Titulo: Retazos de vida

Autora: Ali

Pareja: Harry Potter/Severus Snape

Clasificación: de PG a R, no sé todavía si NC 17

Disclaimer: Nada es mío, todo de Rowling. No gano nada con estos, sólo diversión.

Advertencia: Esta historia es Slash, es decir, relación chico/chico

Gracias Zipi, que haría yo sin ti. Te quiero.

Un agradecimiento especial para Paula Moonlight por ser tan genial. Si no han leído Pociones y Sentimientos, háganlo, no tiene pierde.

4 de Septiembre

Querido diario

Te juro que no sé si reír o llorar, aunque estoy seguro que tú te vas a mondar de la risa. Ha sido el viaje más sub-realista que he hecho en mi vida, y no estoy exagerando. De hecho, he podido sacar varias conclusiones de mi experiencia.

1.- Dos clases de Aparición son definitivamente insuficientes y los del Ministerio son

unos ineptos por haberme dado el permiso.

2-. Vestirse con una camisa de seda trasparente no es lo apropiado para andar por

Londres, muggle o mágico, de noche. La vanidad se paga.

3-. Nunca, pero jamás, jamás, jamás, debo intentar volver a visitar San Mungo de

noche.

4-. Las botas con tacón son una mierda para escapar de los perros.

5-. Las serpientes son unos animales encantadores.

¿Qué porque te digo todo esto? Ja, espera que te cuente y verás. Menos mal que eres un diario y no te puedes reír de mí.

-Hay, abuelo, hablabas con el diario como si fuera una persona- se rió Draco con cariño.

-Es que para mí lo era- contestó Harry, apartando la atención de la lectura y fijando su cálida mirada en su nieto mayor-. Era mi mayor confidente.

-¿Por qué lo interrumpes, Draco?- le reclamó Frank, frunciendo el ceño-. ¿No ves que esto se está empezando a poner bueno? Me parece que esa debió ser una visita muy interesante.

-Yo opino lo mismo- convino Severus, tan intrigado como sus nietos-.¿Quieres seguir, amor?

-Vale. Pero, por favor, por favor, no se rían ¿si?

Una carcajada general fue la respuesta ante la cara de borrego degollado de Harry.

-Tranquilo, abuelito, yo al menos no me voy a reír.

-Para ser franco, mi niña, me temo que esta vez hasta tú te vas a reír- y lanzando un suspiro resignado, volvió sus ojos una vez más al diario.

Me pasé interminables horas frente al espejo, deseaba lucir muy atractivo para Sev. Sí, sabía que estaba enfermo y que probablemente ni siquiera le importara que fuera a visitarlo e incluso detestara la idea de verme allí, pero igual muy dentro de mí conservaba la esperanza de llegar a gustarle aunque fuera un poquito.

Desistiendo de poder domar mi rebelde cabello, me alejé del espejo y observé mi apariencia. Llevaba unos pantalones blancos muy ajustados y una camisa negra transparente ceñida al cuerpo. Calzaba unas botas de medio tacón que me había prestado Draco, diciéndome que así me vería más alto y elegante, y una capa de viaje negra con ribetes plateados, que disimulaba un tanto el resto de mi ropa muggle.

Luego de echarme encima casi medio frasco de perfume, respiré hondo y comenzó mi aventura.

i Harry y sus amigos caminaban rápidamente hacia los linderos de Hogwarts, más allá de los cuales el chico podría Aparecerse con facilidad.

-¿Estás seguro de esto, Harry?- preguntó Hermione, indecisa.

-Completamente- corroboró el joven mirando a su amiga-. Necesito verlo, Hermione. Está enfermo- terminó como si con eso lo explicara todo.

-Lo sé- musitó su amiga-, pero es riesgoso, todavía hay muchos Mortífagos sueltos. Quizás mañana podrías pedir permiso a la Profesora McGonagall e ir con Remus o...

-Sabes que lo primero que me van a preguntar es por qué quiero ir a ver a mi muy odiado Profesor de Pociones. ¿Y qué les voy a decir, que no aguanto las ganas de verlo porque estoy enamorado de él?

-Herm, Harry tiene razón, es muy improbable que le dieran permiso- intervino Ron.

-Sin contar con que tampoco es muy factible que mi padrino quiera verlo- agregó Draco, pero al ver la expresión triste que adquirió el rostro de su amigo, se apresuró a agregar-. Aunque creo que eso es puro teatro y él desea verte tanto como tu a él.

-De hecho, me moría por verte- musitó Severus en el oído de su pareja, mordisqueando su cuello sin que sus nietos lo notaran. Harry se estremeció y continuó:

-Gracias, Draco, pero ambos sabemos que eso es un sueño- dijo Harry con una mirada nostálgica.

-Bueno, ya llegamos- declaró Ron interrumpiéndolos, pues habían alcanzado el límite de la propiedad-. ¿Estás listo?

-Sí- confirmó Harry, avanzando hasta traspasar el lindero.

-¿Estás seguro que no quieres que te acompañe?- preguntó Ron.

-No, esto debo hacerlo solo.

-Harry, ten mucho cuidado- suplicó Hermione.

-No te preocupes- su amigo le sonrió, tranquilizándola-. Lo tendré.

Y sin otra palabra, desapareció, dejando a sus amigos pensativos y bastante preocupados

Segundos después aparecía en la entrada del Hospital San Mungo... ¿o no?

"Joder, que mal huele aquí" pensó Harry, mientras se reponía del agitado trayecto. ¿Acaso ningún medio de trasportación mágico podía ser medianamente tranquilo? "Y está demasiado oscuro, no hay un mísero farol. Y encima caí sobre algo que..."

