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CAPÍTULO 2: Mellow
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Varios días habían pasado desde que la última vez que Hiei vino a visitarle, y Kurama le añoraba. Se sentaba junto a la ventana buscándole en el horizonte anochecer tras anochecer. Se quedaba allí observando como el cielo se oscurecía, un día sí y otro también, esperando a que apareciera una pequeña sombra volando entre los árboles para darle la bienvenida.
Ya había pasado una semana y Hiei no había vuelto a dar señales de vida. Kurama se preguntaba si se habría pasado dándole al demonio de fuego la poción. Ocupó su sitio tras la ventana, como ya era habitual, con los brazos cruzados sobre el alfeizar, mirando a la nada. La temperatura estaba bajando rápidamente con la caída del sol, y el cielo presentaba un amplio abanico de colores. El kitsune alzó la vista y vio aparecer las primeras estrellas.
Más días transcurrieron y el youko empezaba a mosquearse. Desde la primera vez que estuvieron juntos de esa manera, Hiei nunca se había ausentado durante tanto tiempo. Además, a Kurama no le constaba que la poción pudiera tener ninguna clase de efectos secundarios que le hubieran podido causar algún tipo de daño. Ni siquiera Yusuke o Kuwabara tenían la más pequeña pista de dónde podría estar el jaganshi. Tampoco Yukina, ni ninguno de los demás. Un pequeño charco de rabia empezaba a llenarse en el estómago de Kurama. Eso, y algo más.
-.-.-
Hiei se deslizó entre los árboles de NingenkaiMukuro le había encargado que resolviera un asunto por ella. Le había llevado más tiempo del que pensaba y, cuando se le permitió regresar al lado de Kurama, decidió quedarse en el Makai un par de días más.
Lo que Kurama le hizo la última vez fue demasiado. En parte le había gustado, pero le fastidiaba que el zorro hubiera jugado con él una vez más. No le apetecía volver al Ningenkai por el momento, incluso sin tener una excusa para justificar el haber estado fuera más de una semana.
Ocupó su sitio en el árbol frente a la ventana de Kurama. La luz de la habitación estaba encendida, así que Hiei dedujo que el zorro estaba allí. No ocurrió nada. Normalmente, el kitsune hubiera abierto la ventana para dejarle entrar. Esta era la primera vez que la ventana permanecía cerrada.
Entonces, la luz se apagó. Sintió el ki de Kurama hacerse menos denso, pero no hubiera podido decir si eso significaba que el kitsune dormía o si había salido del cuarto. Se quedó allí, concentrado, la vista clavada en el cristal. Vio que había algo en el alfeizar. Saltó hasta la ventana y vio dos chocolatinas, allí dentro, sobre la repisa.
¿Un cebo?
Quiso abrir la ventana pero estaba cerrada por dentro (¿QUÉ¡Kurama nunca dejaba la ventana cerrada! Desde luego, no si le había preparado un reclamo. . .) Las chocolatinas, Hiei no estaba seguro de si romper el cristal sólo para cogerlas era una buena idea pero, por otro lado, no había manera de abrir la ventana desde fuera. El primer inconveniente era que no sabía si la familia del kitsune andaba por allí y, segundo, no tenía ganas de admitir que le gustaba el chocolate. . . un montón.
Atravesó la casa como una exhalación, cruzó la sala de estar a toda velocidad y allí vio a Shiori en el sofá, con Kurama sentado a su lado, mirando la caja brillante. Se encaramó a un árbol del jardín que le ofrecía un ángulo de visión bastante bueno y se quedó allí, observando a su zorro.
Sentía claramente el ki de Kurama y estaba seguro de que él podía sentir el suyo, pero el kitsune ni se inmutó. Ni miró en su dirección ni hizo nada para que el demonio de fuego se sintiera ni siquiera un poquito bien recibido.
En efecto, Kurama le había percibido perfectamente. Aún así, no le daba la gana hacerle caso. Ahora, que se esperara él. Aún así, involuntariamente, notó una leve y cálida sensación en la boca del estómago, así que decidió intentar distraerse y pensar en otra cosa que no fuera su amante.
Le preguntó a su madre si le apetecía una taza de te. Hiei vio que Kurama se ponía de pie y salía de la habitación, así que corrió hacia la ventana de su cuarto y esperó allí.
Nadie apareció. Diez minutos ya, y nada. Volvió al piso de abajo, para cabrearse de mala manera al descubrir a Kurama de nuevo sentado junto a su madre, con una taza entre las manos y comiendo galletas, galletas que llevaban trocitos de chocolate por encima.
Hiei empezó a salivar, y tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le cayera la baba. Él llevaba mucho tiempo sin comer. El solo ver al zorro mordiendo otra galleta y masticarla lentamente era una auténtica tortura, y ver que Kurama cogía otra galleta y que luego le ofrecía la bandeja a su madre hizo que se enfadara de verdad.
