Capítulo 26. La Villa de los Forajidos.
Saharasala no respondía a sus llamadas, y la pierna de Zelda sangraba tanto que dejaban un reguero rojo a su paso. Avanzaban despacio en medio de la selva tan densa, con la amenaza cada vez más cercana de la tormenta.
Link se sentía muy culpable de la situación. Había sido incapaz de quitarle el puñal, clavado con tanta fuerza que se había quedado incrustado. Encima, la canción de curación no funcionaría hasta que le quitara el puñal. Si fuera más fuerte... pero al ver como Zelda chillaba de dolor, tuvo que dejarlo.
- Tenemos que buscar ayuda. – dijo entonces.
Se echó a Zelda sobre la espalda, así que además del escudo y la espada ahora cargaba con la chica. Zelda se debilitaba por momentos, y ya casi no era capaz de hablar por más que Link se lo pidiera.
Como respuesta a sus oraciones, un letrero de madera algo desvencijado señalaba la situación de una aldea.
- Vi... lla... Out...cas...ter. – logró descifrar Link, pues las letras estaban borrosas. – Que nombre tan raro.
Acomodó a Zelda como pudo, y esto despertó a la muchacha.
- ¿Dónde estamos?
- En la villa Outcaster. Aquí encontraremos ayuda. – Link agradecía a los dioses que en este lugar tan extraño hubiera al menos una ciudad. Debido a los hechizos, se sentía hambriento y cansado.
La tormenta se acercaba, amenazando con lluvia, frío y viento. Fue tan deprisa como pudo. Le dolían los brazos, las piernas y la espalda, pero no podía detenerse. Zelda respiraba de forma entrecortada. Link temía que aquella arma tuviera algo más que un filo bien hecho.
Un grupo de curiosos les rodearon nada más pisar el camino de entrada a la villa. Ninguno era humano. Cada uno representaba a algún animal, depredadores en su mayoría, y esto intranquilizó a Link.
Algunos alargaron las manos y trataron de manosear la bolsa de Link para arrebatarle algo. Zelda les amenazó con poca fuerza. Link, por su parte, trasbilló, cansado de llevar a la muchacha.
- Ayuda... por favor. Ayudadnos. – Link cogió unas pocas rupias que tenía y las lanzó. – Tomadlas, pero por favor... ayudadnos.
Lanzar rupias en aquel lugar debía ser como lanzar maíz en un parque: todos los villanos se tiraron sobre ellas, y se pelearon por conseguir una, o por lo menos un trozo.
Un oso puso la zarpa sobre Link. El muchacho se apartó pensando que pretendía atacarle.
- ¡Este es mío! – gruñó el oso, y el resto de animales ladraron, bufaron y aullaron enrabietados.
- Hay... que salir de aquí... – Zelda trataba de ponerse en pie.
El oso les clavó la mirada, y la muchacha, cogiendo la espada maestra, le amenazó.
- Por aquí. – el oso se metió corriendo en una cabaña minúscula, pero con mejor aspecto que las otras.
Link cogió a Zelda de los hombros y la ayudó a llegar a la cabaña. El oso cerró la puerta y puso una tranca de madera.
- Acuéstala ahí, junto al fuego. – señaló a una especie de sofá viejo y ruinoso. Link le obedeció.
Zelda miró la empuñadura que sobresalía de su muslo izquierdo. La sangre corría, manchando la tapicería del sofá. El dolor era insufrible. El oso apareció con un montón de trapos y una palangana.
- Haz tiras con esto. – soltó los trapos sobre el regazo de Link, sentado en un pequeño taburete al lado de Zelda.
- Pe... Perdone, señor, que le pregunte. – Link rasgó un trozo, obedeciendo al enorme oso. - ¿Sabe lo que hace, verdad?
El oso gruñó. Posó la zarpa en el puñal y lo examinó un momento.
- ¿Era un lobo gris? A Danrel le encantan estos chismes. – el oso se dirigió a Zelda. – Has sido muy valiente, por aguantar tanto. Por desgracia, esto te va a doler mucho más, y no tengo alcohol ni nada parecido... Cuando creas que estas lista, dímelo.
Zelda tragó saliva. No pudo evitar mirar a Link: el príncipe estaba mortalmente pálido y en sus ojos veía el mismo terror que sentía ella.
- Creo que... – empezó a decir, pero el oso no había esperado.
Con un rápido movimiento, y con toda la fuerza de su cuerpo, arrancó la fría hoja.
El dolor recorrió el cuerpo de la muchacha, y soltó una serie de exclamaciones e insultos, los peores que el príncipe había oído alguna vez. Luego, puso los ojos en blanco y se desplomó.
