Hola, hola... ¿Cómo os va? Bueno, como os extrañaba y de momento no estoy lista para subir el nuevo de los merodeadores, os voy subiendo este fict cortito que acabo de encontrar perdido entre mis cosas.
Una serie de advertencias; es mi primer fict, aunque esta editado, así que tenedlo en cuenta. Segundo, que está escrito antes del quinto libro, y por supuesto, no encaja con él para nada. (Del sexto ya, ni hablamos) Tercero, está basado en una película francesa, "Mi padre, mi héroe". Bueno, en realidad en la versión americana, ("Mi padre, qué ligue"). Y por supuesto, los personajes le pertenecen a Rowling...
Más cosas... En este fict cuento con la ayuda de Ginny84, en el papel de beta. Cuando leáis esto: NDB, entre paréntesis, es un comentario de ella. De igual manera, si leéis: NDA, es un comentario mío.
Y ya, por último, si veis algo subrayado, debería ir tachado.Si veis algo en letra cursiva, es ouna carta o un libroo una cita textual o un hechizo, lo que más os encaje según la ocasión. Si esta en cursiva y negrita, es una frase dicha en francés, que, por vuestra comodidad, esta traducido así.
Vale, sí, yoel idioma de los gabachos ni lo hablo ni lo escribo. Admito que eso también tiene cierta influencia.
En fin, que os dejo con el primer capi, espero que os guste.
Mi padre. Mi héroe. ¡Qué ligue!
De vacaciones con Antoin.
- No mamá, no voy a ir –digo furiosa.
- Sí que irás, May, ya lo creo que irás –Me contesta una mujer de 39 años, pelo castaño nogal (igual que el mío) y ojos azules a la que odiaba en aquellos momentos por obligarme a hacer algo que no me apetecía nada.
- ¿Y por qué he de ir, Helena? –contesto en tono desafiante.
- No me llames Helena, May, soy tu madre y me debes un poco de respeto.
- Vale, pero no me llames May, mi nombre es H-E-R-M-I-O-N-E y no me has dicho porqué. ¿Por qué no puedo ir a Bulgaria con Viktor? O a la Madriguera con Ron, o contigo y Paris a Noruega. ¿Por qué tengo que ir con Él al fin del mundo? –todo esto lo digo muy deprisa, y cuando llego al final me falta el aire y además se me saltan los lagrimones. El truco ya me había salido bien antes, no podía fallar ahora.
- Está bien, vamos por partes: a Bulgaria no vas a ir porque no te voy a dejar que vayas con un chico 5 años mayor que tú, al que no conozco, al lugar donde se practica más magia oscura de Europa y menos ahora que El-Hijo-de-Puta-Demente ha regresado. Con los Weasley no te voy a mandar porque pasas más tiempo allí que en tu casa, dentro de nada llamas a Molly "madre" y eso me partiría el corazón –en este punto finge quitarse una lagrimilla–. Con nosotros no puedes ir porque hace 10 años que nos hemos casado y queremos algo de intimidad –al decir esto me dedica una sonrisa pícara que a mí me da náuseas. Es horrible imaginarte a tus padres enrollándose, pero imaginarte a tu madre con un hombre que no es tu padre es traumatizante. Aunque ese hombre sea tan guapo y encantador como Paris y sea como un padre para mí–. Además –continúa con un tono que pretende ser meloso–, si supieras con cuánta ilusión ha preparado el viaje….
No contesto, sólo le dedico una mirada tan fría que más parece de Malfoy que mía.
- May, por Dios, que son Las Bahamas, hay quien mataría por ir allí (yo misma, por ejemplo); anda, vete a hacer el equipaje y deja de hacerme pucheritos que te lo vas a pasar muy bien.
Me dirijo resignada a la habitación dispuesta a hacer el equipaje, no sin antes gritar:
- ¡Vale, iré, pero no pienso divertirme!. ¡Y no me llames May!
- Ok, May.
Al oír como me llama May toda mi resignación se convierte en furia y decido que no voy a perder esta pelea:
- Para que lo sepas: me da igual si son Las Bahamas, Disneylandia o el mismo jardín del Edén. Cualquier lugar es el infierno si voy con Antoin.
