Todos los personajes pertenecen a J.K Rowling. Si fueran mios seria millonaria. Fic editado, la versión original en mi pag web


Capítulo 1

El ruido metálico de las ollas y calderos lo sacó de un bonito sueño. Soñaba que flotaba sobre nubes blancas que lo alejaban del lugar oscuro donde dormía.

"Es hora de preparar el desayuno. No seas perezoso, ayuda al viejo Dobby a preparar la mesa. Date prisa." el elfo doméstico se movía sin parar de un lado al otro de la cocina.

"Sí, ya voy. Buenos días Dobby."

"No tan buenos. Dobby tiene mucho trabajo hoy y tú también. Date prisa y prepara la mesa." repitió como si no lo hubiera escuchado antes.

"Sí ya voy. ¿Sabes? Estaba soñando con…"

"No hay tiempo para soñar. Dobby lo sabe. Pon el mantel limpio."

El niño obedeció al instante. Debido a su corta estatura se tuvo que trepar en una silla para llegar al mantel. Luego salió presuroso a obedecer lo que le mandaron a hacer.

El comedor era enorme y muy elegante. A la señora de la casa le gustaba pasar largas horas decorándolo con cosas nuevas. Siempre le resultaba muy pesado limpiar el comedor porque siempre tenía más cosas que limpiar cada vez. Colocó el mantel limpio que llevaba en las manos y retiró el que estaba puesto. Tenía manchas de sangre por eso tenía que cambiarlo.

En cualquier momento bajaba la familia así que seria mejor darse prisa. No sería bueno que lo vieran dar vueltas por la casa. La última vez que paso eso termino estrellado sobre la mesa manchándola. Abrazó el mantel con tristeza recordando que aun le dolía el cuerpo por los bastonazos del amo la noche anterior.

De pronto oyó ruidos en el corredor. Parece que se levantaron temprano esa mañana. Dobby irrumpió en el comedor y se puso a colocar los platos con gran velocidad.

"Date prisa." susurro nervioso.

El niño reaccionó y empezó a colocar los cubiertos en los puestos. La puerta del comedor se abrió para recibir a quien recién venía.

"Buenos días amo." Saludaron a coro.

Dobby le hizo una seña y el niño desapareció en la cocina. El amo les devolvió el saludo con un gruñido perezoso.

"Me pareció que esa peste estaba por acá"

"Amo, está en la cocina amo."

Otro gruñido y Dobby más nervioso colocaba los vasos. La puerta se abrió y entro la señora y el niño de la casa.

"Buenos días ama, señorito." Ninguno de los dos le devolvió el saludo. Se limitaron a sentarse en sus puestos.

De la cocina salió el niño con la comida para servirla. Colocó las fuentes sobre la mesa temblando. El comedor parecía un sepulcro. Ninguno de los presentes emitía sonidos lo que ponía más nervioso al pequeñito. Cuando hubo acabado regresó a la cocina aliviado.

"Esta es la última. Dobby la llevará. Párate al lado de la puerta y no hagas ruido." salieron ambos de nuevo al comedor del terror.

Mientras los amos devoraban sus alimentos y conversaban de temas que no entendía nada, el pequeño hacía esfuerzos por no caerse de cansancio. Las piernas le dolían mucho aún, cortesía de los bastonazos del amo. Todo era culpa suya, si no se pusiera a fantasear mientras trabajaba, las cosas serian distintas. Pero no podía evitarlo, cuando se ponía a pensar en los libros que veía en la habitación del señorito.

Había tantas cosas ahí, imágenes, gente que no conocía, lugares asombrosos. Ahora se ponía a recordar su sueño, estaba volando cuando de pronto…. ¡ZAS! Un bastonazo en el rostro lo devolvió a la realidad. Cayó al suelo chorreando sangre.

"Lo siento amo." Susurró sin siquiera pensarlo. Pudo oír un gruñido de enojo de parte del amo que lo sujetó del cabello.

"Otra vez perdido en tus pensamientos ¿No peste¿Acaso estas aquí para soñar?"

