Bueno, uno más de mis One-shot/paranoias. Ya se que debería dejarme de tonterías y continuar con mis historias, pero con los exámenes no tengo mucho tiempo y a lo más que llego es a escribir lo primero que se me pasa por la cabeza antes de comer o antes de cenar.
Esta es una breve, brevísima historia sobre Severus Snape y Bellatrix Lestrange, pareja que no se porqué me gusta y que aparece poco.
Sin más, os dejo con esta viñeta.
S. Lestrange
Amantes.
La miró dormir a su lado, tan dulce en su sueño, con una pequeña sonrisa en los labios. Tan diferente de cuando estaba despierta.
Pero así era ella. Bellatrix Lestrange, la fría asesina. La mano derecha de Voldemort, la que nunca vacilaba, la más cruel de los mortífagos. Y allí estaba, acurrucada entre las sabanas, con las manos unidas por debajo de la almohada, el suave cabello negro cayéndole sobre los ojos cerrados. Pareciendo más joven de lo habitual, casi una niña a sus 22 años.
Levantó su mano para apartar los rebeldes mechones con suavidad, con delicado cuidado para no despertarla. Le rozó suavemente la mejilla, con una ternura que jamás se permitiría despierto. Tenía la piel tan suave. Delineó sus rojos labios, su cara de porcelana. Podía sentir su aliento, tan cerca estaba recostado a su lado, en cada profunda respiración.
Pocas veces se permitían dormir juntos. De hecho, cuando empezaron su extraña aventura jamás hubiera pensado que llegaría el momento en que despertaría a su lado. Claro que cuando la conoció nunca pensó que acabaría siendo su amante.
Cosas de la vida.
Si cerraba los ojos aun recordaba con claridad el momento en que la vio por primera vez. Fue el día de su Selección en Hogwarts. Él estaba bastante nervioso, aunque nadie se lo notó. Y es que a la edad de once años, Severus Snape ya era un maestro en ocultar sus sentimientos. Ella estaba un poco más adelante en la desorganizada fila, cerca de su primo, ambos erguidos con orgullo y arrogancia.
Él fue a Gryffindor y se convirtió en su odiado enemigo. Ella, a Slytherin, convirtiéndose en compañera suya. Allí conoció a los que acabarían siendo sus compañeros tanto en la Escuela como después, cuando se unió a los mortífagos.
Estaba Narcissa Black, en último curso, que acabaría casándose con Lucius Malfoy, que por entonces ya había salido. Ambos de figura elegante y rubios, como ángeles fríos. También estaban Malcom Zabinni y Evan Rosier. Chicos duros los dos, aunque Malcom poseía una elegancia que brillaba por su ausencia en Rosier.
Y por supuesto Rabastan Lestrange, hermano pequeño de Rodolphus Lestrange, del curso de Lucius Malfoy.
Rodolphus… Hacía un año que la fiera y apasionada Bellatrix se había casado con el silencioso y frío Rodolphus. Hacía un año que habían empezado a verse a escondidas para compartir cama.
¿Irónico, no?
Se habían pasado todo su estancia en Hogwarts sin dirigirse apenas la palabra, no tanto por evitarse sino porque realmente no tenían nada que decirse. Él siempre había sido un niño callado sumergido en sus estudios, que solo levantaba la cabeza de los libros para su particular guerra con los Gryffindors. Ella, siempre había estado dispuesta para las pequeñas intrigas del Nido, fiel reflejo de las que se iba a encontrar cuando saliera de la escuela. Amante de las torturas psicológicas a sus compañeras de otras casas. (Las físicas no estaban permitidas en Hogwarts y ante todo tenía que terminar con un expediente envidiable.). Una niña de bien, a decir por sus profesores. Y así habían pasado los años, ignorándose mutuamente.
Pero entonces llegó el día de su boda. Severus había sido invitado como tantos otros por asistir a la Casa Slytherin y por el menos conocido motivo de ser un compañero mortifago.
Y allí estaba ella. Increíblemente bella en su traje blanco, de corte sinuoso y a la vez recatado. Por una vez imitando a su hermana mayor y siendo la perfecta anfitriona, la perfecta hija de la Sociedad.
Hasta que se encontraron en la bodega de la casa de los Black, anfitriona de la fiesta. Severus había bajado huyendo de sus compañeros, que comentaban jocosos su solitaria vida sentimental. Ella, por algún motivo oculto que aún hoy permanecía en secreto.
No supo exactamente como ocurrió, pero lo que comenzó como una banal charla donde la felicitaba por su reciente compromiso, acabó en una apasionada noche entre las sombras, siendo el primero en "estrenar" a la novia.
No había estado nada mal. Desde entonces, siempre que coincidían en alguna misión, o Rodolphus estaba ocupado en sus negocios, tenían uno de esos encuentros fugaces que los dejaban sudando y tremendamente satisfechos.
