de una mujer, son mucho mas divertidos.'

No.

No.

Ella no.

Déjala.

¡DEJALA!

Hiten Mitsurugi. Hi Ryu Sen.

¡Kenshin! ¡Espera! KENSHIIINNN!

¡¡TOMOE!

'JAJAJAJAJA ¡La mataste de nuevo! Baka. La mataste de nuevo. Jejeje. ¿Quieres que el chico la acompañe?

No te atrevas. ¡No te atrevas Battousai!

'¿O que? ¿Me detendrás? No eres capaz ni siquiera de salvarte a ti mismo. ¿Realmente crees poder salvarlo? Intenta.'

Oooooooooo. ¡Air Valm!

'Patético. Bomb di wind.'

¡Aaahhhhhhh!

'¿Lo ves? Eres tan patético. No lograras evitar que…' Fssssth. '…haga lo que quiera.'

Tud.

No. No. Mi hijo. Yahiko. Yahiko.

'Sigue sufriendo, Baka. Esta vez, no me retiraré.'

SUFRE

Aaaaaaaaaahhhhhh!

'JAJAJAJAJAJAJAJAJA SUFRE, SUFRE, SUFRE. HAHAHAHAHAHAH'

Dolor.

Dolor.

Tristeza.

Impotencia.

Dolor.

Culpa.

Dolor.

Furia.

Dolor.

Sufrimiento.

Dolor.

Angustia.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

Dolor.

LALALALALALALALALALALALALALALALALA.

"Suminístrele otros 10 ml." Ordenó la doctora Takani, al enfermero que custodiaba la camilla.

En su opinión medica, Kenshin no debía ser movido por ningún motivo hasta saber que clase de droga habían usado en el, para provocarle tan tremendo "mal viaje". Los exámenes de sangre, orina (la que sacaron a la fuerza) y otros exámenes mas, no mostraban nada.

Era imposible, a menos que al fin, un golpe lo suficientemente fuerte en la cabeza le haya dañado.

Heero tenía una razón. Ridícula, a decir verdad. Pero a esas alturas, ya era necesario creer en lo que fuera.

Una llamada a Chicago fue suficiente para saber. Kenshin Himura estaba maldito.

Por eso era tan necesario el traslado. Solo con los Ryuzokus, podrían encontrar la forma de romper con ella, y salvarlo.

Si le quitaba los sedantes, la adrenalina se desbordaba en su sistema. El corazón se aceleraba a ritmos insanos, la presión sanguínea aumentaba amenazando con una embolia, un derrame cerebral o solo Kami, sabía que cosas más.

Costo trabajo aceptarlo, pero era verdad.

Takani Megumi suspiró en resignación, después de dar instrucciones adecuadas al personal que escoltaría el comatoso cuerpo de Kenshin en el LearJet de Hiko.

Al salir saludó a un vendado Heero, que aparentemente dormía en un asiento cercano a la puerta de desembarco.

Tenía una mano en el pecho, no porque le doliera, sino por algo peor.

No estaba.

Ya no la tenía.

Recordando, relacionando, supo que pasó.

Shishio lo agarró del cuello de su ropa. Y con el golpe lo arrojó lejos. Agarró la cadena también, rompiéndola, dejando caer la cruz de Reelena en el suelo de la base del Monte Hiei.

La Cruz que Reelena le había regalado.

La que representaba sus promesas, sus intenciones, y sus planes.

Estaba perdida.

Heero cerró los ojos ferozmente. Frustrado, enojado consigo mismo.

¿Y ahora?

No pudo saberlo. Estaba tan cansado, que se durmió antes que su cabeza le diera una solución.

Y algo era seguro.

Reelena no estará muy contenta por eso.

LALALALALALALALALALALALALA

Por una de las ventanas, un par de ojos rojos miraba a la negrura de la noche. El vidrio de la ventana reflejaba sus facciones algo infantiles y los ojos bien abiertos, admirando la oscuridad salpicada de pequeñas estrellas. A lo lejos una solitaria luna teñida de rojo se levantaba en el horizonte.

Cephied sonreía ante eso.

Dentro de ella, Shabranugudú también.

La puerta se abrió y un furioso Dynast entró a la habitación. A esas alturas, había congelado a más de una docena de estúpidos guardias de "seguridad" que no tenían en claro que significaba esa palabra por cierto.

