CAPÍTULO 14
Hitomi dio otro sorbo al vaso.
Ella y Tomoya caminaban por el parque. Era sábado y acababan de salir del cine.
—¿Te gustó la película? —escuchó que le preguntaba su novio.
—Fue entretenida —respondió ella, y le dedicó una sonrisa—. Tomoya… ¿Sabes que día es mañana?
—Sábado.
La chica se molestó, pero intentó ocultarlo.
—Sí. Es sábado.
Tomoya sonrió divertido. Reconoció que la chica no era buena para mentir.
—Y cumplimos ocho meses de novios, ¿no?
Y Hitomi sonrió ampliamente, apretando su mano un poco más.
—Pensé que lo olvidarías.
—¿Cómo olvidar el día en que estuve más nervioso que nunca? Sin mencionar que casi tiro tus libros y caigo sobre ti.
Hitomi recordó el momento que Tomoya le describía.
—¿Te gustaría que saliéramos a cenar?
—¿Comida rápida? ¡Por supuesto!
Ambos se miraron con infinita ternura. Caminaron varios minutos más, siendo observados por los transeúntes. En un punto se detuvieron y Hitomi se acercó a Tomoya.
Con mucho amor, se besaron delicadamente.
—Me gusta cuando haces eso —susurró Hitomi.
—¿Hacer qué? —preguntó el chico, mirándola mientras ella escondía el rostro en su pecho.
—Que… me beses —dijo ella. Tomoya no necesitó verla para saber que estaba sonrojada.
—Pero si fuiste tú quien me besó a mi, Hitomi-chan —respondió él, causando el rápido enojo en la muchacha.
—¡ESO NO ES CIERTO!
—Claro que no —dijo el chico, besándola otra vez—. Pero me encanta hacer esto…
Y ella se sintió invadida por la ternura que irradiaba la mirada de él.
Continuaron su camino, tomados de la mano.
—Tu mamá estará preocupada porque no hemos llegado —dijo Hitomi.
—No creo —respondió el muchacho con algo de molestia en la voz—. Desde que sale con ese amigo de papá está con él mucho tiempo. Si no he perdido la cuenta, en esta semana han salido cuatro veces.
—Y se conocieron a penas la semana pasada…
El chico suspiró. Sentía que su madre estaba alejándose de él.
—Esto se le pasará… Además él no me simpatiza —afirmó Tomoya.
Hitomi no quiso decírselo, pero, internamente, a ella tampoco le inspiraba confianza.
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—¡YA LLEGAMOS! —anunció Tomoya, en tanto él y Hitomi se descalzaban en la entrada.
Ninguno de los dos lo sospechó sino hasta que llegaron a la sala: ahí estaba ese sujeto que salía con Haruko desde una semana atrás.
—Tomoya, Hitomi… Me alegra que estén aquí —los recibió Haruko, levantándose y situándose tras Tomoya.
—Hola, mamá —saludó, dándole un beso en la mejilla e intentando no mirar a Sato—. Papá —se dirigió a Rukawa, que estaba presente. Eso se le hizo raro desde el principio, puesto que Kaede no era de los que disfrutaban atender a las visitas—. Señor Sato —el muchacho hizo una reverencia muy ligera ante el sujeto.
—Buenas noches —saludó Hitomi dirigiéndose a los tres, y luego miró a Rukawa—. ¿Y papá?
—Salió a caminar con tu tío, Hitomi —respondió.
—Buenas noches, chicos —Takeshi Sato correspondió al saludo de los muchachos, levantándose y acercándose a ellos. Ni a Tomoya ni a Hitomi les agradó que pusiera más atención en ésta última, y menos que tratar de tomar su mano para saludarla.
Pero a Haruko y a Kaede parecía no molestarles que un desconocido tuviera tantas libertades hacia ella.
La chica hizo una reverencia y se disculpó, siendo seguida por Tomoya y ambos dirigiéndose a la habitación de él.
Hitomi hubiera querido que Hanamichi estuviera en casa, o su tío Youhei, para no tener que estar presente. Pero se sintió aliviada cuando su padre no le pidió permanecer con ellos.
