Todos los personajes le pertenecen a J. K.Rowling. Si fueran míos sería millonaria. Fic editado versión original en mi pag web.
Capítulo 7
Se la pasó pensando en él cerca de una semana. Una semana infame en la que sus obligaciones le impidieron ir a verlo. Un mal presentimiento lo invadió pero tuvo que desecharlo para poder estar en paz. Lo único que pudo hacer era esperar el momento de poder darse un tiempo e ir a verlo.
Precisamente fue eso lo que hizo. Tocó despacio la puerta de la cocina esperando ver a Dobby o a Harry por algún lado. Lo más probable es que estuviera haciendo sus obligaciones por algún lugar de la casa. Entró a esperar que alguno de los dos haga su aparición en la cocina. Sólo Lobby entró con gesto apesadumbrado. Algo estaba ocurriendo, lo supo desde que lo vio entrar.
"Amo Severus…."
"¿Dónde está? Dime Dobby ¿Dónde está Harry?" su voz sonaba a histeria. Si algo le había pasado a ese niño, nunca se lo iba a perdonar.
Dobby retrocedió asustado retorciendo la basta de su ropa, nervioso. No podía decirle ni una palabra a nadie. Estúpido Dobby siempre que tienes que hablar te acobardas tanto. No podía decir palabra. Ya había hecho demasiado caos su lengua suelta. No, era demasiado peligroso que el amo Severus se siguiera entrometiendo. De repente lo mejor para ambos era que se fuera por donde vino. Pero sin una respuesta no se iba a ir. ¿Qué podía hacer?
"Contéstame Dobby."
"Amo Severus…. Yo… es que… él ya no está en la casa… el amo, el señor se lo llevó de la casa y Dobby no sabe nada de nada."
Severus perdió el color del rostro. No podía ser cierto. ¿Qué había hecho Lucius con el chiquito? Ese infeliz era muy capaz de haberse desecho del pequeño, sí, era lo más probable. Ahora iba a tener que hablar con él para ver a donde lo había llevado. No podía perder tiempo, conociendo a Lucius podría haber arrojado al chiquillo a las fauces de un dragón con sus propias manos.
No perdió tiempo y abandonó a Dobby en la cocina, con la conciencia retorciéndole el pecho.
Encontró a Lucius en su estudio y entró con la velocidad de un torbellino.
"¿Dónde está Lucius y no te atrevas a mentirme?" Su voz firme y su mano buscaba dentro de su túnica, La varita lista para atacar.
"¿Pero donde están tus modales Severus? Te ha hecho mal juntarte demasiado con asquerosos muggles."
"Estoy perdiendo la paciencia Lucius… ¿Qué hiciste con Harry?"
Ahora fue el turno de Lucius de palidecer hasta convertirse en un cadáver viviente. Si no hubiera estado cómodamente sentado en su silla se hubiera ido al suelo. Sus ojos transparentes se abrieron espantosamente mientras su boca dibujaba una "o" perfecta.
"¿Qué dijiste?" Su labio inferior temblaba. Ahora tenía que irse con mucha más cautela. Severus lo sabía todo y ahora venía por él.
"Me oíste bien. ¿Dónde está el chiquillo muggle, Harry?"
Lucius hizo un esfuerzo superior a las fuerzas que aún no lo abandonaban para levantarse y avanzar tendenciosamente hacia Severus.
"No conozco a nadie con ese nombre. Sólo conocí a un pestilente mocoso muggle llamado Peste que ya no está más en esta casa."
Estas palabras y el tono de voz que usó fueron como una estaca volando hacia su pecho. Sus sospechas estaban por confirmarse. Al rayo con la varita, lo iba a matar con sus propias manos.
"¿Qué le hiciste? "Preguntó tratando de guardar la calma mientras ideaba como iba a destrozar a Lucius.
"Nada de lo que te estás imaginando mi estimado Severus. Simplemente lo llevé a su asqueroso mundo y lo dejé que se vaya. Le dije, lárgate. Y el mocoso se tuvo que ir. Hasta el final me obedeció el mocoso idiota. Si se puso tan triste, no quería que lo deje ahí. No te imaginas como se puso, de verdad. Si hasta me rogó para que lo regresara a la cocina donde pertenece junto al resto de mugre. Pero no, era su turno de irse así que devolví al montón de escoria a donde pertenece."
Lucius sonreía por fuera y por dentro. Su sonrisa perlada tenía la expresión de una serpiente luego de envenenar a su víctima, mientras disfruta los momentos de agonía de su presa. Severus estaba sin duda consternado, desolado.
