RATING PG 13
Disclaimer: Todo personaje que aparece en esta historia (menos uno) son producto de la maravillosa imaginación de la señora JK Rowling; porque amo su historia me dedico a soñar.
Oportunidades del destino
Capítulo III
¿Por qué no te dejo ir?
Pasó saliva.
Mami...¿estás ahí?-indagó, mientras se mordía el labio con un gesto de preocupación. Al parecer alguien alzaba el tubo del otro lado.
TUTTUTTUT
Dejó que el aparato se deslice sobre sus dedos y fijó su vista en un punto de poco interés sobre la pared.
Los incisivos hacían cada vez más presión sobre el labio inferior...hasta que logró cortarlos.
Fue allí cuando se paró de un salto mientras el corazón peleaba por escaparse de su pecho.
Definitivamente algo no estaba bien y eso significaba...no...su madre si que no...primero le robaban a Harry y ahora...no.
Tomó nuevamente el teléfono mientras sus dedos, inestables, dudaban entre marcar un número u otro.
¿Hola?
Luna; perdona la hora, ¿está Ron allí?
¡Hola Hermione! ¿cómo estás?; yo bien, intentando...
¡Luna, ¿está Ron?- interrumpió bruscamente, con impaciencia.
Herm- contestó el colorado a los pocos segundos.
Debes acompañarme a casa de mis padres por favor; creo que mi madre a sido atacada-. Ron enmudeció, sin articular palabra por unos instantes eternos.
Voy para allí, no te muevas- dijo al fin su amigo.
Cinco minutos que parecieron hora, fue lo que tardó.
Lleno de hollín de la chimenea y con una cara que delataba sueño apareció en el departamento de Hermione.
Vamos- dijo ella, tomándolo del brazo- yo conduciré-. Ron quiso lanzar alguno de esos comentarios sarcásticos que la irritaban, pero no lo creyó oportuno; por lo tanto siguió sus zancadas sin omitir sonido.
El viaje fue silencioso. Sin no fuese por algunos bufidos de Hermione para con los semáforos cuando estaban en luz roja.
Media cuadra a la derecha y llegaría. Comprobaría que su madre estaba bien e iría a dormir.
Giró el volante... Remus Lupin estaba en la puerta de la casa de sus padres.
Ron la oyó balbucear un débil "no" mientras bajaban.
Lo siento- dijo el licántropo, sin poder mirarla a la cara.
Esta vez Hermione no lo golpeó como lo había hecho con la noticia de Harry.
Permaneció de pie observando su casa; y el movimiento de Aurors que entraban y salían de esta.
Las lagrimas se agolpaban en sus ojos y por la barbilla caía una pequeña gota de sangre producto de la presión sobre su labio.
Lupin intentó abrazarla una vez que Ron ingresó a la casa para averiguar lo sucedido. Hermione, sin embargo, dio un paso hacia atrás marcando distancia.
¿Qué se sabe?- preguntó con voz inestable- ¿Qué le han hecho a mi madre?
No se sabe con exactitud- respondió el licántropo con congoja.- Es la misma marca que apareció en los otros cuerpos; seguramente habrás leído...
Si, leí El Profeta- interrumpió- Quiero verla... quiero ver el símbolo
No creo que...- trató Lupin.
Dije que quiero verla- reiteró-. Remus la observó mientras recordaba la conversación que había mantenido con Harry horas atrás. Ella actuaba del mismo modo que él.
Acompáñame- asintió- hablaré con unas personas para que te dejen verla.
Hermione lo siguió, sin siquiera agradecer.
Ni bien pisó la madera del comedor de su casa notó que ya no se respiraba aquel aroma a calidez y tranquilizador que le había transmitido siempre. La embriagaba un frío asqueante y cuando divisó el cuerpo de su madre; sin vida, se le heló la sangre.
Y no pudo contener las lágrimas.
Se apresuró a llegar a su lado, arrodillándose; envolvió su mano sobre la de su madre. Ron la abrazaba contenedoramente sin saber que hacer.
Muéstrenle la marca- pidió Remus.
Volteando un poco el cuerpo, Hermione notó que a la altura de la espalda -por los hombros- había una especie de quemadura realizada por algún objeto que ella desconocía.
Con los dedos recorrió suavemente la superficie, que parecía elevada y delineaba perfectamente el símbolo de un sol, y a la misma altura otro de igual tamaño (unos dos centímetros calculó mentalmente), el de una estrella.
Según como se mirara la figura parecía que el sol envolvía la estrella y viceversa.
