III Chismes. Una Conexión

Las dos primeras horas de la mañana no fueron nada de normales. (Y de seguro el día no iba a ser normal)

Entre susurros, el salón nº 2 de matemáticas, fue convirtiéndose poco a poco en una vitrina, de curiosos que aspiraban confirmar si el rumor que corría velozmente, en la escuela,era cierto.

En la secundaria 118 había llegado una particular joven, con aires distinguidos e hija de uno de los hombres más ricos de América, pero por sobre todo eso, la característica más fuerte era confirma si aquella estudiante era realmente la fea y a machada , Helga Geraldine Pataki.

La presencia de rubia desato variados comentarios tanto dentro como fuera de la aula.

Ver a un rostro nuevo, emocionaba ampliamente a los estudiantes, pues en la secundaria todos se conocían, nunca pasaba nada del otro mundo.

Era un pueblo pequeño, nada llamaba la atención, no había grandes cambios. Todo era demasiado pacífico.

¿Aburrido?. Definitivamente

Entre miradas poco disimuladas, y algunos curiosos de sangre fría.

Hacían las más diversas preguntas.

¿Te has operado?
¿Cuántos millones es la fortuna de tu padre?
¿Tienes novio?

¿Realmente eres aquella Helga Pataki, o eres una prima?

¿Es un alcance de nombres?

La chica paseaba su mirada de izquierda a derecha, viéndose inundada de cuestionamientos, fachosos y frívolos.

Trataba de responder aunque sea un:- "váyanse, al demonio"- pero cada vez que abría la boca, ya era interceptada por un nuevo cargamento de preguntas.

¿Es cierto que tu padre se quedo en quiebra,y por eso volvieron?
¿Realmente eres Helga?
¿Cuánto fue el costo de las operaciones faciales?

¿Tienes auto?
¿Tu bolso es un Louis Vuitton?

Largo y extraño día.

Helga, bienvenida a casa...

Al fin en silencio. Y con la única persona que le interesaba y deseaba hablar.

Como muchas veces cuando eran unas niñas, Phoebe y Helga estaban en el baño, tratando de ordenar todas las emociones que habían pasado hoy.

Phoebe sólo reía al ver a su amiga con aquel gesto tan particular en ella, la cara de espanto y de ira, le que daban muy bien a su gusto.

Al fin Helga estaba aquí.

Apoyada en los lava manos la rubia , se mordía el labio inferior, tratando de estudiar, como pasaría el resto del día, relativamente tranquila. Claro, hasta que vio a su amiga riéndose, de su postura algo melodramática.

"Phoebe, no es gracioso, ya me gustaría verte a ti con tanta gente que no conoceos a tu alrededor, mientras que te hacen preguntas estúpidas"-decía mientras se cruzaba de brazos, hasta que la exasperación llego aun limite, en sólo pensar en esos huecos rostros-¡¿Acaso no tiene vida propia!

"jijiji, bueno Helga aquí no pasa mucho, a decir verdad"

"eso no me importa, verán re nacer a betsy y sus amigos, si no me dejan de molestar"- dijo empuñando su mano derecha por cerca de diez segundos. Al darse cuenta de tan espontáneo y antiguo gesto soltó sus cinco dedos :- "genial, la antigua yo sale como hace siete años, realmente genial"- dijo mirándose al espejo y arreglándose el cabello.

"Me odio"-pensó.

"Helga, no puede ser tan malo...o ¿tal vez sí?"- se rectificaba la asiática al ver la mirada de furia que le daba su amiga

" si sólo supieras"
"ya Helga tranquila, tenemos ahora todo el tiempo del mundo"-dijo sonriente

"es lo único que realmente, me interesa amiga, hablar y hablar contigo"

"¿vamos a comer?"
"de acuerdo"

La secundaria, era la gemela de la primaria. Pasillos, puertas, comedores todo era igual, en el tiempo que la Pataki tenia 9 años.

