Capítulo 11. Malos presagios.

Zelda entornó los párpados. Se encontraba muy a gusto, mecida en algún tipo de cuna... Su madre tatareaba una canción dulce que la tranquilizó. Todo estaba bien... Una pesadilla, mamá, un pulpo... Me ahogaba...

Sintió una mano sobre su frente y se atrevió a abrir un poco el ojo. Era una mano blanca, de dedos finos y largos. Siguió la manga de la túnica azul para buscar a su dueño. Hablaba con Laruto. No entendió que decían, y prefirió regresar al mundo de los sueños.

- El veneno del Aquamorpha es letal por necesidad. - sentenció el profesor con lástima. - No le queda mucho...

- Pero ¿por qué ella, y no yo? - inquirió el joven zora, de nombre Cironiem.

- A ti te electrocutó. Como zora, la electricidad te puede hacer mucho daño. A Zelda, en cambio, le inyectó veneno a través de las ventosas.

- ¿No hay antídoto?

Quién así había hablado era el joven extraño que apareció de la nada como un fantasma. Vestía una lujosa túnica azul muy fina, y cómo únicos objetos portaba un arco con sus flechas y una flauta plateada. Se había presentado como Link, y aseguraba ser amigo de Zelda.

- No, chico. - el profesor se sentía muy culpable. Cuando Laruto apareció sosteniendo a la chica, se le paró el corazón. - Si hubiera sido más joven, hubiera ido yo mismo...

- Laruto¿por qué no pruebas la canción de la salud? - pidió Cironiem. Laruto, quién entre la gente de su raza ostentaba el cargo de sacerdotisa, negó con la cabeza, entristecida.

- Ya lo he intentado, pero no tengo suficiente poder. - y sus ojos negros profundos como un pozo se fijaron primero en Link y luego en su flauta con curiosidad. Link siguió su mirada. - ¿Cómo has llegado aquí? - le preguntó. Link se puso colorado. Había algo hermoso y estremecedor en aquella mujer zora.

- Toqué la Canción del Tiempo, y un resplandor me envolvió. Cuando el resplandor cesó, estaba frente a la puerta del laboratorio. - reconoció Link, aunque con duda. Ni él mismo se explicaba el impulso de tocar la canción sagrada cuando sintió que el nexo telepático con Zelda estaba desapareciendo.

- Eres un joven con mucho poder mágico¿lo sabías? - Laruto apoyó su arpa en la cadera. Era un instrumento precioso: con forma de "u", las cuerdas estaban clavadas aun frente de plata labrada, que brillaba a la luz del fuego. Link comprendió al instante qué pretendía la sacerdotisa. Observó como sus dedos se movían despacio por las cuerdas del arpa, tocando una tonada muy sencilla. Link reconoció las notas y la imitó.

Juntos, la flauta y el arpa sonaron en aquel laboratorio, y la música iluminó el sombrío ambiente. Link no paró de tocar aunque vio una sombra negra que se inclinaba sobre Zelda. Intentaba tocarla con sus dedos de sombra, pero entonces, la luz del arpa y la flauta le dañaron. La sombra gimió furiosa y se marchó atravesando la pared. Link se concentró en el final de la tonada. Podía continuar sin necesidad de mirar a Laruto, pues en algún rincón de su mente habitaba el recuerdo de conocer esa canción ancestral.

El profesor Sapón se inclinó sobre Zelda. La muchacha abrió los ojos y se incorporó. Laruto y Link dejaron de tocar y la miraron sonriendo.
- ¿Qué ha pasado? - Zelda se frotó las sienes para despejarse. Entonces vio a Link. - ¡Tú¿Qué haces aquí?

A excepción de un leve dolor de cabeza, la marca rojiza alrededor del cuello y las ropas empapadas, Zelda se encontraba bien. El profesor Sapón preparó un poco de comida, mientras la muchacha se cambiaba las ropas. Cironiem salió a dar una vuelta, y regresó con la espada de la joven.

Cuando estuvieron todos reunidos alrededor de la mesa, Link le contó a Zelda cómo había llegado hasta el lago, y también cómo Laruto y él la habían salvado con un hechizo de curación. La sacerdotisa colocó el medallón de Agua encima de la mesa.

- ShaLink, MaZelda, - Laruto inclinó la cabeza hacia los dos, en señal de respeto. - Gracias a ti, MaZelda, mi pueblo se ha visto libre de aquel horrible ser. Muchos zoras han muerto bajo sus tentáculos. Como ya sabréis, mi pueblo está casi extinto, pero aún sobrevivimos en pequeñas poblaciones en el mar. Aquamorpha se ocultaba aquí, en el Templo de Agua, y tenía retenido este medallón. Mi hermano y yo vinimos para rescatarlo. Pero creo que vosotros lo necesitáis más que mi pueblo.

- Es nuestra misión, reunir los seis medallones. - dijo Zelda. Laruto le tendió el medallón azul.