No era amor, ninguno se engañaba con románticas ideas de color de rosa. Era pasión y atracción en estado puro. Aunque Rodolphus era el marido perfecto, a Bella siempre le había atraído el oscuro mortifago, el misterioso y ácido Maestro en Pociones, de una forma insana quiz� pero no por ello la atracción era más débil. Y bueno, para él, Bella era el símbolo de la sensualidad, belleza blanca de pelo oscuro y ojos fieros, apasionada como pocos, hecho que le había llevado a ser una de los pocos mortífagos de género femenino.
En cierto sentido, se complementaban a la perfección.
A su lado, un movimiento lo hizo apartarse de tan agradables cabalas. Bellatrix abrió los ojos con languidez, fijándolos en el hombre de pelo oscuro que la miraba con fijeza.
¿Qué hora es?
- Las 6 de la mañana. Aún es temprano, Rodolphus no volverá hasta las 8 o 9 al menos.
- Bien.- Se volvió hacia el otro lado, dejando a la vista su espalda desnuda Se incorporó con tranquilidad, provocando que su indomable melena de rizos negros acariciara la cara de Severus, que la observaba en silencio aún tumbado.
- Deberías vestirte.- le indicó con frialdad sin volverse.
Sin emitir ningún sonido, apartó las sábanas y atravesó el cuarto desnudo, con pasos sibilinos, hasta el cuarto de baño. La única nota de color en su pálida figura era su pelo negro como ala de cuerpo, que se desparramaba por sus fuertes hombros.
Aunque no lo había mirado desde que abrió los ojos, Bella no pudo evitar sonreír con sensualidad cuando lo vio cruzar el suelo de su dormitorio. Aunque se arriesgaba a que Rodolphus los pillar� y Rodolphus era para algunas cosas muy posesivo, no pudo evitar asomarse a la ducha.
La visión de Severus debajo de la cascada de agua caliente, envuelto en sus vapores mientras se apoyaba con las manos separadas en la pared, con la cabeza gacha y la espalda tensa… Bueno, merecía el riesgo.
Dejó caer con suavidad la bata de seda negra que acaba de ponerse, acercándose en silencio a su amante. Aunque no dijo ni hizo nada, el leve movimiento de la morena cabeza en su dirección le indicó que sabía que estaba allí.
Bella alargó su delicado brazo para coger el jabón y una esponja, sin tocarlo aún. Se colocó detrás de él, pero fuera del radio del agua, que se deslizaba hirviendo por la piel del moreno. Lo enjabonó con cuidado, empezando por la espalda y pasando a los hombros. Cuando se acercó más a él para rodearlo con sus brazos y llegar a su pecho, Severus se irguió y le aprisionó sus manos con las suyas propias.
- Debo irme.
- Podrías quedarte unos minutos más.- ronroneó la mujer en su oído, mientras se apretaba sugerente al cuerpo masculino.
- Bellatrix…
- Aún es temprano.- le mordió suavemente el cuello, sabiendo cual era su punto débil.
Severus cerró los ojos ante la caricia de los labios de la joven Black en su cuello. Con un reniego, se giró y la aprisionó contra la pared de la ducha, besándola con deseo y fiereza. Ahora el agua caía sobre ambos, desdibujando sus figuras que luchaban con lujuria.
Bella dejó que su amante le sujetará las muñecas y la levantará del suelo, invadiendo con su experta lengua su boca, provocando sus gemidos con sus modos predadores y fieros. Adoraba cuando se imponía.
¿Bella?
Los amantes se quedaron quietos. Severus la bajó con tranquilidad al suelo, mientras se apartaba de ella con cuidado, su usual mascara imperturbable más serena que nunca, cualquier otro estaría mirando con pánico a su alrededor, buscando una salida.
Él incluso parecía levemente molesto por la interrupción. Claro que la que fruncía el ceño con enojo era ella.
¿Sí Rodolphus?
¿Dónde estás?
- En el baño, duchándome. Ahora bajo.
- De acuerdo, iré ordenando a los elfos el desayuno.
Menos mal que Rodolphus no era el típico marido con ganas de tirarse a su esposa en los momentos menos indicados.
Severus miró a la puerta unos segundos, escuchando los pasos del marido de Bella alejarse. Cuando ya no se escuchaba nada, cogió una toalla en silencio y empezó a secarse.
Cuando ya se había vestido, se volvió hacia Bella, que aún permanecía en la ducha, apoyada en la pared con los brazos cruzados y la mirada enojada. Con una leve sonrisa sesgada, le tiró del brazo para acercarla y besarla de improviso una vez más.
Bella se dejo hacer y lo observó mientras se iba por la chimenea a su estudio.
REVIEWS!
Que animan mucho.