"¿Cómo? Pero…."
"Lo siento, no se me ocurrió mejor cosa que devolverlo al pútrido lugar a donde pertenece. Me imaginé que no lo ibas a apreciar. Que desconsiderado de tu parte Severus. Luego de que me tomé la molestia de ir a ese lugar asqueroso a dejarlo ahí."
"Pero Lucius, es sólo un niño. ¿Cómo lo pudiste dejar así? Le puede pasar algo, no conoce ese mundo. Además es muy peligroso. ¿Cuándo lo llevaste allá? Quiero saber."
"Déjame ver. Creo que fue luego de tu pequeña salida con él a Hogsmead. Me pareció tan desconsiderado de tu parte no pasarme la voz. Así que decidí que te devolvería el favor y me encargaría del mocoso por mi cuenta. Como vez ya lo hice. Ahora me va a encantar enterarme que estás hecho un sabueso buscándolo por todo ese nauseabundo mundo muggle. Sí, eso me alegra el día."
Se quedó sin palabras. No podía ser cierto, no podía estar pasando esto. Ese pobre pequeño solo y abandonado en el mundo muggle. Cuantas cosas le podrían haber ocurrido desde entonces. Quizá ya ni seguía con vida. No podía ser posible.
¿Y ahora que podía hacer? Ir a buscarlo como quien busca una aguja en un pajar. No podía hacer nada por él ahora. Pero por lo menos lo iba a intentar.
"¿En qué lugar exactamente lo dejaste?"
Lucius respondió con una carcajada socarrona.
"No tengo ni idea como se llama ese asqueroso lugar muggle. Pero había una estación de tren cerca. Le sugerí a la peste que se hiciera un favor y se acostara a dormir en las rieles. Debí habérselo ordenado. ¿No crees?"
Una estación de tren. Ese dato no era nada, totalmente impreciso, podría estar en cualquier lugar. De todas maneras tenía que buscarlo de algún modo. Si es que seguía con vida no lo iba a dejar a su suerte esta vez.
Salió de la habitación tan rápido como entró, dejando a Lucius sonriendo hasta reventar.
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No podía saber si era de día o era de noche. Estaba tan oscuro y hacía tanto frío que no podía ni siquiera moverse. Acurrucado donde estaba, en el suelo de piedra, aterrado. Nunca en su vida había tenido tanto miedo, encerrado.
No sabía bien como llegó a ese lugar, sólo podía recordar que el amo Malfoy lo sacó del calabozo donde lo encerró y lo sacó en de la casa. Estaba entonces tan cansado y adolorido que no podía mantener los ojos abiertos.
Se durmió a medio camino y cuando despertó estaba en ese lugar tan oscuro. Todo el cuerpo le dolía como era ya costumbre. Es que el amo lo había golpeado más que nunca. Realmente estaba furioso. Lo hizo escupir mucha sangre cuando lo agarró a patadas y con los bastonazos hasta se le nubló la visión. Pero lo que más le dolía era la frente. Hacía tanto frío ahí y su túnica viejita y raída no lo protegía para nada. El suelo era tan duro y lastimaba sus huesitos. Había escuchado ruido afuera pero tenía demasiado miedo de moverse.
Donde podría estar. Había pasado mucho tiempo según sus cálculos. Extrañaba más que nunca a Dobby y tenía la sensación de que no lo iba a volver a ver. Y al señor Severus menos. Si tan solo tuviera algunas de las cosas que le dio el señor… pero no… nada tenía. Revisó en donde debería estar su bolsillo y descubrió que aún tenía la tarjetita de Dumbledore. Cuando estuvo encerrado en el calabozo, Dobby se la pasó debajo de la puerta. Sabía que eso lo animaba mucho. Lastima que ahora no la pudiera ver. Estaba demasiado oscuro y silencioso.
Si tan solo Dobby estuviera aquí, él seguro hacía que algo de luz lo consolara un poco. Si tan solo el señor Severus estuviera aquí seguro le daba algo para que le dejara de doler tanto.
No podía evitar llorar de dolor. Su frente lo estaba matando. Dolía más que su estómago vacío, que su espalda destrozada. Si tan sólo el señor Severus estuviera aquí, seguro hacía que el dolor y el miedo desaparecieran. Entonces empezó a acordarse del día maravilloso que pasó. El mejor cumpleaños que pudo desear, hasta que el amo casi lo mata a palos.
Pero se terminó el silencio cuando pudo oír pasos pesados acercándose muy despacio hasta detenerse frente a la puerta.
