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CAPÍTULO 3: Mellow II
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¡Especialmente porque ya habían pasado más de dos semanas!
-.-.-
Tiró a Hiei al suelo empujándole con el peso de su propio cuerpo, le arrancó la bufanda y le abrió la capa de un zarpazo, aunque con el suficiente autocontrol como para no romperla. Sintió como se endurecía al contacto del cálido cuerpo de Hiei y se dio cuenta de que ya estaba jadeando. Empezó a besar violentamente a su demonio de fuego al mismo tiempo que se movía arriba y abajo, restregándose contra la entrepierna de Hiei y recorriendo con las manos el delicioso y masculino pecho del jaganshi, dibujando círculos alrededor de sus pezones con los dedos.
El demonio de fuego dejó escapar un suave gemido de placer y Kurama le correspondió desplazando una mano desde debajo de su camiseta hasta la erección de Hiei. El youkai alzó las rodillas a ambos lados del cuerpo de Kurama y exhaló un largo y satisfecho suspiro. En realidad no le hubiera hecho falta toda esa estimulación por parte de su amante, los vapores de la pócima y la presencia del kitsune ya habían hecho bastante. Lo que se preguntaba ahora era qué efecto podría tener sobre Kurama. Tenía la sensación de estar jugando con él. ¡Venganza! Dejó de besar al kitsune y le empujó hacia atrás para que se apartara un poco. Introdujo un dedo en la boca de Kurama.
El kitsune cerró los ojos y empezó a chuparlo con fuerza al mismo ritmo con el que se movía contra Hiei, rodeando con sus brazos el cuerpo del youkai. Sentía como si una descarga eléctrica recorriera todo su cuerpo con cada gemido que se escapaba de la garganta del jaganshi. Entonces, Kurama se incorporó para sentarse, todavía con el dedo de Hiei en la boca, y empezó a desabrochar sus cinturones. Esta vez se quitó él mismo la ropa, rápido.
Hiei le empujó para quitárselo de encima. No pensaba volver a permitírselo, así que Kurama le forzó a volver a tumbarse en el suelo. El youkai se resistió y, poco a poco, consiguió levantarse para ir hacia la cama.
Kurama sonrió y se dio prisa en seguirle. Sería mucho mejor para la espalda de Hiei hacerlo sobre un colchón blandito. El pelirrojo cubrió el cuerpo sudoroso del jaganshi con el suyo y se aseguró de que su erección quedara encima de la de su amante, presionándola. Pellizcó los pezones del youkai, deleitándose con los jadeos que obtuvo en respuesta, y besó el cuello del demonio de fuego apasionadamente, con urgencia. Sintió las manos de su amante recorrer toda la superficie de su espalda.
Las caricias hicieron que su piel se erizara en un escalofrío. Era como si los dedos del demonio de fuego quemaran y le estuvieran dejando ardientes marcas en la espalda. Le besó otra vez y jugó con su lengua en un largo y profundo beso, moviéndola dentro y fuera de la boca de Hiei. El mundo desapareció a su alrededor, mientras los dos amantes rodaban sobre las sábanas. Ahora los dos jadeaban con fuerza, Hiei encima, tras haber conseguido someter al persistente kitsune. Escucho al pelirrojo reír entre dientes de felicidad.
- Ah. . . aaaaaaaah, Hiei. . .
El koorime rodeó el miembro de Kurama con los dedos y utilizó el mismo truco que la última vez. Kurama creyó por un momento que se iba a morir en ese mismo instante. La poción hizo que aquello se convirtiera en la sensación más erótica que había tenido hasta entonces en su cuerpo humano, y eso le hizo pensar en cómo lo hubiera experimentado en su forma de youko. Después de diecisiete días sin aquello, ahora era sencillamente demasiado bueno para soportarlo. Se agarró a las sábanas y tiró de ellas, pero no hubo ninguna diferencia. Hiei le alzó las caderas con su mano libre mientras continuaba disfrutando del espectáculo del éxtasis de su amante. Los ojos esmeralda del kitsune, medio escondidos bajo los párpados, miraban casi con pánico hacia la pared mientras Hiei continuaba estimulándole con una velocidad y una fuerza inmensas.
