CAPÍTULO 10

—¿Cómo pudiste callarte tanto tiempo? —preguntó Takenori con una mirada indescifrable.

No podía dar crédito a lo que escuchaba.

Haruko acababa de contarle todo lo que había vivido desde que se entregara a Rukawa, hasta sus más profundos temores cuando toda la verdad se supo

—Lo merecía, hermano —la escuchó decir—. Todo era mi culpa.

Akagi, completamente perturbado, se recriminó.

Cuando Haruko le comunicó que estaba embarazada, más de dieciséis años atrás, se limitó a preguntar quién había sido el estúpido que se había atrevido a tocarla. Ella se había soltado a llorar, sin decir una palabra de cómo habían sucedido las cosas.

Sus padres incluso habían sospechado de una violación.

Volvieron a ver a Hanamichi rondando la casa, y Haruko se negó a contestar sus llamadas las incontables veces que él insistió.

Takenori nunca sospechó del pelirrojo, puesto que conocía bien las intenciones del chico hacia su hermana. Pero sabía que algo no había funcionado bien. Y se contuvo de volver a preguntar durante dieciséis años, hasta esa noche, en que Haruko lo abordó en cuanto lo vio entrar en la casa.

—No te culpes, Haruko... —Akagi se atrevió a cerrar sus brazos en torno a ella.

La mujer ya no necesitó llorar: había tenido suficiente tiempo para hacerlo.

—¿Quieres algo más, Hitomi? —preguntó el hombre.

Ella y Hanamichi habían salido a cenar después de casi un mes de todo el altercado.

—No, gracias, papá.

De verdad estaba satisfecha.

—¿Sabes? —continuó ella, mientras Hanamichi pedía la cuenta al camarero— Papá te extraña mucho... Y yo también.

El pelirrojo la miró.

—Yo sé que ya hablaron... Y que tú ibas a pensar las cosas. ¿No crees que ya es tiempo de que vuelvas a casa?

Hanamichi no le conocía esa determinación. Pero nunca había tenido necesidad de demostrarla.

—Hitomi, voy a contarte un secreto —Hanamichi se acercó a su oído—. Sólo estoy tratando de arreglar unos asuntos antes de volver a casa —le confió—. En cuanto estén terminados, volveré contigo y con tu papá.

Hitomi sonrió: ya no tendría que sufrir más por ver a sus padres separados.

Tomoya le había contado que Kaede había ido a hablar con Haruko. Luego Hanamichi. Su mamá le había confiado (a Tomoya) que ella le había recomendado al pelirrojo perdonar los errores del pasado y pensar en lo que tenía con Kaede.

Sakuragi llevó a Hitomi hasta la casa en la que volverían a vivir los tres.

En cuanto estuvo sola en su habitación, marcó el número telefónico de Tomoya: tenía que compartir con él que su familia estaría completa en poco tiempo.

—¿Te imaginas? —sonrió ella una vez más.

Tanto Hitomi como Tomoya estaban recostados en el pasto, bajo una enorme árbol de sakuras con las flores completas, sólo unas semanas antes de que los frutos empezaran a brotar.

—Será maravilloso cuando mis padres vuelvan a estar juntos.

Tomoya le sonrió.

Era cierto que aún estaba receloso por lo de su padre y su madre. Pero Hitomi tenía esa extraña capacidad de contagiarle su alegría, y nunca en la vida la había visto más contenta, salvo cuando él se atrevió a declararse.

—Me alegra —trató se sonar sincero.

Pero algo en su voz dejó ver su desencanto: su padre, Kaede Rukawa, el tenaz jugador, leyenda en Shohoku, antiguo amor de su madre... Ni siquiera había intentado acercarse a él como su padre.

Sí: se había disculpado. Sí: también le había dicho que merecía estar feliz. Sí: estaba claro que ahora, probablemente, intentaría mantener otras relaciones con él...

Pero nada de eso era lo mismo que crecer con su padre. Aprender a andar en bicicleta con él, y no con Takenori. Hablarle de su primera novia. Llevarlo a las sesiones de padres e hijos en la escuela... Y eso no tenía marcha atrás.

Era claro que el tiempo perdido nunca podrían recuperarlo.

—Tomoya... —la voz de su novia lo sacó de sus reproches internos.

Volteó la cabeza para mirarla como respuesta, sin decirle nada. Hitomi se medio incorporó, recargándose sobre sus antebrazos, boca abajo, y lo miró con seriedad.

