Merecer o no merecer

Capítulo 1:"El Elegido"

No me merece.

Decididamente, no me merece.

No me merece, pero… ¿yo me lo merezco?

Da igual. Eso no importa ya, y en realidad creo que nunca ha importado. Nunca llegamos a un punto en el que realmente importara nuestro merecimiento o no mutuo, y hoy día estamos a años luz de distancia de llegar allí.

No me merece.

No me merece. No me merece. No me merece.

Y, por lo tanto, no merece que lo quiera.

No merece ni uno de mis sentimientos puros, de las sonrisas espontáneas que me arranca, de las lágrimas de diamante que derramo por su culpa.

No merece que lo quiera, que me preocupe por él, que, aunque él no lo sepa, le haya ofrendado con devoción los mejores momentos de mi infancia, que sea pensando en su imagen que me he convertido en mujer…

No merece que sea su amiga, que lo reconforte, que lo apoye, que lo anime, aunque a veces en ello se me vaya el alma.

No me merece, porque no me aprecia, porque no me ve como quisiera, porque no comprende las miles de indirectas tan directas que le he dado desde que somos amigos.

Porque somos amigos. Los mejores. Y es por eso que me duele tanto el tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos, que despreocupadamente derrame sus penas de amor sobre mi falda, sin percatarse de que, con eso, hace mi existencia poco menos que irrespirable…

No me merece, porque corre desesperadamente detrás de aquella zorra de cabello azabache, con modales de princesa y cerebro de lombriz. Porque no sabe lo que es realmente una mujer, porque no sabe distinguir lo que tiene justo delante de los ojos, porque permite que ella lo manipule y lo maneje, porque sufre por su causa y, aún así, la sigue amando, porque derrama lágrimas incontables por su culpa, porque no puedo creer que él, que se ha enfrentado innumerables veces al asqueroso cara de serpiente, alias Voldieverruga, sea tan vulnerable cuando de una mujer se trata…

Aunque, quizás…

Quizás, sea a propósito que él no me toma en cuenta, porque soy yo la que en verdad no me lo merezco, la que no podría siquiera soñar con ser su mujer.

Porque es "El Elegido", el héroe del mundo mágico, nuestro Mesías.

Y yo… Yo soy solo una pelirroja infantil con altos y tontos sueños de aspiraciones lejanas. Nada más que una inconsciente irresponsable que se dejó poseer en su primer año. El último orejón del tarro en una familia llena de hermanos brillantes, destacados y maravillosos, la pequeña que vino a romper una larga tradición de solo varones y a la que, pasada la novedad, ya nadie presta atención…

¡Para ya!

¿Acaso te servirá de algo esta patética autocompasión?; ¿Hará más leves tus desgracias el enumerarlas entre lamentos y gemidos? Hagas lo que hagas, Ginebra, nunca será suficiente, nunca serás digna de él, resígnate.

Él aspirará alto, y así corresponde que lo haga.

Claro que va a estar enamorado de Cho y de su porte distinguido y elegante, su pelo negro y brillante que cae en ordenada cascada hasta la mitad de su espalda, sus gestos deliciosos y suaves, su carácter refinado y discreto…

Pudiendo tener tanta perfección¿por qué habría de fijarse en ti?; ¿por qué habrían de llamarle la atención tus desordenados rizos rojo oscuro, tu carácter apasionado y tu personalidad fogosa y espontánea, tu cuerpo menudo cubierto de pecas hasta el último milímetro?

Porque no alcanza con que lo quieras.

No es suficiente con que ardas en deseos de darle el alma y estés dispuesta a incluso sacrificar tu vida por su felicidad.

No sirve, no alcanza.

Y, a pesar de todo, tienes el gran privilegio de que sean amigos.

Solo me prestó atención porque soy la hermanita menor de su mejor amigo, soy bien consciente de ellos, pero, al parecer, encontró en mi algo que le agrada, que lo divierte, que lo apacigua…

Quizás, después de todo, yo contribuya a su sosiego…

Y me mantiene a su lado, y somos amigos.

Y me confía hasta sus sentimientos más íntimos… y, aunque duela como una daga clavada en medio del pecho, aunque sientas que, por dentro, tu alma se cuartea y se rompe en pedazos tan pequeños que crees que nunca vas a poder volver a juntarlos, gozas con placer de las migajas de ese amor que, sabes, estaba destinado a otra. Es un néctar dulce, que se bebe casi con alegría, pese a que se sabe que en realidad no es más que puro veneno.

Mi mira por un segundo.

Al parecer, se ha dado cuenta de que llevo callada más tiempo del que debería, perdida en mis pensamientos…

Me mira, y mis ojos se entrelazan con los esmeralda y no puedo resistirme.

En realidad, da igual si estás enamorado de otra o no, si te merezco o no, si me mereces o no.

Poco me importa mientras pueda seguir teniéndote a mi lado, perderme en tus ojos verde esmeralda, desordenar con mis dedos tu cabello azabache, ser la única a la que le confiesas tus deseos más íntimos y la única con la que lloras abiertamente…

No me importa mientras pueda tenerte. No de la forma en que yo quisiera quizás, pero tenerte al fin y al cabo.

Me basta, al menos por ahora, con ser tu sostén, tu apoyo, tu consuelo.

Puedo sobrevivir un tiempo más siendo llamada "amiga" en vez de "amor", pero que ella no vuelva a herirte, porque te juro que no respondo de mi.

Y tampoco vuelvas a mirarme como acabas de hacerlo, porque juro por los catorce dioses que te salto encima y te como a besos. Y no me hago cargo de las consecuencias.

"¿Estás bien, Ginny?"

Me mira de nuevo, y todo pensamiento coherente se escapa de mi cerebro al tomar este el estado inconsistente de la manteca.

¿Cómo no vas a merecerme, si eres el hombre más perfecto que alguna vez ha pisado esta tierra?

"Ginny¿segura que estás bien?"

Sonrío. Preocupado, leal, magnánimo… Suspiro.

"No me hagas caso, Harry. Histerias mías, nada más"

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