Capítulo 15. Sobre carreras, luminografías y sombras.

El viaje tedioso en la llanura se vio interrumpido por la visión de un gran carromato obstruyendo la calzada. Centella, atadas las riendas a la parte trasera, relinchó, despertando a Link de su breve y poco apacible sueño.

- Deje que le ayudemos, don Obdulio. – dijo Kafei al hombre que trataba de mover su carreta de un enorme charco de barro. Zelda y el muchacho empujaron y de ese modo la liberaron del atasco.

- Muchas gracias, jóvenes. – el hombre que así hablo, don Obdulio, era un tipo entre los 45 o 50 años. Vestía ropas exóticas: una casaca mostaza sobre unos bombachos blancos, atados con un enorme fajín de cuero. Link miró la parte posterior del carro, cerrado con una puerta. – Me llamo Obdulio Iluminato.

- Yo soy...

- Zelda, ya lo sé. Ayer pude verte en la plaza... Y ese joven rubio es el famoso Link V Barnerak. – estrechó las manos del príncipe con energía. Era un tipo vivaz y alegre. Le explicó que iba camino del rancho Lon-Lon, pues Mr. Ingo le había contratado para la carrera. Kafei ya le conocía, y por eso, antes de volver a la carreta para continuar su viaje, aconsejó a Link y a Zelda que le preguntaran cuál era su profesión.

- Soy luminógrafo, más comúnmente me llaman "cazador de imágenes". Soy el inventor de la cámara luminográfica. – y mostró una cajita que colgaba de su cuello, con una lente de cristal en una de sus caras.

Zelda regresó al pescante, para continuar la conversación con Kafei. Link cabalgó con Centella detrás del carro de Kafei y al lado de don Obdulio. El príncipe se mostró interesado en el proceso de captación de imágenes. Ante un oyente tan dispuesto, don Obdulio le contó todos los entresijos de la química y toda la ciencia que conllevaba una cámara luminográfica. De esta forma llegaron al rancho Lon-Lon.

El rancho era una extensa propiedad vallada, que ocupaba una buena meseta en el centro de la llanura de Hyrule. Había mucha gente allí, se oía música, voces, gritos de excitación... Kafei explicó que aquel lugar era muy tranquilo el resto del año. Criaban vacas y caballos. Señaló a un cercado, donde habían dispuesto vallas para el salto hípico, y una especie de pista de carreras.

- Ahí es donde se celebra la carrera.

- ¿Vas a participar? – le preguntó Zelda. Kafei asintió.

- Dújar es un caballo excelente. He entrenado todos los días, y es capaz de hacer el reparto en un santiamén. – Kafei acarició las crines del caballo negro como el tizón.

- Seguro que ganas. – Zelda le sonrió y ella también acarició al animal.

Link, en un segundo plano, sintió que le ardía el rostro. No sabía porqué, pero Kafei le estaba empezando a caer mal. Hacía un rato que don Obdulio se había marchado. La carrera era esa tarde, y tenía que montar su tienda para exponer las luminografías, y también disponer el equipo en la línea de meta. Mr. Ingo le había contratado para hacer una luminografía en la línea de meta, y así evitar los incidentes del año pasado. El príncipe le prometió ir a verle.

Hubo quién le reconoció y le señaló con el dedo, pero nadie se acercó. Link y Zelda ayudaron a Kafei a descargar el carro de cajas (algunas vacías, otras con botellas de leche vacías para rellenar). Entonces, Kafei se ganó el odio de Link. El príncipe tomó una de las cajas, y no fue capaz de moverla.

- Deja, lo hago yo. – Kafei la tomó como si fuera de aire. – Esto es muy pesado para alguien como tú.

- ¿Alguien como yo?

- Sí. No pareces muy fuerte.

A Link casi le sale humo de la cabeza. Farfullando, terminó de ayudar y se perdió entre la muchedumbre. Zelda se reía de algo que Kafei decía, y no le prestó atención.Un par de horas más tarde, la muchacha había recorrido todos los puestos del mercadillo, preguntando. Había probado con la piedra telepatía, pero Link no respondió. Por fortuna, era llamativo, y, siguiendo las indicaciones, encontró al príncipe saliendo de la cabaña de Mr. Ingo, con una sonrisa taimada en su habitual rostro serio. - ¿Dónde estabas?