- Antoin preferirá que le llames papi. Deja de perder el tiempo y ve a hacer el equipaje, Mer, que llevamos tres días y 10h con esta discusión -hay cierto tono de urgencia en su voz. Urgencia no, es más bien desesperación.
- Ok –suspiro–. Pero son 3 días, 10h y 25 min.
- Date prisa que está a punto de llegar –la oigo suspirar–. Señor, dame paciencia…
Cuando llego a mi habitación, doy un portazo.
Debí prever que no podía ganar a mi madre en una discusión. Es más cabezota que yo. Mi profesora de Adivinación tenía razón: no tengo ojo interior.
Sí, habéis leído bien, profesora de Adivinación. Es que en mi colegio no damos cosas como Matemáticas, Química, Física o Lengua, sino que damos Encantamientos, Pociones, Transformaciones…
¿Qué colegio es ese? El colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, por supuesto, ya que soy bruja. Creo que aún no me he presentado: me llamo Hermione Jane Granger, aunque mi madre me llama May o Mer según la ocasión. El segundo aún lo aguanto, pero el primero, como ya habréis notado, lo usa para cabrearme.
TOC-TOC-TOC
Oigo un suave golpeteo en mi ventana. Me giro y veo una lechuza blanca como la nieve pidiendo que la deje entrar. Lo hago, ya que trae un mensaje para mí. Nosotros, los magos, usamos las lechuzas como si fueran palomas mensajeras, con la diferencia de que las lechuzas son mucho más inteligentes que las palomas. Esta pertenece a mi amigo Harry, junto con Ron, mi mejor amigo de Hogwarts. Sus padres fueron asesinados por el Hijo de puta demente, que diría mi madre, cuando era pequeño y se ha tenido que criar con sus tíos, que hacen que la familia Manson te resulte simpática. Yo sólo les conozco por lo que él me cuenta, pero me dan ganas de transformarles en babosas. Desenrollo el pergamino y empiezo a leer:
Querida Hermione:
¿Te has ido ya a Bulgaria? Espero que te lo estés pasando bien con Vicky, o sea con Víktor.
Noto cierto tono celosillo, jeje.
Yo tengo una buena noticia: mis tíos se van a las Bahamas con mi primo y mi tía Marge (la que convertí en globo) así que me he venido con la Sra. Figg, que resulta que es bruja, conocía a mis padres y además es la que Dumbledore mandó a buscar a Sirius. Él y Lupin vienen pronto.
Arabella (ese es su nombre) me ha dicho que podéis venir tú y Ron así que si no te has ido a Bulgaria vente para acá.
Besos. Abrazos. Saludos.
Harry
Vaya, veo que no decide cómo despedirse. Creo que el beso que le di en la mejilla antes de despedirnos en la estación le dejó algo confundido. Dios, espero que no acabe por parecerse a Dinio y vaya por ahí con su canciocita… Será mejor que conteste que no puedo ir porque mi madre se ha empeñado en que los problemas campan donde están Harry y Ron. De verdad, no sé de dónde saca esas ideas. Le doy la vuelta al pergamino y empiezo a escribir.
Querido Harry:
No me voy a Bulgaria. Me voy con mis padres de vacaciones a la playa 10 días. Lo siento, pero no estaré aquí por tu cumpleaños, aunque te prometo que te mando el regalo en cuanto vuelva.
Me alegra que te hayas librado de los Dursley.
Besos para ti, Ron, Sirius, Remus y Arabella.
Hermione
Le devuelvo la carta a Hedwig, que se va corriendo, es decir, volando, a entregarla. Con lo bien que me lo pasaría con ellos y tengo que ir a Las Bahamas con Antoin.
