N. A. Disculpen la tardanza y la falta de comentarios. La falta de tiempo me esta matando.

LALALALALALALALALALALA

El fuego danzaba al ritmo de las lentas palabras del dirigente Inglés.

Kommen.

Estaba en el centro de un círculo de invocación, con runas a su alrededor y vestido con una toga negra que hacía destacar el tono pálido de su piel.

Kommen.

Hergekommen, quälen der dunkle Schatten, der von den anderen getragen wird. (Ven aquí, sombra oscura nacida de la tortura ajena.)

Las líneas del círculo de invocación comenzaban a brillar en lo que el fuego cambiaba de color, haciéndose azul, incrementando su calor y extendiendo sombras en todas partes.

Dynast estaba cerca, supervisando la invocación. Cephied estaba a su lado, agarrada de su brazo, con una expresión de fascinación por la mirada peculiar que Trieze tenía en ese momento. Estaba como en trance. Casi, como si sus ojos estuvieran viendo mas allá de lo que tenían en frente. Lejos, en lo que sucedía a kilómetros de distancia.

Ich rufe zu Ihnen von der Dunkelheit zu dem hervor, den Sie zu meinem Anruf gehen. (Te invoco desde la oscuridad a que respondas a mi llamado.)

El brillo de las líneas de los círculos se fue haciendo mas y más intenso, desprendiendo partículas de luz que flotaban como polvo movido por un invisible viento. Rodeaban el cuerpo de Trieze, transmitiéndole la energía necesaria para terminar su ritual.

Kommen.

Shishio hizo coro a esa petición, recargado en una pared algo alejado de Trieze. Miraba con profundo interés como el polvo amentaba su velocidad, agitando la túnica y el cabello de su Aliado, en lo que un Ki intenso aparecía de ninguna parte.

Kommen.

Dunkler Mord von der Hölle, reagiert meine Anrufe (Asesino oscuro del infierno, responde mis llamados.)

La energía aumentaba, se podía palpar. Era tanta, que los ojos de Trieze empezaban a brillar en color rojo, y sus pies poco a poco, se separaban del suelo. El viento aumentaba, arrastrando polvo y cenizas de las antorchas azules.

Pequeñas motas de luz roja, rodeada de un aura negra, se reunían desde ninguna parte, hasta el centro de la habitación, sobre la cabeza de Trieze. Este levitaba, se elevaba lentamente en lo que seguía enfocando su poder en la invocación, trayéndolo desde otro plano, juntando su esencia malvada.

Kommen.

Durch die dunkle Energie des Karminroten Auges, Nehmenform in meiner Hand (Por el poder de Ruby Eye, toma forma en mi mano)

Las motas se reunieron, en una esfera roja de aura negra. Un par de "ojos" dorados parecieron, mirando fijamente los ojos relumbrantes de Trieze, y gentilmente, esa esfera se posó en su palma extendida.

La esfera se solidificó, cambiando de forma. Larga y curva. En instantes, una Katana negra se materializó en las manos de Trieze, quien poco a poco, regresaba al suelo firme.

Tan débil, que cayó de rodillas, tirando la espada.

El cuarto entero, regresó a la normalidad.

"¡Papi!" Gritó Cephied alarmada, soltándose del brazo de Dynast y corriendo a ayudar al fatigado y jadeante Trieze.

"Estoy bien. Estoy bien." Repitió, sintiendo una opresión en el pecho. Un dolor lacerante en su corazón forzado al límite.

"Calma papi, no te preocupes." La chiquilla puso ambas manos en los hombros del inglés, transmitiendo su energía.

Él gritó de dolor. El flujo era intenso, como si alguien inyectara aceite hirviendo en sus venas lentamente. La "sanación" de un Mazoku no era algo muy bonito que digamos. Y, a pesar de sentir que sus fuerzas se recuperaban, el dolor era un castigo bastante pesado.

Shishio y Dynast solo observaban con ligeras sonrisas sádicas en la boca.

Un minuto pasó. Trieze, recuperado se ponía de pié, mirando a los ojos de Cephied con una sonrisa extraña.

Sus pupilas alargadas, inicio de una transformación más profunda.

La chiquilla, rompió el contacto visual y tomó la espada, sosteniéndola como si fuera un juguete delicado. Con breves saltitos entusiasmados caminó hacia Shishio.

"Shishio-chan, ¿podría hacerme un cuerpo para esta espada? Por favor..." Suplicó con ojitos grandes. "Por favor por favor por favor..."

"Le diré a Yumi que lo haga. Será un detalle bastante interesante." Y tomó la espada.

Una ola enorme de emociones negativa lo golpeó de improvisto. Lo poco que le quedaba de humano sintió pánico de inmediato. Su lado oscuro, en cambio, se excitó.

"Sí. Ahora entiendo..." dijo por lo bajo.

"Supongo que ha respondido a su invitación, Señor." Preguntó Dynast, interviniendo por primera vez en todo.

Cephied perdió su falsa inocencia, tomando un aura mucho más malvada que los tres juntos.

"Así es. La ha respondido..." Dijo, con una terrible voz gutural. Y la risa. Una terrible y demoníaca risa.

LALALALALALALALALALA

La Alianza

Capitulo 15. "El retiro y el reemplazo"

"Matamos lo que amamos...

...lo demás, no ha estado vivo nunca."

Rosario Castellanos.

LALALALALALALALALALALA

El metal ambarino giró libremente cuando Shishio lo sujeto por la dorada cadena. La superficie pulida, desprendió varios reflejos los cuales daban algo de vida a las blancas vendas de su rostro. El vendado sonreía, bastante complacido, recordando como le rompió la cara a ese agente. Lo satisfaciente que había sido verlo enterrarse parcialmente en la dura pared y la mirada retadora que le dio, cuando rozó su barbilla con la ardiente Mugenji.

