Pronto, Link descubrió otro defecto en Zelda: era poco charlatana, no le dijo nada durante todo el trayecto. Se limitó a hacerle cosquillas a Centella.
- Labrynnia¿eh?- empezó a decir Link. - Exactamente¿de qué parte de Labrynnia?
- Seguro que no has oído hablar de mi ciudad. - la voz de Zelda era lo único que le llegaba. La muchacha no giró la cabeza para hablarle.
- Puede que sí. Me gusta mucho la geografía; también la historia, la filosofía, la literatura... Así que puedes decirme su nombre.
- Mi pueblo se llama Lynn. Hace mucho tiempo, hubo allí una familia real, tan importante como la de Hyrule... pero desapareció.
- Ah, ya. Se cuenta que el Héroe del Tiempo os visitó.
Zelda volvió un poco la cabeza.
- Sí. Para celebrar el hecho, la reina Ambi construyó una estatua. - Zelda descubrió entonces porqué Link le resultaba familiar: la estatua que adornaba la plaza del pueblo era parecida al chico.
- Me encantaría conocer Labrynnia, y también Holodrum... - pensativo, azuzó a Centella.
- ¿Y qué te lo impide?
Muchas veces, esa voz que es nuestra conciencia le había hecho la misma pregunta que Zelda. Se encogió de hombros.
- Lo haré... - "algún día, cuando sea rey" pensó para si mismo.
Para cambiar de tema, y aprovechando que Zelda estaba más comunicativa, Link preguntó:
- ¿Sabes qué era aquello que me atacó?
- Creo que era un fantasma. - Zelda acarició las crines de Centella. - Suelen surgir por este bosque, aunque nunca habían atacado a alguien. Debiste caerle mal.
- ¿Cómo le venciste?
Zelda metió la mano en el bolsillo de su túnica verde y le cedió su tirachinas.
- Tengo una espada, pero es más eficaz esto. Uso semillas de ámbar que yo misma planto.
- ¿Semillas de ámbar?
- Son típicas de Labrynnia. Mi padre era el mejor agricultor de la península. - irguió la espalda con orgullo. - Él me enseñó todo lo que sé. Desde botánica hasta manejar armas.
- Menuda educación. Tu padre debe ser un personaje interesante, me gustaría conocerle.
Nada más terminar la frase, Zelda agachó la cabeza y dejó caer los hombros.
- Lo... Lo siento. - Link, preocupado, le puso una mano en el hombro. - No lo sabía¿está?
- ¿Muerto? No lo sé. Desapareció hace ya tiempo.
- Mi padre murió. - añadió Link. - En una batalla contra goblins. Yo era muy pequeño y apenas me acuerdo de él, pero me dio la brújula como regalo. Y Centella es la hija de su semental favorito, CaraNegra.
- ¿Qué edad tenías?
- Cinco años.
- Yo perdí a mi madre con cinco años. - Zelda extrajo entonces un pequeño colgante redondo. Le mostró a Link la talla grabada en la tapa, de plata pura: un águila bicéfala. Dentro, había un mechón de pelo rojo atado con un cordel de seda.
- Vaya, ya tenemos dos cosas en común. - murmuró Link. Zelda se irritó un poco: cerró el guardapelo y lo guardó.
- ¿Cómo murió tu ma?
- ¿Qué más te da? - Zelda se cruzó de brazos. - Cállate un rato, por favor.
Link aguantó a duras penas, pero lo logró. No dijo nada más. Comprendía a Zelda mejor de lo que podía pensar. Sabía porqué se había molestado. Él era un desconocido, un extraño con el que parecía tener demasiado en común. Durante la noche anterior, no pudo dormir apenas. ¿Qué significaba que alguien ajeno a la familia conociera la Canción del Tiempo¿Habían sido los dioses quienes habían dispuesto que ella conociera la canción? No se le ocurría otra forma de averiguarlo: debía ir al sumo sacerdote del templo de la Luz y preguntárselo a él.
- ¿Lo has oído? - Zelda frenó a Centella, interrumpiendo así las divagaciones del príncipe.
- No¿el qué?