El oso clavó el atizador del fuego en la herida, y le quitó a Link las vendas. El príncipe se puso en pie y empezó a llamarla, preocupado. Mientras, el oso vendó la herida.
- Déjala descansar. Se pondrá bien. – mostró el filo al muchacho. Tenía forma de sierra. – Danrel los hace así a propósito, hacen más daño. Tu amiguita ha tenido suerte de que no se lo clavara en el estómago o en el pecho. – tras examinar la hoja con cierta admiración, arrojó el cuchillo al cubo del rincón. – Anda, ven a sentarte.
El fuego de la chimenea iluminaba la única estancia de la cabaña: cocina, dormitorio, comedor... todo en uno. En un rincón había un montón de paja, que Link supuso que era el lugar donde descansaba el enorme cuerpo del oso.
Se sostenía sobre las dos patas traseras, aunque en ocasiones andaba con las cuatro. Era de pelaje pardo, y sus ojos marrones tenían el brillo inteligente de las personas pícaras. Link se aseguró de que Zelda estaba cómoda, antes de decir:
- Señor, le agradezco su ayuda. Me llamo Link, y ella se llama Zelda... Yo no sé cómo agradecérselo. – Link cogió la bolsa de rupias.
- Um... Ya encontraremos la manera, chaval. Llámame Oso, todos lo hacen. – Oso se sentó en el suelo, frente a la mesa. – Vamos, siéntate, que no muerdo.
Link le obedeció. Oso le tendió un mazo de cartas.
- Baraja y corta. – le ordenó.
Link se quedó mirando el mazo con expresión de extrañeza. Como no quería contrariar al animal, cogió una carta y buscó a su alrededor.
- Vamos¿qué buscas? – Oso se impacientaba.
- Las tijeras, para cortar...
Las carcajadas de Oso se oyeron por encima de la tormenta.
- ¿Nunca has jugado a las cartas? – Oso apresó el mazo entre sus zarpas.
- Pues no, la verdad...
- No pasa nada. – la voz de Oso era amable. – Jugaremos a algo sencillo, en tu honor. Nos apostaremos... la cena: quien pierde, cocina. ¿De acuerdo?
- Vale. – Link no estaba seguro, pero no le quedaba más remedio que obedecer.
- Un novato. ¿Cómo es posible que un muchacho como tú no haya jugado nunca a las cartas? A tu edad, no hacíamos otra cosa.
Link observó como las zarpas del oso se volvieron ágiles: mezclaron las cartas y luego colocó el mazo ante él.
- "Cortar" es coger unas cuantas cartas y colocarlas en un montón a tu izquierda. – le indicó, con el tono de un maestro de escuela. De nuevo, Link obedeció. – Pronto aprenderéis que en la Villa de los Forajidos esto funciona así. No obtendréis nada si no apostáis. Por fortuna, tienes rupias. Con ellas podrás conseguir mucho. Pero volvamos al juego. Ese montículo, el de tu izquierda, es el tuyo. Y este es el mío. Jugaremos tres turnos: quien saque la carta más alta, más veces, gana. ¿Entendido?
Link asintió. Tanto oso como él dieron la vuelta a la carta al mismo tiempo: El oso sacó una sota de Bastos, mientras que Link sacó un nueve de oros.
- Esta vez gano yo. Ánimo, que tienes dos oportunidades más.
En la siguiente ocasión, la suerte favoreció a Link: el oso obtuvo el tres de espadas, mientras que el príncipe sacó el cuatro de bastos.
- Hum... Vale... Quien saque la carta más alta ahora, gana. – el oso dio la vuelta a la suya, con los ojos fijos en Link.Bajaron la vista a la par, y se encontraron con que Oso tenía el rey de Oros, y el príncipe el As de Copas.
- Gané: el rey son 12 puntos, el as solo uno. Ala, chaval, haz la cena. No pongas esa cara de pena. Ya sabes lo que se dice: desafortunado en el juego, afortunado en amores. – y empezó a reírse.
Link no rechistó. Se encontraba agotado, pero era justo. Preparó un poco de la carne para el oso, y un caldo para él y para Zelda, cuando despertase.
Link y Oso se sentaron a comer la cena, a la luz del débil quinqué. A estas alturas el príncipe sentía mucha curiosidad¿Cómo habían fundado este pueblo en medio de la nada¿Quién había sido Oso antes de acabar aquí? El aspecto imponente del animal le impedía ser franco y acribillarle a preguntas, por lo que tomaron la sopa en silencio.
- Um... – el oso dejó el trozo de carne. - ¿De dónde eres, muchacho?
- De Hyrule.
El oso gruñó, alzando un poco del labio.
