Capítulo 4
La fórmula exacta… de la realidad?
«Abre tus ojos,
No los cierres más, puedes temer.
No quieras escapar, es imposible.
No intentes arrancar, no lo lograrás.
Ves ahora al mundo?
Puedes ahora realmente ver?
Regocíjate…
… Que es la fórmula exacta…
De tu odiada realidad»
"De cómo abandoné al mundo"- Dios
Se apareció justo enfrente del Cabeza de Puerco. Neville aún no había llegado, así que decidió dar una vuelta por el pueblo para hacer algo de tiempo.
Todo le causaba una sensación extraña, mezcla de muchísimas cosas, aunque no sabía qué exactamente. Afortunadamente no había excursión a Hogsmeade de los alumnos de Hogwarts, ya que sabía que Cho Chang era profesora del colegio y no quería topársela por… bueno, porque le traería de vuelta muchas cosas a la cabeza que prefería mantener alejadas por… bueno, más bien para no seguir sufriendo.
Finalmente llegó la hora y se dirigió a la taberna en la que Neville la había citado.
Entró con cautela al lugar.
—Hermione—le llamó una voz que conocía.
La joven se dio vuelta, sonriente, pero en cambio no pudo contener un grito ahogado.
—Neville!—exclamó, consternada. Su antiguo compañero tenía el rostro demacrado, el cabello descuidado y largo, inmensas ojeras, los ojos hundidos y la cara pálida y delgada como una calavera. En pocas palabras: ni rastro de la persona que creía conocer—. Oh, Neville!
Hermione casi corrió, profundamente conmocionada hacia el que había sido su amigo y lo abrazó fuertemente, muy sorprendida y triste por lo que había visto. Había esperado ver a se ex-compañero alegre, con la cara regordeta y sonrosada como siempre y, aunque olvidadizo y por momentos algo torpe, siempre dispuesto a tratar de hacer lo mejor posible, a dar su mejor esfuerzo.
—Cómo estás?—le preguntó Neville, tratando vanamente de esbozar una sonrisa—te… te ves muy bien.
—Gracias, Neville… pero tú, ¿tú estás bien?—le preguntó Hermione, preocupada—estás muy… cambiado.
—Yo estoy… bueno, sobrevivo—dijo el chico, parecía tenso y preocupado, miraba constantemente por la ventana que reflejaba el cielo ya oscuro—. Mira, Hermione, no tengo tiempo, yo sólo quiero decirte algo muy, pero muy importante…
El chico levantó un poco el brazo izquierdo para limpiar algo la suciedad del vidrio por el que intentaba ver, y la túnica negra se le resbaló por el brazo.
Fue sólo un segundo.
Hermione se tapó la boca con las manos.
—Eres… eres un…!
La voz no le salía.
¿Neville?
—Shhhh!—la chistó Neville, alarmado y mirando nerviosamente por la ventana y a su alrededor—no grites, por favor!
Era una súplica.
—Pero Neville… Oh, cómo pudiste Neville!—sollozó Hermione, desesperada, sintiendo que todo giraba en torno a ella.
Su mundo se comenzaba a desestabilizar, y eso no le gustaba.
—No me preguntes porqué, Hermione—dijo Neville, bajando la cabeza—pero si, yo-soy-un-mortífago.
—No puedo creerlo…—susurró la chica tapándose la cara con las manos, consternada por lo que acababa de enterarse, la noticia la había encontrado total y absolutamente desprevenida… y desprotegida.
—Créeme. —la interrumpió el joven—Hermione…
—¿Quién eres?
—Soy Neville, lo recuerdas?—preguntó el chico, tristemente—sólo Neville.
—No, yo no te conozco—dijo Hermione con dureza, se negaba a creerlo.
—Si me conoces, pero no quieres aceptarlo—repuso Neville—MIRA, Hermione, no puedo hablar contigo, los mortífagos han estado más activos de lo normal, tu debes saberlo… y si me ven contigo…—tragó saliva—te dije, yo te tengo que decir…
De repente, un ruido lejano llegó del pueblo, sobresaltándolos.
