Capítulo II

Mientras tanto

Megumi se dirigía hacia una reunión de su club de lectura. Iba realmente alterada, ese pasotismo de Enishi, que llevaba desde que a los 22 años, hace ya ocho largos años, se casaran. La vida prometía ser de color de rosa y lo fue cuando, 7 meses después, nacióSouzo, su hijo.

Iba en el Mercedes que su padre le regaló el año pasado, escuchando una bella canción de amor, pensando en que esa época, para ella, pasó hace ya algún tiempo.

Entró en la casa de campo, con su vestido de dos piezas, azul claro y su bolso. Comenzó a avanzar lentamente, mirando hacia todos lados, cuando vio, por fin, a sus queridas amigas.

Se acercó a ellas y, gesticulando como una loca, habló bastante alto:

-Estoy fatal, acabo de enviar a mi niño a una academia militar.

La chica comenzó a encogerse, cuando Tae, una de sus amigas, la abrazó y le dijo, en tono de ñiña mimada:

-¿De veras? Cariño, ven aquí.

Tan sorpresivamente, como cuando llegó, se separó de los brazos de su amiga, posó una mano sobre su corazón y dijo:

-Ay, ay, estoy alteradísima, creo que me ha dado un infarto¿creéis que me ha dado un infarto?

-Tranquila- le respondió Tae, poniendo sus manos sobre sus hombros- los hombres tienen infarto, nosotras no.

-Sí, lo sé, pero...

Su amiga quitó una mano de su hombro y con la otra giró ligeramente el hombro de Megumi, haciéndola cambiar de dirección y comenzaron a andar.

-Tranquila... amiga, respira... expira... inspira... expira...

Megumi comenzó a respirar fuertemente, hasta que se calmó ligeramente, pero sólo ligeramente.

-Así está mucho mejor. Mira, te voy a dar algo.

-¿Eh?- interrumpió ella- ¿Qué?

-El remedio milagroso de oka-chan- sacó un botecito de pastillas del bolso.

-¿Qué es?

-Quiero que te tomes una de estas...-meditó un segundo y añadió- no, mejor tómate dos. Te aseguro que con esto se te van todas las penas.

-Demo... ¿qué son?

-Su marido se las receta a sus pacientes- añadió Sayo.

-A mí me triplica la dosis- dijo Tae, como si fuera lo más normal del mundo.

Megumi, tras vacilar un segundo, aceptó las pastillas y cogió unas cuantas, que Tae había puesto en su mano y se las tragó, acompañándolas de un vaso de agua de una mesa cercana.

Tae, extrañada al ver desaparecer todas las pastillas, preguntó.

-Meg, te dije que te tomaras dos¿cuántas te has tomado?

-Ehm... yo... no sé, las que me has dado...

-Pues Bon Voyage, querida- contestó Kamatari, con una sonrisa, que estaba junto a Megumi.

-La virgen- dijo Megumi, empezando a sentir el efecto de las pastillas- esto es terrible.

Mientras, Tae se dirigía al salón con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Katsura y yo continuábamos con nuestra animada charla, cuando vi aparecer un coche de policía, que se estacionó junto a mi Chrysler. Al ver que la agente se disponía a ponerle una multa, me levanté fastidiado y dije :

-Excusi…

Salí del restaurante y comencé a hablar con la agente.

-Disculpe, agente¿Hay algún problema ?

-Está terminantemente prohibido aparcar aquí.

-No me venga con minucias, por favor.

-De verdad- dijo Gohei, señalando a Sanosuke, que estaba hablando con la policía- no sé que ve Katsura en ese tío, yo le doy mil vueltas a ese imbécil.

-Oye, Takeda sabe…

-¿Que si Takeda sabe qué, Kihei ? Hay muchas cosas que el viejo no sabe y tú no te preocupes por tonterías¿entiendes lo que te digo?

-Vale, vale.

En ese momento, la radio comenzó a sonar con los acordes de Hallelujah, de Leonard Cohen.

-Ah, esta canción…- dijo, mientras subía el volumen- cada vez que la oigo, se me parte el corazón.

Su compañero se relajó en el asiento del copiloto y dijo :

-Sí, a mí también me da una punzada.

Gohei se giró, con una mueca que mezclaba incredulidad y enfado.

-¿Una punzada¿Una puletera punzada¿Qué clase de hombre hay que ser para que una canción, tan bella como ésta, te dé sólo una punzada ?

-No sé…- respondió el otro y ambos comenzaron a reír.

-Vamos a ver- le decía a la agente, con cara de circunstancia- ¿me está diciendo, que ésta minúscula distancia, no es negociable?

-Señor, la ley es la ley y si ha aparcado, aunque sea sólo por un milímetro en zona azul, me veo obligada a multarle.

-De acuerdo… pero… ¿y si lo muevo un poco hacia delante ?- dije, mostrando una de mis sonrisas más seductoras.

-¿Tendré que llamar a los SWAT ?

Suspiré resigando y le dije :

-De acuerdo…

Cuando se volvió para ponerme la multa en el parabrisas, añadí, sonriendo :

-Si no fuera usted tan guapa…

-No se pase- me contestó, cortante, aunque sin poder reprimir una sonrisa.

En el restaurante, Katsura seguía absorto con su plato de almejas y macarroni, cuando alguien se paró tras él. Miró al suelo y pudo contemplar unos zapatos Armani, de diseño.

-Bonitos- dijo el anciano y muy deteriorado jefe. Volvió la cabeza hacia la mesa y prosiguió- pero... hueles a perfume barato.

Dejó la frase en el aire y, poco después, tras meditar un segundo, continuó.

-Debes de ser... Gohei.

Levantó la cabeza y miró al gángster.