Fue un buen episodio.

Y ahora, uno de sus hombres, le había llevado eso. Cosa que recogió en el mismo lugar donde tuvo su pequeño encuentro, cosa que entregó a manos de Shishio.

Una pequeña cruz de oro.

Sonriendo, se colocó la cadena alrededor de cuello, ostentando ese trofeo a un triunfo injusto. Quedó parcialmente oculta por los pliegues del Kimono azul, destellando un poco por la leve luz de la habitación.

No escuchó la puerta abrirse.

"Y no nos dejes caer en tentación..." Dijo Dynast entrando y observando inmediatamente el nuevo adorno de Shishio.

"... sino líbranos de todo mal." Completó el vendado con una sonrisa.

"No creí que fueras un creyente. Te veía mas como un Budista trágico, no como un cristiano corrupto." Dynast se sentó en un sofá frente a Shishio, quien no pudo reprimir una leve carcajada de burla.

"No creo en los dioses. Lo único en lo que creo es en el poder, y en como conseguirlo. Imaginé que lo supondrías."

"Se me hizo extraño que faltaras al reporte de Gendo. Ese hombre ha hecho maravillas en nuestros planes." Dijo el Dark Lord, cambiando de tema.

Gendo había logrado, junto con los consejos de una tal Naoko Akagi, potenciar la capacidad de la computadora del Jupongatana hasta el grado de conjuntar perfectamente el DNA necesario para los portadores. Con eso, las Armas, que estaban ya terminadas, solo esperaban una piel de Oliharcón sintético. Eso fue recibido por saltos emocionados de Cephied, la sonrisa orgullosa de Gendo y Yumi, el asentimiento corto de Sherra y la frialdad habitual de Dynast.

Shishio se había tomado el lujo de faltar a ese reporte.

"Tuve... cosas más importantes que hacer." Dijo Shishio, inconscientemente acariciando la empuñadura de su pesada con la mano enguantada.

"¿Mas importante que enterarse del avance de nuestros planes?" Dynast parecía sorprendido, pero Shihsio lo conocía lo suficiente como para saber lo que pasaba por su mente.

"Si. Creo que es mas importante saber cual es la finalidad de TUS planes." Shishio se puso de pié y caminó a una pequeña mesita con un objeto cubierto por una tela negra. "Me resultó bastante educativo este libro que encontré en la biblioteca. Creo que su General lo dejó allí." Quitó la tela, revelando un antiguo libro empastado en cuero de un animal extinto. Un signo extraño cubría la tapa con runas a su alrededor. A pesar de ser de color rojo oscuro, parecía que tragaba la luz a su alrededor.

"Veo que Sherra olvidó guardar 'El Sánscrito del Caos" de nuevo." Dijo Dynast bastante tranquilo. "Me sorprende el hecho de que haya podido leerlo. El Idioma en el que se escribió murió antes de que la raza humana tuviera inteligencia."

"Eso no tiene importancia. Lo que si la tiene, es esta parte. Explícame porque, cuando nos tradujiste la profecía de Ruby Eye, dijiste que Él traería poder a sus leales. Siendo que..."

"¿...Sumiría el mundo en el caos?" Dynast se había puesto de pié, caminando un poco y dándole la espalda a Shishio. "Piensa inteligentemente amigo Shishio. Presentarme ante ustedes y proponerles destruir el mundo no habría sido inteligente. Finalmente este mundo se va ha destruir, de una forma u otra. Tu visión del dominio del mundo no es mas que un Infierno gobernado por un Diablo que serías tu. El de Trieze, una sociedad totalitaria con él como un Hitler con buen gusto. Al final, ambos mundos acabarían en la cloaca."

"Prefiero un mundo dominado. No tiene sentido destruir algo de lo que puedo sacar el provecho."

"¿Así que intentarás detenerme ahora? ¿Usarás tus poderes que has obtenido a través de mí y me matarás?" Dynast, pasivamente se burlaba, plenamente conciente de que Shishio sabía que eso era imposible.

"Tal vez..." Dijo el vendado sorbiendo algo de vino. "Si jamás pruebo mi poder, ¿Cómo se que no soy más poderoso que tu?

Sacó la espada girando a la vez. Un fulgor calcinante brotó del delgado filo aserrado de la Mugenji. Un arco de luz roja que fácilmente habría partido a una puerta de acero avanzó fugazmente hacia Dynast.

Si preocuparse, no movió ni un solo músculo.

Un campo de fuerza compuesto de varios hexágonos concéntricos apareció, deteniendo perfectamente el ataque repentino del vendado, quien no estaba muy contento.

"¿Sabes algo? La ambición es una cualidad de los humanos en la que puedo confiar." Con un gesto paralizó a Shishio, quien solo era capaz de mover los ojos en sorpresa. "Pero en ocasiones, ser humano es una desventaja muy grande para los planes. ¿No crees, Makoto Shishio?"

Otro gesto con la mano y lo hizo parase erguidamente. Aún sujetando la espada fuertemente. Los ojos estaban totalmente abiertos en sorpresa. Y aunque Shishio intentara negarlo. En temor.

"El ser humano es tan débil. Su físico es tan... mortal. Aunque ese sacerdote diga que son superiores a nosotros porque tienen un alma, no dejan de ser tan débiles y patéticos." Lo miraba con la vista fija. Con su mente cerrando su garganta. De nuevo. "Sin embargo, tenemos que estar agradecidos, pues son los humanos los que nos dan de comer. Su dolor, miedo, pánico, tristeza. Todas esas gloriosas sensaciones que nos alimentan."

