ADVERTENCIA: YO NO SOY LA AUTORA DE ESTE FIC, TAN SÓLO LO TRADUZCO. TAMPOCO SOY LA RESPONSABLE DEL VOCABULARIO QUE APAREZCA EN ÉL, ME LIMITO A TRADUCIRLO TAL Y COMO APARECÍA EN EL ORIGINAL.
DEBO ADVERTIR QUE ESTE FIC ES LEMON. SI ALGUIEN NO GUSTA DE ESTE GÉNERO, TODAVÍA ESTÁ A TIEMPO DE VOLVER ATRÁS.
No os entretengo más. Espero que os guste tanto como a mí, jeje.
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LA PÓCIMA (The Drink)
AUTORA: Tulip
CAPÍTULO 1: La pócima
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Era una cálida noche. Kurama, una vez finalizada su tarea escolar, salió de su habitación.
No había nadie más en la casa. El kitsune bajó por las escaleras en penumbra con una planta entre sus brazos. La planta parecía ser un objeto casi sagrado para él. Mientras entraba en la cocina, una sonrisa se dibujó en su rostro. Empezó a trabajar.
Extrajo algo de jugo de las flores de la planta y lo guardó en un recipiente. Estuvo ocupado un buen rato hasta que tuvo una cantidad estimable de poción en el vaso que había colocado sobre la mesa de la cocina. Una vez hubo acabado con eso, preparó chocolate caliente. Abrió un armario y cogió una taza blanca y otra negra. Las colocó sobre una bandeja azul y recogió la cocina. El zorro puso una gran cantidad de azúcar en la taza negra. . . y unas gotas de la poción.
Mientras Kurama subía las escaleras de vuelta a su habitación, empezó a sentir un ligero cosquilleo de impaciencia. Una cálida sensación se abrió paso en su estómago cuando pensó en lo que tenía en mente para el demonio de fuego aquella noche. O todavía mejor. . . en lo que el demonio de fuego pudiera tener en mente para él.
Cuando abrió la puerta de su cuarto, se encontró al demonio de fuego sentado en el alfeizar de la ventana, los brazos alrededor de una de sus rodillas y la otra pierna colgando junto a la pared, como era habitual. La ventana todavía estaba abierta y Hiei acababa de quitarse la capa. Tampoco llevaba puesta la camiseta.
Le echó una mirada suspicaz. El chocolate, tenía un olor diferente. La diferencia era mínima, pero los sentidos de Hiei estaban especialmente agudizados. Observó como Kurama colocaba la bandeja en el suelo y se sentaba junto a él. Como el kitsune no parecía tener nada que decirle, decidió preguntar él mismo.
- ¿Qué le has puesto?
Kurama alzó la vista dando un pequeño respingo. "¿Ha sido capaz de olerlo? Oh, tal vez le he puesto demasiado. La próxima vez tendré que usar una dosis más pequeña. . . Mmmmm, está en topless. . . "
- Oh, es una nueva marca de cacao. ¡Pruébalo!
La sonrisa ansiosa de Kurama desconcertó un poco a Hiei. El zorro tramaba algo. Se sentó enfrente de la bandeja sin apartar ni un segundo sus grandes ojos carmesí de Kurama. Cogió la taza negra (Bueno, asumió que la negra era para él) y dio un largo sorbo. Fuera cual fuera el efecto que ese "cacao" estuviera ejerciendo sobre él, bien, no era malo. Kurama se puso en pie, y Hiei sintió una extraña sensación en su interior.
Kurama pasó por delante de él para ir a cerrar la ventana y correr las cortinas. Así estaba mejor. Prefería tener algo de intimidad.
El kitsune apagó la luz del pasillo y cerró la puerta de su habitación. Echó el pestillo, aunque no había nadie más en la casa. El pelirrojo vio que Hiei ya se había terminado su chocolate y recogió la bandeja, moviéndose despacio, sin beberse el suyo. No, él tenía sed de otra cosa. Hiei vigiló al kitsune cuando éste se giró para ir a dejar la bandeja sobre el escritorio.
Kurama sintió de repente que le empujaban con fuerza por detrás. Se las arregló para darse la vuelta y ver a Hiei aprisionándole contra la pared. Los ojos rojos de Hiei, habitualmente fieros, eran todavía más fieros aquella noche, aunque con un extraño brillo. El zorro volvió a preguntarse si tal vez le había dado demasiada poción al jaganshi. El zorro abrió desmesuradamente sus ojos color esmeralda al sentir al sexy youkai restregándose contra él y jadear.