Se abrió con un chillido espantoso y dejó entrar luz dentro. Un rayo tenue cayó sobre su cuerpito en el suelo. No se atrevía a moverse, estaba demasiado asustado para eso.
Los pasos avanzaron hacia él y un golpecito en su espalda, para saber si es que estaba despierto.
Pero como no podía evitar temblar fue bien fácil que detectara que estaba bien despierto. Así que le dio otro golpecito más con el pie para que acabara de despertarse.
"Levántate y ven conmigo." le ordenó.
Con dificultad obedeció sin querer levantarse nunca más de ahí. Lo siguió fuera de la habitación oscurísima, alumbrados por una varita encendida.
El desconocido lo condujo hasta un lugar menos oscuro que era una cocina de una casa. La luz entraba por las ventanas de madera hiriendo sus ojos.
Le puso un plato de comida enfrente que ubicó mediante su olfato porque los ojos los tenía deslumbrados. Se sentó en una silla de madera sintiendo que por más que se moría de hambre el dolor de su frente le estaban provocando nauseas.
Cuando su visión regresó poquito a poco descubrió que la imagen difusa de un hombre grueso se transformó en una nítida de un hombre grueso y pequeño. Lo miraba con ojitos oscuros y curiosidad, como si lo hubiera visto antes. Sin querer verlo fijamente detectó que le faltaba uno de los dedos de la mano. Ante este descubrimiento enterró su cabeza en la comida haciendo esfuerzos por acabarla.
" Eres su viva imagen.' se le escapó a quien lo miraba curioso. "Te veo y lo veo a él."
Murmuró esta vez, pero sacudió la cabeza como queriendo desprenderse de esos pensamientos. No era bueno que los tuviera en ese momento. Pero no podía evitarlo. Era idéntico, era como si se hubiera vuelto el tiempo y tuviera a James frente a él. Pero eso era imposible, James estaba muerto.
El chiquillo lo miró con ojos que no eran de James, se veía asustado y tenía porque estarlo. También estaba hambriento y no podía permitir que se muriera de hambre. Sin quererlo no podía dejar de contemplarlo. Hasta sintió deseos de tocarlo para ver si era real, a no ser por esos ojos. De ese color eran los de Lily, ella siempre tuvo ojos hermosos. Tan bonita, tan lista, tan torpe. Suspiró retrocediendo en el tiempo a cuando James tenía la edad del chiquillo, no quizá más. Pero James no era así de escuálido ni desaliñado.
Inconscientemente se acercó a donde el chiquillo aguardaba aterrado y colocó su mano sobre su cabeza, temeroso de tocarlo.
Sabía que no le iba a pasar nada como a su amo, pero igual, tenerlo tan cerca retrocedía el tiempo. Hasta esa noche oscura cuando James fue tan torpe y necio y tuvo que ser eliminado. Cuando envuelto en las sombras huyó a través del bosque con el chiquillo en sus brazos, huyendo del mundo. Sabía que no iba a poder esconderse por mucho tiempo sin que el idiota de Sirius lo encontrara. Así que tuvo que desaparecer fingiendo su muerte. Sí, para todos él era un cadáver y su asesino se podría en Azkaban por el resto de sus días. Todo había salido a la perfección hasta ahora.
Hasta ahora que era hora de llevar a cabo lo que su amo dejó pendiente hacía varios años.
No podía evitar sentir pena por el chiquillo, así como sintió pena por James cuando su amo lo asesinó. Pero así era el destino. Suspiró de nuevo.
"Si ya terminaste ven conmigo." Le ordenó.
El pequeñuelo no sabía hacer otra cosa que obedecer así que lo siguió a donde le decían. Seguramente lo iba a volver a meter a ese lugar oscuro donde estaba. Pero no fue así. Lo llevó afuera de la casa y descubrió que a pocos metros habían unas cuantas tumbas. Se le heló la sangre. El amo Malfoy lo había traído a ese lugar para deshacerse de él.
Se detuvo en seco, demasiado asustado para seguir avanzando. El sujeto se dio cuenta y le dio un empujoncito.
"Camina."
Harry se vio perdido en ese momento y no le quedó otra que avanzar. Conforme iba avanzando la frente le dolía más y más. Cada paso era más difícil que el anterior y la vista se le estaba nublando. Avanzaron entre las tumbas y antes que se detuvieran cayó al suelo sin sentido.