Todos los músculos de Kurama se tensaron al llegar al punto álgido del clímax. Hiei se esforzó por que su amante lo disfrutara el máximo tiempo posible. Observó como su amante jadeaba y sudaba al mismo tiempo que, lentamente, se derramaba.
Kurama no tenía ninguna intención de quedarse atrás. Ahora le tocaba a él aplicarse con su pequeño demonio de fuego. Hiei se encontró de repente presionado contra el colchón, de espaldas, aunque intentó resistirse. Entonces, ocurrió algo para lo que el jaganshi no estaba preparado.
Largos mechones plateados se desplegaron como una cortina a los lados de la cara de Hiei, cuyos ojos, abiertos de par en par, se encontraron de repente con el rostro del youko frente a ellos. Una extraña sonrisa bailaba en los labios de Kurama. Hiei se preguntó si se debía a la poción, a la euforia o a algún plan solapado que se le acabara de ocurrir. El youko iba a jugar ahora con él como ya lo había hecho tantas otras veces.
Hiei sólo había aspirado los vapores de la pócima, pero eso ya había bastado para que tuviera un efecto completo sobre él. Estaba totalmente excitado. Su miembro, erecto, rozando el del youko, que se endurecía de nuevo. De todas formas, Kurama no hizo nada para complacer a su amante, no todavía. Repartió besos por todo el cuerpo de Hiei, suavemente, con delicadeza. El demonio de fuego trató de resistirse pero el youko era más fuerte, demasiado fuerte tal vez, pero la poción consiguió que el jaganshi estuviera relajado y no fuera del todo consciente de la amenaza que eso suponía. O tal vez fuera el aroma salvaje del youko lo que le causaba aquella sensación de embriaguez.
El demonio de fuego agarró la cabellera plateada y tiró de ella en un intento de apartar a Kurama y a su lengua de su cara. Kurama, por su parte, decidió que era un buen momento para deleitar a su amante con una sesión de caricias, de permitirle experimentar otro tipo de placer.
Empezó a lamer la piel que rodeaba la erección de Hiei, y los ojos del demonio de fuego se abrieron desmesuradamente, presa del pánico. Kurama recorrió con la lengua su erección, siendo recompensado con un profundo gemido que se escapó de la garganta de su amante.
- Ah. . . Kurama. . . para. . . – Sin querer, Kurama le había mordido la puntita al intentar, involuntariamente, metérselo todo en la boca.
El youko abrió bien la boca y esta vez sí que consiguió cubrir toda la erección de Hiei con ella. Esta vez era el demonio de fuego el que estaba perdiendo el mundo de vista. Empezó a gemir, no, a gritar, cuando su amante se puso a chuparle con fuerza y persistencia.
Hiei se agarró al colchón en un acto reflejo, levantando involuntariamente las caderas con cada chupada de Kurama. El kitsune deslizó las manos por debajo de sus nalgas y le levantó un poco las caderas, incrementando así la intensidad del placer que le estaba proporcionando a su amante. Hiei perdió completamente la cabeza, toda conexión con el mundo.
La habitación desapareció e incluso dejó de ser consciente de que Kurama estaba allí por un instante, que le pareció fugaz y eterno al mismo tiempo. Hiei perdió del todo la razón al sentir como se derramaba dentro de la boca del youko.
Ya se había acabado. El youko dedicó a Hiei, que ahora estaba sudando y jadeando violentamente, una sonrisa pícara. El jaganshi trató de tranquilizarse y se permitió entrecerrar los ojos, disfrutando de aquel sentimiento de inmensa satisfacción que había tomado posesión de su cuerpo. Kurama ya se había vuelto a colocar encima de él. Besó suavemente a Hiei, que ya no podía (ni quería) resistirse a nada. El jaganshi se encontró tumbado sobre su estómago. Introdujo con precaución dos dedos provistos de largas garras en la entrada del youkai, los dos a la vez, recreándose con sus gemidos, con hecho de tener dominado a su amante y de estar manipulando su precioso culito. El zorro, todavía bajo los efectos de la poción, ya no podía esperar ni un segundo más, y se colocó detrás de Hiei.