Su boca fue cubierta por la de Hiei. Kurama respondió al beso con vigor y rodeó con sus brazos al pequeño demonio de fuego, atrayendo hacia sí aquel delicado pero musculoso cuerpo. Hiei estaba acariciando suavemente los pezones de Kurama por encima de la tela que cubría su pecho.
El zorro sintió un escalofrío cuando Hiei introdujo la lengua dentro de su boca, dudando al principio, luego adentrándose en ella para explorar cada rincón, cada pequeño resquicio. Entonces Hiei se aventuró sobre el cuello del kitsune, depositando suaves besos sobre su piel que dejaban un rastro de pequeñas marcas rojas, besándole a modo de disculpa antes de morder otra irresistible porción del cuello de Kurama. Podía distinguir el ritmo del pulso de su amante fluyendo por sus venas bajo aquella piel suave y nacarada y como sus pulsaciones se aceleraban, gracias a su sangre koorime.
A Kurama se le hacía extraño el ser acariciado, después de haber sido él el que lideraba las caricias durante aquellas benditas, ardientes semanas que había compartido con el demonio de fuego. Su respiración se agitaba más y más mientras sentía al demonio de fuego tan cerca de él. Cuando pretendió llevar a cabo el mismo sortilegio con su lengua en la boca de Hiei, el youkai retrocedió, dejando al pelirrojo algo decepcionado.
Hiei sabía muy bien lo que estaba haciendo. Tenía algo que ver con la bebida pero, lo que Kurama no sabía, era que el cacao no era necesario. Sólo que ahora Hiei tenía una excusa para no contenerse. Notó que se le dibujaba una sonrisa perversa en los labios cuando decidió no darle inmediatamente a Kurama lo que estaba esperando, aunque su propia excitación le empujaba a seguir adelante.
Kurama quiso dar un paso al frente para besar a su demonio de fuego cuando Hiei, de repente, agarró fuertemente al pelirrojo por la entrepierna, apretando y levantándole un poco. A Kurama se le escapó un pequeño gemido. Hiei podía sentir cómo el zorro se endurecía cada vez más. Movió un poco la mano hacia un lado y Kurama se vio forzado a caminar. Sin apartar la mano de donde la tenía, guió al pelirrojo a través de la habitación hasta los pies de la cama.
Kurama notó la madera en la parte posterior de sus rodillas y trató de sentarse. La mano de Hiei le advirtió que no lo hiciera. El kitsune sabía perfectamente lo fuerte que era el youkai, así que decidió hacer las cosas a la manera de Hiei, dándose perfecta cuenta de que eso era exactamente lo que pretendía el pequeño medio koorime. Cuando Kurama intentó de nuevo besar a su demonio de fuego, Hiei le soltó y empujó al zorro sobre la cama. Le besó una vez más, presionando para que se tumbara hacia atrás. A Kurama se le veía obviamente confuso. Hiei colocó las manos sobre sus muslos, acariciándole despacio, adentrando su mirada en el profundo bosque de los ojos de Kurama, y le besó de nuevo. Cuando el jadeante zorro trató de devolver el beso, Hiei le empujó contra el colchón, dejando a Kurama con la sensación de haber quedado indefenso.
Hiei sentía que le hervía la cabeza, casi a punto de estallar cuando besó otra vez el cuello de Kurama, lamiendo suavemente su piel antes de cada beso. Cada gemido del kitsune hacía estremecer su cuerpo entero como si de una descarga eléctrica se tratara. Empezó a moverse despacio contra la cálida erección del kitsune y sintió como los brazos de Kurama acompañaban el movimiento por encima de su espalda, arriba y abajo, abajo y arriba. Su piel estaba húmeda y ardiente, bañándose en las caricias que el kitsune distribuía a lo largo de su espalda, hasta que las manos de Kurama no volvieron a subir, sino que se quedaron abajo, sobre el culito del youkai. Hiei se escabulló, pudiendo observar de nuevo la sorpresa en el rostro de Kurama, todavía jadeante.
