Merry Christmas
Capítulo 1: Impotencia…
Remus Lupin se acercó a la ventana. Desde allí se veía el ocaso, el sol escondiéndose detrás de las casas, dejándole paso a la noche. Suspiró al pensar en eso.
Lentamente se alejó de allí y se dirigió a la sala.
Su mirada se quedó clavada en el pequeño árbol de navidad que estaba en un costado de la habitación. Se notaba que había dedicado bastante tiempo en adornarlo correctamente... de la forma muggle.
El almanaque en la cocina decía que era veinticuatro de diciembre... y sí, era nochebuena. ¿Por qué entonces no estaba felíz?
¿Y por qué se encontraba solo?
Era una pregunta sencilla... y enfermiza.
Aquella noche era luna llena.
Y con esa simple frase, todos hubiesen comprendido las respuestas. Remus se dejó caer en la silla que se encontraba detrás suyo. Su cabeza cayó sobre sus manos, sintiéndose pesado... enfermo.
-En estos momentos desearía tener a mis amigos... – Susurró, como si alguien pudiese oírlo. Pero en aquella oscura casa, nadie estaba para calmar su angustia. Para darle un abrazo y pedirle que le dedicara una sonrisa.
Nadie.
El hombre se paró bruscamente y corrió hacia el baño. Sus manos le temblaban, pero no le importó que la luna ya casi estuviese en el cielo. Se metió en la bañera y abrió el grifo.
El agua se deslizaba por su cuerpo, y él buscaba la manera de sacarse aquel dolor que cada noche se instalaba en su corazón. Su mente comenzó a hurgar entre sus recuerdos... y una imagen se le apareció.
Cerró los ojos para ver con más nitidez aquella noche de navidad en la que el destino quiso que pasara con sus amigos. James, Sirius y Peter. No pudo evitar la punzada de dolor al recordarlos a los tres.
A pesar de todo, ellos habían sido sus amigos. No importaba cuanto odiara a Peter en ese momento... ni cuanto sufriera al ver caer a Sirius tras el velo, una y otra vez.
Ellos habían estado junto con él, siempre que la luna se convertía en su enemiga. Cuando la transformación daba lugar, y él dejaba de ser humano...
Para ser una bestia.
Tras unos minutos, dejó de bañarse y se colocó una toalla alrededor de la cintura. Pensó que así no rompería su ropa... si se transformaba desnudo...
Sonrió tristemente.
Y una lágrima se deslizó de sus ojos.
Pensó en todas aquellas personas que estarían festejando la navidad, junto a sus familias... a sus amigos.
Mientras que él se quedaba en su casa, pendiente de que los hechizos que había invocado, impidieran que pudiera huir del lugar. Y lastimar a alguien... o incluso matar.
Su vista se dirigió instintivamente hacia la ventana. Y sus temores se hicieron realidad. La luna brillaba en el cielo, invitándolo a unirse al ritual que protagonizaba cada mes.
Soltó un aullido de dolor mezclado con impotencia y cayó al suelo.
Un súbito dolor comenzó a nacer en su cuerpo y se instaló en su pecho. Su mente dejó de funcionar unos instantes, para concentrarse en aquello que debía hacer.
Transformarse.
Y allí, en medio de la sala de su casa, Remus Lupin se convertía en un hombre lobo...
O:o:o:O:o:o:O
-Brindemos por un nuevo año, sin Vol.. Vol... Voldemort... – Dijo Ron, al tiempo que alzaba una copa y la chocaba con la de sus amigos.
Todos rieron ante el balbuceo del muchacho que aún no se adaptaba a la idea de que Lord Voldemort había pasado a la historia. El reloj dio justo las doce de la noche, y todos juntaron sus copas al mismo tiempo.
-Felíz navidad –
Todos estallaron en aplausos y carcajadas. Podría decirse que en aquella noche ya no existía el dolor... la muerte... el odio...
Era como si todo aquello hubiese desaparecido sólo por el hecho de que era Navidad. ¿Pero realmente era así?
Una muchacha de veintitrés años miraba todo aquello casi con desprecio. Hermione se alejó del grupo y comenzó a beber el líquido que contenía su copa, en un costado de la chimenea. Su cabeza le decía que debía volver a brindar con sus amigos... pero su corazón estaba en otro lugar.
-¿Estás bien, Mione? – La voz de Harry la sacó de sus pensamientos. Sus ojos se posaron en su amigo, quien la miraba preocupado.
-Si... es sólo que... –
-Piensas en Remus – Le dijo él, entornando los ojos.
-Harry, sé lo que piensas. Pero es que no me resigno a la idea de que deba estar solo... somos sus amigos, tenemos que acompañarlo –
-Hermione, él nos pidió que no lo hiciéramos –
-¿Y desde cuando hacemos lo que nos dicen? –
Un silencio incómodo se cernió entre ellos. Harry resopló y la dejó sola. Sabía que su amiga tenía razón... pero el pensar en Remus y su condición de licántropo en aquella noche, le hacía sentirse mal...
Y nadie debe sentirse mal en Navidad...
Hermione lo observó dirigirse a la mesa y pensó que todos eran unos hipócritas. ¿Acaso nadie se ponía en el lugar de aquellos que no festejan navidad?
