La noche ha caído y los pasillos de Hogwarts brillan con la luz mortecina de las velas. Los pasillos vacíos, llenos de un silencio denso. Apenas se insinúan los susurros, crujidos y demás ruidos producidos por los fantasmas, elfos y demás criaturas que viven en el castillo.
Los prefectos, únicos alumnos fuera de sus casas, patrullan rápido, inquieto. En una carrera continua contra el sueño.
Hermione se ha escapado, escabullido sin que nadie se de cuenta de su ausencia, son años de practica en pasar desapercibida.
Realmente ni ella misma termina de comprender la oscura razón que la ha levado a este pasillo desierto.
Se ha prometido una y otra vez que será la ultima vez que nunca mas ira a su encuentro… Pero se traiciona con cada pensamiento y al final claudica. Sus pasos renuentes la envían a este lugar con la esperanza de que la otra parte entre en razón liberándola de la necesidad de tomar una decisión que se ve imposibilitada de tomar.
- Buenas noches.- La saluda una voz que parece licuar sus huesos.- Creí que no vendrías.
- Lo he intentado.- Se rindió ella apoyándose en la pared con los ojos cerrados.
- Ya veo.- Volvió a murmurar el chico acercándose.
Al notar su proximidad lo miró, deseando no verlo. Odiándose por el modo en que la hacia sentir solo con su simple presencia. Por desgracia, por mucho que le reventase, Draco no era una persona fácil de ignorar.
- ¡Eres demasiado guapo!- exclamó pegándose a la pared como si su mayor deseo fuese fundirse con la pared.
- No sé si decir gracias o insultarte.- contestó con esa sonrisa que asomaba lánguida, en el lado izquierdo de sus labios.
- ¡No hagas eso!- Pidió con un grito ahogado.
- ¿Qué no haga… qué? – Preguntó Draco acorralándola, poniendo sus brazos a ambos lados de su cuerpo, las palmas acariciando la piedra, en un intento de sofocar parte del súbito calor que lo embargaba.
- Lo sabes.- Susurró Hermione sintiéndose lánguida por la mezcla de sensaciones que le provocaba su olor y su proximidad.
Draco no dijo nada, solo se acercó y ocultando su cara en el pelo suave y enredado de la Gryffindor.- A veces me odio por esto, por no poder evitarlo, por venir cada noche a verte. Siempre he tenido el control, no soporto perderlo. ¿Tu piensas en ello?- Preguntó con voz mucho menos segura.
- El ochenta por ciento del tiempo.- susurró ella levantando las manos hasta la nuca del rubio comenzando a acariciar su pelo, enterrando los dedos entre los hilos de color plata.
- ¿El ochenta por ciento?- Preguntó Malfoy mirándola a los ojos sorprendido.
Una sonrisa se adueño de los labios de Hermione, un poco irónica, un poco soñadora, demasiado enamorada. Sus dedos, aun jugando con los cabellos rubios, presionaron poco a poco, hasta unirlos en un beso lleno de sentimientos enfrentados.
- El veinte por ciento restante.- Suspiró ella separándose.- Estoy ocupada besándote.