Bueno, pues si Kurama no iba a dejarle entrar, no tenía ningún sentido quedarse allí. Mejor se iría a buscar algo para comer, algún animalucho del bosque, o un pájaro.
Kurama dejó de percibir el ki de Hiei. Se sentía satisfecho consigo mismo por haberle dado su merecido al jodido youkai pero, al mismo tiempo, se sentía vacío ahora que Hiei se había marchado. "No te rindas. ¡Él ha pasado de ti durante casi dos semanas!" Se sorprendió ante el hecho de que dos semanas nunca le habían parecido tanto tiempo siendo, como era, un youko del Makai. Intentó concentrarse en otra cosa otra vez. . .
Al día siguiente, Hiei volvió a deslizarse entre los árboles hasta la ventana de Kurama, aunque no era posible que ya hubiera vuelto del instituto. No sabía que estaba haciendo allí, así que decidió ir al colegio de Kurama.
Se sentó en el tejado, buscando el ki del youko en cada aula, tan solo para distraerle un rato de la clase con su presencia. Tan pronto como le encontró y estuvo seguro de que Kurama había podido sentirle, se marchó.
"¡Ese bastardo! Ahora en pleno día. ¡Mientras estoy en clase!" Poco a poco, Kurama se irritaba más y más. Luego, cuando se dirigía de vuelta a casa, sintió el ki de Hiei otra vez. Decidió no darle el gusto al demonio de fuego y mantuvo la vista al frente. Entonces, tan sólo dos segundos después, desapareció. "¿A qué está jugando!"
Ya era de noche cuando Kurama miró a través de la ventana, sin querer admitir que llevaba toda la tarde pensando en Hiei. Su madre le llamó, quería que le ayudara con algo. Cuando iba bajando las escaleras la vio esperándole en el piso de abajo, sonriendo con cara de pillina. Shiori le mostró algo que tenía escondido detrás de la espalda.
- He encontrado esto en la puerta. Lleva tu nombre. Me pregunto quién lo habrá dejado ahí. . .
Kurama se quedó parado mirando aquella rosa roja con una notita prendida del tallo. Oh, Inari, otro ningen le había traído un regalo. . . y en ese momento, lo único que él deseaba de verdad era a cierta cosita menuda con un envoltorio negro.
- No tengo ni idea, mamá.
Se sintió extrañamente inquieto. Le habían regalado rosas muchas veces, pero nunca sin una firma. Sus pretendientes siempre querían que él supiese quienes eran, tanto las chicas como los chicos. Extraño.
Había apagado la luz de la habitación cuando bajó a atender la llamada de su madre. La ventana seguía cerrada y Kurama se sintió un poco triste. Iba a encender la lámpara, cuando oyó una voz profunda y oscura.
- ¿Te ha gustado?
Dejó la luz apagada y miró con rencor en la dirección de la que procedía la voz. Sabía que Hiei podía verle aunque él no podía ver bien a Hiei. "¡Asco de visión humana!"
Tuvo la sensación de que había aparecido una leve y casi imperceptible cadencia de tristeza en la voz de Hiei, como si lamentara el haber estado ausente durante tanto tiempo. O como si, quizás, lamentara el haber vuelto. Kurama encendió por fin la luz y se encontró a Hiei sentado en una esquina de la habitación, echándole una mirada siniestra.
Kurama tiró la flor al suelo y caminó con paso firme hacia Hiei. El demonio de fuego no se movió ni un milímetro, ni siquiera cuando Kurama le agarró por el cuello y le empujó contra la pared, gritándole.
- ¿Cómo has podido hacerme esto¡¿Abandonarme de esta manera¡Han pasado dos semanas y ni siquiera le has dicho a nadie dónde estabas¿Y ahora te crees que con una flor voy a olvidar lo solo que me he sentido estos días¡Se me han hecho más largos que toda mi vida de youko, tú, enano bastardo!
Aunque Hiei hubiera podido liberarse fácilmente, se quedó tal como estaba, dejando que los gritos del colérico zorro llovieran sobre él, tratando de mantener una expresión inocente. Cuando Kurama acabó de berrear y maldecir, se quitó su brazo de delante de un manotazo y, en una décima de segundo, empujó a su oponente contra la pared, siendo él el que agarraba a Kurama por el cuello esta vez.
"¿Pero qué. . .?" era como si Hiei no hubiera oído ni una sola palabra de lo que acababa de decirle. ¿Qué demonios le ocurría?
Hiei se dirigió al pelirrojo hablándole despacio, como si fuera un niño pequeño.