—Discúlpalos, Sato —inquirió Rukawa en cuanto escuchó cerrarse la puerta de la habitación—. Son jóvenes. Debes recordar cómo es eso…
—Estar enamorado es hermoso a esa edad —continuó Haruko con cierto dejo de nostalgia en la voz.
—Oh, por supuesto —respondió el invitado—. Ambos son jóvenes y con toda la vida por delante. El chico es saludable y ella muy hermosa… Hacen una linda pareja…
Los tres rieron jocosamente.
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Ya pasaban de las nueve de la noche, y el pelirrojo aún no tenía deseos de volver a casa.
Youhei, inseparable como siempre, permanecía sentado a su derecha en esa banca polvorienta del parque. A él tampoco le agradaba el hombre que ahora, en apariencia, cortejaba a Haruko.
—Yo no me explico cómo se les ocurrió presentar a Haruko con ese sujeto…
—Fue idea de Kaede, Youhei.
Al hombre le sorprendió la declaración de su amigo. Nunca en la vida se habría imaginado a Kaede Rukawa de casamentero.
—No me explico cómo se le ocurrió.
Y Hanamichi se sintió invadido por un terrible sentimiento de culpa.
—Debo confesarte que, en el fondo de todo, la culpa es mía…
—¿Cómo puede ser tu culpa, Hanamichi?
Y el pelirrojo tuvo que explicarle todo el embrollo que dio origen al entusiasmo por parte de Rukawa ante la idea de que Haruko tuviera novio.
—¿Y de eso se trataba?
Sakuragi asintió.
—Pudieron habérmelo dicho a mí… —murmuró sin darse cuenta, con mucha tristeza, pero Hanamichi lo entendió a la perfección.
—¿A qué te refieres, Youhei?
Y Mito se reprendió mentalmente: ¿cómo había sido capaz de callar aquello tantos años, y enterar a su mejor amigo por mero accidente?
—¿Yo?... No, a nada, Hanamichi… —trató de negar, pero la expresión de su amigo le hizo entender que de nada serviría evadirlo: era hora de hablar— Yo… Siempre estuve enamorado de Haruko, Hanamichi…
Youhei lo admitió con verdadera vergüenza.
—¡¿QUÉ!
Y Sakuragi no podía dar crédito a sus oídos.
—Es la verdad… Y no me enorgullece admitirlo, amigo…
—Youhei… Habla claro.
Y el invitado le explicó de su amor secreto desde los dieciséis años, de sus intentos fallidos por olvidarla, de su doloroso sufrimiento cuando tuvo que marcharse… Y de todo lo que había callado desde los dieciséis años.
—¿Por qué nunca dijiste nada, Youhei?
—Porque tú la amabas… Y yo no habría soportado ser causante de tu infelicidad, Hana…
El pelirrojo se sintió miserable: siempre preocupándose por él mismo… Y ni siquiera supo ver que Youhei, su mejor amigo, sufría mucho más que él…
—¿Por qué los chicos no me hablaron de eso?
—Takamiya, Okusu y Noma no lo sabían.
—Fui muy tonto… —se lamentó el pelirrojo.
—Hay una cosa más, Hanamichi —continuó Youhei imprimiendo algo de culpabilidad en su tono: esa sería la primera vez que dijera aquello.
El pelirrojo lo miró con muchas dudas en el rostro.
—Ella y yo… Nos besamos una vez…
—¿Cuando era mi novia?
—No… Yo no me hubiera atrevido… Fue después de que te marchaste del baile… —Youhei hizo memoria y trató de hilar los cabos sueltos con toda la información que ya tenía— Supongo que fue después de que te fuiste y antes de que estuviera con Rukawa en el vestidor…
—¿Se besaron?
