Capítulo 7: "Solución Perversa"

Kagome abrió los ojos inmensamente al momento que Kaede la soltó. La muchacha retrocedió unos pasos y se llevó una mano nerviosa a la boca, casi por inercia cayó sentada en la cama sin decir nada y lo único audible en la habitación era el sonido de la tormenta cada vez más fuerte allá afuera. La muchacha había bajado la vista y no encontraba palabras para seguir la charla, finalmente levantó sus ojos castaños hacia la anciana y preguntó.

-Pero... cómo... ¿mató a su madre?- Susurró mirándola con incredulidad. La anciana se agachó a su lado y le tomó las manos.

-No vuelvas a acercarte a él, mi preciosa niña... - Acarició sus cabellos con nerviosismo al tanto que la miraba con ojos de súplica.-... él es un demonio, un demonio que no debe acercarse a un ángel como tu...

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Kikyo permaneció en su cuarto con los labios apretados mientras se paseaba nerviosamente una y otra vez. No quería ir ahora, no podía, sabía que el compromiso con Sesshoumaru la ataba a ser la prometida perfecta y cualquier comentario que llegara a sus oídos podía arruinar sus planes... pero por otro lado Inuyasha esperaba una explicación de su parte y necesitaba calmarlo antes que pudiera cometer una locura. Estaba ya segura de que él estaba en el pueblo con intenciones oscuras, pero jamás se le había cruzado por la mente que podía ser un pirata. Porque lo sabía, había visto el cofre bajo su cama una tarde mientras lo esperaba, con cientos de monedas de oro de distintos lugares. Y había visto a aquel niño mal educado junto a otro hombre, en aquella goleta negra que estaba casi camuflada entre los demás navíos, en el puerto. Inuyasha se había convertido en un pirata y de sólo imaginar de lo que ahora era capaz le faltaba el aliento del terror.

-Maldición, maldición!- Masculló con rabia con las manos en la cintura caminando de un extremo a otro en la habitación. No, no podía echar por la borda la mejor oportunidad de convertirse en rica. No podía simplemente. Tomó la manta negra y salió en puntillas de la habitación.

-Creí que ya no vendrías.- Dijo él sentado frente a la única mesa de madera de la habitación, con sólo una vela cuya llama amarilla y lánguida se movía tenebrosamente entre las sombras y que daba un aspecto tétrico al lugar. Kikyo avanzó un paso cerrando la puerta tras su espalda y descorrió la capucha de su cabeza. Lo vio erguirse mientras no apartaba la mano de la funda negra de su espada que reposaba sobre la mesa. Ella tragó saliva con bastante dolor y sintió que el cuerpo se quedaba sin energías. Tal vez no había sido una muy buena idea haber venido hasta la cabaña.

-Inuyasha!- La mujer corrió a su lado y se echó a sus pies, tapándose la cara y llorando descontroladamente. El hombre tensó la mandíbula y la miró.

-No hace falta que te humilles... – Dijo burlonamente, sin darle importancia a sus lloriqueos. Caminó él hasta un estante de donde extrajo una botella de ron. Kikyo levantó el rostro algo rojo y lloroso con sus cabellos desordenados y lo miró con la más infinita amargura.

-No sabes... lo difícil que es para mi todo esto... no quiero casarme... - Sollozó. Entonces Inuyasha que ya había llenado medio vaso la miró en silencio y bebió de un sorbo el licor. Parecía meditar mientras el líquido pasaba por su garganta sin causarle la más remota reacción de tan fuerte bebida.

-¿En serio?- Preguntó de pronto levantando una ceja al tiempo que dejaba casi de golpe el vaso sobre la mesa. Kikyo se pasó la mano nerviosamente quitando los rastros de lágrimas que estaban en sus mejillas y lo miró con sinceridad.

-Pero... tengo una solución... - Musitó con un brillo de alegría en sus ojos castaños- sabes que no lo amo...

-Yo ahora no sé nada- Respondió secamente evitando mirarla. Kikyo se calló, sabía que estaba herido, en el orgullo tal vez... o tal vez estaba celoso, al fin y al cabo.

-No puedo hacer nada al respecto porque... debo hacerlo por mi querida madre- Suspiró derrotada- pero... no te preocupes... - Corrió hasta él y se acurrucó en su pecho, Inuyasha tensó el cuerpo.- eso no significa que cuando me case no pueda venir a verte...

Inuyasha esbozó una sonrisa y la apartó de sí, pero reteniéndola de las muñecas.

