"Capítulo 1"

"¿La Madre Naturaleza puede morir?"

15 de Diciembre del 2999, 21:30 PM

Corporación Van draken, Zugzodia

En lo alto de uno de los rascacielos más altos, la Junta de Accionistas de la Van Draken Corporation decidía el destino de la mayor empresa armamentística del continente. La empresa formaba parte del grupo empresarial CÓREX y precisamente su presidente tenía acciones del grupo.

En el último piso del rascacielos se encontraba Vancel Van Draken, el mayor de la familia y presidente de la empresa. En su despacho se podía oír algo de ópera. La sala tenía un suelo limpio, que parecía un espejo; y sólo había un escritorio en el medio frente a las enormes ventanas. El empresario estaba sentado en una silla de ruedas giratoria roja y vestía un traje oscuro. En una postura pensativa, el hombre se fumaba tranquilamente un puro, llenando la habitación con su humo.

De pronto cogió el teléfono rojo que había sobre la mesa, marcó un número y se dispuso a hablar con la persona al otro lado de la línea.

Vancel: Joseph - dijo con vos oscura, expulsando una bocanada de humo -

Joseph: ¿Hermano? ¿Ocurre algo? - preguntó un tono más rebelde -

Vancel: Quiero que hagas un trabajito para mí.

Joseph: ¿Pagarás bien?

Vancel: Cien de los grandes.

Joseph:¡Vaya! Supongo que será importante.

Vancel: ¿Lo harás?

Joseph: Sí, no lo dudes. Imagino que esto tiene que ver con CÓREX ¿No?

Vancel: Adivinaste.

Joseph: Siempre lo hago. Dime lo que he de hacer.

Vancel: Tráeme a una joven de unos 20 años llamada Aeris . Se esconde en la Iglesia San Miguel.

Joseph: Mandaré a mi mejor hombre. ¿Límite de tiempo?

Vancel: Tómate el que quieras. Pero la quiero antes de que finalice el milenio.

Joseph: De acuerdo. ¿He de esperar algún contratiempo?

Vancel: Dos: Harold Darkness y Yolanda Death.

Joseph: ¿Demonios?

Vancel: El tipo. Dicen que la chica es la misma Perséfone.

Joseph: ¿La esposa de Hades? ¿La Reina del Infierno?

Vancel: ¿Tienes miedo?

Joseph: ¿Has oído hablar de Jonh, El Rojo?

Vancel: ¿Eh?

Joseph: Es el mejor de mis Hellboys. Mata a demonios, humanos, políticos y hasta ángeles si es necesario.

Vancel: Bien. Pero no olvides que la quiero antes del 3000.

Joseph: ¿Acaso piensas en el futuro?

Vancel: Cuando se tiene el dinero y el peso político que yo poseo. La gente de verdad sólo puede aspirar a más. No busco un futuro de anciano con esposa, hijos y nietos. No. Busco la inmortalidad, el poder absoluto. Después de todo, no seré el primero ni el último de los llamados Falsos Dioses.

Joseph: A veces das miedo cuando hablas de ocultismos y cosas de esas.

Vancel: Tus ojos aún no pueden ver más allá de los billetes y las cuentas bancarias. No puedes entender a un hombre como yo.

Joseph: Sólo alguien como tú podría trabajar de ese modo para CÓREX sabiendo de sus actividades más oscuras.

Vancel: la ambición humana a veces supera la imaginación. Corto.

Suburbios, Dark Street 22:00 PM

Jonh Black, conocido como El Rojo, atravesaba con firmeza la calle oscura, epicentro del crimen en Zugzodia. Por lo menos eran los mafiosos de esa zona los que ejercían las actividades turbias de los grandes empresarios.

El joven era un hombre alto, fornido, de complexión fuerte, de pelo rojizo con corte militar. Llevaba una gabardina de cuero negro, unos vaqueros de importación, una camisa blanca y unas gafas de sol; además de dos pistolas de oro en el cinturón.

El Rojo pasó con tranquilidad aquel barrio que asustaría hasta el policía más valiente. Donde se encontraban desde rateros y camellos de poca monta, hasta grandes mafiosos y asesinos profesionales que detestaban los lujos. También era zona de burdeles y casas de juego ilegales para disfrute de los que vivían ahí.

De pronto, llegó al lugar que estaba buscando. El club de striptease de Joseph, conocida como la Boca del Diablo. Local de apuestas, prostitutas, bailarinas y drogas. Lo que nadie sabía era que Joseph tenía otros negocios más rentables con su hermano. Muy pocos sabían de su apellido, ni a él ni a su hermano les convenía que este último perdiese el poder por el simple hecho de que las masas descubrieran que tenía un hermano que se dedicaba a negocios turbios.

