Capítulo 33. Frod Nonag.

Por la mañana, Zelda tuvo que despertar a Link a golpes. Ella no había dormido apenas, pero el príncipe pronto había caído en un sueño tan profundo que no hubo forma de despertarle. Encima, se había puesto a gritar en sueños, lo que preocupó a la chica. Cuando al fin abrió los ojos, le preguntó qué soñaba, y si era premonitorio.

- No lo creo... – Link recordó que había visto a Urbión en sus sueños, pero vestido de negro. – Es imposible, pues vi algo que ya no puede suceder de ningún modo. Será mejor que continuemos.

Dejaron atrás el lugar, en medio del silencio sobrecogedor del Mundo Oscuro. Ninguna criatura salió a su encuentro, nadie más les molestó. Link caminaba al lado de Zelda. De vez en cuando la miraba de reojo, para comprobar que la muchacha se recuperaba.

Los ojos verdes aún tenían una lágrima a punto de salir.

- No nos explicó cómo avisó a Nabooru. – dijo Link en voz alta.

- Quizá no fue él, sino tu maestro disfrazado de Urbión.

Link asintió. Era curioso, pero desde la huida del castillo no había vuelto a pensar en él. "Me ha educado Ganondorf, bueno, una parte de él. Se supone que era un ser malvado..." Y Link recordó una de las clases "al aire libre". Frod Nonag, junto con 10 soldados, le llevaba a los límites del castillo para que contemplara la naturaleza y la comprendiera. Le enseñaba cosas sobre los distintos seres vivos que poblaban el jardín real: pájaros, culebras, alguna ardilla…


- ¿Por qué no puedo quedármelo? – Un Link de unos siete años apretaba contra sí el polluelo que había encontrado.

Frod Nonag, su maestro, negó con la cabeza. Estaban en un rincón oscuro y húmedo del jardín, una tarde de verano.

- Porque vos no sois su madre. – razonó el maestro.

- Pero yo puedo cuidarlo mejor que ella. Le haré una bonita jaula, y le daré lo mejor para comer...

- Alteza, sed razonable y pensad un momento. Este pájaro es muy pequeño aún, y necesita a su madre. ¿Cómo se sentiría vos si un gigante entrara en este jardín y le llevara con él, muy lejos?

Link desvió la mirada. Recordó lo que había pensado entonces: Me daría igual, así saldría de aquí...

- Además, vos no podéis encerrarle en una jaula, no a un animal que ha conocido la libertad. Se morirá. – Frod Nonag señaló a un árbol cercano. – El nido está ahí, vamos a devolverle a su casa.

"Y eso hicimos. Reconozco que me gustó ver a los polluelos en el nido, y luego alimentarles con algunas lombrices que encontramos. Todos los días, pasamos bajo el árbol y le vimos crecer... Y una mañana juro que un gorrión golpeó mi ventana mientras estudiaba..."

Link sonrió sin querer frente al recuerdo que le había asaltado.

- ¿Por qué demonios pones esa cara? – dijo Zelda.

- Estaba pensando en mi maestro...

Zelda gruñó. Dejó un momento la espada maestra apoyada en la pared y aprovechó ese momento para beber un poco de agua.

- Por supuesto, a ti te cae bien. – y bebió un largo trago. Link pasó por alto el tono irónico.

- Tengo buenos recuerdos de él, eso lo admito... Pero ha sometido a mi madre y a todo el pueblo de Hyrule. Quizá ante mí mostrara su cara más amable, pero era falsa. – volvió la vista al frente.

Una pared, que antes no estaba allí, había aparecido como de la nada. Link se giró para decírselo a Zelda.

La muchacha no estaba a su lado, en su lugar, se había alzado una pared casi tan alta como la que tenía en frente. Link entrecerró los ojos, y el Viento de Farore le transportó a lo más alto de los muros mágicos.

- ¡Ey, Link estoy aquí! – le llamó Zelda. Estaba al otro lado, muy lejos de él, sobre otro muro. La Espada Maestra estaba clavada en otro muro detrás de ella.

- Pero ¿qué ha pasado? – le gritó.

- Ni idea. Debe ser algún tipo de trampa. – Zelda esperó a que Link la alcanzara con el Viento de Farote, pero el príncipe se quedó a medio camino, sin resuello.

- Será mejor que vaya yo. Quédate ahí quieto. – le ordenó Zelda.

Link se quedó sentado. Le faltaba aire, como si en vez de transportarse mágicamente, hubiera corrido una maratón. "Estoy mareado..." Link vio como Zelda descendía del muro. La muchacha tardaría en volver. Se sentó en el borde del muro a la espera.

