Capítulo Seis. Kakariko.
Link volvía a tener ese sueño. Con la familiaridad de encontrarse con un viejo amigo, se dejó arrastrar por la tristeza y la frialdad de aquella sala. El coro que cantaba la canción del tiempo lo hacía incluso mejor que en los sueños anteriores. Quizás se debía a que ahora Link lo veía todo de una forma más realista y nítida. Por primera vez, supo quién era la figura de la chica que lloraba frente al altar. Distinguió las trenzas naranjas y la túnica verde.
¿Zelda? Pero ¿qué haces?
¡Despertarte, imbécil!
Y la chica del sueño le pegó un puñetazo en el estómago. Eso fue real. Se dobló en dos sin respiración y entreabrió los ojos. Zelda estaba de pie, a su lado. Se había lavado la cara y las heridas que el escorpión le había hecho. Centella relinchó a su lado, y el príncipe creyó que su animal se reía de él.
Buenos días, bella durmiente. Si te das prisa, llegaremos a Kakariko antes del mediodía.
Link se incorporó, sacudiéndose la cabellera rubia. Se miró las ropas: él también tenía manchas de barro e incluso algún siete. Si aparecía así en Kakariko, nadie le creería.
¿Te importaría concederme unos minutos? Necesito asearme.
Uy, sí, señor marqués... Es un gran honor esperarle.- y Zelda remedó una reverencia burlona.
Link apretó los dientes. Desde luego, la muchacha tenía mal despertar. "Yo no he sido grosero con ella, siempre la he tratado bien..." pensó cuando se lavaba la cara. Deseó tener otra túnica, pero toda su ropa iba en otro caballo. Mientras frotaba el barro y la baba de la flor que aún tenía detrás de las orejas, pensó en su madre. ¿Sabría lo del ataque? Si así era, la reina Estrella habría mandado todo un regimiento a rescatarle.
"Pero ya oíste a Leclas. Nadie sabe que tiene un hijo" pensó con una punzada de dolor. Se incorporó y lanzó una piedra de la orilla al lecho del regato. "¿Vas a hacer caso a un tipo como Leclas, un ignorante?". Tenía razón esa parte orgullosa de su conciencia. Sin embargo, si Leclas no había recibido educación no era por culpa del mismo... sino suya, de Link V Barnerak, futuro rey de Hyrule. "Tengo que cambiar tantas cosas"
¡Eh, señor marqués, que hay prisa!
Ya voy, Zelda, ya voy.
Centella corrió como sólo puede hacer un caballo joven y lleno de vida. Link dejó a Zelda el primer puesto en la montura, pues la chica había logrado orientarse en el bosque. A la pregunta de Link sobre qué pensarían los demás niños de su desaparición, la chica le respondió que Urbión ya se lo habría dicho.
Volveré, qué más da.
Gracias por acompañarme.
Zelda se giró un poco para ver a Link de reojo.
¿Sólo por acompañarte?
Bueno, ayer me salvaste otra vez, de ese lobo... Vaya, voy a tener que contratarte como guardaespaldas. Quince soldados no pudieron protegerme tan bien como tú sola.
Y al instante se arrepintió de tener la boca tan grande.
¿Protegerte quince soldados? Así que eres un tipo realmente importante, señor marqués - Zelda se rió de la forma que la había escuchado reír los últimos días, una risotada corta y poco alegre.
Sin palabras y colorado hasta la raíz, Link pensó en que ese era un buen momento para sincerarse, pero no lo hizo. Zelda le dijo que ya lo sabían. Le contó que Urbión reconoció el dibujo de la flauta.
Supongo que eres hijo de algún noble, no hace falta que me lo cuentes.
De acuerdo. Pero a cambio, me gustaría saber más de ti. Para empezar¿dónde aprendiste a manejar así una espada?
Te lo dije ayer: mi padre me entrenó.
¿Es normal que en Labrynnia os enseñen a luchar tan jóvenes?
En Labrynnia nadie maneja armas. Somos muy pacíficos. - Zelda añadió casi en un susurro. - Así nos va.
A mi me gustaría aprender.
"¿Tú, nena? Ayer me dejaste sola ante ese escorpión." Pensó Zelda, y casi lo iba a decir en voz alta. Miró un momento el rostro de Link y se lo guardó. - Serías bueno. Algo flojillo, pero la idea de atacar su ojo fue estupenda.
Gracias, pero el mérito es tuyo. Cómo dijo maese Deku, demostraste mucho valor.