—Yo sé que esperas otra cosa de papá.

¿Acaso esa mujer sabía leer sus pensamientos?

—Yo... No puedo prometerte que será un padre ejemplar contigo, Tomoya. Pero, si de algo sirve, hablaré con él para que intente acercarse a ti.

El muchacho sabía que la intención de Hitomi era la mejor, y de eso no había duda. Pero le pareció muy triste que la chica que amaba, y quien mejor podía conocer a Kaede Rukawa sólo después de Hanamichi Sakuragi, estuviera consciente de que el pelinegro no sería un padre ejemplar.

—Hitomi, ¿tú me quieres?

La chica asintió: "Por supuesto que sí".

—Entonces me harás un favor —la muchacha lo miró con atención, preguntándose de qué se trataría lo que su novio iba a pedirle—. Prométeme que no intervendrás. No le digas nada a mi padre. No quiero que intente acercarse a mí sólo como un favor hacia ti.

Sin comprender la verdadera importancia que aquello tendría para Tomoya, Hitomi aceptó.

El humo salió de su boca, dibujando una espiral hasta perderse sobre su cabeza.

No le gustaba fumar, y estaba bien consciente de que sólo lo hacía cuando estaba muy ansioso o nervioso.

Y, supuestamente, ahora no tendría motivos para estarlo. Pero el no tener a Hanamichi en casa lo obligaba a sentirse sin control.

Hitomi lucía muy calmada, y eso, conociéndolos –a ella y a Hanamichi–, sólo podía significar que pronto as cosas volverían a la normalidad.

Sin embargo, le daba miedo el no sentir la aprehensión del principio. Había pasado ya un mes desde que el pelirrojo se marchara de la casa. Y, muy a su pesar, Kaede estaba empezando a acostumbrarse a su ausencia.

No era que él lo deseara, pero, tras la primera semana de alejarse del entrenamiento, de no comer a sus horas, de olvidarse casi por completo de Hitomi y del mundo a su alrededor, decidió que no podía continuar así. No obstante, le atemorizaba ya no necesitar a Hanamichi a todas horas. Quería sentir, de nueva cuenta, que no podía vivir alejado del pelirrojo. Que lo necesitaba para abrazarse a él cada noche. Que necesitaba morir a su lado, muchos años después, cuando ambos hubieran envejecido y Hitomi estuviera casada y con hijos para hacerlos abuelos a ellos...

El sonido del teléfono lo sacó de sus elucubraciones.

—¿Diga? —se obligó a decir. Hubiera querido no contestar, pero tal vez fura importante.

—... —nadie contestó del otro lado.

—¿Si?

Pero hubo igual resultado.

—¿Quién es? —continuó un poco más exasperado.

Se disponía a colgar ante el insistente silencio, pero se detuvo cuando escuchó una respuesta.

—Hola, Kaede...

Era Hanamichi... Sí. Su Hanamichi lo estaba llamando. Eso sólo podía significar una cosa...

—Hana, me alegra que llames.

—Sí... Verás... Quiero que hablemos.

Kaede no dudó su respuesta. Un "Cuándo y dónde" fue su desesperada reacción.

Si Hanamichi quería que hablaran, era que finalmente había tomado una decisión. Y eso lo alegraba muchísimo.

He ahí lo que buscaba: otra vez sintió mariposas en el estómago. Sus manos sudaron como cuando adolescente. Su corazón se aceleró como si Hanamichi lo estuviera besando por primera vez... Y otra vez sintió que necesitaba tenerlo cerca en las mañanas, en las tardes y en las noches. Que quería asirse a su cintura antes de dormir. Que deseaba morir entre su abrazo...

Se dio una ducha y buscó ropa adecuada. Supuso que no sería una cita cualquiera, pero el saber que Hanamichi querría volver lo hizo tomar una decisión tanto o más importante que cualquiera que hubiera tomado en toda su vida.

Salió de casa. Encendió el auto y condujo varias calles. Ni siquiera avisó a Hitomi que saldría. Le apremiaba el resolver toda su vida antes de que Hanamichi volviera a casa. Tendría suficiente tiempo para lo que pensaba hacer, puesto que el pelirrojo lo había citado para cenar, y, en ese momento, no eran ni las tres de la tarde.

Detuvo el auto frente a una modesta residencia.

Antes de descender del vehículo, tomó suficiente aire, exhaló profundo, y se encaminó a la entrada...