Miro en mi cama y veo una maleta tan grande que podría llevar dentro a 6 chicas como yo. Mi madre es una exagerada, me voy 10 días y me da una maleta más grande que el baúl de Hogwarts, que es para 9 meses. Aunque el baúl no es tan grande porque es mágico. Empiezo a llenarlo con las cosas y, mientras, pienso en mis amigos y en que algún día les tendré que contar mi "triste historia familiar". Esa historia empieza 9 meses exactos antes de que yo naciera…
Mi madre, Helena Granger, era una joven dentista inglesa que tenía que acudir a un congreso a Francia. El problema es que odiaba volar y aún no había túnel, así que se cogió el ferry.
Mi padre, Antoin Depardie, era pianista y no tenía dinero para coger un avión, además iba en coche y no quería dejarlo por ahí tirado, total que tomó el mismo ferry.
En algún punto del viaje, sus miradas se cruzaron y… decidieron que estaban hechos el uno para la otra.
Ese fin de semana mi madre no fue al congreso, estuvo muy liada. Tampoco volvió a Inglaterra, se quedó con mi padre en París. Al principio todo era perfecto: paseaban por París, bebían champaña, hacían el amor a todas horas. La guinda del pastel vino cuando mi madre descubrió que estaba embarazada.
Su primera pelea gorda vino por la elección de mi nombre. Mi madre quería algo normal, como Marie o Jane. Mi padre, sin embargo, quería algo original. No sabéis lo cerca que estuve de llamarme Euterpe, pero alguien le dijo (y no sabéis lo agradecida que estoy) que la hija de Helena de Troya se llamaba Hermione y así me quedé el nombre. Como no llegaron a casarse, llevo sólo el apellido de mi madre.
No fue la última pelea, con el tiempo se vio que era más lo que les separaba (educación, trabajo, mi padre era algo mujeriego…) que lo que les unía (un año de amor y yo).
La ruptura llegó en Navidades del año 1981, no sé por qué discutieron, pero recuerdo que fue horrible y que culminó cuando mi madre le lanzó el secador de pelo a la cara. Hizo la maleta, me cogió en brazos, se fue al aeropuerto y las dos nos subimos al primer avión de nuestra vida. Diréis que era muy pequeña para recordarlo, pero cuando un dementor se acerca a mí les puedo ver peleando...
Cuando yo tenía tres años, mi madre conoció en un congreso al que dos años después se convirtió en su marido: Paris Troy. Él también es dentista y mis amigos creen que es mi padre biológico.
Mi padre biológico siguió en contacto conmigo, iba a Londres por mi cumple y Navidades, nos íbamos de vacaciones juntos, me enseñó a escribir y leer muy pequeña (de ahí me viene la afición) y me mandaba 7 cartas al día (por correo normal, el no esmago), al menos al principio… con el tiempo se fueron distanciando hasta llegar al presente, en el que apenas tengo contacto.
Salvo hace dos años, que mi madre me obligó ir a Francia con él para conocer a Mónica, su "noviecita". Me cuesta admitirlo, pero es maja. Yo esperaba una anoréxica rubia con edad suficiente para ser mi hermana, pero no; tiene 43, un año menos que mi padre y no me disgusta del todo. Pero aún así la odio y tengo mis motivos, que ahora no os voy a contar.
A ver, reviso mi equipaje: bañador… sí, bikini… sí, vestidos… sí, ropa interior… sí, ropa cómoda… sí, crema solar… sí, cepillo de dientes… sí, "la comunidad del anillo", a ver si lo acabo de una vez… sí, galletas de canario regalo de Fred y George… sí, porque nunca se sabe, pasaporte… sí, maquillaje… sí, crema depilatoria… sí. Pues ya está todo.
Creo que no os he dicho que este viaje es idea de mi madre, dice que "en estos tiempos oscuros, si queremos fortalecernos hay que mostrar lazos de amistad, amor y confianza muy fuertes".
Tengo la ligera sospecha de que Dumbledore ha hablado con ella, porque la frase parece sacada del discurso que nos dio en el banquete de despedida.
Bueno, Antoin debe de estar a punto de llegar, será mejor que me prepare para el "feliz reencuentro".
&·&·&
Antoin Depardie era uno de esos hombres que en su juventud no podía entrar en una habitación sin que todas las mujeres, y algunos hombres, se volvieran a mirarle.
