Taking care of you

por Khira

# 3. Insociable o incomprendido

- ¿Qué te pasa, Hanamichi? – pregunta Yohei a su amigo - ¿Buscas a alguien?

- Ehhh… no – murmura Sakuragi dejando de mirar a todos los rincones del patio.

El pelirrojo no quiere explicarle a Yohei que a quien está buscando es a Rukawa, pues hace días que no le atropella con la bicicleta al llegar al instituto. No es que lo extrañe, pero no entiende ese cambio de costumbre en el zorro. Quizás es que ahora llega al instituto con ese hombre extranjero con el que le ha visto salir del entrenamiento en los últimos días y meterse en un coche. Se muere de ganas de preguntarle quien es ese cabeza cuadrada y si tiene algo que ver con su ahora aún más huraña actitud en las prácticas, pero no se atreve porque parecería que tiene interés por él. De pronto tiene una idea: si no quiere hablar con el zorro, puede hablar con su extraño acompañante.

Rukawa por su parte hace rato que está ya en su aula, esperando al resto de sus compañeros y al profesor. Para que no le vean con Erik ha decidido llegar temprano por las mañanas, cuando apenas hay gente en el patio.

Se cumple una semana desde que el alemán se ha instalado en su casa. Le acompaña cada día al instituto y le viene a buscar por la tarde, y adonde quiera que vaya, léase la cancha de baloncesto callejera, le acompaña. Rukawa está cada vez más cabreado con la situación, y le cuesta continuar disimulándolo ante sus compañeros de equipo. Su rendimiento ha bajado mucho, pero el entrenador Anzai decide no decirle nada por el momento, pensando que si instiga al chico con preguntas lo único que conseguirá será que se ponga a la defensiva.

Y otro día más, Erik Schweizer está esperando en la puerta del gimnasio fumando un cigarrillo a que salga su protegido. En ese corto período de tiempo se ha fijado en ciertos detalles que confirman las sospechas del señor Rukawa de que su hijo carece de amistades. Nadie ha llamado por teléfono preguntando por él en toda la semana, y mucho menos ha tenido visitas o las ha hecho él. Su rutina se limita a levantarse, desayunar, ir al instituto, al entrenamiento de baloncesto, a casa, a cenar y a dormir. El fin de semana tal y como también avisó el padre del chaval se lo ha pasado practicando con su balón de básquet en solitario en la cancha callejera cercana al instituto.

También se ha fijado en que, las pocas veces que coinciden en casa, padre e hijo apenas se hablan.

La verdad es que hacer de guardaespaldas de Kaede Rukawa es bastante aburrido. Incluso recuerda con nostalgia a su último protegido menor de edad, un chico inglés de diecisiete años al que tuvo que ir a buscar más de una vez completamente borracho a fiestas o discotecas a las que se escapaba por las noches.

Como cada día, Rukawa intenta salir el primero del entrenamiento, pero hoy no lo consigue y ve como Sakuragi sale antes que él. Se apresura a seguirle pero no sirve de nada, en el exterior del gimnasio el pelirrojo ya está frente a Erik increpándolo.

- ¿Quién eres tú? – pregunta señalando de forma descarada al castaño.

Erik se sube las gafas de sol y mira con curiosidad al chico. No es la primera vez que ve a un japonés con un peinado extravagante, pero Sakuragi tiene algo, que sin saber qué es, le llama aún más la atención.

- Primero deberías presentarte tú¿no crees? – pregunta recordando que esa es la costumbre nipona.

- ¡Yo soy el talentoso jugador del Shohoku y genio del baloncesto Hanamichi Sakuragi! – exclama con prepotencia.

- Lo que eres es un idiota… - suspira Rukawa a sus espaldas.

- ¡Estúpido zorro! – Sakuragi voltea furioso y sigue gritando - ¿Quién te has creído que eres para insultar al genio?

Rukawa se da cuenta demasiado tarde de lo que ha provocado haciendo enfadar a Sakuragi. Los gritos son escuchados por Ryota y Ayako, quienes salen del gimnasio pensando encontrarse con una nueva pelea entre los dos súper-novatos del equipo.