El asesino a sueldo entró al local, lo de siempre: bailarinas cochinas sin clase, políticos y empresarios borrachos, camellos, jugadores empedernidos y algunos asesinos a sueldo, todo ello mezclado con un poco de alcohol y humo de tabaco u otra cosa. Una de las bailarinas se acercó sensualmente a él, pero, a parte de que no era su tipo (no le agradaban las prostitutas) y era fea, él no ligaba cuando trabajaba, así que la apartó de un manotazo y se dirigió al despacho del jefe. Marcelo, un hispano inmigrante fornido y de color no dejaba pasar a nadie que no tuviese una cita previa. Pero él era conocido y todos los gorilas de la zona lo respetaban de modo que lo dejó pasar, con una sonrisa.

Tras la puerta se escondía el despacho de local más limpio del barrio. Lleno de cuadros grotescos y armas antiguas, tenía las paredes amarillas de yeso. Cómo en todo despacho había un escritorio, este era de metal descolorido. Joseph, El Sucio, del que pocos sabían su apellido se encontraba sentado sobre una silla negra con respaldo y con los pies sobre la mesa. Era un hombre joven, con pelusilla al igual que Jonh; su pelo era oscuro y largo hacia delante, cubriéndole media cara; iba vestido de negro, pero con una camisa roja con una calavera fluorescente en el centro. De sus labios se podía ver un cigarrillo apagado, que muchos decían, era el primero y el último que fumó.

Jonh: Oí su llamada - dijo con voz varonil, que parecía de militar -

Joseph observaba a Jonh de arriba a bajo. Era muy puntual había que admitir, y muy eficaz también. Hacía media hora que su hermano le había ofrecido aquel negocio y no podía defraudarle, tenía que asegurarse de que la joven acabase en sus manos, y para ello tenía que mandar al mejor.

Joseph: ¿Puntual, eh?

Jonh: Como siempre. ¿Qué he de hacer? ¿Matar a algún político? ¿A un poli?

Joseph: No, no, no. Para nada. Quiero que secuestres a una joven llamada Aeris y me la traigas... viva y virgen.

Jonh: ¿Ordenes de tu hermano?

Joseph: ¿Por qué lo preguntas?

Jonh: esos negocios son los que mejor me pagas.

Joseph: Sí.

Jonh: ¿Cómo sabes si aún es pura?

Joseph: Mi hermano es adicto a los sacrificios, y siempre hay una virgen en medio.

Jonh: Quedan muy pocas muchachas castas en estos tiempos oscuros.

Joseph: La chica se encuentra en la Iglesia San Miguel. En esa zona no hay ninguna actividad criminal.

Jonh: ¿Es cierto que se está formando una nueva Inquisición?

Joseph: ¿Sabes lo qué significó esa palabra en la Edad Media?

Jonh: Siempre fui bueno en Historia.

Joseph: Lo sé. Dicen que hay un sacerdote que promueve la idea de una nueva cruzada, pero no estoy seguro.

Jonh: ¿Habrá obstáculos?

Joseph: Dos demonios. Harold Darkness y Yolanda Death.

Jonh: ¿Peligrosos?

Joseph: Son demonios de alto rango. ¿Miedo?

Jonh: Esa palabra no está en mi diccionario. Hablemos de dinero.

Joseph: El 10. 10.000 $.

Jonh: 15.000.

Joseph: 12.500.

Jonh: 13.000 y hecho.

Joseph: Hecho.

Tras darse la mano, Jonh salió del local. Y se dirigió inmediatamente a su apartamento en Wall Street. Lo que ganaba le permitía vivir entre políticos, magnates y famosos. Además de estar cerca del edificio principal del grupo CÓREX, el más poderoso de América, quizás del mundo.

Templo de Erebo, Bajo Saint Street 22:25 PM

Bajo la hermosa calle santa, se encontraba un templo secreto, en medio de una sala espaciosa de las alcantarillas. El interior era bastante lúgubre: lleno de velas y estatuas de demonios, además de una vidriera que mostraba la concepción moderna de Erebo, el Rey de la Oscuridad, con un altar enfrente de ésta. En el medio del templo, que sólo constituía una habitación, se encontraba una pequeña ¿piscina? de sangre.

Una mujer de unos 20 y tantos años se encontraba sentada en el medio de la piscina sangrienta. Tenía la tez pálida, mostrando la tristeza que a su vez irradiaban sus ojos negros; sus cabellos eran aguamarinas y sus labios rojos como el fuego; vestía un simple y recatado traje oscuro y cantaba una triste canción en inglés.

Como si aquella canción fuesen palabras mágicas, un agujero oscuro apareció junto al altar. De éste apareció un sacerdote vestido con una túnica oscura, de rostro anciano, con una sonrisa irónica, con unos ojos rojos y pelo blanco y erizado que le daba un aspecto siniestro.

