CAPÍTULO 11

Aparcó el auto frente a la residencia ya conocida. Sólo había estado ahí unas cuantas veces, pero fueron suficientes para memorizar el camino.

Kaede Rukawa, el inquebrantable, el fuerte y siempre seguro de sí mismo, por primera vez en su vida, estaba nervioso por una causa que no se relacionara con Hanamichi Sakuragi.

Había decidido visitar a Haruko y Tomoya con la intención de arreglar las relaciones que con ellos llevaba. Tenía la necesidad de resolver toda su vida antes de la cena con Hanamichi. No deseaba volver a mentirle o a faltar a alguna promesa. Y en serio estaba comprometido consigo mismo a no fallar a sus propios propósitos.

Llegó a la casa cerca de las tres treinta de la tarde.

Iba a presentarse ante Haruko y decirle que deseaba hablar con ella y con su hijo. Y era verdad. Tenía la determinación de disculparse con ella por enésima vez. A Tomoya iba a proponerle empezar de nuevo. Tratar de ser padre e hijo...

En el fondo, aunque Hitomi no lo supiera, una ráfaga de felicidad cruzó su existencia cuando se dio cuenta de que había engendrado un hijo tan parecido a él.

Incluso tenía planeado proponerles mudarse a una casa más grande y vivir juntos Haruko, Hitomi, Hanamichi, Tomoya y él. Si aceptaban, todos serían felices por fin.

Descendió del vehículo con su futuro fijo en su mente. Estaba seguro de que Haruko y Tomoya aceptarían. Se le hizo extraño que no hubiera movimiento dentro de la casa, pero aún así llamó a la puerta principal.

Se pegó al timbre como si en eso se le fuera la vida, pero se desanimó cuando nadie le había abierto tras media hora de tocar.

Tal vez salieron, se dijo. O tal vez regresarían pronto.

Consultó su reloj de pulso, que marcaba casi las cuatro. Hanamichi lo había citado a las ocho en el restaurante donde celebraron su último aniversario.

—Puedo esperar —suspiró, y volvió a entrar al auto.


Llevaba casi diez minutos de retraso. Hanamichi no era el hombre más puntual del mundo, pero Rukawa siempre se había jactado de poseer esa puntualidad inglesa que solía caracterizar a su familia.

Por eso tuvo que pasarse una luz ámbar preventiva y un oficial le reprendió.

Y es que, tras esperar más de dos horas a que alguien llegara a la residencia Akagi y no obtener resultados, prefirió marcharse. Pero no recordó que su reloj estaba retrasado. Por eso había salido tarde.

Sin embargo, llegó sólo cinco minutos pasadas las ocho. Y Hanamichi aún no estaba ahí.

Le pidió al maître que lo ubicara en la mesa que Hanamichi Sakuragi había reservado, y pidió un aperitivo mientras esperaba. Sólo diez minutos después de sentarse, divisa a Hanamichi envuelto en un traje gris y despeinado. Kaede se siente como en su primera cita, y no puede evitar que los nervios lo invadan.

—Lamento llegar tarde, Kaede.

—No importa, Hana.

Kaede lucía tan ansioso, que el pelirrojo se conmovió.

—Espero que no te importe —continúa Hanamichi aún sin sentarse—, pero invité a cenar a tres personas.

Y es entonces cuando Rukawa se percata de que está ubicado en una mesa para cinco.

—¿Tres personas?

Kaede no imagina siquiera quiénes podrían ser.

Pero se da cuanta sólo un par de segundos después, cuando ve entrar a Hitomi delante de Haruko Akagi, y, al final, Tomoya, aún reacio.

Kaede se retira de su lugar y se lo ofrece a Hitomi. Recorre una silla y, en un impulso que nunca creyó tener, le indica a Tomoya que puede sentarse ahí. Hanamichi se sentó a la izquierda de Hitomi, y ubicó a Haruko a su propia izquierda. Así, Rukawa queda entre Tomoya y Haruko.

Un camarero se acerca y les ofrece la carta. Hanamichi pide un momento para decidir qué van a cenar, y el mesero se retira un par de minutos.

—Hana... No me dijiste que pensabas invitarlos esta noche.

—Lo sé, Kaede, pero era necesario. Por la tarde hablé con ellos y es necesario que ahora todos hablemos contigo.

Rukawa los miró uno por uno. Y se decidió a hablar primero.

