N/A: -A la niña que me preguntó si yo era mexica puesto que había utilizado la canción de Mijares en el cap. anterior le digo que no, soy Chilena, pero en cuanto cierto "doblajista" decida casarse conmigo entonces pasaré a tener doble nacionalidad, jaja...

-Bueno, agradezco toooodos los reviews, son bastantes y de verdad me sorprenden, espero les siga gustando el fic tanto como a mi me gusta escribirlo (y soñarlo). Nos vemos en la próxima, si Dios quiere :)

Lady Sakura


Capítulo 10: "A bordo del Viento Cortante"

Shippo se encontraba semi escondido detrás de unas cajas de madera que contenían los víveres que se habían proveído para el viaje, mirándola con inusitada curiosidad. La vio arrodillada en el suelo con el largo velo de novia que volaba en los aires con la fuerte brisa del mar, temblando y sollozando. Luego de unos largos instantes sintió que se le hacía un nudo en la garganta de dolor y congoja, nunca había visto a nadie llorar tanto y tuvo deseos de consolarla, pero le daba miedo acercarse, esa mujer había venido con Inuyasha y él ahora estaba demasiado enojado, parecía un demonio.

-Pero ¿quien es la novia?- Preguntó Miroku junto al joven capitán, también sintiendo pena por la muchacha. Inuyasha tenía la vista clavada en el frente del infinito mar, escuchaba los sollozos de la pequeña y lo estaba exasperando del remordimiento, rabia y angustia. Apretó la mandíbula sin responder e intentó pensar qué era lo que haría de ahora en adelante. Miroku movió la cabeza y finalmente caminó con lentitud hasta su lado.

-Señorita... señorita... - Murmuró al ponerse en cuclillas a su lado. Fue incapaz de posar su mano sobre la tela de seda del vestido, ni siquiera había visto bien la cara de la joven.- señorita, por favor... - Suplicó.

-¡Déjala Miroku!- Gritó Inuyasha desde el timón.

Ella se quedó en silencio sin levantar la vista y Miroku se puso de pie lentamente, sin apartar el rostro de la muchacha.

-Puede levantarse... nadie le hará daño- Expresó el segundo de abordo tendiendo su mano. Kagome al fin levantó el rostro y lo miró. Miroku abrió los ojos azules sorprendido ante la belleza de la muchacha que aunque sus mejillas lucían totalmente febriles y sus ojos lacrimosos, había algo de ángel que se le encogía el corazón. Kagome tragó saliva y tendió su mano a la suya pero en cuanto iba a tocarle Inuyasha apartó a Miroku y lo miró con severidad.

-No quiero que le hablen ni que le dirijan la palabra.- Dijo con voz de trueno. Kagome lo miró atemorizada y Miroku arrugó el entrecejo ¿porqué tanta crueldad contra ella?

-Pero... ¿porqué si se puede preguntar?- Insistió Miroku intrigado y sorprendido. Inuyasha tomó de un brazo a Kagome bruscamente haciendo que ella se pusiera de inmediato en pie.

-Porque es una mentirosa igual que su hermana- Masculló. Caminó a paso rápido llevándosela casi a rastras, cuando Inuyasha abrió la puerta de su camarote Kagome miró con horror el lugar e intentó golpearlo para que lo soltara pero sus pequeños golpes de pies y puños no le hacían el más mínimo rasguño al joven.

-No, no, déjeme! Suélteme!- Gritó con desesperación. Inuyasha le tomó los antebrazos con rudeza y miró a Miroku.

-Que nadie nos moleste, voy a atender a mi esposa!- Gritó y Kagome comenzó a gritar y llorar. Miroku se quedó con la boca semi abierta mirando la puerta ahora que yacía cerrada y luego Shippo corrió a su lado y ladeó la cabeza.

-¿Qué fue lo que dijo?- Preguntó el niño sin entender las palabras del joven capitán. Miroku se rascó la cabeza confundido y luego enfocó sus ojos azules en Shippo.

-Pues... si no me equivoco... creo que nuestro pirata se casó.- Murmuró el marinero sin creer lo que estaba diciendo. Shippo abrió los ojos con sorpresa y luego sintió la mano de su amigo sobre su hombro- mejor bajemos a las bodegas... hay que preparar comida para cuatro...

-Para cinco ¿qué no ves que trajo un caballo también?- Rezongó el niño mirando con recelos al animal que caminaba inquieto por cubierta.

-Maldición, nos quedaremos sin lechugas!