Zelda desmontó. Estaban en un claro, rodeados de árboles densos y suelo arcilloso. El pantano había quedado atrás unas horas antes, pero aún percibían el olor a podredumbre. Link imitó a Zelda, con la salvedad de que sostuvo las riendas de Centella.
- ¿Qué sucede?
- Me ha parecido oír... un lamento, como un grito de dolor.
Link sonrió.
- ¿Ya estamos¿Otro fantasma al que no debo gustarle? - y se rió. Zelda se giró hacia él, el rostro furioso a punto de replicar, pero abrió la boca y no dijo nada. Detrás del despreocupado Link una sombra se había alzado.
- Link, detrás... - trataba de decir la muchacha. El príncipe vio la sombra que se cernía sobre él. Soltó las riendas de Centella y se giró muy despacio.
Ante él, elevado sobre las dos patas traseras, había un lobo de un tamaño considerable. Los dientes en las fauces entreabiertas aún tenían restos de antiguas víctimas. Los ojos amarillentos miraban a Link con anhelo.
- ¡Agáchate!
Dispuesto en ese momento a obedecer al mismísimo demonio, Link se agachó y rodó por el suelo. Zelda había reaccionado. Apuntaba con su tirachinas al pecho del lobo. La semilla de ámbar quemó el pelo del animal, que aulló furioso. Zelda atacó con la espada. Dio un salto en el aire. Parecía ligera como una pluma, y así se movió en lo que fueron unos segundos, pero asemejaron a minutos. Describió un tajo en círculo y el lobo se derrumbó muerto.
- ¡Vamos¡Hay que salir de aquí! - le ordenó. Link se subió sobre Centella y alargó la mano para ayudar a Zelda a montar.
- ¡Agárrate! - le pidió él, mientras espoleaba a Centella. Se escuchaban más aullidos (o lamentos, como había dicho Zelda) demasiado cerca.
Centella se había asustado, y eso provocó que empezara a trotar sin rumbo fijo. Les alejó de los lobos hacia lo que su instinto de animal pensaba que era un lugar seguro. Esquivó a varias Deku Baba que pululaban en aquel camino, y atravesó un túnel de piedra y arbustos.
Cuando al fin se detuvo, Zelda comentó:
- ¿Qué lugar es este?
- ¿No sabes dónde estamos?
- No, no lo sé, marqués. Jamás había estado aquí. - miró a su alrededor.
Un inmenso vacío lo cubría todo. Tan sólo un regato rompía el silencio con el ronroneo del agua. Había restos de antiguos árboles, de gran tamaño. Uno sobrevivía en el centro exacto del lugar, el más grande que jamás habían visto. Link se acercó a él, dejando a Centella pastar y beber del regato.
- Mira que raro, Zelda. - tocó una de las raíces que sobresalían del terreno. Era tan grande que Link tendría que emplear las dos manos y mucha fuerza para encaramarse a ella. Cuando lo hizo, Zelda le siguió, muy extrañada ella también.
- Sí que es raro. - admitió. Se acercó a Link, y los dos juntos contemplaron la corteza del árbol.
- ¿Crees que es así por naturaleza, o alguien lo talló? - preguntó Link, con los brazos en jarras.
- Si eso fuera cierto, tuvo mal gusto. Es muy feo.
Lo que ambos miraban tan fascinados era el rostro de madera que ocupaba casi toda la corteza. Los ojos estaban cerrados, pero no en una actitud relajada. Más bien era cómo si le estuvieran haciendo daño y callara. La nariz era bulbosa y gorda, y quién lo talló tuvo la poca delicadeza de añadirle un nudo de madera como verruga.
- Parece tan... vivo. - fue el comentario de Zelda. Había expresado el pensamiento de Link.
- Me pregunto... - el príncipe tocó la punta de la nariz. Bajo los dedos pudo sentir el correr de la salvia, la vida que latía aún en aquel árbol. En eso estaba, cada vez más cerca de la nariz, cuando vio que el ojo de madera se abría de golpe, mostrando un iris verde.
- ¡Aaah! - del susto, Link resbaló y aterrizó frente a la supuesta boca, que se abría como si estuviera bostezando. Zelda saltó y en un par de segundos ya estaba al lado de Link, tirándole de la manga.