Uno de los intrusos, el muchacho Heero, de seguro, había logrado entrar en la bodega de seguridad donde guardaba una de sus piezas más importantes en su plan maestro.

Señor. Lograron robar la Piedra del Sabio. Dijo, rugiendo mentalmente.

"¿Verdad que es una luna muy bonita, Dynast-chan?" Preguntó Cephied sonriendo cálidamente, haciendo que su rostro se iluminara con esa sonrisa.

El robo de la Piedra, nos dificultará el proceso de resucitación. Debido que...

"Me gusta como se ve. Tan grande y roja. Y las sombras que forman una linda cara. O un conejito."

Dynast contó hasta diez en su mente.

"Estamos en problemas y solo te preocupa como se ve..."

¿PORQUE EN PROBLEMAS? DYNAST.

La voz de Sabih, de repente sonó demasiado fuerte. Calmada, eso si, pero también grave e intimidante.

SOLO TE QUITARON UNA PEQUEÑA PIEDRA. ESO NO TIENE IMPORTANCIA.

Le recuerdo señor, que esa piedra es un amplificador de poder. Eso haría que su resucitación fuera más rápido. Esto solo nos va ha atrasar.

TE EQUIVOCAS. LA PIEDRA NO ES TAN IMPORTANTE. NO CUANDO TIENES EN TUS MANOS UNA FUENTE DE PODER ADECUADA.

Disculpe. ¿qué clase de fuente?

El rostro de Cephied se transformó en una sonrisa grande, con los ojos brillantes resplandeciendo en la penumbra.

UNA FUENTE BATANTE APETECIBLE QUE ESTARÁ EN NUESTRAS MANOS. EN CUANTO RESPONDA A NUESTRA INVITACIÓN.

Y se rió.

Sus carcajadas resonando en la cabeza del Dark Lord, mientras el cuerpo de la pequeña muchacha se convulsionaba riendo sin ruido.

La invitación estaba hecha.

Solo había que esperar a que respondiera a ella.

LALALALALALALALALALALA

En el Proximo Capitulo:

Reena se ve obligada a interferir en la mente de Kenshin para salvar lo que queda de ella. Kenshin se enfrenta a Battousasi por la supremacía en su cuerpo. ¿Logrará vencer, o será destruido por el demonio creado por su propia mente?

Reena tomará una decisión sobre su propia vida, y su relación con los demás.

Todo esto y mas en "Sanando Heridas" El próximo capitulo de La Alianza.

LALALALALALALALALALALALALALALA

N.A. Antes que nada, debo sugerirles que lean también la historia La Alianza Omake: Battousai Vs. Ruby Eye; para que puedan captar lo que pasa en el siguiente capitulo.

Aunque el concepto es mío, una buena amiga y genial escritora la hizo (su mayoria): Suisei Lady Dragon. Aunque les advierto que contiene YAOI (un poquillo) conviene que le den una checada para que sepan lo que pasó en la cabeza de Ken, momentos antes de que Cephied lo maldijera.

De hecho, como dato, Suis fue la que le dio esa personalidad a Cephied, pues escribió esto, antes de que yo acabara con el Episodio I.

GRACIAS SUIS!

En otros asuntos, Gracias a Mi-io; Angel Nemesis, Gaby(hyatt, Elena, todos. Contestación, por e-mail en cuanto pueda.

Tambien quiero agradecer a Anita-sensei (Miyuki Kobayakawa) y a Blankis (Blankaoru) por darme una mano en el Lemmon. Sus consejos y guía me fueron muy utiles. (Sobre todo a Anita, pues Ken y Tomoe no es la pareja de su predilección)

Ya vi Episodio III, y fue satisfaciente. Esperaba que el respirador andante pareciera mas tiempo, pero esa masacre de niños Jedi acabó por borrar ese disgusto. Agradezco que no fuera un bordio, sino que, al menos para mi, fue buena.

Si alguien no la ha visto, haganlo, y después preparense a ver "La Guerra de los Mundos" con mi cuñado (uno de tantos) Tomas Cruz. Adaptación de una de las mejores obras de la SiFi, por el maestro Wells.

Yo por mientras, me estaré deleitando con "La saga venganza" de RK, "The Vision of Escalfowne" y "KND Los chicos del Barrio"

Hasta luego.