La soltó y cerró la puerta tras su espalda y Kagome lo primero que hizo fue mirar a su alrededor y alejarse tanto de él hasta tocar su espalda contra la pared opuesta. Inuyasha sonrió y comenzó a desabotonar su camisa.

-No!... no se atreva!- Gritó Kagome con el rostro horrorizado. Inuyasha sonrió aún más.

-¿Cómo que no?... ¿qué ya no somos marido y mujer?- Preguntó burlón con media camisa desabrochada. Kagome desvió la vista rápidamente, creía que iba a morir y esperaba estarlo pronto antes que él hiciese lo que su hermana le había contado sobre las relaciones sexuales. Caminó a zancadas hasta ella que de inmediato intentó esquivarlo arrancando de su lado pero él fue más rápido y la tomó de un brazo, tan fuerte fue el ademán que ella perdió su corona de azares junto con el velo y sus cabellos negros cayeron como una cascada de ébano por su espalda hasta casi las rodillas. Nunca él la había visto así, ahora la tenía aprisionada contra su pecho con las dos muñecas firmemente agarradas por sus manos varoniles, era tan pequeña, apenas ella llegaba hasta su barbilla. Bajó la vista y la miró casi hipnotizado, sintiendo extrañamente que estaba demasiado agitado. Ella intentó moverse pero él casi podía sentir el acelerado ritmo de su corazón chocando contra su pecho ya desnudo.-... supongo que ya deben de haberte explicado de dónde vienen los bebés... - Sonrió maquiavélico.

-Suélteme! Suélteme! Primero muerta! Muerta!- Gritó con dolor y él, también llevado por la ira y los celos de saber que aquella muchacha sólo se había casado con él para salvar a su hermanastro se acercó sediento a su cuello para posar sus labios en la piel blanca. Ella volvió a moverse con fiereza y antes que los labios del hombre tocaran su cuello Kagome dejó de luchar y se desmayó en sus brazos. Él la miró con detenimiento, las mejillas encendidas y la piel más blanca que nunca, la palpitación de su vena en su níveo cuello apenas latiendo. Y luego, como si hubiera despertado de un sueño abrió los ojos dándose cuenta de lo que iba a cometer. La tomó en brazos y caminó con ella hasta su cama dejándola con suavidad en ella. El rostro de Kagome quedó de medio lado, sus labios sonrosados semi abiertos, su cabello negro cayendo por el costado de la pequeña cama hasta llegar al piso.

-Maldición! Esto es por culpa de esa bruja!- Rezongó apretando los puños al darse cuenta en la forma en que aquella mujer había planeado todo y lo había envenenado con sus comentarios, destruyendo la imagen que tenía de una pequeña muchacha confiada y benévola. Pero... también la sombra de Sesshoumaru nublaba su razón. - ¿porqué tiene que sacrificarse por esa basura?... ¿porqué!

Salió del camarote cerrando la puerta tras de si y lo primero que vio fue a Miroku que abría los ojos inmensamente.

-¿Qué?- Gruñó de mala gana mientras volvía abotonar su camisa.

-¿Tan rápido?- Preguntó sin creer e Inuyasha hizo una mueca y se alejó ignorándolo.

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Shippo se encontraba completamente dormido en uno de los camarotes mientras Miroku e Inuyasha terminaban de beber una botella de ron cerca de él. El barco estaba detenido en medio de la nada y se movía tranquilo producto del suave oleaje. Era ya de noche y todo estaba completamente oscuro. Miroku permanecía con los ojos fijos en una vela que ya se terminaba de consumir y luego de un profundo silencio levantó el rostro hasta el joven capitán que ya se encontraba con varios grados de alcohol en la sangre y producto solamente de eso, ya que jamas se embriaga a tal punto, había podido conocer todo lo que había sucedido en la isla. Suspiró y se inclinó en la silla mientras se cruzaba de brazos.

-Así que... ella es parte del botín... - Murmuró. Inuyasha bebió otro poco de licor y no respondió. - ¿Qué harás ahora?

-No sé... tal vez debería dejarla en una de estas islas y desde allí podrá ponerse en contacto con su familia.

Miroku lo miró de reojo y luego de unos instantes en que contempló el rostro entristecido del muchacho preguntó.

-¿En verdad quieres dejarla?

Inuyasha pareció de pronto cobrar la sobriedad, se irguió cambiando el semblante y sus ojos le escudriñaron con fiereza.

-Qué demonios estas insinuando!

