Esa noche, Link aceptó una habitación en la posada. También pidió una para Zelda, pero la muchacha le espetó algo sobre que ella no aceptaba caridad y que no podía dormir en una habitación. Así que al menos se ocupó de que durmiera en los establos lo más confortable que ella aceptó.
Desde la pelea, había estado más silenciosa. Aunque decía que estaba bien, Link la sorprendió llevándose la mano a la espalda, donde se había golpeado. Pero no dijo nada. Estaba descubriendo que aquella muchacha tan independiente era un tanto orgullosa. "Yo también tengo mi orgullo" pensó mientras se asomaba por la ventana de su dormitorio. Estaba en la mejor habitación, la mayor de la posada, con la mejor cama y la chimenea que caldeaba todo el ambiente. En realidad, ese cuarto no tenía ni comparación con el suyo en palacio, tan amplio que cabría casi toda la posada. La tarde entera la empleó en escribir a su madre. No le resultaba fácil dirigirse a ella, pues la reina a estas alturas debía estar muy enfadada. Y desde luego, no le gustaría leer que su único hijo pensaba continuar el viaje sin esperar a la escolta. Le relató el incidente en el bosque, añadiendo la situación de los niños y la charla con el árbol Deku. Pero sobretodo, le describió lo valiente y luchadora que era Zelda, y que ella le acompañaría. Omitió el hecho de que ella conociera la canción, pues la reina quizá sospecharía que Zelda era una embaucadora. Estaba algo mosqueado, pero no con Zelda por rescatarle en tantas ocasiones, sino consigo mismo. Nunca había sentido tanta furia como la que le impulsó a partir el vaso en la cabeza de Zonta. Sin duda, se debió al ver como trataba a la chica.
Sonó un golpe seco en la puerta. Como estaba pensando en Zonta, Link se acercó a la puerta, cerrada con llave y preguntó quién era. No estaba dispuesto a abrir si no era alguien de su confianza... y no confiaba en muchos.
Soy yo, Zelda.
Link abrió, y la muchacha pasó casi de un salto. Se había duchado, y el cabello aún húmedo olía a jabón de violetas.
He estado pensando - dijo sin saludar ni nada. Observó la amplia habitación. - Quizá tengáis razón, Urbión y tú. Te acompañaré al dichoso templo. En fin, es normal que acepte, después de ver lo bien que se te da atraer los problemas.
Gracias. - Link señaló las butacas que ocupaban un rincón del cuarto, al lado de la chimenea. Sobre una mesita auxiliar, había una bandeja con comida y bebida. Zelda cogió una manzana y se sentó en la cama. Nada acostumbrado a estas informalidades, Link ocupó la butaca al lado de la chimenea.
Me alegra saber que me acompañarás. Pero antes, me gustaría saber más cosas sobre ti.
¿No comes?
No tengo hambre. - Link se cruzó de brazos. Zelda le miraba sentada en la cama y con aire inocente, pero sus ojos parecían estar en alerta. - ¿Quién eres exactamente, cómo conoces la Canción del Tiempo?
Me llamo Zelda Esparaván, y tú eres Link V Barnerak, príncipe de Hyrule. - imitó su tono de voz, exagerando el tono de marisabidillo. - Apuesto a que el relato que te trajo aquí, a Hyrule, es emocionante. - Link se recostó en la butaca. La habitación estaba iluminada por los rayos de luz de la luna, y por el fuego de la chimenea. Veía su rostro entre las tinieblas y la luz.
De acuerdo. - suspiró Zelda. - Puesto que parece que te debo una, porque me libraste de Zonta, de un modo chapucero, por cierto... Te contaré mi historia. Pero te advierto, es muy aburrida.
Link le sonrió y le respondió que le permitiera a él juzgarlo. Ella le veía al lado del fuego, con el rostro tan pálido y sereno iluminado por la luz dorada de las llamas.
Alteza, el comienzo de esta historia ocurrió hace ya mucho tiempo, siete años atrás. Mi padre Radge Esparaván era un afamado botánico. Tenía la mayor plantación de árboles de ámbar, esencia y otras semillas... Su fama alcanzó notoriedad por lo menos en Labrynnia y Holodrum, cuando mezcló especies y creó semillas útiles para cosas tan dispares como volar, danzar toda una noche, o alimentar a un animal y saciarlo por completo.
¿Qué si éramos ricos? No tanto para compararse con una familia real. Dentro de Labrynnia teníamos nuestras tierras. Pero eso cambió cuando yo cumplí cinco años.