—Saben que estás aquí—masculló, aterrorizado, Neville—escucha Hermione—dijo, hablando con urgencia—hace unos meses me enteré que hace siete años…
Hermione levantó por primera vez la cabeza, suspicaz.
—Hace siete años qué?
Otro ruido llegó a sus oídos, pero esta vez un poco más cerca.
—El señor de las Tinieblas antes de desaparecer dejó en marcha algunos planes… Mira, todavía recuerdo lo que tú, Ron y Harry hicieron por mí cuando estábamos en el colegio, por eso tengo que decirte… tengo que explicarte lo que verdaderamente ocurrió hace siete años.
El ruido estaba casi encima de ellos, oyó como gritaban distintas voces… «Busca por allá… y ustedes dos vengan conmigo…no debe de estar muy lejos…»
Que raro, le pareció que eso ya lo había vivido antes.
Cuando estaba en sus últimos años en Hogwarts era común que los mortífagos persiguieran a cualquier persona cercana a… a su antiguo amigo…
—Están cerca!—chilló Neville, mirando por la ventana, el grito pareció sacar a la chica de su ensimismamiento.
—Mortífagos!—pareció darse cuenta por primera vez, Hermione. Tenía que hacer algo, si la veían ahí de seguro la mataban, toda la comunidad mágica sabía que ella había sido la mejor amiga de Harry Potter—. Pero cómo puede haber mortífagos en Hogsmeade!
—Ya te lo dije, «han-estado-en-movimiento»—dijo Neville, exasperado—Hermione, esos planes… esos planes eran relacionados con destruir la amist…
—Con destruir qué?—preguntó Hermione, esperando una respuesta.
Pero el chico no respondió, sólo se levantó de un salto de la mesa.
—Hay que escapar!—exclamó tomándola del brazo y yendo hacia la chimenea.
Empujó a Hermione hacia el fuego que recién se había vuelto verde, tras haberle echado polvos flu.
—Vete!—gritó Neville.
—Dime qué quería destruir, Neville—exclamó Hermione—qué…!
Pero no alcanzó a escuchar ninguna respuesta, la chimenea ya la había tragado en medio de un remolino borroso y verde.
Tan rápido como se había ido, llegó a la chimenea de su sala de estar. Y al detenerse en su hogareña casita perdió el equilibrio y cayó sobre el sofá más cercano.
No pudo evitar que las lágrimas cayeran. Y eso que hacía mucho, pero mucho tiempo que no brotaba una lágrima de sus ojos…
Y eso pareció marcar el principio del retorno a la realidad.
A «su» realidad.
¿Cómo todo lo que en algún momento había conocido en el colegio o en su vida había cambiado tanto? Era como descubrir que toda tu vida habías vivido en una mentira, como si jamás hubieras conocido a alguien en verdad…
Lo mismo que hace siete años había estado viviendo.
Y que ahora se volvía a presentar de improvisto en su vida.
Todo había sido muy injusto, cada uno había tomado su rumbo, pero en realidad ella nunca había podido separarse por completo de los recuerdos, era una nostálgica.
Una maldita y tonta nostálgica.
Y por eso las palabras de Neville habían quedado grabadas en fuego en su cabeza. La habían dejado pensativa… y con su inteligente mente atando cabos.
¿Estaría interpretando correctamente las palabras de su ex-compañero?
Neville se estaría refiriendo a…?
• • •
No podía creer que estuviera allí.
Miró con los ojos muy abiertos lo que durante muchos años había sido su hogar. El jardín estaba igual, aunque se veía más cuidado y la casa se veía mucho más linda y grande desde la última vez que la había visto. Por supuesto, si habían pasado siete años.
No sabía que le ocurría… tenía miedo… miedo de muchas cosas. Lo recibirían o estarían enojados por no haber tenido noticias de él en siete años? lo segundo era más probable ciertamente, y es que se había ido de repente y sin dejar rastro.
Tragó saliva y juntó el poco valor que le quedaba, pensando en como alguna vez había podido pertenecer a Gryffidor si ahora se comportaba de una forma tan cobarde.
Llamó a la puerta.
