REVIVIR EL PASADO

Por Sabrina Zaldívar y Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 6

Escucho la puerta de la casa abrirse, inmediatamente fue hacía ella, pensó que Hanamichi talvez se había arrepentido, pues hacia unos minutos, el pelirrojo había salido por esa puerta con maleta en mano ignorando las suplicas de su amante. Se decepciono un poco al ver que se trataba de Hitomi, no es que no quisiera verla, pero la imaginaba consolando a Tomoya, se sorprendió al verla con los ojos colorados, y una mueca amarga.

—Hitomi, estas bien?

—Si, no te preocupes – Hitomi no quería que su papá se preocupara por ella, ya tenía él bastante con sus propios problemas – y papá?

—Se fue – Kaede bajo el rostro

—Que? - no podía creer que su padre hubiera hecho eso

—Yo… no pude detenerlo - Hitomi se sentó junto a él, el rostro de su padre estaba serio, sin vida, parecía un zombi, de repente se levanto y camino rumbo a su habitación.

Hanamichi no podía dormir, como dormir cuando acababa de descubrir que su pareja le había engañado hacía años, no podía creer que Kaede le hubiera ocultado ese secreto durante tanto tiempo, escucho su celular, no tenía ganas de contestar, sabía que no era Kaede, antes de irse le había dejado muy claro que no quería volver a verle, y eso incluía que no le llamara, de no ser porque lo tenía cerca de su mano no hubiera tomado la llamada.

—Papá?

—Hola Hitomi

—Donde estas

—En un hotel

—Porque te fuiste

—Es bastante obvio

—Pero papá…

—Hija, no quiero hablar de eso por favor… mejor dime como esta Tomoya

—Él, esta bien… bueno, no esta bien, esta enojado, confundido, espero que se le pase pronto, igual que a ti… Papá te necesita, si tu lo vier…

—No quiero saberlo

—Pero papá…

—Por favor Hitomi

—Esta bien, dime en que hotel estas

—En el Ekihime

—Frente a la estación del tren?

—Si… no se lo digas a Kaede

—Vas a volver, verdad

—No… no lo sé, pero quiero que tengas bien presente que te amo

—Lo sé papá

Hana apagó el celular una vez que termino de hablar con Hitomi, no quería mas interrupciones, quería dormir, olvidarse de todo por un rato, pero por más vueltas que le dio a la cama no logro conciliar el sueño.

Hitomi colgó, se quedó mirando el teléfono, pensó en llamar a Tomoya, seguramente ya habría llegado a su casa, si es que estaba ahí, pero seguramente seguiría enojado, no, mejor iría a verlo después, en este momento él tenía demasiadas cosas en que pensar y no era buena idea incomodarlo, más aún cuando ella era una de las razones por las que él estaba tan molesto.

—Que te dijo? – la voz la saco de sus pensamientos, giro rápidamente para encontrarse con su padre, estaba parado en la puerta de la cocina, ella había preferido usar el teléfono de ahí para que no la escuchara Kaede.

—No te sentí papá – contesto tratando de desviar el tema

—Donde está? – pregunto, en su cara se reflejaba angustia, tristeza, le dio tanta pena verlo así, pero le prometió a Hanamichi que no le diría su paradero.

—Él… - no quería mentirle, de todas formas no tenía caso, era obvio que él había escuchado parte de su conversación telefónica

—No quiere que lo sepa – no era una pregunta, era una afirmación.

—No – vio como su padre agachaba la cabeza – será mejor que vayamos a dormir, ya mañana pensaremos que hacer.

—Si… aunque no creo que pueda dormir.

—Yo tampoco, pero debemos intentarlo – le tomo de la mano y lo llevó hasta su habitación, subieron las gradas y Hitomi sentía como su padre se dejaba llevar como si de un muñeco se tratara. Al llegar a la habitación de sus padres, lo llevó hasta la cama lo acostó, y comenzó a desvestirlo, tarea nada fácil considerando que su papá pasaba del 1.90m

—Es la primera vez en 13 años que voy a dormir solo – Hitomi se sobresalto al oír su voz, en el largo rato que le tomo quitarle la ropa no había dicho nada, lo había dejado solo en boxers y camiseta.