El ente caminó con los brazos extendidos hacia la triste joven, mientras la miraba con una mirada lujuriosa que asustaría hasta a una ninfómana.

- ¿Qué quieres, Harold? - dijo la joven con voz lúgubre -

Harold: Nada, Yolanda. ¿O debería llamarte Perséfone? - preguntó con ironía -

Yolanda: Llámame Yolanda mientras estemos aquí - contestó mientras se levantaba y se daba la vuelta, quedando frente al anciano sacerdote - Siento el cosmos de mi madre florecer en la superficie.

Harold: Sí. Parece que la esencia de Deméter a encontrado un heredero. Debemos actuar pronto. Atenea a dejado que parte su esencia llegase aquí y eso podría causarnos problemas.

Yolanda: Esa tonta. Creyó que el Dios de los Muertos iba a morir una y otra vez en sus manos. Debemos acabar con los Herederos de los Dioses para que nadie interfiera en su reencarnación

Harold: Veo que tienes prisa por reencontrarte con tu esposo.

Yolanda: La resurrección de mi amado te conviene.

Harold: Al revés querida. Cuando el 31 de diciembre toquen las doce, mi señor será libre. Pero la resurrección de Hades nos será de gran ayuda. Ja, ja, ja, ja, ja.

Yolanda: ¿por qué te ríes?

Harold: ¿No es divertido? ¡Será grandioso! El Dios de las Tinieblas y el Dios del Inframundo unidos para acabar con esta pobre peste llamada Humanidad. El Padre Oscuro surgirá de su más fiel siervo cuando acabe el milenio. Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja...

Yolanda: ¿Acaso no temes lo que pasará después de la resurrección de Erebo?

Harold: ¡Seré un dios!

Yolanda: ¿Y si tu amo desea "salir" de tu cuerpo en todo su esplendor?

Harold: No lo creo. Recuerda que en un cuerpo humano tiene más posibilidades de encontrar sus otras dos partes, su cosmos no sólo esta encerrado aquí.

Yolanda: ¿Cosmo? ¿Partes? ¿de qué hablas? ¿Acaso no dijiste que Erebo resucitaría el fin de milenio?

Harold: Urano fue inteligente. Con su gigantesca espada dividió el cosmos de mi señor en tres. Aquí se encuentra una de ellas.

Yolanda: ¿Y será suficiente la 1/3 parte del poder de un dios para hacer lo que pretendes?

Harold: Así es. Sólo necesito desaparecer este cosmos luminoso que rodea la zona.

Yolanda: ¿No te parece que es el momento de alzar nuestro templo a la superficie? Detesto el hedor de las alcantarillas.

Harold: Con Demeter arriba es imposible.

Yolanda: Sácala de ahí como sea.

Harold sonrió, pese a que hacía siglos qué Perséfone no dejaba esa actitud triste y melancólica, sabía de la rabia que le tenía a su madre. Después de todo, se enamoró del Dios de los Muertos y fue ella la que los separó. Por ello sabía que a la joven no le importaba la forma con que la tratara. Alzó los brazos hacia el techo, y empezó a recitar un conjuro de invocación.

Harold: "Por los poderes del absoluto Señor de las Sombras... - empezó a recitar con voz oscura y de ultratumba, a lo que Perséfone mostraba indiferencia - Yo invoco a los demonios de los Infiernos Profundos... A los seres sin nombre ni rostro... Venid a mí, hermanos, venid"

Tras el conjuro, el templo comenzó a sufrir unos leves temblores. La piscina de sangre se agitaba formando unas ondas y unas criaturas negras aladas aparecieron de la nada; su aspecto era grotesco, no tenían cara, tenían cuernos, garras y alas demoníacos. Se podían vislumbrar 5 ó 6 criaturas a las que Harold observaba cual padre ve a sus hijos.

Iglesia San Miguel, Saint Street 23:05 PM

Jonh Black se dirigía a la Iglesia San Miguel después de haber ido a su piso franco en Wall Street a recoger algunas "cosillas" de supervivencia, entre las que se encontraban sus fieles águilas del desierto, su afilada katana de un millón de dólares, cargadores en los bolsillos interiores de su abrigo de cuero y una escopeta de plasma. Desde luego era todo un privilegio vivir en aquella calle, lejos de la, protectiva, pero lúgubre Dark Street.

Para el llamado "Bajo Mundo" , él era un simple criminal con suerte; para la "Clase Media", algún técnico informático; pero para las "Altas Esferas", era considerado como el mejor asesino del país.