Le hizo una caricia en los cabellos y muy despacio, se levantó, jurándose a si misma que no moriría hasta encontrar al maldito desgraciado que le había hecho eso.
Herm- balbuceó Ron.
Si, avísenme cuando esté listo; pero procuren averiguar absolutamente todo...me voy
Te acompaño- dijo su amigo- Y conduzco yo.
Harry no podía evitar pensar las últimas palabras del licántropo. Hacían eco en su cabeza y comenzaba a dudar de su condición.
¿Debía volver?... era todo muy difícil; y el acostumbrarse nuevamente a ser el centro de atención era algo que le disgustaba tanto como le gustaba volver a ver los rostros de sus seres queridos.
¿Qué tanto quedaría de las pecas de Ron?
¿Y cuánto de esa mirada de Hermione?
¿Qué de aquella barba plateada de Dumbledore?
¿Hagrid habría conseguido otro dragón?
Las incógnitas cada vez eran más recurrentes; y mucho más la ansiedad de conocer la respuesta por sí solo.
El notar que Hermione lo mirara como sólo ella sabía hacerlo; o ver que Ron tendría ese rostro de niño siempre lo cargaba de ganas de saber más.
Ese día, sin embargo, se sentía raro. Una sensación en la boca del estómago (que reconoció como angustia) lo mareaba de a ratos, y era diferente a las demás veces.
Algo interrumpió sus pensamientos.
Por un momento creyó oír mal, pero eran los característicos tres toques.
Se levantó sigiloso; Lupin había ido a visitarlo unas cuantas horas antes; y faltaban unas cuatro semanas para su nueva visita.
Entreabrió la puerta lo suficiente como para distinguir el perfil del licántropo, su aspecto estaba aún peor.
Harry lo hizo pasar de inmediato intentando aparentar una calma fingida. Si estaba allí, no eran buenas noticias.
¿Olvidaste algo?- preguntó con una sonrisa que le salió como mueca.
No- respondió Remus, acomodándose en una silla- Hermione.
El corazón de Harry dio un vuelco.
Dejó de latir por unos instantes para después comenzar a estrujarse; tan violentamente, que podía percibir el movimiento a través de su camiseta. Las nauseas hicieron su aparición inminente.
¿Qué...qué le pasó?- indagó en un susurro casi imperceptible.
¿Te sientes bien, Harry, estás muy pálido- la voz e Lupin sonaba lejana- Atacaron a su madre.
El ojiverde tardó en reaccionar frente a aquella revelación. Cerró el puño fuertemente; tanto que enterraba sus uñas en la palma lastimándose.
¿Cómo está ella, ¿qué ha dicho, ¿tiene el símbolo?
Si tiene el símbolo. Hermione está aparentando normalidad pero se encuentra mal y no ha dicho nada; tu sabes que por lo menos a mi no me habla. Llegó allí con Ron, que empezó la investigación por sí solo.
Harry respiró hondamente, de todas formas no lograba cargar sus pulmones de aire.
Su mejor amiga siempre había estado con él; en las peores situaciones y en las mejores o más simples. Él le estaba fallando, se sentía en deuda absoluta.
Y de ponto, la idea de regresar se volvió a imponer con gran fuerza en sus pensamientos.
Ella lo necesitaba... y para qué mentir, él también los necesitaba mucho.
Voy a volver- dijo con firmeza. El rostro de Remus dibujó una sonrisa auténtica, que eliminó por unos instantes los razgos profundos de preocupación.
Los juntaré con algún pretexto en el departamento de Hermione, llegarás y explicarás todo.¿Estás de acuerdo?
¿Ahora?- retrucó Harry, con un gesto de desesperación.
Si, ahora. Junta tus cosas, voy para allí- tomó pluma, pergamino y comenzó a anotar- esta es la dirección del departamento. En aproximadamente dos horas espero tu llegada.
El ojiverde asintió con la cabeza mientras lo veía desaparecer.
Se dio una ducha rápida para aclarar las ideas, se vistió y caminó dando vueltas sin sentido en aquella habitación hasta que sea la hora, pensando como explicaría las cosas. No se le ocurrió nada.
Con un pequeño bolso al hombro, desdobló el arrugado pergamino frente a la puerta, para confirmar que su aparición había sido exitosa.
"Séptimo piso, departamento H". Era la correcta.
Agradeció no cruzarse con ninguna persona que lo reconociera, esto hacía más amena la inquietante vuelta.
Se aclaró la garganta, se restregó el cabello nervioso mientras con la otra mano que temblaba se subía las gafas.
Y golpeó la puerta. Dos veces.
Fin del Capítulo III
