CAPÍTULO 18

Serían las cinco de la tarde cuando Youhei consideró que sería buena idea invitar a Haruko a caminar por el parque.

La mujer aceptó, puesto que pensó que sería una oportunidad para aclarar algunas cosas que no habían sido sacadas a la luz desde hacía muchos años.

Justo en ese momento caminaban en silencio. Haruko contemplaba el paisaje. Youhei la contemplaba a ella.

—Haruko, yo… —inició el muchacho.

—¿Sí, Youhei? —volteó ella ansiosa. Ni siquiera recordaba que tenía un pretendiente.

El hombre sonrió ante la reacción de la mujer.

—¿Quieres que nos sentemos? —sugirió, notando una banca muy cerca de ellos. Haruko aceptó.

Ambos miraron unos segundos hacia el estanque frente al que se encontraban.

—¿Crees que fue buena idea salir, Youhei?

—¿Por qué no lo sería?

—Porque Tomoya y Hitomi se quedaron solos. Son jóvenes, están enamorados, y podrían hacer cosas que después los harían arrepentirse, y…

—Haruko —Youhei la interrumpió.

—¿Sí?

—Hitomi es una chica centrada y madura, y Tomoya es un muchacho responsable. No creo que vayan a cometer los mismos errores que sus padres.

Haruko se ruborizó.

—Podrían confiar en ellos un poco.

Ella asintió con la vista baja. Siempre había pensado lo mismo, pero los dioses sabían que ella no deseaba que los muchachos corrieran la misma suerte que ella corrió.

—¿De qué querías hablarme, Youhei? —preguntó ella, cambiando el tema abruptamente.

Ahora fue Mito quien se ruborizó.

Haruko lo miró con ternura. Le apreció gracioso que, aún a esa edad, se comportaran como adolescentes.

—Yo…

Mito no se atrevía a declararse. Era algo que venía ensayando casi desde los dieciséis años, pero era más difícil entre más tiempo pasaba.

—Haruko… ¿Tú eres feliz con Sato?

Ella no esperaba esa pregunta. Ni ella misma se la había hecho.

Ese hombre le parecía único: atento, amable, preocupado… Divorciado, sin hijos, entregado… Era mucho más de lo que ella había deseado. Pero, en realidad, ¿era feliz con él?

—Yo… Youhei, yo…

Mito la miró. Esa duda era todo lo que él necesitaba para tener una esperanza.

—Haruko… No me odies, pero tengo que hacer esto.

Y dicho lo anterior, se atrevió a robarle un beso. Fue un beso cálido, suave, amable. Un beso como el que sólo una vez sintió en su vida. Un beso entregado y lleno de ternura. Un beso inigualable.

El contacto duró unos segundos. Segundos que ambos estuvieron en el cielo.

Haruko permaneció con los ojos cerrados. Youhei la miró enternecido.

—De eso quería hablarte, Haruko —concluyó al fin Youhei, soltando el rostro de Haruko.

Ella le sonrió. Hacía tiempo que necesitaba tomar una decisión.

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El reloj en forma de gato que adornaba la pared marcaba las cinco quince. Hacía sólo quince minutos que Haruko y Youhei habían salido.

Hitomi y Tomoya miraban televisión en la recámara de la primera.

—¿Qué crees que estarán haciendo tu mamá y mi tío Youhei, Tomoya? —preguntó Hitomi sin poner mucha atención al programa de concursos que pasaba en la televisión.

—No lo sé —respondió el muchacho, haciendo lo mismo—. Yo creo que él se le está declarando a mi mamá.

—Yo también.

Ambos se sonrieron sin saber cuánta razón tenían en realidad.

El teléfono sonó, y Tomoya se apresuró a contestar.

—Residencia Sakuragi Rukawa. Tomoya Rukawa al habla.

El muchacho escuchó en silencio todo lo que la voz grave le decía por el teléfono. Hitomi apagó el televisor para que él pudiera poner atención.

—¿De verdad? No lo puedo creer… Sí. Iré.

Colgó el aparato.

Su expresión era de puro desconcierto. Hitomi no pudo contenerse y preguntó:

—¿Qué pasa? ¿Quién era, Tomoya?

—Era un hombre. Dijo ser oficial de policía, y que mi mamá estaba en la estación.

—¿Tu mamá? ¡Tenemos que ir a ver si algo le sucedió, Tomoya!

—Me parece extraño, Hitomi.

—¿Por qué?

—Nunca mencionó a tu tío Youhei. Y tampoco habló de por qué mi mamá estaba ahí.

El muchacho lo pensó. Le pareció peligroso salir con Hitomi en esas condiciones, y tomó una decisión de la que se arrepentiría durante mucho tiempo:

—Iré. Pero será mejor que te quedes aquí, por cualquier cosa. ¿Te llamo cuando sepa algo?

Hitomi asintió.

Tomoya se apresuró. Salió de la habitación, bajó la escalera, se puso los zapatos y comenzó a correr en la dirección de la estación de policía, que quedaba a unas quince calles de la casa.

No bien Hitomi había vuelto a encender el televisor, cuando escuchó la puerta de la entrada abrirse muy despacio y con cuidado. No le pareció extraño porque pensó que a Tomoya se la había olvidado algo.