El jaganshi casi se cayó de bruces con la envestida del sobrexcitado zorro. Una cosa era segura, y es que los efectos de la poción no se habían suavizado con la transformación de Kurama en youko. Kurama empujó con más fuerza y empezó a gemir. Hiei pensó que ojalá no hubiera usado toda la poción de una sola vez.
Kurama se tumbó sobre él, sujetándose a su pecho, sin dejar de moverse. La cosa no iba a acabarse ahí esa noche, lo sabía. Debía tener cuidado de no provocarle a Hiei un desgarro con su desaforada penetración. Esta vez fue él el que se inclinó para introducir un dedo en la boca de Hiei. El jaganshi obedeció y lo chupó, pero se le hizo complicado, literalmente, tratar de colaborar mientras el enorme zorro continuaba penetrándole por detrás.
Una vez más, se acabó. Hiei se desplomó sobre el colchón y giró para darse la vuelta, los ojos cerrados, esperando a que Kurama volviera a tumbarse encima de él. Pero eso no sucedió.
Sintió al youko salir de la cama. Hiei entreabrió los ojos. Estaba un poco colocado aquella noche. Nunca antes se había sentido así en toda su vida. Había sufrido malos tratos desde su niñez y eso le había preparado para todo, pero ser amado y que le hicieran el amor de aquella manera. . . Al principio se había rebelado contra ello aunque ahora se daba cuenta de que sentía algo por Kurama que no podía negar. ¡No podía negarlo! Cuando todo empezó le ponía furioso, pero las noches que ahora pasaban juntos con frecuencia no estaban tan mal como le habían parecido en un primer momento.
Cerró los ojos y suspiró. Así que ya estaba. Kurama ya había terminado. . . Hubiera esperado más.
¡Había más! El youko volvió a colocarse encima de él de un salto. Tenía algo en la mano. Sintió la erección de Kurama rozando la suya otra vez. "¿Uh? ó.ò" Hiei no pudo seguir pensando en ese asunto porque vio que lo que Kurama llevaba en la mano eran tres bombones. El youko los había mojado con las últimas gotas de poción que habían caído al suelo cuando Hiei se la hizo beber por la fuerza. El demonio de fuego sintió un cálido cosquilleo en la boca del estómago al tragárselos todos de una vez, mirando a los ojos dorados de Kurama.
"El youko es tan hermoso. . .", pensó Hiei, mientras Kurama le besaba el cuello y los hombros. "Tan hermoso, tan ardiente. . ." Se le nubló un poco la vista cuando el kitsune desplazó las manos por encima de su pecho hasta acariciar sus rosados, erectos pezoncitos y empezó a moverse contra él. "Tan jodidamente hermoso. . ." Hiei abrió los ojos y miró a los del youko. . .
Aquellos ojos dorados parecían algo sorprendidos. Los dos amantes se quedaron mirándose el uno al otro. Hiei no entendía por qué Kurama se había quedado quieto. Finalmente, le pasó por la cabeza que tal vez no hubiera sólo pensado esa última frase. Volvió a cerrar los ojos y se ruborizó violentamente, tratando de sobreponerse a la vergüenza, pero no pasó nada. Estaba allí tumbado, temblando, deseando, esperando. . . Entonces, sintió al youko besarle con pasión. Suavemente, con tanto amor. . . Era toda una sorpresa para él haber descubierto lo delicados que podían ser los youkos al tocar y acariciar, muy al contrario de las rudas y bruscas criaturas que había imaginado.
Sentía que se excitaba más y más, gimiendo suavemente mientras abrazaba estrechamente a Kurama. Los bombones empezaron a hacer efecto, haciendo que su piel se tensara y aumentara su temperatura. No quería esperar más. El youko, que había llegado casi al punto máximo de su excitación, se apartó, dejando a Hiei con las piernas separadas y jadeando.
Kurama acarició nuevamente a su amante, pasando su suave, esponjosa cola de zorro sobre el sexo palpitante de Hiei y se quedó mirando amorosamente el efecto que producían en él sus mimos. Sabía que al demonio de fuego le gustaba disfrutar de la suavidad. Hiei, sintiéndose desbordado por aquella sensación, arqueó la espalda. Jamás había experimentado algo tan erótico hasta aquellos meses con Kurama. Ni siquiera se había atrevido nunca a soñar que algo tan suave pudiera ser tan maravilloso.