- ¿Qué sucede aquí? – pregunta el capitán.

- ¡Ryota¡Este tipo lleva espiándonos más de una semana¡Y además está compinchado con el zorro!

- Idiota… - repite el chico de ojos azules, en realidad está nervioso por enterarse de que el pelirrojo les ha visto juntos.

- ¡Maldito zorr…! – de pronto Sakuragi recuerda que le toca al extranjero presentarse - ¿Y bien, quién eres? – pregunta tranquilamente.

Ryota, Ayako, e inclusive Rukawa casi se caen de espaldas con el repentino cambio de tono del pelirrojo.

- Me llamo Erik Schweizer.

- ¿Y que relación tienes con el zorro?

- ¿Con el zorro?

- ¡Con Rukawa! – explica Sakuragi con gesto hastiado señalando al moreno.

Erik sonríe divertido al saber que el apelativo se refiere a Kaede. Rukawa en cambio le mira serio, advirtiéndole en silencio que más le vale mentir sobre su 'relación'.

- Pues… - Erik se acerca a Rukawa y le pasa un brazo por los hombros – Soy el hijo de un amigo de su padre, y me estoy quedando un tiempo en su casa, por lo que Kaede y yo nos hemos hecho muy amigos.

Rukawa casi deja de respirar por la vergüenza. Y sus compañeros de equipo también al ver esa confianza entre ellos, dejándolos muy sorprendidos.

- ¿Y vosotros?

- Y-yo soy Ayako, la asistente principal del equipo.

- Vaya, con una asistente tan guapa estoy pensando de apuntarme… - dice Erik con otra espléndida sonrisa que hace ruborizar un poco a la chica de rizos.

- ¡Y yo soy Ryota Miyagi, el capitán y futuro novio de Ayako! – exclama Ryota - ¡Así que no te le acerques!

¡Plaf!

Al momento recibe un abanicazo.

- ¡Tonto¡¿Cómo que futura novio!

- P-pero Ayako… - murmura Ryota con lágrimas en los ojos.

- Bueno, Kaede¿nos vamos a casa? – pregunta Erik después de la divertida escena.

- Sí… - murmura Rukawa.

- Adiós chicos. Encantado de conoceros.

- Adiós… - dicen Ryota y Ayako. Sakuragi simplemente les observa alejarse.

Erik y Rukawa dan media vuelta y se alejan caminando por el patio. Nada más doblar una esquina Rukawa aparta bruscamente el brazo de su guardaespaldas.

- Tus amigos son muy divertidos – afirma el castaño riendo – Especialmente ese friki pelirrojo.

- No son mis amigos – masculla Rukawa.

- Es verdad, se me olvidaba que no tienes…

Esta vez Rukawa ya no se enfada, sólo baja un poco la vista al suelo pensativo mientras camina. El entrenamiento de hoy ha sido más duro que otros días y no se siente con fuerzas para discutir. Erik nota el cambio de expresión en la cara de su protegido y se arrepiente un poco de martirizarle con ese tema. También nota que está más pálido de lo normal.

- Kaede¿has merendado? – pregunta una vez dentro del coche.

Rukawa le mira un momento mientras se abrocha el cinturón, y enseguida comprende que su padre también le ha explicado a su guardaespaldas sobre su enfermedad, aunque eso ya lo suponía.

- Pues claro que sí – murmura hastiado – Si no, no podría haber entrenado.

- Es que te ves muy pálido – explica - ¿Entonces¿Hoy habéis entrenado mucho?

- Bastante… - admite a la vez que pone la radio del coche. Es evidente que para él la conversación ya ha terminado.

xXx

Fuera del gimnasio, se han quedado Sakuragi, Ryota y Ayako comentando sobre el extraño extranjero y ya de paso sobre la actitud de Rukawa de los últimos días.

- Se le ve como cabreado¿a qué sí? – pregunta Ryota.