Moviéndose con algo de dificultad, sacó su varita del bolsillo de su capa y murmuró 'lumus'. Cuando la luz que salía de la punta de la varita iluminó el lugar, se dio cuenta que estaba encerrado en lo que parecía ser un gran cajón, rodeado de algo claramente pestilente. ¿Pero... cómo?

Decidió que no era el momento de preguntarse cómo había llegado hasta allí, sino cómo iba a salir. Sosteniendo la varita con los dientes, extendió los brazos hacia la tapa del cajón y empujó con fuerza. Afortunadamente, luego de un par de intentos la tapa cedió y Harry se encontró viendo el cielo estrellado. Se apresuró a salir de ese sitió, para darse cuenta que había ido a aterrizar dentro de un contenedor de basura.

Razonando que lo más recomendable era que asistiera a unas cuantas clases más de Aparición, dos docenas como mínimo, empuño su varita y se lanzo un encantamiento de limpieza, antes de mirar a su alrededor. ¿Dónde demonios se encontraba?

La luz del callejón en que estaba parado no era mucho mayor que la que había dentro del contenedor. Apenas un par de farolas permanecían intactas, lanzando una luz mortecina francamente atemorizante. Para colmo, aunque el cielo estaba estrellado estaban en luna nueva, por lo cual la noche era especialmente oscura.

Aunque no tenía idea de dónde se encontraba o hacia dónde quedaba San Mungo, sabía que era muy peligroso quedarse ahí, así que comenzó a avanzar con cautela, ayudándose con su varita para iluminar el camino.

Llegó hasta la esquina del callejón y dobló a la derecha, para encontrarse de frente con una enorme figura que bloqueaba casi la totalidad del camino. Se trataba de un mastín enorme, más grande incluso que el perro de tres cabezas que protegía la piedra filosofal en su primer año en Hogwarts, o al menos así se lo pareció a él. Sus ojos brillaban en la oscuridad malévolamente y mostraban sus enormes fauces mientras gruñía con cara de muy pocos amigos.

-Perrito bonito- musitó Harry tratando de tranquilizar al animal. No se atrevía a lanzarle un desmaius o un stupefy por miedo a que con el movimiento la bestia se le lanzara encima. Tal vez si seguía hablando con él podría manejarlo-. Mira perrito, yo no te voy a hacer nada- el animal gruñó con más fuerza mientras Harry retrocedía lentamente y trataba de vislumbrar una vía de escape. Unos cuantos metros más allá se levantaba una amplia tapia que podría convertirse en su salvación-. Tranquilo perrito, tranquilo.

En eso se escuchó un fuerte ruido que distrajo al animal brevemente. Sin detenerse a pensarlo, Harry dio media vuelta y empezó a correr, maldiciendo la idea de aceptarle las botas a Draco. Volteando ligeramente la cabeza, notó que la condenada bestia corría tras él.

"Si salgo de esta con vida" pensaba mientras corría a todo tren hacia el muro, "no pienso volver a ponerme unas botas con tacón en mi vida"

Cuando llegó al muro el perro casi lo alcanzaba. Se impulso con fuerza y saltó la tapia; con la adrenalina acelerada a causa del temor y la carrera, ni siquiera sintió el tirón en su espalda y no fue hasta que estuvo al otro lado cuando se dio cuenta que el condenado chucho se había quedado con su capa.

Ante el impulso que llevaba al saltar la tapia no pudo evitar caer sentado, dándose un fuerte golpe. Se levantó con dificultad y se frotó la rabadilla, maldiciendo a todos los perros del país y del continente entero, sin olvidar imprecarse una vez más por su falta de atención en las clases de Aparición.

-¿Y ahora dónde demonios estoy?- masculló por lo bajo, paseando su vista alrededor.

Al parecer, se encontraba en el patio trasero de un bar, restauran, motel o más probablemente un tiradero, ya que en lo alto de la casa se podía observar un cartel doble que en letras de neón, rezaba: "El Paraíso del Deseo". Pensando que el dichoso nombrecillo no le daba muy buena espina, pero viendo que entrar allí era su única salida para poder descubrir dónde estaba y cómo llegar a San Mungo, se lanzó un nuevo hechizo de limpieza y se encaminó hacia el frente del local.

Bastante aprehensivo, empujó la puerta de entrada, y se sorprendió al encontrarse en un bar elegantemente decorado y bastante acogedor. Había una gran barra al fondo y múltiples mesas desperdigadas alrededor de una pista de baile donde, al son de la suave melodía que salía de un piano situado en una esquina, en ese momento bailaban dos o tres parejas que Harry miró sorprendido. Se encontraba en un bar gay.

Sintiéndose más confiado, ya que el ambiente parecía bastante tranquilo, se dirigió con presteza hacia el barman que estaba atendiendo la barra, pensando que seguramente él podría orientarlo apropiadamente.

-Buenas noches, joven- lo saludó el hombre de mediana edad, luciendo una amplia sonrisa-. Le preguntaría qué desea tomar, pero primero debo ver su identificación. Usted parece muy joven para estar aquí.

-No, señor- empezó Harry algo incómodo-, yo sólo quería...

-¿Por qué molestas al chico, Jeff?- preguntó un hombre rubio que en ese momento se acercó a la barra y se sentó al lado de Harry-. Deja que pida lo que quiera, yo creo que está bastante grandecito para decidir por si solo- agregó, lanzándole una mirada lasciva.

Harry tragó con fuerza, la verdad aquel hombre no le gustaba nada.

-Déjalo en paz, Sam- dijo el barman, mirando al aludido con furia contenida-. Es sólo un muchacho.