Despacio, le quitó a Kurama un zapato y lo dejó caer al suelo. Después, todavía más despacio, le quitó el otro. Kurama observaba como su demonio de fuego le quitaba cuidadosamente los calcetines, tan, tan despacio. Esto hizo que Kurama volviera a impacientarse, y tenía la sensación de que eso era precisamente lo que Hiei había planeado. Gimió una vez más y elevó la vista hacia el techo cuando la mano de Hiei, siempre despacio, se desplazó por la cara interior de su muslo, evitando sólo la zona de su erección. Le estaba provocando. Se apoyó sobre los codos y observó a Hiei mientras éste le desabrochaba los pantalones. El youkai bajó la cremallera tan despacio que Kurama pudo sentirla perfectamente, y él dejó que le mirara mientras lo hacía. El pelirrojo alzó involuntariamente las caderas cuando Hiei llegó al final del recorrido de la cremallera y se dejó caer sobre la cama. Hiei presionó su pecho desnudo contra el cuerpo de Kurama otra vez y esparció cálidos besos sobre oreja, su cuello y la parte superior de su pecho, todo lo que le permitió la camisa. Empezó a desabrochar eso también, sin arrancar los botones. No, tenía que hacerlo despacio, muy, muy despacio, aguantando la mirada del kitsune, oscura, expectante.
Kurama sentía la erección de Hiei presionando la suya. No sería capaz de resistir así mucho más, pensó. Hiei iba por el tercer botón y Kurama empezó a gruñir de impaciencia. ¿Por qué jugaba con él de esa manera? Finalmente, el youkai había llegado al último botón, y las manos de Hiei recorrieron la suave piel del pecho de Kurama. Desplazó sus labios hasta el estómago de Kurama para besarlo y morderlo una y otra vez, mientras el pelirrojo clavaba los dedos en los hombros del koorime. El demonio de fuego deslizó los brazos por debajo de la espalda de Kurama, presionando su erección contra el pecho de su amante. Entonces, volvió a echarse hacia atrás, bajando las manos hasta las nalgas del kitsune.
Kurama se mordió el labio inferior con desesperación cuando vio la sonrisa malvada que se había dibujado en los labios de Hiei se hacía más amplía. Siempre despacio, Hiei tiró de sus pantalones, muy despacio. Kurama hubiera querido ayudarle a quitárselos, pero ya sabía que no debía hacerlo. Con placer, Hiei descubrió que Kurama llevaba su tanga rosa, y decidió dejárselo puesto un rato más.
Kurama se sentía ahora completamente indefenso, forzado a quedarse tumbado así delante de Hiei, que aún llevaba puestos los pantalones. Quería que le quitara la ropa interior, pero no le veía con intención de hacerlo. ¿Qué estaba tramando? Observó como Hiei se desabrochaba el primer cinturón, despacio. Luego el segundo cinturón. Kurama apartó la vista, esperando, jadeando, sudando, excepcionalmente excitado. Sintió algo parecido a una punzada de dolor cuando Hiei le arrancó la ropa interior y empezó a besar su estómago una vez más. Podía sentir las suaves y cálidas piernas del youkai acariciando las suyas y se incorporó con un rápido movimiento para besarle.
"Ja, que te lo has creído", pensó Hiei. Kurama llevaba mucho tiempo jugando con él y ahora era su turno de jugar un rato con el kitsune. Volvió a agarrar al pelirrojo por la entrepierna, con fuerza.
- ¡Todavía no, zorro! – Le gritó.
Kurama volvió a morderse el labio, tratando de obedecer las órdenes del jaganshi. El kitsune sentía los latidos de su corazón como si retumbaran a través de todo su cuerpo y su miembro palpitando violentamente. Jadeando, Kurama obedeció y volvió a recostarse sobre la almohada, observando como su amante le sonreía con malicia. Uf, tendría que usar esa poción otra vez. Parecía que funcionaba. . .
Hiei todavía no había soltado a Kurama y se lo estaba pasando en grande viendo a su amante tendido de aquella manera, completamente a su merced, tan vulnerable. Entonces, Hiei entró en acción.
Kurama arqueó violentamente la espalda y echó los brazos hacia atrás para agarrarse a la almohada cuando sintió al demonio de fuego moviéndose a la velocidad de la luz. Para el pelirrojo, aquello era como una oleada de extático placer. Hiei sonrió todavía más ampliamente al oír a su amante gemir más y más fuerte en respuesta al movimiento de su mano. Le llegaba el olor del sudor del kitsune, y decidió moverse todavía más rápido para él.
El kitsune no sabía qué le estaba ocurriendo, había perdido la cabeza. Era doloroso pero tan erótico lo que Hiei le estaba haciendo. . . Casi no podía ni pensar con todas las sensaciones que estaban recorriendo su cuerpo en aquel momento. En el punto álgido del placer de Kurama, Hiei se aseguró de que su amante pudiera disfrutarlo el máximo tiempo posible. Había aprendido mucho durante aquellas últimas semanas, y aquella noche había aprendido que hacer el amor era tan divertido como recibirlo.