- Sí, él lo intenta disimular, pero se le nota – comenta Ayako - ¿Tendrá algo que ver con ese chico?

- Quizás no le cae bien pero su padre le obliga a acompañarle.

- Podría ser. ¿Te imaginas a Rukawa de guía turístico? – se ríe la asistente.

- O quizás el tipo ese es gay y está acosando a Rukawa – Ryota sonríe al imaginarse al enorme chico castaño con la misma faldita y los pompones que Ru, Ka y Wa.

El comentario, sin saber porqué, no le hace gracia a Sakuragi. Más serio de lo normal, se despide de sus amigos y se encamina hacia la estación donde un tren le llevará a casa después de un duro entrenamiento.

Sentado en el tren Sakuragi medita un poco sobre su relación con Rukawa desde que regresó a los entrenamientos después de la rehabilitación. Aunque se siguen peleando igual que antes, Hanamichi admite sólo para si mismo que el sentimiento de odio que experimentaba cada vez que veía al chico de ojos azules ha desaparecido por completo. Lo único que le sigue molestando es que Rukawa sigue sin tenerle en cuenta como jugador, nunca le ha pedido un uno-contra-uno y eso es algo que le duele en su orgullo. En realidad él no es el prepotente que todos piensan y sabe muy bien que aún le queda mucho para por lo menos igualar su nivel, pero ese es su mayor deseo: alcanzar en técnica al número 11 del Shohoku.

Y es que los movimientos de Rukawa siguen siendo su modelo a seguir. Al principio se sorprendió y se enfadó cuando el entrenador Anzai le dijo que debía copiarlos y entrenar además el doble que él si quería superarlo antes de terminar la secundaria, pero el campeonato nacional y las duras semanas que tuvo que permanecer ingresado en una clínica por su lesión en la espalda le hicieron madurar. En el partido contra el Sannoh ya se dio cuenta de lo realmente bueno que era Rukawa, al conseguir superar en varias jugadas a Sawakita e imitar su tiro imposible de bloquear después de haberle visto realizarlo sólo un par de veces.

Sí, Rukawa es un gran jugador, y el hará lo imposible para alcanzarle.

xXx

Durante el trayecto a casa Erik intenta como cada día mantener una conversación con el chico de ojos azules pero es imposible, aunque admite que de momento no ha hecho gran cosa para ganarse la simpatía del chico conociendo además con anterioridad su fría y distante personalidad. Al llegar a la casa se topan con un coche extraño en el garaje junto al BMW del señor Rukawa, un Volvo granate.

- ¿Sabes de quién es ese coche? – pregunta Erik mientras aparca al lado.

- De un socio de mi padre, Shintaro Nakamura – responde sin ganas.

Entran en la vivienda y en el salón se encuentran con el señor Rukawa y el señor Nakamura, un hombre más joven que el padre de Kaede, de unos treinta y cinco años, pero prematuramente canoso. Ambos se levantan para ir a saludarles, pero Kaede, para no variar, sube las escaleras en dirección a su dormitorio ignorando la presencia tanto de su padre como la de la visita.

- Buenas noches, Erik – saluda el señor Rukawa ignorando el desplante de su hijo. Se nota que está acostumbrado – Te presento a Shintaro Nakamura, uno de mis socios y también uno de mis mejores amigos.

- Encantado de conocerle – dice el señor Nakamura inclinándose levemente.

- Igualmente – Erik imita el gesto del japonés.

- Él es el hombre del que te estaba hablando, Erik Schweizer, el guardaespaldas de mi hijo.

- Me han hablado muy bien de usted, señor Schweizer. Es un gran profesional.

- Muchas gracias, señor Nakamura.

Los tres hombres continúan hablando de trivialidades durante unos minutos. El señor Rukawa empieza a comentar algo sobre un viaje. De pronto se oye a Kaede bajar con prisas por las escaleras. Entra en el salón e ignorando nuevamente su presencia se deja caer pesadamente en el sofá, coge el mando y pone en marcha el televisor. El señor Rukawa quiere reanudar la conversación pero el volumen está demasiado alto, por lo que se gira hacia su hijo con una vena marcada en la frente.