Una mañana, mi padre se marchó a las plantaciones y mi madre y yo nos quedamos en la casa. Cuando volvió, la casa estaba destrozada. Nos encontró malheridas, junto a los cadáveres de los criados... Antes de morir por culpa de las heridas, mi madre le contó a mi padre como un caballero, vestido con una armadura dorada y armado con una maza de pinchos, había arrasado la casa y matado a todo aquel que se interponía en su camino. Ese monstruo no sólo destrozó mi hogar, otras cinco fincas de Labrynnia fueron destruidas y sus ocupantes asesinados.
Mi padre juró venganza por la muerte de su esposa. Desde ese momento, dedicó a mi educación todo su tiempo. Fue vendiendo las tierras y sus plantaciones, con el fin de pasar todo el día conmigo. Me entrenó para defenderme de ese "ser" si algún día regresaba a acabar lo que empezó. Inició también su propia investigación. Tenía muchos amigos, comerciantes que recorrían el mundo y que le informaban si ese caballero volvía a aparecer. Pasó el tiempo, y un buen día, hace más o menos dos años, recibió noticias. Uno de sus amigos vio en la ciudad de Termina un enorme caballero igual al que atacó Labrynnia. Mi padre, nada más enterarse, me dejó al cuidado de una vecina, Astarnia, y marchó a Hyrule para enfrentarse a él.
Los meses pasaron, y, cómo no recibía noticias de él, comencé a desesperarme. Astarnia empezó a maquinar. Mi padre aún tenía dinero y algunas propiedades. Logró que el tribunal de Labrynnia le declarara oficialmente muerto, y que yo pasara a su custodia. De esta forma, yo dependía de esa mujer y ella, aprovechando su poder, trató de "re-educarme". Antes que permitir que me convirtiera en una granjera mientras se enriquecía a costa de mi legado, escapé. Llevé conmigo la espada, el escudo, el tirachinas y algunos sacos con semillas. Decidí ir a Hyrule a buscar a mi padre.
No encontré muchas pistas. En Termina me dijeron que mi padre fue hacia Kakariko. Pregunté a todos los caminantes y lugareños, pero no le habían visto. Llegué a Kakariko sin muchas esperanzas.
Nada más entrar, vi cómo un grupo de niños trataba de llevar un enorme saco de patatas. Eran Urbión y los niños del bosque, ya sabes... Los Bombers les seguían y se metían con Urbión. Cuando vi que las cosas se ponían feas, y que los Bombers trataban de quitarle el dinero y encima empujaban a una niña, les lancé una semilla "esencia" a cada uno. - y la muchacha se rió un poco, y contagió con su risa a su oyente- Las semillas "esencia" si estallan cerca la piel de alguien, dejan su olor mucho tiempo. Urbión y los niños casi se mueren de asco, pero mereció la pena. Desde ese día, acepté irme con ellos al bosque y ayudarles. Bien, esta es mi historia. Espero que os haya entretenido, alteza.
Al día siguiente, Link perdió el tiempo, en opinión de Zelda. Para empezar, pagó la posada (a pesar de todos los intentos del posadero), y también la jarra y el vaso que rompieron. Zelda no se enteró, pero también pagó los honorarios del médico que atendió a Zonta. Antes de partir, compró algo de provisiones, se cambió de túnica y visitó a todos sus soldados. Le comunicó al sargento que tenía pensado ir al templo, y que ya había escrito a su madre para tranquilizarla. El sargento trató de discutir, pero esa mañana le habían dado una fuerte medicina para el dolor y apenas podía estar despierto más que unos minutos. - Señor, llévese el arco y las flechas... - y señaló a sus pertenencias, contenidas en un armario. Link le obedeció, más para tranquilizarlo que porque quisiera un arma. De todas formas, recordó lo que lamentó no tener un cuchillo a mano cuando Zelda luchaba contra el escorpión. Cogió el arco, el carcaj con treinta flechas y un pequeño puñal con la empuñadura enjoyada. El arco era grande, más grande que aquel que empleó contra el fantasma, y más pesado. Tenía incrustaciones de plata, y la madera era flexible y oscura. Así pertrechado salió del hospital, donde una Zelda bastante harta de esperar le recibió con una sonrisa irónica.
¿Vas a pelear contra algún monstruo, alteza?
Link no le respondió. Montó sobre Centella y la muchacha aceptó a ir en la grupa. - Me he informado: el templo de la luz está hacia el oeste unos kilómetros, y luego debemos ir hacia el norte. Hermes también me ha dicho que debemos tener cuidado, y llegar antes de que anochezca. Hay manadas de lobos, y cada vez son más agresivos. - le dijo la muchacha. Link asintió. Azuzó a Centella y la yegua, haciendo honor a su nombre, cabalgó dejando una estela de cascos y polvo.
N.A: Muchas gracias por los comentarios, espero que os siga gustando. También pido disculpas por algunos errores en la edición... No domino esto muy bien.