—Yo fui a buscarlos esta tarde, pero no los encontré —avisó, dirigiéndose a Haruko y a Tomoya.

—Salimos desde temprano con Hanamichi —explicó Haruko.

—Yo necesitaba hablar con ustedes —continuó Kaede—. En especial contigo, Tomoya.

El aludido miró a los ojos de su padre. Estaba sorprendido, puesto que no esperaba eso.

—Yo... Sé que actué mal por mucho tiempo —comenzó Rukawa—. Pero ahora que sé todo... Es difícil, Tomoya.

—No tiene que decir nada, señor Rukawa —dijo el muchacho. Y no lo dijo brusco, pero a Kaede le dolió—. Voy al sanitario.

Tomoya se levantó.

Rukawa miró a Hanamichi a los ojos, luego a Hitomi y a Haruko.

—Con permiso —se excusó, y siguió la misma dirección en que Tomoya se había retirado.

—Tal vez debería... —dijo Hitomi, mirándolos y con la intención de seguirlos.

—Déjalos, linda —recomendó Haruko. Hanamichi iba a hacerlo, pero la mujer se le adelantó.


—¿Tomoya?

Todas las puertas de los sanitarios estaban cerradas, pero Kaede pudo verlos zapatos de Tomoya en uno de los cubículos.

—Necesito hablar contigo.

Pero Tomoya no respondió.

—Esta tarde fui a tu casa para hacerlo a solas, pero los esperé dos horas y no llegaron.

Tomoya no emitía sonido alguno.

—No es necesario que hables, Tomoya, pero quiero que me escuches.

Al no escuchar una negativa, Kaede continuó.

—Quiero... ofrecerte disculpas por estos dieciséis años lejos de ti, Tomoya. No tengo justificación, pero créemelo: quiero solucionar las cosas contigo.

Kaede pensó que si se sinceraba por completo Tomoya querría escucharlo.

—Cuando empecé a salir con Hanamichi me sentí mal y frustrado, porque sabía que con él renunciaba a mi oportunidad de ser padre. No podría engendrar un hijo con la persona que amaba, pero luego eso se vio solucionado cuando adoptamos a Hitomi. Amo a Hitomi como no tienes idea, Tomoya, porque es mi hija. Pero hay un secreto que ni Hanamichi ni Hitomi saben, y que sólo quiero compartir contigo...

Tomoya abrió la puerta y salió del cubículo. Kaede se agachó un poco hasta quedar a la altura del muchacho.

—Me sentí desbordar de felicidad cuando supe que tenía un hijo legítimo... Y por eso quiero arreglar las cosas contigo, Tomoya... Tú eres parte de mí, y, ahora que sé de tu existencia, no podría ser feliz sabiendo que no me has perdonado.

Kaede miró a Tomoya: sus ojos estaban vidriosos. Por eso decidió continuar.

—Yo quería pedirles...

—El señor Sakuragi fue a hablar con nosotros esta tarde —interrumpió Tomoya—. Nos pidió a mi mamá y a mí que nos mudemos.

Kaede no pudo dar crédito a sus oídos¿qué Hanamichi les había pedido mudarse¿Acaso esa era su forma devolver a armonizar las cosas?

Kaede no supo qué decir. Eso era exactamente lo opuesto a lo que él quería pedirles. Y no quería que su hijo se alejara de él aún antes de conocerlo, de aprender a amarlo...

—No pueden, Tomoya...

—¿Por qué?

—Porque... Porque eres mi hijo... Porque Hitomi te ama... Porque Hanamichi aún siente algo especial por tu madre...

Tomoya entristeció. No era eso lo que necesitaba escuchar.

—¿Sólo por eso?

Kaede lo miró a los ojos y comprendió todo.

—Y... Porque necesito que estés junto a mí. No puedo conocerte de la noche a la mañana. Quiero que me des una oportunidad para enorgullecerme de ti, para compartir tus logros... Quiero estar junto a ti. Quiero aprender a amarte como amo a Hitomi, y, si te vas, no podré hacerlo...

Rukawa, sin darse cuenta, dejó rodar una lágrima por su mejilla. Tomoya lloraba en silencio desde hacía un rato. Pero estaba inmóvil.

Sin saber por qué, Kaede sintió una enorme necesidad de abrazarlo. No para brindarle consuelo al muchacho, sino para sí mismo. Para sentir la calidez y cercanía de su hijo por primera vez...