—Quieres que me quede contigo?

—… - con un leve movimiento afirmo, vio como Hitomi se acostaba, se acerco y acomodo la cabeza en el pecho de ella, como lo había hecho tantas veces con Hanamichi, sintió que ella le acariciaba el cabello - yo no sé que voy a hacer sin él – Kaede se desplomó entonces no pudiendo aguantar más las ganas de llorar, Hitomi lo vio asustada, como podía llegar a ese estado, lo peor es que no podía hacer nada, sólo podía abrazarlo, Kaede lloró largo rato hasta quedarse dormido.

Hitomi por el contrario de su padre no podía dormir, aunque sabía que si el lo estaba haciendo era más por el cansancio de haber llorado casi dos horas seguidas, tal vez eso debía hacer ella también, desahogarse, después de todo era su familia la que se estaba separando… pero no podía, su padre la necesitaba entera, no podía derrumbarse ella también.

—Tomoya? – Haruko abrió la puerta de la habitación de su hijo, le había visto entrar, pero apenas la vio en la estancia se paso de largo.

—…- el chico no contesto, no quería hablar con ella tampoco, no quería hablar con nadie, que no podía entender que lo que quería era estar solo.

—Hijo – Haruko sabía que él no quería hablar ahora, pero no soportaba la idea de que la odiara – yo sé que cometí el error de no decirte la verdad pero…

—Como fue?

—Que cosa? – preguntó confundida

—Como fue que siendo novia del Señor Sakuragi terminaste acostándote con el Señor Rukawa?

—…- esa pregunto la descoloco por completo, en la tarde la explicación no había ido más allá de ÉL es tu Padre, no entro en detalles, cuando quiso cuestionarlo a él, ella lo defendió diciendo que él también se acababa de enterar – Tomoya yo… - Haruko lo quedó viendo y comprendió que ya no debía seguirle mintiendo – es… una historia larga

—Tengo toda la noche para escucharte mamá.

Haruko se vio contra la pared. Sería algo difícil eso de confesarle toda –absolutamente toda– la verdad a Tomoya. Sabía que toda la explicación haría quedar a Rukawa como un rufián y a ella como una pobre mujer desvalida víctima de las circunstancias... Y ella sabía que no era así, puesto que, de no haber hecho lo que hizo porque Hanamichi la dejara en aquella fiesta, nada habría ocurrido jamás.

Pensó que no tenía caso seguir mintiendo. Su hijo, después de todo, merecía una versión real. Tenía todo el derecho de enterarse de los acontecimientos que tuvieron que ocurrir para que él llegara al mundo.

—Nunca pensé en que esto te afectaría a ti, Tomoya —empezó Haruko—. Sabes que eres lo más importante para mí, que te amo más que a nada, hijo.

Tomoya la miró sin entenderla.

—Tu padre no es el culpable de todo esto —continuó—. Él nunca supo nada hasta el día de hoy.

—Quiero saberlo todo, mamá.

Haruko tomó aire. Esta sería la primera vez que hablara del incidente ocurrido hacía dieciséis años. Nunca lo contó a nadie, ni a sus padres ni a su hermano, ni a sus amigas. Nadie más que ella supo su propia versión ni la verdad de cómo se sintió durante tanto tiempo.

Armándose de valor, comenzó a hablar:

—El señor Sakuragi y yo fuimos novios durante casi seis años, hace mucho tiempo.

—Eso ya lo sé —la miró molesto. No comprendió a dónde quería llegar hablando de Hanamichi Sakuragi.

—Pero, mucho antes de eso, aún antes de conocerlo a él, yo estuve enamorada de Kaede Rukawa. Él fue mi primer amor.

Tomoya no pensaba ablandar el semblante aunque su madre se justificara de esa manera.

—Continúa.

