REVIVIR EL PASADO

Por Sabrina Zaldívar y Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 7

Había pasado ya cerca de una semana desde que Hanamichi se marchara de la casa.

Kaede estaba triste, desganado. Casi no comía. Era como un bebé que necesitaba que hicieran todo por él.

Hitomi había llamado al director técnico del equipo para reportarlo enfermo y así evitar que lo echaran. Llamó varias veces al estudio donde se grababa la telenovela que protagonizaba Hanamichi, pero nadie le había podido decir si él estaba bien. La secretaria sólo mencionó que el último capítulo de la telenovela había sido filmado más de una semana atrás, y que Hanamichi había hablado con el productor un par de días antes. Desde ese día, nada se sabía sobre él.

Todo eso la sacaba de quicio.

Tomoya no la había llamado, y cuando ella lo buscaba, se negaba a contestarle y le había dejado bien claro que no lo buscara en casa.

—No va a contestarte —declaró Rukawa.

Era la tercera vez que Hitomi marcaba el número celular de Hanamichi.

—Pero hace una semana que no viene a casa, papá. Me preocupa.

—A mí también, pero no soporto que cuelgue cuando le llamo.

Kaede bajó la mirada.

—Lo extraño, Hitomi.

—Lo sé.

Eso se volvía cada vez más deprimente.

Algo tendría que hacer ella para solucionar las cosas.

Las cosas en su hogar se sentían tensas.

Tomoya ya no era el mismo muchacho alegre con buen sentido del humor. Ni siquiera salía con Hitomi. Eso era lo que más la atormentaba. Siempre estuvo consciente de que el saber la verdad alejaría a su hijo de su primer amor.

—Perdóname, Tomoya... —susurró para sí.

No había nadie en la casa. Tomoya aún estaba en la escuela. Si no mal recordaba, su hermano había asistido a una convención de algo relacionado con la empresa en el distrito de Nerima. Eso le daba tiempo para, ahora, explicarle toda la verdad a Takenori.

Esa soledad le dejaba mucho tiempo para pensar.

Pensaba en que Tomoya estaba deprimido, y ella lo entendía. Su hijo debía sentir su vida como nada. Recién se había enterado de que nunca había estado planeado su nacimiento. Y, encima de todo, descubre que su novia es hija de su padre...

No pintaba bien.

Ni siquiera se percató de que el timbre de la puerta estaba sonando, hasta que quien tocaba se pegó al interruptor como si de ello dependiera su vida.

Era la persona que menos imaginaba encontrar en el umbral de su hogar.

—Hola... —Hanamichi Sakuragi, abatido y evidentemente preocupado, la saludó.

Haruko se consternó.

—¿Quieres pasar?

Haruko lo vio frente a ella. Era la primera vez que estaban a solas en dieciséis años. Sabía que aquél momento llegaría alguna vez, puesto que no hubo mayores explicaciones cuando decidió abandonarlo.

Sin embargo, igual que con Tomoya y con Kaede, nunca estuvo preparada para que todos aquellos errores le saltaran a la cara sin previo aviso.

—Prepararé té.

Hanamichi no intentó detenerla. Permaneció ahí, sentado en el sofá, en el que alguna vez fue presentado como el novio de la hija más pequeña del matrimonio Akagi. Ahí mismo, en donde Takenori lo miró con confianza. Y ahí mismo, en donde, algún día muy lejano, prometió a los padres de su novia cuidarla durante el tiempo que estuvieran juntos, amarla, respetarla y protegerla...

RECUERDO

Pasa, Hanamichi —Haruko lo saludó sonriente. Le tomó de la mano para hacerlo entrar a su casa. Dos días atrás, habían celebrado sus primeros cuatro meses como novios formales, y ese domingo todo estaba listo para que sus padres lo conocieran como el hombre que quería pasar el resto de su vida con su hija.

La casa estaba impecable. Akagi no usaba ropa deportiva, y Haruko se había arreglado inmaculadamente para la ocasión.

Siéntate, Hanamichi.

Él obedeció mecánicamente.