El youko dejó de acariciarle con la cola, le alzó las rodillas y se colocó entre los muslos de su amante, entrando de una sola vez, con fuerza, bruscamente, como sabía que a Hiei le gustaba.
Fue increíblemente doloroso y el demonio de fuego gritó, pero aún así, el youko empezó a moverse más y más rápido. Hiei sintió su cuerpo húmedo atrapado contra las sábanas con las embestidas de Kurama, sintiendo la presión del estómago del youko sobre su miembro. Se corrieron a la vez.
Hiei nunca creyó que se pudiera hacer aquello dos veces la misma noche. La poción hacía que incluso quisiera más. Vio que el zorro jadeaba ahora con fuerza. Salió de dentro de él y se tumbó a su lado, mirando a los ojos de aquel que le había dicho que era hermoso por primera vez desde que se conocían.
Hiei le empujó y le apartó de él. No, aquello volvía a ser un juego para Kurama. Quería marcharse de allí, pero no podía escapar de los ojos del youko, parecía que le arrastraran hacia ellos. El kitsune simplemente cerró los ojos y se quedó allí tumbado, desnudo e indefenso frente a Hiei. El demonio de fuego decidió intentar hacerle a Kurama lo mismo que antes le había hecho a él. Pero antes empezó por besar la parte interna de los muslos de Kurama, para que él también tuviera que esperar. Pero el youko no quería esperar.
Abrió los ojos. Hiei ignoró aquellos ojos dorados que le subyugaban y continuó besando el estómago de su amante para, finalmente, llegar a lo que estaba, inevitablemente, a punto de besar. . .
Kurama cerró los ojos. "Esto es increíble. Sin la poción Hiei ya era cruel pero, incluso ahora, después de que la he conseguido, me hace esperar. Incluso cuando él no ha hecho esto nunca. . . A-aaah. . .". El demonio de fuego había decidido dejar a un lado su orgullo y dejar que la poción tomara el control. Chupó con fuerza el miembro de Kurama y sintió como su amante prácticamente explotaba dentro de su boca. Los gemidos de Kurama, graves y roncos, sonaban casi animales. Hiei sujetó las firmes nalgas del youko y empezó a moverse con fuerza, incluso con más fuerza de la que Kurama había usado antes. . .
- Ooooooooh. . . Hiei. . . AAAAAAAAAAAAAHHHHHHH
El youko casi no podía soportarlo más. El gemido se transformó en un grito mientras Hiei se movía a la velocidad de la luz "Probablemente no tenga ni idea de lo fuerte que lo está haciendo. . ." Esas fueron las últimas palabras que Kurama fue capaz de pensar antes de ser transportado por la pasión a un lugar más allá de las palabras. Donde sólo existía Hiei.
-.-.-
A la mañana siguiente, Kurama se despertó con una sonrisa en los labios. Se preguntó a qué se debía, y entonces recordó la noche anterior. Hiei todavía dormía placidamente a su lado. Lo habían estado haciendo durante horas, atrapados por los efectos de la poción. Afortunadamente, Kurama había guardado otra de esas semillas. Entonces recordó que primero tendría que esperar a que la planta creciera, que floreciera y que luego tendría que destilar los pétalos antes de poder preparar más poción. Además, tendría que volver al Makai a buscar más semillas de esas, y eran especialmente difíciles de encontrar.
Se sentó en la cama de un salto, buscando con la vista el reloj. Luego se relajó de nuevo; todavía era temprano. Sus padres y su hermano ya debían de haber vuelto a casa. Se miró las manos y suspiró con alivio al ver que se encontraba en su forma ningen. Esperaba que su familia no hubiera ido a su cuarto a echarle un vistazo. Le hubieran encontrado durmiendo con un youkai macho.
Se volvió hacia Hiei, admirando aquel cuerpo perfecto tumbado a su lado, de espaldas a él. El pelirrojo abrazó al demonio de fuego y susurró:
- Tú también eres jodidamente hermoso, Hiei.