A los 45 años, seguía conservando en sus ojos el brillo del conquistador a la fuerza. A la fuerza porque cuando eres un pianista rico, atractivo, de origen anglo-francés y todas tus fans te tiran bragas con mensajes como "lo que está dentro te espera", es imposible no ser mujeriego. Sin embargo, en aquel momento no se podía apreciar ese brillo, sólo cierto estrés.
Su avión acababa de aterrizar hacía apenas 30 minutos cuando debía haberlo hecho hacía 3 horas; estaba atrapado en un atasco en un taxi con un taxista loco llamado Liam que no hacía más que decir: "llevo 18 años de taxista y en mi vida había visto un atasco semejante".
Y aún tenía que recoger a su hija, volver a coger el taxi, regresar al aeropuerto y facturar el equipaje para coger un avión en 1 hora y 45 minutos…
A simple vista parecía imposible, pero cuando Antoin Depardie se proponía algo, siempre lo lograba.
Al fin llegaron a la puerta del céntrico apartamento donde vivían su ex novia y su hija. Liam se volvió para decirle el precio de la carrera pero él dijo:
No tardaré mucho. Si pudiera esperar un momento me haría un gran favor –todo esto fue pronunciado con un acento perfecto y una sonrisa llena de educación.
- Encantado –contestó Liam, que se había quedado hipnotizado viendo su espectacular sonrisa.
Subió corriendo al cuarto piso y llamó a la puerta. No tardó mucho en ser abierta y él se quedó contemplando las dulces facciones de Helena Granger, o mejor dicho, Helena Troy. Era una mujer menuda, de pelo y ojos castaños. Su hija, Hermione, había heredado ambas cosas; sin embargo, en el carácter se parecía más a él: cuando se le metía algo en la cabeza, no paraba hasta conseguirlo, lo cual los metería a los dos en más de un lío en aquellas vacaciones.
- Hola, Helena. Venga, dile a Hermi que salga, tengo un taxi esperando en la puerta y la carrera me va a costar un ojo de la cara.
- Pues… vas a tener que esperar un poco porque aún no esta lista.
- ¿Cómo es posible? –se le veía muy alterado, odiaba cambiar sus planes.
- Bueeeeno, es una mujer… solemos tardar un poco más.
- No es una mujer, tiene 15 años. Aún es una niña.
- Tiene casi 16 –su hija había nacido el 19 de septiembre–. Es una adolescente. Está en una edad muy difícil. Te voy a ser sincera… no quería ir contigo.
- Por favor. ¿Qué hay mejor que ir a las Bahamas con tu padre? –su ex novia alzó las cejas como diciendo: "¿De veras quieres que conteste a eso?"
- Verás –Helena, reprimiendo a duras penas una sonrisa, decidió que sí debía contestar–, un chico la había invitado a Bulgaria y le hacía mucha ilusión ir.
En aquel momento, Antoin sufrió una especie de espasmo en la cara. ¿Chico¿Bulgaria¿Chico? No podía ser verdad, su niña no podía estar pensando en chicos. No, a su Hermi sólo le gustaban los libros, estudiar, oír música, el cine, el arte… pero a ella no le gustaban los chicos. Ni las chicas tampoco, aunque si en aquel momento le hubieran dicho que era lesbiana, se hubiera relajado. Las mujeres no buscan sexo porque sí.
Después de soltar la bomba búlgara, Helena se fue a avisar a Hermione de que su padre ya había llegado.
Antoin, presa del shock, se sentó donde pudo y apoyó los codos en lo que él creía que era una mesa. Pero al hacerlo, el tablero hizo un ruido, que demostraba que se había sentado en el piano.
¡El piano!
Tocaría un poco. Eso siempre le relajaba.
&·&·&
A ver, a ver si no me dejo nada… no, está todo. Así que, en cuanto llegue, quito la música y me voy a las Bahamas…
Un momento. ¿No había dicho Harry que sus tíos, su primo y Marge, la increíble mujer globo, iban allí?. ¡Ay, Merlín!. ¡Que lo dijo!. ¿O no?. ¡Ni siquiera puedo comprobarlo porque le mandé mi respuesta en la parte de atrás de su pergamino!