Hanamichi, Haruko y Hitomi conversaban en la mesa.

El camarero había vuelto tres o cuatro veces para tomar las órdenes, y parecía impacientarse lentamente.

—A mí me gustaría aceptar, pero Tomoya no ha querido decidir... —Haruko se interrumpió al ver aproximarse a Kaede detrás de Tomoya... abrazándolo por los hombros. Y Tomoya parecía aceptar el gesto.

A Haruko le entraron unas enormes ganas de llorar de felicidad, pero se contuvo por prudencia.

—El mesero está impaciente —comentó Hitomi una vez que su padre y su novio se sentaron en sus lugares—. Querrá ahorcar a papá cuando lo llame para ordenar.

El mesero se aproximó ante una seña de Hanamichi. Todos ordenaron y empezaron a cenar.

Una vez concluidos los alimentos, el pelirrojo inició la conversación que lo motivó a invitarlos a cenar a todos.

—Kaede... Como tal vez te habrá dicho Tomoya, esta tarde fui a hablar con él y con Haruko.

—Sí, ya me lo dijo...

—Haruko ya ha tomado una decisión, pero Tomoya se mostraba reacio aún...

—He decidido —intervino Tomoya— que mamá y yo aceptamos su propuesta, señor Sakuragi.

Kaede se quedó con la boca abierta.

—¿Cómo?

—Eso me alegra mucho, Tomoya —sonrió el pelirrojo. Hitomi y Haruko parecieron concordar con él y sonrieron también.

—¿Cómo te atreviste, Hanamichi? —se exaltó Rukawa— ¿Aún después de decirme que querías que arregláramos todo esto¿Crees que alejándolo de mí las cosas se solucionarán?

—¿Alejándolo? —el pelirrojo parecía no entender de lo que hablaba su pareja.

—¿De qué hablas, papá? —preguntó Hitomi.

—Cuando al fin comprendo que necesito cerca de mi hijo,que Hitomi lo ama, que yo lo quiero... ¿Cómo pudiste hacerme esto, Hanamichi?

Rukawa se había alterado. Más que molesto parecía triste. Comenzaba a alzar la voz y a llamar la atención del resto de los comensales.

Hitomi intentó tranquilizarlo, igual que Haruko y el mismo Tomoya. Hasta que Hanamichi se impuso y tomó la palabra.

—No sé de qué estás hablando, Kaede. Pero yo en ningún momento intentaría alejar a Tomoya de ti o de Hitomi. Lo que yo les propuse fue que nos mudáramos juntos a una casa más grande, y así tú tendrías mayores oportunidades para conocerlo y nadie volvería a estar triste.

—¿Mudarnos juntos? —repitió Kaede incrédulo... ¡Pero si era justo lo que él había querido proponerles primero! Y Tomoya le había dicho que...

Rukawa miró al muchacho con unos ojos más amenazantes que cualquier cosa. Tomoya no aguantó ver tan furioso al siempre autocontrolado Kaede Rukawa, y estalló a carcajadas. Más tarde les explicó a los demás que le había dado la información incompleta a Kaede, y fue motivo de mucha risa.

Kaede, por otra parte, se sintió el ser más dichoso y afortunado del mundo, gracias a Hanamichi que lo conocía tanto que se anticipó a sus propias intenciones.

A la semana siguiente, Hanamichi y Rukawa a habían comprado una casa más grande, suficiente para todos. Quince días después de la cena, Haruko y Tomoya vivían con Hanamichi, Kaede y Hitomi.

Y, aunque parezca cliché, todos vivieron felices para siempre.

FIN


Nota finalde la autora:

Y este es otro ciclo cerrado.

Por fin he logrado concluir este fic que me dio tanto gusto ver andar con la ayuda de Sabrina-sama...

Y pensar que yo iba a dejarlo en el primer capítulo...

Por eso he decidido dedicárselo íntegro a ella, al menos la parte que yo escribí, porque sin su ayuda se habría permanecido en un conato. Y no hubiera pasado de ahí.

Ojalá les guste cómo quedó.

Y, si desean una continuación con la participación de algún otro personaje, sólo dejen un review y veremos qué puede hacerse.

GRACIAS A TODOS Y TODAS QUIENES LEYERON Y ESTÁN REVISANDO ESTA NOTA FINAL.