—Para ese entonces yo sabía que me iría a Osaka a terminar la universidad, y no quería irme sin que ella supiera lo que yo sentía… Traté de hablar con ella los días posteriores, antes de irme, pero también a mí me alejó…
Mito estaba abatido. No sabía por qué se lo había ocultado tantos años al pelirrojo, y mucho menos entendía por qué se lo estaba confesando todo en ese momento. Pero en su alma sintió que se libraba de kilos y kilos de peso que guardaba en culpa.
Hanamichi nunca supo todo aquello. Y se sintió muy mal al enterarse. ¿Cómo pudo Youhei hacerle eso…?
—¿Cómo te atreviste…? —le preguntó con frialdad. Su tono emulaba perfectamente el de Rukawa.
—Perdóname, Hanamichi. Pero no podía decírtelo en esos momentos…
—No entiendo cómo te atreviste a ocultarme algo así, Youhei… ¿Y decías que yo era tu amigo?
Youhei se sentía mal. Pero peor era cómo Hanamichi le hablaba con dolor en la voz.
—Yo… No quería lastimarte, Hanamichi. hubiera sido muy duro para ti saber que estaba enamorado de ella…
—¡NO! —lo calló el pelirrojo— ¡NO ENTIENDES!
El pelinegro de verdad no entendía.
—¿Cómo pudiste ocultar todo eso, Youhei? ¡Yo era tu amigo, y no me lo dijiste! —Hanamichi hablaba porque sabía que Youhei no entendía de lo que él estaba dolido— Si me lo hubieras dicho yo te habría ayudado, Youhei… Pude haberte sido útil… No debiste haber callado ese amor…
—Hanamichi… —Youhei, sorprendido, empezaba a comprender.
—Yo no hubiera sido capaz de meterme entre una chica y tú, amigo. Debiste habérmelo dicho… No fue justo, Youhei…
Mito se sintió inmensamente feliz al comprender qué clase de amigo era Sakuragi.
—¿Cómo pudiste hacer eso por mí, Youhei?
El pelirrojo miraba a su amigo con gratitud. Con mucha gratitud. No cabía duda: Youhei era más que un hermano para él. Guardó ese amor hacia Haruko sólo para que él pudiera ser feliz con ella…
Hanamichi no pudo contenerse más, y se abrazó a Youhei. Éste le correspondió, y los dos permanecieron en silencio largo rato, alumbrados por los rayos tenues de la luna menguante.
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Era casi media noche cuando escuchó la puerta abrirse.
Sato se había marchado hacía un par de horas. Ni Hitomi ni Tomoya habían vuelto a bajar de sus habitaciones. Haruko dijo que los esperaría también, pero se había quedado dormida en el sofá.
Kaede Rukawa, sentado en el sillón favorito del pelirrojo, los vio entrar en la penumbra de la noche.
—Con cuidado —escuchó susurrar a Hanamichi—. Hitomi y Tomoya deben estar dormidos ya…
Kaede encendió la luz desde su posición, y los miró adaptarse a la claridad artificial.
—Kaede… No sabía que estarías despierto —se sorprendió el pelirrojo. Youhei lo miró sin decir nada.
—Los esperábamos hace rato —dijo, no evitando despertar a Haruko.
—¿Qué sucede? —preguntó la mujer, restregándose los ojos— ¡Hanamichi, Youhei! —despertó del todo— Tardaron mucho.
—Lo siento… —se disculpó Mito, antes de que alguien culpara a Hanamichi— Nos quedamos charlando en el parque y no nos dimos cuenta de la hora. Fue mi culpa.
Rukawa, ante las palabras de Youhei, no pudo objetar nada.
Sabía que no tenía por qué preocuparse, pero no podía evitarlo… El sólo pensar que alguien podría alejarlo nuevamente de su pelirrojo lo hacía rabiar.
—Vamos a dormir todos… Mañana hay que levantarse temprano.
Tras lo dicho, cada quien se dirigió a su habitación.
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Eran las cinco de la mañana. El alba ni siquiera había despuntado, pero Tomoya Akagi Rukawa ya se encontraba de pie.
Caminaba sigilosamente por el pasillo, cuidando de no despertar a nadie en el resto de la casa.