-¿Quieres decir que seremos amantes?- Preguntó levantando una ceja. Kikyo afirmó de inmediato con una sonrisa satisfecha.

-Claro¿porqué terminar esto que tenemos si podemos igual ser felices juntos?

El joven sonrió aún más y la soltó de las muñecas, caminó con paso firme hasta la ventana, concentrando su vista dorada sobre el azul negruzco del infinito mar, tan bello y sereno después de la nocturna tormenta. Pasaron unos segundos en que pareció meditarlo, Kikyo sonreía feliz, sabía que lo tenía en sus manos y que, aunque habían pasado años, aún podía manipularlo. De pronto el joven se giró afirmando los codos de forma relajada en el marco de la ventana, otra vez mostraba esa actitud tan arrogante y su mirada extrañamente escalofriante, que Kikyo de inmediato dejó de sonreír.

-Tengo otro plan.- Dijo clavando sus ojos brillantes sobre el rostro de la mujer.

-¿Sí?... ¿Cual?- Preguntó levantando ambas cejas, completamente intrigada.

-Que en dos días nos vayamos de este maldito pueblo... solos tú y yo... ¿qué te parece?

Kikyo abrió los ojos inmensamente y tragó saliva con estupor.

-¿Qué?

-Nos iremos de aquí, así no tendrás que hacer lo que te obliga tu madre.- Sonrió con una sonrisa maquiavélica y mirándola intensamente. La verdad para Inuyasha era que, llevarse a Kikyo del lado de Sesshoumaru, es decir, la prometida de su hermanastro sería el comienzo de su venganza, la jugada perfecta. Bien sabía que ahora ella valía algo para su hermanastro. Y tal vez cuando era un adolescente pudo haber sentido algo parecido al amor por ella... tal vez cuando la volvió a ver después de tantos años se sintió confundido por ella, pero ahora estaba seguro que amor no era, pero sí sería muy buena para su entretención.- esta dicho.- Acotó con la mirada seria- en dos días nos vamos de este pueblo...

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Jaken la vio venir y arrugó el entrecejo, no era que no le simpatizase la futura cuñada del amo, era el tener que ser casi su "sombra" cuando ella estaba en las tierras. Cuando Kagome se presentó delante de él, el hombre sacó levemente su sombrero a modo de saludo y apuntó a un caballo que sostenía un esclavo.

-El amo me dijo que puede montar esa yegua para llegar a las barracas, resulta más seguro para usted que caminar tanto rato sola por los campos.

Kagome miró al animal y se acercó a él con algo de temor.

-Pero... yo no sé montar... - Dijo mirando luego al anciano. Myoga se bajó del suyo y caminó hasta ella.

-Son órdenes del patrón y es por su seguridad... a ver... déjeme enseñarle a montarlo... para usted resultará fácil.- La tomó por la cintura y la subió de medio lado en el lomo del animal. Kagome abrió la boca completamente asustada pero antes de protestar él le entregó las riendas.- va a estar bien, esta yegua es muy mansa... afírmese fuerte... no se vaya a caer...

Para Kagome la posición le resultaba incómoda pero en cuanto el animal comenzó a caminar sus temores se disiparon en parte.

-¿Cómo estan los niños?- Preguntó ella de pronto intentando no pensar en lo nerviosa que se sentía arriba del animal.

-¿Se refiere a los esclavos?- Preguntó el anciano rudamente, a su lado. Kagome asintió afirmándose más a las riendas del caballo.- bien... como siempre.

-No, no... algunos han tenido fiebre, han enfermado.- Respondió la chica mirándolo preocupada. El hombre hizo una mueca restándole importancia.

-Es normal que enfermen en esta época del año.

-Pero... ¿no será peligroso?... las condiciones en que estan son insalubres...

-Si tiene algún reclamo mejor dígaselo al patrón... yo nada tengo que ver con eso, no soy yo quien le da la comida y el alimento- Respondió rudamente. Ninguno de los habló más hasta llegar a las barracas, Kagome bajó del caballo y lo amarró a una estaca cercana.

-Gracias... aquí estaré bien.- Agradeció la chica, el anciano la miró unos segundos no muy convencido, pero qué más daba, si ella ya llevaba un buen tiempo en las barracas no podía estar a todas horas vigilándola, así que volteó y se marchó.