Los árboles empezaban a ser escasos, y la niebla matutina desapareció al salir de la espesura de los bosques perdidos y avanzar por la llanura de Hyrule. Se trataba de una extensión sin árboles, sólo algún matojo. Debido a esto, desde la loma pudieron contemplar la belleza del reino de Hyrule. Sobrecogidos, cesaron toda conversación. El sol iluminaba una pradera de un verde tan profundo como los ojos de Zelda, un tono que a veces se veía roto por una línea amarilla genista. Otra línea, de color azul, discurría de este a oeste. Era el río Zora, y su alegre correr traía música de vida a los oídos de los caminantes. Hacia el norte, bastante lejos en el horizonte, se adivinaba la silueta de una muralla. Link la señaló, algo emocionado.
Allí estaba el castillo.
Kakariko está allí, si prefieres ir primero a la aldea, claro. - Zelda señaló al oeste, más allá del río. El camino se bifurcaba antes de llegar al río, y se perdía tras una colina. Pegados a la falda de una gran montaña, se veían los tejados rojos y ocres de la aldea de Kakariko. Link y Zelda desmontaron e hicieron el resto del camino andando.
Centella trotó detrás de ellos, mordisqueando de vez en cuando los matojos tiernos. El camino estaba poco o nada transitado. Pasó un único carro a gran velocidad, lleno de cajas de madera. Una de ellas, de menor tamaño, se salió de la carreta y fue a parar a los pies de Zelda con un estrépito de cristales rotos. Link llamó al conductor, pero este parecía tener prisa. La chica recogió la caja y la abrió.
¡Qué suerte!- exclamó. Le tendió a Link una de las botellas que había sobrevivido al golpe, llena de leche. En la etiqueta se leía: "Leche Pura de Vaca, Rancho Lon-Lon. Más de tres siglos de tradición". Zelda se bebió otra de las botellas casi del tirón.
Está muy rica. Vamos, bebe.
Link dudaba con la botella aún en la mano.
Pero... no la hemos pagado y ese hombre.
Serás mojigato. Bebe y calla.
Discutieron un rato: Link reflexionando sobre el hallazgo; Zelda, más práctica que él, insistiendo en que bebiera para reponer las fuerzas.
De acuerdo. - Cedió Link.- Pero me guardaré la botella. Si vemos a aquel hombre, le pagaré la caja perdida.
Eres un iluso, y un santurrón. Allá tú. - y Zelda se bebió otra botella.
Tan enfrascados estuvieron con la discusión, que no se dieron cuenta que ya estaban ante la puerta de entrada a Kakariko: una abertura en una empalizada de madera. El soldado de la puerta no les impidió el paso, pero se quedó mirando a Zelda.
¡Otra vez tú¿Quién es el pillastre que va contigo? - el soldado debía ser relativamente joven, de unos veinte tantos años, pero Link hubiera sido capaz de tumbarle de un puño. ¿Pillastre, él, Link V?
Es un chico que se perdió en el bosque. Link, este soldado se llama Hermes. Hermes, este es Link... no se qué.
Barnerak.
Y el soldado, al oír el ilustre apellido, se cuadró, haciendo resonar cada arista de su armadura ligera.
Disculpe mi lenguaje, señor. - Hermes no le miraba. - Permítame que le acompañe al hospital.
¿Hospital? Hermes ¿qué pasa? - Zelda alternaba la mirada entre el soldado y Link. Este le cedió las riendas de Centella.
Estoy bien, no necesito ver a ningún médico.
Señor, su sargento está allí. Ayer se envió una misiva al palacio para comunicar su desaparición, y la mitad de nuestros hombres han partido al bosque para buscarle.
"Cielos" pensó Link. Aceptó seguir al soldado, y Zelda caminó tras ellos. Pensaba en que si Leclas estuviera allí, se habría puesto a dar saltos de alegría. Al final iba a resultar que Urbión tenía más que razón.
Kakariko fue, en sus orígenes, una pequeña aldea que sobrevivía de la agricultura y del comercio. Su estructura cambió durante la Gran Guerra. Mucha gente abandonó el palacio y se refugió en esta población, resguardada por las montañas y por una alcaldesa muy tenaz, Impa. Habían pasado muchos siglos desde entonces, y el lugar había crecido más y más hasta ser una ciudad mediana. Había un hospital, una escuela, y un ayuntamiento. Link entró el primero en la sala del hospital. Dos hileras de camas pegadas a la pared estaban llenas de soldados. Algunos no le reconocieron, otros se limitaron a mirarle incrédulos. Zelda se retrasó, pues ató a Centella a un poste, y recorrió el pasillo casi corriendo. El sargento estaba en una habitación aparte, con el rostro, los brazos, el pecho y las piernas vendadas. Sólo la mirada inteligente que conservaba permitió a Link reconocerle.
¡Alteza! - exclamó su voz tamizada por las vendas. - ¡Está vivo!