"No amo." Otro bastonazo ahora en sus piernas.

"No he dicho que puedes hablar ¿O si?"

Entonces se quedó en silencio. Igual sentía que no iba a poder hablar porque sus lágrimas lo estaban ahogando. Más bastonazos en el cuerpo.

"Lucius. Estas arruinando el desayuno." La señora iba a empezar a renegar ahora. Esto no era bueno.

Otro gruñido áspero y el amo lo mandó volando a los brazos de Dobby. El elfo doméstico lo cubrió con sus brazos intentando calmarlo y evitar que hiciera mucho ruido con su llanto.

"Que se quede en la cocina." Ordenó la señora.

Dobby no perdió tiempo y lo llevó adentro. Lo sentó en una silla y con un trapo húmedo le curó el labio roto.

"Metes a Dobby en problemas. Ahora estamos los dos en problemas. "

'Me duele mucho Dobby. En serio me duele."

"Dobby te va a cuidar como siempre lo hace. Pero tienes que portarte bien y obedecer al amo. Si te portas bien Dobby te va a enseñar la magia que te gusta. ¿Quieres eso?"

"S…sí." sollozaba el niño tratando de calmarse, abrazándose a si mismo.

"Entonces quédate en silencio. Dobby va a acabar de hacer su trabajo. Anda avanzando con las habitaciones de los amos." Dobby se alejó dejándolo en la cocina con una de sus manos sujetando la herida fresca.

"Sí, ya voy." Tomó de su sitio sus instrumentos de limpieza y se dirigió a donde lo mandó Dobby, atravesando corredores largos revestidos de interminables alfombras suavecitas.

Se dispuso entonces a limpiar, listo a diluirse en sus ensoñaciones mientras pasaba la escoba por el suelo, mientras iba recogiendo las cosas que habían caído de sus lugares. Era tan fácil perderse en sus pensamientos, para olvidarse por un ratito de cuanto le estaba doliendo el cuerpo y la sensación de tristeza que le provocaba haber metido en problemas a Dobby.

"¿Así que aquí estas?" De pronto una voz infantil pero grave resonó a sus espaldas.

"Señorito." Susurró sin tener la necesidad de voltear a ver de quien se trataba.

"Vete de mi habitación. Mis amigos vendrán a jugar hoy. No quiero que te vean ¿Entiendes?"

"Si amo, enseguida acabo."

"¿Cómo? He dicho que te vayas ahora." Rugió Draco.

"Pero señorito aún no termino." Replicó aunque sabía que tenía la batalla perdida.

"No me importa. ¡Fuera!" Draco no pensaba si quiera permitir que la peste esa se salga con la suya.

"Si señorito." Respondió mientras recogía sus utensilios de limpieza.

En la puerta apareció la señora, atraída por el griterío ocasionado por su propio hijito.

"Draco. No grites así, todo ese escándalo me da dolor de cabeza."

"Pero mamá, la peste no entiende. Le digo que se largue y no entiende las palabras."

La señora miró al chiquillo que tenía frente a ella, con la cara magullada y llena de mugre, sujetando la escoba y una cubeta, mirándola asustado. Le dirigió ella entonces una mirada de asco.

"Draco, déjalo que tiene que acabar con sus labores. ¿Tú peste qué estas mirando? Acaba en esta habitación y continúa con la mía. Ten cuidado con no tocar las cosas ni malograrlas con tus manos asquerosas."

"Si ama."

Draco estaba furioso. Tenía ganas de patear a la peste que tenía enfrente. Pero no delante de mamá. Ella era muy sensible a esas cosas. Ya habría tiempo cuando vinieran sus amigos.

El niño se dirigió a la habitación de la ama. Ahí había muchas cosas interesantes para mirar pero claro no podía tocar nada. Suspiró profundamente. Al parecer la señora estaba dentro de la habitación todavía. Entró a la habitación conyugal y se dio con la sorpresa de que quien estaba ahí era el amo. Aterrorizado quiso retroceder pero las piernas no le obedecían. Ya era muy tarde.

"Cierra la puerta." le ordenó.

Continuará...