Kagome se adentró en el recinto casi vacío, como era un día de semana los más adultos, hombres y mujeres, se dedicaban a la recolección de uvas y al cuidado de la hacienda. La muchacha caminó entre los camastros hasta llegar casi al fondo semi oscuro en donde unos rayos de luz pasaban por una ventana que se encontraba en lo alto y reposaban sobre la cama de Kohaku, que yacía esperándola con una sonrisa lacónica en sus labios. Kagome le sonrió y se inclinó para besar su mejilla.

-¿Cómo estas Kohaku?- Ella se sentó a su lado y le sonrió.

-Muy bien señorita... yo quería levantarme pero mi hermana no me dejó... el señor Jaken también quería que me levantara y por eso tuvo un altercado con ella.

Kagome levantó las cejas con sorpresa ¿sería acaso por eso que el capataz estaba tan ofuscado el día de hoy?

-No te preocupes, debes descansar mucho antes que vayas a trabajar... - Luego lo miró pensativa y preocupada- ¿qué labor tienes?

-Soy la persona de los mandados... no es mucho...

-Es suficiente para ti pequeño- Sonrió ella, aliviada de que el niño no fuera explotado en la hacienda.

-Pero quiero levantarme ya... estoy aburrido aquí... y me siento muy bien... - Replicó el niño. Kagome se levantó y sonrió.

-Pues si quieres puedes hacerlo... sólo que no te esfuerces demasiado.

-¿De verdad que puedo?- Preguntó ya dejando las mantas a los pies de su cama.

-Espera hasta después de la comida... - Sonrió la muchacha volviendo a cubrirlo con las mantas y dándole un beso en la mejilla.

Kagome salió de la barraca y miró a su alrededor. De Jaken ni señas así que tomó la pequeña yegua con las riendas y comenzó a caminar. No llevaba mucho trecho hasta cuando se percató de los galopes que se acercaban, alzó la vista y estos provenían de las tierras continuas, lo vio claramente, era él, a medida que se acercaba a la cerca limítrofe ella fue notando su cabellera negra al viento, suelta ahora, sus facciones varoniles y algo duras, luego su mirada ambarina, cuando estuvo lo suficientemente cerca le sonrió y Kagome sintió que el corazón comenzaba a latir con violencia.

-Buenos días señorita.- Saludó con cortesía. Kagome tragó saliva y sintió que las piernas le temblaban, el sólo comentario de Kaede le aterrorizaba, miró apenas al joven que lucía una pequeña sonrisa y ella bajó entonces la vista arrastrando al caballo casi a paso rápido.

-Buenos días señor.- Respondió cortante. Él borró de inmediato la sonrisa de su rostro y miró con confusión como Kagome se alejaba tan rápido de su lado.

-¿Esta apurada?- Preguntó. Kagome se detuvo y volteó luego para mirarlo.

-¿Qué es lo que desea?

Inuyasha se detuvo a mirarla, ella lucía distante y hasta nerviosa, cuando hablaron en la fiesta de compromiso parecía ser una niña de modales suaves y educados, ahora simplemente se estaba comportando como una rica mimada.

-Vaya... así que ahora vuelve a hablarme como si fuera un esclavo por el simple hecho que ya no visto ropas caras.- Expresó con sarcasmo. Kagome lo miró con sorpresa.

-No... perdone usted... no fue mi intención que pensara eso... yo... - Inuyasha se encogió de hombros y se marchó ofuscado. Lo vio galopar con prisa nuevamente alejándose de ella. ¿Lo había herido? Pero... es que las palabras de Kaede eran tan terribles y atemorizantes... la verdad es que no podía creer en ellas... simplemente no podía y.. no sabía porqué.

Desde la llanura Jaken vio a la pareja charlando, vio como la chica bajaba la vista y luego intentaba esquivarlo, el rostro de él se le hacía conocido pero a sus años la memoria tiende a fallar aunque no le dio demasiada importancia. Suspiró más aliviado cuando vio que el hombre se alejaba de la muchacha.

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Kikyo caminaba descontrolada de un lado a otro dentro de su habitación. No, no encontraba una salida a su problema, había ido la noche anterior a la casa de Inuyasha para calmarlo y complacerlo, pero jamás se esperó la jugada de él.

-¿Fugarme con él?... ¿y perderme de lo puedo tener con Sesshoumaru? no!- Gemía angustiosamente mientras intentaba pensar en una salida. Si no aceptaba seguro que Inuyasha hablaría y contaría todo... y lo otro era el miedo que le tenía al saber que era un pirata. De pronto escuchó tres golpes en la puerta.- ¿quién es! estoy ocupada!

