Aquí seguimos. Gracias Browsy Girl por la crítica, creo que es la mejor que he recibido hasta el momento, en serio . Geowan lo tengo un poco apartado por el momento, ya que tengo que pensar en algunas cosillas para el siguiente capítulo y ando algo atascada. Prometo actualizarlo en cuanto pueda.
Por lo demás, aquí está el siguiente capítulo (me ha costado acordarme de todos los malditos nombres de navegación, pero creo que ha quedado "bien"). Bueno, a ver que os parece.
Camaradas, quiero presentaros a los últimos hechiceros que vais a ver durante los próximos años- dijo Vespasia en un tono que no mostraba ironía alguna. Aún así, los piratas soltaron carcajadas, cosa que no debió agradar a su capitana. Ésta les clavó una mirada severa antes de decir, con una voz completamente seria:
agarradles-. El anciano llamado Cork cogió a Atenea mientras otro tripulante, negro y grandes ojos oscuros, me inmovilizaba. Con una sutileza nunca vista, Vespasia nos quitó los protectores que llevábamos en nuestras muñecas izquierdas y dio unas órdenes a mi captor para que nos llevaran a su camarote. Atenea intentó resistirse pero la amenaza de Cork sobre hacerla tragar su pipa hizo que dejara de moverse y siguiera al anciano obedientemente.
Avanzamos por los camarotes hasta llegar al de la capitana Vespasia. Unos ojos verdosos se clavaron en nosotros mientras los dos hombres nos tiraban de malos modos contra el duro suelo de roble. En cuanto nos levantamos, el minino salió de su escondite cauteloso y se acercó hacia nosotros. Intenté acariciarle, pero el maullido que lanzó hizo que me lo pensara mejor y fijase mi vista en la habitación. A diferencia que los camarotes que habíamos visto al pasar, el lugar donde nos encontrábamos estaba plagado de lujos: mesas con decoraciones pintadas en oro, jarrones fabricados según el modelo del gran alfarero Trakis, etc. En frente nuestra, una gran cantidad de papeles y mapas se extendían por una mesa antigua y desvencijada. Me acerqué a ella y examiné el mapa más cercano. Mis ojos se abrieron de asombro al descubrir en la caligrafía cursiva de la capitana, una descripción completa sobre la isla de Aquanem.
¿algo interesante?- gruñó alguien acercándose a mí y arrancándome el mapa de un tirón. Sentí los ojos azules de Vespasia clavándose en mí con furia mientras nos ofrecía asiento. Ella, en cambio, permaneció de pie, masajeándose la sien algo nerviosa.
os pido disculpas por los chicos- dijo rompiendo el silencio- entended que para ellos esa isla no significaba nada...
ehm...gracias por su ayuda, capitana- dije, intentando no recordar lo que había ocurrido, el porqué de que ahora estuviésemos en aquel barco- pero no entiendo a qué viene tanta hospitalidad. Después de todo ahora somos sus esclavos
conmigo, nunca lo seréis- contestó Vespasia esbozando una sonrisa- nunca dejaré que os utilicen como si fuerais perros
Atenea y yo nos miramos confusos. En realidad, ninguno de los dos confiábamos en salir de esa situación pacíficamente, pero ahora debíamos sumar a nuestras preocupaciones una nueva: el que Vespasia quisiera traicionarnos y enriquecerse de nuestros poderes ella sola.
¿y por qué íbamos a creerla?- espeté tras un minuto de silencio en el que la capitana aprovechó para sentarse en su sillón, en frente de nosotros.
¿algo de beber?- preguntó a Atenea sin prestarme atención. Al ver que ella no le respondía, la joven tomó un vaso del suelo y lo dejó encima de la mesa. En el instante en que Atenea quiso recogerlo, el vaso se llenó de un agua pura y cristalina como jamás pude haber imaginado. Los ojos de la rubia se elevaron poco a poco hasta encontrarse con la mirada alegre de Vespasia.