Ya se acercaban al comedor, y se escuchaba el típico bullicio de alumnos, comiendo, burlándose, estudiando, chismoseando o haciendo todo eso al mismo tiempo.

Pero abrir la puerta todas al voces callaron, pues la noticia del día, de la semana, y del mes estaba entrando a almorzar.

Helga le dió una mirada de "te lo dije" a Phoebe, mientras su amiga sólo podía regalarle una sonrisa, que más parecía una mueca.

Definitivamente en aquel colegio no existía la palabra "disimulación" . Nadie ni siquiera pestañeo para no perder algún segundo de la rubia.

Ojos, ojos y más ojos... "Siento que me ahogo"- se dijo, al solamente ver globos oculares a su alrededor. Era como un lugar sin fondo, ella contra todos.

Hasta que se hoyo un tosco alboroto alguien se había caído, arriba de la mesas de las bandejas. Por primera ves en todo el día la habían dejado de ver, para posar sus ojos en otro.

"Al fin"-dijo entre suspiros.

Agradecida del cielo, de un dios, de la suerte, o de lo que fuera.

Ya que, por que por lo menos, en un instante, dejo de ser "el bicho raro" .

Y todo se lo debía aquel pobre y ridiculizado alumno.

¿Quién era?... Se paro de puntillas para divisar al tonto y descuidado estudiante, que le había quitado la atención y para agradecerle aunque fuera en silencio...

"Arnold."- susurro

Rojo de vergüenza y ayudado de su fiel amigo Gerald se levanto.

Algunas bromas se escucharon en la cafetería.

Todo seguía en silencio, hasta que el rió de ellas.

Pues si Arnold, aceptaba las burlas todo estaría bien, si no fuera así, nadie abría carcajeado, pues lógicamente había que tenerle respeto al jugador estrella y presidente escolar.

El comedor tomo un curso "normal" nuevamente

El rubio había encontrado la mirada de Helga. Ubo una conexión extraña, una unión donde solo habitaban ellos dos.

A pesar de que ambos sabían que estaban en un lugar público, en unos segundos no les importo. Ella y El, El y Ella. Nada más. Solo dos personas, dos almas, cuatro ojos, una vision...era un lenguaje sin palabras. Lenguaje que Helga rompió.

"Phoebe, por que no vamos a comer algo"- le dijo a su amiga inyectándose en sus rasgados ojos, pues sentía que su mirada se iba sola hacia la del chico

"claro, Helga. ¿la comida de antes?"-pregunto.

"me gustaría mucho"-sonrió -"No, Phoebe gracias, solo quiero un jugo"-se corrigió mientras diviso la dieta de "Como bajar 10 kilos en una semana" en su mochila.

"De acuerdo"- dijo algo extrañada y encogiéndose de hombros, mientras se dirija al mesón para pagar un tentempié y un néctar .

Helga la veía mientras aun sentía, una fuerte mirada, detrás de ella. Era Arnold.

Por toda su espalda recorría, una particular sensación, eran algo como cortes eléctricos y fuertes escalofríos.

Eran incómodos, aunque les gustaban, pero jamás lo admitiría.

Sólo se termino aquel efecto, cuando el equipo de porrista entraba hacer sus gritos habituales, dirigidas por su líder, Lila.

Fin del Capitulo III

Muchas gracias por sus mensajes, me sentí muy comprometida con ustedes al leerlos, por eso trate de escribir lo antes posible. Espero que les guste este capítulo,(aunque para ser sinceros a mi no me gusto mucho ).

Si tienes algunas preguntas, sugerencias, críticas constructivas. ¡Dilas! me ayudarías mucho.

También a las personas que les guste la poesía les dejo mi fotolog donde escribo

me gustaría saber que piensan, o si tienen algo que decir a cerca de ellas...

e-mail por si necesitan algo ;) .O si alguien quiere chatear.

Y muchas, muchas gracias por leer

Sin Alas