¡Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta¡ Tonta! Tonta! Tonta!Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta! Tonta!
Bueno, vale ya de recriminaciones. Pensemos en positivo: mi suerte no puede ser tan mala. Seguro que iban a Las Bermudas o a Las Barbados. Total, anda que no hay islas en el Caribe:. ¿van a ir justamente a la misma que yo?
La puerta se abre de golpe, casi matándome del susto:
- ¡MER! Tu padre ha llegado. Date prisa, que por lo visto tiene un taxi esperando.
- Ya voy.
Empiezo a recoger mis cosas lentamente (por joder: si él tiene prisa, yo no tengo ninguna).
Cuando voy a salir, mi gato Crookshanks se sube a mi maleta.
- Lo siento, cariño, pero Las Bahamas no es lugar para los gatos.
Él se gira, ofendido, y se va a mirar por la ventana.
En ese momento oigo que suena el piano del comedor. ¡Que raro! En mi casa nadie lo toca, a no ser que sea...
¡Lo es!
Es mi padre. Reconozco su forma de tocar.
Esta interpretando "para Elisa", una de mis melodías favoritas.
Si algún día tengo una hija, es decir, si el Hijo de Puta Demente no me mata antes, la llamaré Elisa. Mientras oigo la música me acercó al salón y veo a mi padre tocar. No puedo evitar sonreír. En ese momento él deja de tocar y se vuelve hacia mí.
&·&·&
Antoin llevaba un rato tocando el piano cuando se sintió observado. Tenía ese don: cuando una chica guapa le miraba tocar, él lo notaba. Tal vez fuera un eco de la magia que había heredado su hija de algún antepasado mago. O una antepasada bruja...
Así que dejó de tocar y se giró hacia la puerta del pasillo…
Y se quedó alucinado.
Apoyada en el marco, luciendo una sonrisa de anuncio de Orbit White, estaba una joven no muy alta, de cabello castaño claro, liso y ojos color miel. Se había vestido con unos pantalones pirata y una camiseta de tirantes que ponía de relieve su esbelta figura. Lo que le había dejado sorprendido no era lo mucho que había crecido su Hermi. No.
Una de las dos cosas que le sorprendió era el parecido físico con Helena, la otra cosa era…
- Tus dientes son normales –le dijo a la joven.
- Hola a ti también –respondió la chica con cierto sarcasmo, luego sonrío maliciosamente y añadió–Sí, he usado la magia para reducirlos. Es una historia un poco larga.
No iba a continuar, pero al ver que el hombre enarcaba las cejas en una señal de aliento e interés lo hizo.
- Verás, mi amigo Harry se estaba peleando con Malfoy y una de las maldiciones (la del capullo) me alcanzó y me puso unos dientes que parecía un castor. Así que fui a la enfermería, la enfermera me puso delante del espejo y dijo "cuando vuelvan a su tamaño normal dime que pare." Yo dejé que siguiera un poco más –una sonrisa maliciosa apareció al tiempo que añadía–. Deberías haber visto lo mucho que se enfadaron Helena y Paris. Como son dentistas, piensan que la magia y los dientes no deben mezclarse.
- Pues yo creo que es una tontería. Una de las ventajas de la magia es que te puede facilitar las cosas, ma cherie –tras esto, empezó un discurso en francés del que la narradora de este fict no entendió nada de nada y, a juzgar por la expresión de su cara, Hermione tampoco.
- Esto… Antoin –hizo una pausa, como si fuera darle una mala noticia y tratara de amortiguar el golpe–, yo ya no hablo francés.
- ¿Cómo? Pero si hace dos veranos lo hablabas como si fueras nativa.
- Tú lo has dicho, hace dos veranos, pero ahora…
- ¡HERMIONE JANE GRANGER DEPARDIE! –seguida del grito apareció Helena en el salón. En una mano llevaba al gato de su hija, en la otra llevaba una camiseta de esas de una sola manga. Estaba bastante enfadada–. ¿Qué hacía esto en tu maleta?. ¿Cómo te atreves a cogerlo sin permiso?