¿qué eres tú?- musité, sintiendo que un nudo se formaba en mi garganta. Desde mi más tierna infancia había crecido rodeado de hechiceros, aprendiendo magia y recordando en mi mente mi futuro: el ser un esclavo al servicio de los humanos. Nunca había dudado de aquello, pues el Onymus lo había dictado así y debía ser obedecido. Desde que éramos niños, Charlie y yo habíamos soñado con cambiar el mundo a nuestro antojo, despojándonos de aquella futura esclavitud y soñando con un lugar donde vivir, libres y rodeados de nuestros seres queridos. Todo aquello me había parecido siempre una utopía pero, ahora, viendo a aquel ser mágico en un puesto como el de capitán; nuevas esperanzas se reavivaban en mi interior. Contemplé a la joven en frente mía boquiabierto: si ella había conseguido aquella independencia, quizás Atenea y yo pudiésemos conseguir algo parecido algún día.
sólo alguien que hubiera estado encerrado en Aquanem podría haber hecho este mapa- dijo como una única respuesta Vespasia mostrándome de nuevo el mapa que había encontrado en su mesa. Sonrío para sí y continuó- este barco es propiedad de uno de los clanes más importantes del Onymus, el clan Prometeo. Cuando llegué a Zímobar con mi recién estrenado nivel alfa, el clan se ocupó de mí y me convertí en su esclava-. Pude ver como los puños de Vespasia se cerraban, arrugando el mapa, como si la capitana estuviese imaginando a alguien odiado entre sus dedos.- No voy a dejar que os pase lo mismo, os lo prometo.
¿entonces que haremos?- estalló Atenea mirándonos incrédula. Sentí que buscaba mi apoyo, pero no pude dárselo. Las palabras de Vespasia, aunque fueran disparatadas y descabelladas, habían despertado en mí una renovada alegría que me costaba mucho asimilar. La capitana clavó sus ojos azules en la hechicera y la miró con sorpresa.
¿no has oído hablar de las familias? Evenue Darkhem estará encantada de acogeros en Kalion. Estoy segura de ello-. Pero eso a Atenea no la convencía: justamente, la aterrorizaba.
¿la princesa¿la traidora al Onymus?-. Sus manos agarraron las mías, conteniéndose a saltar encima de Vespasia de un momento a otro- ¡nunca trabajaré para semejante traidora a los principios del Consejo!
En el instante de un parpadeo, Vespasia recogió una espada del suelo y apuntó con ella a Atenea, rozando la punta en el cuello de la rubia.
no... vuelvas... a decir... cosas... que no... entiendes...ni sabes- le espetó, alejando lentamente la espada. Atenea le clavó su mirada a la joven que la amenazaba, pero al final apartó la mirada vencida. Después de todo, si de verdad Vespasia era nuestra única aliada, no debíamos perderla. Quizás fuese la única con poder suficiente como para sacarnos de allí sanos y salvos, y sobretodo, libres.
Tras unos minutos en los que ninguno de nosotros no dijo nada, Vespasia volvió a hablar, esta vez más seria.
¿cómo os llamáis?-. No era una pregunta, sino una orden. Y eso, tanto Atenea como yo, lo sabíamos.
Atenea, nivel 2-. Su voz sonó apagada, como si intentase olvidar la espada que hacía poco había tocado su cuello. Fue entonces, cuando noté estar en una calle sin salida: si decía la verdad, Vespasia seguramente dejaría de lado sus planes de salvadora de hechiceros e intentaría venderme lo más rápido posible. ¿Pero y si no fuera así? Debía confiar en ella, no me quedaban más opciones.
Evan, nivel 5-. Vespasia abrió la boca desmesuradamente, como el resto de los residentes a los que había confesado mi número de nivel mágico.
¿qué¿qué has dicho?- musitó, poniéndose una mano en el corazón e intentando recuperar la compostura. Noté en su rostro cómo una pequeña arruga se formaba en su rostro, pero decidí continuar.
debí haber salido hace mucho de Târsis, lo sé. Pero decidí quedarme y esperar a Atenea, por eso ahora mis poderes son altos- dije, no muy convencido de la reacción de la capitana. Ésta se levantó de su asiento, caminó hacia la puerta y la cerró de un golpe, apoyándose en ella mientras me miraba.
enseñadme los arkum-. Mi mirada se cruzó con la de Atenea, intentando convencerla de que lo que nos pedía era razonable. Para cualquier ser mágico, como Vespasia o nosotros, el arkum, nuestro brazalete identificador y en el cual los humanos medían nuestros poderes, era lo único que nos diferenciaba de ser humanos. Enseñarlo, aunque fuese entre gente mágica, era muy osado: ni siquiera nosotros estábamos absentos de crímenes como robar magia.