- Me he inscrito en la carrera. – Link le mostró un vale. Zelda le miró con los ojos desorbitados.

- Pe... ¿Estás loco? Ay, si ya lo sé... ¡Claro que lo estás!

- A mí me parece buena idea. ¿No me dijiste que me entretuviera con algo?

- Yo me refería a jugar al tiro al blanco, o ganar algún premio, ver la carrera.

- Pues haré todo eso a la vez. – Link se rió. Zelda trató de quitarle el vale.

- Kafei me ha dicho que esa carrera es muy dura. Son cinco vueltas, y viene gente de lugares como Termina y Holodrum para competir.

- ¿Y?

- ¡Sus caballos son diez veces más fuertes que Centella!

El príncipe volvió a reírse y entonces Zelda se dio la vuelta, le soltó un ¡Allá tú! Y se marchó casi corriendo.

Por unos minutos estuvo feliz. Estaba harto de que ella siempre fuera la decidida y la fuerte. ¿Y su orgullo¡Su valor, tirado por los suelos! Anduvo entre los puestos, despreocupado y hasta silbando. Vio la tienda de don Obdulio y se asomó al interior. El luminógrafo, que estaba arremangado ante un barreño, le sonrió y le invitó a pasar.

- ¡Alteza¡Llega justo a tiempo para ver las últimas piezas de mi colección!

Link miró a su alrededor. La tienda de tela tenía unos postes en el centro, de donde colgaban, enmarcadas, las famosas luminografías. Miró algunas mientras el cazador de imágenes sacaba la última del barreño y la colgaba de una cuerda como si fuera una sábana lavada. Las luminografías eran muy curiosas. Link, que jamás había visto una y que, a pesar de las exhaustivas descripciones, no llegó a imaginarlas, quedó fascinado. Eran cuadros en miniatura, tan reales como si estuvieran sucediendo en ese mismo instante. La mayoría eran paisajes, rara vez de personajes, y en una vio una extraña torre de piedra con un círculo en el centro. A su alrededor había destellos de luz.

- Es una pena que sean en blanco y negro. Eso es el Carnaval de Termina, una maravilla de fuegos artificiales.

- Celebran el año nuevo, el paso del tiempo. – Link añadió. – No he estado nunca, pero he leído... – acarició la superficie. – ...tanto sobre ello.

Don Obdulio le enseñó otras luminografías, entre ellas las últimas que había sacado. Eran todas del día anterior, cuando se enfrentó a su madre. Link las pasó corriendo, pues no deseaba revivir esos crudos momentos. Fijó su atención a la más reciente, la que estaba tendida. Aquí, Link se quedó sin habla.

- ¿Verdad que es estupenda? Ayer, cuando la vi entre la multitud, me pareció muy luminogénica (N.A: Fotogénica). Hace un rato Zelda le buscaba, alteza.

Link no le escuchaba. La luminografía de Zelda le hizo abstraerse del profesor. La muchacha de pie sobre el fondo de la cabaña tenía la cabeza un poco ladeada, en espera impaciente a que don Obdulio acabara. Por encima de su hombro se veía la empuñadura de su espada. Al ser en blanco y negro, la luminografía no podía mostrar los colores de su cabellera y sus ojos, pero Link pudo verlos a la perfección a través del recuerdo.

- No sé si he captado esa mezcla de fragilidad y fuerza que tiene. – Don Obdulio añadió también. – Por supuesto, necesito que poséis para mí, alteza.

Link, colorado como un tomate, se negó. Don Obdulio, viendo su rubor, dijo.

- Ah, si queréis la luminografía, puedo regalárosla.

Las orejas de Link se pusieron aún más rojas.

- No... No se moleste. Me voy, participo en la carrera. – tartamudeando salió del local, y, tras orientarse, fue corriendo a los establos.