Estaba muy nervioso.

Su hermano lo había preparado psicológicamente, pero no era lo mismo escucharlo hablar de la primera vez que vio a los padres de su esposa que estar frente al señor y la señora Akagi.

Haruko, trae limonada para todos —ordenó la señora Akagi.

Haruko obedeció y dejó a su novio frente a tres pares de ojos sometiéndolo a un escrutinio paralizador.

Así que tú eres el novio de mi hija... —escuchó decir a su suegro.

Sí, señor. Mi nombre es Hanamichi Sakuragi, y quiero decirle que estoy profundamente enamorado de su hija, que nunca pienso faltarle al respeto, y que espero pasar el resto de mi vida con ella...

Jijiji... —la señora Akagi rió con discreción— Tranquilízate, hijo. Te llamas Hanamichi, ¿cierto? —el pelirrojo asintió con la cabeza— Mira, no vamos a juzgarte o a pedirte explicaciones.

Nos alegra que seas novio de Haruko —continuó el hombre, apoyando a su esposa—. Ella es muy feliz a tu lado, y eso es lo que nos importa.

No te invitamos para aterrorizarte. Sólo queríamos conocerte y que tú nos conocieras, puesto que eres parte de nuestra familia.

Hanamichi se sorprendió. Nunca pensó que la primera impresión con sus suegros sería tan sencilla.

Takenori no dijo una sola palabra. Sin embargo, aprobó la conversación con su mirada. Sabía que su hermana estaba en buenas manos.

Después de eso, todos pasaron al comedor.

FIN DEL RECUERDO

Suspiró. Aquél tiempo era lejano y no volvería jamás.

El sonido del té siendo servido frente a él lo regresó al presente.

—¿Quieres azúcar? —le preguntó Haruko.

Hanamichi asintió. Mientras ella colocaba el endulzante en el brebaje, el pelirrojo la observó. De verdad había cambiado en ese tiempo. Lucía pálida y demacrada. Incluso se veía mayor de lo que verdaderamente era. Su cuerpo aún era menudo, como alguna vez sintió entre sus brazos. Sin embargo, la mirada ilusionada y cómplice había desaparecido de sus ojos azules.

—¿Qué sucedió, Haruko? —dijo de pronto. Pero así había sido siempre Hanamichi: directo y sincero.

—No lo sé —respondió ella con timidez. Aún después de tantos años, no lograba perdonarse por haberlo traicionado de una manera tan vil.

Permanecieron en silencio. Fue mucho tiempo. Las palabras no salían de ninguna parte.

—Yo te amaba Haruko...

—Lo sé.

—Entonces... ¿No eras feliz conmigo? ¿Acaso hubieras querido que lo hiciéramos para que no fueras a acostarte con Rukawa en aquella fiesta?

No lo dijo con brusquedad, pero Haruko lo sintió como un golpe en la mejilla.

—Perdóname, Hanamichi... —susurró.

Se levantó del sofá y caminó por la estancia. En el pasillo, una de las repisas llamó su atención: estaba llena de fotografías. Una, en particular, lo atrapó: era Tomoya, como de seis años, sosteniendo un letrero con letras azules "Papito seguiré tus pasos". Detrás de él, Takenori sonriendo.

Haruko lo siguió y se detuvo detrás de él.

—Pudo haber sido mi hijo, Haruko.

Ella cerró los ojos.

—Hubiéramos sido felices.

—Hanamichi, lo siento... De verdad lo siento... Estuve arrepentida de haberlo hecho. Supe que había arruinado mi vida en cuanto recobré la conciencia de lo que había sucedido.

Sus lágrimas empezaron a caer involuntariamente. Hanamichi se le acercó y la abrazó. Quedamente, él también se permitió llorar después de varios días de guardar todo aquello dentro de él.

—Perdóname, Hanamichi... Por favor... —susurró ella entre sollozos.

—Perdóname tú a mí, Haruko —pidió él—. Nunca debí haberte abandonado, aún cuando tú me lo hubieras pedido... Tus padres confiaron en mí... Debieron haberme creído lo peor...