—Hanamichi y Kaede no se soportaban por eso: yo amaba a Kaede y Hanamichi, a su vez, me amaba a mí. Fue hasta casi un año después de que entramos a la preparatoria, cuando Hanamichi me habló de sus sentimientos y yo acepté ser su novia, porque creía estar ya enamorada de él.

Haruko, sin querer, recordó cuando Hanamichi se le había declarado: la invitación al cine, el tulipán de regalo, la tarjeta hecha por él mismo la noche anterior.... Era un recuerdo que atesoraba, celosamente, como uno de los momentos más felices de su vida.

—Desde entonces, yo no volví a pensar en Kaede de esa manera, porque de verdad sentía amor por Hanamichi. Entramos a la misma universidad, en Tokio. Yo quería ser diseñadora gráfica. Kaede, en cambio, empezó la universidad en Estados Unidos, por eso no supimos de él en casi tres años.

Tomoya no se convencía de la inocencia de su madre. La única víctima, según él, era Hanamichi Sakuragi.

—Algunos años después de terminar la preparatoria, se organizó una reunión de ex-alumnos en Shohoku. Hanamichi y yo asistimos juntos. Para ese entonces, faltaba poco más de un año para titularnos, y teníamos pensado casarnos en cuanto eso sucediera. Sin embargo, Kaede Rukawa asistió también a la reunión. Yo había estado tomando sake, y me sentía ligeramente turbada. No sé por qué lo hice, pero inventé un pretexto para hacer que Hanamichi se marchara. Discutimos y me dejó ahí. Vi a Rukawa solo, tan atractivo como lo recordaba de la adolescencia... Y deseé estar en sus brazos...

Tomoya ponía atención en las palabras de su madre. Ya no lucía el rostro duro y rígido.

—Lo seguí hasta los vestidores del gimnasio. Él estaba pensativo y me miró como nunca lo había hecho. Quise besarlo, y, para mi sorpresa, fue él quien me besó. No pude resistirme y me dejé llevar, hijo... Nunca pensé en lastimar a Hanamichi. Lo único que quería era estar con Rukawa al menos una vez.

—Y fue cuando lo hicieron... —adivinó Tomoya. Sintió su vida como nada. Se estaba enterando, justo en ese momento, que su concepción había sido un accidente. Su madre estaba ebria y su padre lo había hecho sin pensar... Se sintió como nada.

Pero Haruko continuó:

—Fue mi primera vez. Es el único hombre con el que he estado.

Haruko miró a su hijo y lo notó serio, pero no molesto ya.

—A los pocos días empecé a sospechar que estaba embarazada y herí mucho a Hanamichi para obligarlo a odiarme. No soportaba la idea de que había traicionado el amor más limpio que he tenido, y me obligué a alejarlo de mí. Tal vez para recuperarse, Hanamichi consiguió una beca deportiva y se trasladó a Estados Unidos para continuar estudiando ahí. Supongo que fue cuando se reencontró con Kaede e hicieron las pases. Yo no supe que estaban juntos sino hasta que tú conociste a Hitomi.

La mirada de Tomoya entristeció cuando su madre mencionó a la joven.

—¿Por qué nunca te buscó? —preguntó en voz muy baja el muchacho.

—Le pedí a tu tío que nos cambiáramos de casa. No sé si lo intentó alguna vez —mintió Haruko. No deseaba hacer quedar peor a Rukawa—. Él no lo supo, sino hasta hoy.

Tomoya bajó el rostro. Miró largo rato el piso, pensando.

—¿Por qué lo hiciste, mamá? —miró a su progenitora con lágrimas en los ojos. A Haruko se le partió el alma al ver a su hijo con tanto dolor en el rostro.

—Perdóname, por favor, hijo. Sé que debía habértelo dicho...

—¡No! ¡Eso no! —explotó el chico— Tú no entiendes.

La mujer, efectivamente, no comprendió.

