El Copyright y la Marca Registrada del nombre y del personaje Harry Potter, de todos los demás nombres propios y personajes, así como todos los símbolos y elementos relacionados, son propiedad de Warner Bros., 2000

¡Les pido especial atención en este capítulo! Aunque según yo deberían estar atentos en todos, en fin... u.u


Tus días están contados

Capítulo décimo

"¿Harry, te puedo preguntar algo?"

"Ya lo hiciste" sonrió. Ginny tragó saliva, ya que Harry le había tomado ambas manos. "A pesar de eso, tienes derecho a hacer una segunda"

"¿Tú... me... Tú me..." Tomó aire mirando al techo y volvió a mirar a Harry. "¿Me quieres?"

"Claro que te quiero, Ginny. ¿Por qué dices eso? Si no fueras mi amiga no hubiera estado contigo por tanto tiempo, y menos estaría ahora, no crees?"

Y volvía a usar esa palabra tan... general. Amiga, una amiga... ¿Una amiga, como cuántas otras? Eso no tenía nada de especial. Le hubiera gustado preguntarle también '¿Qué hay entre tú y esa p... de Jacqueline?' pero aún no se sentía con el valor para hacerlo. Además Harry podía deducir, tal como lo había hecho Hermione un tiempo atrás, que ella estaba celosa o algo así... ¿Pero acaso eso no era cierto?

Ojalá el ser Auror le hubiera servido también para leer asuntos del corazón. Ni la magia más potente, ni los conocimientos más altos podrían haberla ayudado. Aunque sabía de personas que podían hacer eso, o al menos adivinar las emociones, y dentro de esas pocas personas se encontraba Harry. ¿Y si él ya lo sabía?. ¿Si él ya sabía que ella se ha estado muriendo por él todo el tiempo sin decir nada? Moriría de vergüenza.

"¿Me vas a decir qué te pasa... o sigues sin querer hablar de eso?"

"Ah, no es nada importante" repitió, liberándose de Harry. Se puso de pie. "Debe ser este día tan extraño y agitado. Buenas noches" declaró sin más y se fue raudamente a su habitación, dejando atrás a un Harry muy confundido.

Pasó la noche. Hermione despertó sobresaltada creyendo que el bebé mutante de Ron y Clarissa se la quería comer en la papilla después de que Clarissa la hubiese puesto junto a las patatas y las zanahorias. Reguló su respiración, se sentó de piernas cruzadas en la cama y tomó mucho aire. 'No tengo 10 años, no puedo estar soñando estas cosas' se repetía en silencio. Y recordaba esas pesadillas que ha esa edad tenía, donde todo era grotesco y espantoso.

En la oscuridad de la pieza con las cortinas cerradas recordó también el porqué de esas pesadillas, que gracias a la ayuda de una terapeuta y un par de años de yoga pudo superar.

A los diez años, o en realidad mucho antes, en el condominio donde estaba su hogar habitaba también una familia de apellido Robinson. La señora Robinson era muy amiga de su mamá, como así el señor Robinson de su papá. Ellos se conocían de antes de que ella misma naciera. Los señores Robinson tenían dos hijas: Susan -de un año más que ella- y Fran, tres años menor. La más pequeña sufría de autismo y casi no la veía, pero Susan era todo un caso. Sus madres siempre insistían en hacerlas amigas, incluso -como ella más tarde supo- la señora Robinson hizo repetir un curso en la escuela a la mayor con tal de dejarla en el mismo salón que Hermione. Pero se odiaban. Se odiaban a más no poder, y eso nadie lo entendía. ¿Cómo dos niñas pequeñas iban a saber lo que era el rencor? Dos años compartieron salón y al siguiente, al recibir Hermione la mítica carta de Hogwarts, su dicha fue mayor que cualquier cosa en el mundo: ya no iba a tener que verla más. Pero la cosa no fue tan así. Los padres de Susan se separaron poco antes de irse ella al castillo y la señora Robinson se quedó en Inglaterra con Fran, en cambio el señor Robinson se fue con Susan a Australia, donde él había nacido. Pero cada vacaciones de verano y a veces invierno u otras fechas feriadas, Susan volvía a visitar a su madre, lamentablemente justo al mismo tiempo que Hermione regresaba de Hogwarts. Y seguían sin poder ni verse. Bastaba que Hermione pasara caminando frente a su casa para que Susan saliera por una ventana y le gritase frases y groserías que -por su crudeza- no reproduciré. Sin tener motivo alguno. En ese tiempo además, para cubrir, la señora Granger le contaba a la señora Robinson que su hija estaba en un importante colegio en Escocia y, según se enteraba Hermione por otras bocas, la señora Robinson lo poco que pasaba con su hija mayor no hacía más que recriminarle sus mediocres calificaciones escolares y compararla siempre y en cualquier aspecto con Hermione; siempre lo había hecho y era por eso -dedujo- que Susan la detestaba tanto. Incluso llegó a creer que fue peor cuando sus padres le inventaron que había entrado a la escuela de detectives y se había ido a vivir con unos amigos, cuando Susan no pudo entrar a ninguna carrera y tuvo que trabajar como secretaria en una imprenta en el mismo Londres, eso sí, Hermione jamás la volvió a ver.