—¿Por qué regresaste? —gritó. Pero no recibió respuesta— ¿Se te olvidó algo, Tomoya?

Y el silencio volvió a reinar. Hasta que comenzó a escuchar pasos subiendo los escalones.

Hitomi empezó a ponerse nerviosa. Tomoya trataba de asustarla, seguramente.

—¿Tomoya? —preguntó con la voz un poco más baja, puesto que los pasos se escuchaban más cerca que al principio.

Pero nadie le contestó.

—To… Tomoya… E-eres tú… ¿verdad? —preguntó con un hilo de voz, cuando los pasos se detuvieron justo fuera de la habitación. Quien quiera que fuera, ya estaba muy cerca de ella.

Vio una sombra en la puerta. Era una sombra grande, tal vez de hombre.

En ese momento, Hitomi supo que corría peligro.

—Hola, Hitomi —alguien la saludó. Y en seguida reconoció la voz y la figura de Takeshi Sato.

—¿Q-qué hace aquí? —preguntó, tratando de aparentar que no tenía miedo. Pero fue un intento fallido.

—Pues… Al no haber nadie en casa, decidí venir a cuidar de ti. Tienes una pierna lastimada, y me pareció buena idea que no estuvieras sola.

—Estoy bien. Tomoya regresará pronto. Usted debería estar preocupado por la mamá de Tomoya: está en la estación de policía.

—Claro que no. Tomoya es muy tonto si no pudo reconocer mi voz por el teléfono.

En ese instante, Hitomi comprendió que algo malo le sucedería.

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—No sé quién habrá querido tomarte el pelo, Tomoya. Pero tu mamá y yo estuvimos en el parque toda la tarde.

—Ojalá Hitomi hubiera podido salir para que también ustedes fueran, hijo.

Tomoya aún sentía que aquello no estaba bien.

Varias calles antes de la estación de policía, se encontró con Haruko y Youhei, caminando, regreso del parque. Supuso que la llamada había sido un error, pero algo olía mal ahí.

Conforme se acercaban a la casa, el muchacho se convencía más de que algo no estaba bien.

Su corazón latió más rápido que nunca cuando, al estar frente a la entrada de la casa, notó la puerta entreabierta. Y definitivamente se detuvo cuando escuchó forcejeos en la planta alta, acompañados del llanto incontrolable de Hitomi.

—¡HITOMI! —gritó, y empezó a correr sin esperar a Haruko ni a Youhei.

Subió los escalones de dos en dos. La puerta de la habitación estaba cerrada con seguro.

—¡NOOOO! ¡POR FAVOR! ¡NOOOOO! —escuchaba que Hitomi lloraba. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus manos de furia.

No supo cómo, pero derribó la puerta a empujones.

Antes de entrar, sintió a Haruko y a Youhei detrás suyo.

Como en cámara lenta, vio la habitación a oscuras: Hitomi empujando, con la poca fuerza que tenía, a un sujeto por lo menos dos veces más pesado que ella; el hombre tocándola, lastimándola con caricias que ella no quería; la chica llorando incontrolablemente. Vio cómo él tocó su pecho y recorrió su cuello con la lengua, para después tratar de introducir una mano bajo la falda.

—¡NOOOOOO! ¡BASTAAAA! —gritó Hitomi.

Eso fue suficiente para que Tomoya recuperara la cordura.

Sin reconocerlo aún, se lanzó contra el sujeto. No importó que fuera, por lo menos, diez centímetros más alto que él. Sacó de fuerzas de ningún lugar, y lo quitó de encima de su novia, para después tirarlo al suelo y romperle la nariz a golpes.

—¡YA NO! ¡YA NO! —escuchó que Hitomi gritaba.

—¡¡CÓMO TE ATREVISTE! —gritó Tomoya lleno de furia. No se conocía tanta fuerza o tanta descontrol, pero sabía que las circunstancias lo ameritaban.

—¡TOMOYA! —gritó Youhei, viendo cómo el muchacho le rompía la cara al intruso.

—Oh, no… —murmuró Haruko, al reconocer al hombre que era masacrado por su hijo.

Con mucho esfuerzo, Youhei logró controlar a Tomoya.

No hubo problema con que el presunto violador intentara escapar, puesto que la golpiza lo había dejado semiinconsciente. Pero todos, excepto Hitomi, se quedaron con la boca abierta al reconocer al hombre.

—No puede ser… —murmuró Haruko. Volteó a mirar a Tomoya primero, y luego a Youhei: ambos desviaron la mirada.

Tomoya reaccionó en cuanto escuchó los sollozos de Hitomi, quien se abrazaba a sí misma, hecha un ovillo, y sin importarle el dolor de la pierna contracturada.

CONTINUARÁ…

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Notas de la autora:

¡¡¡AAAAAAAHHHHH!

Estoy emocionada por este capítulo.

Tenía que sacarlo de mi cabeza de una vez. Y, ya que me desvelé por hacer la tarea…

Ojalá les haya gustado.

Creo que ahora sólo queda el capítulo 19.

Ya me dirán qué opinan cuando lo suba.

Saludos, besos y abrazos.