-Cariño... soy yo... traigo tu vestido de novia- Dijo la señora Higurashi detrás de la puerta. Kikyo caminó aprisa hasta la puerta y abrió.

-Perdona mamá... estoy algo alterada... por la boda... - Dijo esbozando una sonrisa y luego mirando el vestido que sostenía la mujer entre sus manos.- ¿esta listo?

-Lo entiendo mi vida... y con respecto al vestido... lo acaban de traer de París a la boutique del pueblo.- La mujer de cabellos negros avanzó hasta la cama y tendió el vestido en el.

-¿No es algo... pequeño?- Murmuró Kikyo de mala gana. Aquel vestido no era lo que ella imaginaba, siempre soñó con un vestido de novia digno de una reina pero aquel no llenaba sus expectativas.- ¿y no le parece que es demasiado sencillo?

La mujer miró con detenimiento el vestido. A primera vista era realmente hermoso, blanco completamente de encajes y tela de seda, el escote era cuadrado pero no prominente, pero bello. Nada tan escandaloso, tenía muchas pedrerías y cuentas que brillaban como estrellas. Las mangas eran largas estilo princesa y el tocado vaporoso y largo. Bajo el faldón principal había una rica enagua de satén.

-Lo encuentro recatado.- Respondió la mujer.

-Ja! Se parece al estilo de Kagome- Se burló Kikyo.

-¿Qué sucede conmigo?

Ambas mujeres se voltearon sobresaltadas y miraron a la pequeña que llevaba algunos libros en sus manos. Kagome desvió la mirada sobre el vestido y sintió un nudo en el estómago. Luego esbozó una pequeña sonrisa y caminó hacia ellas.

-¿Es el vestido?- Tocó con la punta de sus dedos el borde de la tela en el faldón y sonrió más aún- es muy bello... te verás hermosa Kikyo.- Dijo finalmente mirando a la hermana y dándole una sonrisa sincera. La mujer hizo una mueca y tomó el vestido entre sus manos.

-No, no me gusta- Dijo arrugando el ceño y poniéndoselo frente a ella. – Además es muy pequeño! No mamá, no lo quiero y es definitivo.- Lo tiró de mala gana sobre la cama y se cruzó de brazos. Su madre miró a Kagome levantando una ceja pero con una pequeña sonrisa.

-Kikyo... nunca cambiarás- Dijo Kagome moviendo la cabeza.

B-ueno, dámelo entonces... cuando vaya a la boutique lo cambiaremos... sólo espero que tenga otro tan lujoso como este... no traen muchos vestidos de París porque son muy caros y en este pueblo son pocos quienes pueden pagarlo.

-Quiero el mejor vestido, el mejor ¿acaso no lo merezco mamá?- Preguntó mirando a la señora Higurashi, haciéndose la mimada.

-Claro cariño... nunca me has dado un disgusto... claro que mereces lo mejor...

Kagome miró de reojo y con el ceño fruncido a su hermana ¿por qué ahora la encontraba tan falsa? Había algo extraño entre ella e Inuyasha, había algo y eso la molestaba, quería saber pero... tal vez se estaba entrometiendo en asuntos que no le correspondían... o tal vez encontraría algo que le desagradaría. Su madre salió con el vestido entre sus manos y ella permaneció pensativa en el cuarto de Kikyo. La vio acercarse al espejo y arreglar sus cabellos... ¿pero qué podría tener ella con el Inuyasha? Kikyo de pronto sorprendió su mirada sobre la suya y se volteó molesta.

-Oye Kagome...

Kagome se sobresaltó y la miró cambiando la expresión de su rostro.

-¿Sí?

La mujer se acercó con lentitud escudriñando sus ojos.

-¿Cómo conoces a Inuyasha?- Preguntó con desconfianza. Kagome la miró con seriedad.

-Lo he visto en las tierras del vecino de Sesshoumaru... - Respondió ella apenas. Kikyo hizo una mueca no muy convencida.

-¿Has alguna vez... hablado con él?

Kagome enrojeció de pronto y bajó la mirada.

-Pues... un par de veces... ¿porqué?

-No... por nada... - Murmuró finalmente.