-Mejor- Sam se acercó aún más a Harry y puso una mano en su muslo, en una grosera caricia-. Es carne fresca.

-Y de la buena- agregó un segundo hombre, parándose al otro lado de Harry.

-Óiganme- Harry se paró con presteza y se apartó de ambos hombres, observándolos y evaluando sus posibilidades. Al parecer se encontraba en un bar muggle por lo que usar la varita era impensable, y en un enfrentamiento contra dos sujetos de ese tamaño llevaba todas las de perder. A su alrededor, cada quien estaba en lo suyo y dificultaba que consiguiera ayuda, aunque quizás el tal Jeff lo apoyara. Pero no tenía alternativa, así que tratando de mostrar una confianza que no poseía, exclamó -: ¿Cómo se atreven? Déjenme en paz.

-Vaya con el mocoso, si hasta gallito nos salió- se burló Sam, tomándolo del brazo.

-Suélteme- gritó Harry, intentando alejarse y pensando que al final iba a resultar inevitable usar la varita. Menuda la que se le iba a armar.

-¿Y si no quiero?- el hombre lanzó una desagradable carcajada.

-Ya escuchaste al joven- la voz profunda y serena resonó por el lugar-. Suéltalo.

El hombre obedeció de inmediato y se volvió al recién llegado.

-Jarson, hombre- musitó, colocándose a prudencial distancia del hombre-. No te enfades, sólo bromeábamos con el chico.

-Pues no me parece que él se esté riendo, así que lárguense- cuando se perdieron de vista, se volteó hacia Harry-. No te preocupes, muchacho. No te volverán a molestar. ¿Pero se puede saber que hace un crío como tú en un lugar como éste?

-No soy un crío- replicó Harry enfadado, apartándose el pelo del rostro y observando atentamente al hombre frente a él. A decir verdad era bastante guapo, con el cabello negro y liso cortado muy corto y unos ojos azules impresionantes, sin contar con un cuerpo que quitaba el aliento, tendría alrededor de treinta años y una hermosa sonrisa.

-¿Harry Potter?

El cabello de Harry volvió de inmediato a su lugar.

-¿Sabe quien soy? Pensé que éste era un sitio muggle- comentó confundido.

-Y lo es, pero yo soy mago. Ven, vamos a hablar con calma- lo asió por un codo y lo guió hasta una mesa alejada-. ¿Se puede saber que hace el salvador del mundo mágico a media noche en un bar muggle cuando deberías estar en Hogwarts?

A pesar del reclamo implícito en sus palabras, el tono del hombre era conciliador y tranquilizador y a Harry le inspiró confianza de inmediato, por lo que decidió contarle la verdad. Pero antes debía saber algo.

-¿Cómo es que conoces tanto de mí?- inquirió curioso.

-¿Quién no conoce al héroe del mundo mágico?

-Por favor, no me llames así- pidió Harry-. No me agrada

-Vale- aceptó el otro con una sonrisa-. Supongo que tanta notoriedad no es agradable ¿me equivoco?- Harry se limitó a hacer un mohín conviniendo con Jarson-. En cuanto a tu pregunta, digamos que leo El Profeta- dijo con una sonrisa y no necesitó mayor explicación.

-Sí, han hecho de mi vida una novela por entregas- en su voz se percibía claramente el profundo disgusto que eso le causaba.

-Pero también supe mucho de ti en el campo de batalla.

-¿En el campo de batalla?- inquirió Harry, intrigado.

-Sí. Digamos que yo fui uno de esos sujetos anónimos que luchó a favor de la luz- dijo, sin darle mucha importancia al asunto-. Claro, yo me encargué de los mortífagos menos notorios- una expresión seria cubrió sus facciones al recordar la batalla-. Cuando todo terminó, la historia de cómo derrotaste a Voldemort se corrió como pólvora- lo miró fijamente y terminó-. Gracias.

-No tienes por qué darlas- desestimó Harry-. Como tú acabas de confirmar, hubo muchos magos y brujas anónimos que me ayudaron en la pelea. Y mucha gente que incluso se sacrificó para que yo pudiera derrotarlo.

-Y entonces- insistió Jarson cambiando bruscamente de tema-. Se puede saber qué haces aquí a estas horas. ¿Estás un poco lejos de la escuela, ¿no crees?

Harry se echó a reír.

-¿Sabías que eres insistente?- ante el asentimiento del sonriente Jarson, explicó-. La verdad es que me perdí- y procedió a explicarle todo lo que le había sucedido hasta ese momento.

-Pues vas a tener que tomar clases extra de Aparición- dijo Jarson descojonaó de risa.

-Eso es lo que me vengo diciendo desde que aparecí en el bote de basura- confesó Harry con cara de circunstancias.

-¿Y por qué quieres ir a San Mungo a esta hora?

-Debo ver a alguien- fue la escueta respuesta.

-¿Quién puede ser tan importante como para que vagues de noche por Londres?

Harry no contestó.

-Vale, entiendo que la persona que vas a visitar debe ser alguien muy importante... y secreto- amplió su sonrisa-. Y supongo que tienes muchas ganas de verla... ¿o verlo?

-Verlo- dijo Harry, sonriendo a su vez.

-Bien- Jarson se levantó bruscamente-. Es ese caso, no lo hagamos esperar- al ver que Harry lo miraba interrogante, explicó-: Te voy a acompañar a San Mungo. No quiero que te pierdas irremediablemente en Londres. Él no me lo perdonaría.

-No creo que a él le importe- declaró Harry con tristeza.

-Después de conocerte, lo dudo- y sin más, el hombre se dirigió a la puerta con paso decidido.