No comprendía porqué se había cansado tan pronto. Últimamente notaba que sus poderes habían aumentado. Era capaz de trasladarse más lejos con el Viento de Farore, y sus flechas eran más certeras... pero en esos momentos parecía tan débil como un gatito. "¿Cómo voy a enfrentarme a Ganon si soy tan vulnerable?" pensó. "Zelda es más fuerte, sin duda ella sola habría podido hacer esto..."

Una sombra alargada le cubrió. Link supo de inmediato que no era Zelda. Se puso en pie y se giró muy rápido, con el arco preparado. A tan sólo un par de metros, de pie en la ancha cornisa elevada, estaba Frod Nonag.

Su maestro había sido siempre un hombre con aire alicaído, triste pero con un rostro sabio y sereno. Era muy pulcro, cuidadoso a la hora de vestir y flemático en su actitud... Pero el hombre que tenía enfrente tenía los ojos inyectados en sangre, sus ropas muy sucias y con golpes y arañazos por todo el cuerpo.

- Link... – alargó la mano hacia el príncipe. Su voz sonó suplicante.

- ¡Apártate¡No voy a caer en tu trampa otra vez! – estiró la cuerda del arco y apuntó al corazón del maestro.

- Escúchame, Link. Será mejor que no uses el hechizo de Din, no de momento. Así que deja el arco y escucha.

Link no le creyó. Soltó la flecha, con la esperanza de ver a Sir Frod convertido en un bloque de hielo. En su lugar, la flecha salió normal, sin halo de hielo, y rebotó contra un escudo invisible. Link cayó hacia delante, con un dolor insufrible en el pecho.

- No te preocupes, se pasará rápido. No podía acercarme a ti sin protección. – Sir Frod se acercó a ayudarle, pero Link retrocedió.

- ¡Déjame, vete! – miró hacia abajo, buscando a Zelda. ¿Por qué no estaba allí para ayudarle?

- Estará entretenida un buen rato. – Frod volvió a avanzar un paso hacia el príncipe, y este retrocedió. – Tienes motivos para odiarme, sí. Es cierto que soy una parte de Ganondorf, una de las que escapamos del mundo Oscuro. Cumplí fielmente sus órdenes durantes estos largos años.

"El plan de mi señor fue esperar a que tus poderes se mostraran, para luego apoderarme del Triforce de la Sabiduría y traerlo aquí, al Mundo Oscuro. Con ese fin, usé mi magia para introducirme en el palacio y ser tu tutor. Tu madre tenía el corazón destrozado por la muerte de tu padre, y yo aproveché esas circunstancias para que me ayudara en mi misión. Aunque en determinados aspectos era la misma, en cuestiones de gobierno de Hyrule era yo quién la manejaba."

"Debía buscar a un niño con orejas puntiagudas, pues probablemente sería un hylian el nuevo portador del Triforce del valor. El Caballero Demonio se ocupó de las lejanas tierras de Holodrum y Labrynnia; y yo creé ese impuesto para estar seguro de cada niño que nacía en Hyrule."

Link retrocedió otro poco más, al intentar acercarse su maestro. Intentó volver a alzar el arco, pero sus miembros tardaban en responderle.

- Cuando cumpliste doce años, organizamos tu viaje al Templo¿recuerdas? – una sonrisa triste cruzó el rostro envejecido de Frod Nonag. - El plan era alejarte del castillo y atacarte, a ti y a tu escolta, para apoderarme del Triforce de la Sabiduría.

- Pero Zelda me rescató.

- No contaba con eso... Pensaba que había logrado matar a todos los niños hylians que quedaban. – por un momento se puso furioso, pero enseguida volvió a hablar de forma conciliadora. – Sin embargo, me alegré de que ella te salvara...

El muro se acababa. Link sopesó la posibilidad de arrojarse pero la caída podría matarle. O dejarle demasiado malherido. Intentó invocar al Viento de Farote, y lo único que logró fue que el dolor regresara.

- Me alegré... – continuaba diciendo su maestro. – porque no deseaba que te pasara nada malo. Traté, por todos los medios, de evitar que continuaras la búsqueda de los medallones y vinieras a este horrible lugar. Mandé fantasmas al Templo de la Luz, al bosque, al rancho Lon-Lon... Para traerte de vuelta. Incluso el monstruo del Templo de la Sombra tenía como misión matar a esa niña y traerte al castillo. Pero fallé, una y otra vez. Luego, conseguí engañarte para venir al castillo. Tenía pensado esconderte en esa torre para evitar que Ganon te matara. Me enfrenté a él por ti. – se agachó a su lado, y le puso la mano en el hombro. Link forcejeó para alejarse, pero el mareo y el dolor que sentía hacía que todo se volviera cada vez más oscuro. – Te aprecio como si fueras mi hijo.