—No. Claro que no...

Hanamichi no comprendió.

—Yo nunca le dije a nadie lo que había ocurrido —continuó ella secándose las lágrimas con la manga de su suéter—. Les expliqué a papá y a mamá que el error había sido mío... Ni siquiera mi hermano sabe la verdad.

Hanamichi se sintió muy culpable.

Haruko... La pobre Haruko había llevado esa carga consigo durante dieciséis años, y sola...

—Kaede no tuvo la culpa, Hanamichi... —susurró ella. Quería dejar bien en claro que en ningún momento se había aprovechado de ella.

—No quiero que me hables de él, Haruko...

—Pero debes saberlo. Yo te eché de la fiesta a propósito. Lo seguí hasta los vestidores del gimnasio. Quise estar con él por lo menos una vez Hanamichi... Sé que no debí haberme acercado, pero no pude contenerme...

Ella lloraba en silencio. A Hanamichi le había dolido escucharla hablar. Tenía razón: Rukawa no había sido el único culpable. No obstante, le había ocultado algo tan importante como eso durante dieciséis años... Estaba tan confundido...

Tomoya caminaba en silencio.

Desde que se había enterado de la verdad, nada le parecía lo mismo. Había dejado de confiar en las personas. Se sentía completamente solo... Ni siquiera le permitía a Hitomi acercarse a él.

—La extraño... —se dijo a sí mismo.

Estaba seguro de que ella también lo extrañaba. Pero algo no le permitía dejarla entrar en su corazón otra vez.

Se preguntó si todavía la amaba... ¿Qué si la amaba? ¡Por supuesto que la amaba, y mucho! Pero le había ocultado algo tan importante como eso...

Iba llegando a su casa. Pensaba que ni su tío estaría. La atmósfera sería muy densa con su madre tratando de contentarlo toda la tarde... Deseó no volver.

Al llegar, vio el auto de Hanamichi Sakuragi estacionado en la entrada.

—¿Qué estará haciendo aquí? —se preguntó. Luego se horrorizó— De seguro quiere una explicación de mi mamá... ¡Podría hacerle daño!

Corrió los veinte metros que lo separaban de su casa con toda la velocidad que sus piernas le dieron. Aunque estuviera tan molesto con Haruko, ella no dejaba de ser su madre. Después de todo, lo había cuidado con amor y paciencia durante dieciséis años. Él no podía dejar de quererla así de fácil.

—Yo te voy a cuidar, mamá —pensó.

Abrió de súbito. Creyó que encontraría a su mamá llorando y a Hanamichi Sakuragi gritándole y pidiéndole respuestas. Se preparó para enfrentarse a él a golpes si era necesario... Pero halló un silencio total. Algunos murmullos se escuchaban desde la estancia. No hizo ruido al entrar. Escuchó los últimos trazos de la conversación entre el pelirrojo y su madre:

—¿Qué sucedió, Haruko?

—No lo sé.

Permanecieron en silencio.

—Yo te amaba Haruko...

—Lo sé.

—Entonces... ¿No eras feliz conmigo? ¿Acaso hubieras querido que lo hiciéramos para que no fueras a acostarte con Rukawa en aquella fiesta?

—Perdóname, Hanamichi... —susurró.

—Pudo haber sido mi hijo, Haruko. Hubiéramos sido felices.

—Hanamichi, lo siento... De verdad lo siento... Estuve arrepentida de haberlo hecho. Supe que había arruinado mi vida en cuanto recobré la conciencia de lo que había sucedido.

Sus lágrimas empezaron a caer involuntariamente. Hanamichi se le acercó y la abrazó. Quedamente, él también se permitió llorar después de varios días de guardar todo aquello dentro de él.

—Perdóname, Hanamichi... Por favor...

—Perdóname tú a mí, Haruko. Nunca debí haberte abandonado, aún cuando tú me lo hubieras pedido... Tus padres confiaron en mí... Debieron haberme creído lo peor...