Miroku se levantó con lentitud sin perder la calma.

-Me pregunto cómo es posible que entregaras tu libertad sin condición... te casaste... y eso ya me es extraño.

Inuyasha se levantó de la silla y pegó un sonoro golpe con su puño sobre la mesa.

-No admito burlas Miroku!.

El otro joven lo miró sin expresión y caminó hacia uno de los camarotes.

-Bueno... allá tu... yo me voy a dormir... ¿no será prudente ver a la joven?- Se recostó en el colchón y cerró de inmediato los ojos. Inuyasha se quedó de pie y luego de meditar sus palabras caminó hasta la despensa de donde sacó algo de fruta, pan y agua fresca.

Había dejado la puerta sin seguro, a estas alturas en alta mar era imposible pensar que escapase, abrió la puerta con lentitud y vio que ella se encontraba en la misma posición en que la había dejado unas horas atrás. Dejó la comida sobre la mesa y caminó hasta ella tomando una de sus muñecas con algo de agitación y comprobando aliviado que tenía pulsaciones, aunque bastantes débiles. La soltó con cuidado y la miró con detenimiento. Los tenues rayos de la luz de la luna se colaban por la pequeña ventana de su camarote y reposaban sobre parte del cuerpo de la novia, haciendo que las cuentas brillaran como las estrellas de allá afuera. De pronto sintió algo de lástima por ella. Una joven novia que seguramente soñó mil cosas para esa ocasión tan especial, había sacrificado todas sus románticas ilusiones, porque era obviamente desdichada y amaba a otro. Sonrió con burla sin dejar de sentir rencor contra Sesshoumaru. Ella abrió lentamente los ojos y pareció no reconocer el lugar, cuando sus ojos se encontraron con los dorados del hombre entre la oscuridad de la habitación, se inclinó con rapidez orillándose más hacia el rincón de la cama.

-No, por favor... se lo suplico... - Sollozó. Inuyasha suspiró y volteó herido.

-Es mejor que comas, ahí esta la comida.

La puerta se cerró de golpe y Kagome se quedó atónita, luego desvió la mirada hacia la mesa en donde estaba la comida pero no se movió, no tenía apetito.

Miroku abrió levemente los ojos solo para ver que el joven capitán caminaba con la vista gacha hacia una de las literas y acomodarse en ella. Lo escuchó suspirar un par de veces y maldecir otras tantas. ¿Qué clase de persona era para dejar a una mujer tan hermosa sola en la noche de bodas?... bueno... al fin y al cabo... ese matrimonio había sido una venganza...

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-Será mejor que te dirijas a las Antillas... creo que ahí le resultará fácil conseguir ayuda.

Miroku que iba en el timón y miraba el horizonte azul arrugó el entrecejo. Inuyasha iba a su lado y permanecía extrañamente silencioso.

-¿Entonces te desharás de ella?- Preguntó intrigado dándole una mirada de reojo a su amigo.

-Sí, esta decidido... además tener una mujer a bordo trae mala suerte- Respondió sin creer en sus propias palabras. Miroku sonrió divertido.

-¿No deberías ir a verla?... no se ha asomado en ningún momento...

-Déjala que sufra un rato- Respondió de mala gana mientras hacía una mueca.

-¿Pero no querrá quitarse la vida? Lo digo... dada las circunstancias en que se encuentra aquí...

No alcanzó a terminar la frase, que por cierto era una broma, cuando Inuyasha abrió sus ojos dorados inmensamente y caminó a paso apresurado hasta la recámara. Abrió la puerta con violencia y la vio sentada en la cama con la funda de su espada entre sus manos, parecía mirarla minuciosamente.

-Ah, no! No lo harás!- Dijo enojado mientras arrebataba la espada de sus manos. Kagome de inmediato se arrinconó en la pared y lo miró con rencor.

-¿Porqué no me deja morir?

-¡Porque simplemente no quiero!- Gritó tomándola de una muñeca y acercándose peligrosamente a la muchacha. De pronto estalló en rabia ¿acaso prefería la muerte que estar a su lado?... ¿tanto así lo detestaba?-... sería bueno que te sacaras ese vestido... - Murmuró mirándola directamente a los ojos. Kagome lo miró con pavor y enrojeció de inmediato

-No, nunca! – Gritó intentando zafarse de él. Inuyasha la retuvo con fuerza casi incrustando sus dedos en su piel.