Ya en la actualidad, Hermione se hallaba desayunando con Ginny. Harry aún no se levantaba.

"¿Y no te dijo nada más?"

"No, nada. Y la verdad... no me importa. Mejor así"

"¡Pero Ginny!"

"No, no y no. Nada de peros, Hermione. Yo no puedo decirle"

"¿Y si le pregunto yo?" se ofreció amablemente.

"Te mato" objetó Ginny y tomó más café.

"¿Y por qué la vas a matar?" preguntó Harry, entrando ya vestido en la cocina.

"Por tu maldita manía de meterte en conversaciones ajenas, Harry" le espetó Ginny, seria, y acto seguido miró su reloj. "Ya es tarde, se supone que debía estar en la tienda de calderos hace 15 minutos"

"¿Por?"

"Anoche al entrar a mi cuarto encontré una nota. Me asignaron un caso... al fin. ¡Ya era hora!" Alzó sus manos al cielo y luego las bajó. "Así que permiso, me voy, adiós y nos vemos luego" Tomó su capa del respaldo y desapareció.

"Hey, Hermione"

"Buenos días, Harry" saludó. "Toma asiento"

"¿Qué hay de desayuno?"

"Tocino y huevos"

"Genial. Amo el tocino" exclamó sarcásticamente. Segundos después los dos estallaron en risas. Harry tomó un tazón del aparador y lo llenó de café.

"¿Harry?" preguntó Hermione un par de minutos más tarde.

"¡Presente, señorita!" respondió él. "¿Qué?"

"¿Jacqueline es tu novia?"

Harry se rió.

"No, cómo crees. No, es sólo una amiga, por?"

"Curiosidad. Pero a ti te gusta, me equivoco?"

Harry se volvió a reír y negó con la cabeza.

"No me gusta"

"¿Te atrae?"

"No sé. Tal vez, no creo..."

"Harry..."

"Sí, bueno, puede que sí me traiga un poco" afirmó sin mirarla, sonriendo.

"Qué fácil eres, hombre" se rió esta vez Hermione, pero por respeto a su amiga la risa duró poco. "¿Y qué pasa con Ginny?"

"¿Con Ginny?" repitió, abriendo mucho los ojos. "Con Ginny no pasa nada"

"¿Nada?"

"No, nada. Al menos todavía no la llevo a la cama" molestó a propósito a Hermione, sin dejar de sonreír.

"¿Qué?" exclamó, desencajada.

"¿A qué va todo esto, Hermione?" le preguntó Harry, poniéndose serio de una vez.

"Es que... no te imaginas" terminó su café, y del bolsillo trasero de sus jeans sacó una cajetilla de cigarros. Encendió uno y volvió a guardar la caja. "Hombre tenías que ser, por eso no lo entenderías"

"No me subestimes, Herms; me conoces"

"Por eso lo digo" dijo ella alzando las cejas y llevándose el cigarrillo a la boca.

"Pasa que con ella me pasan cosas" confesó finalmente, mirando al infinito a la vez que bebía café.

"¿Qué tipo de cosas?" preguntó Hermione feliz, lo había logrado.

"No te lo podría explicar ahora, pero..." Tomó aire. "Cosas... supongo que... especiales" frunció el seño.

"¿Y eso, desde cuándo?"