- ¿Has revisado mi maleta?. ¿Pero tú quién te crees que eres para hacerlo?
- Tu madre. Eres tú la que no tiene derecho a llevarse mis cosas sin permiso.
- Pero si esa camisa no te queda bien, a mí me queda mejor.
- Esa no es la cuestión…
- La cuestión –dijo Antoin–, es que no tenemos tiempo para esto. Hermi, coge tus cosas que hay que irse.
- Bien –dijo la chica–. Estoy muy contenta de irme de esta casa en la que no se respeta mi intimidad.
Dicho esto, cogió su bolso de mano, abrió la puerta y se fue a llamar al ascensor sin volver la vista atrás en ningún momento. Antoin se despidió de Helena y salió al descansillo a tiempo para subirse al ascensor.
Llegaron abajo y fueron recibidos por un Liam bastante histérico que dijo:
- ¡Hey!. ¿No iba a ser un momento? Llevo aquí más de 30 min.
- No me hables –dijo Antoin enfurruñado.
Subieron al taxi y cuando ya estaban apunto de arrancar…
- ¡ESPERE! -Helena bajó corriendo, todavía con gato y camiseta en la mano–. Mer, cariño, ibas a irte sin darme un beso.
- Pues claro que no, mami –la chica bajó del taxi y la abrazó mientras Liam se frotaba las manos, ya que con aquella carrera le había tocado el cupón. Antoin empezó a golpearse la cabeza con el reposacabezas del asiento de Liam. El gato, que había entrado al taxi, lo miraba todo con cara de "mis humanos están locos".
Finalmente, madre e hija se separaron y Hermione volvió a subir al taxi. Cuando entró, Helena le dio la camiseta al tiempo que decía:
- Llévatela. A ti te queda mejor.
- No digas tonterías, es tuya. No quiero llevármela.
- Por favor, llévala...
- No, mami.
- Que sí.
- Que no.
A todo esto, la camiseta entraba y salía por la ventanilla, y Liam observaba como en su taxi se inventaba una nueva variedad del tenis.
- Se la lleva. –intervino Antoin–. Liam, arranque. Helena, hasta pronto.
- Adiós. Divertíos.
El taxi arrancó en dirección al aeropuerto mientras Helena observaba cómo el taxi se alejaba, haciéndose más y más pequeño… pero entonces, se paró.
- ¡Mami! –gritó Hermi–. ¡Que nos llevábamos a Crookshanks!
- Ya voy, cariño. Pasadlo bien –dijo recogiendo al gato y dando otro beso a su hija.
- No vamos a llegar –gemía Antoin al ver que Liam se detenía en un semáforo en rojo.
&·&·&
Pero al fin, llegamos a Las Bahamas.
Creedme, chicas y chicos: si el viaje hacia el aeropuerto fue duro, con mi padre a punto de darle un infarto y Liam quejándose del tráfico de Londres y lo genial que era vivir en su Dublín natal, el de avión fue una odisea.
Yo esperaba poder leer "La comunidad del anillo", libro que empecé a leer en mi primer año en Hogwarts y que, a este paso, acabaré cuando mis nietos vayan a la universidad…
Pero mi padre quería hablar. Estaba animado por la historia de cómo me reduje los dientes y pensaba que debíamos comunicarnos. Pero yo no quería seguir "comunicándome", quería leer.
Cuando vio que yo no soltaba más prenda, empezó un discurso surrealista sobre los chicos y que sólo les interesa una cosa de las chicas. Bueno, dos, porque a algunos les apetecía repetir.
Para colmo, la azafata se empeñó en que yo era la clase de chica que necesita auriculares para no perderse el fascinante diálogo de "El regreso de Lassie".
Pero eso no fue lo peor.
- ¡Nooo!