-¿Qué no te das cuenta? Aquí mando yo y ni tu Sesshoumaru ni nadie podrá salvarte!- Gritó más enojado aún. Kagome bajó la vista al ver lo alterado que estaba y comenzó a sollozar, apenas podía sostener las piernas.

-¿Porqué?... usted no era así... no era así... – Murmuró.

Inuyasha abrió los ojos casi sin creer lo que estaba escuchando de sus labios. La soltó al fin y ella se apartó de inmediato a una esquina de la habitación sobándose la muñeca.

-Yo no iba a matarme- Dijo de pronto cuando el joven volteaba y recogía la espada del piso.- sólo... sólo quería comprobar que no era usted... que no fue usted...

Inuyasha volteó intrigado y la miró, ella ya estaba de rodillas en el piso mirando el rosario de cuentas blancas que tenía enrollado en su muñeca izquierda, parecía ahora absorta y su mirada perdida...

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-Este caballo es muy bruto Inuyasha... no quiere recibir las lechugas de mi mano- Dijo Shippo mirando con algo de rencor al equino que resoplaba inquieto.

-Debes tener cuidado con él... podría darte una patada- Murmuró agitando descuidadamente su mano sobre los cabellos rojos del niño y caminando distraído hacia las barandas del barco. Shippo arrugó el ceño y luego caminó hasta Miroku.- este Inuyasha anda muy raro...

-Ahh, ya sabes... la señorita lo tiene así.- Murmuró distraído. – Aunque cualquiera lo estaría... con una belleza como esa...

-¿Es muy bella ella?- Preguntó el niño mirándolo con curiosidad. Miroku pestañeó confundido, recién ahora se daba cuenta que lo que estaba pensando lo había dicho en voz alta.

-Ah... eeehh, sí... lo es... - Volvió a murmurar intentado concentrarse más en el horizonte. El pequeño abrió la boca pero no dijo nada. Miró a Inuyasha que yacía con medio cuerpo afirmado en las barandas del barco y luego a Miroku que se concentraba en mirar el horizonte, fue así como caminó casi de puntillas y abrió la puerta lentamente del camarote de Inuyasha. Una mujer de largos cabellos estaba arrodillada en el suelo y tenía la cara cubiertas con ambas manos, como si estuviera llorando. Él cerró la puerta despacio tras él y se acercó con curiosidad hacia ella.

-¿Esta llorando?

La joven levantó de inmediato la vista y casi no podía creer que un niño estuviera delante de ella mirándola con curiosidad.

-No... no lo estoy... - Mintió secándose rápidamente las lagrimas de sus mejillas e intentó sonreír.- hola... - murmuró finalmente. El niño se metió las manos en sus cortos pantaloncillos y sonrió.

-Hola... Miroku tiene razón... - Dijo de pronto, ella parecía una princesa de esos cuentos que cuando era más pequeño su madre leía junto a su cama.

-¿Miroku?- Preguntó Kagome y luego arrugó el ceño asustada.- ¿eres un prisionero, pequeño?

-¿Prisionero? Jajaja, nadie es prisionero aquí, nunca lo ha habido.

Kagome se puso de pie lentamente y los cabellos cayeron a su espalda desordenadamente.

-Yo soy prisionera- Se quejó mordiéndose el labio. El niño la miró contrariado.

-No, usted no es prisionera... es la esposa del capitán...

Aquellas últimas palabras recién tomaron sentido en ella. Era la esposa de un pirata, la esposa de Inuyasha. Lo había aceptado en el altar, delante de Dios.

-Shippo!

El niño pegó un brinco y luego se encogió de hombros. Poco a poco se fue girando con algo de temor y vio a Inuyasha que lo miraba con severidad.

-¿Es tan cobarde como para mantener un niño prisionero también? Jamás me lo imaginé así!- Dijo Kagome mirándolo enojada.

-Ya le dije que no soy prisionero.- Respondió el pequeño mirando a Kagome y luego salió corriendo de la recámara. La muchacha miró con recelos a Inuyasha sin creer en sus palabras.

-Vaya... creo que me he dado cuenta que la han envenenado en mi contra... ya me imagino quien fue... - Murmuró el joven capitán para luego cerrar la puerta de golpe.