- Kaede¿quieres bajar el sonido, por favor?

Rukawa coge nuevamente el mando, pero en lugar de bajarlo, lo que hace es subir un poco más el volumen. Su padre aprieta los puños.

- Disculpadme un momento – murmura entre dientes.

Camina hacia su hijo y se para frente a él, tapándole el televisor.

- ¿No has oído lo que te he dicho? – pregunta intentando no perder los nervios.

Su hijo se encoge de hombros sin mirarle. Kazuhiko se agacha un poco para agarrarle del brazo y le levanta a la fuerza. Padre e hijo son de similar altura y constitución.

- Te he dicho – el señor Rukawa silabea las palabras – Que bajes el sonido.

El señor Rukawa suelta a su hijo y este cae de nuevo en el sofá. Kaede le mira furioso pero coge el mando del televisor y baja el volumen.

Complacido, el señor Rukawa vuelve junto a los dos hombres para seguir charlando. Erik se da cuenta de que Nakamura se ha quedado mirando a Kaede.

Y no le gusta lo que lee en sus ojos.

- Como te estaba explicando – continúa el señor Rukawa – Nakamura y yo tenemos una importante reunión en Hiroshima, por lo que deberé ausentarme durante cinco días. Nos vamos esta misma noche. Dejo a Kaede a tu cargo.

- Por supuesto, señor Rukawa. Yo cuidaré de él – afirma Erik.

- Tsk… - se le escapa a Kaede desde el sofá.

xXx

Después de cenar el señor Rukawa y el señor Nakamura se marchan hacia el aeropuerto. Kaede sube a su habitación para hacer las tareas que le han mandado en el instituto durante el día. Los estudios no le interesan mucho pero este cuatrimestre no quiere suspender ninguna asignatura, pues de lo contrario podría quedarse sin campeonato de invierno.

Al terminar ya es bastante tarde. Sale de la habitación para ir al baño antes de meterse en la cama, pero al pasar frente a la ventana del pasillo ve a Erik en el jardín fumándose un cigarro. Sin saber porqué se le queda mirando unos instantes. Luego sigue su camino pero antes se detiene de nuevo frente a la habitación del guardaespaldas, cuya puerta está entreabierta. Puede ver su maleta aún a medio vaciar junto a la cama y su chaqueta gris sobre ella. También ve su cartera asomar por un bolsillo.

Y entonces por primera vez un sentimiento de curiosidad hacia su guardaespaldas hace presa en él. Además, ya sea porque su padre le cuenta cosas o porque Erik las va descubriendo, que cada vez el guardaespaldas sabe más cosas de él. Pero él en cambio no sabe nada de su guardaespaldas, y no le parece justo.

Entra en la habitación y se detiene frente a la cama. Duda un momento, pero finalmente coge la cartera y la abre. Un carné de identidad en alemán y un permiso de residencia es lo primero que ve. También hay un par de tarjetas de crédito y dinero en yenes. Abre una cremallerita y saca unas fotografías de tamaño bastante pequeño. Deja la cartera en la cama para poder mirarlas bien.

En la primera aparece una mujer mayor con los mismos ojos dorados que Erik. Rukawa supone que es su madre. Y un doloroso pinchazo le encoge el corazón. Pasa rápidamente a la siguiente foto, donde reconoce a un Erik un par de años más joven acompañado de la misma mujer de la primera foto. Pasa de nuevo rápidamente a la siguiente. Esta le sorprende un poco: un Erik de aproximadamente su edad, medio abrazado a un chico igual de joven. Recuerda que en otros países no está tan mal visto las muestras de afecto entre hombres como en Japón, pero aún así nota algo extraño en ese abrazo.

Unos pasos a sus espaldas le sorprenden y se da la vuelta. Erik ha entrado en la habitación y le está mirando con expresión neutra. Rukawa no puede evitar sentirse incómodo con la situación de haber sido pillado husmeando en sus cosas. Aún así, lo último que haría sería disculparse.