¿Cómo puede ser que todos estuviesen alegres como si nada hubiera ocurrido?
Al parecer nadie se acordaba que hasta hace unos meses, el mundo había sido un caos... nadie recordaba las muertes y el dolor que la Guerra Mágica había acarreado. Ni siquiera parecían tener en cuenta que los heridos aún yacían en San Mungo... la mayoría, esperando pasar la noche y no morir en el intento.
Conteniendo sus ganas de gritarle a todos, apretó los labios y mirando a cada uno en esa fiesta esperó a que alguien se diera cuenta de lo que en realidad estaba ocurriendo.
Pero nadie lo hizo.
Y supo que nadie más estaba sintiendo pena por Remus. Sin pensarlo dos veces, tomó su abrigo del perchero y se lo puso. Lentamente abrió la puerta de entrada de la casa que Sirius le había dejado a Harry, y miró por última vez la fiesta que se estaba dando en su interior.
Una punzada de dolor al ver a todos tan sonrientes... tan alejados de la realidad, de los problemas...
Todos, aparentando ser felices...
Y salió al frío de la ciudad. El viento le azotó el rostro y la nieve agolpada en las calles le impedía caminar libremente. Pero no le importó.
Porque supo que había una persona allí afuera, que esperaba ser rescatada...
O:o:o:O:o:o:O
Un aullido.
Hermione lo oyó, y sin embargo continuó avanzando. Con el corazón oprimido y el miedo paralizando sus músculos, llegó a la casa que ella conocía tan bien.
Una triste sonrisa le surcó el rostro al recordar tiempos pasados.
-Pero Hermione... yo podría ser tu padre... – Le había dicho Remus cuando ella, estando herida y a punto de morir, le había confesado su amor. Hacía casi un año de aquello.
-Pero no lo eres – Había alcanzado a decir antes de desmayarse en sus brazos. En ese momento lo único que había deseado era decirle cuanto lo amaba. Había temido morir y que él jamás se enterara... por eso había traicionado todos sus principios y le había hecho saber que no estaba tan solo como creía.
Su mente hurgaba en el pasado, avivando un poco la llama de su amor que tanto tiempo había creído apagada. Y fue allí cuando supo que aún lo amaba. Parada en el umbral de la puerta, se decidió.
Lucharía por él... aunque tuviera que dejar su vida en el intento.
Sacó su varita y se concentró.
Sabía que no sería fácil... y que cualquier movimiento en falso podría terminar con su propia vida. Pero no dejó que el temor la doblegara. Tenía que hacerlo.
Por él.
Cerró los ojos y sintió cómo todo su cuerpo se contraía de una manera extraña. Sin embargo continuaba concentrada. Lanzó un grito de dolor y cayó al suelo inconsciente.
Al despertar, quiso sonreír.
Pero no pudo hacerlo... porque ya no era humana.
Y descubrió fascinada que había conseguido, con éxito, transformarse en una hermosa águila.
Su forma animaga.
Abrió sus grandes alas y se elevó por los aires, revelando su majestuosidad. Desde arriba pudo ver la chimenea de la casa, apagada. Pensó que era un buen lugar por dónde entrar. Podría haberlo hecho por una ventana... pero sabía que Remus había hechizado todas las salidas de la casa para que nadie pudiera entrar o salir.
Se dirigió a la abertura de la chimenea y comenzó a bajar por allí. Podía escuchar los gritos de su antiguo profesor y los aullidos que largaba aquella bestia en la que se había convertido.
Ella le susurró que estaba allí... junto a él... e inmediatamente la bestia se calmó. Por fín entró en la casa y escrutó el lugar con sus ojos de Águila, buscándolo.
Y lo encontró.
Junto a la mesa, tendido en el suelo como si fuera un simple perro, se encontraba el hombre lobo... aquel que ella planeaba acompañar las noches que durara la transformación.
Las noches que hiciera falta... por el resto de su vida.
'¿Qué diablos haces aquí?' Aulló el lobo, acercándose a ella. Hermione dedujo que antes de transformarse, Remus habría tomado la poción que Snape le había preparado. Por eso se veía tan calmado... agradeció que lo hubiera hecho. Así le sería más fácil...
'Vine a acompañarte' Le contestó ella, sin escuchar su voz... sino un leve graznido que salió de su pico.
'No debiste hacerlo'
'No podía dejarte solo...'
No se dijeron nada más. El lobo se acurrucó en el suelo, sabiendo que nada haría que ella se fuera de allí.
El águila sobrevoló la mesa y se posó en el suelo. Allí, frente a los ojos desorbitados de la bestia, se quedó contemplándolo... buscando en su mirada algún rastro del hombre que amaba.
Un destello en sus ojos la sorprendió. Quiso sonreír, pero no pudo hacerlo... sin embargo, una alegría inmensa se apoderó de ella al saber que aquella bestia seguía siendo Remus Lupin. Se le acercó aún más, quedando a pocos centímetros de distancia.
Nadie dijo nada.
Pero sus miradas lo decían todo.
Ambos se quedaron allí... aguardando el amanecer. Buscando una salida para esa encrucijada en la que se había convertido su vida. Pensando que aunque todo estuviera en contra... siempre tendrían algún hueco por donde seguir adelante.
Juntos...