Llevaban tres días en alta mar y Kagome en todo ese tiempo no había dado un paso fuera de la habitación. A Inuyasha poco lo había visto, sólo para cuando era la hora de las comidas y que él se la llevaba personalmente a la recámara. Cuando la muchacha escuchaba sus pasos firmes acercándose temblaba entera y caía de rodillas sin poder evitar el miedo que le provocaba pensar en lo que él pretendía, como el primer día que la llevó al barco. Pero Inuyasha nada hacía ahora. Y un par de veces se extrañó de su mirada algo entristecida, se supone que la que estaba sufriendo era ella, no él... ¿Qué estaba sucediendo?

-Toma.- Kagome se ruborizó al escucharlo tan cerca, no se había dado cuenta esta vez que él ya estaba dentro de la recámara, observó el objeto que él estiraba en su mano y ella lo miró extrañada.- lo encontré por ahí... sé que te será útil... es algo que las mujeres... sobre todo tu... necesitas... con ese cabello tan largo.

Kagome lo miró sin decir una sola palabra recibiendo finalmente entre sus finos y algo temblorosos dedos un fino cepillo de cerdas con algunas incrustaciones de piedras preciosas.

-Kaede... - Inuyasha que ya se marchaba se detuvo en seco y volteó para mirarla, ella tenía la cabeza gacha y el cepillo entre sus manos firmemente tomadas – Kaede dice que debo cepillarlo todas las noches...

-¿Quién es Kaede?- Preguntó cruzándose de brazos y mirándola con curiosidad.

-Ella es mi niñera... es como mi madre en realidad...

Y ese pequeño acto tan considerado la hizo al fin perder el miedo con el cual casi no podía dormir en las noches imaginando que en cualquier momento la tomaría por la fuerza. Sonrió levemente y él la miró como solía hacerlo antes, antes que toda la pesadilla comenzara, sin rencor, sin dolor, sin tristeza. Inuyasha se marchó y luego ella comenzó a cepillar la vastedad de sus cabellos, recordando como su niñera insistía en cuidarlo a diario. Suspiró con nostalgia al recordar su casa. Al menos en la habitación tenía agua fresca pero necesitaba un baño, aunque no podía negar que para estar en un barco pirata tenía todo lo que necesitaba. Miró al rato por la ventanilla del camarote y vio el hermoso atardecer de alta mar, al parecer el barco ya no se movía y seguramente se había detenido por algo. Respiró hondo y finalmente salió de la recámara pestañeando con dificultad cuando sus ojos se enfrentaron a la claridad privada desde hacía días y de inmediato se encontró con el rostro afable del segundo abordo que la miró asombrado.

-Oh! Vaya... que grata sorpresa...

Kagome miró a su alrededor sin encontrar a nadie más en cubierta.

-¿Y los demás?

-El capitán esta abajo descansando y Shippo... debe estar por ahí molestando al caballo...

Kagome miró el intenso mar azul y se mordió los labios, nerviosa, mientras apretaba con fuerza el rosario entre sus manos.

-Dígame una cosa... ese niño ¿quién es?

-¿Shippo? Un niño huérfano...

-¿Huérfano?- Preguntó Kagome intrigada.

-Lo encontramos hace un par de años en las costas de Japón... sus padres fueron asesinados...

-Oh, Dio Santo!- Dijo ella de pronto llevándose la mano a la boca. Miroku la miró extrañado.

-Ah... eso no es nada comparado con otras cosas que nos ha tocado vivir...

-¿Y porqué ese niño esta con ustedes? Debería ser cuidado por algún pariente, estudiar, jugar con niños de su edad...

-Shippo quiso seguir a Inuyasha... él ve en el capitán a un padre ¿sabe?

-¿Padre?- Murmuró ella contrariada. Vio al pequeño que se acercaba corriendo hacia ellos y sonrió cuando la vio en cubierta.

-Al fin ha salido del camarote ¿no creen que es hermoso el mar cuando esta así, de colores por el atardecer?

Kagome desvió la vista hacia el mar y comenzó a temblar. No, para ella estar a bordo de un barco y sobre las aguas que casi le quitaron la vida resultaba verdaderamente atemorizante. Desvió la mirada rápidamente hasta Miroku intentado cambiar el tema.

-¿Usted sabe a donde nos dirigimos?

-Miroku!

Shippo apuntó con su dedo hacia estribor y el joven abrió los ojos con horror al ver acercarse tan rápido y ya estaba demasiado cerca, un barco de cuatro mástiles que tenía una bandera negra en la más alta.

-Demonios! Demonios! Son piratas!- Gruñó. Kagome lo miró turbada y de inmediato el joven corrió al timón.- Shippo! Sube el ancla y llama a Inuyasha, ahora!