Kurama dejó escapar el suspiro que había estado conteniendo, ahora jadeando violentamente, todo el cuerpo cubierto de sudor. También lo estaba el de Hiei, como pudo observar. Hiei se tumbó sobre Kurama y le besó otra vez. El kitsune respondió a los besos y desplazó las manos hasta las tensas nalgas del koorime. Las acarició, recorriendo la piel de Hiei del mismo modo que la lengua del jaganshi recorría su boca. Las manos de Kurama bajaron un poco más y acariciaron la piel que queda entre las nalgas y los muslos. Hiei se apartó suavemente, clavando la mirada en los apasionados ojos de Kurama.
- Ahora me toca a mí follarte – Siseó el demonio de fuego, con un brusco bufido.
Kurama se sorprendió al oír utilizar al jaganshi semejante lenguaje. De repente, se encontró boca abajo, tumbado sobre su estómago. Alzó las caderas, arqueando la espalda y apoyándose sobre los codos, ofreciéndose a Hiei de una manera a la que estaba seguro el demonio de fuego no podría resistirse. Esperó a ver qué pasaba.
Sintió unos cálidos besitos a lo largo de su espalda. Aquellos ardientes besos se desplazaban más y más abajo. Kurama estaba un poco decepcionado de que el youkai no atacara y quiso volver a tumbarse, cuando Hiei le agarró por las caderas y se colocó contra su amante con un movimiento rápido, acomodándose hasta haberle penetrado, y empezó a golpearle con sus caderas.
Al kitsune se le había olvidado lo fuerte que era su demonio de fuego. Dolía una barbaridad, pero se esforzó por no gritar. Ahora le tocaba a él escuchar a su amante gemir más y más fuerte, moviéndose dentro y fuera de él, primero despacio, luego incrementando la velocidad. Fuertes dedos se clavaron en sus caderas mientras sentía a Hiei penetrarle más y más hondamente. Parecía que el youkai se lo estuviera follando como si fuera lo último que iba a hacer en la vida. Hiei desató toda su furia, todo su amor, deseo y pasión sobre Kurama, de nuevo moviéndose a la velocidad de la luz.
Entonces, se acabó.
El pelirrojo sintió a Hiei abandonando su cuerpo despacio y como se tumbaba a su lado respirando con dificultad y sudando copiosamente. Kurama se dio la vuelta, tumbándose de espaldas, tan solo para colocarse de lado inmediatamente al sentir que. . . que todavía le dolía el culo. Hiei hizo que el zorro se girara de todas maneras para cubrir el cuerpo de su amante con el suyo.
Se miraron a los ojos durante quién sabe cuanto tiempo. Una profunda mirada de satisfacción. Los dos estaban bastante cansados y sólo se sentían capaces de mover los brazos. Cada uno acarició la piel de su amante. Suavemente, se besaron.
Kurama no podía soportar ni un segundo más el dolor en su culito, así que rodó para colocarse encima de Hiei y le besó.
Esto continuó durante el resto de la noche. En todo ese tiempo, ninguno de los dos se vio con fuerzas de intentarlo una vez más. Los efectos de la planta habían debilitado especialmente a Hiei, por culpa de tanta "acción" con Kurama, sólo que él pensaba que se debía al chocolate de la bebida.
A Kurama le pareció que la noche había resultado perfecta. Sí, definitivamente, iba a volver a usar esa poción.
La pervertida ha vuelto, la pervertida ha vuelto¡
Hola a todos. Aquí estoy otra vez, en los dominios de Yu Yu Hakusho, con otra traducción de un lemon fantástico que además es divertidísimo. Como habéis visto, este ha sido sólo el primer capítulo, para abrir boca XD Lo que viene después es todavía mejor.
Hay que ver lo pillín que es este Kurama, ahí, dopando a su adorable chiquitín. Y eso que no había ninguna necesidad XD Esta claro que al kitsune le gusta jugársela. Eso lo debe de hacer todavía más excitante.
Este. . . ¿Alguién se imagina a Kurama con un tanga rosa? Yo casi prefiero no imaginármelo (Trauma, trauma, trauma) Pero bueno, si a Hiei-chan le mola. . .
Bueno, pues ahora me retiro para empezar con el resto de la traducción. Espero que os haya gustado tanto como me gustó a mí cuando leí el original. Ah, y espero vuestros rewieus, jeje.
HASTA LA PRÓXIMA¡