- ¡Huyamos! - Zelda puso en pie al príncipe y trató de arrastrarlo lejos del árbol. Sin embargo, escucharon un sonoro crujido y un largo grito. Las raíces se habían separado de la tierra y se elevaron unos metros antes de caer pesadamente. El árbol les había acorralado. Al otro lado de la barrera de raíces y tierra, Centella relinchaba nerviosa.
- ¿Quiénes sois vosotros?
La voz les sorprendió tanto que se echaron a temblar. Aquella voz era profunda y lejana como un pozo en medio de aquel bosque, pero tenía cierto aire divertido. Link y Zelda miraron el rostro del árbol, los dos cogidos de la mano. Zelda, irritada, se soltó del abrazo. Alzó la espada y se protegió con el escudo.
- ¡Si quieres hacernos daño, lucharemos!. - le espetó al árbol. Este abrió la boca y dejó escapar una carcajada risueña.
- Vaya, veo que coraje no te falta. Si os haría falta un poco de educación. No se puede subir encima de alguien y llamarle feo a la cara¿no creéis?
Zelda se mantuvo en posición de ataque, desconfiada. Link, sin embargo, se acercó al árbol.
- ¿Eres... eres?
- ¿Si? - el árbol frunció el ceño y esperó a que Link recobrara el uso de la palabra.
- ¿El árbol Deku? - aventuró el joven.
- Así es. ¿Y quiénes sois vosotros?
- Me llamo Link, y esta chica es Zelda Esparaván. - el príncipe parecía entusiasmarse por momentos. - Pensé que era una leyenda absurda, que nunca existió... ¿Dónde están los Kokiri?
- Veo que aún después de tanto tiempo, la gente nos recuerda. - el árbol retiró las raíces. Link le miraba entre el éxtasis y la incredulidad.
- ¡Si mi maestro estuviera aquí! A él le hubiera encantado conocerte, maese Deku. - y no continuó. El árbol hizo un gesto de dolor y se lamentó amargamente.
- ¿Qué le pasa? - Zelda se acercó por fin, depuestas las armas.
- Algo me ha despertado de mi sueño. - el árbol Deku pareció encontrarse mejor. - Creo que es algún tipo de parásito... Esta vieja madera es un plato suculento para determinados seres.
- Eso es terrible. - Link acarició las ramas bajas.
- No es lo peor... Mirad hacia arriba.
Link y Zelda escudriñaron entre las ramas verdes y frondosas del árbol. En cada rama colgaba una especie de capullo de mariposa, lo suficientemente grande para que Centella misma pudiera dormir en uno de ellos.
- Estos son mis pupilos, los antiguos Kokiri. - explicó el árbol, tras otra sacudida de dolor. - Hace mucho tiempo, cuando Hyrule cambió, los nuevos tiempos hicieron casi desaparecer a todas las razas: los hylians, los sheikans, los gerudo, los zoras, los gorons... y mis kokiri. Antes que verles desaparecer, opté por hacerles dormir, hasta que todo vuelva a cambiar y el mundo les necesite. Pero si enfermo, nadie podrá alimentarles y morirán.
- ¿Qué podemos hacer? - preguntó Link, mientras Zelda examinaba la madera.
- ¡Ya sé! Hay que limpiarte por dentro. - Zelda encontró una abertura en un lateral. Era lo suficientemente grande para meter su mano. El árbol Deku se rió un poco, porque la muchacha le hizo cosquillas. Zelda volvió a ponerse frente al árbol.
- Creo que un parásito se introdujo por esa abertura y que está creciendo en tu interior. Hay que sacarle a él y a toda su camada.
- ¿Cómo sabes...? - empezó a preguntar Link, pero Zelda le interrumpió.
- Mi padre es un experto en plantas. Árbol Deku, si abres la boca, quizá pueda localizar el insecto y sacarle.
- Um... Jovencita, puede ser peligroso. - replicó el árbol. Link le secundó.
- Allí dentro no puedes usar las semillas de fuego.
- Quizá no sea necesario que yo entre. Usaré otras. - Zelda extrajo un frasco de su mochila. Era pequeño, del tamaño de su palma, y contenía cinco semillas redondas y amarillas. - Son semillas "esencia". O mejor dicho "apestosas". Si hay insectos, vendrán fuera atraídos por el olor.