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Kagome caminaba junto a la yegua saliendo ahora de las barracas, había vuelto de dar clases a los niños y en toda la tarde no paraba de pensar en lo mal educada que había sido con Inuyasha. Kaede exageraba siempre, y el hombre al fin y al cabo le había salvado la vida en los acantilado, además de deberle un favor por haber traído un médico la vez pasada ¿cómo esa misma persona podía ser el "demonio" que nombraba su niñera? Miró las tierras continuas y suspiró al ver que estaban desoladas. Tal vez ya no estaba. Volvió a suspirar algo triste y comenzó a caminar junto con el equino siguiendo la senda de la cerca de madera y púas. El horizonte se fue poblando de pequeñas nubes rojas, anaranjadas y amarillas y a Kagome eso le pareció maravilloso. Todo estaba tan tranquilo ahora. Volvió a dar una mirada ansiosa a las otras tierras y pudo distinguir ahora con mucha facilidad la silueta del capataz. Kagome se detuvo en seco y lo miró, esperando en el fondo de su corazón que él se acercase y le hablase, como lo hacía antes. Él parecía concentrado, con la vista al frente, recorriendo las tierras a todo galope. Kagome entreabrió los labios. De pronto se detuvo a mirarlo con detenimiento. Era gallardo y seguro de si mismo que sintió un inesperado escalofríos. Inuyasha pareció de pronto sentir la mirada fija de la chica porque detuvo inesperadamente el caballo y volteó clavando sus ojos dorados sobre los suyos. La joven se impresionó y luego sonrió más tranquilamente. Él arrugó el ceño y galopó hasta llegar a su lado.

-Buenas tardes- Saludó Kagome con la voz suave y mirándolo con una pequeña sonrisa. Inuyasha la miró por unos segundos intrigado y luego también sonrió.

-¿Se esta dirigiendo a mi?- Preguntó con sorna. Kagome ladeó la cabeza.

-Perdone por hablarle así esta mañana... no fue mi intención... - Dijo ella sin dejar de mirarlo. Inuyasha abrió algo más los ojos sin saber si había escuchado bien.-... ¿cómo esta?

-Pues... - Sonrió él algo incómodo ante la pregunta.- yo bien... - Murmuró- ¿y usted?- La verdad le resultaba ridícula la conversación pero qué más daba, su compañía se le hacía grata.

-Bien también- Sonrió Kagome. Luego de unos segundos de un extraño silencio en que ninguno de los dos pudo emitir palabra, Inuyasha que la miraba aún extrañado dirigió su mirada a lo lejos como si estuviera buscando a alguien.

-¿Y anda sola por estos lados?

La muchacha volteó y se dio cuenta que como a menudo sucedía, estaba completamente sola.

-Ah, sí, sola.

-¿Y no le da miedo?- Preguntó él intentando mantener un tono burlón.- ¿acaso no le han dicho que una señorita jamas debe estar a solas con un hombre?

Kagome sonrió aún más, divertida y comenzó a caminar, él instó al caballo a seguirla, ambos caminaban al mismo paso, solo que estaban separados por la cerca.

-¿Miedo? No.- Respondió la muchacha mirando el horizonte. Inuyasha le dio una mirada rápida y sonrió.

-Pues debería, hay muchos hombres depravados esperando la oportunidad de encontrar a una joven hermosa en su camino.

Kagome sonrió incómoda y avergonzada, las mejillas se ruborizaron de inmediato y ni siquiera se atrevió a levantar la vista. Inuyasha vio el sonrojo de sus mejillas y la miró divertido.

-Qué... ¿nunca le han dicho que es hermosa?- Preguntó levantando una ceja. Kagome movió negativamente la cabeza con rapidez. Él se sorprendió un poco- ¿en serio?... ¿nunca la han cortejado?

-A la que siempre cortejan es a Kikyo... además ella si es hermosa.- Respondió Kagome con un hilo de voz. Inuyasha hizo una mueca rápida y carraspeó.

-Usted debe haber vivido en un convento o algo parecido, entonces- Respondió burlonamente. Ella sonrió con gracia y finalmente le dio una mirada.- ¿Qué?- Preguntó él asustado al tener la atención de la niña- ¿vivía en un convento?- Preguntó impresionado. Kagome finalmente rió de buena gana, él también sonrió de solo imaginarla con traje de monja.

-No, estuve en un internado de monjas... salí hace unos pocos meses- Respondió ella finalmente. Inuyasha sonrió aún más.

-Ahhh... creí que... bueno... no importa... el caso es que... ya veo porqué es así entonces.

Kagome borró la sonrisa del rostro y se detuvo, mirándolo intrigada, él también se detuvo a su lado.

¿Así?.. ¿Cómo así?

-Así... tan confiada... ni siquiera me conoce y esta aquí conmigo sin importarle lo que puedan pensar si alguien nos ve.