Había pasado toda la mañana en su habitación, haciendo tarea y estudiando para un examen.

Hubiera querido salir con Hitomi, pero supuso que estaría con su padre, y no quiso interrumpir tan bello momento familiar.

—Tonto... —susurró para si, mientras apartaba la vista de la libreta en la que escribía.

Había iniciado la tarea, pero, desvariando y pensando en su mala fortuna, terminó escribiendo, sin querer, una cantidad de ideas que habían rondado su cabeza desde que se enterara de que Kaede Rukawa era su padre biológico: que si era malo porque no intentaba enmendar los errores; que si sentía envidia de que su novia disfrutara más que él de la presencia, compañía y protección de Kaede Rukawa; que si él intentaría acercársele alguna vez...

Infinidad de ideas rondaban sus pensamientos.

No sabía qué sentía Hitomi cuando Kaede la abrazaba, o cuando se alegraba por los logros de la muchacha... Él nunca había tenido derecho a nada de eso. Y se sentía mal. No era que su tío no supiera sustituir a un padre, o que su mamá no fuera suficiente, pero, aceptémoslo, al ver la relación tan maravillosa que Kaede llevaba con Hitomi, no podía hacer menos que desear un padre que lo amara así, que lo tratar bien y que se preocupara por él.

En eso estaba su cabecita, cuando su madre abrió la puerta con cautela, y le indicó que debía bajar a la sala porque había alguien que quería conversar con ellos.

El muchacho bajó los escalones con parsimonia. No tenía idea de quién sería.

—Hola, Tomoya...

Y la persona que estaba frente a él era quien menos hubiera imaginado.

—Buenos días, señor Sakuragi...

Hanamichi no sabía por qué, pero, al tomar aquella determinación, lo había hecho sólo pensando en Kaede y el bienestar de su pequeña familia.

Pensó que él podría solucionar todo aquello de alguna manera.

Se sentía en deuda con Haruko, y aún más con Tomoya. Quería componer los estragos del tiempo y todos los errores que cometió en el pasado. Quiso retroceder y no abandonar a Haruko cuando ella se lo pidió. Deseó con fervor que Tomoya fuera su hijo, y no abandonarlo nunca para evitarle la pena de crecer sin un padre...

Pero estaba muy consciente de que el tiempo perdido no podría ser recuperado.

—Tomoya... Quiero hablar contigo y con tu mamá.

CONTINUARÁ...

Nota de la autora:

Bueno, primero debo agradecer la paciencia de aquellos que aún vienen y revisan a ver si a la desidiosa autora de este fic se le ha ocurrido alguna idea para subir y actualizar la vida de Hanamichi, Kaede, Hitomi y Tomoya.

En segundo lugar, me agrada que el trabajo tenga tanta aceptación. Y debo hacer público el siguiente anuncio cargado de gratitud: de no ser porque la maravillosa Sabrina-sama insistió tanto que hasta llegó a ser ella quien escribiera una continuación para el primer capítulo, nada de esto sería posible.

Ahora, quiero agradecer también a aquellas personas que, haciendo a un lado otras ocupaciones que pudieran tener, se han tomado el tiempo para dejar un review con algún comentario que me anime.

Ahora, como regalo para todos aquellos que se dieron por aludidos, quiero hacer público el siguiente anuncio: este ha sido el penúltimo capítulo de "Revivir el pasado". De ahora en adelante, de ustedes depende el futuro de los personajes. Desde hoy, están abiertos mis sentidos para recibir sugerencias sobre cómo quieren que termine el fic. Posteriormente, sabrán cuál ha sido el final elegido.

OJO: se aceptan ideas a partir de este punto: ¿qué ha ido a decirle a Tomoya Hanamichi?; ¿qué hará Haruko con respecto a su amor guardado hacia el pelirrojo?; ¿Hitomi estará dispuesta a compartir a su papi zorro?; ¿Tomoya podrá perdonar a su papá?; ¿habrá forma de que Kaede pueda ser un buen modelo para su único hijo biológico?... He aquí muchas preguntas, pero sé que a muchos se les ocurrirán otras más.

Ojalá no les parezca muy pretenciosa mi idea de aceptar sugerencias. Y han de saber que ya tengo algo planeado, pero me pareció una muestra de gratitud hacia los lectores hacer esto algo más interactivo y permitirles participar.

Nos veremos después.

Cuídense. Y, una vez más, GRACIAS por el apoyo que me han brindado en este trabajo.