—Soy un accidente. Ni mi padre ni tú me quisieron alguna vez. Él nunca supo de mi existencia, hasta que me atravesé en su camino. Y tú... me concebiste para acabar con tu vida... Sólo por un impulso que no planeaste jamás...

El chico derramaba lágrimas mudas. No comprendía por qué su madre le había mentido por tanto tiempo.

Haruko, en ese momento, comprendió el dolor de su hijo. Entendió la razón de su curiosidad: Tomoya sospechaba todo eso y, tal vez, hubiera deseado escuchar otra versión.

La noche pasaba muy lenta. Hitomi no lograba conciliar el sueño. Sabía que el de su padre era intranquilo, puesto que lo sentía revoloteando entre las sábanas.

—Tranquilízate, papá —susurró sobre su cabello—. Todo esto pasará pronto...

Hacía horas que Kaede dormía profundamente. Hitomi lo acomodó entre las sábanas y se dirigió a la cocina.

Al bajar las escaleras, creyó ver una silueta por la ventana que daba hacia el jardín... Pensó que era su padre, pero lo descartó e imaginó que no había sido nada.

Llegó al lavamanos y pensó en Tomoya... Recordó sus palabras: "Tomoya deja de decir tonterías" "No son tonterías" "Claro que si, entiende que yo no era nadie para…" "¡¡¡¡ERES LA MUJER QUE AMO, CLARO QUE TENÍAS DERECHO!!!!" "Eso no me daba derecho de decidir si debías saber…" "Eras mi novia" "Tomoya, Soy tu novia" "No… ya no"...

Lo extrañaba.

Tomoya era un chico agradable. Cierto era que al principio no le gustó, porque le recordaba bastante a su padre, pero... con el tiempo, con la cercanía, no fue difícil enamorarse de él. Tomoya era un muchacho agradable, tierno y comprensivo... En todo ese tiempo de ser novios, más que quererlo, Hitomi había aprendido a amarlo.

—Tomoya... —susurró con tristeza, y, finalmente, después de tantas horas de guardarlo, rompió a llorar.

Lloró tanto, que no se dio cuenta de que los minutos pasaron, y acumularon casi una hora. Miró el reloj de gato que había en la sala –el que Hanamichi le había obsequiado a Kaede cinco o seis años atrás–; marcaba las tres y media. Pensó en llamar a Hanamichi nuevamente a su celular, al menos así sabría que se encontraba bien. Sin embargo, no lo hizo. Conocía bien a su padre, y supuso que el móvil estaría apagado a esas horas.

Hitomi se sentó en el sofá más grande. Ahí estuvieron sentados Kaede y Tomoya juntos el día que ella los presentó. Suspiró sin darse cuenta, y escuchó el timbre del teléfono. Se apresuró a contestar para que su padre no despertara:

—¿Diga?

El silencio reinó, en la habitación y en la línea. Hitomi no comprendió.

—¿Diga? —repitió, pero nada— ¿Hay alguien ahí?

La chica comenzaba a desesperarse. Alguien estaba jugando con su paciencia.

Estaba decidida a colgar la bocina, cuando al fin alguien contestó:

—¿Hitomi?

La aludida de inmediato reconoció la voz que le hablaba.

—¿Tomoya? —no podía creer que fuera él.

La ausencia de una negación le indicó que, efectivamente, era el muchacho.

—¿Estás bien? —le preguntó ella.

El aludido demoró unos segundos en contestar.

—¿Tomoya? —volvió a preguntar ella, temiendo que la comunicación hubiese sido cortada.

—Te extraño, Hitomi... —susurró él, del otro lado de la línea.

Ella se conmovió.

—Yo también te extraño, Tomoya... —se sinceró— ¿Quieres que hablemos?

La chica esperaba que su, aparentemente, novio asintiera.

—No lo sé... Yo... Te llamo después.

Colgó de inmediato.

La joven miró el aparato en su mano algunos minutos más. Se sintió muy sola... Y volvió a llorar.

Deseaba, con toda su alma, que aquello se solucionara pronto.

CONTINUARÁ...