Shishio empezó a levitar, con la garganta aún cerrada. Dynast se le unió, teletransportándose a su espalda. Colocó una mano en el hombro del vendado y se pegó a él, hablándole casi seductoramente a la oreja.

"¿Quieres que me alimente de ti?"

Un golpe hizo tronar sus vértebras.

La boca de Shishio se abrió en un mudo grito. El puño de Dynast se hundió, en plena columna, en las vértebras de la cintura.

"Dolor. Puedo compararlo a algo ligeramente ácido. Es levemente electrizante."

Un golpe más. Solo que esta vez giró el puño.

"Odio. Es algo... amargo. Compáralo con un buen café. Es excitante."

Otro más. Solo que esta vez lo hizo con las duras y afiladas puntas de los dedos. La piel de Shisho cedió, permitiendo el paso de ellos a su interior. Algunas gotas de sangre oscura brotaron, manchando la ropa de Dynast.

"Frustración. Es mas agradable. Algo dulce, ligeramente picante. Aunque lo mejor para mi es la impotencia, ¿sabes?" La voz de Dynast era tan tranquila. Como si no estuviera torturando a un aliado suyo.

Un golpe mas, con plena fuerza. Las piernas de Shishio colgaron flácidas cuando su columna se rompió, provocando un indescriptible dolor en todo su cuerpo conciente. Dejó de hacer ademanes de gritar. Su boca estaba permanentemente abierta y sus ojos tenían poco para salirse de sus orbitas.

Dynast se alejó un poco de Shishio, viendo como la sangre caía en chorros al suelo al haber perforado arterias principales en su espalda.

"Aún eres muy humano." Dijo por lo bajo, casi pensando. "Es una ventaja en ocasiones, pero si realmente deseas obtener poder, no puedes ser tan frágil." Mentalmente giró el cuerpo de Shisho, con lo que ambos quedaron frente a frente. "Si me permites... podré acercarte más a lo que crees."

Se acercó. Sonriendo maquinalmente. Tomó el endeble cuerpo del vendado por un hombro en lo que sostenía la cabeza con a otra y la hizo a un lado, dejando el cuello libre.

"Solo estarás a un paso de tu meta final." Dynast abrió la boca, revelando colmillos demencialmente largos y mordió.

La Mugenji resbalo de los dedos de su dueño y se encajo en el piso.

Callados gemidos de una garganta cerrada sonaron en lo que Dynast bebía mas y mas de la sangre de su aliado. Gotas e hilillos de sangre escurrían por la herida en lo que los espasmos de una persona moribunda atacaban el cuerpo del vendado.

Al final, Shishio cayó al suelo, inútil como un saco de papas.

Dynast rugió al tener un acceso de poder, cambiando su forma a la de un ser oscuro, grande. De ojos resplandeciente y cuerpo deforme.

Aun no morirás Shishio. Hasta que sea la hora. Los ojos del aludido estaban vacíos, moribundos. "Mientras tanto, tu alma se irá consumiendo poco a poco, para que al final, seas uno de nosotros."

Con la mano extendida, cubrió el cuerpo de Shishio en llamas negras. Crecían consumiendo algo que no era carne ni sangre.

Dynast Grausherra dejó a Makoto Shishio, en un infierno particular, para que se acercara a su poder anhelado.

LALALALALALALALALALALALALALA

Tiempo después. Varias horas después, una risa gutural emanaba de ese cuarto.

LALALALALALALALALALALALALALA

La luz le lastimó bastante a los ojos, tanto, que tuvo que cubrirlos con su mano antes de poder acostumbrarse a ella.

Se sentía... bien. Tranquilo y en paz.

Kenshin Himura se incorporó en la cama de la enfermería con una sonrisa pacífica en la cara, sabiendo que al fin estaba solo.

Totalmente solo.

Como debía de ser.

LALALALALALALALALALALALALA

La medalla daba vuelta mientras Heero jugaba con la cadena. Las pequeñas piedras preciosas destellaban cuando la luz incidía en sus caras pulidas. La medalla reflejaba la luz en su superficie dorada, impregnándosele en la retina y formando continuas sombras con la letra "R" en cada giro.

Heero estaba sonriendo, casi inconscientemente.

La hinchazón de la cara era un recuerdo ya. Al igual que el dolor sordo de su hombro que lo acompañó durante varias horas, recordándole que debería ser mas tierno con la mujeres indefensas. Así también las experiencias de la batalla en Kyoto. Que lejano parecía esa tensión y la derrota cuando se encontraba seguro en ese lugar.

Mejor aún, Kenshin estaba mejor. Aparentemente curado en todos los sentidos.

Se durmió durante la mitad de la explicación del Psicólogo residente de los Ryuzoku. Pero se enteró de lo necesario como para saber que Battousai se había ido. Solo existía Kenshin. Tal como debería ser.

Obviamente, el Psicólogo y sus asistentes se paraban el cuello, expresando a todos que eso fue gracias al tratamiento intensivo de Drogas, tranquilizantes y una clase de hipnotismo por correspondencia.

Pero el verdadero motivo de su milagrosa recuperación fue Reena, quien de alguna forma logró ayudarlo.

Cuando Heero al enterarse de que Kenshin había despertado, ayudó al personal de seguridad a buscarlo. Tardaron algo de horas, hasta que por casualidad pasó por el gimnasio del piso 13 y vio como Reena salía de allí, con las mejillas húmedas y algo... triste. Al verlo, ella sonrió un poco y desapareció de su vista. Heero entró al gimnasio y encontró al pelirrojo durmiendo pacíficamente, en medio del cuarto.