Inquieta, Zelda se sentó en las gradas. Se mordía las uñas, en uno de los pocos gestos de agobio que tenía. Antes de sentarse, vio unos extraños altares alrededor de los establos, en la puerta de entrada para los corredores y en otros lugares del rancho. Kafei le contó que, en los últimos meses habían empezado a sufrir ataques de espíritus.

- Inofensivos, pero asustan al ganado. Mr. Ingo pidió a unos sacerdotes que pusieran hechizos de protección, y hace días que no vemos a ninguno. Esto inquietó a profundamente a Zelda. Todo lo raro que sucedía en Hyrule parecía tener una conexión con Link, la Canción del Tiempo o con ella misma. ¿Dónde estaría Urbión¿Y si el Mal le había secuestrado y hecho daño, para vengarse de ella? Y también pensó en su padre, encerrado en ese lugar con ese aspecto... Y encima ese príncipe cabezota, podría partirse la crisma... Zelda vio a don Obdulio que se sentaba a su lado.

- Hola, Zelda.

- ¿No tiene que hacer la luminografía final?

- Puedo activar el aparato desde aquí. – Don Obdulio conocía a algunos de los corredores. Desde Termina vino Anju Daimana, una intrépida jockey de veinticinco años. Pertenecía a una familia de jinetes hábiles y luchadores tenaces. Después, destacaba un hombre de mayor edad, treinta al menos, pero que manejaba el caballo como si fuera una prolongación de sí mismo. Su nombre era Raven III, y provenía de Holodrum. Había sido ganador cuatro años seguidos de la Copa Invierno y la Corona de Verano, con su semental "Camino de hierro"... A su lado, Link y Centella parecían juguetes olvidados. Para don Obdulio, Anju y Raven eran los rivales más fuertes, pero eso se debía a que no conocía al jinete que montaba un caballo blanco.

- Vaya, la nenaza real. Volvemos a vernos. – dijo Zonta, colocándose al lado de Link. Mostró su fusta con un pincho de metal. – Mira, Rider, hoy no te castigaré con esto a ti sólo. – y se rió a carcajadas. Kafei se colocó a la derecha de Link y le sonrió.

- Buena suerte. – le deseó. Link no replicó con "a ti también". Le miró con desprecio y fijó su mente y su vista a la larga recta de salida.
Centella era muy buena corredora; en los jardines de palacio saltaba muy bien y era capaz de recorrerlos varias veces sin parar... Pero Zelda tenía razón. Desde Rider hasta Dújar, todos los caballos eran altos, fuertes y anchos."Hay otros valores, como la fe o la inteligencia" recordó las sabias palabras de Kaepora Gaebora.

Maple, la sobrina de Mr. Ingo, se colocó cerca de la salida con un banderín rojo en la mano. En las gradas, el público se calló. Maple alzó el banderín. Guiñó un ojo y dijo en voz muy bajita "Buena suerte". Link siguió su mirada para comprobar, decepcionado, que el guiño no era para él, sino para Kafei.

- ¡Corredores, atención! – esperó unos segundos y luego bajó el brazo.

Link espoleó a Centella, y la yegua, conociendo que se jugaba algo más que una copa, dio todo lo que tenía... Para nada, porque antes de llegar a la primera curva, iba el último.

"Fe...Fe..." Link decidió no forzar a Centella tanto, podría cansarla. En su lugar optó por ir lo más pegado posible al cuarto corredor, que era Zonta. Este trató de descargar la fusta de púas en varias ocasiones sobre Link, pero él, con un toque de los talones, desviaba a Centella. Adelantó a Zonta en la siguiente curva. Escuchó el griterío en las gradas, los aplausos y las exclamaciones de ánimo... Kafei y Dújar iban los primeros en la primera vuelta.

En la segunda vuelta no hubo cambios; sin embargo, nada más cruzar la meta por segunda vez, Link sintió un escalofrío en la columna vertebral. El público gritaba, pero de una forma diferente. Link miró hacia atrás un momento y comprobó que sucedía.
Un nuevo jinete se había colado en la carrera. No podía verle bien, pero debía ir vestido de negro y montar sobre un caballo también negro... Link azuzó a Centella. La yegua, asustada, corrió tan veloz que escaló tres posiciones.