Deja las fotos sobre la cama junto a la cartera y se dispone a salir de la habitación sin decir nada, pero el fuerte agarre de Erik se lo impide.

- Deja mis cosas como estaban – dice con el mismo tono neutro que su expresión.

Intenta pasar de nuevo pero de un pequeño empujón Kaede vuelve a estar junto a la cama, al alzar la vista ve a Erik cruzado de brazos, con su gran cuerpo interponiéndose entre él y la salida. No tiene ganas de discutir ni de acabar con los brazos doloridos, por lo que decide por esta vez hacer caso a Erik por las buenas.

Mete de nuevo las fotografías en la cartera y la cartera en el bolsillo de la chaqueta. Cuando se vuelve da un respingo. Erik se ha situado tan cerca de él que al girarse se ha encontrado con su rostro a escasos centímetros. Por primera vez se da cuenta de lo realmente alto que es el alemán, pues sus ojos han quedado a la altura de su barbilla. El corazón se le acelera inexplicablemente y un nudo se forma en su garganta. El castaño sonríe al notar su turbación y pasa por su lado dejando al chico de ojos azules tragando saliva y mirando a la pared.

- Si querías saber de mí, sólo tenías que preguntar – dice divertido mientras coge la chaqueta de encima de la cama para dejarla sobre una silla.

Rukawa reacciona y empieza caminar para salir del dormitorio de Erik.

- No me interesas lo más mínimo – masculla antes de salir por la puerta.

- Ya… - sonríe mirando allá por donde ha desaparecido Kaede.

Erik se desviste para ponerse el pijama. La pistola la deja bajo la cama. En teoría no hay peligro mientras permanezcan en la casa, pues la vivienda cuenta con alarma, pero de noche puede pasar cualquier cosa.

Antes de meterse en la cama escucha a Rukawa salir del baño y meterse en su habitación, evidentemente sin dar las buenas noches a nadie. El señor Rukawa se ha ido de Kanagawa hace un par de horas por motivos de negocios. La señora Ishizaka se marcha cada día después de dejarles la cena preparada. Si no fuera por él, Kaede estaría completamente solo en la casa. Y por lo visto, eso pasaba muy a menudo antes de convertirse en su guardaespaldas.

"¿Cómo lo soportas?", se pregunta Erik refiriéndose a la soledad que rodea al muchacho.

No tiene amigos. Ni parece quererlos. Su padre no para en casa y cuando está apenas habla con él. Y no tiene más familia aparte de él y una abuela paterna que vive en Hokkaido. Aunque en realidad sí tiene más familia, pero no la conoce. Erik sospecha que ese es el mayor motivo por el que el muchacho vive encerrado en sí mimo.

"Ya es hora de que lo superes…", es lo último que piensa antes de dormirse.

xXx

De madrugada, Erik se despierta sudado y agitado. Ha tenido otra de sus habituales y horribles pesadillas. Se levanta para ir al baño, donde se refresca la cara con agua fría. Antes de entrar de nuevo en su dormitorio, entreabre la puerta del de Kaede. El chico pálido duerme plácidamente en su cama, y de pronto Erik se siente un poco hipócrita.

"Todos tenemos un pasado. Al menos tú puedes dormir tranquilo por las noches."


N/A: Holaa! Qué tal? Yo adaptándome al horario de invierno. De momento encuentro huequecillos para escribir, así que aquí les dejo este capítulillo. Más intriga, sí, pero la historia no es muy larga así que no os preocupéis porque no os tendré mucho tiempo en ascuas.

Respuestas a reviews:

Elena: quizás más adelante te cae mejor… no, si no te cae bien ahora imposible XD.

Hikaru: el mismo Kaede lo explicará… pero a quién? Más adelante se sabrá…

Mish1: gracias! espero que te guste lo que viene.

Muchos besitos y hasta el próximo.

Khira