Siendo sinceros, Kenshin ya no le preocupaba, era más que suficiente sentir en su Ki que algo había cambiando para mejorar. Era Reena ahora la que le llamaba la atención. Desde ese día se mostraba mas apagada. Mas ensimismada, en especial cuando estaba sola. Reflexionando en sabrá Dios que recuerdos con un semblante melancólico a cada rato.

Era raro, pero, honestamente, eso la hacía verse muy linda. Suspiró inconscientemente.

"Reelena." Dijo una voz suave.

"¿Qué?" Dijo sobresaltado el agente ingles.

Reena estaba allí con una toalla en la cabeza húmeda y las manos entrelazadas cómicamente frente a su cara con unos ojos grandes y vidriosos. Se asemejaba a una dulce monja elevando una piadosa plegaria. A Heero le brotó una enorme gota de sudor en la cabeza de vergüenza. Musitó un "Ya déjame" haciendo que la cara llena de ternura y anhelo se transformara en una sonrisa victoriosa.

Era bastante difícil hacer sonrojar a Heero Yui.

"¿Y? ¿Al fin me dirás quien es Reelena?" Le preguntó Reena, sentándose al lado de Heero y frotando su cabello con la tela absorbente. "Ya me canse de verte pensando profundamente y susurrando ese nombre a cada rato, sin saber quien es."

Heero dudó un momento en contestar.

Estaban en los vestidores del piso 13 fuera de las duchas. Por alguna razón, se habían acostumbrado a verse mutuamente en ropa interior. Heero en su frialdad inglesa (y entrenamiento militar) y Reena en su poco/casi nulo interés en los hombres, generó una atmósfera de confianza donde dejaron de verse como miembros del sexo opuesto, para ser simplemente compañeros.

Esto no quitaba el pudor común. Heero soportó cabello, cejas y pestañas quemadas varias veces que se equivocaba de ducha y entraba de casualidad a la de Reena. Reena... bueno, ella obtuvo unos buenos cameos del entrenado cuerpo de un piloto Gundam.

Así que eso explicaba el porque no había ninguna inconveniencia en encontrarse en modestas y conservadoras prendas interiores.

Bueno, eso no pensaba Heero.

"Reelena es... era, la razón por la cual empecé la misión. Ya sabes, matarte y destruir este edificio. Se supone que sería mi misión de retiro con la cual regresaría a Londres y terminaría la escuela. Y tal vez viviría con ella o algo por el estilo." La última frase sonó bastante forzada, como un sueño perdido u olvidado. "Sin embargo, creo que a estas alturas... je... supongo me habrá olvidado o... no se."

"¿La quieres?" Le preguntó Reena al detectar algo de derrota en esa voz.

'No lo sé. Creo que... no lo se.' Pensó Yui al hacerse a si mismo esa pregunta.

Por muy sonada que fuera la frase "han pasado tantas cosas", realmente se aplicaba en su caso. En el puente, allá en Londres, cuando sentía que su mundo se derrumbaba en pedazos tras la muerte de sus amigos y compañeros de armas, la imagen de Reelena era lo único que le brindaba esperanza. Y, bueno, fue a su casa con la intención de hacérselo saber, de desahogarse. Ella le había abierto las puertas, le había permitido entrar a su corazón y él hizo lo mismo con ella. Por esa noche, llegó a ser lo más importante en su vida. Tanto que se arriesgaría a morir, con tal de tener la oportunidad de pasarla el resto de su vida con ella.

Y como siempre había un pero.

Pero las cosas, las circunstancias cambiaron drásticamente. Se dio cuenta de que había cosas mucho mas grandes trabajando a su alrededor. La Alianza buscando la destrucción del mundo entero, sus nuevos compañeros y su nuevo poder. Toda la desesperanza que había tenido allá en el puente, ahora parecía tan lejana, casi inexistente. Los intensos sentimientos que lo embargaron mientras estaba con Reelena, los buscaba ahora y, aunque pueda parecer feo, batallaba para encontrarlos.

Había otra cosa. Había algo mas. Estaba...

"Kenshin partirá Kyoto en dos días. ¿Sabias?" Reena había percibido la pausa en la conversación, la duda y la reflexión en los ojos del chico. Generosamente cambió de tema, mientras se sentaba a su lado ajustándose una camiseta sin mangas, y sacando a un serio Heero de sus reflexiones profundas.

"¿Como?" Dijo el inglés después de un rato de desconcierto, hasta que su cerebro analizó la información y logró responder. "Creí que no aprobarían su deserción."

"Oye, Deserción, es una palabra muy fuerte." Reena le dio un pequeño codazo de desacuerdo a Heero, quien terminaba de meter las piernas en su pantalón

"Así llamo yo a aquel que abandona a sus compañeros y a su misión."

Kenshin, después de su despertar, y de haber pasado un par de días separando y meditando, había llegado a la concusión de que ya no podía ser parte de los Ryuzokus. Ni del Shinsengumi. Es mas, de ninguna organización.

Los Ruzokus, basándose el las perturbadoras imágenes que Filia vió, y el reporte de lo sucedido por Reena cuando expulsó al Mazoku-Battousai; consideraron la extraña petición de Kenshin.

Sobre todo su razón. "Sin Battousai, no puedo pelear. No deseo pelear." Había dicho. Después de consultarlo junto con Hiko, vía Teleconferencia, aprobaron el retiro de Ken, lo cual este agradeció humildemente.