Sabía que, si su madre, su padre, Hanamichi o hasta Youhei, lo sorprendían escabulléndose a escondidas hasta la habitación de su novia, lo reprenderían y lo castigarían. Pero el riesgo valía la pena tan sólo por verla sonreír al ser él quien le diera su primer regalo de cumpleaños.
Tocó muy suavemente la puerta, rogando al Cielo para que la chica lo escuchara.
—Hitomi… ¿Estás despierta?
Esperó respuesta. Pero, al no recibirla, abrió la puerta con sigilo.
Se adentró en la habitación.
Ese lugar le gustaba mucho. Porque todo ahí dentro era parte de Hitomi.
Llegó junto a la cama y la contempló: la chica estaba dormida. Le gustaba mirarla. Y esa madrugada lucía tan apacible…
Al sentir la insistente mirada, la chica despertó poco a poco.
—Mmmm… ¿To… Tomoya? —se sorprendió al ver a su novio hincado junto a su cama. Se incorporó para contemplarlo.
—Buenos días, Hitomi-chan —le sonrió el muchacho.
—¿Qué haces aquí?
El chico la miró sin responderle. Unos segundos después desdobló una hoja que llevaba entre las manos: "FELIZ CUMPLEAÑOS", decía el papel. La chica lo tomó entre las manos y sonrió ampliamente sin hacer ruido.
—Gracias —susurró. Y el chico le extendió una cajita alargada y angosta, negra, aterciopelada con un moño azul—. ¿Qué es? —le preguntó Hitomi. Con un gesto, él le indicó que la abriera.
Hitomi lo hizo, y sus ojos expresaron su sorpresa cuando encontró dentro de la caja un reloj plateado para dama, con la carátula rosa, y sobre él una nota: "Para Hitomi".
—Voltéalo —le pidió Tomoya. La chica lo hizo, y halló una inscripción: "Te amaré hasta que el mundo se acabe".
Hitomi no pudo evitarlo, y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas. Tomoya la abrazó.
—No llores, por favor… —pidió el muchacho— Tus lágrimas son lo que más pueden lastimarme, Hitomi…
Ella se conmovió aún más con las palabras de Tomoya. Se refugió en su pecho para que él no la viera llorar.
Una vez que se hubo calmado, Hitomi le sonrió.
—Gracias, Tomoya —le dijo. Y a continuación lo besó, correspondiendo a la inscripción del reloj.
Pero el beso que, en un principio fue inocente como los demás, por un momento se volvió profundo. Hitomi estaba sentada en su cama aún, y Tomoya igual, frente a ella. En un momento que nadie sintió ella se hizo hacia atrás, atrayéndolo hacia sí. Y Tomoya se atrevió a abrazarla por la cintura, sintiendo su estrechez. Hitomi se ruborizó, pero le gustó mucho ese contacto.
—Hitomi… —susurró el muchacho, con los ojos cerrados y saboreando el beso prolongado.
Pero en un momento escucharon pasos en el pasillo que los hicieron separarse.
—Debo irme, Hitomi… —dijo el chico— Te veré en unas horas.
La chica asintió sin moverse de su lugar, con su corazón aún acelerado, y muy feliz.
Tomoya abrió la puerta con cuidado y salió muy rápido.
Se dirigió a su habitación creyendo que nadie lo había visto. Pero, cuando se encerró, la puerta del baño a oscuras se abrió, dejando ver la silueta de Youhei, que había contemplado la huída del muchacho.
CONTINUARÁ…
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Notas de la autora:
Mmmmm… Revivir el pasado va lento, como lo habrán notado.
Pero en mi defensa diré que le tengo planeada una trama enredada y que a muchos dejará inconformes al final. ¿Por qué?... Bueno, es un HanaRu, pero…
Y, como todos sabemos, este fic se lo estoy dedicando a Sabrina porque ella fue quien lo creyó con potencial desde el principio… Pero, sólo por esta vez, también le hago una dedicatoria especial a Nihonko, que disfruta leyéndolo.
Como sea, espero que este capítulo les guste.
P. D. Gracias por sus reviews.