"Hace no mucho..." se detuvo a pensar otra vez. "Quizás... desde que terminé con Nancy"

"¡Nancy! Recuerdo que en una carta me hablaste de ella. ¿Cuánto duraron, como tres meses, no?"

"Dos" la corrigió. "Y yo que pensaba que iba a ser la mujer de mi vida... Siempre pienso lo mismo de las mujeres con que he estado, y siempre terminan decepcionándome"

"¿Cómo Daisy?"

"Y Marianne"

"Y Trishelle"

"Y Kelly, entre otras..."

"Sí, tienes razón" Hermione sintió pena por Harry, Nada podía hacer, mas él se lo buscaba, por no poder pasar dos días sin estar saliendo con alguien. "¿Y Ginny?" volvió al tema. "Cómo fue que de pronto pensaste en Ginny? Si siempre vivió aquí contigo"

"Puede que esto te suene cliché, pero siempre la vi así, como una persona distante... la hermanita de Ron... Me daba miedo pensar en ella de otra manera"

"¿Entonces -y perdona que vuelva a esto- qué papel pinta Jacqueline en todo esto?" preguntó, intrigada.

"A Jacqueline ya la conocía por el trabajo. No sé cómo... Apenas un día después de haber terminado con Nancy llegó a mi cubículo y me empezó a decir que sabía lo que había pasado y que tenía una solución magnífica para aliviar las penurias, que era..."

"Sí, me imagino" lo cortó. No quería saber más. "El caso es, Harry, que no deberías seguir así. Deberías tomarte un tiempo para..."

"¡No puedo!" la interrumpió ahora él. "Prefiero cien veces a mantenerme ocupado que estar así... como tú"

"¿Yo, qué tengo que ver yo?" se apuntó.

"Eres -y perdona si te ofendo- el estereotipo perfecto de solterona frustrada"

"¡Apenas tengo 23 años, casi 24! Y no estoy frustrada, tengo todo lo que quiero" se molestó.

"Todo lo que quieres, menos a tú-ya-sabes-quién (N/A: Ron, en este caso) con hijo y compromiso con otra"

Esa afirmación la había herido en todo su ego, pero por más que lo negara, Harry tenía toda la razón. ¿Cómo era? 'El primer paso para solucionar un problema es aceptando que tienes uno' escuchó repetidas veces en charlas sobre la drogadicción en magos adolescentes hace menos de cinco semanas. De hecho en un examen de grado había mencionado eso. En fin... su problema era que sentía no poder querer a nadie como quería a Ron. Y eso tal vez sólo por no haberlo intentado. Aún no era tarde. Era joven, simpática, linda e inteligente. ¿Por qué no iba a poder encontrar un hombre (sin compromisos) dispuesto a pasarla bien (o mejor aún) con ella?

"Harry, yo podría invitar a quien quiera al departamento, verdad?"

"Mientras no sean delincuentes o terminen teniendo sexo en la salita, puedes invitar a quién quieras, sí"

Ambos se rieron. Hermione apagó el cigarro en un cenicero.

"Bueno, yo creo que me voy al Ministerio" declaró Harry, terminando su café y levantándose. "Con permiso"

"No hay problema" tarareó Hermione, y con la varita guardó todo lo de la mesa en su lugar y puso la vajilla a lavar.

Harry se fue y ella se quedó sola en casa. Encendió la TV en un canal de cocina y se sentó a ver un rato. Como una hora después, escuchó que algo golpeaba la ventana. Fue a ver y le abrió paso a una lechuza gris moteada, que llevaba un sobre con el timbre de Hogwarts dirigido a ella entre las patas.

"¡Por Merlín, lo que esperaba! Estoy muy ansiosa" se dijo a sí misma o a la lechuza, a la vez que le sacaba la carta. Una vez que lo hizo, la lechuza voló a la ventana y se perdió en el cielo.

Abrió el sobre. Las manos le temblaban levemente y sus ojos brillaron con intensidad al empezar a leer.

Señorita Granger:

De acuerdo a la petición recibida con fecha 29 de Julio del presente año, el Consejo de Padres y Maestros de Hogwarts consideran apropiado su bastante completo currículo e historial mágico. Está citada a una entrevista personal para el día Lunes 04 de Agosto a las 9:30 horas en las dependencias de nuestro establecimiento para comprobar si es lo suficientemente apta para el puesto que solicita para impartir clases de Defensa Contra las Artes Oscuras a los alumnos de primer a séptimo curso.