"Heero, tu no viste su mente. No tienes idea de la forma en la que sufría, a pesar de la estabilidad que mostraba con nosotros. Battousai era un demonio que lo torturaba a cada rato, aunque aparentemente lo había dominado. Creo que "Descanso" es la palabra adecuada. Después de lo que ha vivido crea que sinceramente se lo merece."

Heero no dijo nada. Asimilando eso.

No estaba realmente convencido de eso. Era de la opinión que, sin Battousai, Kenshin tenía muchas mar razones para seguir peleando, y evitar que el sufrimiento tocara a otros. Pero, bueno, si Reena lo decía... posiblemente tenia razón. Después de todo era la voz de la experiencia

"Supongo que tienes razón. Todos merecemos un buen descanso y buscar la felicidad. ¿O no?"

Reena ató las agujetas de sus botas y sonrió al escuchar eso.

"Si. Todos lo merecemos." Se puso de pié y juguetonamente golpeó el brazo de Heero. "Mientras tanto creo que dedicaré todo mi tiempo a entrenarte, Heero-kun."

"¿Mas?" Exclamó Heero cerrando el cinturón y terminando de vestirse, metiendo la cadena con la R debajo de su camisa. Una pequeña gota de sudor escurrió por detrás de su cabeza. "¿Kenshin renuncia y yo recibo un castigo?"

"Bueno, si quieres que te vuelvan a romper la cara..." Dejo la frase suspendida en lo que mostraba una sonrisa picara, apreciando como Heero se sonrojaba de vergüenza.

"Touché." Dijo rendido. "Creo que no tengo mas opciones, ¿verdad?"

Reena negó con la cabeza y cerró su locker.

"Bueno, tengo hambre. ¿Quieres ir a comer? Yo invito."

"Gracias a Dios, tu crédito es mas amplio que el mío. No alcanzaría a pagar ni siquiera los entremeses." Dijo por lo bajo Heero, ganándose otro codazo, aunque mas fuerte.

Inconscientemente, casi, a decir verdad, pasó un brazo sobre los hombros de la chica.

Realmente no supo porque.

Aunque Reena, no se quejó.

LALALALALALALALALALALALALALA

"¿Ya llegamos?" Dijo una voz fastidiada en la oscuridad

"No." Respondió otra, mas fastidiada aún.

Minutos después.

"¿Ya llegamos?"

"Noo"

Medio minuto después.

"¿Ya llegamos?"

"¡Que no!"

Segundos después.

"¿Ya ll...?"

"¡Vuélveme a pregunta eso, y te quitaré el orgullo con esa hoz que cargas!"

Momentos después.

"¿Ya llega...aaaa? ¡¡¡¡AAAOOOOUUUUCH!"

"Te lo ganaste."

El chico alto, sobó su cabeza, sintiendo como un chichón de tamaño de una naranja crecía a velocidad espeluznante. Vale pues, la hizo enojar. Pero se pasó de la raya.

Menos mal que la hoz térmica estaba apagada. Porque si no...

"Ya llegamos." Anunció la chica de cabello oscuro, cuando llegaron al final del camino. Una pared de piedra bloqueaba el corredor. Estaba pintada, tenuemente debido al tiempo, con varias letras medievales, muchas de ellas en latín. Hablaban de un poder grande, encerrado en ese lugar. Sellado por los caballeros de Camelot, El rey Arturo y su mago predilecto.

Y no era Harry Potter.

"Bueno, ya que sabemos donde está, no nos queda mas que seguir. Dame espacio." El Chico tomó la delantera, tomando de su espalda una suerte de bastón largo, que el accionarlo dobló su tamaño. "Vamos a ver."

Corrientes de energía térmica brotaron del tecno-baston formando un par de largas y curveadas hojas luminiscentes. Una hoz térmica, arma favorita de un soldado.

Inhalando profundamente, el chico cortó la pared en dos, levantando polvo y escombros. Dos ataques mas y la pared se desmoronaba, haciendo un ruido estruendoso en su derrumbe.

PAAAAAAF!

"Oye, ¿y eso porque fue?"

"¡Casi me pegas!"

"Oh, lo siento. ¡Ni mi madre me regaña tanto!"

"Tu no tienes madre."

"¡Ah! ¡Si es cierto!" Dijo rascando su cabeza apenado.

Entraron a un cuarto enorme, para estar bajo tierra. Rocas y escombros de construcciones anteriores estaban regados por el polvoso piso. Los rayos intensos de las linternas que ambos jóvenes llevaban, cortaban la oscuridad y se movían de un lado a otro, buscando, buscando y encontrando.

"¡Mira, allí esta!." Dijo la chica emocionada. "¡La Excalibur! ¿Quién iba ha decir que la leyenda era real?"

"Excelente. Comunícate a la base, yo la tomaré." El joven le aventó un radio a la chica de cabello corto.

Mientras la chica establecía la conexión, el se acercó lentamente a la espada, apagando la hoz térmica y guardándola en su espalda. Frente a él estaba la espada legendaria, origen de tantas leyendas. Con su hoja brillante en la tenue luz de las linternas. El paso del tiempo no se notaba en ella. Ni una sola mota de polvo u óxido manchaba la perfección de su superficie pulida. La empuñadura, forrada de tiras de piel de un animal extinto con unas gemas engastadas en el metal áureo que la componía.

El chico tomó la espada mientras un estallido de estática brotaba del radio que sostenía su pareja. Tiró de ella, solo para encontrar que estaba perfectamente hundida en la roca.

