Pero a la hora de amar,
Dime cómo engaño a mis sentido sin que duela, dime cómo he de engañar.
Al final me dejaste ir contigo. Y créeme, es algo que agradeceré toda la vida. Porque si no hubiera ido, jamás me lo hubiera perdonado. Siempre dije que iría contigo hasta el fin del mundo, hasta la muerte, pero nunca pensé que realmente llegara a vivirlo.
Me alegro de que por lo menos llegáramos juntos hasta el final...
Como habíamos intuido, Voldemort nos había tendido una trampa. Había ido poco a poco tejiendo su tela de araña, pero no pudimos imaginar que caeríamos tan pronto en ella. Él se había adelantado a nuestros pasos. Siempre nos había sacado ventaja.
Tú y Voldemort. Estabais tú y él, solos. Y nosotros ni siquiera podíamos acercarnos. No veíamos lo que estaba ocurriendo. Sólo que el tiempo pasaba... y nadie salía de esa habitación. Tuve otro mal presentimiento... te lo dije, y tu me contestaste que me tranquilizara, que todo saldría bien. Lograste convencerme, aunque sólo por un momento.
Pero nuestro plan no había funcionado. Aún nos quedaba por destruir un pedazo del alma de Voldemort que no habíamos podido encontrar.
Esperábamos, pero ninguno hablaba. Ron y Hermione se agarraban de la mano. Estaban sentados, uno al lado del otro. Yo había dejado de dar vueltas y también opté por sentarme, aunque eso no había conseguido relajarme. Creo que si hubiéramos escuchado cualquier sonido, incluso el vuelo de una mosca, los tres le habríamos echado la primera maldición que se nos hubiera ocurrido a lo que fuera que estuviese rompiendo el silencio.
Silencio.
Era lo único que había a nuestro alrededor.
Habíamos perdido la esperanza de poder entrar a aquella habitación. Lo habíamos intentado por todos los medios, tantos físicos como mágicos. Ron había estado a punto de dislocarse un hombro.
De repente, comencé a recordar todas esas pequeñas cosas que nos habían unido a Harry y a mí. El Quidditch, nuestro primer beso, la boda de Fleur y Bill, esos últimos meses antes del encuentro con Voldemort. No podía seguir recordando, no iba a conseguir nada con ello.
Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas. No podía perderle... no ahora.
Me levanté, decidida, y fui hacia la puerta. Esta vez se abriría.
-Ginny¿qué...?
No hice caso a Ron. Necesitaba abrir esa puerta, necesitaba saber qué estaba ocurriendo. Ni siquiera pensé en utilizar la magia. Agarré el pomo y la puerta... se abrió.
-¿Harry...?
Había alguien, tumbado bocabajo sobre el suelo. Sólo podía ser él.
-¡Harry!
Parecía inconsciente. Tenía que estar inconsciente, no podía estar... muerto. Me quedé clavada, a diez metros de él. Ron y Hermione corrieron a su lado.
-No... –Hermione se llevó las manos a la cara, y rompió a llorar. Ron también lloraba y yo... no había dejado de hacerlo en ningún momento.
Fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Ninguno nos movimos. Seguíamos sin poder hablar. Ron rompió el silencio.
-Vamos, Hermione, será mejor que avisemos a los demás... –pero Hermione se negaba a moverse. Ron tuvo que abrazarla, y susurrarle al oído para convencerla. No oí qué fue exactamente, pero surtió efecto. Salieron de allí.
Y yo... tenía que acercarme, tenía que verle. Tenía que besarle por última vez.
Mis pies se despegaron del suelo. Me fui acercando, poco a poco. Ahora Harry estaba bocarriba, Hermione le había dado la vuelta. Tenía los ojos cerrados. Parecía dormido.
-Hola –quería hablar con él, necesitaba decirle tantas cosas... y al mismo tiempo tan sólo una –te quiero.
Prácticamente me había tumbado a su lado. Le besé. Sabía que sería la última vez. Todavía tenía los labio tibios. Apoyé mi cabeza sobre su pecho, y lloré...
Seguí llorando hasta que llegaron los supervivientes de la Orden, hasta que me levantaron de allí y se llevaron a Harry.