Había cogido su sedán oscuro al estilo de los gángster del cine negro; para no desentonar, iba vestido de etiqueta ya que recientemente había recibido un mensaje al celular en el que su jefe le indicaba que tendría que llevar a la joven a una fiesta en Pórtland, la zona costera de la ciudad, posiblemente en el yate de la familia Van Draken y entregársela personalmente en el baile que darían. Encima del traje llevaba un abrigo con bolsillos interiores para guardar los cartuchos y algunos utensilios para forzar puertas u otras actividades ilícitas.

Una vez aparcado el coche de forma no muy elegante, salió de él y se dirigió a la iglesia a paso lento. Desde luego, Saint Street hacía honor a su nombre, estaba llena de "Garitos del Señor" como les decía Jonh, éste pese a que no era religioso a veces se confesaba, ya por que era amigo del sacerdote o por que lo hacía sentirse mejor.

Sin más ni más entró en la Iglesia, había una joven preciosa sentada frente al altar. Su pelo era castaño claro recogido en una larga cola de caballo, vestía un kimono blanco y sin duda estaba rezando.

El asesino se fue acercando como anonado hasta que la chica giro la cabeza, a lo que se sonrojó pero pronto se dio cuenta de que no lo miraba a él sino a un cura que no veía desde hace 4 años que se encontraba justo a su lado.

- Padre Miguel - dijo la joven con voz amable -

P. Miguel: Aeris, hola hija. Así que ya has llegado. ¿Cómo se encuentran tus padres? - preguntó el ya anciano sacerdote -

Jonh: "De modo que esta chica es Aeris, la joven que he de secuestrar" - pensó -

Aeris: Están bien Padre. Sus almas descansan en paz. - decía al tiempo que caminaba hacia Jonh - ¿Quién es este joven?

Mientras Jonh salía de sus pensamientos, el Padre Miguel lo abraza cariñosamente como hacen los amigos y empieza a reír.

P. Miguel: ¿¡Éste ceporro? ¡Lo conozco desde que vino a la ciudad hecho un vagabundo! Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja... ¡Hacía años que no nos veíamos!

Aeris: Pero. ¿Por qué va armado? - preguntó extrañada, más no asustada lo que descolocó al asesino -

El sacerdote se alejó un poco de Jonh, no por miedo sino para comprobar que en verdad Jonh llevaba dos águilas del desierto enfundadas a la espalda y su katana.

P. Miguel: ¿Acaso tu jefe me quiere muerto? - preguntó manteniendo una posición firme y valiente - Si vas a matarme, no lo hagas en la casa del señor -

Jonh miró sorprendido al sacerdote, él lo consideraba como un padre. ¿Cómo podía siquiera imaginar que sería capaz de matarlo? ¿En eso se había convertido? ¿En un asesino sin escrúpulos capaz de hacer cualquier cosa por dinero?

Jonh: Padre, no he venido por usted. - dijo tranquilizando a la joven pero no al sacerdote - He venido por la chica, por Aeris.

Templo de Xian, Chinatown 23:20 PM

En el barrio de las tríadas chinas, se encontraba el Templo de Xian. Una especie de dojo para los habitantes de aquel barrio, los cuales, no eran criminales como las tríadas del siglo XXI, sino que eran "Guardianes Espirituales" como se hacían llamar.

Se dice que Xian era un hombre que combatió en grandes batallas en cientos de mundos, el último de los 10 elegidos para salvaguardar la paz en el universo. Ahora sólo estaba él, quién había decidido entrenar a jóvenes para que defendieran a los débiles ya que los pocos policías honrados que había en la ciudad, estaban o amenazados o presionados desde las Altas Esferas.

Xian mantenía una postura de meditación en el medio del templo, el cual, pese al parecido, no era budista pues el maestro marcial que lo presidía sabía muy bien la verdad sobre la creación y la existencia de la humanidad.

De pronto, un japonés entró presuroso al templo, Xian no se enfadó, sólo lo miró con sus amables ojos y su rostro apacible, sabía que Ryu Shuzuki, pese a su torpeza, no interrumpiría sus meditaciones a menos que fuera importante. Además de que se las tomaba MUY en serio, quizás incluso más que él.

Ryu: Maestro. - dijo haciendo una reverencia y arrodillándose -

Xian: Levántate Ryu, aquí nadie es superior a nadie, soy tu maestro no tu general. - dijo en ton apacible, lo que Ryu tomó como una orden directa y la cumplió inmediatamente, sacándole una sonrisa a su maestro - Bueno, no era una orden. Dime joven Shuzuki. ¿Cuál es la razón de tan inesperada vista?

Ryu: ¿Le he molestado? ¡Oh lo siento! Verá... Es qué... Lo que pasa... Es... Es... - intentaba explicar el nervioso joven mientras se acomodaba sus anteojos -

Xian: No te preocupes, sólo responde a mi pregunta.

Ryu: He sentido la fuerza de una entidad oscura. Han sacado a los Sin Nombre del Inframundo. Creo que se dirigen a...