- Mukuro me encargó una misión. Una misión muy complicada. Me llevó mucho tiempo cumplirla. Ahora, aquí estoy, tanto si te gusta como si no.
Kurama se quedó boquiabierto, sosteniendo la mirada de los ojos color carmesí de Hiei. ¡Ahora incluso pretendía hacerse el inocente! Se puso en guardia ante las malévolas fluctuaciones del ki del jaganshi.
El pelirrojo sintió que empujaban algo dentro de su boca. Notó el dulce sabor de las chocolatinas cuando intentó masticar aquel "algo" antes de que se deslizara hacia su garganta. "Pero¿cómo. . .?" Kurama pensó que debía de haberse dejado la ventana abierta y las chocolatinas en algún sitio a la vista. ¿Creía Hiei que las chocolatinas. . .? "Entonces. . . ¿Ha venido a darme algún tipo de compensación por estas dos semanas?"
No, definitivamente no era el chocolate. El olor de aquel chocolate no se parecía en nada al del que tomó el otro día. Después de que el pelirrojo consiguiera por fin tragarse las chocolatinas, Hiei se quedó allí quieto, observando su expresión desconcertada.
El demonio de fuego decidió marcharse. Antes de que el kitsune pudiera reaccionar, el youkai había saltado por la ventana, dejando a Kurama solo en su habitación, mirando al túnel dimensional que le servía de entrada al mundo infernal. Entonces, Kurama se fijó en la rosa que había tirado al suelo. La irregular caligrafía de la tarjeta ponía Shuichi.
- Hiei. . .
-.-.-
Transcurrió otro día y el kitsune aún seguía confuso. Algo raro debía de haberle pasado a Hiei.
Al día siguiente su familia iba a volver a salir para visitar a los abuelos del pequeño Shuichi. A Kurama le habían dado permiso para quedarse en casa para acabar un trabajo del instituto. Tal vez entonces pudiera descubrir qué le estaba pasando por la cabeza al jaganshi.
Escuchando a escondidas, Hiei también se había enterado de eso. Kurama tendría que ir a hacer la compra para prepararse la comida después de que el resto de la familia se marchara. Esa sería su oportunidad. Hiei sonrió astutamente ante el astuto plan que empezaba a cobrar forma en su cabeza.
Cuando vio al zorro salir de la casa, Hiei replegó su ki todo lo que pudo para que Kurama no le percibiera. No perdió de vista al pelirrojo hasta que le vio desaparecer a través de las calles ruidosas, caminando con una bolsa de la compra en la mano.
El demonio de fuego probó todas las ventanas y acabó entrando por la de la sala de estar. Rápidamente, fue hasta la cocina, donde sabía que Kurama guardaba algunas de sus plantas medicinales. Estaban en un armario, escondidas detrás de unos platos que nunca se usaban.
Con cuidado, colocó los platos sobre la mesa de aquella cocina pulcramente limpia y ordenada y sacó del armario todos los botellines con líquidos de diferentes colores que encontró. Los abrió uno por uno para oler el contenido. Había un montón. Y Kurama los había preparado todos. . .
¡Ese, ese era! El líquido de una de las pequeñas botellas tenía un fuerte y familiar olor, mucho más fuerte de lo que le había permitido apreciar el chocolate. Parpadeando, puesto que los ojos se le habían irritado un poco al contacto con los vapores de la esencia, volvió a colocarlo todo en su sitio y se guardó la botellita que le interesaba en un bolsillo de la capa.
Tras dejar la cocina tal y como la había encontrado, subió a la habitación de Kurama, bajó la intensidad de su ki y esperó pacientemente a que el zorro regresara. Mientras esperaba, pensó en la manera en que iba a hacerle saber al zorro que había descubierto su secreto. Todavía le picaba la nariz e, incluso teniéndola guardada en el bolsillo, le llegaba el olor de la pócima. Volvió a abrirla para aspirarlo una vez más, y se estremeció ante la intensidad de aquellos vapores. Se le estaban subiendo a la cabeza.
Kurama volvió del supermercado y se puso a ordenar las compras. Ala, ya estaba, ahora podría volver a su habitación y enfurruñarse pensando en el maldito demonio de fuego que le había vuelto a abandonar. No tenía ni idea de cuánto tardaría en volver esta vez. Oh, había tirado al suelo el regalo de Hiei. . . era una disculpa, y él. . . la había tirado al suelo.
Al entrar en la habitación a oscuras, sintió el ki de Hiei. Pero¿cómo? La ventana estaba cerrada. "Debe de haber entrado por algún otro sitio. . ." Encendió la luz y se encontró a Hiei sentado en su cama con una sonrisa en los labios. Apartó la mirada un segundo y miró otra vez. Sí, una sonrisa.