Caminaron en silencio un buen rato, disfrutando de esa 'amistad' recién adquirida y de la noche serena, hasta que llegaron a un edificio profusamente iluminado, sólo visible a los ojos mágicos.

-Bien, hemos llegado- declaró Jasón, tendiéndole la mano-. De ahora en adelante todo queda en tus manos. Mucha suerte con tu chico.

-Gracias por todo- Harry sonrió de corazón, estrechando su diestra en un cálido apretón, sabía que acababa de encontrar un buen amigo-. Espero volverte a ver.

-Tenlo por seguro- dijo Jarson, sonriendo, y sin más se dio la vuelta y desapareció calle abajo

-Así fue como conociste a Jarson- musitó Severus pasmado, recordando cuan celoso había estado de ese hombre en el pasado-. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

-En aquel momento no se dio la oportunidad- contestó Harry, sonriendo-. Además, te veías tan bien celoso.

-¿Celoso del tío Jarson?- preguntó Draco, intrigado-. ¿Cómo es eso?

-Es una larga historia que está reflejada en el diario, pero tendrás que tener paciencia, aún falta algo de tiempo para eso- explicó Harry, señalando una página que estaba como a mitad del cuaderno.

-Por lo pronto, que te baste con saber que el 'Tío Jarson' me sacó unas cuantas de mis canas actuales- acotó Severus.

-Muy merecidas por cierto- agregó Harry.

Todos se rieron ante la cara de 'pobrecito de mí' que puso Severus.

-¿Y por qué nunca oímos hablar de él?- preguntó Frank.

-Murió hace varios años, de una enfermedad muggle, eras muy pequeño todavía, por eso no lo recuerdas.

-Era misionero- intervino Severus-. Él fue quien metió esas locas ideas en la cabeza de esos dos descerebrados de Remus y Bill.

Todos miraron a Severus comprensivos. Sabían que su abuelo sentía mucho afecto por sus tíos y, aunque no lo confesara, no le hacía nada de gracia que estuvieran en las misiones.

-Bueno, mejor sigo leyendo que aún falta la peor parte.

-¿Más?- preguntó Mark asombrado-. Menudo viaje tuviste, abuelo.

-Verás, verás...

Una vez solo, Harry se giró sonriente hacia el iluminado edificio y se encaminó hacia los pulcros escalones de piedra, que empezó a subir con paso apresurado, ansioso de ver a Severus. Cuando estaba a punto de traspasar la entrada de vidrio, una voz masculina lo detuvo.

-¿A dónde cree que va, jovencito?- preguntó el hombre en tono severo.

"Joder, ya me estoy cansando de tanto niño, crío, jovencito" rumió internamente Harry, mientras se giraba hacia el origen de la voz, para descubrir a un mago cuya túnica tenía una insignia de guardián.

-Voy a visitar a un enfermo- explicó lo más educadamente que pudo.

-¿Y cree que estas son horas de visitas?

-Es que vengo de muy lejos y neces...

-No me interesa lo que necesita, la hora de visita terminó- el guardia era realmente desagradable-. Regrese mañana a las ocho.

Harry respiró profundo e intentó hacer un nuevo intento cortés.

-Verá, señor, lo que ocurre es que vivo fuera de Londres y debo regresar a mi casa esta misma noche. Mañana me va a ser imposible.

-Entonces deje un recado- gruñó el sujeto sin conmoverse-, pero esta noche no entra.

Viendo que convencer a ese energúmeno iba a resultar tiempo perdido, Harry bajó nuevamente los escalones, tratando de idear un modo de entrar sin ser visto. Pensando que quizás podría incursionar por una ventana o algo así, bordeó la esquina del hospital, rumbo a la parte trasera de la edificación.

Decepcionado, observó que todas las ventanas del lateral estaban cerradas, así que siguió bordeándolo hasta llegar al patio trasero, que daba justo hacia los jardines por donde había paseado con Draco el día que diagnosticaron su embarazo.

Escudriñando la fachada a la tenue luz proveniente de los faroles del patio, por fin logró encontrar una ventana abierta a la derecha, a la altura del tercer piso. Infructuosamente buscó una escalera o algo que le permitiera llegar hasta allí, pero su única posibilidad era subir por en entramado de enredaderas que cubría gran parte del muro.

Se acercó a la pared y jaló las ramas, pensando que lucían lo bastante fuertes para soportar su peso, así que, sin dudarlo más, se asió al ramaje con manos y pies y comenzó a subir lentamente.

Había subido alrededor de dos metros sin mucho problema cuando de pronto un movimiento a su derecha llamó su atención. Giró la vista para encontrarse con la araña más grande que hubiera visto en su vida.

"Merlín, imagino la cara que pondría Ron si estuviera en mi lugar"

Sin preocuparse mucho del bicho, pensando que si él no la molestaba ella no lo molestaría, trató de seguir su camino. La araña, sin embargo, tenía otra idea, así que se apresuró a interceptarlo. En ese momento el joven se dio cuenta que no se trataba de una araña común y corriente sino de una especialmente agresiva y cuya picadura, si bien no era mortal, era sumamente dolorosa.

Trató de apartarse de su caminó con rapidez pero el animalejo, cada vez más agresivo, corrió tras suyo, intentando atacar una mano que Harry apartó con rapidez, perdiendo parte de su estabilidad.

Mientras se balanceaba precariamente sobre la enredadera, observó que por su izquierda aparecía otra araña idéntica a la primera. Durante unos minutos continuó luchando por seguir su camino, moviendo las manos de un lado a otro para escapar de las arañas, pero al final los condenados bichos lo acorralaron y tuvo que soltarse, yendo a parar con su derriere sobre el duro suelo.