Los gritos de horror se acentuaron cuando el jinete negro, en su avance, golpeó a Talon, de una aldea de las montañas, y le derribó de la silla. Zonta, que era el siguiente rezagado, aceleró a Rider.

En las gradas, Zelda gritaba indignada.

- ¡Qué alguien pare esto! Las gradas se llenaban de seres oscuros e informes, y la gente chillaba y se apartaba. Mientras, en el circuito, el jinete negro proseguía la carrera. Zelda, espada en alto, se metió de lleno entre los espíritus, y los golpeó con todas sus fuerzas. La espada les atravesaba sin hacerles daño. Los espíritus no atacaban, eso era cierto, pero si alguien intentaba acercarse a la pista, les empujaba.

"Si tuviera mi escudo" pensó Zelda. Don Obdulio a su lado no ofrecía ayuda alguna: parecía entusiasmado, gritando "Fantástico" una y otra vez a la par que accionaba una pequeña cámara luminográfica.

En la pista, la situación empeoraba. Quedaban dos vueltas para acabar, y los jinetes caían bajo los golpes y los hechizos del espíritu. Link escuchó su risa fría muy cerca de su oído. Se apartó justo a tiempo para evitar el empujón. Estaba en quinto lugar, cerca de Kafei, Zonta, Anju y Raven. Este último, fue el siguiente en ser derribado, al tratar de evitar que el espíritu le hiciera daño a Anju. Inmediatamente, la jinete sacó un sable y trató de defenderse. El espíritu se rió, agarró su brazo y, haciéndola volar por los aires, la derribó. Link frenó a Centella y la hizo girar hacia el espíritu.

- ¿Quieres enfrentarte con alguien¡Ven a por mí! – le gritó. El espíritu asintió. Link espoleó a Centella de nuevo en dirección a la meta. De esta forma, Kafei y Zonta podrían alejarse.

El príncipe sentía una corriente de aire frío que le rozaba la espalda. Era el aliento muerto del ser. Link supo que le pillaría, y que así acabaría. A los demás no les había hecho mucho daño, pero a él le mataría. "Es su misión, acabar conmigo... ¿Por qué no escucharía a Zelda"

Kafei trató de golpear al ser con los puños, y no sirvió de nada. El jinete le congeló con un hechizo, y Kafei cayó al suelo convertido en un bloque de hielo. Sólo quedaban Zonta y Link.

- ¡No pienso abandonar! – el bomber alzó la fusta de pinchos y golpeó el hombro de Link. El dolor le hizo ver destellos delante de él, pero no detuvo a Centella. Quedaba una vuelta.

El jinete negro levitó unos instantes, al lado de Zonta, y le clavó la mirada de sus espectrales ojos. El bomber vaciló, las manos temblaron al tirar de las riendas y frenar a Rider. Tanto y con tanta brusquedad tiró, que el caballo se encabritó y lanzó a su jinete lejos de él.
Ahora sólo quedaban Link y Centella. El espíritu se acercaba a él, y la yegua resoplaba buscando fuerzas para salvar a su dueño. "Si me toca o me mira, me matará" pensó Link. "Ojalá hubiera escuchado a Zelda... ojalá"

Al pensar en la muchacha escuchó su voz dentro de su cabeza. "¡Coge esto!" Link alargó la mano, y el golpe de la empuñadura de una espada le devolvió a la realidad. Aferró el mango y detuvo el mandoble que el espíritu le dirigía. Luchar a caballo era difícil: No podría protegerse porque debía sujetar las riendas, además, tampoco podía mirar a su atacante. "Yo seré tus ojos" le tranquilizó Zelda. "¡Cuidado, a la derecha! Ataca ahora, a la altura de tu corazón"

Link obedeció. La punta de la espada se clavó en el pecho del fantasma. La mano del príncipe temblaba cuando retiró la espada. El golpe había hecho retroceder a su adversario, y Link iba en cabeza. El fantasma saltó sobre la grupa de su caballo y cogió a Link de los hombros. Del empellón, el príncipe y él salieron volando por el aire. Link se golpeó la cabeza en el suelo arenoso, los ojos firmemente cerrados. El fantasma gritó y desapareció, y el príncipe se quedó tendido en la arena, esperando su muerte.