Lo peor llegó cuando, al volver del baño, me crucé con una Señora delgada, rubia, con cuello de jirafa (diría de cisne pero ese animal resultaba demasiado elegante para ella) que decidió que yo era la novia adecuada para su "querubín", que al conocerlo me dieron ganas de llamar a la Disney para que pudiera hacer un cameo en "Liberad a Willy 4".
Porque después de Lassie, no podía faltar Willy.
El punto es que el aprendiz de ballena se pasó todo el rato comiendo los bollitos asquerosos que ponen de postre con la cena. Si no se comió 20 es porque se zampó 30. Cuando, a punto de llegar, pillamos turbulencias, lo vomitó todo sobre una pobre pareja de ancianitos que iba delante. Los padres, al verlo, pusieron cara de orgullo… Como si hubiera ganado un Nobel a la mejor potada aérea de la historia (NDB: jajajajaja). Puedo jurar sobre mi libro de Aritmancia que el avión iba tumbado hacia el lado del chico.
¿Sabéis lo que hacía mi padre mientras yo pensaba que el hipogrifo era el mejor medio de transporte aéreo del mundo?
DORMÍA.
¿Pero cómo se puede dormir en esas circunstancias?
Yo mientras sufriendo porque iba a morir virgen.
¡Qué hombre más insensible!
Pero por fin hemos aterrizado sanos y salvos.
Vamos en un jeep camino del hotel.
Aquí es noche cerrada.
Tengo ganas de llegar y darme una ducha.
- Bien, hemos llegado –me anuncia mi padre–. Voy a por la llave.
- OK. –contesto distraída, tratando de ver el mar sin conseguirlo–. Estaré mirando por el hall.
Mi padre se va para la recepción y yo doy vueltas…
Cuando de repente…
Veo al chico más guapo del universo… En serio, es como Brad Pitt pero más joven. Lleva una camisa blanca completamente desabrochada que deja al descubierto un tórax fuerte y musculoso y unos vaqueros ceñidos marcapaquetes que os aseguro que tienen mucho que marcar…
En este momento, se gira hacia mí y le reconozco…
¡Es Oliver Wood!
Era capitán de Quidditch de mi casa en la escuela. Tres años con él y nunca vi lo bueno que está. ¿En que estaría pensando?
Me preparo para soltar mi más seductora sonrisa. La misma con la que seduje a Viktor Krum en la biblioteca.
(Luego dicen que allí no se encuentran cosas útiles)
Sacudo la melena y…
¡JODER!
¿DE DÓNDE COÑO HA SALIDO ESTA MESA?
Mi momento de gloria arruinado por una mesa. ¡Maldita sea!
- Hermi. ¿Estás bien? –acaba de llegar Antoin–. Tienes que mirar por dónde vas. ¿En qué pensabas?
- En el placer físico. –contesto distraída.
- ¿Qué? –cuando me vuelvo, mi padre está más blanco que Myrtle la Llorona, una fantasma que vive en el baño de las chicas.
- ¿Tienes la llave? –él asiente y nos vamos.
Resulta que no es una habitación, sino un bungalow en medio de la playa. Precioso. Sólo hay un problema.
- Antoin, sólo hay una habitación con dos camas.
- ¿Por qué me llamas Antoin?
- Es que ahora la moda es llamar a tus padres por el nombre de pila –es una mentira, pero es mejor que la verdad.
- Bueno, es normal que padre e hija duerman en la misma habitación.
- Ya, pero tú no querrías que una hija durmiera con un extraño. ¿Verdad? –él asiente–. ¿Ves a dónde quiero llegar? Hace siglos que no te veo y yo he cambiado. Me sentiría muy incómoda durmiendo contigo. ¿Lo entiendes?
- Si quieres puedo dormir en el sofá.
Yo sonrío, voy a la habitación, tomo unas mantas y se las llevo.
¿A que soy amable?
- Buenas noches, Antoin –le doy un beso en la mejilla.
- Buenas noches, cariño –contesta. Mientras me voy le oigo murmurar–. Mi pobre espalda…
Bueno es hora de descansar para afrontar mi primer día en el paraíso.
Y esto es todo por... ¡No! Por ser estreno, hoy tenéis dos capis. Pero no os acostumbréis.