El sujeto lo levantó del suelo con facilidad sorprendido de lo liviano que era el chiquillo. Lo llevó dentro de la casa de nuevo. De repente le había hecho daño tomar tanto aire.
Lo acostó sobre la cama donde dormía y lo observó un momento. Tan idéntico a James, sus facciones, el color de su cabello.
Era una lástima que James estuviera muerto. Debía reconocer que lo extrañaba mucho y que quizá de lo único que se arrepentía era de su muerte. Pero no había nada más por hacer. La suerte del pequeño estaba echada. Sólo era cuestión de tiempo el que se fuera a reunir con su padres al más allá. Era una lástima, de verdad… tan parecido a James.
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Severus recorrió por quinta vez la misma calle que desembocaba en una estación de tren. Harto de buscar, de preguntarle a todo el mundo por un niño pequeño. Le sugirieron que de parte a la policía, que ponga volantes por todos lados, pero nada de eso podía hacer. Sólo esperar que estuviera bien.
Era la tercera estación de tren que visitaba y no había obtenido ningún resultado. Sin darse cuenta aquella estación le pareció muy familiar. Pero debía ser porque la estaba recorriendo varias veces. De repente había estado ahí antes. No podía recordarlo bien, así que desesperado volvió a recorrerla una última vez.
Nada, ningún resultado. No lo iba a encontrar así jamás. Estaba siendo un tonto queriendo arreglar las cosas por si solo. Debía pedir ayuda al ministerio de magia, debió hacerlo antes de que todo esto sucediera. Pero no, fue tan torpe que no lo hizo, siempre tan autosuficiente.
Pero el Ministerio de Magia no le iba a dar importancia a la desaparición de un niño muggle. Eso era evidente. Pero podía pedir el consejo de Dumbledore. Al recordarlo vino a su mente la carita de Harry cuando recibió el regalo que le dio, la cara de felicidad cuando le mostró las fotos de Hogwarts. ¿Dónde podría estar? De repente muy lejos, de repente muy cerca. De repente le había pasado algo malo, no podía saberlo.
Era hora de pedir ayuda y lo más pronto posible.
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Dobby daba vueltas por la casa como un zombie. La cocina no era igual sin el chiquito, la noche no era igual sin su vocecita pidiéndole que le cuente historias antes de dormir. Nada era igual sin su chiquito. Estúpido Dobby, sabías que esto iba a suceder en algún momento.
Tarde o temprano, desde el momento que se lo entregó el amo Malfoy sabía que el pequeño no iba a tener un buen final. Sabía perfectamente lo que el amo pensaba hacer con él y no lo pudo detener cuando se lo llevó de su lado. Estúpido Dobby, no puedes hacer nada por él ahora. De repente ya ni siquiera esta con vida, de repente ya nada se puede hacer.
Estúpido Dobby. Todo es tu culpa. Desde que se lo dieron no pudo protegerlo del amo Malfoy y ahora que se lo había llevado que iba a ser él. Sin su chiquito ya nada tenía sentido. Sabía que llegaría el día que lo arrancarían de su lado y soñaba con la manera de poder salvarlo de su destino. Pero eres un cobarde Dobby, tienes miedo. Ahora quizá no había nada más por hacer.
El amo Malfoy se lo había llevado lejos y sabía que no lo iba a volver a ver. Sabía todo y nunca dijo nada. Por las noches lo abrazaba con fuerza reprimiendo el miedo de perderlo. Sabía que lo iba a perder, sabía que se lo iban a quitar y sabía que no podía hacer nada por ayudarlo.
Estúpido Dobby, ahora es tu culpa todo esto. Nunca pudiste defenderlo, nunca pudiste evitar que le hicieran daño y él confiaba en ti. Te decía cuanto te quería y tú nunca hiciste nada por liberarlo de su destino. Eres un tonto Dobby. Cuando tuviste la oportunidad no dijiste nada, te quedaste callado y tuviste miedo.
Ahora era demasiado tarde. Ya no lo iba a volver a ver. Cada vez que entrara a la cocina, cada vez que llegara la noche y buscara su compañía, solo le quedaba su recuerdo vacío.
Estúpido Dobby.
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Abrió los ojos y solo pudo percibir oscuridad rodeándolo. Sintió algo suave bajo su cuerpo y pudo saber que estaba sobre una cama. Se hubiera sentido muy bien de no ser porque el dolor en su frente lo devolvió a la realidad. Se incorporó violentamente al sentir el punzante malestar. Las lágrimas empezaron a surcar sus mejillas y descubrió que no estaba solo.