"Supongo que no seré Rey de Inglaterra." Murmuró mientras tomaba de su espalda la hoz apagada. La desplegó con un movimiento y la encendió, haciendo que la incandescente hoja de energía térmica sumara su resplandor a las lámparas que ellos llevaban. La acercó al filo de la espada y...

...este empezó a brillar a su vez. No se calentó, no se ponía incandescente, como era razonable. Sino que emanaba energía propia. Ahora con gran facilidad, logró sacarla de la roca, con su nariz cosquilleando por el olor a ozono que desprendía la roca y la espada.

La blandió, viendo como el fulgor del filo disminuía poco a poco, hasta desaparecer.

"Que noticia me tienen chicos?" Preguntó una voz pastosa, distorsionada por la estática alta del radio.

"Doctor J, la hemos encontrado." Dijo emocionada la chica mientras el Chico trenzado se le acercaba.

"Puede decirle a los Ryuzoku, que hemos encontrado la Blast Sword."

LALALALALALALALALALALA

Yumi casi corría para poder darle alcance. Habían pasado un par de días desde la última vez que lo vio, ambos estando tan ocupados en sus proyectos. Pero ahora, con la confianza de que Gendo podía hacerse cargo de todos los arreglos, ansiaba estar con él.

Extrañaba ya descansar en sus brazos ardientes, ese cuerpo de músculos duros y trabajados por el entrenamiento y esa piel negra que le dotaba de un aspecto tan... bueno, tranquila. Había pasado algo de tiempo desde la última vez.

"Shishio-san." Lo llamó para alertarlo de que lo seguía, y el hombre vedado se detuvo. "Shishio-san, al fin te veo. No sabes las ganas que tenía de..."

"¿Que deseas Yumi?" Dijo, aún dándole la espalda, con una voz monocorde, sin expresión.

"Bueno," empezó ella, sonrojándose un poco. No estaba acostumbrada a llevar la delantera en esas situaciones. "Quería saber si tenias algo de tiempo. Porque..."

"No. Estoy ocupado." Dijo sin mas y empezó a caminar.

"¡Shishio-san!" Dijo Yumi de nuevo, corriendo un poco y colocándose enfrente. "¿Qué te pasa? Últimamente has estado..." nuevamente Shishio la interrumpió.

"¿Ocupado?" Dijo, reprimiendo una carcajada, sintiendo un ardor intenso en su espalda y su cuello, recordando. "Si. He estado bastante ocupado." Dijo por lo bajo y sonrió levemente.

Yumi podía sentir algo, como un cambio en él. Algo profundo, que se había acentuado aún más, en los últimos días.

"Yumi..." Empezó Shishio, pero no encontró palabras para expresarse. Sentía una nausea enorme al "verla" tras sus ojos cerrados. Tenía un asco al sentir cariño por ella, al saber que lo amaban, que se preocupaban por él. Estaba empezando su transformación.

Yumi vio como Shishio, con los ojos cerrados se acercaba a ella y tomaba su cara entre sus ardientes manos. Se acercó mas y la besó.

Yumi tenía los ojos abiertos, no por impresión, sino porque a Shishio le gustaba que lo vieran a los ojos mientras lo besaban. Pero esta vez el los tenía cerrados. Así que ella lo imitó.

El beso se prolongó mucho.

Y que beso.

Existen distintas clases de besos. Pero hay un tipo profundo, largo, donde interviene el cuerpo entero. Donde el lenguaje corporal se une a los sentimientos. Un beso poderoso, lleno de deseo y entrega. Como hacer el amor de una forma no sexual.

Pocas veces la había besado así. Y de ser sinceros, si Shishio le hubiera dicho que se desnudara en ese momento, lo haría con gusto.

Pero eso no paso.

"Vete." Le dijo después de romper el beso. Y empezó a alejarse.

"¿Eh?" Dijo Yumi, aún aturdida por la experiencia reciente. Pero una vez que su mente reaccionó, se reveló ante la orden. "¿Qué?" Dijo y empezó a seguirlo de nuevo.

"El que estés aquí es un riesgo. Toma a Soujiro y váyanse de Kyoto. Quédense en Okinawa, en Hokkaido, o en el extranjero. Ouji se encargará de proveerles lo necesario y de cuidarlos."

"Pero Shishio-san, ¿a que se refiere? ¿Porqué? ¿Esta jugando con...?"

Shishio se paró de pronto y giró para confrontarla.

"¡Veme a los ojos y dime si estoy jugando!" Siseó abriéndolos, haciendo que el corazó0n de ella se detuviera por instantes.

Eran púrpuras, llenos de odio.

Y de pupilas alargadas como los de un gato.

Los ojos de un demonio.

Los mismos ojos de Dynast.

"Si se quedan aquí, terminarán muriendo a manos de Trieze, de Dynast... o de las mías. Ustedes son lo único que aún me hace un humano. Así que vete. Vete ahora, antes de que deje de ser lo suficientemente humano como para preocuparme por ustedes."

Yumi se quedó allí, temblando. Sabia que era verdad.

Sus ojos.

Cada palabra tenía la etiqueta y el sello de la verdad. La expresión, la urgencia en sus palabras.

Sus ojos.

"Despreocúpate por el proyecto. Rokubinji se encargará de todo. Ouji, llévatelos."

"Si, Shishio-sama." Dijo el administrador, saliendo de las sombras y colocando su abrigo sobre los hombros de Yumi, quien aún estaba paralizada. "Vámonos Yumi, Soujiro nos esta esperando en el garaje de la base."

Sin mas, sin despedirse, Yumi vio desaparecer a Shishio entre las sombras y siguió dócilmente a Ouji.