Xian: A acabar con Deméter, lo sé.

Ryu: Pero, maestro. ¡Es la primera heredera! ¿Por qué no vamos a protegerla? ¿Y si son los caballeros diamante?

Xian: Soy consciente de que Pai Mei llamó a los caballeros diamante hace 10 años pero aún falta el más poderoso. No se atreverán a confrontar a la Madre Naturaleza ni a ningún otro heredero antes de completar sus fuerzas.

Ryu: ¿Y entonces? ¿Quién?

Xian: ¿Te conté la historia de Erebo?

Ryu: ¿Se refiere a la que contaba la lucha entre Urano y el Padre Oscuro? ¿A esa?

Xian: Sí. El Rey de los Cielo dividió a Erebo en tres partes que se desperdigaron en diferentes dimensiones ya que en aquellos tiempos las barreras que separan dimensiones eran débiles. En cada mundo fue necesario un terrible combate contra esos espíritus y acabaron sellados. Una de esas partes está aquí ya que sólo el Padre Oscuro puede emitir semejante poder.

Ryu: ¿Cree que ya esta libre?

Xian: No. De ser así, Zugzodia estaría hundida en la más densa oscuridad. Estoy seguro que proyecta su poder a través de uno de sus sirvientes. Espera algo y no creo que sea bueno. Pero noto que Deméter está bien protegida, aunque es posible que...

Ryu: ¿Qué de qué? Maestro. ¿Acaso la Madre Naturaleza puede morir?

Xian no contestó, sólo salió del templó y contempló el trozo de cielo que cubría Saint Street; se estaba volviendo oscuro, no como la noche, era como si el mismo caos primigenio estuviese volviendo. Estaba claro que los sirvientes de Erebo habían decidido alzarse a la superficie.

Iglesia San Miguel, Saint Street 23:30 PM

Jonh escuchó el sonido de un trueno, no se había dado cuenta de lo tarde que era. No había mirado el cielo ni la hora en ninguna ocasión. Después de todo, los trabajos ilegales se hacían a oscuras ¿no?

El Padre Miguel permanecía impasible, había oído la historia que le había contado Jonh: No estaba dispuesto a permitir que Aeris, a quien quería como una nieta, acabase en manos de la despiadada familia Van Draken, y menos de CÓREX. Aeris cogió su vara y miró desafiante al asesino quien sacó sus dos pistolas, asustando al sacerdote, que no esperaba que Jonh estuviese dispuesto a matar a una joven por dinero, quizás a un político, a un policía o a un campesino, pero no a una persona tan joven que le quedaba toda una vida por vivir. El sacerdote sacó una espada que normalmente sólo era decoración pero que le serviría para proteger a la chica. De pronto, Jonh disparó, los otros dos cerraron los ojos, temiendo lo peor pero luego se dieron cuenta de que el asesino le había disparado a un demonio halado que se encontraba justo detrás de Aeris.

Al darse la vuelta, tanto el Padre Miguel como la huérfana observaron a los seres que trepaban las paredes tras el altar. Era monstruosos diablos sin rostros, con alas, cuernos y garras y parecían ser seis.

Mientras que Aeris y el sacerdote se pusieron al lado de Jonh al saber que tenían un enemigo común, los demonios se abalanzaron sobre ellos como bestias salvajes. El gángster pelirrojo descargó sus cargadores, cada uno de 30 balas, sobre aquellos horrendos seres. Dejó caer los cartuchos al solo y recargó las pistolas sin soltarlas. Al observar la zona, vio que sólo quedaba uno entre aquella mezcla de sangre, diablos y metal; la criatura intentaba levantarse sin éxito, ahogándose en su propia sangre, Jonh acabó con su agonía metiéndole un tiro en la cabeza.

El criminal dio media vuelta y dirigió una mirada fría que luego se transformó en amistosa lo que extrañó a Aeris más no al Padre Miguel.

Aeris: ¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes?

P. Miguel: Sabía que no venías con malas intenciones. Te conozco y sé que estos trabajos no te gustan.

Jonh: Vendí mi piso franco en Wall Street por unos 25 millones. Sólo te traeré a la fiesta pero con protección.

Aeris: ¿Eh?

P. Miguel: ¿Estás pensando en los Guardianes Espirituales de Xian? ¿No es algo arriesgado?

Jonh: Mi intención es vivir en algún poblado lejos de la ciudad, no podré hacerlo si no traigo a la chica a salvo. Pediré a Xian que me ayude con uno de sus discípulos y así podrás salvarte de los Hermanos Van Draken, ni siquiera ellos se atreverán a ponerte una mano encima si estás con Xian, y yo podré descansar de lo más feliz como millonario.

