Puedo ponerme a destrozar
A borrar cada recuerdo que me acerca a ti en soledad, puedo.
No podía dejarte solo. Sabes que no podía hacerlo. Entiendo que no quisieras involucrarme en tu lucha, que tuvieras miedo de perderme... Pero yo tenía miedo de perderte a ti. No me hacía falta saber todo el tema de la profecía y Voldemort para darme cuenta de que estabas en peligro. Todos estábamos en peligro, pero tú, al fin y al cabo, llevabas así toda tu vida.
Y yo te necesitaba, más que nunca.
Miro debajo del colchón, hay algunas costumbres que no cambian. Tenía que estar ahí... y ahí está. Es una foto, pero no como las de los muggles. Esta tiene movimiento. Apenas han pasado unos meses, y en realidad es como si hubiera pasado toda una vida.
Estábamos en la Madriguera, el verano pasado. Era la boda de Bill y Fleur. A pesar de la guerra, aquella tarde todos estaban sonrientes, disfrutando. No éramos muchos, pero los pocos que estábamos irradiábamos felicidad por cada poro de nuestro cuerpo.
Ron y Hermione aprovecharon para pasar un rato juntos, y Harry y yo...
-Sé que no podré ayudar, que no podré hacer magia...
-Por eso quiero que te quedes con tus padres si finalmente Hogwarts no abre sus puertas el próximo curso.
Hablábamos en una zona apartada del jardín, aunque nuestro tono de voz empezaba a elevarse, y algunas personas se giraban y miraban hacia donde nos encontrábamos.
-Ya soy mayorcita para cuidarme sola, pensé que te habrías dado cuenta.
Harrry me miró a los ojos. Estaba muy guapo aquella noche, aunque eso poco tenía que ver con lo que estaba ocurriendo.
-Sé muy bien que eres capaz de cuidarte, pero, entiéndeme... Sirius, Dumbledore, dos de las personas que más... han muerto. No podría perdonarme que te ocurriese algo –acarició mi cara con sus manos. -No quiero que te pase nada malo.
-Yo tampoco podría perdonarme que te dejara ir... sin hacer absolutamente nada.
El tiempo pareció congelarse. Poco a poco nuestros rostros se iban acercando... y por fin, nos besamos. En ese momento una luz cegadora nos sorprendió. En un rápido movimiento, Harry se puso delante de mi y sacó su varita.
-¡Eehh! Tranquilo, cuñado¡venimos en son de paz! Sólo estábamos guardando los momentos de la boda para la posteridad... ¡Sólo es una foto!
Fred y George. Seguían en su línea, como siempre.
-Emmmm... ¿no os han dicho nunca que es de mala educación molestar?
Les miré, intentando que con una furtiva mirada asesina captaran el concepto.
-¿Molestar? No sabíamos que... ¡está bien, está bien! Nos vamos.
Cuando por fin parecía que se marchaban, Fred tuvo que decir la última palabra.
-Cuidado con lo que hacéis. – Nos guiñó un ojo.
-¡Fred! –había conseguido que me pusiera roja... pero bueno¿qué se creían?
¿Es que nunca iban a cambiar? En realidad, en el fondo agradecía que fueran así, habían conseguido romper con aquella conversación que no estaba llegando a ninguna parte, y la foto...
Ahora la veo, y no puedo más que... llorar. Porque esos momentos jamás volverán. Porque irremediablemente se irán perdiendo en la memoria, a pesar de que yo no quiera...