Escuchó pasos que se acercaban y se percató de que con cada paso que oía, su corazón latía más rápido. Al volver a Ottery Saint-Catchpole se abrían muchas heridas que nunca se habían cerrado, pero que mantenía guardadas el lo más profundo de él. Al llegar a su hogar se estaba enfrentando, aunque involuntariamente, a un pasado del cual había huido, cobardemente.
Pero eso se había acabado, tenía que enfrentar sus miedos y tristezas.
Al fin lo había comprendido.
Una mujer rechoncha y regordeta le abrió la puerta de «La Madriguera», seguía igual, exceptuando algunas hebras blancas que habían aparecido en su rojo cabello.
—Ron…?
El chico pelirrojo sonrió.
—Hola, mamá—fue lo único que pudo decir.
—Oh, Dios… Arthur… Arthur! Ron está aquí!—exclamó Molly Weasley sorprendida, los ojos se le habían aguado y abrazó tan fuertemente a su hijo que por poco lo mata al dejarlo sin respiración.
—Ron…—susurró su papá, quien fue hacia él y lo abrazó con mucha fuerza también.
Sus padres lo soltaron después de lo que le pareció una eternidad.
De repente la cara de su mamá cambió.
—Cómo pudiste dejarnos así… sin ninguna nota… nada…—comenzó a llorar, eso le dolió en lo más profundo de su ser ¿Cómo había podido hacerle tanto daño a su familia?
Su papá la abrazó y le hizo una seña a su hijo para que pasara y no se preocupara.
Dentro todo estaba irreconocible, habían hecho una completa remodelación, lo único que no parecía haber sido cambiado era el reloj, que en ese momento tenía la manilla de «Ron» en «casa».
Se quedó parado en medio de la cocina algo incómodo, hasta que aparecieron sus padres, con su mamá algo más tranquila.
—Lo siento—dijo ella—, no quise…
—No te preocupes mamá, sé que hice mal—la cortó Ron, suspirando, cabizbajo. Levantó la cabeza—me perdonan?
Sus padres lo miraron sonrientes y su madre lo abrazó nuevamente.
—Por supuesto—dijo. Lo soltó y lo miró con ojo crítico—. Estás flacucho, no te has alimentado bien ¿Quieres algo?
El chico asintió.
—Y en dónde has estado todo este tiempo?—preguntó Arthur Weasley, sentandose en la mesa—ninguna lechuza te encontró.
—En Italia, trabajando en el Departamento de Aurors—repuso el chico, engullendo el plato de comida que su madre había puesto delante suyo—, pero me trasladaron aquí.
Arthur intercambió una mirada sombría con su esposa.
—Así que están trasladando aurors…—comentó frunciendo el ceño.
—Al parecer ha habido un aumento de sucesos extraños—dijo Ron sin darle importancia—el ministro me dijo que habían informado que habían mortífagos activos, pero no lo creo. Todos huyeron o fueron atrapados después de que Harry…—se detuvo en seco, endureciendo su rostro—…después de que desapareciera Voldemort.
—Y… tienes alguna novia?—preguntó la señora Weasley, cambiando de tema al observar como se había puesto Ron al mencionar a Harry.
—Si, Parvati Patil—respondió el chico, agradeciendo el cambio de tema—la recuerdas…?
• • •
—Alguien me ha llamado?—preguntó Harry, mientras dejaba sus cosas sobre su escritorio, a Tonks, su jefa del Departamento de aurors del Ministerio de Magia.
—No lo sé, pregúntale a Colin—dijo la mujer (llevaba el cabello negro con franjas naranjas) —llegué recién…Hey!—llamó al chico que iba hacia la oficina de Colin—como me va el color de pelo?
—Bien—dijo Harry mientras sonreía, divertido.
Colin Creevey fue hacia él a saludarlo.
—Hola Harry—dijo el chico, alegremente.
—Hola Colin, alguien me ha escrito algo?—preguntó Harry, viendo la portada de el Profeta.
—Si, Luna te mandó una lechuza para saber si le podías dar una entrevista.
—Luna? Luna Lovegood?—preguntó Harry, extrañado.