- Entonces es vuestro. - Laruto entornó los párpados. Cironiem se puso en pie para atenderla, pero Laruto alzó la mano palmeada. Ante las preguntas de Link y Zelda sobre qué le pasaba, Cironiem les contestó que Laruto tenía el don de la videncia. - El mal ha regresado - empezó a decir con una voz débil, lejana. - Los siete sacerdotes otra vez reunidos, el poder, el templo de la luz, cuidado con el poder, cuidado con la traición, cuidado con malos presagios... - su ensoñadora mirada se posó en Link. - Tened mucho cuidado, alteza. Ganondorf el Temible desea vuestra muerte por encima de todo, busca el poder... la sabiduría... valor... Huye de la oscuridad y la sombra... La sombra... - y se calló. Cironiem le pidió que descansara, y el profesor les acompañó hasta la única habitación, la suya. Zelda y Link se quedaron solos, callados y preocupados.

- No me gusta nada que me digan el futuro. - fue el único comentario de Zelda, antes de salir al exterior para dormir a la intemperie.

A la mañana siguiente, Laruto y Cironiem partieron. La sacerdotisa les dio una caracola, y les dijo que, si pasaban por el mar, la usaran como trompeta y un zora acudiría a ayudarles. Zelda y Link se despidieron agitando las manos mientras Laruto y Cironiem se hundían en el agua y sus siluetas azules se confundían con el fondo sucio del lago.

El profesor Sapón estaba enfrascado en una nueva investigación: descubrir los efectos de la música en los peces enfermos. Cuando Zelda quiso devolverle el gancho, el profesor alegó:

- Sin la escama de Jabu-Jabu no puedo bajar al fondo. A vosotros os será de mucha más utilidad.

- Lamento lo del broche. - añadió Zelda.

- Bah, Laruto me ha prometido traerme otra escama de Jabu-Jabu; los zoras son verdaderamente muy amables...

Zelda y Link se despidieron. Centella les esperaba en la orilla del lago; la yegua reconoció a Link y relinchó de placer al tocarle el muchacho las crines.

- Yo también te he echado de menos...

- Y ahora¿qué hacemos? - Zelda le miraba con los brazos cruzados sobre el pecho. El veneno le dejó un tono oliváceo en la piel, que resaltaba más aún sus pecas naranjas.

- Ir a por el medallón de la Sombra, por supuesto.

- Pero, recuerda lo que dijo Saharasala... Tú tienes que quedarte a salvo. Personalmente, después de oír los vaticinios de Laruto, no estoy tranquila. - Zelda escuchó un aleteo y miró hacia arriba. Reconoció la silueta de Kaepora Gaebora. - Genial, ahí viene ese búho... Quizá él pueda llevarte al templo de la Luz.

- ¿Llevarme un búho? - Link iba a preguntarle a Zelda si aún tenía fiebre. Quizá el veneno le hacía tener alucinaciones.

Kaepora Gaebora se posó encima de la misma roca que el día anterior. Ululó y ladeó la cabeza. Link, en un acto reflejo, se ocultó tras Zelda.

- Saludos.

- ¿Qué hay, K.G? - Zelda parecía divertida, sobre todo al ver cómo Link se asustaba de nuevo.

- Soy portador de malas noticias, me temo. - Kaepora alargó la cabeza y miró a Link. - Alteza, soy Kaepora Gaebora, amigo de Saharasala.

- En... Encantado. - Link salió de detrás de Zelda. - ¿Qué noticias son esas?

- El Mal ha atacado el Templo de la Luz.

Debido a la sorpresa, a Link se le pasó el miedo. Se acercó al búho.

- ¿Qué?

- Nada más irte, un secuaz del Mal, conocido como "El Fantasma", atacó el templo con sus huestes de lobos y muertos vivientes.

- ¿Y los monjes... y Saharasala?

El búho negó con la cabeza. Link tuvo que sentarse, la mirada perdida en el lago. Antes de darse cuenta, estaba llorando. Zelda le puso la mano en el hombro.

- ¿Nadie ha sobrevivido?

- Ninguno, Zelda. Saharasala supo afrontar la muerte con sabiduría.. Pero tengo aún malas noticias...

- El medallón del Bosque. - le interrumpió Link. El búho asintió. El príncipe se limpió las lágrimas y reunió fuerzas para decir. - Salí de allí muy rápido, no me acordé del medallón...

- Maldición. - Zelda tenía el medallón del Fuego y de Agua en un saquillo atado a su cinturón. - Ese Fantasma debe tenerlo... Kaepora ¿sabes tú dónde podemos encontrarlo?

- En el bosque Perdido, hay un lugar conocido como las Praderas Sagradas. Está hacia el sur, desde el templo que ahora es refugio de tus amigos. Hay un atajo hacia el bosque: el paso entre las montañas, en esa dirección. Si lo cruzáis hoy, esta noche estaréis en el bosque perdido. Pero debéis tener cuidado. Os dejo, cuidad el uno del otro. El destino de Hyrule depende de los dos.

Y sin decir más, aleteó y remontó el vuelo. Zelda se acercó a Link, que durante la breve conversación había continuado sentado en el suelo.
- ¿Te encuentras bien? - preguntó con dulzura. Link se secó las lágrimas con rabia. No soportaba que la gente le viera llorar, pero para su desgracia era muy sensible. Observó que Zelda, aunque consternada, no varió la expresión de su rostro.

- Sí.

- Pues bien, hay que darse prisa.