-¿Pero qué pueden pensar?- Preguntó ella. Lo vio sonreír nuevamente, divertido.

-De verdad no sé si usted es tan inocente para no imaginarlo... o tal vez... debería hablar con su madre y preguntarle de dónde vienen los bebés... – Su sonrisa de pronto se borró de su cara y miró a Kagome algo asustado. – me tengo que ir... - Murmuró. Hizo una reverencia de despedida y luego volteó, alejándose a todo galope del lugar. Kagome se quedó con la palabra en la boca ¿pero porqué de pronto se iba? Los galopes se fueron alejando pero otros, a su espalda se iban acercando. Kagome volteó y vio acercarse a Jaken.

-Conque aquí esta usted... la vi con alguien... ¿quién era? Sabe que no debe estar con nadie, el patrón me matará si sabe que la he dejado... - Dijo atropelladamente mientras daba una mirada severa la muchacha.

-Solo era el capataz de la hacienda del lado.- Dijo ella con una pequeña sonrisa.

-¿Capataz?... ¿Ya tiene uno nuevo?- Preguntó el anciano con curiosidad intentando mirar lo que ya no quedaba de Inuyasha.

-Claro que sí, se llama Inuyasha.

-¿Qué dice?... ¿Inuyasha?- Jaken abrió inmensamente los ojos con pánico.

-Sí, Inuyasha. - Repitió Kagome extrañada. Jaken apretó los dientes y miró a Kagome más enojado aún.

-¿Lo había visto antes usted?

-Estuvo en la fiesta de compromiso... dijo que conocía a Sesshoumaru... y a Kikyo... - De pronto vio a Jaken bajar del caballo y tomarla por la cintura para alzarla al lomo del caballo.- ¿qué hace?

-Debemos ir pronto donde el amo... él debe saber que Inuyasha esta aquí.

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La señora Higurashi caminó hasta salir a los lavaderos donde vio a Kaede en su diaria labor de lavar las ropas de la familia.

-¿Todo bien, Kaede?- Preguntó la mujer mientras miraba de reojo las prendas dentro de un enorme tiesto con agua.

-Sí señora.- Respondió la anciana. De pronto levantó pesadamente producto del agua impregnada en la prenda, un vestido oscuro y grueso que le llamó la atención. Arrugó el ceño y lo sacó del tiesto, mientras el agua destilaba por los bordes del vestido, la mujer lo contempló y luego tragó con dolor, mientras sus manos comenzaron a temblar.

-¿Sucede algo Kaede?- Preguntó la dueña de casa, mientras se abanicaba la cara. Se acercó entonces hasta su sirvienta y posó sus ojos en la misma dirección que ella tenía. Abrió los ojos inmensamente cuando vio que el vestido estaba rasgado en diferentes partes y con algunas manchas negruzca de sangre. - ¿Es de Kagome!- Preguntó con un hilo de voz. La anciana asintió con debilidad mirando incrédula a la dueña de casa.

-Pero... ¿qué le habrá pasado?- Preguntó torpemente la niñera intentando pensar en otra cosa y no lo que ambas, con temor, imaginaban.

En ese momento Kikyo salió de la casa anudándose el sombrero al cuello y miró a ambas mujeres que observaban el vestido. Ella se acercó curiosa hasta el lugar y preguntó.

-¿Pasa algo?

Las dos mujeres la miraron y Kikyo al no obtener de inmediato respuesta, posó sus ojos sobre la prenda que Kaede sostenía en el aire, arrugó el entrecejo y vio los jirones y las manchas de sangre.

-¿Pero qué le pasó?...

-Debe... haberse caído mi niña- Dijo la anciana nerviosa y enseguida volvió a dejar la prenda en el agua. Kikyo miró a su madre que aún estaba estupefacta.

-Déjeme ver eso!- Dijo con prepotencia mientras quitaba a la mujer el vestido sin importarle que sus sedosos y carísimos guantes se mojaran con jabón. La alzó en el aire y lo miró con ojo clínico. Luego miró a su madre y a la niñera que observaban con estupor, sabía lo ellas estaban imaginando... y de pronto, una idea maquiavélica se posó en su mente. Esta era la salida a su gran problema, lo que estaba esperando.

-Ella tuvo una caída y no nos dijo nada... - Sollozó la niñera mirando a la Señora Higurashi con los ojos lagrimosos.

-No mamá... esto esta mal... – Sentenció con completa seguridad y mirándola casi con dolor- Kagome... Kagome debe haber sido abusada.

Continuará...