- ¡No hay visitas!

- Pero al menos dígame cómo está. – Zelda hubiera derribado a la enfermera de no haber sido por Kafei y don Obdulio.

- El príncipe está bien, necesita tranquilidad. – la enfermera se cruzó de brazos.

- Déjeles pasar, por favor. – escucharon la voz de Link detrás de la cortina. La enfermera le regañó por levantarse, pero Link le hizo caso omiso. No estaba de pie, sino sentado en la camilla. No tenía nada más que un golpe en el hombro, producto de Zonta, unas contusiones en la cabeza y algunos arañazos. La hermosa túnica azul estaba cerca del fuego, secándose después de haber sido lavada. Vestía en su lugar una bata de algodón blanco.

- Eres un imbécil... Si esa cosa te hubiera matado, yo te habría... – Zelda le amenazó con el puño. Link, en lugar de sentir miedo, sonrió.

- A mí también me alegra verte. ¿Cómo estás, Kafei?

- Mucho mejor que tú, Link. Más pobre, eso sí.

- Supongo que la carrera se ha suspendido. – aventuró Link. La enfermera volvió a reprenderle y no paró hasta que Link se tendió en la camilla.

- No. – Don Obdulio le mostró una luminografía. – Hay un claro ganador, y ese sois vos, alteza. Aquí está la prueba.

En la luminografía se veía el momento en el que el espíritu le derribaba. El cuerpo de Link sobrepasaba la línea de llegada mientras que su enemigo estaba en el otro lado. Link empezó a reírse.

- ¿No quería que posara para usted? Mire, que gran luminografía para la posteridad... ¿De verdad fue tan ridículo?

Y contagió las risas al grupo.

Sin pistas sobre el Templo de la Sombra, no sabían qué hacer. Zelda pensaba en ir hacia el Templo del Espíritu, en el desierto. Link no quería precipitarse. De todas formas aún no habían ido a la biblioteca de Kakariko. Con los días de fiesta estaría cerrada.
El dinero del premio fueron mil rupias. Link le dio a Kafei 250, para pagar la caja de leche que perdió en el reparto. Repartió unas quinientas entre los participantes de la carrera, pues en su opinión no habría ganado de no haber aparecido el espíritu. Compró algo más, y se guardó 150 rupias para pagar víveres y la estancia en Kakariko. Como salió del Templo de la Luz corriendo, no cogió la bolsa del dinero. "Los goblins beberán a mi salud" pensó, mientras buscaba a Zelda con un paquete envuelto bajo el brazo. La encontró en la tienda de don Obdulio. El luminografo intentaba darle una copia de su retrato a la reticente muchacha.

- Ah, alteza... ¿posareis para mí ahora?

A Link no le dio tiempo a responder. El luminografo le colocó en un lugar de la tienda, le pidió que sonriera y el flash cegó a Link unos instantes.

- ¿Qué has comprado? – Zelda abrió el paquete sin esperar a la respuesta.

- Es para ti. – Link se frotó los ojos.

Zelda se quedó sin habla. Link había comprado un escudo de metal, decorado con la imagen de un águila bicéfala en dorado. Como no quería que Link la viera emocionada ante el regalo, comentó un escueto "gracias, muy útil" y añadió:

- ¿Has visto qué luminografías tan interesantes? Don Obdulio ha estado en infinidad de lugares.

- Mirad estas últimas, son las que he añadido a mi colección permanente. Eran las luminografías tomadas durante la revuelta en Kakariko. En ellas Link y Zelda se miraban de reojo. Frente a ellos, la reina Estrella fruncía el ceño. Link la apartó. Para evitar disgustarse, recogió una luminografía del suelo. La estuvo mirando fijamente, y Zelda se dio cuenta que aquella luminografía era más especial que el resto. El príncipe, señalando la superficie en blanco y negro, preguntó:

- Don Obdulio¿dónde está este lugar?