La voz de su maestro le envolvió como una manta cálida y agradable, que hacía desaparecer el dolor.

- Hay una forma de derrotar a Ganondorf, sin necesidad de sacrificarte a ti o esa mocosa. – apretó su hombro. – Dame el Triforce de la Sabiduría. Con mi poder y mis conocimientos podré derrotarle. Te traeré el Triforce del poder. Serás el rey más poderoso de todas las eras, tu bondad no tendrá límites, ayudarás a todos los ciudadanos, acabarás con el hambre y la pobreza...

Link se apartó de su maestro, sacudiendo la cabeza. Tenía que huir, no escucharle. Lejos, en algún lugar por debajo de él, escuchó un sonido extraño, como una especie de campana. Los muros temblaron ligeramente, y unos postes de metal de madera surgieron en los extremos Uno justo detrás de él.

- ¡Link!

Su maestro se giró, y recibió una fuerte patada de Zelda. La muchacha aún tenía el gancho en la mano derecha, y por tanto no desenvainó la Espada Maestra. Dejó al maestro aturdido, saltó por encima de él, cogió a Link de la cintura y le puso en pie.

- Sujétate. – le ordenó. Apuntó con el gancho a otro de los postes sobre un muro situado a lo lejos. La cadena salió disparada, y con ella, Zelda y Link.

Al llegar al otro muro, el príncipe recuperó la vitalidad. Aún tenía el arco en la mano.

- ¡Link, dame el Triforce de la sabiduría, rápido! – le rogó su maestro, transportándose en frente de los muchachos.

- No dejaré que le toques. – Zelda le amenazó con la Espada Maestra.

El rostro de Frod Nonag se contrajo en una mueca de odio.

- Maldita niña...- concentró una bola de energía. – Debí acabar contigo antes... – Lanzó la bola de color rojo, pero rebotó en el Escudo Espejo. Zelda vio que Link se movía a su lado. Se apartó un poco, y una flecha de luz salió disparada con un resplandor dorado.

La punta se clavó en el corazón de Frod Nonag, a la par que un halo dorado le cubría. Chilló de dolor, mientras su cuerpo desaparecía en el aire. Aún tuvo fuerzas para llamar a su anterior discípulo, pero este había vuelto el rostro y parecía no escucharle.

Los muros temblaron. Zelda cubrió a Link, mientras el suelo desaparecía bajo sus pies. No les pasó nada, porque el amor de Nayru les dejó en el suelo sin un rasguño. Los muros habían desaparecido, y todo volvía a la normalidad.

Zelda se apartó. Recuperó la Espada Maestra y la envainó.

- ¿Estás bien? – le preguntó la muchacha.

- No, pero no te preocupes. – Link estaba aún sentado en el suelo. Había recuperado toda su energía, pero se encontraba muy desanimado. – He estado a punto de entregarle el Triforce de la Sabiduría.

- Parecía muy convincente. – Zelda se arrodilló a su lado. – Hasta yo me he creído eso de que te apreciaba como a un hijo. El te conocía mejor que nadie en el mundo, y sabía de que forma manejarte. Era su talento. Pero, por supuesto, solo quería apoderarse del Triforce.

- ¿Lo has escuchado todo? – Link la miró sorprendido.

- Sí. Perdona mi tardanza, pero no encontraba forma humana de subir. Encontré una especie de interruptor de cristal, debajo del muro donde tú y ese Frod estabais. Aparecieron algunos hombres lagarto, ya sabes que a mí no me cuesta nada quitármelos de encima. – Zelda le guiñó el ojo divertida, y Link no pudo evitar sonreir. – Cuando rompí el interruptor, aparecieron esos postes y puede subir a ayudarte.

- Muchas gracias. – Link suspiró. – Soy débil. Si no llegas a aparecer, entonces...

- No lo creo. – Zelda le interrumpió. – No parecías muy dispuesto a ceder, la verdad. – le revolvió el cabello rubio con cariño. – Probablemente hubiera tenido que arrancartelo a la fuerza.

Se pusieron en pie. Antes de abandonar aquella sala, Zelda comentó.

- Bueno, ya hemos acabado con una parte de Ganondorf. ¿Será la siguiente tan fácil de derrotar?

Link frunció el ceño. Había recordado una frase que había dicho Frod Nonag. "Una de las que escapamos..."

¿Qué quiso decir¿Por qué aquella frase resonaba dentro de su cabeza como una señal de alarma?