En pocos segundos, Zelda expuso su plan. Link se refugiaría en las ramas altas del árbol Deku, mientras Zelda esparcía las semillas. El grupo de insectos saldría y entonces les dispararían semillas de fuego. Zelda explicó que ya lo había hecho anteriormente, para limpiar el templo del bosque de serpientes y escorpiones.
- Si es tan fácil¿por qué debo estar ahí arriba?
- Por tu bien. No las llamo "apestosas" por su perfume embriagador¿sabes, señor marqués?
Se tapó la nariz y soltó una. Link respiró sin querer el aire que expulsó desde su interior la endemoniada semilla. Había olido el queso rancio, los libros húmedos, el pozo en verano, los pies de los soldados... pero nada de eso era comparable con el olor que expedía esa diminuta semilla amarilla. Un olor que se introducía en los pulmones y gargantas, capaz de afectarte el tacto, el olor, el gusto, la vista y hasta el oído. A duras penas Link logró subirse al árbol Deku, haciendo gala del instinto natural de supervivencia. Zelda aguantó con la nariz taponada.
"No sale, probaré con otra" y arrojó otra al lado de la anterior. Si una olía mal, dos eran un infierno de olores.
- ¡Basta ya, Zelda! - le gritó Link desde arriba. - ¡Vas a matar a todo el bosque!
- Pero... normalmente funciona. - Zelda se rindió y le dio una patada a las semillas para enterrarlas.
El árbol Deku gritó de dolor, agitando sus ramas. Link se mantuvo de milagro. Allí abajo, Zelda se detuvo. La escuchó lanzando un sonoro juramento.
- ¡Está saliendo!
La boca del árbol estaba abierta de par en par, y de ella surgía el escorpión más grande que había visto en su vida. Medía diez veces más que Centella. Se alzó sobre su cola armada con un terrible aguijón. Agitó las pinzas, como un bailarín chasquea los dedos antes de iniciar el baile. En su único ojo Zelda se vio reflejada.
- Va a ser más difícil de lo que pensaba.
Alimentada por la madera del árbol Deku, la larva había crecido y desarrollado una fuerza brutal en sus pinzas. El olor de las semillas "esencia" la atrajo porque pensó que era una nueva especie vegetal más sabrosa. Ver a una niña de trenzas naranjas ante él no era lo que deseaba. Descargó la pinza derecha contra ella para aplastarla para siempre. Zelda demostró una vez más sus reflejos. Dio una voltereta por el suelo y esquivó el golpe.
- De acuerdo. - apuntó con el tirachinas al caparazón - ¡Toma esto!
La semilla de ámbar rebotó contra el duro caparazón. El escorpión arremetió con sus dos pinzas y sólo la agilidad de Zelda y una de las raíces del árbol Deku salvaron a la muchacha. Zelda lanzó otra palabrota. Se armó con el escudo y la espada y calibró de qué forma podría atravesar la dura corteza del animal. Miró un momento hacia arriba, y vio a Link subido todavía en las ramas.
- ¡Link, baja a ayudarme!
- ¡Eso intento! - le llegó su voz, bastante enfadado. Una de las ramas más jóvenes del árbol, que eran flexibles y delgadas, se había enroscado a su tobillo. El árbol Deku le dijo que se quedara quieto.
Mientras Zelda esquivaba todas las acometidas del escorpión. Intentaba en vano dañarle, pero su espada no lograba atravesar su caparazón oscuro.
- Si sigue así, se cansará. - vaticinó Link preocupado. Luchó contra la pequeña rama, lamentando no llevar ni un mísero cuchillo.
En ese momento, Zelda se escurría de las pinzas, pero su enemigo elaboraba una estrategia. Usó la cola como una maza y lanzó a la muchacha por los aires. Zelda cayó cerca de Centella. La yegua le lamió el rostro para despertarla.
- ¡No! - Link, de tanto luchar contra la rama, se había resbalado, y colgaba boca abajo como las vainas de los kokiris. Desde esa posición, vio como Zelda trataba de incorporarse. El escorpión se acercaba a ella de nuevo, dispuesto al asalto final.