-Mierda, ¿por qué siempre me tengo que golpear el culo?- masculló, mientras se levantaba, sobando la parte más blanda de su anatomía.

-Menosss mal que tienesss buenosss amortiguadoresss- escuchó un siseo a sus espaldas.

-¿Quién anda ahí?- preguntó, hablando en parsel.

-¿Puedesss entenderme?- una hermosa serpiente, de piel roja con rayas naranjas y azules y alrededor de medio metro de longitud, asomó su cabeza entre los matorrales.

-Sssí, yo hablo parsssel.

-¿Parsssel?

-Asssi llamamosss losss magosss lo que tú hablasss.

-Vaya, nunca había conocido alguien que nosss entendiera.

-Que yo sssepa, Sssólo yo sssoy capaz de hacerlo- dijo Harry, mientras regresaba al muro del hospital.

-¿A dónde vasss?- preguntó la serpiente.

-Debo sssubir a esssa ventana- dijo señalando hacia arriba.

-¿Por qué?

-Quiero visssitar a alguien y el guardia de la entrada no me deja passsar.

-Por ahí no vasss a poder sssubir, hay másss arañasss- advirtió el ofidio.

-Pero debo tratar, no hay otra forma de entrar.

-Yo te puedo ayudar.

-¿Puedesss?

-Sssí. Sssígueme.

La serpiente se deslizó con rapidez rumbo a la parte frontal del edificio, con Harry a sus talones. Cuando casi llegaban a la última esquina, se detuvo y giró su cabeza hacia Harry.

-Yo voy a dissstraer al gruñón mientrasss tú te cuelasss por la entrada.

-¿Pero no ssserá peligrossso para ti?

-Que va, esss un gordinflón que apenasss ssse mueve, me encanta hacerlo correr trasss de mí.

-¿Ssabess que me caesss muy bien?

-También tu me caesss bien- siseó la serpiente, antes de dirigirse hacia los escalones de piedra.

Como había vaticinado el animal, mientras el guardia gordinflón corría tratando de atraparla infructuosamente, Harry se coló a través de la puerta de vidrio, llegando al vestíbulo principal.

Encontró que no había nadie en recepción, así que decidió subir al primer piso y averiguar con las enfermeras de guardia cual era la habitación de Severus. Poniendo manos a la obra, localizó rápidamente las escaleras y empezó a subir.

Al salir al piso superior, decidido se dirigió a la joven bruja que estaba en el mostrador de enfermería y saludó con cortesía.

-Buenas noches, señorita.

-La joven lo miró sorprendida, pero recuperándose rápidamente le contestó de igual manera.

-Buenas noches, señor. ¿Puedo ayudarlo en algo?

-Sí, por favor, ¿podría decirme cuál es la habitación de Severus Snape?

-¿Es usted familiar del señor Snape?- preguntó, mirándola con aire profesional.

-No, soy- Harry dudo brevemente-, un amigo.

-Lo siento pero el horario de visita termina a las ocho de la noche. A esta hora sólo se permite la presencia de los familiares que acompañan al enfermo.

"Joder con el horario de visita" pensó Harry a punto de cabreo. Intentando calmarse, puso su mejor sonrisa atrapa bobas e insistió.

-¿No podría decirme al menos el número de su habitación y en que piso está?

Halagada por la sonrisa y la galantería de Harry, la enfermera buscó en un cuaderno.

-Lo siento- dijo al final, con una tímida sonrisa de disculpas-. No puedo darle esa información. El señor Snape tiene prohibidas las visitas.

-¿Prohibidas?- musitó Harry, preocupado-. ¿Por qué? ¿Acaso está grave?

-Nada de eso- lo tranquilizó la joven-. Según pone aquí, es por petición del enfermo.

"Típico de Severus" bufó mentalmente Harry. "Tengo que ver cómo averiguo esa información, pero de aquí no me voy sin verlo"

-Muy agradecido, bella joven- con una nueva sonrisa, se dio media vuelta y marchó hacia las escaleras.

"Y ahora qué hago, no puedo empezar a buscar habitación por habitación" reflexionaba, mientras subía al segundo piso, quizás allí descubriera algo de utilidad. Cuando estaba a puntó de salir al pasillo, vio a un joven medimago que cruzaba con paso cansado. Entonces se le ocurrió una idea tan desesperada como descabellada.

"Cómo se enteren de lo que voy a hacer, ni ser el salvador del mundo mágico va a impedir que termine en Azkaban"

Siguió al medimago teniendo cuidado de que el hombre no notara nada, por suerte parecía bastante cansado e iba muy distraído. Mientras caminaba, Harry miraba a su alrededor, tratando de encontrar algo que le ayudara en sus planes. Todavía no sabía cómo lo iba a conseguir, lo único que tenía claro es que debía hacerlo por el método muggle, si usaba magia y analizaban su varita, estaría perdido.

Mientras pasaba por una de los corredores, su vista se posó en el objeto ideal. Era una de esas jarras de barro que se usaban para poner agua, lo suficiente pesada como para cumplir su propósito, pero no tanto como para descalabrar permanentemente al pobre hombre.

Sin detenerse a pensarlo nuevamente por miedo a arrepentirse, tomó la jarra y se apresuró hacia el medimago. Cuando lo tuvo a su alcance, levantó el brazo, cerró los ojos y lo estrelló contra su cabeza.

-¿Atacaste al hombre?- el tono de Severus reflejaba una total incredulidad y Harry enrojeció violentamente. Sus nietos lo miraban con los ojos abiertos como platos.