Aeris: ¿¡Me estás diciendo que he de dejar la casa en la que he vivido durante diez años sólo para que tú no tengas deudas que pagar con la Mafia?

P. Miguel: No le grites así a Jonh. Joseph Van Draken tiene a tantos mercenarios bajo su poder que podría tomar la ciudad si quisiera. No creo que tema tener que montar una carnicería en Saint Street para conseguir sus propósitos. Pero Chinatown si que es temida por todos, hasta para el Ejército, ahí estarás más segura.

Aeris: Pero...

Jonh: Si te quedas aquí, y si te salvas de las garras de los Van Draken, no podrás huir de CÓREX, posee el ejército paramilitar más poderoso del mundo, no temen a ningún país.

Aeris: ¿Y crees que temerán asaltar a los Guardianes Espirituales?

P. Miguel: No olvides lo que te he contado sobre ellos. Steven Córex Stepanovich, presidente y fundador del grupo empresarial teme a Xian por su enorme cosmos.

Jonh: Padre... - dijo algo rebelde, que se alejaba de su actitud hasta ahora seria - ¿No le habrá contado ese rollo del cosmos, los sentidos y los dioses?

P. Miguel: Si hubieras vivido en Chinatown, habrías sido una mejor persona y conocerías más sobre la verdadera fuerza.

- ¿Verdadera fuerza? ¿El cosmos? ¡Ja! - decía una voz que provenía de todos sitios -

P. Miguel: ¿Quién osa pisar la casa del Señor? ¡Sal demonio! - exclamó con voz firme -

Una energía oscura comenzó a aparecerse justo en medio de los cadáveres demoníacos formando dos siluetas negras que fueron tomando apariencia humana. Un anciano sacerdote vestido de negro y una mujer de cabellos aguamarina fueron los que aparecieron.

P. Miguel: ¿Quiénes son ustedes? ¡Desaparezcan de esta santa casa! - en lo que extendía un crucifijo hacia los recién aparecidos, a lo que el anciano sacerdote sonrió -

Mientras la pálida chica se mantenía en su posición, el demonio envuelto en túnicas negras se acercaba al Padre Miguel, quien lo miraba con firmeza y valentía sin temblar ante su sádica sonrisa. Una vez frente a frente el oscuro sacerdote sujetó con fuerza la cruz que mostraba Miguel, destrozándola.

Jonh, al ver como temblaba la iglesia y la forma en que había destrozado el crucifijo, supuso de quien se trataba.

Jonh: Harold Darkness, supongo.

Harold: Supones bien, je, je, je. De modo que me conoces, bien. Entonces sabrás que necesito a la chica que tienes al lado.

Aeris: ¿A mí? - preguntó sorprendida de que todo el mundo la estuviera buscando -

Jonh: ¿Para qué?

Harold: ¡Eso no es de tu incumbencia! ¡Da media vuelta si no quieres sufrir la ira del Padre Oscuro! ¡Tú no me interesas pero si te metes en medio, me dará igual matarte! - exclamó con voz oscura, mientras un aura maligna comenzaba a rodearlo -

P. Miguel: No siento cosmos en él. - comentó con preocupación -

Aeris: Yo tampoco. - añadió al tiempo que extendía su vara, tomando un postura defensiva -

Jonh: ¿¡De qué demonios hablan? ¡Lárguense de auí! ¡Yo acabaré con este imbécil!

Aeris: ¡Yo también sé luchar!

P. Miguel: ¡Y yo no pienso abandonar la casa del Señor a estos servidores del Caos!

Harold: Así que se ha dado cuenta, sacerdote. Sí, yo no controlo esa energía armoniosa que manejan los dioses y que llaman cosmos. ¡Mi fuerza proviene del caos primigenio! ¡La fuerza de Erebo, Señor de las Tinieblas Infernales!

Jonh: ¡Bah! Yo nunca creí en el cosmos, no creeré ahora a otra fuerza. Sólo sé una cosa, vosotros sois demonios y queréis llevaros a una joven para algún ritual. De modo que, prepárense por que seré yo quien me la llevaré.

Harold sonrió ante aquel comentario, y a al ver como se dirigía a toda velocidad hacia él mientras sacaba la katana.

Jonh saltó hacia arriba quedando por encima del demonio. Por un momento, intentó avasallar al demonio a tiros pero un escudo protector de color púrpura lo protegía. Mientras caía sobre él, desenvainó su katana e intentó partirlo en dos, pero éste la paró con las manos y lo empujó con su Caos hacia el grupo.

Harold: Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja. ¿Piensas que me vas a matar con esas armas? ¿Eh? ¡¡Agh! - exclamó al darse cuenta de que la katana le había producido una herida en la mano - ¿Cómo demonios?