Me remangué la muñeca. Allí, como un recordatorio de los años en Târsis, un brazalete de color oro y rubíes brillaba a la tenue luz de las velas. Decenas de veces había intentado desembarazarme de él, olvidar mi presente y futuro. Pero el arkum seguía allí, adherido a mi piel (el mayor candado que nadie pudiese imaginar). A mi lado, Atenea mostraba el suyo de color cobre gastado. Su arkum aún no se había unido a la piel lo que le permitía quitárselo y volver a ponérselo cuando quisiera. Sentí como si una barrera nos separara en el instante en que se lo entregó a Vespasia. Aquella joven conseguía con su mirada que todos mis problemas se evaporasen. Quizás fuese la esperanza que tenía en ella, quizás el habernos socorrido una hora antes. No lo sabía.
te dolerá cuando un clan te adopte- me dijo con un cierto matiz de pena. Imaginé que ella habría sufrido lo mismo cuando el clan Prometeo la acogió ya que, como pude comprobar por su camisa de manga corta, ella no llevaba ninguno.
deberéis prestar declaración ante el Onymus- dijo mirándonos inquisitivamente. Atenea asintió con la cabeza y se colocó de nuevo su brazalete.
¿cuánto tiempo nos queda?- preguntó, seguramente deseosa de no volver a ver a la capitana y menos servir a la princesa Evenue, como Vespasia la había aconsejado.
calculo que una semana- informó Vespasia tras unos segundos de absoluto silencio. Sus ojos se posaron en mí, aún absorta en sus pensamientos- Evan, tú deberás trabajar con los hombres. No quiero que haya favoritismos entre la tripulación ¿de acuerdo?
Su voz sonó seria, pero no me pareció amenazante. Asentí, escondiendo entre los pliegues de mi túnica empapada el arkum.
Atenea, tú podrás quedarte en tu compartimento. No creo que haya protestas sobre eso-. Una arruga se formó en el rostro de la rubia al oír esas últimas palabras. Atenea desconocía completamente el mundo al que nos enfrentábamos. Târsis había mantenido las costumbres más antiguas como el respeto a la mujer, por suerte para chicas como Atenea, que trataban a los chicos como felpudos. Yo, en cambio, gracias a mis encierros durante días en la biblioteca, poseía un conocimiento casi ilimitado de las costumbres y entornos propios de Sión. La sociedad me daba un nivel superior al de Atenea y a la vez, me obligaba a desempeñar las tareas más duras. Y eso...pude comprobarlo la mañana siguiente.
¡Qué alguien agarre esa cuerda de una vez!-. Mike Sullivan, el segundo a bordo, trepó por la vela mayor hasta coger el trozo de cuerda que obstruía el movimiento de la vela menor. Me resulto fácil comprender su agilidad y fuerza a bordo del Zafiro, más siendo él quien me había inmovilizado el día que embarcamos. Recogí el catalejo que Mike había dejado en el suelo y esperé a que bajara. Sus ojos oscuros me miraron con desconfianza pero no hizo ningún gesto de desagrado. Pronto me asignó ayudar a Luka, el timonel, un hombre barbudo y de gran memoria para acontecimientos curiosos. No pasó siquiera una hora sin que Luka me contase alguna anécdota sobre el viejo Cork y su manía de fumar durante las tormentas o las escapadas de buceo de los grumetes en busca de tesoros submarinos.
para ya o te quedarás sin historias- bromeó Mike echándole un vistazo a la brújula y calculando nuestro rumbo según los mapas de Vespasia
estaba contándole historias sobre este gran buque, Sullivan- murmuró Luka girando el timol treinta grados. Mike se contuvo un suspiro de desesperación y bajo del área del timonel en busca de las últimas anotaciones hechas por el vigía Izu
se nota que hace mucho que no ve a Galatea- rió el timonel mirándome aturdido por no haberle seguido la broma- ¿sabes quién es, verdad?
me temo que no- dije, encogiéndome de hombros. En realidad no me importaba, pero Luka parecía encantado de contarme historietas.