- No vas a venir de la luna, bobo. Me refería... Bah, da igual. – Oso apoyó el
mentón en una de sus zarpas.
- Perdone, señor Oso que le pregunte... Pero... ¿Qué es este lugar?
- ¿La Villa Outcaster? Como has podido comprobar, el pozo más hediondo a mil kilómetros a la redonda. Aquí acabamos los que fuimos seguidores de Ganondorf, ese mal nacido... – y dijo una serie de insultos que rivalizaban con los de Zelda.
- Entonces tú eras...
- Sí, uno de esos incautos. Un mal día, Ganondorf, cuando aún era humano, vino a mi aldea. Soltó un bonito discurso sobre una tierra donde el oro corría por los ríos. Yo estaba endeudado hasta las cejas: me jugaba toda la paga en partidas de cartas y otras historias. Mi familia se moría de hambre, así que me aferré a la única oportunidad de saldar mis deudas.
Oso se puso en pie y, tras un breve registro, encontró un viejo papel amarillento.
- Entramos tras él, después de destruir el palacio de Hyrule, y entonces llegamos a este maldito lugar... y no hemos sido capaces de regresar. – Volvió a sentarse, con el papel entre sus zarpas. Se notaba que solía leer mucho su contenido, pues estaba amarillento y sucio en los bordes, y las letras empezaban a desaparecer. – Ganon se alió con los cíclopes y demás monstruos de aquí, y nos abandonó a nuestra suerte. Nosotros fundamos esta villa, y hemos sobrevivido como hemos podido.
"Como todos somos adictos al juego, o a cosas peores, empezamos a obtener lo básico mediante apuestas que hacíamos entre nosotros. De este modo, hemos sobrevivido. Aquí todo funciona de esa manera, tanto para conseguir comida, como para obtener información."
"Nos alegramos cuando el chico aquel venció a Ganon y los sacerdotes le encerraron aquí. Pero no pudimos salir... Compartimos su cautiverio. Para nuestra desgracia, nuestra alma encerrada en estos cuerpos de animales, sin envejecer ni morir. – la voz de Oso se había tornado distante, pero regresó a la realidad. Alzó la mirada. – Oye, chaval¿quieres devolverme el favor? Seguro que tú y esa chica podéis regresar al mundo real... En ese caso, quizá puedas encontrar a mi hija. – le tendió la carta amarillenta. – Vivíamos en el Cañón Ikana, en Términa... Seguro que aún está allí...
Link cogió la carta. Las letras estaban a punto de desvanecerse por el paso del tiempo, pero aún podía leerse "querido padre" con letras infantiles. Link entrecerró los ojos. Se caía de sueño, literalmente, y, después de todo el abanico de emociones de los últimos días, no le apetecía enfrentarse a la pena de Oso. Pero debía ser honesto.
- Oso, yo... lo siento. Aunque regresara a Hyrule, no podría llevarle la carta a tu hija.
- ¿Por qué? Si tu no puedes, porque no quieres viajar tanto... puedes mandarla por correo...
- No es eso, Oso. Si por mi fuera, yo mismo iría al cañón Ikana a entregarle la carta a tu hija... Pero es que... – reunió valor. ¿Por qué le tocaba a él dar siempre las malas noticias? No era de extrañar que Zelda le culpara. – Desde que Ganondorf intentó hacerse con el poder, hasta el presente, han transcurrido más de 400 años. Tu hija...
Oso se puso en pie. Los ojos pardos parecían perdidos, vacíos y sin esperanza. Murmuró "Cremia, mi pequeña", y luego, reponiéndose, dijo:
- Ah, no importa, chaval. Tú... Ya me devolveréis el favor, mañana. – Oso se encaminó hacia la puerta. – Voy a... – vaciló. – al bar. Tú duerme en ese montón de paja, yo no creo que vuelva hasta el amanecer. Buenas noches.
Ay, por fin... Normalmente subo el nuevo capítulo los viernes, pero debido a problemas personales y lo exquisito que es este sistema con los tipos de archivo... he tardado un poco.
Muchas gracias a la gente que deja comentarios. Oso no aparece en mi lista de personajes, y es una lástima. Aunque solo estará con nosotros algunos capítulos, es un personaje interesante y divertido. Un oso ludópata, como le llama Zelda, que en su vida en el mundo real arruinó a su familia y se unió a Ganon buscando riquezas. Está basado en un capítulo del manga de A link to the past (el antiguo), en el que un árbol le cuenta la historia una historia parecida a Link. Recomendación si eres un fan de la serie.
También en estos capítulos hago un homenaje al juego A Link to the past, una de las mejores aventuras de la saga, y uno de los primeros zeldas que disfruté como una loca.
Hoy estoy charlatana, hasta pronto.