El mismo sujeto de más temprano lo observaba silencioso desde un lado oscuro de la cama. Sus ojos eran pequeños y penetrantes. Lo miraba insistente como si esperara que lo reconociera. Lo veía como si lo hubiese visto toda su vida, pero la verdad era que no sabía de quien se trataba.
Le devolvió la mirada curiosa pero luego la bajó de temor. No se podía arriesgar con este desconocido.
La oscuridad de la habitación le indicó que ya era de noche. El sujeto se levantó de donde estaba sentado y se acercó a él. Tomó una de sus muñecas y lo arrastró fuera de la habitación.
Harry asustado se mordía la lengua de curiosidad. Necesitaba saber que estaba ocurriendo, quién era este sujeto y qué iba a hacer con él. De nuevo el pasillo oscuro y el lugar en donde había estado anteriormente.
Le dio tanto miedo quedarse en ese lugar con tal oscuridad que no pudo evitar sollozar. EL sujeto se detuvo en seco y lo volteó a mirarlo.
"¿Por qué lloras?"
Harry lo miró asustado sin saber que responder.
"Tengo… miedo señor… "susurró mientras se enjugaba las lágrimas con la manga de su túnica.
El sujeto sonrió de un modo horrible.
"No hay porqué tener miedo. Nada malo ha sucedido ¿no?"
Harry lo miró nervioso. Algo en su voz le decía que no estaba nada bien.
"Ya eres un niño grande, tienes ya mmm ocho años. No deberías llorar."
El pequeño lo miró sorprendido. Este sujeto sabía su edad. ¿Cómo era eso posible? Y el sujeto le leyó la mente y sonrió al saber lo que pensaba.
"Sí, te conozco de antes. ¿Te parece extraño? Dime. Te estas muriendo de curiosidad por saber como sé tu edad. Si eres su vivo retrato, idéntico a tu padre."
Abrió sus ojos llorosos lo más que pudo. ¿Acaso conoció a su papá¿Quién era este sujeto?
"Sólo déjame darte un consejo. La curiosidad mató al gato"
Le sonrió. Abrió la puerta de la habitación de donde lo había sacado y la cerró con el pequeño adentro.
"No te preocupes que estoy seguro que te enterarás de todo en su momento. Dentro de poco será tu hora y sabrás todo lo que tienes que saber."
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Era de noche y el amo Malfoy estaba muy inquieto. Dobby había abandonado la cocina porque sabía que algo pasaba. Su amo tramaba algo, lo sabía muy bien. Iba e un lado para otro. Se detuvo a decirle a la señora que no lo esperara que se iba a demorar en volver. Asuntos que ella no iba a entender le dijo. Ella no le prestó atención así que le aseguró que sólo cosas buenas iban a sucederse para los verdaderos magos.
A Dobby se le detuvo el corazón un instante. Ello sólo podía significar una cosa. Al ver a su amo tomar su túnica oscura y abandonar la mansión supo que había llegado el momento.
No podía ser, Todo este tiempo había esperado lo peor y sabía que no hay día que no llegue. No iba a poder hacer nada por su chiquito como hubiera querido. Ahora si no lo iba a volver a ver. No tenía valor para detener a su amo y eso era inútil. No había nada que pudiera hacer en contra de su amo. Nada. No podía hacer nada por Harry porque ya era demasiado tarde. Alguien como él no iba a poder hacer nada nunca.
Regresó a la cocina con el mundo viniéndosele encima. Ya no había nada por hacer. Dentro de poco solo cosas malas iban a suceder, como hacía ya 7 años atrás. La oscuridad iba a volver y nadie iba a poder remediarlo.
No, la oscuridad cubrió su vida en el momento que le quitaron a su pequeño de su lado. Dobby cerró los ojos dejando caer dos lágrimas. Se dejó caer al lado de los calderos viejos, el lugar favorito de Harry. Algo había escondido su chiquito ahí. Pudo ver algo dentro de la oscura faz de uno de ellos.
Los tomó en sus manos. Eran sus regalos de cumpleaños, los había olvidado ahí. Sólo le pudo pasar la imagen de Dumbledore por debajo de la puerta. Esa figurita que le gustaba tanto y…
Dobby se puso de pie de un salto. Abrió la puerta que daba al comedor fijándose si no había nadie por ahí. Luego abrió la puerta trasera de la mansión y salió en la oscuridad, sigiloso en dirección contraria a la del amo Malfoy.
Sabía que no podía hacer nada en contra de su amo, pero en ese momento era en eso en lo último que debía pensar.
Continuaráa...
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