Saluda Atte. a Ud.

Minerva McGonagall

Directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

"¡SÍ!" exclamó Hermione, dando brinquitos por toda la sala, empuñando la carta en su mano derecha con una gran expresión de triunfo en la cara. Hace mucho que no sentía una dicha tan grande como esa y, aunque no estaba 100 segura de haber sido aceptada, ya tenía avanzada parte importante del camino.

Y ahora... ¿qué hacía?. ¿A quién se lo contaba? Miró su reloj; eran diez para las diez. ¿Habría llegado Ginny de su misión? No, imposible. ¿Se sentía capaz de ir y molestar a Harry después de haberlo retrasado con esa larga conversación en el desayuno? Bueno, si le fastidiaba tendría que aguantar nomás, que para eso estaban los amigos.

No esperó nada siquiera y tomando su varita de la mesita del teléfono se desapareció.

"¡Ah, Hermione, casi me matas de un susto!" exclamó Harry, saltando en su asiento después de que la susodicha se apareciese junto a él en el cubículo.

"¡Harry, lee esto!" exclamó ella emocionada, dándole la carta a Harry. Él leyó rápido y la miró, sonriente.

"Esto quiere decir que..."

"¡Sí, Harry, estoy con un pie dentro de Hogwarts!" gritó.

Personas que no conocía asomaban su cabeza fuera de sus cubículos con tal de saber a qué se debía tanto alboroto, preguntándose algunos entre sí quién era esa jovencita loca que chillaba tanto. Ella se dio vuelta hacia el pasillo y se dio cuenta que muchos la observaban con recelo, así que puso su mejor cara de niña tierna y dijo un '¡Lo siento!' volviéndose a Harry.

"¿El lunes en la mañana?"

"Sí"

"Estoy seguro de que McGonagall no se atreverá a rechazarte"

"Eso espero... y espera a que se entere Ginny... ¡Va a estar tan contenta!"

"¿Por qué mi hermana va a estar tan contenta?" dijo alguien a sus espaldas, y con sólo escucharlo se le encogió el corazón. Se volteó lentamente y miró los ojos azul-cielo de Ron.

"Hermione fue aceptada por el Consejo de Padres y Maestros de Hogwarts" contestó Harry por ella, poniéndose de pie y extendiéndole la carta.

Ron pasó su vista de Hermione a Harry y de éste a la carta, la que tomó y extendió, comenzando a leer. Hermione se volteó rápidamente a ver a Harry pero él sólo alzó las cejas y con las manos le indicó que se volteara de nuevo. Así lo hizo y Ron, que terminaba de leer la carta, la miró con... ¿indiferencia?

"Felicidades, Hermione" le dijo, aparentemente feliz, pero ella pudo notar que su voz no denotaba eso precisamente.

"¡Muchas gracias!" sonrió ella; Ron no le iba a amargar el día.

"¿Y para qué venías, Weasley?" preguntó Harry, volviéndose a sentar. "¿No deberías estar en el hospital?"

"Tengo que hablar de un asunto contigo, Potter" respondió él, devolviéndole -sin mirarla- la carta a Hermione. "Clarissa está bien, llegó su padre, así que vine a avanzar un poco, pero esto es importante" le imploró.

Hermione empezó a sentirse incómoda.

"Entonces creo que me voy de aquí, seguro querrán hablar en privado. Permiso"

Dobló y guardó su carta en el bolsillo trasero de sus jeans, se despidió con una señal de mano de ambos y se fue campante por el pasillo. Ron se sentó en el puesto frente a Harry.

"¿Y qué...?"

"Es la boda, Harry"

"¿La boda?"

"Fue lo primero que mencionó el padre de Clarissa después de saludar esta mañana en el hospital. Dijo, ahora que el bebé había nacido, había que inscribirlo en el registro y no se podía poner allí que nació de una pareja de 'unión libre' aunque tuviera mi apellido, porque cualquiera podría leerlo y la gente iba a empezar a hablar mal. Ya te lo había contado; mi suegro pertenece a la 'alta sociedad' de magos allá en Australia"

"Ya. ¿Y qué quieres decir con todo esto?"