El terrible anciano sujetaba con su mano derecha la herida de la izquierda, debía haber sido un golpe muy rápido porque no lo había visto nadie.

Mientras los aún atontados expectantes eran arrastrados por Jonh a su coche; los Sin Nombre empezaban a despertar, los agujeros producidos por las balas se convirtieron en bocas llenas de dientes al igual que sus caras, que eran ocupadas por lo que podría llamarse una trituradora dental.

Harold: ¡Huid! ¡Huid si queréis! ¡No podréis escapar eternamente de los Sin Nombre! Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja.

Todas las monstruosas criaturas persiguieron a los jóvenes, todas menos una, que aún estaba malherida y que consumía la sangre de Harold.

Templo de Xian, Chinatown. 24:10 PM

Para Xian, la lucha entre Jonh y Harold no había pasado desapercibida. Sentía el Caos que sólo los servidores de Erebo utilizaban, además de otros seres más allá de los dioses que él había visto.

Ryu: Maestro. ¿Lo ha sentido?

Xian: Sí, joven Shuzuki. Temo que la resurrección de Erebo es inminente. Por suerte, Deméter ya está entre nosotros y muy pronto, los Olímpicos resurgirán en este mundo.

Ryu: ¿Cree que podrán soportar a los Hijos de las Tinieblas y enfrentarse a los Caballeros Diamante?

Xian: No puedo predecir el futuro con certeza absoluta, lo sabes. Aún no sé quienes heredarán los poderes de los dioses del Olimpo. Siento que esa joven no es de este mundo y eso me preocupa.

Ryu: No entiendo.

Xian: ¿Y sí los Herederos no fueran de éste mundo? ¿Y si han de venir de otros mundos? Y entonces. ¿Quién la trajo? Demasiados misterios como para no desconfiar.

Ryu: Lo mejor es que veamos lo que va pasando. Espero que los Falsos Dioses no intervengan.

Xian: Conociendo a Córex, seguramente intentará acabar con los Herederos antes de que sepan usar su cosmos.

Carretera Principal, Zugzodia 24:15 PM

Aeris, Jonh y el sacerdote, recorrían la carretera principal que cruzaba toda la ciudad en línea recta hasta la autopista, a toda leche en su sedán negro. Quien conducía era Jonh, a lo que Aeris protestó en varias ocasiones pero el joven no le hizo ni caso.

Cuando todo estaba calmado, un atronador ruido rompió el silencio al mirar atrás, los jóvenes pusieron cara de espanto al ver aquellos demonios llenos de bocas por todo el cuerpo, mientras que el Padre Miguel mantenía una actitud serena... Estaba dormido.

Jonh intentó acelerar pero los demonios, bastante inteligentes, parecían hacer lo mismo. Sus afiladas garras, destrozaban la carretera, la cual era ten antigua como la ciudad, dejando una humareda de polvo a su paso; sus furiosas bocas, sedientas de sangre, eran suficiente aliento para Jonh como para que no cesara en su intento de escapar de aquellos seres, más en seguida los bichos volvían a conseguir ventajas.

Jonh: Coge el volante. - dijo mientras el techo se abría y salía por él con la escopeta de plasma -

Aeris: ¿¿¡¡QUÉ? - exclamó nerviosa, no teniendo más remedio que convertirse en la nueva piloto... sin carné -

P. Miguel: ZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ - dormía plácidamente -

Jonh observó a las bestias: sus garras parecían haberse endurecido pues destrozaba la carretera con una facilidad atemorizante, estaban tan cerca que podía oír con claridad los cientos de gruñidos que emitían sus innumerables bocas. Sacó una batería, la introdujo en el cargador de la escopeta como si fuera una bala y disparó una ráfaga de plasma, fallando por los continuos movimientos bruscos que daba el coche.

Jonh: Mantén la calma.

Aeris: ¿Calma? ¡Si ni siquiera tengo carné!

Jonh: ¿No decías que las mujeres también sabían conducir? ¡Simplemente mantén firme el volante y conduce recto y a máxima velocidad!

Ahora que Aeris mejoró de pronto su manejo, el asesino recargó la escopeta y disparó de nuevo, atravesándole la cabeza con el haz de luz azulada que emitía, a uno de los Sin Nombre. Éste último, se quedó dando vueltas de campana en la carretera y acabó desapareciendo entre las flamas.

Y, así fue acabando uno a uno con los demonios hasta que sólo quedó uno, ya se encontraban cerca de la autopista y Jonh no quería meterse ahí, habían tenido suerte de no haber tráfico en la calle para ya sería demasiada el que la autopista estuviese libre.

Jonh: ¡Frena!

Aeris: ¿Qué?

Jonh: ¡Frena! ¿No pensarás entrar en la autopista siendo una novata?