Este, con cara de fastidio, dijo, mientras gesticulaba con la cabeza:

-¿Sus últimas palabras?

-Prueba las almejas- respondió- están... deliciosas.

Levantó una 9mm con silenciador y disparó al anciano, entre ceja y ceja.

Entonces, oí a la gente del restaurante gritar y me volví. Al ver caer a Katsura, lo primero que hice fue salir corriendo hacia allí. Inmediatamente después de atravesar la puerta, Gohei salió de detrás de un pilar y me disparó en el costado, haciendo que cayera en el suelo. Mientras, él salía por la puerta de los cocineros.

Me incorporé ligeramente y, a rastras, conseguí llegar hasta la mesa de Katsura. Me levanté, sacando fuerzas de no sé donde y tiré la mesa a un lado, con bastante fuerza y me apoyé contra el cristal que había tras Katsura. Me dejé caer. Tomé su pulso, intentando negar lo que todos los indicios me decían, pero sólo sirvió para caer en la cuenta de lo innegable: estaba muerto. En ese momento, no pude hacer otra cosa que comenzar a llorar, sin intentar siquiera secarme las lágrimas, pues caían desde mi propio corazón.

Gohei salía tranquilo del establecimiento y se disponía a montar en el coche, cuando la agente anterior le detuvo. Gohei se giró, escondiendo el arma tras de sí y preguntó.

-¿Ocurre algo?

-Tiene suerte de que no le haya visto antes- dijo- habría tenido que multarle.

-Oh, disculpe las molestias- contestó- Que tenga un buen día.

Cuando ella se retiró, Gohei se giró rápidamente, montó en el coche y salió pitando junto a su primo y compañero.

En una mesa, situada en una esquina del salón, charlaba animadamente Megumi con sus compañeras, cuando el móvil de una de ellas, sonó. Fue Kamatari quien descolgó.

-¿Moshi-moshi?... ¿Nanî?... Voy para allí... Iie, iie, enseguida salgo...

Cuando colgó, guardó el móvil en el bolso y dijo:

-Mi hijo... está a 39 y medio de fiebre... tengo que irme.

-Oh, tranquila, seguro que no será nada...- dijo Megumi, apenada- ¿quieres que te acompañe?

Kamatari sonrió y contestó

-No, no es necesario. Tengo que irme. Hasta luego, afortunadas...

Se levantó y se fue. Megumi iba a levantarse para seguirla, pues estaba preocupada, pero la Presidenta del Club de Lectura, subió al escenario que habían montado y dijo:

-Buenas tardes a todas y bienvenidas- todas se giraron y Megumi se apoyó en el respaldo de la silla, con los brazos cruzados sobre él- Hoy, y gracias al trabajo y esfuerzo de nuestra compañera Megumi Saito, tenemos con nosotros al más célebre autor de novelas actual. Un fuerte aplauso para Makoto Shishio.

Todas aplaudieron al ver entrar al célebre escritor (N.A. Por supuesto, sin las quemaduras), pero Megumi lo hacía de una manera extraña... pues estaba fallando algunas de las palmadas y dándole al aire.

Makoto se subió y sonrió:

-Vaya, parece que no hay hombres. Lástima.

Todas las chicas comenzaron a murmurar "Qué guapo" o "Qué gracioso", mientras aparecían estrellas en sus ojos.

-Si me lo permiten- continuó, situándose junto al micrófono- dejaré que mi obra hable por sí sola. Me he permitido el privilegio de traer, Como queramos. El best-seller del año pasado. Por favor, después, si lo desean, podrán hacer preguntas. Se lo ruego, sean condescendientes.

Comenzó a leer.

Contemplaba los acantilados de su preciosa Kazuno, los precipicios de su amada Akita. Tras toda aquella belleza, ocultaba los más sagrados sonidos y las más puras sensaciones. Estaba en su casa, junto a ella y deseando detener el tiempo para siempre.

Mientras, Megumi se imaginaba en uno de aquellos acantilados, con la puesta de sol como fondo y abrazada a un hombre, cuyo rostro era absolutamente invisible.

Además, también comenzaba a tambalearse de la silla... pero Makoto proseguía con su relato.

Pero dicha proeza es algo imposible, pues la eternidad, es un don inalcanzable, y el tiempo, un ladrón incapturable.

Megumi, tras escuchar las últimas palabras, comenzó a balancearse más... llegando a caer estrepitosamente de la silla, ante la mirada atónita de sus amigas y la negación con la cabeza de Tae.

Sayo la ayuda a levantarse y ella se volvió a sentar, pero con un solo brazo sobre el respaldo. "Vaya día que llevo", pensó, sin poder aún imaginar, cuantas cosas estaban aún por llegar.

Notas del Autor: Bueno, aquí os dejo el 2 cap, pero, por la proximidad de los examenes y un trabajo que me han pedido para un concurso, no sé para cuando tendré el siguiente, pero supongo que el día 24, como muy tarde, ya estará.

Bien, antes de nada, aclarar una cosa. En éste fic, Kamatari es una mujer. Vale, ya sé que he cambiado la mitad de la historia de RK, pero es que necesitaba ponerle/a allí, no os enfadéis mucho, jeje.

Algunos, me habéis dicho que no avanza demasiado. Lo sé, pero espero que con este cap, toda duda quede resuelta. En caso de no ser así, os ruego que me mandéis un review y yo os contestaré del modo más rápido posible.

Me gustaría agradecer todos los reviews, pero también pediros que dejéis una dirección para contestar reviews o firméis los reviews.

Agradecido de antemano

se despide

michel 8 8 8

Cuidáos todos. Un saludo, paz y amor. Jaja, estilo Toni Aguilar (Quien, si está leyendo ésto, cosa que no creo, le digo que es un crack)