—Si, dijo que era por el incremento de ataques extraños en Londres últimamente—dijo Colin, frunciendo el entrecejo—. Será mejor que le digas que no, no queremos que la comunidad mágica se altere por disturbios pequeños…
Harry se quedó pensativo ¿Luna también estaría preocupada por el aumento de esos dichosos ataques? Bueno, no era para tanto, seguramente eran magos que querían molestar al ministerio, pero nada de que preocuparse.
—Bueno, gracias…—repuso—. Oye, sabes si van a mandar aurors?
—Si, nos van a mandar tres de Francia, tres de España y uno de Italia—dijo Colin
Harry resopló.
—Uno solo de Italia?—preguntó, irritado.
—Si, pero apuesto que esto te alegrará—sonrió—. Nos van a mandar al mejor de su Departamento…
—Y quien es?—preguntó, algo más tranquilo.
—Es tu mejor amigo, Ron Weasley…
Harry se atragantó.
—Estás bien, Harry?—preguntó el chico—pensé que…
De repente llegó Tonks, corriendo.
—Vamos, muévanse, muévanse! Ataque de mortífagos! DE MORTÍFAGOS!
Harry abrió los ojos.
—Mortífagos?—preguntó, extrañado y sintiendo que algo frío le recorría la espalda.
—Si, vamos, VAMOS. Están en el Valle Godric, Harry, en el Valle de Godric.
—Ahí no es donde…?—comenzó Colin, asustado.
—Si Colin, ahí está mi casa!—exclamó Harry, pensando el Dobby, y si le hacían algo a su amigo?—Ahí está MI CASA!
Fueron hacia el salón de apariciones y al segundo después, no había nadie.
• • •
—Estoy preocupada—dijo Ginny de repente.
Luna la miró, extrañada.
—Por qué?—preguntó mientras miraba sonriente a la copa que le habían llevado. Estaban en la heladería del Callejón Diagon, Florean Fortescue.
—Mmmm… No sé—dijo pensativa—… creo que los disturbios que han ocurrido últimamente me traen de vuelta muchos recuerdos malos… que me hacen sentir insegura…
—Si, yo también he estado un poco preocupada, se podría decir que el «ALERTA PERMANENTE» que Moody nos inculcó quedó grabado en mi mente—comentó Luna, frunciendo el ceño—, hoy escribí a… escribí a Harry para ver si podía hablar conmigo acerca de esto, el es auror y debe saber algo…
—Y te… te respondió algo?—preguntó Ginny, tratando de que la pregunta sonara despreocupada y casual.
—No, aún no me responde nada,—contestó Luna, mirando fugazmente a su amiga—y espero, por snorkack de cuerno arrugado, que lo haga pronto, porque o sino pienso ir a verlo a su casa en el Valle de Godric hoy mismo si no lo hace antes de las tres
Ginny rió, Luna aún tenía dejos de extravagancia que se hacían presentes de vez en cuando, y seguir creyendo en los «snorkack de cuernos arrugados» (y en los Blibbers maravillosos) era una de ellas.
—El otro día, en la fiesta del Ministerio a la que me invitaron, lo vi—comentó Ginny, con la vista perdida—iba con Cho… y sabes que? Me vio con el collar que me dio cuado se fue… lo recuerdas?
Luna observó detenidamente a Ginny.
—Todavía lo conservas?
Ginny asintió, aún algo ausente.
—Pero Ginny, según recuerdo… ese collar lo debías tener hasta que dejaras de querer a Harry—dijo Luna—hasta que lo olvidaras.
—Lo sé…—repuso la pelirroja mirando a Luna—y no es que lo siga «amando», pero es que, bueno… no lo iba a tirar por ahí, no?—se defendió.
—Ginevra Camila Weasley—dijo Luna, mirando detenidamente a Ginny—tu amas a Malfoy?
La chica se sintió ofendida con la pregunta.
—Yo… por supuesto, Luna! Cómo puedes preguntar eso!—exclamó escandalizada.
—Simplemente…—contestó Luna, serena—…porque por la forma en que se tornan tus ojos cuando hablas de Harry y por la manera en que hablas de él… me pareciera que estuviera viendo y escuchando a la misma Ginny que tenía dieciséis años, y que estaba completamente enamorada… de Harry Potter.