- Ah, ya sé...- Link se incorporó y gritó. - ¡Zelda¡Ataca al ojo, al ojo!
- ¿Qué dice de un manojo? - Zelda, aturdida por el golpe, buscó su espada. Estaba clavada en la tierra justo detrás del insecto. Cogió el tirachinas, la única arma que tenía a mano.
- ¡Dispara al ojo¡El ojo! - escuchó la voz de Link.
"Es su punto débil" pensó. Lógico, era la única parte de su cuerpo que no tenía protegida por un caparazón. Apuntó con otra semilla de ámbar en la goma y disparó. Esta vez, la bola de fuego quemó el párpado del animal. Este chilló de dolor, y corrió en círculos por el prado. Zelda corrió para recuperar su espada.
- Vamos, ven a por mí. - esperó agazapada con la espada lista. El animal inició la última carrera, contra la frágil muchacha. Zelda se encogió lo suficiente para tomar impulsó y dar un salto, y así esquivar al escorpión. Volteó el cuerpo y alzó la espada en el aire. Aterrizó en el suelo, tras sesgar el ojo del insecto por la mitad. El cuerpo del escorpión tembló y, luego, como si estuviera hecho de porcelana, se resquebrajó en mil piezas.
El árbol Deku soltó a Link, que descendió casi corriendo hacia Zelda.
- ¿Estás bien? - se agachó a su lado y la ayudó a ponerse en pie. Excepto por las manchas de barro y algún rasguño, no parecía tener heridas graves.
- Estoy algo cansada. - admitió tras guardar la espada en su funda.
- Muchas gracias, Zelda. - el árbol la miraba fijamente. - Te felicito por tu valor, pero mucho me temo que el mal ha vuelto para asolar Hyrule. Este ataque es una prueba de ello. Es por eso que os voy a pedir un favor. - Sacudió las ramas más altas y algo descendió hasta caer a los pies de los dos jóvenes.
Era un medallón de metal tintado de verde. Del tamaño de la palma de la mano de Link, mostraba en el anverso el dibujo de una hoja de cinco puntas. Detrás, ocupando todo el círculo, estaba el sello real de Hyrule.
- Llevad este medallón al templo de la Luz. El sacerdote os lo explicará todo. - les pidió Deku.
Tras asentir, Zelda se dejó caer, apoyando su magullado cuerpo en el tronco. Link le dio su palabra de honor, y se guardó el medallón en el bolsillo de la túnica azul. Era muy tarde para continuar, tendría que pasar la noche allí. Link recogió algunas ramas y fragmentos de madera y encendió una fogata. Ninguno de los dos tenía comida, por lo que el árbol les dio unos frutos parecidos a manzanas, pero más dulces. Zelda comió y se quedó dormida casi al instante. Link no estaba tan cansado. Se subió a la raíz del árbol, con la flauta en la mano.
- Maese Deku, me gustaría saber.
- ¿Por qué no te dejé ayudarla? - el árbol bostezó. - No podía permitir que te pusieras en peligro, alteza.
A Link casi se le cae la flauta.
- Reconocería a un miembro de la familia real con los ojos cerrados. Y esa flauta tiene el sello de la familia, si no me equivoco.
- No le dirá nada a ella ¿verdad? No lo sabe.
- Me quedaré dormido en unos instantes, no podría decírselo aunque quisiera. - el árbol se rió un poco. - Todo vuelve a empezar, es un ciclo eterno.
Link no supo a qué se refería, pero dejó hablar al árbol.
- El mal ha vuelto a Hyrule. - dijo. - De algún modo, se ha escapado de su prisión. Sólo siete sacerdotes podrán encerrarle de nuevo. - El árbol regresó a la realidad. - Pero de momento, sois muy jóvenes los dos para preocuparos por viejas leyendas. Por favor, el último que te pido, por favor, toca alguna canción.
Link no se atrevió a contradecirle. Empezó a tocar la balada del bosque, una composición más vieja que el propio árbol Deku, pero que en aquel lugar sonaba como recién creada. El árbol cerró los ojos y volvió a su letargo. "Quizá pasen muchos siglos antes que vuelva a despertar. - pensó Link. - Ojalá el mundo cambie para poder ver a los Kokiri otra vez".