Galatea es, en cierto modo, la persona que iba a dirigir el Zafiro. Los padres de Vespasia querían eso, pero después de pegarle una paliza al líder de los Prometeo...tuvo que exiliarse- dijo de un tirón mi compañero con una sonrisa diabólica al pronunciar "paliza"
¿y dónde está ahora?- pregunté sin mucho ánimo
en Kalion, con las familias. Nuestro próximo viaje será hacia allá. Tendrías que verlo: un castillo a lo lejos como monumento a la princesa y rodeándolo decenas de mansiones pertenecientes a las familias. Es magnífico-. Los ojos del hombre se iluminaron recordando esa ciudad que tanto había ansiado visitar durante mi estancia en Târsis. Ahora, en cambio, dudaba de poder hacerlo en manos de Vespasia.
Los siguientes días me mantuve distante de Atenea, preocupado únicamente por saber más cosas sobre Kalion, Zímobar y la relación entre ambas. Había tanto por saber, tantas cosas que desconocía que hasta llegué a agotar las infinitas historias de Luka tal y como Mike había predecido. Pronto me gané la amistad del segundo de a bordo: éramos, a fín de cuentas, igual de devoradores de libros. La mayor parte de las mañanas pasaban entre discusiones sobre el Onymus y la princesa Evenue. Mike se mostró rotundo a la hora de la revolución del antiguo consejo Real: el Onymus había usurpado el trono a la princesa sin motivos. Tras largas disputas sobre el tema la última noche a bordo del Zafiro, una nueva voz se unió a nuestra conversación a la hora de la cena.
¿y qué me dices de los buques sagrados? Si se escondieron será por temor a la princesa¿no crees?- salté, apuntando con mi tenedor a Mike. El joven tragó con dificultad el trozo de chuleta y negó con la cabeza.
el Esmeralda cumplía órdenes expresas de ocultarse por medio a rebeliones externas, no para enfrentarse a una representación del pueblo como era el Consejo- me increpó Mike por décima vez
¡BASTA!-. En el otro extremo de la mesa, Vespasia nos taladraba con la mirada. Se había levantado de su silla aporreando la mesa y derramando todas las copas encima de ésta. La tripulación quedó en silencio, mirando primero a su capitana y después a nosotros dos. Atenea no estaba allí sino comiendo en el camarote de Vespasia.
El Zafiro es el buque del clan Prometeo y por lo tanto todos somos propiedades de él- nos increpó la joven apretando los puños y mirándonos con furia- todos debemos ser fieles al clan y no hablar sobre su pasado como si pudiéramos tener libertad para hacerlo ¿me entendéis? Puede que antes fuésemos un verdadero equipo de combate, que derribásemos todos los obstáculos marinos y nunca tuviésemos miedo a luchar por el Rey... ¡pero ahora es distinto! Somos esclavos y eso nada lo va a cambiar. No quiero perderos a ninguno por traición al Onymus así que dejadlo o me veré forzada a encarcelaros yo misma
La cena duró unas cuantas horas más, en silencio. Nadie se atrevía a hablar y todos sabíamos por qué (incluso yo, gracias a las historias de Luka): la madre de Vespasia había muerto defendiendo al rey Cedric en la rebelión del Consejo Real. Ninguno teníamos poder para juzgar las acciones del Onymus más que ella. Esa noche me quedé un rato más en la cubierta, despidiéndome de mis compañeros y escuchando consejos del viejo Cork sobre cómo comportarse delante de los líderes de los clanes. Ojalá eso fuese suficiente, pensé antes de que el sueño me venciese.
La última parte ha sido un poco hecha a prisas, pero es que no quería darle aún mucha importancia porque luego, en otro capítulo, trataré más a fondo el tema. Por lo demás, creo que la descripción de Vespasia no ha quedado tan mal como esperaba.
¿os ha gustado? si es así, dejadme una review. Sólo hay que darle al Go!
Ly