Con sus mejillas húmedas y las lágrimas brotando de sus ojos.

LALALALALALALALALALALALA

Cerró la puerta tras de si, sintiendo una sensación agradable al percibir la tristeza de Yumi. Se permitió sentir un poco de alivio, para desecharlo después, sabiendo que el ya estaba mas allá de esos sentimientos vanos y vacíos.

El era ahora diferente. Tenia poder. Un poder mucho mas grande. Y tendría mas. Mucho mas.

"¿Terminaste?" Preguntó una vocecilla.

Shishio alzó la vista y encontró a Cephied acostada boca abajo en su cama, usando una ligera bata de tela transparente y leyendo el diario de Charles Mason (editado por Jack's INC.) para poder dormir.

Era increíble, la forma en como podía parecer completamente inocente, como una niña pequeña niña de primaria; y otras tan seductora, como la mejor Feeme Fatale de las películas de James Bond. Sonreía felinamente, percibiendo el aura oscura que emanaba del cuerpo quemado de Shishio.

"Si." Dijo Shishio, y sonrió satisfecho. "He terminado con ellos." Se sacó la espada de la cintura y la recargó en la pared.

Cephied se levantó de la cama y caminó contoneándose hacia él, abriendo la delgada bata y dejándola caer en el suelo, mostrándole su cuerpo. Sus pequeños senos definidos, sus piernas delgadas y torneadas, el vello bien cuidado de su sexo. Al ver que Shishio empezaba a desatar la fajilla de su Kimono, se le adelantó, haciendo un gesto y reduciendo sus prendas, incluidas las vendas, a meros fragmentos de tela. Lo único que no pudo quitarle fue la cruz de oro, el trofeo de su victoria injusta.

Se abrazó a él, sintiendo como quemaba el contacto de sus piel.

"¿Estas listo?" Le preguntó, enfocándolo firmemente con sus ojos grises.

Shishio bajo la cabeza para besarla, y cuando sus labios se juntaron, su conciencia hizo un viaje, muy lejos de allí.

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Abrió los ojos para encontrarse desnudo en un páramo desolado de cielo rojo intenso y nubarrones negros. Sus pies descalzos pisaban cientos de huesos, cráneos y costillas de cadáveres sin nombre. El viento susurraba gemidos de agonía en sus oídos y sentía como pequeñas y cálidas gota caían de ningún lugar sobre él.

Sangre. Sangre recién derramada.

Sintió una enorme presencia a su espalda y giró para confrontara.

Lo primero que vio fue el inmenso torso de un hombre desnudo, una cabeza más alto que el. Levantó la cabeza para encontrarse con el rostro perfecto de una persona madura, de cabellos intensamente rojos y ojos rojos como el rubí. Pupilas rasgadas que delatan su raza y el aura negra, llena de odio y desprecio. Un poder elevado, mucho mas elevado de lo que el podía imaginar.

Pero codiciaba, lo anhelaba mas que nada.

"Shabranigudú." Dijo Shishio reconociendo al hombre cerca de él.

"Shishio Makoto," Empezó Ruby Eye, tomando apreciativamente la barbilla quemada del samurai con sus dedos y obligándolo a levantar aún mas la cabeza para verlo a los ojos. "¿Aceptarás mi invitación?"

Por un momento el hombre mas pequeño no dijo nada, para terminar sonriendo, como alguien que esta apunto de recibir algo largamente anhelado.

"Si." Susurró, listo para aceptar ese poder dentro de si.

Shabranigudú empezó a reír, en lo que el cielo se oscurecía y la lluvia de sangre arreciaba.

En ese páramo desolado, una nueva comunión empezaba.

LALALALALALALALALALALALA

La cuidad de los cuatro vientos le hacía honor a su nombre. El fuerte viento llevaba las nubes lejos del aeropuerto, brindando un día perfecto para el despegue. Cielo limpio y claro. Hasta las gruesa neblina de gases contaminantes se había alejado, dejando a la gente respirar algo de aire puro por primera vez en mucho tiempo.

En resumen, era un bonito día.

El Jet privado de Hiko calentaba motores fuera del hangar 24, en lo que los técnicos terminaban sus revisiones de rutina para asegurar un vuelo sin problemas. El piloto discutía con su personal las instrucciones que se le habían dado respecto al único pasajero que iba a viajar con ellos mientras que el presunto pasajero caminaba escoltado por un par de jóvenes hacia el avión.

"Así que... aquí termina todo." Suspiró Kenshin al llegar a menos de 10 metros de las escaleras del avión. Su sonrisa era algo triste, por el pesar de dejarlos. Pero en sus ojos se sentía un alivio palpable. "De regreso a Kyoto."

"Se que nada de lo que diga te hará cambiar de opinión... así que... buen viaje. Deja todo en nuestras manos." Dijo Heero, extendiendo su mano derecha y sonriendo a su compañero.

"Gracias por entender Heero." Estrechó la mano de Yui. "Y al menos los estaré apoyando con mis plegarias. Creo que las van ha necesitar."

"Adiós Ken." Reena abrazó a Kenshin con cariño. El le respondió con agradecimiento.

"Gracias por todo Reena. Sin ti, no habría podido ser libre." Se separó de ella.

¿Qué mas podían decir? Durante los últimos días se la habían pasado de despedida en despedida. Charlas de agradecimiento y apreciaciones. Incluso una pequeña salida con la plana mayor de los Ryuzokus, visitando el centro nocturno favorito de Gaudy "MidAges" donde Ken hizo su última broma y saturó de licor la margarita de Reena y esta terminó obligando a Heero a bailar con ella so pena de volar el lugar en mil pedazos.