-¡Ese es mi abuelo!- exclamó Mark y su gemelo aplaudió alborozado.

-No, no, chicos, eso estuvo muy mal- se disculpó Harry-. Todavía hoy no entiendo cómo me atreví a hacerlo pero fue una barbaridad.

-Pero una barbaridad bastante efectiva- se burló Draco.

-Fue un delito- dijo Severus con el ceño fruncido-. Podían haberte metido preso.

-Lo sé, lo sé- Harry no sabía donde meter la cabeza.

-Menos mal que no te pasó nada, abuelito- dijo Lisa, acercándose a Harry y abrazándolo, antes de regresar a su posición al lado de su primo.

-Bueno, tanto como nada...

-¿Te descubrieron?- preguntó Frank, horrorizado.

-Descubrirme no, pero digamos que pronto pagué por mi temeridad.

¿Qué quieres decir?- preguntó Severus, ahora más intrigado que enfadado.

-Déjenme seguir leyendo y lo sabrán.

Cuando Harry vio al hombre caer al suelo inconsciente se dio plena cuenta de lo que había hecho, pero ya no podía dar marcha atrás. Al pasar había visto una habitación que tenía la puerta abierta y en cuyo interior se almacenaban escobas y tobos, así que arrastró al medimago hasta allí, sabiendo que a primera hora de la mañana lo encontrarían. Luego de quitarle su túnica, gorro y mascarilla de medimago, convocar unas cuerdas y amarrarlo y amordazarlo, salió con cautela y se dirigió al cuarto piso.

Esta vez en el mostrador se encontraba una señora de mediana edad.

-Doctor McBride- lo saludó con una sonrisa-, ¿cómo está? ¿Qué hace por aquí a estas horas?

-Me envió el gran jefe- contestó Harry, rezando porque lo que dijera no fuera una tontería y lo descubrieran-. Debo hacer una ronda a los enfermos.

-La última de la noche, ¿no?- contestó la mujer.

"Merlín, menos mal que coló la excusa?

-Sí, hago esto y me voy a casa- contestó.

-¿Y por qué tiene puesto el tapabocas?

-Tengo un ligero resfrío, nada preocupante ni contagioso, pero prefiero prevenir.

-Sí, es mejor no andar repartiendo microbios entre los enfermos- la enfermera sacó una lista de los enfermos hospitalizados-. Aquí tiene los nombres de nuestros inquilinos- bromeó-. No son muchos y son muy amables, excepto el gruñón del 411.

"Ese tiene que ser Severus", pensó Harry de inmediato.

Revisó los nombres de los enfermos y allí estaba, piso 4, habitación 411, Severus Snape.

-Pues menos mal que no son muchos, ya tengo ganas de irme a casa y...

-Doctor McBride, Doctor McBride.

-Doctor, lo llaman.

Ante la advertencia de la mujer en el mostrador, Harry se dio cuenta que la enfermera que corría presurosa hacia ellos se dirigía a él, así que la miró interrogante.

-¿Dígame?

-Doctor, llevamos un buen rato llamándolo pero no contestaba- explicó precipitadamente-. El Doctor Voltan lo necesita en cirugía- al ver que Harry no se movía, la mujer insistió-. Apresúrese, es una emergencia. A la señora Colster se le adelantó el parto y el doctor necesita su ayuda.

"Mierda, mierda, mierda" pensó Harry mientras seguía a la joven rumbo al quirófano. "¿Cómo salgo de este lío?"

Al llegar al área de cirugía lo recibió el grito más espeluznante que había escuchado en su vida.

"Merlín" pensó espantado. "Eso suena peor que una Banshee con dolor de muelas"

-Rápido, doctor- instó la enfermera que le había acompañado hasta allí, señalándole unos grandes lavabos-. El bebé está a punto de llegar.

Se lavó concienzudamente las manos y la joven le puso un par de guantes quirúrgicos.

"Menos mal que no me hicieron quitarme la túnica ni el tapabocas"

-Al fin, hombre- lo recibió Igor Voltan cuando entró en el pabellón-. Esto es urgente. La señora está a punto de parir. Necesito que me ayudes en caso de problemas y te ocupes del bebé.

"Oh, no. Por favor, Dios, por favor, que esto sea una pesadilla. Prometo no volver a descalabrar a ningún medimago, pero sácame de este lío"

Un nuevo gritó agónico fue toda la respuesta que recibió a sus plegarias.

-Tranquila, Helga- decía el medimago en ese momento-. Ya veo la cabeza. Sólo un esfuerzo más y saldrá el bebé.

"¿Le dice que se tranquilice? Joder, si eso es igual que pasar una Quaffle por el cuello de una botella"

-Vamos, Helga- animó el doctor Voltan.

Un nuevo grito.

"Si esto sigue, me voy a quedar sordo perdido"

-Ya está- el tono de Igor Voltan denotaba alegría-. Ya pasó todo, Helga, eres madre de una hermosa nena. Ahora el Doctor McBride va a limpiar a tu bebé, lo va a pesar y en unos minutos lo tendrás en tus brazos.

"¿Qué yo QUEE?"

-John- dijo el medimago, tendiéndole la pequeña-, es toda tuya.

"¿Toda mía? ¿Cómo que toda mía?" los pensamientos de Harry iban a toda vela. "Mierda, ¿y ahora que hago?"

Recordando lo aprendido el curso anterior en la electiva de Medimagia que Hermione, bendita sea, les había obligado a tomar, Harry tomó al pequeño en sus brazos.