Link se sentó al lado de la cama. Zelda se conmovió un poco al verle coger la mano del herido y tratar de sonreír.
Gracias a esta muchacha, Zelda Esparaván.
Luchamos como pudimos, señor, pero aquellos seres eran...- tosió un poco, y Zelda le acercó un vaso con un poco de agua. Le ayudó a beber y lo retiró. - Gracias... Su madre la reina se alegrará de saber que está bien.
Ahora, lo más importante es que usted y sus hombres se recuperen. - Su madre enviará refuerzos, y podrá continuar el viaje. - el sargento se veía extraño sin su bigote.
No sé si podré esperar. A estas alturas, ya debería estar en el templo de la Luz. Pero no se preocupe más por esto. Descanse.
Zelda y Link salieron en silencio del hospital. El chico se entretuvo hablando con el médico; al atravesar las puertas del hospital, Link no pudo más.
Zelda, te debo una disculpa. - estaban ante un pozo en la plaza principal. La chica se asomó a él y miró el fondo, buscando el reflejo del agua. Ante su silencio, Link continuó hablando. - Cuando os conocí, no quise deciros quién era para evitar que me tratarais con deferencia. Por favor, perdóname.
Y ¿quién eres?
Zelda le clavó la mirada de sus ojos verdes. ¿Sentía curiosidad, o rabia? Era difícil decirlo. Recordó que al conocerla pensó que era un Skull-Kid, y sí que tenía en común con esos seres su rostro impersonal e inexpresivo. ¿Qué le habrá pasado para que siempre tenga la misma expresión?
Soy Link V Barnerak, como ya sabes. Pero no sabes que mi padre fue Lion II el Rey Rojo, y mi madre es la reina Estrella.
La familia real... -murmuró la muchacha.
Urbión no andaba desencaminado. Soy el príncipe de Hyrule, y en el futuro seré rey. Pero antes, debo cumplir con la tradición familiar.
Zelda no contestó. Se sentó en el borde del pozo y contempló la plaza en silencio. Era mediodía, y aún había mucha actividad en los puestos de comida y artesanía. Link esperó con paciencia a que la chica hablara o expresara que pensaba, aunque fuera a través de un puñetazo.
Ahora eres un niño. - fue el comentario. - Y debes cruzar una amplia llanura para llegar a ese destino. ¿Esperarás a tus soldados, o tendrás valor e irás solo?
Sólo no. Tú me acompañarás. - Link soportó la mirada algo enfadada de Zelda. - Si ... si quieres.
¿Y por qué habría de hacerlo? Te saqué del bosque, no voy a ir más lejos.
La primera razón es porque el árbol Deku nos pidió ir al templo de la Luz y entregar el medallón. Y la segunda razón es porque, de algún modo extraño, los dioses te han permitido conocer la Canción del Tiempo. Y eso sólo puede significar que quieren que vengas conmigo.
Zelda resopló, un gesto que le había contagiado Leclas.
Hay otra razón. - añadió Link con la mirada baja.
¿Otra más, alteza?
Pasando por alto el tono sarcástico, Link no la miró, no porque no le gustaría hacerlo, sino porque estaba colorado como un tomate.
Porque yo te lo pido... como un amigo.
El sol brillaba en lo más alto, y cegaba al príncipe. Zelda se golpeó la frente y bajó de su asiento.
Déjame que lo piense¿vale?
Me parece justo. - Link tocó la bolsa de rupias que aún le quedaban. - Comamos en esa posada. Luego, quizá te decidas.
Zelda pensó en negarse, pero su estómago se adelantó a la respuesta del cerebro. Le sonaron tanto las tripas que hasta Link lo escuchó. El príncipe sonrió y declaró que a él también le sonaban una barbaridad. - Cuando me pongo nervioso por los exámenes, el maestro dice que ya "se han escapado los leones". - y logró hacer reír a Zelda. Entraron juntos en la posada.
Dentro de "Torre de Melora", la posada más acogedora y grande de Kakariko, había mucha oscuridad. Era mediodía, y por lo tanto no había más que un grupo de chicos entre dieciséis y veinte años. Les miraron con recelo, y uno de ellos, el más alto y rubio murmuró algo sobre una zanahoria, y el resto se rieron.
Link cerró los puños.
Déjales, son los mismos de siempre. - Zelda pidió dos raciones de patatas y bebida, y se sentó en la barra. Se despojó de las correas del escudo, la espada y las trabillas de la mochila; y también se quitó la chaqueta de paño. - ¿Les conoces? - pregunto Link.