Cabe destacar que Heero no bebió nada, recordando lo que le había sucedido en el club de Sanosuke en Kyoto. No quería arriesgarse a seguir manchando su pureza.

Que ya no era mucha por cierto.

El punto es que al llegar al aeropuerto, todo estaba dicho, y, sinceramente ya era algo incomodo seguir despidiéndose. Pasó un par de segundos de incómodo silencio antes de que Ken recordara algo.

"Por cierto, tenía algo que darles." Dijo en lo que colocaba su maleta en el suelo y hurgaba en ella. "Tómenlo como un regalo de despedida."

Sacó una caja de madera hermosamente decorada y se las ofreció a ambos.

"Esta armas tienen mas historia que el revolver que mató a Lincon. Fueron forjadas antes del Sengoku y han visto mas batallas que cualquier otra arma en todo Japón."

Abrió la caja, mostrándoles sus Kodachis, aquellas que el Oniwabanshu consiguió para sustituir la espada que rompió Soujiro una era atrás.

"Me gustaría que la aceptaran, y las usaran si es preciso. Tienen un gran valor para mi, aunque no me creo capaz de empuñarlas de nuevo". Terminó con una sonrisa algo amarga.

"Ken yo... No creo que..." Eran las palabras que decían tanto Heero como Reena al tomar en sus manos las armas que habían pertenecido a un gran compañero. "No se que decir..."

"Digan que las aceptan. Les dije que los seguiría apoyando. Aunque sea de esta forma."

"Gracias Kenshin." Dijo Reena abrazándolo y dándole un beso en la mejilla.

"Amigo, gracias." Dijo Heero abrazándolo esta vez. Al diablo la frialdad inglesa.

"Himura-san." Gritó el piloto japonés desde el avión. "Ya es hora. La Torre de Control nos dio luz verde."

"Bueno, creo que ya es hora. Si algún día van a Japón búsquenme. Los llevaré a un buen bar." Dijo despidiéndose por ultima vez con la mano y caminado al avión.

"Adiós Kenshin." Gritó Reena sonriente, en lo que Heero hacia un saludo militar informal.

Después de 10 minutos, todo había acabado.

Kenshin Himura se había ido.

"¿Y bien?" Dijo Reena caminando de regreso al edificio principal del aeropuerto con los brazos detrás de su cabeza en pose bastante desenfadada.

"Bueno, Gaudy dijo que hoy llegaba el reemplazo de Hiko, aunque no lo he visto aún. Dicen que es tan bueno como Himura, aunque un poco mas... raro." Heero tenía los brazos recogidos en la espalda, caminando relajadamente, cosa rara en un militar.

"¿Mas raro que Kenshin?" Dijo Reena, tratando de imaginarlo. Jekill y Hyde. ¿Ahora quien? ¿Dorian Gray? ¿Norman Osborne? ¿Lex Luthor? Francamente no podía imaginarlo. "por lo visto tendré que entrenar a otro niño"

"Oye, estoy aquí." Reclamó Heero algo molesto.

"Bueno, para ser alguien que se deja romper la cara por..."

"¡Bien! ¡Ya entendí! No vas ha olvida eso nunca ¿verdad?"

Ella negó con la cabeza, sonriendo triunfante.

"Señor Yui, Señorita Inverse." Llamó alguien a su espalda. Un trabajador del aeropuerto con una nota en la mano. "Disculpen. Me pidieron que les entregara esto una vez que el Avión del Hangar 13 despegara.

"Gracias." Contestó Heero tomando la nota y leyéndola. "Bueno, parece que el reemplazo nos esta esperando."

"Hangar 5. Preséntense de inmediato." Leyó Reena en voz alta. "Atte. El rev...¿Qué?"

LALALALALALALALALALALALA

El hangar estaba en la penumbras, cerrado casi por completo. Pequeños haces de luz que entraban por las pequeñas ventanas del techo cortaban las sombras en pequeños cuadrados difusos.

En medio de ellos estaba un hombre.

El reemplazo.

Cuando Heero y Reena entraron al lugar se dieron cuenta que la persona que estaba allí no era común. En absoluto.

Era alto, delgado de espalda anchas y brazos obviamente fuertes.

Los zapatos eran negros, perfectamente lustrados. Los pantalones rectos, sin pinzas y planchados pulcramente con la raya bien definida. Cinturón discreto de hebilla dorada. Camisa clara, levemente rosada, almidonada y crujiente. Las manos grandes del sujeto tenían guantes blancos y sostenían un cigarrillo encendido. El cuello, blanco, a todas luces clerical. Los ojos ambarinos rasgados y las facciones de la cara eran lobunas. Unos cuantos mechones delgados de cabello caían frente a la cara.

En otras palabras, era la viva imagen del Reverendo Lovejoy (Alegría).

"Arrepiéntanse pecadores, la hora del juicio ha llegado." La voz, fría y cortante, hizo que las cejas de ambos jóvenes se alzaran en incredulidad y sorpresa. "Purgarán sus pecados y se convertirán en verdaderos Miburos."

Hajime Saito, el reemplazo.

"El Reverendo Fujita ha llegado." Concluyó el sujeto expulsando una nube de humo azulada.

Hiko, en definitiva, tiene un gran sentido del humor.

¿No lo creen?

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N.A. Reviews contestado por correo. La falta de tiempo es dura.

Lamento informar que me estaré tardando en actualizar. Pero Juro por lo que soy que seguiré con esta historia así pasen años para terminarla.

O dejo de llamarme Jack.

Me gusta el nombre de Telésforo. ¿a ustedes no?