"Ojalá mi aprendizaje en Medimagia haya sido mejor que el de Apariciones porque si no estoy frito"

Rezando angustiado, tomó a la pequeña por los pies, cerró los ojos y le dio una pequeña palmada en el culito. Al momento, los berridos que llenaron el ambiente daban cuenta de que de tal madre, tal hija. La niña era una Banshee en miniatura.

Esforzándose por recordar, siguió limpiando a la bebé, hasta que por fin la tuvo lista, bien envuelta en una cobijita rosada. Miró su arrugada carita y todo el miedo que había sentido hasta ese momento se esfumó y su lugar quedó ocupado por una mezcolanza de sentimientos: ternura, orgullo, alegría.

Recién en ese momento se dio cuenta que había presenciado el milagro de la vida y que había participado en él, aunque indirectamente y gracias a Dios por ello. Imaginó lo orgulloso que debía sentirse el medimago al poder lograr que ese milagro llegara a buen término y pensó que, definitivamente, esa debía ser una gran forma de ganarse el pan.

"De todas maneras, compadezco al pobre Draco. Demonios, la que le espera."

La enfermera le quitó a la pequeña de los brazos y el Doctor Voltan se acercó hasta él.

-Vaya fin de jornada- dijo dándole unas palmaditas en el hombro-. ¿Vamos a tomarnos un trago?- viendo que Harry empezaba a negar con la cabeza, continuó-: Sí, ya sé, tu bella esposa te espera. Deja a los viejos solterones como yo ir a mascullar su soledad en el bar.

-No, yo...- empezó Harry, intentando emitir una voz ronca para disimular.

-Tranquilo, es broma- se rió el otro-. Te entiendo muy bien, de hecho, te envidio. Además, esa gripe está empeorando, es mejor que vayas a casa.

-Gracias- musitó Harry, y dando media vuelta casi corrió a la puerta.

-Oye, espera- lo detuvo el otro con voz perentoria.

"Mierdaaaa, ya me descubrió"

Se detuvo temblando y giró lentamente hacia el doctor.

-Saluda a Rita de mi parte- sonrió con cordialidad-. Y agradécele lo de la otra noche. La comida estuvo deliciosa.

Respirando con alivio, hizo un gesto de despedida con la mano y salió del recinto. Si no encontraba pronto la habitación de Severus, el que iba a necesitar hospitalización era él, víctima de un infarto fulminante.

Al llegar a este punto Harry detuvo su lectura. Las carcajadas de su familia eran demasiado fuertes como para ignorarlas.

-Vale, vale- musitó avergonzando intentando apaciguarlas-. Prometieron no reírse.

-Lo siento, abuelo- Frank se revolcaba sobre la alfombra sin dejar de reír-. Pero es demasiado gracioso- todos los demás asintieron risueños.

-No pensarían lo mismo si hubieran estado en mi lugar- se quejó Harry, compungido-. Y menos, cuando al entrar a mi primer año en la Facultad de Medimagia, me encontré que entre mis profesores se contaban Igor Voltan y Jhon McBride.

Las carcajadas aumentaron claramente.

-No se rían. Pasé todo mi primer año huyendo de ellos por miedo a que me reconocieran.

-¿Alguna vez lo supieron?

-No. No quiero ni pensar qué hubiera pasado. En las reuniones sociales de la facultad, era un chiste habitual el que al Profesor McBride lo hubieran atado, amordazado y suplantado sin que ni el Profesor Voltan ni nadie más se diera cuenta. Los estudiantes mencionaban el nombre de Helga o Colster en su presencia sólo para ver como se enfurecían. Si me hubieran descubierto, no me hubiera graduado ni de camillero.

Al ver que las carcajadas en lugar de cesar se intensificaban, Harry se cruzó de brazos y espetó:

-Vale, o se calman o no sigo leyendo.

Había dicho las palabras mágicas, al instante las carcajadas cesaron, aunque continuaron una que otra risita aquí y allá.

-La verdad- comentó Draco-, no entiendo cómo después de eso aún tuviste ánimos para buscar la habitación del abuelo Severus.

-Ainsss, le amour, le amour- canturreó Mark, fingiendo que tocaba un violín.

-Sí, el amor- confirmó Harry, arrebujándose más dentro del abrazo de Severus y tomando nuevamente el diario-. El amor.

Harry corrió por los pasillos desiertos y cuando llegó a la habitación 411 respiraba con dificultad. Se quedó mucho rato observando la puerta sin atreverse a entrar, pero al final se cubrió de coraje y empujó.

La habitación estaba en penumbras, apenas alumbrada por una vela flotante que lanzaba una tenue luz sobre el hombre dormido. Se acercó sigilosamente, intentando hacer el menor ruido posible para no despertar al enfermo, y se detuvo al lado de la cabecera.

Contempló durante largo rato la figura inmóvil, deleitándose ante la placidez que mostraban los rasgos, o aquellos que podía distinguir, ya que la mitad del rostro estaba oculta por un blanco vendaje.

Harry deseó con toda su alma tener el valor de extender la mano y acariciar las sutiles pestañas, la angulosa nariz, o los labios delgados. De atreverse a inclinarse y depositar un cálido beso en la frente, ligeramente fruncida aún en medio del sueño y lograr que se relajara. De posar la mano sobre el ancho pecho y sentir el palpitar del corazón.

Pero no se atrevía. Su valor Gryffindor no alcanzaba para tanto. No soportaría que el mago dormido respondiera con desprecio a alguno de esos gestos. Por eso se quedó allí, parado, observando como si en ello le fuera la vida, como si no hubiera un antes y un después, sólo ese momento.