Quiso decir algo pero el demonio de fuego se levantó y caminó hacia él. Kurama cerró la puerta y apoyó contra ella la espalda. Aquella era la cara que ponía Hiei antes de utilizar el Kokuryuuha. . .
Hiei agarró uno de los mechones de pelo de Kurama y tiró de él hasta poner al kitsune de rodillas. El pobre y confuso pelirrojo alzó la vista hacia un Hiei con muy malas intenciones y se dio cuenta de que el demonio de fuego estaba, obviamente, disfrutando con aquello.
- ¡Hiei¿qué. . .!
Entonces, el kitsune se dio cuenta de otra cosa. La otra mano de Hiei salio del bolsillo con. . . ¡la poción! Los ojos de Kurama se abrieron desmesuradamente, presa del pánico. ¿Cómo lo había descubierto? "¡Él creía que era el chocolate¿Cómo¿Cómo. . .?"
Kurama no tuvo más tiempo para pensar en ello porque la poción en cuestión fue derramada bruscamente dentro de su boca, regueros de líquido saliéndose por la comisura de sus labios, resbalando por sus mejillas hasta gotear en el suelo. La expresión del kitsune se volvió todavía más alarmada. Se tragó el líquido y miró al demonio de fuego, sintiendo una repentina oleada de calor. La habitación empezó a dar vueltas a su alrededor, las imágenes aparecían y se desvanecían tras la silueta de Hiei, que parecía haber aumentado de tamaño y haberse vuelto más brillante, como si fuera a explotar. "Mierda, esto tiene un efecto mucho más fuerte en un cuerpo ningen que en el de un youkai. . . incluso si es una dosis muy pequeña. . ."
Hiei se alejó lentamente del kitsune, caminando hacia la ventana, dejando allí al pelirrojo, en el suelo a cuarto patas.
- Muy bien, Kurama. Así que pensabas que no sería capaz de descubrirte¿eh? Hn, estúpido zorro.
Kurama trató desesperadamente de enfocar la mirada mientras la temperatura de su cuerpo subía y subía y podía sentir los latidos de su corazón resonando en sus oídos e incluso en su garganta. La cabeza empezó a darle vueltas cuando consiguió distinguir al demonio de fuego frente a él, sintiendo de repente que no podría controlarse ni un segundo más¡especialmente porque ya habían pasado más de dos semanas!
Bueno, bueno, bueno, pues hasta aquí puedo leer. Ahí dejo a esos dos con su colocón de poción afrodisíaca. XD
Me encantan las expresiones de Hiei para hablar de los objetos del Ningenkai. La caja brillante XDDDDDDD ¿Verdad que es una monada, el pequeño jaganshi? Si es que, como para no echarle de menos, pobre Kuramita, juju.
Aix, las peleas de enamorados. . . Hay que ver como son estos dos, a cual más orgulloso. Y tú, Kurama, desde luego te comportas como si fueras un quinceañero de verdad XDDDDDDDDDDD
Estoy muy contenta de ver el éxito que está teniendo este fic. Como no lo he escrito yo, puedo decir que es realmente bueno y me alegro de que os guste. Paso a comentar los rw:
Rikku-Tomoe: Por supuestísimo que lo de la poción es una excusa. Lo que pasa es que al chico le cuesta desinhibirse, pero en cuanto se suelta. . . Bueno, ya lo hemos visto XDDDDD
Mochita-chan: Muchas gracias por tu felicitación. Me voy pasando por tu página y estoy al tanto de las actualizaciones. En cuanto lo tenga listo te envío el resto de cosas.
Hitomi chisu: Jejeje, pues este capítulo ha sido sólo de preámbulo. No puedes ni imaginarte lo que viene en el siguiente. . .
Yukii: Gracias por tus amables palabras, snif. Siempre haces que me sonroje (Vaslav sonrojada hasta las orejas) Tranquila, no te preocupes que sé perfectamente que cuando se empiezan a acumular las cosas lleva su tiempo ponerse al día.
Hana Black: Sí, sí, sí, todo esto ha sido sólo el principio. Lo mejor está por llegar. Si esto te ha gustado, el final te va encantar MUAAAAAAJUAJUAJUA
Acid-princess: Muchas gracias por tu felicitación, incluso por lo de llamarme bitch XD (Tranquila, ya había visto que no lo hacías con mala intención) Lamento que no te guste la secuela, a mí me encantó¡ Es que me río un montón cuando a Kurama le pegan estos momentos de debilidad, jujuju.
Edith: Espero que la continuación te haya gustado tanto como el principio. Y tranquila, que la que aquí esté libre de pensamientos hentais, que tire la primer piedra XDDDDDDDDDD
Con esto me despido por el momento. No os perdáis el final¡
HASTA LA PRÓXIMA¡