Aeris frenó y comenzó a murmurar algo de "machista" o "chulo" . Por su parte Jonh volvió a recargar la escopeta, ahora que el coche estaba quieto le sería más fácil, pero sólo le quedaba un disparo. Apuntó bien a la bestia que se encontraba muy cerca y empezaba a elevarse, seguramente para atacar en picado, no podía fallar.

De pronto, la carretera empezó a temblar, un horripilante y sonoro rugido recorrió toda la zona. Tanto Jonh como el demonio observaron al recién llegado con temor: Era un Sin Nombre de eso no había duda pero era unas 10 veces más grande, cubierto de bocas que escupían llamaradas de color púrpura y con unas afiladas garras que medían unos 3 m de longitud.

Jonh: ¿¡Qué demonios eso? ¡Es enorme!

Sin Nombre: ¡Malditos humanos! ¡Sufriréis la ira del Padre Oscuro en vuestra apestosa carne mortal!

Aeris: ¿Quién ha dicho eso? - preguntó alarmada la joven?

Jonh: Seguramente otro demonio. ¡Acelera! ¡Debemos huir de la ciudad!

Aeris asintió y puso el coche de nuevo en marcha, acelerando lo más que podía, se acabó metiendo en la autopista. Jonh observó que la autopista también estaba vacía.

Jonh: "¿Por qué nadie circula por las carreteras principales?" - pensó -

Pero tenía otras cosas en que pensar, Aeris no tomaría bien los giros ya que era una principiante, y encima sólo le quedaba una bala. El pelirrojo suspiró al ver como se cumplía la ley de: "El pez grande se come al chico" . A parte de que en lo que el gigantesco demonio se comía al pequeño, cosa grotesca y horripilante pero él había visto demasiadas cosas que herían vomitar a cualquiera como para asustarse, sólo le quedaba un blanco. Apuntó a la bestia, manteniendo el arma con firmeza y disparó.

Lo que ocurrió después, pasó a tal velocidad que era difícil de percibir: el demonio no murió pero el disparo le hizo caer y rodar por la autopista, desmayándose; Aeris emitió un grito que hizo que Jonh se estremeciera y mirase hacia atrás, observando lo que se temía: una curva. A la velocidad que iban Aeris no pudo frenar a tiempo y salimos de la autopista, cayendo al desierto.

Iglesia San Miguel, Saint Street 24:15 PM

La Iglesia San Miguel empezaba a ser rodeada por el Caos. Un aura rojiza cubría el templo, que empezaba a derruirse entre cenizas y polvo. El templo de Erebo empezaba a surgir de la superficie, mostrándose en todo su horripilante esplendor: los dos demonios abrazándose sobre la entrada en forma de arco, las gárgolas sobre los pilares del templo y su color, entre negro y gris, le daban un aspecto gótico.

Harold y Yolanda se mantenían sobre el techo de la infraestructura. Ambos sonreían; Harold observaba la cicatriz de su mano, mientras pensaba en como iban a librarse del poder de aquel Sin Nombre que había consumido su sangre, que era la sangre de su Señor, sólo esperaba que aquel demonio no olvidara su objetivo. Yolanda estaba feliz de haberse librado del cosmos de su madre pues le hacía daño, ahora, su pelo volvía a su castaño natural y su piel volvía a ser normal.

-----------------------------------------------------------

Notas del Autor:

Aeris es uno de los personajes más queridos del videojuego Final Fantasy VII. Pese a ser la misma persona que en el juego, ella no recuerda su pasado. Su estancia en este mundo se explicará más adelante.

Bueno. He aquí el primer capítulo de mi otro fanfic. Espero que me haya quedado bien la escena de persecución. No creo que tenga que explicarles quien es Deméter ni quienes son los Olímpicos. Erebo es otra historia. La Mitología Griega Antigua, que es la que usaré, nos dice que el primer dios fue la deidad oscura Caos, sus hijos se llamaban Erebo (el dios de las tinieblas), Nyx (La Noche), Éter (Dios de la luz o algo así) y Hemera (El Día). Lo que yo creo es que la fuerza de Caos y sus hijos no sacan su fuerza del cosmos (el universo ordenado y armonioso) sino del Caos Primigenio. La diferencia que el Cosmos puede usarse con calma y controlar el Caos es casi imposible para los seres humanos (los que lo usan son los llamados Falsos Dioses). Aún no ha habido batallas de cosmos pero tengan en cuenta que los personajes no saben utilizarlo, aunque los Guardianes Espirituales sí. Para que tengáis una idea, el prólogo fue hace 10 años y Sao aún busca al caballero dragón ¿Quién será? ¿Jonh? Tenemos dos frentes (¿o tres?) de enemigos, la cosa se pone interesante. Dudas, insultos y comentarios: lordomegawanadoo.es

-----------------------------------------------------------