Retrocedió con sorpresa al notar que los latidos del corazón del youkai se habían acelerado. "¿Está despierto? Oh, bueno. . . Se merece saberlo."
Hiei miraba a la pared con los ojos desmesuradamente abiertos. Nadie, nunca, pero nunca, le había dicho que era hermoso, y mucho menos jodidamente hermoso. Se dio la vuelta y miró a Kurama cara a cara.
- ¿Qué? – Preguntó, un poco tarde, y sin ser del todo consciente de estar formulando la pregunta.
- Eres hermoso, Hiei. ¡Y te quiero! – Declaró el zorro con entusiasmo.
Hiei cerró los ojos y su cara se volvió color rojo intenso. Kurama le acarició la mejilla con el dorso de la mano.
- Te quiero, kitsune – Hiei tenía el ceño un poco fruncido, peor su expresión no era triste.
Con un suave movimiento, Kurama se acercó a él y besó a su amante. No se cansaría nunca de oír decir a Hiei que le quería. Desafortunadamente, el youkai no lo reconocía muy a menudo, aunque Kurama sabía muy bien que Hiei le amaba.
Era sábado y sus padres estarían, probablemente, durmiendo, igual que el pequeño Shuichi, que era el que más tarde se levantaba. Hiei no tendría que marcharse aún.
El demonio de fuego, ya completamente despabilado, se incorporó, como siempre solía hacer. Nunca se quedaba mucho tiempo en la cama una vez despierto. Cuando se sentó en el borde de la cama, sintió una punzada de dolor en el cuello. Kurama se dio cuenta y se incorporó también para darle un masajito.
- Mmmmm. . . Qué bien. . . – Hiei bajó la cabeza, disfrutando del trabajo que aquellas fuertes manos estaban haciendo sobre sus músculos.
- Lo sé – Replicó Kurama, innecesariamente, y continuó frotando la pequeña espalda de Hiei.
La luz del sol llenaba la habitación y el demonio de fuego se puso en pie para encararse con el nuevo día, habiendo superado finalmente el cansancio de la noche anterior. Empezó a vestirse, y Kurama, sentado en la cama, bostezó. Su forma ningen todavía estaba demasiado adormilada como para levantarse y se le cerraban los ojos. Volvió la vista hacia el escritorio, donde todavía estaba la rosa, marchitándose lentamente. Hiei había escrito su nombre. . . El kitsune no tenía ni idea de que el youkai supiera escribir, y eso había sido una agradable sorpresa.
Volvió a tumbarse y extendió la manta sobre sí mismo, cuando notó a Hiei encima de él. Estaba demasiado cansado incluso como para abrir los ojos. El contacto del cuerpo de Hiei ya era suficiente para él. Suavemente, le rechazó. Su cuerpo no sobreviviría a otra ronda, no después de la cantidad de poción que había bebido.
Hiei se puso en pie y caminó hacia la ventana. Después de abrirla, se volvió hacia Kurama.
- Volveré esta noche – Susurró.
Kurama sonrió al youkai de fuego y se acurrucó entre las sábanas, cayendo en un sueño maravilloso.
-.-.- FIN -.-.-
AL FIN SE HAN ACABADO LOS EXÁMENES, AL FIN¡
Pido perdón por el retraso, pero es que últimamente he estado muy ocupada, como os podréis imaginar.
Tenéis toda la razón en eso de que a Kurama no le sienta nada bien la abstinencia. Hay que ver cómo se pone cuando le hacen pasar un poco de hambre XDDDDDD
Después de trabajar con este fic, creo q ya sé qué es lo que le voy a pedir a Santa Claus estas navidades: POCIÓN DE ESA¡
Y mira que llega a ser goloso este Kurama. A ver si se va a atragantar por querer meterse todo eso en la boca. Eso sí, encuentro un poco guarro eso de que le des a tu novio bombones remojados en algo que estaba en el suelo, aunque sea poción. Muy guarro me parece.
Bueno, pues esto ya está. Muchas gracias a todos por vuestros rw´s, que siempre me hacen mucha ilusión. Espero que os lo hayáis pasado tan bien leyendo este fic como yo traduciéndolo. A ver cuándo encuentro el próximo objetivo.
BESOOOOOOOOOOOS¡