Claro, son los Bombers, una panda de delincuentes. - Zelda cogió una rebanada de pan y comenzó a comer. - Les encanta meterse con los extranjeros. Link observó las ropas que el grupo "Bombers" llevaban puestas. Parecían un uniforme: pantalones negros ajustados, camisas sin mangas y con algunos rotos, largas hasta las rodillas, y cinturones con adornos de metal. - Qué raros.
Detrás de la barra, la camarera que les servía se detuvo a medio camino. Otra camarera, más adulta, le susurró algo al oído. A Zelda no le gustó nada que les señalara con el dedo. De las cocinas salió un hombrecito bajo y gordote. El pelo negro del bigote brillaba por la grasa de la cocina. Con pasos cortos salió de la barra y se acercó a la pareja.
Alteza¡qué gran honor!- y dobló el cuerpo hasta casi rozar el suelo con la nariz.
Cielos. - susurró Link. Los Bombers le miraban ahora con curiosidad.
La casa le invita a su comida, y desde luego puede quedarse a dormir aquí esta noche. Ya he mandado preparar la mejor habitación.
Gracias, señor. Aún no sé si nos quedaremos a dormir, pero le estoy agradecido. - logró decir Link. Al instante, al escuchar su voz y su tono tan educado, los Bombers prorrumpieron a carcajadas.
¿Este crío, "alteza"? - dijo el más alto y ancho del grupo, el que al entrar había insultado a Zelda.
Tened más respeto. Este muchacho es Link V Barnerak, el único hijo de nuestra reina Estrella. - dijo con toda su buena intención el posadero.
Un error muy grande. Al mencionar a la reina Estrella, los Bombers se pusieron todos de pie y se acercaron a Link. Zelda también se puso en pie, y cogió su tirachinas, dispuesta a iniciar una pelea.
¿La reina Estrella? Esa bruja no tiene hijos. - al acercarse, Link se percató de lo alto que era el líder de los Bombers. Le sacaba dos cabezas, y para estar a su altura, tenía que mantener su propia cabeza hacia atrás.
Lárgate, Zonta. - Zelda se interpuso entre Link y el líder de los Bombers. A pesar de su valentía, ante Zonta parecía un mosquito.
¿Trabajas para él, zanahoria?- preguntó este. Detrás escucharon los murmullos airados del resto. Decía cosas como: Su madre es una bruja, por su culpa mis padres tuvieron que abandonar a mis hermanos, no podemos vivir por culpa de sus impuestos, su hijo se pasea con soldados y bien vestido... Las voces fueron subiendo de tono. Link se percató que el local se había quedado definitivamente vacío: ni el posadero ni las camareras tenían pensado ayudarle, por muy futuro rey o cliente que fuera.
Señores, por favor. He sido informado hace poco de esas circunstancias, y estoy dispuesto a ayudar al pueblo de Hyrule...- empezó a decir Link, pero no continuó. Uno de los Bombers lanzó una jarra de cerveza en su dirección. Zelda le apartó a tiempo para evitar que le hiciera daño.
Será mejor que te marches, Link. - le pidió la chica.
¿Y dejarte sola?
Zelda le sonrió con sorna. Iba a responderle que no se preocupara por ella, cuando Zonta se adelantó y le dio un fuerte empujón contra la barra. De repente, a Link se le nubló la vista por la rabia. Antes de saber qué hacía, se encaramó a la espalda del grandullón y le sacudió con un vaso de cristal. En cuanto vio la brecha por la que manaba sangre, se apartó asustado. Zelda cogió su tirachinas y, apuntando al resto de los Bombers, amenazó:
¿Os acordáis de la última vez que nos vimos¿Qué sucedió? Calculo que tardasteis casi un mes en deshaceros del olor¿no es cierto? Pues bien, esta que tengo aquí es una "esencia" especial, cultivada por mí. La llamo "picademonios". ¿Queréis conocer su efecto?
Los Bombers pusieron la misma cara de terror, y salieron casi al mismo tiempo de la posada. El único que se quedó fue Zonta, que se tocaba la coronilla, aturdido por el golpe. Link soltó los restos del vaso y, tras encontrar su pañuelo, lo mojó con agua y presionó la herida.
Ayúdame a llevarle a un hospital. - le pidió a Zelda. La muchacha guardó la temible semilla y el tirachinas.
¿Para qué iba a hacer eso? Él se lo ha buscado.
Eso no justifica que le haya herido. - Link trató de ayudar a Zonta a ponerse en pie, pero este le dio un fuerte empujón y le tiró al suelo.
¡Esto no quedará así, zanahoria¡Y tú, nenaza, ya te daré tu merecido otro día! - y se marchó hecho una furia. Las puertas de la posada batearon unos instantes, y todo quedó tranquilo. Zelda ayudó a Link a levantarse.
Tu sí que sabes hacer amigos, alteza.