—No. Claro que no... Yo nunca le dije a nadie lo que había ocurrido —continuó ella secándose las lágrimas con la manga de su suéter—. Les expliqué a papá y a mamá que el error había sido mío... Ni siquiera mi hermano sabe la verdad. Kaede no tuvo la culpa, Hanamichi...

—No quiero que me hables de él, Haruko...

—Pero debes saberlo. Yo te eché de la fiesta a propósito. Lo seguí hasta los vestidores del gimnasio. Quise estar con él por lo menos una vez Hanamichi... Sé que no debí haberme acercado, pero no pude contenerme...

Tomoya los observó hablar. Ninguno se percató de que él estaba ahí.

Se conmovió. Hanamichi Sakuragi había amado mucho a su mamá en el pasado. Y la había perdonado por todo lo ocurrido...

—Ya no te mortifiques, Haruko —pidió el pelirrojo—. Todo estará bien de ahora en adelante.

Ella sonrió.

—Pero has arruinado tu relación, Hanamichi.

—Eso no importa. Kaede y yo podremos arreglar esto después —intentó convencerse—. Los únicos que no merecen nada de esto son Hitomi y Tomoya... Ellos deben estar juntos... y ser felices...

—Hanamichi... No quiero que mi hijo cometa los mismos errores que yo. Él no debe alejar a Hitomi de su lado.

—Lo sé.

Tomoya se sorprendió. Entre todo ese alboroto, todo el dolor y toda la frustración, ellos aún podían preocuparse por él y por su novia.

Pensó que no era tarde para arreglar las cosas con Hitomi y volvió a salir de su casa. Haruko y Hanamichi se sobresaltaron cuando escucharon la puerta cerrarse.

—Debe haber sido Tomoya... ¿Crees que nos haya escuchado?

Llevaba como media hora ahí, en el jardín, sentado y sin atreverse a llamar a la puerta.

La luz de la habitación de Hitomi estaba encendida. Podía ver la silueta de la chica moverse de un lado a otro de la pieza. No se atrevía a llamar a la puerta.

Le parecía estar viviendo un deja vu.

Había considerado seriamente terminar con ella para siempre. De verdad se lo propuso. Hubo un momento en que en realidad no quiso volver a saber de ella... Pero no dejaba de pensarla. No podía sacarse de la cabeza su mirada, su voz, sus actos hacia él... Era claro: él aún estaba enamorado de ella. Escuchar la conversación entre Hanamichi y Haruko lo había hecho tomar una decisión: no iba a perderla. Tal vez su vida no pintaba bien. No tenía un futuro muy claro, pero estaba convencido de que la compañía de Hitomi lo ayudaría a sobrellevar todo lo que sucediera más adelante.

—¡Voy a la tienda, Hitomi! —escuchó desde dentro.

Era la voz de Kaede Rukawa.

Tomoya se asustó. En todo ese tiempo, ni siquiera había considerado el pequeño detalle de que aún no había hablado con su padre biológico. Aún quedaban muchas cosas que arreglar entre ellos dos.

—¡Espérame, te acompaño! —se oyó la voz de Hitomi.

La puerta de la entrada se abrió. Tomoya pensó en esconderse o hacerse invisible. Todo pareció ir en cámara lenta. Cuando menos lo pensó, Rukawa estaba de pie frente a él, mirándolo sin entender por qué estaba ahí. Tras él, Hitomi muy, muy sorprendida.

—Tomoya... —susurró la chica.

El muchacho no pudo articular palabra. Miraba a su padre y a su chica, alternadamente.

—¿Qué haces aquí? —Kaede, acostumbrado a su frialdad, habló con brusquedad. Un gesto del muchacho y un pequeño carraspeo de Hitomi le indicaron que había herido en algo a su joven clon.

—Papá —le reprendió Hitomi en un susurro.

Kaede la miró arrepentido. Comprendió que el joven estaba sensible, y que, tal vez, esperaba una explicación.

—Mmmm... —suspiró— ¿Quieres entrar un rato? —invitó a Tomoya.

Hitomi le sonrió, y el chico aceptó.

CONTINUARÁ...