Ella miró contrariada el horizonte y en cuanto vio el barco las imágenes volvieron a su memoria tan claras que palideció del terror arrinconándose contra la pared y comenzando a temblar sin control. En segundos Inuyasha corrió a cubierta y miró el barco que se acercaba.

-Maldición!- Gruñó apretando los puños. En cuanto volteó vio a la joven completamente absorta con la espalda pegada a la pared.- ¿pero qué haces aquí?

-Inuyasha, se acercan demasiado!- Gritó Miroku dándole una mirada de pánico. Inuyasha tomó el brazo de la chica y esta no se movió.

-Kagome!

Ella lo miró con sus ojos castaños humedecidos y sintiendo completo pavor, él casi la veía sudar frío.

-No deje que se acerquen... – Murmuró suplicante. Inuyasha arrugó el entrecejo y la tomó en brazos entrando en la habitación y dejándola sentada sobre la cama.

-No salgas de aquí... no te atrevas Kagome!- Amenazó levantando un dedo. Ella tragó saliva al fin mirándolo directamente y luego asintió. Inuyasha le dio una mirada rápida y enseguida salió de la habitación que cerró con llave. Si aquellos eran piratas era mejor asegurar a la joven porque bien lo sabía él, una mujer bella era la más grande recompensa.

-Dámelo, los esquivaremos!- Gruñó Inuyasha arrebatando el timón de las manos de Miroku, el segundo a bordo miró el barco ya casi veía a los marineros en cubierta y movió la cabeza negativamente.

-Por Kami, esto esta mal! Tenía que ser justo cuando no tenemos más marineros que nosotros tres!- Se lamentó. Las balas se dejaron escuchar casi de inmediato y Kagome dio un brinco aterrada, tomó el rosario que colgaba de su muñeca y cayó de rodillas al suelo.

-Dios mío... sálvame... sálvanos... - Suplicó mirando el techo. De pronto escuchó un estallido y ella se quedó quieta, sabía que había sido un cañonazo aunque por lo que se daba cuenta no había llegado hasta la goleta pues esta seguía navegando con rapidez. Tapó su cara con ambas manos rezando una fervorosa plegaria hasta cuando de pronto sintió que se producía un leve choque y cientos de pasos se dejaron escuchar en cubierta. Y luego de unos segundos escuchó la potente voz del capitán.

-Aquí no hay nada salvo víveres y ese caballo, pueden llevárselo!

-Es mentira... vi claramente la figura de una mujer a bordo... mis ojos no me engañan... - Se escuchó la voz burlona de un hombre y Kagome retuvo el aliento.

-Sálvanos... - Murmuró a punto de llorar y mirando atenta la puerta.

-No! No hay nada allí!- Gritó Inuyasha y luego las risas de varios hombres.

-¿En verdad?

El primer asestazo en la puerta la hizo pegar un brinco mirando aterrada hacia el frente, la frente perlada de sudor y su cuerpo que temblaba del terror. Escuchó una pelea que no duró mucho y luego otro asestazo en la puerta que cayó. Todos miraron sonrientes entonces a la novia que miraba aterrada al hombre alto de traje blanco y flores azules, sus ojos oscuros la miraron con perversión y su sonrisa de ensanchó de inmediato. Caminó hasta ella y la miró con fascinación.

-Pero miren nada más... así que este era el tesoro que tanto cuidaba.- Tomó con rudeza su mandíbula y la ladeo inspeccionándola.- una novia...

-¿Nos la llevaremos Bankotsu?

El hombre de piel bronceada ladeó la cabeza e inesperadamente tomó en brazos a Kagome, ella intentó protestar pero él de inmediato le dio una mirada que la hizo temblar.

-Si te mueves lo mato.

Y sólo pudo entender sus palabras cuando al salir de la alcoba vio a Inuyasha tendido en el suelo todo magullado y de sus labios brotaba sangre a borbotones, unos metros más allá Miroku y el niño estaban sentados en el suelo atados de pie y manos.

-Esto si que es suerte! Esta mujer esta siendo buscada por un hombre que nos pagará muy bien!- Dijo el bucanero caminando con ella y saltando a bordo de la otra nave, dos veces más grande que la goleta de Inuyasha.

-Qué bien! Pero primero nos divertiremos con ella!- Gritó otro y entonces Kagome intentó soltarse de sus brazos, gritando hacia el otro barco mientras ellos se alejaban del "Vierto Cortante".

-Inuyasha! Inuyasha!...

Continuará...