"Quiere que nos casemos dentro de estas semanas, a más tardar la última semana de Agosto, o si no se llevará a Clarissa y nuestro hijo a Australia sin dejarme verlos nunca más"

Harry entrelazó sus dedos bajo la barbilla y negó con la cabeza.

"Entenderás que no me quiero separar de mi hijo, Harry"

"Sí, claro que sí" dijo el aludido, un poco de mala gana.

"¿Entonces qué hago?" preguntó Ron, apoyándose con ambas manos sobre la mesa, viéndose desesperado.

"Cásate" respondió el pelinegro, lacónicamente.

"¿Qué me case?" se desconcertó.

"Lo que oyes, cásate"

Ron lo miró anonado con el seño fruncido. ¿Cómo era posible que él, su mejor amigo, fuera quien le dijese eso? Eso sí, Harry parecía muy seguro de sí mismo; por supuesto, problemas no tenía.

"¿Por qué?"

"¿No era lo que ibas a hacer desde el principio?"

"Sí, pe..."

"¿Qué importa si es un poco antes o un poco después? Sería inútil escapar de aquel destino" murmuró Harry hacia el final. Se acomodó las gafas y volvió a sus papeles. "Tengo bastante trabajo, Weasley"

"Lo veo. Qué le vamos a hacer" Se paró del asiento. "Me imagino que ya no querrás ser mi padrino de bodas, verdad?"

"La verdad es que sí, todavía no me arrepiento de aquello. Así que ahora, puedes irte?"

"Está bien. Adiós" Se volteó y se fue a su propio cubículo dos puestos más atrás.

No era más que una casualidad que Hermione fuera esa misma mañana a continuación de lo del Ministerio al Londres muggle a explotar su lado de compradora compulsiva. Iba de tienda en tienda comprando cada cosa linda que veía, especialmente ropa que sabría que nunca se pondría, que para eso era soltera y podía gastar todo su dinero en sí misma. Incluso almorzó en un fast food de uno de los edificios comerciales para después seguir recorriendo... y comprando.

Había entrado a una galería subterránea bastante bonita y en una joyería fue que se encontró frente a frente a su madre y una de sus amigas.

"¿Mamá?"

"¡Hija!. ¿Qué estás haciendo aquí?" Le dio un abrazo, aunque Hermione no estaba respondiendo por el aturdimiento. "¿Cuándo llegaste a Inglaterra, que no me avisaste ni me has ido a visitar?" la reprendió. Hermione regresaba a sí.

"A... ayer llegué, mami..." contestó ella, separándose y mirando a la señora junto a su madre, tratando de recordar quién era.

"¿Y dónde te quedaste? Supongo que con tus amigos"

"Sí, mami. Allí estoy"

"Pues qué triste que no me hayas dicho. Erika, creo que tenemos que ir a la tienda enfrente" le dijo a su amiga. "Adiós, hija. Voy a esperar con paciencia que un día de éstos vayas a la casa. Tu padre va a estar feliz de verte" Le dio otro abrazo -más corto que el anterior- y se fue seguida de su amiga.

Hermione todavía no entendía algo. ¿Por qué su madre no estaba trabajando en su consulta un sábado por la mañana? Y también... ¿por qué se había comportado tan fría? Quizás estaba muy apurada...

"¿Señora, le ayudo en algo?" le preguntó una vendedora sacándola de sus conjeturas.

"Señorita" la corrigió. "Y no, gracias. Estaba mirando solamente" La vendedora se marchó algo ofendida.

Hermione salió de aquel lugar y se regresó al departamento para arreglar un poco las cosas y descansar de esa agitada mañana.

Continuará...


La escritora fantasma dice: Hola gente. Vaya, me sorprendí de lo que se están torturando con este fic imaginando qué es lo que va a pasar. ¡Déjenlo en mis manos! Van a ver cómo lo que a veces parece ser lo más obvio, no lo es realmente. Les dije que estuvieran atentos con este capítulo porque hay algunas pistas importantes de lo que sucede en los siguientes (Dios, ya estamos en el diez y todavía me queda bastante fic... ¡Y tengo que terminar antes de noviembre!). Y como sé que les gusta pensar harto, déjenme sus teorías por el medio habitual (sí, ese que comienza por R y termina en W). Gracias a todos por sus deseos de cumpleaño y, claro, a todos sus comentarios (hasta vi una apuesta monetaria por ahí xD) y nos vemos en un próximo capítulo!