Pero lo había, había otro mundo frío, solitario, sin Severus. Un mundo al que pronto debería volver. De pronto no lo soportó más, la agonía de verlo tan cerca y a la vez tan lejos fue demasiado y la congoja lleno su pecho. Con un quejido apenas audible, salió de la habitación y corrió escaleras abajo. Salió por la entrada principal sin siquiera preocuparse del guardia que probablemente lo detendría al verlo, pero afortunadamente parecía que el hombre se había quedado dormido por algún rincón.

Bajo los peldaños de piedra y al llegar al último no pudo más y se derrumbó. Se sentó sobre el escalón y dejó escapar la congoja en un torrente de lágrimas incontenibles, que no se detuvieron hasta que un cuerpo frío se deslizó en su regazo y una pequeña cabeza se frotó contra su cuello, al tiempo que se escuchaba un confortante siseo.

-¿Qué passso?¿No pudissste ver a tu amor?

Harry miró a la serpiente con los ojos anegados y acarició su cabecita.

-Sssí, lo vi.

-¿Y te dessspreció?

-No, ni sssiquiera me vio. Essstaba dormido.

-¿Entoncesss por que llorasss?

-Porque todo esss inútil- contesto Harry, mientras se secaba las lágrimas.

-Essso no lo sabesss- replicó la serpiente-. Esss tonto llorar por algo que no sabesss. Losss humanosss sson muy tontosss.

Harry no pudo evitar echarse a reír.

-Tienesss razón- dijo levantándose, dispuesto a partir.

-¿Te vasss?- inquirió la serpiente.

-Sssí, ya ssse me ha hecho demasssiado tarde, deben essstar preocupadosss por mí.

-Lássstima, me gussstaba hablar contigo. Aquí sssola me aburro.

-¿Essstas sssola? ¿No hay más serpientesss por aquí?

-No.

-¿Te gussstaría venir conmigo? ¿Ssser mi ssserpiente?

-¿Tu ssserpiente?

-Ssíi, yo podría conssstruirte un terrario y en Hogwartsss hay muchosss ratonesss para come

-¿Terrario? ¿Hogwartsss?

-Un terrario esss un sitio en donde puedasss dormir y Hogwartsss ess la esscuela donde essstudio. Esstarías cómoda y charlaríamosss con frecuencia. Ssserías mi masscota.

-Me gusssta esso. Tu me caesss bien.

-Y tu a mi también. ¿Decidido entoncesss?

-Sssí.

-Bueno, sssube en mi mano para podernosss ir a casa.

-¿Como vamosss a viajar?

-¿Sabesss rezar?

-¿Rezar?- repitió la serpiente, extrañada.

-Olvídalo. Me voy a Aparecer, y essspero por Merlín que esssta vez me ssalga bien.

Y eso fue lo que pasó, así que ahora tengo una capa de viaje menos y una serpiente más. Por cierto, se llama Roid, ni me preguntes de dónde salió ese nombre, ella lo eligió.

Vaya, contándote todo esto se me han pasado las horas. Mejor me voy a dormir o mañana llegaré tarde a clase de Transformaciones. Con todo lo que me paso esta noche, espero no tener pesadillas

Harry

-Así que en ese viaje encontraste a Roid- musitó Severus.

-Sí.

-¿Roid era familia de Vulcanus, abuelito?- preguntó Lisa, recordando la serpiente consentida de su abuelo Harry.

-Sí, era su abuela...¿o será bisabuela?- preguntó, mirando a Severus.

-Ni idea, desconozco la genealogía de tus serpientes- se burló su pareja.

-Muy gracioso- Harry golpeó su mano en un regaño cariñoso-. Pero aún no me has contado como supiste que había ido a visitarte a San Mungo.

-Estaba despierto cuando entraste- explicó el hombre-. Fingí dormir cuando escuché la puerta abrirse, no quería que nadie me fastidiara.

-Pero no abriste los ojos en ningún momento. Además, yo estaba cubierto por el tapabocas, ¿cómo supiste que era yo?

-Por tu aroma- confesó Severus.

-¿Por mi aroma?- la voz de Harry denotaba confusión-. Usaba un perfume muy común entre los magos, mucha gente podía haber olido como yo.

-Te equivocas, tu aroma es inconfundible, no sólo es el perfume sino tu cabello, tu piel, es una mezcla. Reconocería tu esencia en una habitación repleta de magos.

-Vaya- intervino Mark, risueño-. Parece que al abuelo Severus se le pegó algo del Tío Remus, ahora reconoce por el olfato- se burló, imitando a un perro olfateando.

-Muy gracioso, muy gracioso- gruñó Severus ante la hilaridad general-. Bueno, creo que es hora de ir a dormir.

-Ay, no abuelo, no seas vengativo, todavía es temprano- se quejó Frank.

-No, no lo es, y Lisa ya está cabeceando- intervino Harry, levantándose del sofá e incitando a sus nietos a imitarlo. Luego que los chicos dieron las buenas noches y se deslizaron fuera de la habitación, se abrazó a Severus y hundiendo el rostro en su cuello, olfateó a placer-. Además, quiero que me expliques más acerca de ese asunto de los olores.

Continuará...

b Bueno, su lindo apoyo me animó tanto que aquí tienen una nueva actualización, espero que les guste. Un beso enorme a todos /b

REVIEWS

Tercy-S-Scloe: Sip, definitivamente también me cambio jajja. Gracias mil por tus lindos comentarios, espero que este nuevo capítulo también te guste, cuenta las vicisitudes que paso el pobre Harry para llegar a San Mungo. Mil gracias por el apoyo. Besitos

Princesa Semiramis: Que bueno que te esté gustando, me hace muy feliz. No te preocupes que lo voy a seguir, aún quedan muchas cosas por contar. Besitos