CAPÍTULO 17
—Me alegra que hayan venido —sonrió la muchacha.
Hitomi, en su habitación, se encontraba rodeada de sus compañeras de equipo. Tal y como lo habían prometido, ese sábado la visitaban para saber cómo se encontraba de su lesión.
—No lo agradezcas, Hitomi-chan —Sayuri habló, sentándose cerca de su amiga—. Después de todo, la victoria de Shohoku es gracias a ti.
—Y en parte fue nuestra culpa que te esforzaras —agregó Sayaka.
—Si no te hubieras esforzado tanto, seguramente no habría importado la falta de calentamiento previo —finalizó Yuriko.
Las tres chicas asintieron, y Hitomi se ruborizó, puesto que no creía merecer tanto crédito por parte de sus amigas.
—Ya basta —intervino Sakura—. Ahora lo importante, Hitomi-chan.
La aludida la miró con expresión confundida.
—¿A qué te refieres, Sakura-chan? —preguntó Sayuri con desconfianza. Conocía a cada una de sus amigas, y sabía que Sakura a veces rayaba en la imprudencia.
—¿Pues a qué va a ser? ¿Qué pasó con Tomoya-kun cuando los dejamos solos?
—¡Sakura! —dijo Sayaka.
—No seas entrometida, Sakura —regañó Sayuri.
—No es intromisión —se defendió la aludida—. Somos sus amigas y merecemos saber los detalles de su relación.
—Pero si ustedes deben estar ya enteradas de que Hitomi me dio un abrazo y nada más —la voz de un chico hizo respingar a tres muchachas, sonreír a Hitomi y ruborizar a Sakura.
Tomoya les brindó a todas una sonrisa amable. Había estado escuchando detrás de la puerta desde que Sakura pidiera saber lo importante. No le gustaba espiar a su novia, pero Kaede lo había enviado a cerciorarse de que las chicas estaban bien, y no quiso interrumpir ante tan divertida conversación.
—Yo… Tomoya-kun… —intentaba articular Sakura.
—No quise interrumpir —dijo el chico, evitando el vergonzoso momento para Sakura—. Papá me envió a ver si necesitaban algo, chicas.
Todas negaron con la cabeza, hasta Sakura. Invitaron a Tomoya a quedarse con ellas un rato, y el chico aceptó.
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—Vamos, Hana… —pidió Kaede por enésima vez. Caminaba detrás de Sakuragi desde hacía media hora, tratando de convencerlo de que era buena idea pasar un fin de semana, sin los hijos, sin Haruko y sin nadie que los interrumpiera.
—Ya te dije que no me gusta que Hitomi se quede sola en casa, y menos ahora que está lesionada.
—No va a pasarle nada.
Kaede tenía un extraño don de convencimiento con el pelirrojo, pero parecía que esta vez no estaba funcionando.
—¿Pretendes dejarla sola cuando tú mismo sugeriste que ese sujeto entrara en nuestra casa, en nuestra familia, Kaede?
El gesto de Hanamichi era severo. Rukawa no veía mayor importancia, pero Sakuragi aún no lograba confiar en el nuevo novio de Haruko.
—Sato no es un psicópata, Hanamichi. No creo que esté interesado en hacerle algo malo a Hitomi.
Hanamichi no sabía si era paranoico o algo así, pero algo dentro de él le decía que, si iba a ese viaje, las consecuencias serían desastrosas.
—Sato es un extraño —determinó el pelirrojo—. No voy a dejar a mi hija en sus manos.
—Pero…
—No se hable más, Kaede: mientras ese sujeto está cerca de nosotros, Hitomi no se quedará sola.
—¿Hitomi quedarse sola?
La voz de Tomoya interrumpió la discusión.
—¿Cuándo va a quedarse sola Hitomi, papá?
—Nunca —se adelantó Hanamichi, y empezó a subir la escalera con destino a su habitación. No quería discutir más, porque sabía que, a pesar de su disposición, Kaede terminaría convenciéndolo.
—¿De qué hablaban? —segundó Haruko, que entraba detrás de Tomoya. Regresaban del centro comercial con varias bolsas de plástico.
—Trataba de convencer a Hanamichi de pasar el fin de semana en una cabaña que un amigo me prestó —informó Rukawa—. Pero no quiere.
Haruko procesó la información: Rukawa y Hanamichi lejos… Hitomi lesionada sin poder salir de la habitación… Tomoya cuidándola en todo momento… Eso le decía una sola cosa: por fin, tras más de dieciséis años de abstinencia, ella y Takeshi Sato solos, a merced de las hormonas y sin pudores…
—Sería una magnífica idea que pasaran un tiempo lejos de nosotros, Kaede…
Tomoya miró a su madre asombrado: ¿qué le sucedía? Era ella quien no gustaba de quedarse sin hombres protegiendo la casa.
—Eso es lo que yo quise hacerle entender, pero ya sabes que muy necio.
Haruko lo meditó unos segundos, y luego abrió su linda boquita…
—Yo puedo ayudarte a convencerlo.
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Tres días después de aquella discusión, Hanamichi y Rukawa empacaban para pasar una segunda luna de miel en la cabaña del amigo de Kaede.
—No sé cómo lograron convencerme —decía Hanamichi, bajando la escalera detrás de Rukawa, con dirección al auto—, pero espero que este presentimiento sea sólo paranoia.
—Verás que no pasa nada, Hanamichi —le contestó Haruko, caminando detrás de ellos.
Hitomi bajaba detrás, ayudada por Youhei y por Tomoya.
—Diviértanse —sonrió la muchacha, una vez que todos estuvieron fuera de la casa.
—Ojalá les vaya bien, Hanamichi —deseó Youhei. A él tampoco le parecía la idea de que se fueran, pero Rukawa y Haruko parecían tener más poder que el pelirrojo en esa familia.
—Cuídense —recomendó Haruko. Algo en su cabeza le gritaba que era idiota si permitía que ellos los dejaran solos… Y algo en su corazón gritaba más fuerte que su cabeza, diciéndole que no había pensado para nada que Youhei estaba en casa también.
El pelirrojo los miró a todos, con gratitud en los ojos. Pero su mirada se detuvo en Hitomi, sujetada de la cintura por Tomoya y por Youhei, indefensa en ese momento, vulnerable…
—Hitomi… —pronunció, acercándose a ella.
—¿Sí, papá?
El pelirrojo iba a comunicarle sus temores, pero no se atrevió. Pensó que aquello de verdad era paranoia, y que sólo iba a intranquilizarla.
—Cuídate mucho, hija —recomendó, abrazándola muy fuerte. Hitomi en ese instante supo que su padre iba a advertirle algo.
Se despidieron y la pareja subió al auto. Iniciaron el camino hacia un fin de semana romántico.
CONTINUARÁ…
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Notas de la autora:
Aquí les dejo este capítulo y el que sigue.
Ojalá les gusten.
Anticipadamente, gracias por sus reviews.
